Por Nicolás Sampedro*
Las palabras de Cristina Fernández de Kirchner no sólo dan cuenta de su agudeza y minuciosidad en la lectura política de lo que pasa en el mundo y la región, sino que dieron cuenta de la brillante jugada de ajedrez que realizó. En poco más de doce minutos ordenó a la tropa hacia adentro y se deja sin argumento a quienes la denostan.
De todas formas, el objetivo de estas líneas no es analizar el discurso de CFK, sino arrojar algunas observaciones al respecto de ese mundo que cambió y que para Nuestra América significó un retroceso significativo en materia de derechos y de bienestar para el pueblo.
La semana pasada el compañero Emilio Ibáñez analizaba una nueva embestida de los EEUU hacia los productos importados desde China. La suba de aranceles a un segmento de productos que implicaba es una nueva avanzada gringa en la guerra comercial con el gigante asiático.
En un artículo publicado hace algún tiempo por el New York Times, titulado “La ocasión para un nuevo orden mundial”, Henry Kissinger abogaba por la implementación del G-2 (EEUU y China) como árbitros del mundo. El longevo estratega del imperio señala en ese artículo no sólo que no se debía señalar al gigante asiático como “enemigo”, sino que desaconsejaba el proteccionismo y pedía que las relaciones entre ambos países se eleven a un nuevo nivel sobre la base del concepto de destino común.
Pero las intenciones del pentágono no son las mismas. Según lo señala el analista Germán Garraiz López, su decisión es la de confrontar con la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) que tiene a China y Rusia como 2 de sus grandes actores y que junto con el ALBA e Irán son el núcleo duro de la resistencia a la hegemonía mundial de EEUU y Gran Bretaña.
Esta política pretende confrontar con la Nueva Ruta de la Seda, ese proyecto ambicioso lanzado por el mandarín Xi Jinping en 2013, que pretende “unir a Europa, Asia Sur-Oriental, Asia Central, Medio Oriente y África (y algo de Nuestra América) con el establecimiento de seis corredores ferroviarios y una ruta marítima que conecte ambos lados del Pacífico”, en lo que es el mayor proyecto comercial de la época.
Hace algunos meses el economista y miembro del Observatorio Económico Latinoamericano, Armando Negrete, resaltaba que la economía estadounidense viene arrastrando desde los años sesenta una tendencia a la baja. La última vez que creció más del 6% fue en 1984 y ni siquiera duró todo el año.
La llegada del neoliberalismo y el descalabro económico que generó la desregulación de los mercados, la apertura comercial y el desarrollo de las finanzas internacionales, permitieron a las transnacionales expandir su red global de encadenamiento productivo, hecho que les permitió mudar sus filiales a otras latitudes. China junto a otros países de Asia fueron los captores de esas industrias, lo que le permitió crecer a un promedio 8,6% anual desde 1980 hasta 2017.
Está claro que la globalización como sistema está en franco retroceso. Ya son muchos los analistas que prácticamente la dan por muerta. Sobre todo con la llegada de Trump, que junto con el mandarín Xi y su homólogo el Zar Vladi Putin están planteando otro tipo de vínculos a escala planetaria.
Murieron los Tratados Comerciales Transnacionales (TTIP, TTP y NAFTA) en detrimento de economías proteccionistas. De ahí también se explica la suba de aranceles -fundamentalmente al acero (25%) y el aluminio (10%) chino- por parte de los EEUU.
La llegada del magnate Donald Trump al Despacho Oval y su “America First” significó un cambio radical en la forma de manejar este enfrentamiento. Lo que -hasta la presidencia de Obama- había sido manejado mediante la diplomacia y algunos canales institucionales, se volvió unilateral. Su administración optó por el hostigamiento al gigante asiático -militar y económicamente-, intentando frenar y/o limitar el crecimiento chino y bloquear su comercio.
El caso más significativo de esta guerra sucedió en paralelo al acuerdo por 90 días entre Trump y Xi Jinping durante la cumbre del G20 en Argentina, y fue el encarcelamiento (el 1 de diciembre de 2018) de Sabrina Meng, la CFO de la empresa de telecomunicaciones Huawei e hija de su fundador Ren Zhengfei.
