Por Pablo Jofré Leal*

El gobierno de Estados Unidos, en conjunto con su brazo militar mundial, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han definido dos grandes amenazas contra lo que llaman “su seguridad nacional”: China y la Federación Rusa.
En el caso de la nación euroasiática, la línea principal de acciones de Washington, definidas para combatir a lo que considera un país “enemigo” se ha centrado en el aspecto militar, con definiciones de la organización atlantista de reforzar las fuerzas militares apostadas en las fronteras de los países europeos con Rusia, de tal forma de generar un clima de tensión e inestabilidad. Esta situación obligaría a Rusia a destinar ingentes gastos en materia de defensa militar en todos los sectores vinculados. Las palabras de buena crianza dadas con respecto a Rusia, pronunciadas en la Cumbre de la OTAN celebrada en diciembre del año 2019, no ocultaron la definición de este país como el enemigo número uno. Ello explica el reclutamiento de nuevos miembros, para conformar un muro de hierro contra Moscú y lo que se consideran sus “afanes expansionistas”.
El Temor al Oso Ruso
Tras siete décadas del nacimiento de la OTAN y tres desde la caída de los socialismos reales – signado simbólicamente por la caída del Muro de Berlín – Estados Unidos y sus socios, sigue levantando la carta de la “perpetua amenaza desde los Urales”. Lo anterior, a pesar de la opinión del Presidente francés, Emmanuel Macron, que considera que ese enemigo número uno ya no es Rusia, sino el terrorismo y direcciona la necesidad de combatir a esos grupos, que la propia Europa, Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio, como Israel y Arabia saudí ayudaron a crear. Una opinión del mandatario galo da cuenta de la particular agenda política que tiene respecto a Moscú, con las enormes posibilidades económicas vinculadas al aspecto energético y la posible vinculación con la extensa área geográfica que la propia Rusia, junto a China, Irán y otras naciones al este de Europa están forjando.
La estrategia militar de la OTAN es ampliar su influencia hacia el este, que le permita cercar al país euroasiática, una línea de trabajo ya establecida en la Cumbre de la alianza noratlántica, celebrada en la ciudad galesa de Newport en septiembre del 2014. En ese encuentro, en el marco de fuertes tensiones con China y la irrupción del tema ucraniano, se fijaron los perfilestrascendentales de largo plazo. Con dos objetivos principales: contener el desarrollo político, militar y económico de Moscú pero también de China, para evitar que estos gigantes rivalicen con Estados Unidos y sus aliados. En el caso específico de China, Washington se ha encargado de exacerbar las tensiones en la zona del Mar de la China, sobre todo con Japón e involucrando a Australia y Corea del Sur, a través de los llamados contratos de asociación. Con Rusia, el factor Ucrania ha servido de comodín para sanciones, bloqueos, amenazas, traslado de tropas, incremento de acciones desestabilizadoras y todo un nuevo ejercicio de estrategias militares en el marco de lo que se conoce como la guerra híbrida.
En aquella Cumbre en Newport, tal como lo señalé en un artículo titulado “Estados Unidos contra Rusia: Ucrania como excusa” sé dotó a la OTAN de dos poderosas herramientas de acción y de financiamiento: un servicio altamente tecnologizado dedicado a la ciberguerra, que se supone estaría encaminado a combatir a los hackers militares chinos, norcoreanos o cualquier otro que amenace a occidente y, en segundo lugar, la consolidación de una Fuerza de Reacción Rápida creada el año 2002, para enfrentar situaciones críticas. Se trata de un cuerpo de 4 mil hombres, que en junio del año 2019 se amplió a 40 mil, según lo anunció el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, con la idea de “reforzar la defensa colectiva de los miembros de la OTAN”. ¿Defensa contra quién? La respuesta la da el propio Stoltenberg al afirmar que “el elemento central de la Fuerza de Reacción Rápida será la denominada Punta de lanza –Spearhead Force-, cuyas tropas se situarán especialmente en Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Rumania, fronterizas con Rusia”.
Abril y mayo del 2020 serán meses enrevesados para la ya tensa relación entre Rusia y la alianza Europa-Estados Unidos, que tiene como punta de lanza militar a la OTAN. Esto, porque en los mencionados meses la organización atlantista realizará los simulacros de guerra Defender Europe 2020, ejercicios que reunirán a 20 mil soldados estadounidenses en territorio europeo, junto a una cantidad similar de elementos de los países del viejo continente adscritos a este organismo. Según el Pentágono, Defender Europe será “el mayor ejercicio de las fuerzas del Ejército de los EE.UU. en Europa en los últimos 25 años. Un ejercicio a gran escala que es vital, pues determinará si EE.UU. posee las herramientas necesarias para hacer frente a una amenaza en Europa” léase, el reto ruso.
