Por Nasim Iusef Venturini*

Hace dos meses no sabíamos nada del coronavirus. Tal vez hubo algún código con registro temporal previo, pero a priori no sabíamos nada. O por lo menos nosotres.
El asunto es que el COVID-19 es de la familia de virus de veloz propagación, alto contagio, baja mortalidad en personas sanas, que pone en peligro a las personas con enfermedades preexistentes y a los grupos de riesgo. Se puede transmitir sin reportar síntomas y eso es lo que lo hace peligroso.
Copó la escena mundial y todos los países entraron en jaque. La libertad occidentalizada se derrumbó, al igual que lo hicieron las bolsas de todo el mundo, que no son más que la expresión de una avaricia descontrolada que es en parte responsable de este rumbo inhumano de esta humanidad.
De fácil transmisibilidad
En países del este Asiático, hubo epidemias con características similares hace pocos años (en la contagiosidad del virus) que permitieron que esos países aprendan a controlar este tipo de epidemias que surgen en pleno siglo XXI y con desarrollos en sistemas de monitoreo epidemiológico jamás alcanzados anteriormente.
Por eso países como Corea del Sur, Taiwán, Japón y China utilizaron todo el aprendizaje previo y la fuerza del Estado para mitigar la propagación de este virus que hoy está mostrando la fragilidad de los sistemas como los conocemos.
Velocidad de la propagación
De repente la interconectividad física y virtual que existe en estos días es muy distinta a la que había tan solo unos años atrás cuando surgieron esas epidemias en oriente que pusieron en vilo a todo el mundo y que pudieron ser mitigadas. No sin dificultades ni muerte, pero sí pudiendo contener y mantener la rectoría de los sistemas de salud para que no desborden y que el pánico no se expanda a la velocidad de un tweet.
Hoy la interconexión a la que accede gran parte de la población mundial nos muestra un show de la realidad, mientras facturan y generan mensajes de odio e intolerancia. Por eso, más allá de la pandemia, hay una infodemia que también se esparce y contagia el miedo en un contexto de incertidumbre global a gran escala.
Queda en evidencia la necesidad de sistemas de salud que puedan contener a las demandas de la sociedad incluso en caso de pandemia. Pero no, eso no se “planifica”. Solo cuando la urgencia corre y nos preocupa que los centros de salud y hospitales no den abasto, es cuando recordamos que los sistemas del sector público (que responden en caso de emergencias por ser empleados del Estado) tienen miles de trabajadores precarizades y en condiciones que podrían haber sido mejoradas previamente si no se percibe a la salud como una variable de ajuste, cosa que se profundizó durante la gestión macrista.
Ciudadaneando la cuarentena
Ante esto, empieza a urgir la necesidad de ejercer la ciudadanía por parte de quienes tenemos los medios y las posibilidades de hacerlo. Respondemos a las recomendaciones del Estado Nacional y su Ministerio de Salud, que tomó la rectoría del sistema para la mitigación de la pandemia y muches nos sentimos orgulloses de ver como se prioriza la salud de las personas y se tratan de tomar medidas para paliar la situación de les más vulnerables, rompiendo con los protocolos y libritos de economía importados, incluso ante un panorama totalmente incierto del futuro.
Hoy, como ciudadanes se nos exige, en el marco de una pandemia global que nos requiere guardades en casa, que podamos dimensionar que nuestro aporte es ese. Este ordenamiento actitudinal por parte del Estado, reflota muchos virus anteriores que tiene nuestra sociedad, como el punitivismo. No faltaron quienes desde la comodidad de sus hogares denunciaron a laburantes que se dirigían a sus trabajos o transeúntes sin rumbo que también están en riesgo en una situación de estas características.
La invitación a la solidaridad y la necesidad de abordar de una forma más empática este tipo de situaciones reflota actitudes muy valiosas que se despliegan desde las entrañas de nuestro pueblo. Los colectivos que siguen trabajando en la total informalidad para brindar alimentos en los comedores comunitarios, aquelles trabajadores que no son convocados a ser aplaudidos a las 21 hs como acto de redención en el contexto de autoencierro que habitamos estos días, también hacen que algunes podamos ciudadanear y respetar la Cuarentena para mitigar el impacto de la pandemia en estas tierras.
¿ Y el sistema de salud?
En un Estado Nación como el nuestro, donde la responsabilidad de la salud de los ciudadanos recae en las provincias (por la Constitución, reformada en el ’94), la rectoría a nivel central que se ejerce desde el Ministerio de Salud de la Nación es realmente importante y más en estos momentos donde se necesita una respuesta unificada en todo el territorio nacional para evitar la propagación de esta pandemia que pone en vilo al mundo como lo conocemos.
Nuestro sistema de salud alimenta lógicas que no serán discutidas en esta nota. Sí se dirá que necesitamos un sistema de salud integrado, en el que se priorice a las personas, se den respuestas ante situaciones de extrema complejidad como la que estamos atravesando y no se dé lugar al enriquecimiento espurio, que muches sabemos que suceden en el campo de la salud.
La velocidad de la información y la difusión de sutiles mensajes de miedo y desesperación por parte de los medios concentrados, son replicados y reinterpretados por muches que, inmersos en esa realidad que generan los mentimedios y sumados a una ideología reaccionaria, reproducen todo el tiempo los mensajes que confunden e infunden el pánico.
La respuesta ante la pandemia
La respuesta política del Gobierno a nivel nacional, requiere la coordinación y comunicación que está llevando a cabo, con el trasfondo de cuidar y proteger a la población, tratando todo el tiempo de mantener la calma y mostrarse activos y atentos en una situación que desborda los sistemas de los países centrales, donde al final vemos que no son tan distintes a nosotres, solo que elles se quedaron con el oro que saquearon de nuestras tierras.
En el medio estamos nosotres y nuestras cotidianidades particulares, que de pronto se vieron condicionadas concretamente por una situación externa que demanda que respondamos al “poder” del Estado y que nos quedemos en nuestras casas (quienes podemos) y empecemos a habitarlas.
Habitarla y habitarnos. Como seres que en medio del desconcierto general seguimos tejiendo redes para que las cosas sucedan. Que de repente nos encontramos en nuestras casas y a cada une le surgirán distintos problemas. Que tendremos tiempo para hacer/disfrutar cosas que creíamos olvidadas o sencillamente ignoradas, como el cuidado de cada une y que eso también cuida al resto.
Ante tanta desesperación, comunicación sincera, de esa que manifiesta qué sentimos, qué vemos en un mundo que se encuentra transmutando de una forma que creíamos que conocíamos a una que desconocemos totalmente.
Es la hora de asumirnos como brutales e ignorantes, y empecemos a observar a nuestro alrededor, a valorar lo próximo, a quienes tenemos al lado. Que esos lados empiecen a tomar otras dimensiones y mientras seguimos sin saber nada de COVID-19, empecemos a saber de nosotres mismes.
* Lic en Economía, integrante del colectivo "Economía a pata", Co-conductor de “Promocionando la Salud” (Radio Futura – FM 90.5), responsable de la sección Economía de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Trinchera.