De símbolos y representaciones

De símbolos y representaciones

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Por Rick Sampedro*

Los símbolos son representaciones de un imaginario individual o colectivo sumamente vulnerables a intereses de cualquier signo.

Tal vez las banderas e insignias patrias sean el mejor ejemplo de una simbología cargada de significado, por poco nocivo que este parezca. Remeras, bolsos, mochilas, camperas y hasta paraguas exhiben coloridas insignias de Estados Unidos y Gran Bretaña, por citar dos ejemplos comunes, sosteniendo diferentes ideas o evocando asociaciones según quien las lleve y quien las reconozca.

A menudo, estas banderas son meros símbolos de una moda recurrente y abusiva que conscientemente arroja un manto de trivialidad sobre conceptos e ideologías que poco tienen de inocentes. Un poder imperial no pierde sus costumbres ni sus objetivos por aparecer como parte de artículos de moda con una agradable combinación de colores y formas, con evocaciones que poco tienen que ver con su forma de ver el mundo.

Por otra parte, los mismos titiriteros de la moda aplican sus descomunales recursos y utilizan la siempre bien predispuesta mainstreammedia para hacer desaparecer como por arte de magia, consignas y slogans que fueron creados con otro objetivo: aquél de expresar una opinión o disputar un statusquo. En los 80, por ejemplo, las remeras de Greenpeace con consignas ambientalistas pronto se vieron sofocadas por miles de consignas con mensajes aparentemente similares pero inocuamente vagos. Era la moda. Quedaba bien. Vendía. La mejor manera de hacer desaparecer una idea es, en ocasiones, convertirla en una moda.

Pero si de simbolismos se trata, qué mejor ejemplo que las evocaciones que diferentes servicios públicos han despertado en la conciencia colectiva de los pueblos: Ferrocarriles Argentinos, en su época de expansión del territorio nacional una vez nacionalizados por el presidente Juan Domingo Perón en 1948; o YPF, el gran artífice del desarrollo de una ingente porción de lo que hoy es Argentina. Ambas empresas, aunque por infortunio no las únicas, fueron objeto de gran orgullo nacional, hasta que llegaron las diversas oleadas de destrucción comandadas por los poderes de facto y ejecutadas con precisión de cirujano por los mecanismos coloniales que siguen operando para objetivos cuasi opuestos a los que originaron su creación en 1944 en el acuerdo de Bretton Woods: el Banco Mundial, el FMI y la Organización Mundial de Comercio.

Para aquellos gobernantes que presidían el país cuando comenzó y luego se profundizó el desmembramiento del Estado Nacional, el simbolismo de éstas y otras grandes empresas nacionales no era (ni es) el mismo que para la mayoría de la gente que se supone representan. Para ellos y sus intereses corporativos esas empresas pioneras representaban el riesgo de que el país contara con herramientas y el patrimonio necesario para contribuir a una nación independiente. Una nación en control de su destino. Una nación gobernada por el pueblo a través de sus representantes.

En términos más genéricos, los sistemas públicos de salud y educativo representan dos de los baluartes que cualquier nación igualitaria debe defender a ultranza para superar los cíclicos embates de los dueños del poder.

En este momento en el que de norte a sur y de este a oeste se experimenta la peor crisis sanitaria global de la historia del planeta, los servicios sanitarios públicos aparecen como la más coherente forma de intentar contener y derrotar al COVID-19. Esta misma salud pública dejaba fuera del sistema, en países como Estados Unidos -antes de la aparición del nuevo virus- a más de 50 millones de personas. Por su parte, en Reino Unido el sistema sanitario público ha sido sometida a una paulatina privatización y desarticulación por sucesivos gobiernos de corte conservador, algunos con denominación de origen y otros disfrazados de un socialismo inexistente (el New Labour o la tercería vía de Tony Blair), y ahora nos exhibe, en un grotesco ejercicio de cinismo e imbecilidad, al primer ministro británico Boris Johnson y al secretario de salud y asistencia social MattHancock, detrás de un podio con un cartel que dice ‘Salvar el NHS’ (NHS = Sistema Sanitaria Nacional) y con un botón del mismo en la solapa del blazer. Cabe decir lo mismo de la universidad pública en Inglaterra, creada después de la Segunda Guerra Mundial como un gran instrumento de igualación social y privatizada de facto a partir del 2000, año en el que los aranceles universitarios subieron de 3 mil a 9 mil libras por año.

¿Se vive en un mundo al revés? En absoluto. Quienes delinean los destinos de la humanidad saben exactamente qué mundo es el que seguirá otorgándoles ese poder casi absoluto sobre el destino de la humanidad. Para ellos, éste es el mundo como debe ser.

Lo bueno sería poder entender que finalmente, por más redondo que sea, este mundo no se girará sobre su eje sin la fuerza conjunta de toda la humanidad para la que vivir en armonía, en paz y disfrutando -todos y cada uno de los pueblos- de los derechos innatos que se tienen. Para que esto sea posible, uno de los factores de cambio que se pueden repensar son los símbolos: un desempleado o homeless británico que vende The Big Issue en una esquina de Manchester o una familia que vive de un subsidio que apenas le permite desplazarse hasta el banco de alimentos más próximo, ya sea en Liverpool o en Oxford, está tan lejos de esa persona viviendo en el subte de Buenos Aires o aquella familia Wichí de Salta?

Tal vez es hora de construir un imaginario verdaderamente universal, con símbolos que sólo puedan ser interpretados como parte de la gran bandera global de la justicia social.


* Traductor, capacitador docente, disertante, autor y profesor de ingles especializado en temas globales.
En la cortada más mistonga: Los escasos cruces del tango y el nacionalismo (Parte IV)

En la cortada más mistonga: Los escasos cruces del tango y el nacionalismo (Parte IV)

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Por Gabierl Kudric*

Llegamos a la última parte de esta serie de artículos. Si bien la conclusión sigue siendo la misma -que el tango no se ha encargado de la política-, con la llegada del peronismo los personajes populares encuentran un nuevo lugar en las letras de tangos, más allá de los berreos de una oligarquía elitista, que escucha música clásica, que no se acerca a lo que baila el pueblo y que opone al gaucho como emblema de lo nacional frente a estas músicas mestizas, mulatas, populares.

Esta serie de artículos que no pretende ser más que un acercamiento exploratorio a la relación entre el tango y los temas del nacionalismo. Por otro lado, es importante recalcar que cuando se dice “tango”, se habla de los ritmos que eran abarcados por los intérpretes de la música porteña (milonga, vals e incluso, en el principio del siglo XX, estilo, cielo y los importados shimmy, foxtrot y charleston).

El tango comienza este capítulo ya asentado en la ciudad. ¿Qué en la ciudad? En las ciudades. El tango se baila en todas las capitales del mundo. Se compone en todos los idiomas, hasta en turco. Y acá, en Buenos Aires, el tango se enseñorea en Radio Belgrano, Radio El Mundo, Radio Splendid, con sus orquestas en vivo y sus grandes personajes.

Yo te daré, te daré Patria hermosa…

A diferencia de la dictadura de Uriburu, el peronismo y el tango tuvieron una gran relación. No así algunos y algunas artistas, pero a mediados de los cuarenta el género estaba perfectamente instalado en las radios, en el cine, y ya nadie con peso lo consideraba una aberración antiargentina.

Era el género de moda y algunos de sus principales referentes se identificaron con el movimiento de masas. La adhesión al peronismo hizo reaparecer los temas nacionales en el tango. El peronismo era, en definitiva,“EL” movimiento nacional, y hacía de la exaltación patriótica, junto con la justicia social, una estética propia. Es necesario nombrar a Hugo del Carril, cantor de la Marcha Peronista y uno de los referentes indiscutibles de los artistas peronistas. Juanita Larrauri grabó la primera versión de “Evita Capitana”, pero la más popular fue sin dudas la de Nelly Omar, quien también interpretó “La descamisada”. Antonio Tormo, Héctor Maure poniendo voz a la “Marcha del Plan Quinquenal”, Cátulo Castillo componiendo y grandes directores como Angel D’Agostino, tampoco ocultaban sus simpatías. El nacionalismo popular que encarnaba el peronismo se consideraba a sí mismo el movimiento nacional, y según esta lógica, lo que no estuviera adentro, era antinacional. Libertad Lamarque terminó en México (filmando con el gran Buñuel), Pugliese preso alguna vez por unos días… “La contra”, como se la llamaba, no la tenía fácil.

