Por Miranda Cerdá Campano*

Pese a su embustero y repetitivo discurso en favor de los derechos humanos, poco le han importado a la administración de Estados Unidos las muertes a raíz de la pandemia del coronavirus en Irán y otros países del mundo. No es de extrañar, claro. Porque en todos estos años tampoco lo conmovió la crisis humanitaria que atraviesa a Venezuela.
En medio de una pandemia, se esperaría que todos los países colaboraran de todas las formas posibles para mitigar la propagación del virus y su impacto en la sociedad. En medio de una crisis mundial tan gigantesca, se esperaría que se levanten todas las sanciones económicas inhumanas y se ponga fin a todos los bloqueos políticos.
Pero la solidaridad nunca puede ser una expectativa cuando hablamos de Estados Unidos y sus deseos imperialistas, sobre todo en un territorio que desde tiempos inmemorables se empecina en reclamar como propio.
A la carga contra Venezuela, otra vez
En medio de la hecatombe provocada por el coronavirus, Washington lanzó el jueves pasado una nueva ofensiva en su plan por derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. Si todos los pasados asedios contra la República Bolivariana de Venezuela parecían un tanto disparatados, existe una posibilidad de que este haya batido todos los récords.
A través de su Departamento de Justicia, Estados Unidos acusó formalmente a Maduro, al presidente de la Asamblea Nacional Constituyente Diosdado Cabello, al ministro de Industria y producción Tareck El Aissami, al ministro de Defensa Vladimir Padrino López y al presidente del Tribunal Supremo de Justicia Maikel Moreno, de integrar una red de narcotraficantes internacionales y ser parte de una compleja red de distribución de drogas a través del Caribe.
De acuerdo con las acusaciones yanquis, el objetivo de la red criminal sería el de “invadir” el mercado norteamericano de cocaina. En palabras del propio fiscal estadounidense William Barr, unas 30 millones de dosis entrarían al país por acción directa del (inexistente) “cartel de los soles”, este producto de propaganda desarrollado por los norteamericanos para acusar a la Venezuela Bolivariana de “estado narcoterrorista”.
Según el Departamento de Justicia, “desde al menos 1999, Maduro Moros, Cabello Rondón, Carvajal Barrios y Alcalá Cordones actuaron como líderes y gerentes de Cartel de los Soles (…) para facilitar la importación de toneladas de cocaína a los Estados Unidos. El Cartel de los Soles buscó no solo enriquecer a sus miembros y mejorar su poder, sino también inundar a los Estados Unidos con cocaína e infligir los efectos nocivos y adictivos de la droga en los usuarios de los Estados Unidos”.
Me no entender, sir. De acuerdo a un informe[1] de la propia DEA (Administración para el Control de Drogas por sus siglas en inglés) publicado en enero de 2020 a partir de la evaluación nacional que se realiza cada año sobre amenazas de drogas, el 90% de la cocaína incautada y analizada en los Estados Unidos proviene de Colombia, otro 6% de Perú, y no se pudo determinar la procedencia del 4% restante.
Como si esto fuera poco, Washington le puso precio a la cabeza del presidente venezolano y sus funcionarios. De acuerdo con la placa presentada durante la acusación, habría 15 millones de dólares de recompensa por el presidente y otros 10 millones adicionales por funcionarios y ex miembros de su administración. Alguien escribió en Twitter que una infografía del programa Animales Sueltos era más seria y parece un análisis bastante acertado.

Puede parecer increíble, pero hay más. Otra de las cartas centrales de la acusación tiene que ver con el supuesto vínculo entre el cartel de los soles y las FARC, que viene siendo el gran motivo que encuentra Iván Duque para sumarse a las arremetidas yanquis contra Venezuela. “A partir de aproximadamente 1999, los líderes de las FARC acordaron con los líderes del Cartel de los Soles reubicar algunas de las operaciones de las FARC en Venezuela bajo la protección del Cartel”.
Algunas cuestiones: Venezuela ha capturado a 102 narcotraficantes de distintas nacionalidades (pero en mayor proporción colombianos), ha reforzado las incautaciones en la frontera e incluso ha destruido pistas ilegales de aterrizaje y derribado aviones narcos en territorio nacional como política antidrogas.
¿Por qué ahora?
La narrativa del Departamento de Justicia respecto de la idea de un narcoestado es ilógica de antemano, pero además se cae por el peso de los datos, y deja entrever que Estados Unidos financia indirectamente una operación que puede desembocar en el asesinato o secuestro de altas autoridades venezolanas en un estado que, antes que nada, es soberano y legítimo.
En esta línea, la inclusión del Departamento de Justicia en la acusación funciona como cobertura institucional para justificar una agresión directa. Por más delirantes que parezcan las acusaciones, Estados Unidos no es tonto: sabe del afianzamiento de los lazos bolivarianos con China y Rusia y en un año electoral, también es consciente del costo político que podría traer aparejado declararle la guerra a un país que lucha contra una pandemia bajo condiciones de bloqueo y sanciones inhumanas e ilegales. Por eso, y como siempre, existen montajes judiciales y mediáticos que le sirven de máscara para continuar ocultando cada una de las agresiones criminales contra los pueblos libres de América y del mundo.
Son momentos de extrema complejidad para Estados Unidos. No sólo es uno de los países más afectados por el coronavirus, ha perdido su liderazgo, ha sufrido unos cuantos reveses en Medio Oriente, la Guerra Comercial ha resultado un fiasco para sus intereses declarados y está siendo muy cuestionado por su falta de capacidad para ayudar a la Unión Europea en medio de la grave crisis sanitaria. Su dominio e influencia se encuentran en una escala descendente y por las propias artimañas norteamericanas, Venezuela aparece para Estados Unidos como el eslabón más débil para intentar, cual manotazo de ahogado, demostrar su poderío.
Desde Washington ha quedado claro que la lucha contra la pandemia no es una prioridad. Deben resguardarse los intereses imperialistas por sobre todas las cosas y qué mejor que seguir hostigando a los pueblos libres con acciones criminales, ahora que nadie está mirando. Mientras todo el mundo esperaba el cese de las sanciones y los bloqueos contra Cuba, Venezuela e Irán, Estados Unidos ha demostrado que sólo salva al mundo en las películas de Hollywood.
*Periodista, columnista sobre Sudamérica del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón
Fuente:
[1] https://www.dea.gov/sites/default/files/2020-01/2019-NDTA-final-01-14-2020_Low_Web-DIR-007-20_2019.pdf