Durante la Guerra Fría, la carrera era por el desarrollo de armamento nuclear y tuvo como actores a los EEUU y a la URSS. Hoy esa carrera es por el desarrollo y control del 5G y la producción de Inteligencia Artificial, en la cual China está aventajando a los norteamericanos, cosa que estos últimos no aceptan de brazos cruzados.
Pero… ¿Qué es lo que mueve al mundo hoy? ¿Qué es lo que garantiza poder o no avanzar en esa carrera por el 5G y la inteligencia artificial? Nuevamente se retoma al compañero Jorge Beinstein para esclarecer esta interrogante: El petróleo.
EEUU está intentando quitar a China sus bases de aprovisionamiento del oro negro. La guerra en Libia, Irak y Siria, según algunos analistas, responde a ésta lógica. Téngase en cuenta que los 3 países enviaban petróleo a las tierras de Xi.
La derrota militar en Siria, si bien significó una derrota para los norteamericanos, los llevó a mover sus mercenarios a otras latitudes. Recientemente el analista francés Thierry Meyssan publicaba un artículo señalando dos lugares estratégicos donde aparecía nuevamente el Daesh: La república Democrática del Congo y Sir Lanka.
Es que éste último junto con Bangladesh, Birmania y Pakistán serán claves en el recorrido marítimo de una de las Rutas de la Seda. Fundamentalmente la región circundante al puerto de “Gwadar -la “garganta” del Golfo Pérsico- a 72 kilómetros de la frontera con Irán y a unos 400 kilómetros del más importante corredor de transporte de petróleo y muy cerca del estratégico estrecho de Ormuz)”, contiene dos tercios de las reservas mundiales de petróleo y por ese lugar pasa no sólo el 30% del petróleo mundial, sino el 80% del que recibe China.
A esto debe sumarse el acuerdo chino-venezolano en la Faja Petrolífera del Orinoco, donde los chinos empezaron a jugar fuerte y que produce 200 mil barriles de petróleo diarios. De ahí los nervios de la CIA y las agresiones permanentes al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela que conduce Nicolás Maduro.

Por otro lado está lo planteado por Brezezinski (el ex-Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter) quien señala la necesidad de “sustituir la rusodependencia energética de los europeos (30% del gas que importa la UE procede de Rusa) por la frackingdependencia, inundando el mercado europeo con el GNL”, o incluso impulsar el “arco del fracking europeo” (con tecnología estadounidense) “que se extendería desde los Países Bálticos hasta la Ucrania europea, pasando por Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria”.
Retomando a Garraiz López, lo que se puede avecinar es la Guerra de Divisas, una “progresiva devaluación de las diferentes divisas por parte de los Bancos Centrales Mundiales, la ruptura del sistema de paridad de las divisas internacionales y la posterior libre fluctuación de las mismas, lo que terminará por dibujar en el horizonte del próximo quinquenio un escenario en el que se pasará de las guerras comerciales al proteccionismo económico, con la subsiguiente contracción del comercio mundial, posterior finiquito a la globalización económica y ulterior regreso a los compartimentos estancos en la economía mundial”.
El escenario de la guerra comercial entre EEUU y China, pero que también tienen enredados a los rusos y europeos, es un callejón sin salida para los norteamericanos que a su vez intentan garantizar su reserva estratégica, que es Nuestra América.
Habrá que ver qué sucede en el Panamá de Nito Cortizo, hasta el momento único país latinoamericano que tiene firmado acuerdos de cooperación con China en el marco de la Ruta de la Seda y donde está el canal interoceánico más importante del continente. De igual modo habrá que ver cómo se resuelve el descontento social en Colombia, Brasil, Perú y Chile; cómo se resuelve el conflicto en Venezuela (la reserva de hidrocarburos más importante del mundo); cómo se resuelven las elecciones en Guatemala, Uruguay y Bolivia (que si bien no son grandes jugadores pueden ser una diferencia sustancial en lo diplomático); y fundamentalmente cómo se resuelven las elecciones en Argentina, país clave en la región tanto por su historia como por lo que podría implicar en las relaciones con chinos y rusos.
Cristina fue muy clara, la disputa de poder mundial “es económica, tecnológica, militar y política”. Su decisión dejó atónito a más de uno y cual si fuese Kasparov puso en jaque al Rey.
** Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio Universidad Nacional de La Plata), productor general del programa La Marea (FM 90.5 Radio Futura), redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.