Hugo del Carril no sólo cantó la marcha, sino que en 1949, con letras de Homero Manzi, compuso la música de dos milongas que grabó Oscar Alonso: “Versos de un payador al General Juan Perón” y “Versos de un payador a la señora Eva Perón”.

En la primera, Manzi dice:

“Usted luchó por la gente desbrozando la maleza
y el criollo que siempre pesa con justicia y noblemente
sabe que usted fue un valiente al lado de su pobreza”.

Poniendo a Perón al lado del pobre, peleando junto a él. ¿Contra qué? La siguiente estrofa lo deja claro:

“Usted liquidó el instante de la miseria social
y el oprobio general del vendepatria triunfante;
vergüenza del tiempo de antes, cuando el fraude electoral
era el destino fatal que le aguardaba al votante
en aquel tiempo distante de ignominia nacional”.

El peronismo como nación que se funda de nuevo, que se forja nuevamente, más que retempla.

La última estrofa nos presenta a un Perón interpretando el drama nacional, síntesis de la nación.

“Por eso, mi General, con esta improvisación
quise arrimar mi montón a su labor nacional.
Nadie ha comprendido igual las penas de la nación,
nadie con más corazón nos libró de tanto mal
nadie como Juan Perón, Presidente y General…”

A Eva Duarte de Perón, por otro lado, la ponderan como la compañera del líder, pero lejos está su imagen de la mujer que perfuma pasivamente en “Viva la Patria”.

“Él es el verbo mayor y usted la mayor templanza.
Él es la punta de lanza y usted la punta de amor.
Él es un grito de honor que hasta el deber nos alcanza,
y usted la mano que amansa cuando castiga el dolor.
Él es el gran sembrador y usted la gran esperanza.
Él es el gran constructor de la patria liberada
y usted, la descamisada que se juega con valor.
Los dos uncidos de amor son vanguardia en la cruzada,
las masas, emocionadas al brillo de este fervor,
han jurado con honor morir en esta patriada”.

Puede que no sean las mejores líneas del hombre de F.O.R.J.A., pero en ellas aparece el nacionalismo popular como redención del hombre de trabajo en todo su esplendor. Ya los trabajadores no son la chusma, ya sus artes no son despreciadas.

Permítase, para cerrar este esbozo, esta aproximación al tema, contar una anécdota que tiene que ver con la censura que se instaura en el ‘33 y su fin de hecho, y que pinta al Perón del guiño cómplice, afín al habla popular y lleno de picardía. En el año ‘49 un grupo de artistas pide audiencia con el Presidente para pedirle el fin de la censura que, entre otras cosas, vetaba el lunfardo. Eran parte de la comitiva Homero Manzi y Alberto Vacarezza. A éste último le habían robado en un conocido episodio. Al recibirlos, Perón los saluda y se dirige a Vacarezza:

‒¿Cómo anda, Alberto? ¿Así que lo afanaron?

Y así, con esa palabra dicha en boca del General, se dio por terminada la censura. Por unos años, al menos.

Pudimos encontrar, entre 1910 y 1949, al nacionalismo oligárquico despreciando al tango por extranjero y bajo, a sus letristas e intérpretes contrabandeando temas tabú, coincidiendo con los primeros escarceos del revisionismo histórico de derecha; al nacionalismo aristocrático metiendo la cola en el tango para glorificar un golpe de estado; y, con la llegada del peronismo, al nacionalismo popular escribiendo páginas llenas de contenido, aunque bajo pobres formas. Pero lo que más hemos visto, es al nacionalismo, en todas esas apariciones, como combate e invitación a la acción.

El tango comenzaría su decadencia en los años sesenta, de la que nunca se repondría en los mismos términos. En los setenta, lejos de la épica colectiva de la revolución, sería música de gente mayor. La juventud militante cantaría con Mercedes Sosa, Zitarrosa, Viglietti, Quilapayún. La juventud rockera, mirada de reojo y con desprecio por poco comprometida, vería el comienzo del rock en castellano con Moris o Nebbia y viviría los primeros pasos de Charly García, Luis Alberto Spinetta y otros. La dictadura haría estragos con las dos, pero mientras a una le pegaban o se la llevaban en razzias, a la otra la desaparecieron. Durante los ochenta, las viejas glorias como Goyeneche serían adorno de algunos programas mientras el tango languidecía en programas berretas de TV.

En los ‘90, con el avance del neoliberalismo y la instalación de un sentido común cipayo, una nueva guardia retomaría el tango y lo agarraría como bandera. La Orquesta Fernández Fierro, Tango Negro Trío, El Arranque y muchas más serían parte de esa juventud que va a retomar al tango y lo va a renovar sin necesidad de artificios electrónicos, a pura víscera. Muchos de esos jóvenes tangueros llevarían su música a los escenarios callejeros del aguante al neoliberalismo y muchas de esas autoras comenzarían a gestar un tango feminista. El rescate del tango es una bandera de lucha que, entonces, se ensambla con otras luchas.

El cierre de este capítulo es un final abierto, con la cámara subiendo de las calles de una ciudad con pueblo movilizado hacia un cielo claro


* Periodista, conductor del programa Columna Vertebral, columnista del programa Caídas del Catre (ambos en Radio Estación Sur - FM 91.7) redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
El Che presente en tiempos de Coronavirus

El Che presente en tiempos de Coronavirus

TIEMPO DE LECTURA: 2 min.

En la Higuera, Bolivia, le amputaron las manos incluso después de haberlo matado por si a este loco cubano se le ocurría volver a levantarse…

Sin lápida, sin nombre, sin tumba lo enterraron; no vaya hacer cosa que un guerrillero muerto pueda recibir los honores de un ser humano.

Pero el tiro les salió por la culata. Aquel que nadie podía encontrar, fue encontrado; y el enterrado, fue desenterrado. El ahora muerto, que supo traer dicha a esta vida, salió a la superficie, porque estaba cansado de acostumbrarse a lo que nunca pudo acostumbrar, a callar cuando hay que hablar, a escapar cuando se debe luchar.

El hombre anduvo con ansias de salir a la vida otra vez, para demostrar la verdadera cara de la moneda, la verdadera cara de las potencias, la cara del capitalismo más individualista, que privilegia por sobre la salud, su economía. Y también por qué no, para fumarse un habano y volver a firmar un billete cubano, con su toque distintivo, el del “Che”. Porque distinto es quien deja el lujo a un lado por creer en una nueva forma de Estado y distinto es quien comprende que la educación, la salud y la vivienda es más lujo que el mayor de los lujos. Distinto es quien entiende que el lujo es para todos o no es para ninguno.

Y así partió siendo distinto.

Será que se volvió único aquel que logró hacer del dinero un fetiche, del valor una cosa, del billete un papel.

Y se volvió a reír del dinero propagador del capitalismo, quien supo asentar el comunismo.

Y se volvió a reír de los Estados Unidos recordando la gran defensa cubana en Bahía de los Cochinos.

Y se volvió a reír de la muerte que nunca lo pudo mantener dormido.

Y como nunca se volvió a reír.

Y no te olvides que lo que hoy es Cuba, se lo debe a sí misma, se lo debe a aquellxs que hicieron posible que hoy sea lo que es, que hoy Cuba sea libre, que tenga médicxs distinguidxs, que sea ejemplo de educación pública y de solidaridad. Y me pregunto en los momentos en que las potencias cierran fronteras ¿Cuánto le debe Italia a Cuba por la ayuda humanitaria? ¿Cuánto debe el mundo por copiar este gesto? ¿Cuánto le debemos al futuro en camino, al héroe sin corona? ¿Cuánto le debemos hoy al Che?