La pregunta para Rusia, a través de su canciller, Serguei Lavrov es “¿de quién va a defenderse la OTAN? Alegan que deben defenderse a sí mismos no de Rusia, sino de un adversario cuyo potencial es idéntico al de la OTAN, que recluta, con el pretexto de introducir en la Unión Europea (UE) a Estados neutrales, como Finlandia y Suecia, para que participen en las maniobras”. La preocupación de Rusia es absolutamente lógica, no sólo por ser estas maniobras las terceras más grandes desde el fin de la guerra fría, sino también porque se realizan en sus fronteras occidentales: 19 países con 40 mil soldados que se trasladarán a territorios de Polonia y países costeros del mar Báltico, donde Alemania constituye el centro logístico durante el simulacro. Rusia ha señalado que Defender Europe 2020 constituye “una inadmisible amenaza directa a su seguridad nacional”.
Según un informe publicado en el mes de noviembre del año 2019, por el portal estadounidense The National Interest, las fuerzas de la OTAN y el Ejército estadounidense, a través de las operaciones Defender Europe, permitirán la realización de ejercicios de “entrada forzada” en Lituania, Georgia y Polonia, a fin de preparar unidades de ataque de respuesta rápida en una supuesta guerra en Europa y con Rusia. “Tener a nuestras tropas y aliados involucrados en lo que llamamos una entrada forzada conjunta, nos permitirá entrar y tomar un área como un campo de aviación, para que pueda ser utilizado por las fuerzas amigas para el trabajo con armas, tanto tácticas como estratégicas de combate, a utilizar ante el eventual ataque de un enemigo poderoso e importante”, reza el informe.
Se ha señalado en revistas especializadas en temas militares, que el ejercicio combinado Defense Europe 2020, será una excelente forma de ver, no sólo como Estados Unidos logra concretar el apoyo militar a Europa en caso de un reto militar, sino también el nivel de operatividad entre las fuerzas de la alianza en un teatro de operaciones, que involucran varios países y grandes recursos militares. El ejercicio Defender 2020 incluye el diseño de tácticas y estrategias de combate en el ámbito aéreo, marítimo, terrestre, cibernético y espacial en todo Europa. Un teatro de operaciones, del cual se espera que Rusia responda en forma tan masiva como las amenazas que percibe y donde los ejércitos occidentales pretenden evaluar dos aspectos específicos: la eficiencia de lo que se denomina procesos de entrega y si las tropas tienen el equipo adecuado con los facilitadores de combate pertinentes para su misión en el teatro de operaciones. Estas ideas son sostenidas por Gus Perna, jefe del Comando de Material del Ejército estadounidense a la Revista Defense News.
Frente a las continuas provocaciones estadounidenses, amplificadas por las declaraciones y acciones de la OTAN, la federación rusa busca, además de fortalecer su capacidad defensiva, ampliar su abanico de relaciones internacionales. En ese marco, el canciller Serguei Lavrov realizó, entre los días 6 al 8 de febrero, una gira a países latinoamericanos: Cuba, México y Venezuela, como una manera también de contrarrestar el desbalance que existe frente a la hegemonía estadounidense en la zona y sus provocaciones y sanciones contra países sometidos a fuertes presiones, bloqueos y embargos, como es el caso específico de Cuba y Venezuela. “La recomposición de fuerzas políticas latinoamericanas impone la necesidad para Rusia de acompañar la dinámica latinoamericana, que en 2019 vivió un tsunami de protestas en Chile, Ecuador y Colombia” señala la politóloga Rina Mussali.
Con México, indudablemente, visto el peso específico en materia política y económica y la cercanía que tiene con Estados Unidos, el afianzar relaciones fructíferas y de largo aliento puede ser un paso gigantesco en la consolidación de la presencia Rusia en esta parte del mundo. En el caso cubano, las palabras de Vladimir Davidov, director del Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia, son clarificadoras: con Cuba hay muchos planes de colaborar en el desarrollo económico. Hay muchísimo margen para trabajar juntos en este ámbito. En las relaciones entre La Habana y Moscú actualmente prevalece el enfoque pragmático, sin embargo, se tiene en cuenta que somos socios estratégicos en la escena mundial”.
Y, cuando se trata de Venezuela, resulta evidente que existen fuertes lazos políticos, económicos, militares y de coincidencias en la visión y práctica geoestratégica, cuando el rival que se tiene en frente es Estados Unidos, “compartiendo posturas para hacer frente a las medidas coercitivas del gobierno estadounidense”. Ya en julio del año 2019, el viceministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, había advertido una vez más a Estados Unidos sobre las“líneas rojas” que no debería cruzar en Venezuela. “Hemos marcado líneas rojas a los estadounidenses, entre ellas que es inadmisible una injerencia armada” señaló Riabkov, en una entrevista concedida al periódico ruso Izvestia.
Si a ese enfoque y práctica política internacional, le sumamos el trabajo político estratégico que Rusia está realizando con la República Popular de China y la República Islámica de Irán, queda explícito que aquí se trata de formar un bloque, un núcleo duro, capaz de oponerse a una política exterior belicista llevada adelante por Estados Unidos y sus socios atlantistas, en pos de generar condiciones que le permitan avanzar en el necesario equilibrio de las relaciones internacionales. Prueba de lo señalado fueron los ejercicios militares desarrollados por estas tres naciones, a fines del mes de diciembre del 2019, en el Mar de Omán y en el norte del Océano Índico, como una muestra del nivel de coordinación de estas tres potencias y la autoridad naval de Irán, Rusia y China. Sintomáticamente, algunos días después (el día 3 de enero del 2020), Estados Unidos concretó el ataque terrorista que generó la muerte del general Qasem Soleimani, Jefe de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica. Esta acción generó una fuerte respuesta de la nación persa sobre una base militar estadounidense en suelo iraquí, causando decenas de muertos y al menos 200 heridos.
