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La pregunta subyace en las palabras de quienes se enfrentan en el marco de la nueva batalla discursiva construida por la oposición y los grandes multimedios argentinos.

A raíz de unos dichos del Presidente, se buscó hacer mella y sembrar el debate en torno al esfuerzo y la valoración de los méritos.

“Hay argentinos que todos los días luchan en condiciones muy adversas. Son argentinos a los que el sentido de la meritocracia dejó de lado”. Esas fueron las palabras del presidente que le dieron de comer al periodismo de guerra y la oposición, que nada lentos salieron a hacer lo que mejor saben: tergiversar y construir un relato entre buenos y malos, inocentes y perversos, trabajadores y vagos.

Si andamos distraídos podemos creer que es un debate inocente, pero la intencionalidad en la interpretación, los recortes y la réplica sesgada dan cuenta de que detrás de los análisis hay (como casi siempre) una clara intención de construir estereotipos, fomentar el maniqueísmo, la división y el enfrentamiento.

En un contexto de crisis siempre es útil y estratégico construir culpables, mitos, discursos que brinden los marcos teóricos y así construir las subjetividades sociales que respondan a la perspectiva que desea cada sector.

En el mundo capitalista que vivimos son muchos los que vienen tratando de instalar la idea de esfuerzo=éxito como respuesta a todo, como filosofía de vida. Y quizás en algún caso particular puede que esa filosofía sea útil, pero ¿podemos aplicarla a nuestra realidad social?

Esa idea ha sido lucrativa para hegemonizar los sentidos neoliberales que catapultaron al poder en el año 2015 a Juntos por el Cambio, y a pesar del fracaso económico de nuestro país esta concepción continúa arraigada en gran parte de la sociedad argentina.

Al margen de los objetivos perseguidos por quienes la defienden a capa y espada, es interesante desarmar la idea de meritocracia y pensar de qué se trata, si es real en el mundo que vivimos y si sería viable una forma de convivencia en esos términos. Para poder cuestionarla es importante salir del constante y meditado Boca-River que forma parte de la retórica mediática hegemónica para adentrarse en sus significantes.

En un sistema meritocrático si nos esforzamos y trabajamos duro, inevitablemente llegaremos al éxito en nuestras vidas, es decir, lo que se va a merituar para el éxito es el esfuerzo realizado. Consecuentemente, a quien no le va tan bien es porque no se ha esforzado lo suficiente.

Ahora bien, en esa comunidad tendríamos que arrancar todos en igualdad de condiciones ¿o da lo mismo quien arranca en situación de inferioridad?

A la hora de pensar en cómo aplicamos esas reglas en nuestra sociedad en primer lugar es importante discutir cómo realmente es valorado el esfuerzo en nuestro sistema de normas sociales. ¿Las personas que trabajan 12 horas diarias son las más ricas del país? ¿Un obrero es dueño de la empresa Techint?

¿El derecho en el sistema capitalista ha otorgado primacía al esfuerzo por sobre la propiedad o es al revés? ¿Los lazos de sangre, de amistad, las cuestiones de género, sexo y de clase influyen para llegar al poder o quedan subyugados al esfuerzo individual?

Asimismo, si pensamos en algunos lugares puntuales de nuestra sociedad, podemos ver que resulta cada vez más forzado poder implantarla sin lograr una situación de desigualdad. Por ejemplo ¿un niño que vive en situación de pobreza está en las mismas condiciones para asistir a la escuela que otro con los derechos básicos satisfechos?

Y hay que tener cuidado porque muchas veces para rebatir ese argumento se trae a colación una heroica o afortunada situación pero ¿podemos exigir a las personas que se comporten heroicamente? ¿Es la generalidad de los casos el pibe humilde que llega a la universidad o que la pega jugando al fútbol?

No es que se trata de algo imposible, sino de observar que existen estructuras que limitan, que posicionan a un gran sector social en desventaja, que un obrero que busca tener su casa tendrá que remarla cien veces más que quien hereda una propiedad.

Ahora ¿es solución abandonar a las personas a su suerte? ¿Qué hacemos con quien no ha logrado acceder a su propia vivienda? ¿Qué hacemos con la juventud que no llega a la universidad?

Discutir eso es discutir el rol del Estado, disputar derechos. Y los derechos confrontan con los privilegios. ¿Será por eso que el sector conservador de la política se empeña en discutir la ampliación de derechos?

El derecho a la vivienda es uno de los lugares donde más vemos que en nuestro país la meritocracia no está funcionando. Mientras algunas familias son propietarias por herencia desde hace un siglo de latifundios, hay otras que no pueden acceder a un pequeño terreno donde vivir.

¿Construimos políticas de acceso a la universidad o directamente damos por cierto que la gente humilde no llega a la universidad? ¿Discutimos planes de vivienda o simplemente reprimimos las tomas de tierras en desuso?

Definitivamente se trata de un posicionamiento, una concepción política que tendrá una respuesta consecuente. Pensar que todas las personas estamos en el mismo pie de igual en nuestra sociedad es demasiado forzado. Dejar a la buena de dios a las personas en una sociedad tan desigual solo da lugar a más desigualdad, a la ley del más fuerte.

Por otra parte, ¿podemos construir un mundo solamente pensándolo en el desarrollo individual? Incluso pensándolo en términos redituables: ¿es posible vivir en el mundo del sálvese quien pueda?

Rubén Abreu
Rubén Abreu

Recibido en la Universidad Pública de Abogado, aunque sigo estudiando. Me gusta leer y soy re colgado. Trabajo por ser consecuente con mis convicciones, con todas las imperfecciones que tengo.

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