A 40 años de la vuelta de la Democracia ¿Qué lugar ocupa la juventud en el mapa político?
Hijos bobos de la curda política, la neoliberalización del aparato de gestión y la resaca menemista del reality tweetero. La política hoy se viste y se desviste a los ojos siempre expectantes y nunca conformes de la juventud que espera altiva una coordenada de mando para alinearse. Mientras tanto arriba se tiran tierra de un lado al otro sin denostar horizontes de deseabilidad claros. A cuarenta años de democracia, vale preguntarse: ¿Esto era?
No es esto una crítica conventillera que pretende alzar la verdad ni dar luz al mapa amorfo de la coyuntura disparatada en la cual nos vemos inscriptos. Es a primeras, el intento de encontrar un hilo de acción concreto en el paño de territorialidad que le es propio a las juventudes que oscilan de lo negativo a lo esperanzador en un vertiginoso discurso.
La modernidad trajo consigo la aparatosidad y rigurosidad orgánico-funcionalista de una desintegración social, aparentemente imposible de frenar en una vorágine infecciosa. Es decir, la juventud hoy, tiene imperiosos desafíos y está sujeta a una demanda permanente, en un mapeo social en constante movimiento. El sistema mundo del cual somos parte y en tanto nos organizamos, es abismalmente distinto al mundo una o dos décadas atrás, no solo en su forma de funcionar, sino también en la forma de organizarse.
Se le exige a las juventudes sentirse interpeladas por la coyuntura, que sean el motor del cambio social, el futuro. Pero también, se las señala como las portadoras del germen social y la mala conducta, la juventud se trasviste así de violencia, delincuencia y consumo problemático para la agenda mediática.
Hablar hoy de juventudes suele verse acompañado mayoritariamente de una carga dual. Es decir, o desde un reformismo conductual, parido de un enfoque adultocentrista y negativo sobre estas. O con la proyección futurista de vanguardia, sujeta al sueño de una juventud revolucionaria.
Pero el enfoque negativo no es propio exclusivamente del conservadurismo, sino que hay a su vez una doble negatividad. Por una parte, tenemos a la derecha que demoniza a las juventudes como infractoras del orden y por la otra, al progresismo que expone a modo de síntoma de la fractura de las relaciones comunales, la masiva adhesión de un sector de la juventud a las filas de la ultraderecha, referenciada mayoritariamente con Javier Milei. Pero, ¿cómo llegamos a esto?
Es interesante señalar que es algo muy propio de este tiempo el avance de las derechas, no solo en el plano nacional y regional, sino a escala global -centralmente poniendo el enfoque sobre lo discursivo y la creación de sentido-. Mediante la descentralización y el borroneo de toda delimitación geográfica, en un mundo altamente globalizado, se pierden también las lecturas lineales que antes permitían evidenciar el impacto de las decisiones político-económicas de la región sobre la economía local. Poniendo de relieve el condicionamiento productivo, anclado a una economía global.
Pero, ¿cómo hablamos hoy de dependencia económica, sin poner el enfoque en que ya no es este un capitalismo que se rija por imperialismos limpios, sino que los poderes hoy se concentran en monopolios y grandes grupos de poder concentrados -descentralizados-?
Sin caer en fatalismos, es verdaderamente imperante complejizar este enfoque. No es lo mismo hablar de imperialismo hoy que en los años 60-70, incluso, no es lo mismo hacer un paralelismo con los años 90. Cambia la maquinaria, sus agentes y sus mecanismos. Son los mismos, pero no son. Aún peor, a cara lavada, y a vistas de todo el mundo, están y no están, nadie conoce sus rostros.
Nos hicieron a todos ciudadanos del mundo y ya no, hijos de la patria, desarraigándonos de la historia de nuestro suelo, de sus antecedentes político-culturales. Silenciaron las luchas de nuestro pasado, nos fueron exhortando de la identidad regional-nacional, y acentuando su carga negativa como un limitante para la explotación individual del capital.
Es decir, en el mundo libre (léase liberal), el Estado es meramente gestor de los límites para la propia autoexplotación en el mercado del trabajo -que dicho sea de paso, es cada día mas precario, tercerizado y uberizado como sostiene Abilio Ludmila, -centralmente para las juventudes- pero también en las diversas esferas del mundo social/cultural que “te hará libre”, en un marco que gira alentadoramente cercano al discurso meritocrático y emprendedurista.
Desde esta perspectiva se gesta el imperativo que mientras suena Panic Show le enuncia a la juventud:“Revelarse contra un Estado interventor que gasta en obras públicas, salud, cultura y educación, es la nueva clave de lectura de la revolución”.
Podríamos decir entonces que hablar de revolución, se volvió, para una porción de la juventud, sinónimo de rebelión contra el establishment gubernamental-progresista. Toda forma de gestión estatal que vele por la garantía de derechos, la inversión en industria nacional, la soberanía política, económica y geográfica se postulan como las grandes enemigas de la libertad individual.
¿Pero qué es la Democracia y qué rol juegan las juventudes?

La democracia es un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y vela por el derecho universal de sus ciudadanos a elegir el rumbo político-económico del país, dentro de un marco de libertades, bajo comunes acuerdos convivenciales entre las diversas fuerzas que disputan el poder. Regulados por la Constitución Nacional y diversos organismos internacionales que deben garantizar la vida democrática dentro de marcos de respetabilidad y convivencia.
La democracia, debe garantizar el común acceso a los derechos, el desarrollo económico de un país en clave de crecimiento y distribución de riquezas, a fin de contribuir a la igualdad de condiciones y el desarrollo de un vida digna para todos, todas y todes les ciudadanes.
Hoy nos encontramos no solo con una crisis democrática, sino también dentro de una crisis política que penetra en la participación y acción política. Con una puja entre los poderes ejecutivos, legislativos, económicos y comunicacionales.
No podemos hacer la vista gorda ante un poder judicial que se maneja de forma autónoma -y parcial- con una injerencia directa sobre el desarrollo de las políticas de gestión estatal, teniendo un impacto directo en la distribución económica y el bolsillo de todes les argentines. Esto no solo es inconstitucional, sino también, contundentemente antidemocrático.
Con un poder judicial seleccionado a dedo y no por voto popular, carnalmente vinculado a los grupos de poder concentrado que responden a los intereses de la derecha, llevando adelante no solo la puesta en práctica de definiciones de rumbo económico, sino también una escarnecida persecución política (circo jurídico-mediático mediante) a quienes encarnan la referencia política de los sectores populares. Resaltando nuevamente su parcialidad. Hablar de reforma judicial es fundamental.
Pero también es indisociable de una profunda lectura coyuntural del mapa político nuestroamericano y global, que viene avanzando, como fue mencionado previamente, un fuerte retroceso en materia de derechos humanos.
Ejemplos de esto, sobran; los recientes golpes e intentos blandos en nuestroamerica, como es el caso de San Salvador con Nayib Bukele y la -tan celebrada por los partidarios de la política liberal- apertura de la cárcel más grande de latinoamérica la cual se asemeja a los campos de concentración nazis, o bien podríamos decir, a los conocidos en nuestro país como centros clandestinos de detención.
Del mismo modo, nos encontramos con represiones en el Perú que llevan más de 60 muertos, desapariciones y persecuciones políticas, llevadas adelante por el gobierno antidemocrático de Dina Boluarte. También, la militarización de la frontera chilena con Bolivia y Perú de la mano de políticas de recorte en educación y represión sobre territorios mapuches.
Son solo unos pocos ejemplos del paradigma económico-político regional que dan cuenta de una fisura y un avance contra los consensos democráticos interamericanos.
¿La juventud, no ve que se están rifando el futuro en su cara ?
El alejamiento de las juventudes de la política no es un hecho aislado, sino que se inscribe dentro del juego actual del desmembramiento del sentido comunitario. Pedro Saborido sostiene que si el peronismo existe es por que la gente cree. Pero el peronismo no es meramente una cuestión de fe, el peronismo existe porque tiene memoria, la memoria de un país que supo apostar al desarrollo y al crecimiento, que dignificó las condiciones de vida del pueblo, que garantizo la educación pública y de calidad, que hizo de la salud algo indisociable de la soberanía nacional. El peronismo hizo de las necesidades un derecho. Y la juventud, eso lo sabe. No hay que irse tan lejos para recordar el impacto que tiene un Estado con decisión política en la vida de la gente.
El peronismo existe porque resiste una gran juventud que es parte indisociable de la acción política, en la praxis transformadora de la militancia. Quizá uno de los mayores frenos para esa juventud es que la misma como Charly en Uno a uno espera:
“Dime lo que tengo que hacer,
ya me voy a enloquecer”.
Ahora bien, si alguna enseñanza dejaron los procesos políticos en nuestro país, es que las tracciones de fuerza, nunca se resolvieron a la espera de una orden o una directiva verticalista.
El registro más reciente de eso, no es otro que la resistencia política de los 90 ́ por parte de los movimientos sociales. Es fundamental que desde el campo popular se re-componga la lectura histórica de cómo llegamos a la primavera de los 12 años. Es decir, en primer lugar, es preciso reconocer que antes de Néstor, hubo política. Germinó colectivamente como respuesta a la avanzada más atroz del neoliberalismo desenmascarado. La política fue barricada de resistencia y sentó la base para lo que vendría después.
Mientras la memoria de resistencia de los años 90 y el reconocimiento a los movimientos sociales/populares siga acallada y se le niegue el espacio de discusión a los actores políticos que allanaron el terreno para poder posteriormente desplegar las políticas del campo nacional y popular, abonamos también a un desconocimiento del pasado reciente. Y con ello, a un vaciamiento de sentido político de nuestras juventudes, quienes seguirán creyendo que la política y sus respuestas, emergen mágicamente ante la instantaneidad de la demanda y no de la puesta en práctica de procesos transformadores que emergen desde el cuestionamiento siempre enmarcado en la unidad del campo nacional-popular.
Dentro de un contexto de crisis democrática, a nivel regional Nuestroamericano, hablar de democracia es más que hablar de votos y una planificación de políticas públicas que avancen en la promoción de nuevos y mejores derechos. Se trata también y fundamentalmente de la defensa de los derechos conseguidos tras largos años de lucha, que se ven atentados frente al avance de la derecha cada día más cínica.
Un pueblo con memoria es un pueblo armado contra el olvido. Una juventud formada es la garantía de un futuro prometedor. Repensar la historia de nuestro suelo es el desafío permanente para poner en práctica la acción política. La dependencia definitiva sólo es posible con una juventud en marcha que discuta y defienda la soberanía.