* Estudiante de Sociología (FaHCE - UNLP)
Libia: un crisol de fragmentos, sangre y ambición

Libia: un crisol de fragmentos, sangre y ambición

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Por Pablo Jofré Leal*

No existe posibilidad de paz en el país norafricano, mientras no cese la intervención extranjera -principalmente europea- y sus intereses por los recursos de este país, que lo hacen un botín a conquistar, sumado a la presencia del extremismo takfiri, el negocio de la inmigración y el multimillonario comercio de armas.

Hoy, Libia, ubicada en la región del Magreb, otrora una de las naciones con los mejores indicadores de desarrollo humano de África, está sumida en una catástrofe política y humanitaria, efecto de una guerra donde se enfrentan las fuerzas de dos gobiernos paralelos, apoyados por países con sus propios intereses en la zona. La muerte de decenas de miles de libios, el desplazamiento de su población, se suma ala presencia de grupos extremistas takfiri, que obedecen a las políticas implementadas por la Monarquía saudípara ampliar su ideología wahabita, apoyada financiera y militarmente por los Emiratos Árabes Unidos.

Después de 9 años de conflicto, tras el derrocamiento del ex jefe de Estado Muhamar Gaddafi en octubre del 2011, Libia fue considerado un Estado Fallido, con una multiplicidad de intereses en juego, que le han impedido cualquier tipo de estabilización y desde abril del año 2019 a la fecha, se han incremento los combates de los grupos en disputa. Todo esto alentado por poderes extranjeros, donde los traficantes de armas, los que expolian el petróleo libio y además se benefician del tráfico de seres humanos que salen desde las costas libias hacia Europa, tienen al país sumido en el caos.

Libia tiene dos bandos en pugna, cada uno con su gobierno y que se disputan el poder. El primero es llamado Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN), creado en 2015 como órgano de transición y cuya sede de gobierno está en Trípoli. El GAN cuenta con un Concejo Presidencial, liderado por Fayez al Sarraj, que además ostenta el cargo de primer ministro, y es reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (como entidad, lo que no implica el apoyo total de los 192 países que la conforman), y cuenta con el sobresaliente apoyo de la mayoría de las naciones que integran la Unión Europea (Italia, Alemania y Gran Bretaña), sumado a Qatar y Turquía. Este último país envió un contingente militar en apoyo del gobierno del GAN, sufriendo sus primeras bajas el día 25 de marzo pasado.

Desde la trinchera opuesta,se encuentra el gobierno establecido en Tobruk (en el este de Libia) asentado políticamente en la Cámara de Representantes, presidida por Aguilah Issay cuyo sostén es el Ejército Nacional Libio, dirigido por el General Jalifa Haftar. No cuenta con reconocimiento de la ONU pero sí de Rusia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, que otorgan ayuda financiera, militar y logística, e incluso Francia, que sale de ese apoyo mayoritario que da la UE al gobierno del GAN: el país galo tiene aspiraciones de controlar los pozos petrolíferos autorizados por el gobierno dominado por Haftar y explotados por su transnacional Total Fine. Las fuerzas de Haftar controlan, actualmente, la mayor parte del país, llegando incluso a los suburbios de Trípoli

Ambos poderes libios, luego de años de enfrentamientos se reunieron el día 19 de enero del 2020, en la Conferencia de Paz de Berlín donde se pactó un plan de carácter integral, destinado a concretar una tregua conducente a una paz definitiva. En la capital alemana estuvieron países como Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Turquía y los representantes de la Unión Europea, Ursula Von Der Leyen y Josep Borrel, además de Ghassan Salamé como enviado especial de la ONU en Libia. En el caso de Estados Unidos,la estrategia en la disputa libia responde exclusivamente a sus intereses como potencia hegemónica e implica mirar y participar de acuerdo con lo que estos intereses dicten.

Por ello, no resulta en absoluto extraño que Washington apoye tanto al gobierno de Fayad al Sarraj, político definido profundamente pro-occidental, como también a las fuerzas de Jalifa Haftar, aprovechando el hecho de que este militar haya nacido en Libia, haya sido general bajo el gobierno de Gaddafi (donde fue jefe de su estado mayor) y entrenado militarmente en la ex Unión Soviética, pero luego exiliado en Estados Unidos, donde vivió 20 años, trabajó para la CIA y  adquirió la nacionalidad estadounidense.

En la Conferencia de Paz, el compromiso fue avanzar en poner fin de la injerencia extranjera en el país norafricano, junto a un alto del fuego permanente y un embargo a la venta de armas que fuese verificable. El secretario general de la ONU, António Guterres, permitió visualizar de mejor forma en sus declaraciones el porqué de este encuentro, al señalar que “todos los participantes se han comprometido a renunciar a las injerencias en el conflicto armado y los asuntos internos de Libia ya que había un verdadero riesgo de una escalada regional y eso se ha impedido en Berlín”.

No había pasado un mes cuando la ciudad de Múnich, en la misma Alemania, acogió otro encuentro entre las partes beligerantes destinado a implementar el plan de paz acordado en enero. Terminada esta segunda reunión, la representante de la ONU en Libia, Stephanie Williams, dio a conocer su desazón porque la situación política, militar y humanitaria en Libia había empeorado, sobre todo porque el general Haftar y sus aliados tribales habían incrementado sus acciones para ocupar Trípoli, utilizando para ello la estrategia de impedir la producción de petróleo y privar de fondos a sus rivales. En los últimos cinco meses, los enfrentamientos han generado un millar de muertos y 140 mil desplazados. Complementaria a esta acción diplomática en Múnich, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó el día 13 de febrero una resolución a favor del cese de fuego en Libia y llamando cumplir lo acordado en Berlín. Como era de esperar los mismo que alentaron esta resolución, siguieron catalizando la guerra en Libia.

En un escenario internacional de pandemia, con el virus del Covid-19 que tiene al mundo en crisis, África ha sido alertado sobre los presagios negativos que se van a abatir contra ella. La situación sanitaria y el llamado de la ONU a establecer una tregua humanitaria no ha sido respetada por las partes en conflicto. El día 28 de marzo un centenar de muertos fue la prueba de esta violación. Pese a la “tregua humanitaria” aceptada el pasado domingo por los contendientes a instancias de la ONU,los nuevos enfrentamientos estallaron el día viernes 28 de marzo cuando aviones del Ejército Nacional Libio atacaron un convoy militar del gobierno de Trípoli a la salida de la ciudad de Misrata, en los alrededores de Abu Qurayn, en la autopista que recorre la costa libia. El bombardeo ocasionó un centenar de víctimas, entre ellos 30 muertos y 70 heridos.

La paz es de difícil pronóstico en la ex Yamahiriya, ya sea por los intereses económicos en juego,la presencia de una docena de países que intervienen con armas, las presiones políticas a los dos bandos en pugna, ola sombra de una pandemia que aún no entra con fuerza en África. La supuesta instalación de una democracia representativa,usada como argumento por la OTAN para derrocar a Gaddafi, aplicando la estrategia de la Casa Blanca de la guerra sin fin, también resultó falsa. Un conflicto que no sólo trajo consigo la fragmentación de Libia, sino también la irrupción de grupos extremistas takfiri que han generado mayores grados de inestabilidad no sólo en el Magreb, sino también en la región del Sahel[1].

Han trascurrido 9 años desde el comienzo de la agresión a Libia y el derribo y posterior ejecución del gobierno de Gaddafi y a medida que transcurre el tiempo, queda más claro que ninguno de los objetivos planteados para el país norafricano se cumplió y menos se trabajó para concretar esa mentira magnificada de que se intervino en Libia por “razones humanitarias”, para liberarla de un gobierno totalitario. Argumento que fue repetido en manifestaciones corales por los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, avalados por la ONU y la Liga Árabe. Esta última ha cumplido a lo largo de la historia labores de más de coordinación económica que de influencia política pero, en este tipo de situaciones suele servir de tapadera para planes de intervención.

Hoy, tal como ayer [2](2) sostengo lo afirmado desde el momento mismo de la intervención extranjera en Libia: sólo será posible constatar un territorio fragmentado, convertido en coto de caza de gobiernos, grupos y empresas petrolíferas transnacionales, y que al amparo del apoyo a las distintas facciones en pugna, esquilman sus riquezas naturales. Aquellos que apoyaron la lucha contra Gaddafi y su posterior ejecución, han servido, finalmente, a los intereses de actores de mayor peso, formando milicias en base a criterios regionales, tribales y religiosos, que han intensificado y hecho irreconciliable cualquier idea de establecer un Estado Unitario.


* Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

  1. La coalición que atacó Libia se hallaba bajo la dirección de Estados Unidos, país que durante todo ‎el conflicto ocultó a sus propios aliados el fin que realmente perseguía, para ponerlos ‎finalmente ante los hechos consumados, conforme a la política definida como leading ‎from behind, o sea «dirigir desde atrás». Después de haber clamado durante meses que ‎la OTAN no intervendría en Libia, fue finalmente ese bloque militar quien dirigió las operaciones. ‎Washington nunca trató de instalar en Libia un gobierno bajo control estadounidense, lo que ‎hizo fue propiciar el ascenso de fuerzas rivales entre sí para impedir el regreso a la paz entre ‎los libios, en aplicación de la doctrina Rumsfeld/Cebrowski . Meyssan Thierry. https://www.voltairenet.org/article208809.html
  1. https://www.webislam.com/articulos/99215-libia.un.caos.programado.html.Si bien es cierto la pugna entre dos gobiernos en Libia amaga la posibilidad de alcanzar la paz en el país norafricano, también resulta necesario dar cuenta que la presencia de grupos takfirí en Libia y el incremento de sus acciones, amplificadas por la prensa occidental en el marco de la lucha contra Estado islámico en Irak, Siria y otras organizaciones terroristas en Yemen, Malí, Nigeria y Afganistán, han dado el argumento necesario para que sea posible tener otra intervención militar de envergadura en Libia
Malvinas, ayer hoy y siempre

Malvinas, ayer hoy y siempre

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Felipe Bertola*

Las denuncias habían llegado al exterior y de a poco el cerco mediático iba perdiendo fuerza en la defensa de la Dictadura militar. Habían pasado siete años ya desde aquel 24 de marzo de 1976. El plan sistemático de terror y exterminio había sido ejecutado, al igual que el modelo económico hambreador y excluyente. La industria estaba destrozada, el Fondo Monetario Internacional se paseaba por las pasillos de La Rosada y posiblemente también por algún centro clandestino.

Leopoldo Galtieri vio en el patriotismo nacional la posibilidad de reforzar al Gobierno Militar y seguir perdurando en el tiempo, no sólo con tortura y persecución como ya lo venían haciendo, sino también con apoyo popular. Por eso decidió, junto al resto de oficiales, declararle la guerra a Inglaterra y el 2 abril de 1982 las tropas argentinas desembarcaron en las heladas tierras del Atlántico Sur.

Fue principalmente la generación del 62 la que engordó las filas para pelear en las islas. En ese momento el servicio militar era obligatorio. Los pibes que fueron a Malvinas estaban desprovistos del material militar necesario, como también de abrigo para hacer frente a las bajas temperaturas.

Los soldados argentinos sufrieron el clima, la falta de comida, las torturas de sus superiores (representantes del gobierno genocida) y el embate de uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Terminada la guerra, los sobrevivientes -ya en continente-, vivieron por un proceso de desmalvinización puesto en práctica por el Estado y los medios de comunicación, donde ellos parecían ser los culpables de todo.  Producto de ello y de la falta de contención estatal, fueron más los ex combatientes suicidados, que muertos en las islas: 649 argentinos dieron su vida en Malvinas, mientras que el número de suicidios superó esta cifra hace largos años llegando a punto de no tener cifras oficiales.

Recorrido histórico

En 1494, antes del descubrimiento de Malvinas, se firmaba el tratado de Tordesillas, el cual demarcaba los límites del imperio español y portugués. Un año antes, el Papa Alejandro V, a través de una bula papal, había otorgado a los Reyes Católicos la posesión de los territorios “descubiertos y por descubrir”. Este es el primer antecedente jurídico que reconoce los títulos del rey de España sobre los territorios americanos, según el derecho internacional de la época. 

En 1520, una nave española avista por primera vez las Islas Malvinas, éstas son nombradas como Islas Sansón. En1713 se da la Paz de Utrecht, antecedente histórico del reconocimiento británico sobre la posesión española de los territorios y de la exclusividad de navegación en el Atlántico Sur.

Con la Independencia Argentina en 1816 todo el territorio hasta ese momento perteneciente a la corona española pasó a manos de Las Provincias Unidas del Rio de La Plata (recordar la bula papal y el Tratado de Tordesillas). En 1820 el norteamericano David Jewwit fue designado en representación de las Provincias Unidas del Rio de La Plata y por primera vez flameó la bandera en el helado viento sur.

En 1824 Luis Vernet es designado como primer Gobernador de las Islas, para cumplir y defender su soberanía. Era muy habitual que barcos holandeses y franceses surquen las aguas en la caza de ballenas rompiendo cualquier tratado.

En 1831 una corbeta de guerra estadounidense invade y saquea Puerto Soledad, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas eleva el reclamo a organismos internacionales y entra en tensión con los norteamericanos, que ante las amenazas de Rosas se retiran de las islas.

El 2 de enero de 1833 llega la invasión británica al mando de John James Oslow, que con las armas reclamaría la tierra en nombre de la corona británica. El Gobernador Pinedo firma la rendición y con sus aldeanos son mandados al continente. Inglaterra hizo oídos sordos y nunca contestó a ninguno de los reclamos de la joven nación que por esos años atravesaba una guerra civil. Inglaterra tuvo posesión de las islas hasta el 2 de abril de 1982.

¿Por qué hoy Inglaterra se aferra aún más a las Malvinas?

Es mucha la biodiversidad y los bienes comunes (mal llamados recursos naturales) que al día de hoy no se conocen bajo el Océano Atlántico. Es importante remarcar la gran cantidad de pozos petroleros que hay por la zona y que las Malvinas son un punto geoestratégico en las vías de navegación, ya que pueden ser, sin contar los argentinos, el último puerto de paso a Cabo de Hornos, la conexión con el Océano Pacifico y amplias vías de comercialización.

En 2017, impulsado por años de investigación estatal y enmarcada en el proyecto Pampa Azul, se extiende alrededor de 1.600 kilómetros cuadrados la plataforma continental argentina. Esto es equivalente a un 36% más de territorio nacional y coloca a las Islas Malvinas sobre la plataforma, dándole aún mayor validez a lucha argentina. Inglaterra presentó una propuesta para rebatir la hecha por Argentina, pero fue negada por la ONU.

Hasta el año 2015 hubo una gran avanzada diplomática, apoyada por una Patria Grande que reclamaba las Islas Malvinas como territorio Argentino. La respuesta británica no fue otra que el aumento de la militarización de la zona. Malvinas hoy, es el territorio con más militares per cápita del mundo y funciona allí la base militar extracontinental más grande que tiene la OTAN.

Se dice en muchos lados que la próxima guerra será por el agua y son dos los territorios que se vienen a la cabeza: el Acuífero Guaraní, ubicado bajo el litoral argentino y la Antártida. Malvinas entonces, representa para los países imperialistas del mundo -entre otras cosas- la puerta de entrada al agua dulce del Continente Antártico.

Malvinas, ayer hoy y siempre

En el pensamiento y discurso argentino, Las Malvinas pueden representar muchas cosas. Pueden ser un par de islas perdidas en el mar, el recuerdo de las noches heladas estacado a la intemperie, los bombardeos, el hambre, la caída de la dictadura militar, el odio a Inglaterra, el amor a Maradona y los cuartos de final de 1986, o quizás para algunes Las Malvinas representan simplemente algún tatuaje mal cicatrizado. Podemos discutir toda la vida que son para nosotres esas dos islas, pero hay algo en lo que siempre estamos de acuerdo: son argentinas.


* Periodista, columnista del programa No Se Mancha (Radio Estación Sur - FM 91.7) y de Hijos de 30.000 (Radio UNLP - FM 107.5), redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
En la cortada más mistonga: Los escasos cruces del tango y el nacionalismo (Parte III)

En la cortada más mistonga: Los escasos cruces del tango y el nacionalismo (Parte III)

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Por Gabriel Kudric*

En el artículo anterior se plasmaron algunos ejemplos de tangos comprometidos con las luchas obreras y sociales en general, pero se llegaba a la conclusión de que el tango no se ha encargado de la política, más bien ha sido la épica de mujeres y hombres aislados. Milonguitas, malevos, ladrones, cuchilleros y personajes de un suburbio que se fundía todavía con el campo eran los personajes de su poética.