Una política de crónica hostilidad
Ya en marzo del año 2014, el presidente Putin denunció la política de cerco que Estados Unidos y la OTAN realizaban contra su país. Putin afirmó, en aquella oportunidad, que Occidente continúa la política de frenar a Rusia y que su conducta (grosera, irresponsable y poco profesional) en torno a la situación con Ucrania y Crimea era muestra de una política de asedio, donde Estados Unidos y sus aliados se atribuyen el derecho de decidir el destino del mundo. En un discurso dado ante la Asamblea Federal, Putin hizo un llamado a los gobiernos occidentales a cesar la histeria y admitir que Rusia tiene intereses nacionales, los cuales deben ser respetados. “Tenemos todas las razones para afirmar que la política de contención a Rusia aplicada desde el siglo XVIII y durante el XX continúa hoy” consignó. El mandatario ruso acusó a Occidente de tratar de arrinconar a su país por tener y defender una posición independiente, por llamar las cosas por su nombre sin hipocresía.
Seis años después la situación no cambia, más aún, incrementan las decisiones que conducen a poner en peligro la precaria paz global. Hoy se suman medidas que afectan zonas sensibles para Rusia, como es Oriente Medio y las políticas de agresión contra Siria, Irak y el propio Irán, todo ello en un área donde los intereses políticos, estratégicos, militares y económicos rusos son una realidad concreta. Disposiciones en torno a la ampliación de la OTAN hacia las fronteras con Rusia, llevar a cabo ejercicios militares claramente provocativos (Defender Europe 2020) donde el enemigo está, claramente signado, con el nombre de Rusia. La violación de acuerdos, por parte de Estados Unidos, respecto a limitación de armamentos nucleares como fue el Tratado INF. A lo señalado, debemos sumar la violación del derecho internacional respecto a Palestina y el plan impositivo dado a conocer por Trump y Netanyahu.
El lunes 10 de febrero, el Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad de los Estados Unidos (NCSC) dio a conocer una nueva estrategia -promulgada por el presidente estadounidense Donald Trump el pasado mes de enero- contra varios países, entre ellos Rusia, considerados una amenaza a la seguridad nacional estadounidense. Según el documento, este objetivo estratégico es proteger «la infraestructura crítica de la nación de las entidades de inteligencia extranjeras, que buscan explotar o interrumpir las funciones esenciales nacionales».
Esta estrategia de la administración de Trump, que suma países como Irán, China y Corea del Norte, identifica una serie de áreas, en las cuales podrían actuar actores extranjeros, que eventualmente causen daños a la seguridad nacional y económica. Las cinco prioridades de esta estrategia de contraespionaje son: proteger la infraestructura crítica, incluyendo en ello los servicios financieros y de energía; evitar que agentes del espionaje exterior se infiltren en las cadenas de suministro, por ejemplo en el área de las comunicaciones; en tercer lugar, detener el robo de la propiedad intelectual; generar un sistema de defensa del sistema electoral; y finalmente resguardarse del cyberespionaje y los ataques cibernéticos extranjeros.
Unido a esta estrategia, que da cuenta de la visión bélica de Washington respecto a Rusia y frente a aquellos que considera enemigos, la administración Trump presentó su nuevo presupuesto para el año 2020, en el que los fondos destinados al financiamiento del llamado sector defensa, tienen un aumento de un 4.5% con relación a lo gastado el año pasado, llegando a los 745.000 millones de dólares. El gasto militar público de Estados Unidos es una vez y media más que todo el presupuesto en defensa de los 9 países que le siguen en el ranking de los mayores presupuestos en defensa: China, Arabia saudí, India, Francia, Rusia, Reino Unido, Alemania, Japón, Corea del Sur.
Por su parte, la OTAN tuvo un aumento del 7% en su presupuesto del año 2019 con respecto al 2018, según señaló en aquella oportunidad el investigador del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI por sus siglas en inglés) Nan Tian. Por diversas razones no hay un único factor, pero resulta relevante la inquietud que provoca Rusia en Europa, tanto que se ha establecido incrementar el gasto en armas de los 29 países que conforman este bloque militar, donde sobresalen en ese gasto, países como Polonia, Letonia, Lituania, Bulgaria y Rumania – sintomáticamente vecinos fronterizos de la federación Rusa. El año 2020 representará un incremento de las políticas de presión contra Rusia, los intentos de seguir cercándola y sobre todo, atacar todas aquellas líneas de salida que la nación euroasiática está tejiendo, y se incluirá la presión a aquellos países que están forjando alianzas políticas con Moscú, como son China, Irán, Cuba y Venezuela.
* Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl