Falleció a sus 95 años de edad el líder de la azucarera Ledesma, quien fue cómplice clave durante la última dictadura ocurrida en Argentina para facilitar el secuestro de 400 personas en Jujuy. Ante el hecho, los pronunciamientos de distintos actores políticos develaron sus posicionamientos ante los crímenes de lesa humanidad.
A días de cumplirse un nuevo aniversario del comienzo de la última dictadura Cívico-Eclesiástica-Militar, en el mismo año en el que se cumplen 40 años de la finalización de la misma y el inicio de un período de democracia ininterrumpido hasta el presente, en nuestra patria tenemos la certeza de haber condenado a los autores de tales atrocidades como en casi ningún otro Estado. Esto es un hecho reconocido mundialmente que toma más notoriedad en el presente inmediato con la puesta en escena de la película “Argentina, 1985”, la cual relata el inicio del proceso que juzgaría a los responsables de la mayor maquinaria de censura, asesinatos y vulneración de derechos ocurrida en el país.
Sin embargo, en esta línea del presente, se suma un hecho que desató la impotencia de quienes han luchado por la memoria, la verdad y la justicia. Se trata del fallecimiento del empresario y cómplice del gobierno de facto, Carlos Pedro Blaquier, que murió en la impunidad este lunes, a sus 95 años de edad. Blaquier fue el histórico dueño de la empresa azucarera “Ledesma”, situada en la provincia de Jujuy, y manchó su nombre en la historia argentina al ser partícipe de una demoníaca maniobra que permitió el secuestro de alrededor de 300 personas en la llamada “Noche del Apagón” en la ciudad de Ledesma.
Según los testimonios de algunos vecinos de la ciudad de Libertador General San Martín y la localidad de Calilegua, aquella fría noche del 20 de julio de 1976, cuando las calles quedaron en la oscuridad total, imaginaron que se trataba de un corte premeditado con el objetivo de reparar alguna instalación. Sin embargo, minutos después, comenzó el horror: autos circulando de manera brusca con aceleradas y frenadas rápidas, puertas abiertas a patadas y gritos de gente se pudieron oir en medio de la incertidumbre. Sin dudas, el pueblo de Ledesma estaba en medio de un episodio de secuestros y represión.
Mientras que las calles de la ciudad jujeña fueron ocupadas por la Gendarmería Nacional, la Policía Federal y el Ejército, sospechosamente, en la fábrica de azúcar Ledesma la energía funcionaba correctamente, lo cual, tan solo desde este hecho, la situó casi sin dudas en el lugar de cómplice, ya que era el único lugar con luz en toda la ciudad. Esta sospecha fue comprobada una vez finalizada la dictadura, cuando la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), encabezó una profunda investigación para publicar y develar todas las atrocidades cometidas durante el gobierno de facto, en la que se confirmó que mediante vehículos de la empresa, las fuerzas represivas secuestraron alrededor de 400 personas, trasladadas a centros clandestinos de detención que funcionaban en galpones del ingenio Ledesma, de las cuales 55 continúan desaparecidas.
¿Por qué genocida y no empresario?
Como todo lo que circula en el plano de la comunicación, el sentido construido alrededor de un concepto delimita la visión que se tiene sobre el mismo, más allá de lo establecido por las entidades oficiales. En este caso, la entidad a cargo, llamado Poder Judicial, aportó su inacción para que Blaquier muriese, en los papeles, como un simple empresario, ya que hasta su último minuto de vida transitó impune, sin ninguna causa que oficialmente lo condenara y le diera el título de genocida. Sin embargo, las investigaciones hechas, sustentadas por las declaraciones de los vecinos, demuestra que se trató de un gran participe de la dictadura más sangrienta de nuestra historia, y en ese sentido, resulta necesario mantenerlo vivo en la memoria con esa caratula para recordar siempre, a qué no debemos regresar.
En esta grieta, se paran las distintas entidades políticas del país, que con solo nombrarlo nos muestran como desean recordar a esta persona, y si quieren mantener este duelo vivo, o si por el contrario, prefieren hacerse a un lado y ser indirectamente cómplices. Por lógica, un comunicado que repudia a Blaquier es el de Madres de Plaza de Mayo, principales luchadoras de la causa. “Las madres de Plaza de Mayo queremos expresar nuestra más profunda decepción con el Poder Judicial ante la muerte del empresario Carlos Blaquier, cómplice de la dictadura”, explica el comunicado oficial y agrega: “Nos parece inaceptable que hasta el día de hoy continúen en sus cargos algunos ministros de la Corte, magistrados, y funcionarios del Poder Judicial, que jamás avanzaron siquiera en sentar en el banco de los acusados a tamaño acusados por delitos de lesa humanidad en Jujuy”.
Sin embargo, si hay que destacar a alguna personalidad de peso que se haya parado desde la otra vereda, el nombre que más resonó fue el del ex Presidente Mauricio Macri, que no solo decidió recordarlo como un simple empresario, sino que incluso con condecoraciones de por medio: “Mis condolencias y cariño a la familia Blaquier por la muerte de Don Carlos Pedro. Tenía 95 años. Fue de los empresarios más importantes del país. Presidió por más de 43 años el primer ingenio azucarero de la Argentina y fue uno de los referentes de la agroindustria”. De esta manera, el referente de Juntos Por el Cambio destacó la vida y obra de un gran responsable de secuestros, desapariciones y torturas. Pero no fue el único si hablamos de los amarillos, ya que el único candidateado hasta el momento para presidente dentro del frente, Horacio Rodríguez Larreta, también decidió despedir a Blaquier con flores y rosas. “Horacio Rodríguez Larreta acompaña a su familia en este triste momento y despide a Carlos Pedro con mucho cariño”, publicó el Jefe de Gobierno Porteño en el obituario del diario La Nación.
Luchar por la Memoria, la Verdad y la Justicia significa entender estas dicotomías y representarlas en el plano comunicacional, haciendo uso del poder representativo que personajes de tal magnitud tienen. No alcanza con felicitar a una película cuando está peleando por el premio Oscar, si luego se recuerda con condecoración a un sujeto que aportó recursos para cometer crímenes de lesa humanidad. Estos actos no deben pasar desapercibidos ante el ojo de la sociedad argentina, ya que traicionan a la historia, a la patria y a quienes dieron la vida por ella.