Esta es la tercera parte de una serie de artículos que no pretende ser más que un acercamiento exploratorio a la relación entre el tango y el nacionalismo. Por otro lado, en una simplificación injusta pero necesaria, se recuerda que cuando se habla de “tango” se hace mención a los ritmos que eran abarcados por los intérpretes de la música porteña (milonga, vals e incluso, en el principio del siglo XX, estilo, cielo y los importados shimmy, foxtrot y charleston). En el artículo de hoy, el tango da la espalda al proceso popular Yrigoyenista, y saluda al golpe de estado. El golpe contra el “peludo” Yrigoyen (Gobierno que tendría también tremendos episodios de represión antiobrera como la Semana Trágica y la represión en la patagonia que el libro de Osvaldo Bayer inmortalizaría como “La Patagonia Rebelde”) iniciaría una seguidilla de intentos olgárquicos por correr al pueblo del escenario político. Además, en un giro dramático, el tango se enfrentaría a la censura de aquellos a los que admiró.


Yo soy del 30

El 6 de septiembre de 1930, el general José Felix Uriburu al mando de un grupo de militares derroca a Yrigoyen e instaura una dictadura militar, inaugurando una práctica que se haría común por los próximos 53 años. Hace un año que se publicaron las primeras canciones del ciclo federal, pero hay quienes piensan que el momento es urgente, y que el golpe necesita quien le cante. Tango y nacionalismo se encuentran en la cortada más fiera. Y el que le iba a poner la voz es el mismísimo Carlitos Gardel. El tango “Viva la Patria”, de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez (letrista del precioso vals “Palomita Blanca”) era una reivindicación explícita del golpe. En su primera estrofa compara al golpe con la revolución de mayo:

“La niebla gris rasgó veloz, el vuelo de un adiós
y fue el triunfal amanecer de la revolución
y como ayer, el inmortal mil ochocientos diez,
salió a la calle el pueblo radiante de altivez”

Y aclara que el gobierno radical no era extranjero, pero lo señala como entregador de la nacionalidad y parte de un malón:

“No era un extraño el opresor cual el de un siglo atrás,
pero en el mismo el pabellón que quiso arrebatar,
y al resguardar la libertad, del trágico malón
la voz eterna y pura por las calles resonó”

Tras un estribillo que no merece mayor análisis, el tango pone a los golpistas en el sendero de los próceres libertadores:

“Y la legión que construyó la nacionalidad,
nos alentó, nos dirigió desde la eternidad,
entrelazados vio avanzar la capital del sur,
soldados y tribunos, linaje y multitud”

Es interesante el lugar de la mujer y la apelación a la virilidad como valor principal del movimiento golpista:

“Amanecer primaveral de la revolución,
de tu vergel, cada mujer fue una fragante flor
y hasta tiñó tu pabellón la sangre juvenil,
haciendo más glorioso nuestro grito varonil”.

El tango no es particularmente bueno, aunque la voz del morocho del Abasto vista bien cualquier canción. A la posible censura de la actitud de Carlos Gardel al grabar una canción golpista, se le responde con Don Arturo Jauretche: “Ahora a Gardel en vez de escucharlo, lo analizan. Es un disparate pedirle conciencia de clase, como es un disparate pedirle conciencia de clase a Cassius Clay o a Bonavena. Él es un mito. Como Rockefeller, con la diferencia que éste no fue un cantor de éxito, que empezó de abajo, prosperó y se adaptó a su público. A un hombre que canta bien no se le pregunta si traiciona o no a su clase”.

Resulta interesante en el tango de Aieta y Garcia Jimenez lo que se señalaba anteriormente como la apelación a lo varonil y el lugar pasivo de fragante flor asignado a la mujer, parte del ideario del nacionalismo reaccionario y aristocrático. En “El espíritu de la aristocracia y otros ensayos”, Manuel Galvez sostiene que “Los poetas que endiosan a la mujer colocándola clara o explícitamente sobre el hombre, ya sea alabando a la novia o a la virgen María, no se imaginan que con ello quebrantan las jerarquías y las leyes de la vida moral. Endiosar a la mujer es tan grave como arrojar bombas de dinamita”. Y está claro que Galvez no era partidario de la dinamita. Una particularidad con respecto a este tango, es la pésima relación del nacionalismo que representaba el golpe con el tango. Leopoldo Lugones en “El Payador”, en 1916, iba a describir al tango como “ese reptil del lupanar, tan injustamente llamado argentino en los momentos de su boga desvergonzada…”. Gálvez, por su parte, retrataba duramente a la música porteña en sus novelas. En su ensayo “El diario de Gabriel Quiroga” (1910) encontramos esta descripción: “En cambio tenemos ahora el tango, producto del cosmopolitismo, música híbrida y funesta. Yo no conozco nada tan repugnante como el tango argentino”. Según el escritor Edgardo Cozarinsky, “El desprecio de los grandes intelectuales argentinos hacia el tango, de Lugones a Manuel Gálvez, se daba porque tenían una noción nacional de ciertas esencias ligadas a la vida rural, y esta era música de inmigrantes, de bajo fondo”. Y algo de eso se deja ver en el planteo de Gálvez, o cuando Lugones, haciendo una comparación con la poesía gaucha sostiene: “Nada más distinto de esos tangos mestizos y lúbricos que el suburbio agringado de nuestras ciudades cosmopolitas engendra y esparce por esas tierras a título de danza nacional, cuando no es sino deshonesta mulata engendrada por las contorsiones del negro y por el acordeón maullante de las ‘tratorías’…“.

Llaman la atención las palabras con que Lugones describe al tango en su giro al nacionalismo oligárquico: “deshonesta mulata engendrada por las contorsiones del negro y por el acordeón maullante de las ‘tratorías’” No se puede ser más antipopular, elitista, misógino y racista en sólo dieciséis palabras. Cabe subrayar que la mención al acordeón y las tratorías es una muestra de desprecio hacia lo italiano, como representación de la inmigración no deseada por las clases dominantes argentinas.

Coincidiendo con la mirada del tango como licencioso y disolvente, a partir de 1933 se ejercería una censura que, a través del Reglamento de Radiodifusión, prohibía el uso de “modismos que bastardeen el idioma” y los chistes basados en “equívocos, voces destempladas etc.”, así, el tango con su épica canyengue pasaría a estar regulado en su contenido.

Muy otra iba a ser la lectura del golpe que harían Héctor Mendez y Aníbal Troilo en “Yo soy del ´30”, tango que grabara en su primera versión Tito Reyes:

“Yo soy del treinta, yo soy del treinta
Cuando a Yrigoyen lo embalurdaron
(…)
Y desde entonces tuve de amigos
A Homero Manzi y Discepolín”

Según Méndez, a Yrigoyen lo embalurdaron (engañaron), y los amigos del autor son un hombre de F.O.R.J.A. y el autor de los monólogos a Mordisquito y del tango “Quevachaché”.

Vaya como nota lateral un reconocimiento a Homero Manzi como ese gran intelectual que supo llevar desde sus letras y guiones de cine los temas nacionales de forma medida, sin alardes, de la mano de una defensa de la herencia negra del tango y de los sectores populares y sus personajes. Manzi es mucho más que tango. Es un pensador nacional. De la misma manera, Enrique Santos Discépolo, Discepolín, iba a desgranar parte del ideario popular y peronista en un recodo del tango, ya que no directamente en su seno. En 1951, durante su último año de vida, y participando abiertamente en política por primera vez, Discépolo pasearía noche a noche su flaca figura para desenvolver 37 monólogos históricos, todavía vigentes, en los que le hablaría a Mordisquito, que era un personaje/personificación del “contrera”, del “gorila”.

El tango así se encontró con la mejor versión del nacionalismo: el peronismo. Si el capítulo anterior se cerraba con una mirada torva de seducción ante la violencia, este capítulo tiene los ojos de amor de Eva y su rodete y el abrazo cálido del General. La cámara se mueve lentamente para dejar la vista posada en un cielo despejado en plano general.


* Periodista, conductor del programa Columna Vertebral, columnista del programa Caídas del Catre (ambos en Radio Estación Sur - FM 91.7) redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
¿Hay post capitalismo luego del Covid-19?

¿Hay post capitalismo luego del Covid-19?

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Por Facundo Garavano*

Ilustración de Carlos Cardozo

En estos días de cuarentena nacional y emergencia mundial aparecieron algunos análisis con respecto al derrumbe del sistema de acumulación imperante por quedar al desnudo con el avance del Covid-19. Los casos de Italia y España son los más relevantes con miles de muertos e infectados que han avasallado el sistema sanitario de la vieja Europa. El corona virus ha demostrado que el sistema de salud y la ciencia deben ser patrimonio de los pueblos con la conducción del Estado, y no, como esgrime la filosofía neoliberal, mercancías suntuosas en el racionalismo del “sálvese quien pueda”.

Sin embargo, esto no significa que el sistema de acumulación parasitaria se derrumbará por este o cualquier otro virus. Primero porque la crisis del capitalismo no es por el virus sino más bien un síntoma sistémico del propio modelo de acumulación, y su estado de emergencia no derrumbará los cimientos que lo sostiene. Segundo, porque el capitalismo moderno se configuró como una estructura mutante que, más allá de algunas predicciones para evidenciar sus leyes y movimientos, siempre supo esquivar sus contradicciones y sus crisis, o al menos, siempre fueron los sujetos, las familias y los pueblos quienes pagaron por ello, nunca el capital.

Además, cabe señalar que en el modelo de producción actual, neoliberal y transnacional, se domina por medio de la subjetividad más que por las condiciones materiales. El capitalismo posmoderno construye legitimidad y poder a partir de mecanismos subjetivos que se alejan de la forma tradicional de dominación. El proceso de generación de plus valor (en la relación capital-trabajo) ha pasado a un segundo plano: lo específico y determinante del neoliberalismo, como afirma Jorge Alemán, consiste en ser el primer régimen histórico que captura los sujetos y los cuerpos a través del discurso (no sólo la palabra) en su dependencia estructural. El neoliberalismo ha producido una subjetividad ahistórica, líquida y meritocrática, y en este contexto (como afirma Zizek) las posibilidades de transformarlo son al menos difusas. Para poder construir un horizonte post capitalista se necesita de construcciones subjetivas emancipatorias y no de un virus que a ciencia cierta no se sabe qué es.

Ahora bien, existen quizás dos líneas de acción que parecen estar tomando algunos países en función de la solidaridad internacional y políticas económicas destinadas a solventar la recesión, el estancamiento y la seguridad sanitaria, que podrían ser consideradas contra cíclicas. Más allá de las experiencias de solidaridad internacional que se van configurando por parte de algunos estados, estas parecen ser sólo coyunturales, exceptuando los casos de China y Cuba.

Por otro lado, las “políticas keynesianas” que se están tomando en función de girar activos al sistema público para combatir la situación de emergencia parecen ser sólo eso, de emergencia: Trump promulga el paquete de ayuda económica más grande de la historia alcanzando a hospitales, préstamos a las áreas y empresas más damnificadas, y la entrega de 1.200 dólares para quienes tengan ingresos inferiores a 75 mil dólares anuales; el FMI plantea inyectar 2,5 billones de dólares en los mercados emergentes; la Unión Europea aprobó la suspensión de las reglas presupuestarias de control del déficit y la deuda; la presidenta del Banco Central Europeo decidió aportar 1,1 billones de euros para comprar deuda pública de los países y Alemania presentó el mayor plan de reactivación económica de su historia.

Este “keynesianismo económico” nada tiene que ver con el derrumbe del modo de acumulación parasitario. El keynesianismo nunca fue anti capitalista. El modelo de Keynes tenía que ver con la recuperación económica luego de una profunda crisis para salvar al capitalismo industrial, con pleno empleo y consumo interno, pero no para consagrar su entierro.

¿El mundo volverá a ser el mismo luego de esta pandemia? Claro que no, incluso los momentos de crisis mejoran las condiciones para generar conciencia en los pueblos. La pregunta podría ser entonces ¿hacia dónde irá el mundo luego de esta situación? Podrían consolidarse y endurecerse los nuevos fascismos mundiales, podrían surgir momentos neo keynesianos hasta salir de la crisis, o podrían también encontrarse formas híbridas de desarrollo sostenible, pero no existe per ipsum un horizonte post capitalista luego de la emergencia.

Lo que sí parece comenzar a cuestionarse, al menos en Nuestra América, es la acumulación parasitaria, financiera y criminal de la lumpen burguesía latinoamericana. Pero para poner contra las cuerdas al neoliberalismo parasitario se necesita construir subjetividades emancipatorias, correlaciones de fuerzas populares y conciencia social en una suerte de bloque histórico internacional. Se debería salir -al menos por un rato- de la ilusión estructuralista, de leyes y predicciones teleológicas y tratar de entender en qué situación están las fuerzas populares y de izquierda internacionales, pero sobre todo, analizar cuál es el sujeto histórico para dar muerte al neoliberalismo, si es que lo hay. Este es el debate que debe emprender quien lucha por un mundo más equitativo, igualitario, solidario y con justicia social.

El caso argentino

El gobierno argentino parece haber tomado las medidas necesarias para combatir la pandemia. Junto al aislamiento social, preventivo y obligatorio, la batería de medidas sanitarias y económicas para dar respiro a las mayorías sociales y la articulación de los estados nacional, provincial, municipal, junto a organizaciones sociales, políticas y religiosas, Alberto Fernández parece haber logrado un acuerdo nacional para batallar contra el virus. Su conducción política también busca revalorizar la salud y la ciencia pública, apuntando contra los especuladores, saqueadores y contra el sistema desigual que pregona el racionalismo neoliberal.

Según las fuentes oficiales, el aislamiento obligatorio esta siendo respetado y pregonado por la mayoría del pueblo argentino. Lo preocupante ahora es como se desarrolla el aislamiento social en los barrios populares del país, donde las condiciones de hacinamiento dificultan su cumplimiento. A su vez, hay que encontrar mecanismos urgentes para solventar la economía informal, social y solidaria. En este sentido, el gobierno nacional está demostrando su ropaje popular, no sólo por contar con miembros de las organizaciones, con científicos y trabajadores en cargos de gestión, sino por considerar necesaria, en la ampliación de la cuarentena, la búsqueda de estrategias conjuntas para abordar la pandemia.

La creación de los comités de solidaridad, el refuerzo alimentario y los bonos de emergencia para desocupados parecen ser medidas adecuadas para los barrios populares ya que fueron abaladas por un gran arco de organizaciones políticas, sindicales y sociales. A su vez se plantea la necesidad de planificar pequeñas obras comunitarias para que la economía no se contraiga y el aislamiento social obligatorio pueda concretarse de la mejor manera posible.

Mientras los grandes capitales plantean despidos y los formadores de precio aumentan aún más los alimentos de la canasta básica, en las barriadas populares argentinas se cocina y entregan alimentos, se fabrican barbijos en las pequeñas textiles populares, se trabaja en las huertas comunitarias y se da atención a los adultos mayores entre otras formas de solidaridad.

Es en este punto donde se debe poner el foco. El macrismo había conseguido gobernanza a través de un discurso meritocrático e individualista que de alguna forma se afianzo en las mayorías populares del país. El modelo de reproducción se sostuvo, de esta forma, por la ruptura del lazo social, y sobre todo con la desintegración del trabajo como vector de cohesión social. Es decir, la solidaridad como valor integrador de la sociedad se vio gravemente fragmentado por los principios de hiperindivudualizacion y competencia de la subjetividad neoliberal.

Habrá que trabajar y fortalecer los lazos solidarios y comunitarios para enfrentar la atomización social. La inminente caída del modelo de acumulación parasitaria, si es que existe, debe ser contrastada con nuevas formas de subjetividad, con construcciones políticas y culturales plebeyas y el fortalecimiento de una comunidad organizada. Para construir un nuevo ordenamiento civilizatorio no es suficiente con mirar la crisis del sistema actual (que no es por el Covid-19) sino que hay que abonar a la construcción de un proceso emancipatorio que no es para nada claro ni tiene un sujeto transformador único. Dependerá de las fuerzas populares buscar acciones que construyan conciencia nacional, popular y anti neoliberal para que el buitre financiero no levante nuevamente sus alas.

Cuando merme el virus que acecha al mundo, será momento de pensar cómo avanzar en la desmercantilización de la salud, la desfinanciarización de la economía, la desmonopolización de las telecomunicaciones, la nacionalización de servicios públicos entre otras áreas estratégicas para el desarrollo igualitario del pueblo.


* Profesor en Sociología, docente popular y militante de la CTD Aníbal Verón y de la Corriente NuestraPatria
La crueldad de Estados Unidos no conoce de cuarentenas

La crueldad de Estados Unidos no conoce de cuarentenas

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Miranda Cerdá Campano*

Pese a su embustero y repetitivo discurso en favor de los derechos humanos, poco le han importado a la administración de Estados Unidos las muertes a raíz de la pandemia del coronavirus en Irán y otros países del mundo. No es de extrañar, claro. Porque en todos estos años tampoco lo conmovió la crisis humanitaria que atraviesa a Venezuela.

En medio de una pandemia, se esperaría que todos los países colaboraran de todas las formas posibles para mitigar la propagación del virus y su impacto en la sociedad. En medio de una crisis mundial tan gigantesca, se esperaría que se levanten todas las sanciones económicas inhumanas y se ponga fin a todos los bloqueos políticos.

Pero la solidaridad nunca puede ser una expectativa cuando hablamos de Estados Unidos y sus deseos imperialistas, sobre todo en un territorio que desde tiempos inmemorables se empecina en reclamar como propio.

A la carga contra Venezuela, otra vez

En medio de la hecatombe provocada por el coronavirus, Washington lanzó el jueves pasado una nueva ofensiva en su plan por derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. Si todos los pasados asedios contra la República Bolivariana de Venezuela parecían un tanto disparatados, existe una posibilidad de que este haya batido todos los récords.

A través de su Departamento de Justicia, Estados Unidos acusó formalmente a Maduro, al presidente de la Asamblea Nacional Constituyente Diosdado Cabello, al ministro de Industria y producción Tareck El Aissami, al ministro de Defensa Vladimir Padrino López y al presidente del Tribunal Supremo de Justicia Maikel Moreno, de integrar una red de narcotraficantes internacionales y ser parte de una compleja red de distribución de drogas a través del Caribe.

De acuerdo con las acusaciones yanquis, el objetivo de la red criminal sería el de “invadir” el mercado norteamericano de cocaina. En palabras del propio fiscal estadounidense William Barr, unas 30 millones de dosis entrarían al país por acción directa del (inexistente) “cartel de los soles”, este producto de propaganda desarrollado por los norteamericanos para acusar a la Venezuela Bolivariana de “estado narcoterrorista”.

Según el Departamento de Justicia, “desde al menos 1999, Maduro Moros, Cabello Rondón, Carvajal Barrios y Alcalá Cordones actuaron como líderes y gerentes de Cartel de los Soles (…) para facilitar la importación de toneladas de cocaína a los Estados Unidos. El Cartel de los Soles buscó no solo enriquecer a sus miembros y mejorar su poder, sino también inundar a los Estados Unidos con cocaína e infligir los efectos nocivos y adictivos de la droga en los usuarios de los Estados Unidos”.

Me no entender, sir. De acuerdo a un informe[1] de la propia DEA (Administración para el Control de Drogas por sus siglas en inglés) publicado en enero de 2020 a partir de la evaluación nacional que se realiza cada año sobre amenazas de drogas, el 90% de la cocaína incautada y analizada en los Estados Unidos proviene de Colombia, otro 6% de Perú, y no se pudo determinar la procedencia del 4% restante.

Como si esto fuera poco, Washington le puso precio a la cabeza del presidente venezolano y sus funcionarios. De acuerdo con la placa presentada durante la acusación, habría 15 millones de dólares de recompensa por el presidente y otros 10 millones adicionales por funcionarios y ex miembros de su administración. Alguien escribió en Twitter que una infografía del programa Animales Sueltos era más seria y parece un análisis bastante acertado.

Puede parecer increíble, pero hay más. Otra de las cartas centrales de la acusación tiene que ver con el supuesto vínculo entre el cartel de los soles y las FARC, que viene siendo el gran motivo que encuentra Iván Duque para sumarse a las arremetidas yanquis contra Venezuela. “A partir de aproximadamente 1999, los líderes de las FARC acordaron con los líderes del Cartel de los Soles reubicar algunas de las operaciones de las FARC en Venezuela bajo la protección del Cartel”.

Algunas cuestiones: Venezuela ha capturado a 102 narcotraficantes de distintas nacionalidades (pero en mayor proporción colombianos), ha reforzado las incautaciones en la frontera e incluso ha destruido pistas ilegales de aterrizaje y derribado aviones narcos en territorio nacional como política antidrogas.

¿Por qué ahora?

La narrativa del Departamento de Justicia respecto de la idea de un narcoestado es ilógica de antemano, pero además se cae por el peso de los datos, y deja entrever que Estados Unidos financia indirectamente una operación que puede desembocar en el asesinato o secuestro de altas autoridades venezolanas en un estado que, antes que nada, es soberano y legítimo.

En esta línea, la inclusión del Departamento de Justicia en la acusación funciona como cobertura institucional para justificar una agresión directa. Por más delirantes que parezcan las acusaciones, Estados Unidos no es tonto: sabe del afianzamiento de los lazos bolivarianos con China y Rusia y en un año electoral, también es consciente del costo político que podría traer aparejado declararle la guerra a un país que lucha contra una pandemia bajo condiciones de bloqueo y sanciones inhumanas e ilegales. Por eso, y como siempre, existen montajes judiciales y mediáticos que le sirven de máscara para continuar ocultando cada una de las agresiones criminales contra los pueblos libres de América y del mundo.

Son momentos de extrema complejidad para Estados Unidos. No sólo es uno de los países más afectados por el coronavirus, ha perdido su liderazgo, ha sufrido unos cuantos reveses en Medio Oriente, la Guerra Comercial ha resultado un fiasco para sus intereses declarados y está siendo muy cuestionado por su falta de capacidad para ayudar a la Unión Europea en medio de la grave crisis sanitaria. Su dominio e influencia se encuentran en una escala descendente y por las propias artimañas norteamericanas, Venezuela aparece para Estados Unidos como el eslabón más débil para intentar, cual manotazo de ahogado, demostrar su poderío.

Desde Washington ha quedado claro que la lucha contra la pandemia no es una prioridad. Deben resguardarse los intereses imperialistas por sobre todas las cosas y qué mejor que seguir hostigando a los pueblos libres con acciones criminales, ahora que nadie está mirando. Mientras todo el mundo esperaba el cese de las sanciones y los bloqueos contra Cuba, Venezuela e Irán, Estados Unidos ha demostrado que sólo salva al mundo en las películas de Hollywood.


*Periodista, columnista sobre Sudamérica del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón

Fuente:
[1] https://www.dea.gov/sites/default/files/2020-01/2019-NDTA-final-01-14-2020_Low_Web-DIR-007-20_2019.pdf

Palestina y el Día de la Tierra

Palestina y el Día de la Tierra

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Por Pablo Jofré Leal*

Han pasado ya 44 años, uno de tantos ejemplos de asesinatos, usurpación y expolio a los que nos tiene acostumbrados la entidad sionista contra el pueblo palestino. Más de cuatro décadas desde aquel día, en que miles de palestinos, enfrentaron al sionismo en defensa de su tierra marcando un hito histórico.

El 30 de marzo del año 1976, agotada de la violación de sus derechos esenciales, la sociedad palestina convocó a una huelga general. En esta ocasión, como protesta ante la decisión israelí de confiscar dos mil hectáreas de tierras (21 mil dunums), pertenecientes a palestinos que habitaban en el norte de la Palestina histórica. El hecho se daría tras 28 años del nacimiento de Israel, bajo la crisis de conciencia de las grandes potencias, que el 14 de mayo del año 1948 avalaron su nacimiento. También habían transcurrido 9 años desde la guerra de 1967, que significó la ocupación de los territorios de Gaza y Cisjordania, junto al proceso de expansión en los Altos del Golán Sirio y la Península del Sinaí egipcio.

Estas tierras que serían utilizadas, tanto para implantar campamentos militares, como para su entrega a colonos extranjeros, de creencia judía, que se establecerían en ellas. La protesta se zanjó con el asesinato de siete jóvenes palestinos de las aldeas de Arraba, Sakhnin y Deir Hanna: crímenes de lesa humanidad, que además de ser una acción ilegal (asentar colonos mediante la confiscación de tierras) contravenían todas las disposiciones internacionales. Las resoluciones de las Naciones Unidas establecen la absoluta prohibición de trasladar extranjeros a tierras ocupadas, constituyendo aquello un quebrantamiento del título III, sección tercera del Cuarto Convenio de Ginebra.

Esos jóvenes palestinos, ofrendaron con su vida aquello que para los pueblos celosos de su soberanía y dignidad, representa su aliento vital: la relación estrecha que se tiene con la tierra, considerada una madre proveedora, que acoge y ama. Tierra que con sus olivos, sus cultivos y los animales que pastan en ellos, representan un vínculo indestructible.

Cada año, desde 1976, los mártires vuelven a ser recordados, vuelven a pasar por nuestros corazones. Como expresión de ese “recordis”, se planta un olivo como símbolo de esta relación, que hunde sus raíces en la historia milenaria del pueblo palestino. Tierra hoy saqueada y ofendida por la presencia de extranjeros. Un hecho simbólico que expresa la voluntad irrenunciable de millones de hombres y mujeres, y la decisión de volver a sus hogares. Territorios de los que fueron expulsados (en la llamada Nakba, catástrofe en árabe), donde están sus raíces; allí donde por generaciones se han establecido.

Recordar el 30 de marzo es poner en permanente visibilidad los derechos del pueblo palestino. Derechos sacrificados en función de los intereses geopolíticos de la Triada sanguinaria del imperialismo estadounidense, el sionismo israelí y el wahabismo saudí. Washington avala los crímenes de la entidad israelí, porque esta funciona como portaviones terrestre del imperio en la región.

Es revivir reivindicaciones, derechos usurpados, sueños truncados, léase: el retorno de los refugiados, la autodeterminación, el derecho de libre tránsito por su tierra, el derecho a mantener su cultura y no estar sujeto a un proceso de invisibilización. El sionismo roba la música, el vestuario, la comida y la historia misma de Palestina, en busca de construir un mito; incluso falsifica la arqueología, para otorgar a esos extranjeros un sentido de pertenencia.

En estos 44 años, la conmemoración del Día de la Tierra, ha tenido un nuevo hito que relanzó con fuerza la defensa irrestricta de los derechos del pueblo palestino: el día 30 de marzo de 2018, miles de gazaties venidos desde Jan Younis, Beit Hanoun, Rafah, desde los campos de Jabaliya, Bureij o Beit Lahia; hombres y mujeres que se agolparon con sus sueños, demandas, sus cánticos en la valla que separa la Franja de Gaza de la Palestina histórica. Una frontera artificial, que expresa la violación de los derechos de dos millones de habitantes del enclave costero, sometido a un bloqueo criminal desde el año 2006 a la fecha. Un asedio, que en el marco de la pandemia del Covid-19 significa la posibilidad cierta de generar una catástrofe humanitaria de proporciones incalculables, en una Gaza ya martirizada, convertida en el campo de concentración a cielo abierto más grande del mundo.

Una Franja de Gaza transformada en un gueto gigantesco, con alambradas, cercos, muros, torres de vigilancia, patrullajes militares. Una Gaza que ha derivado en una réplica monumental de aquellos campos de concentración que el nacionalsocialismo instaló en tierras ocupadas durante la Segunda Guerra Mundial. Un panorama que bien deben conocer muchos alemanes, polacos, franceses, holandeses (entre otros) de creencia judía. Aquellos que pasaron por campos de concentración y que paradojalmente vuelven a aparecer en este Siglo XXI, esta vez utilizados por aquellos que han hecho de su propio sufrimiento, un modelo a seguir contra el pueblo palestino. Singular, por cierto, y hasta patológico, en este nacionalsionismo con directrices políticas emanadas desde Tel Aviv, avalado desde Washington, con tropas de ocupación y hasta la réplica de las unidades de calavera, propias de los campos de exterminio del Tercer Reich.

Rememorar los hitos que marcan nuestra historia es fundamental. Más aún cuando esas fechas conmemorativas traen a nuestra mente y nuestros corazones, el sacrificio de miles y miles de hombres y mujeres, que han ofrendado su vida por una Palestina autodeterminada. Cada 30 de marzo, Palestina recuerda a sus mártires, reivindica su derecho al retorno a la tierra de la cual fueron expulsados por extranjeros sionistas, venidos principalmente desde Europa. Expulsión que se dio en un marco político internacional, signado por la confrontación este-oeste que también se daba en Asia Occidental y en el Levante Mediterráneo. Tierras que han sido por siglos cruce de culturas, pero que nunca tuvieron características mesiánicas, criminales y racista como las del sionismo. Régimen criminal que contaba y cuenta con el apoyo de potencias occidentales, que encontraron en la conformación de la entidad israelí, la mejor opción para consolidar su hegemonía en Asia Occidental, que hasta la actualidad sigue siendo un campo de batalla cruento.

44 años han pasado desde aquella manifestación reivindicativa palestina, con el asesinato de siete jóvenes, que elevaron su voz de protesta frente al robo israelí. Cuatro décadas de reclamos, resoluciones, intifadas y agresiones sionistas contra los territorios ocupados y bloqueados de Cisjordania y Gaza. Sin embargo, no existe ley que respete Israel, no existe determinación de la ONU, llamados de organizaciones de derechos humanos, o voces de condena que limiten el actuar sediento de sangre de la entidad sionista. Israel sigue robando tierras palestinas, sigue masacrando a su población, demoliendo casas, destruyendo cultivos, impidiendo la expresión cultural. Día a día ahogan a Palestina con el aval de un mundo que ciego, sordo y mudo, no planta cara a estos crímenes.

El Día de la Tierra es una señal, una fecha que debe difundirse pues. No sólo es un recordatorio para los palestinos que viven en su tierra histórica bajo leyes discriminatorias, en territorios ocupados cercados por muros y alambras, o en campamentos de refugiados impedidos de volver. El Día de la Tierra es un llamado de alerta, un emplazamiento a nuestra conciencia para no callar, para elevar nuestras voces en alto, denunciar, exigir el fin de tanto crimen, de tanta perversidad, tantas muertes, robos y saqueos. Exigir que esta ideología criminal y sus seguidores terminen en el basurero de la historia. Hoy más que nunca es necesario denunciar. Pasar de las palabras a la acción.

Fortalecer la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones – BDS – contra la entidad sionista. Hoy, más que nunca es necesario exigir a los organismos internacionales que cumplan su papel y dejen de lado la hipocresía y complicidad con el terrorismo israelí. El Eje de la Resistencia debe mostrar un camino claro de apoyo a la lucha del pueblo palestino. No es posible seguir aceptando que los muertos provengan desde la sociedad palestina y que Israel no sufra las consecuencias de su accionar criminal.

El Día de la Tierra nos recuerda, que durante 72 años, Palestina ha tenido que soportar un virus asesino, un patógeno que se ha llevado consigo, decenas de miles de valiosas vidas palestinas. El Virus Sión-48 que resulta ser más mortal que todos aquellos virus surgidos en laboratorios o reservorios naturales. El Día de la Tierra nos recuerda, que Palestina sufre una epidemia producto de un virus ponzoñoso, que requiere más que kits de detección, interferón o remdesivir. Necesita el concurso solidario de gobiernos y sociedades, de hombres y mujeres justos, para destruir definitivamente este pernicioso virus sionista que tanto daño causa a la humanidad.


* Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl
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