Por Nicolás Sampedro*

La historia de subordinación de Nuestra América con EEUU no sólo parte de la debilidad económica, militar o política, sino también de las ataduras, de diferentes formas de estrangulamiento y opresión que han sido adaptadas y perfeccionadas durante décadas y que son esas venas abiertas de las que hablaba Galeano.
Mucho se ha hablado de las matanzas que realizaron los europeos al invadir el continente. Mucho se ha hablado de las constantes invasiones perpetradas por el imperio norteamericano, fundamentalmente en Centro América y el Caribe y de la formación y financiamiento de las dictaduras del Cono Sur mediante el Plan Condor.
Actualmente son los poderes judiciales y mediáticos los principales actores de esa invasión. También es mucho lo que se ha hablado del tema, fundamentalmente desde que Rafael Correa y Cristina Fernández de Kirchner instalaron el concepto de “Lawfare”, que no es otra cosa que la utilización de los poderes judiciales para perseguir a quienes enfrentan las políticas de saqueo del imperio, o que osan pensar en proyectos políticos soberanos para sus países.
Pero a diferencia del terror causado por las botas, los parlantes de los medios de comunicación, las operaciones de mentira en las redes sociales, y las causas judiciales inventadas tienen patas cortas y en muy breve tiempo se están desmoronando.
Se podrá coincidir con el investigador del Centro de Estudios Humanistas de Córdoba y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza, Javier Tolcachier, que las derechas del continente se están deteriorando de manera cada vez más rápida. Hay sobrados ejemplos de ese descalabro, del saqueo y la rapiña que quedan en evidencia para los pueblos en muy poco tiempo.
El caso de Mauricio Macri quizás es el más significativo (aunque Bolsonaro aprendió y está intentando ir más rápido), por el daño que hizo al pueblo argentino. Pero de la misma manera se puede hablar de la pérdida de legitimidad de los gobiernos de Piñera en Chile (el país con mayor endeudamiento percapita del continente[1]), de Abdó Benítez en Paraguay (casi destituido por sus negociados con Bolsonaro), Vizcarra en Perú (antes PPK) que no puede resolver el descontento social y el repudio al proyecto Tía María[2], Lenin Moreno en Ecuador (con un escaso 16% de aceptación en la actualidad), Incluso Duque en Colombia, donde pende de un hilo el proceso de paz ante el incumplimiento permanente del Estado y el rearme de un sector de las FARC[3].
Centro América no está mucho mejor: en Guatemala vuelve a ganar la derecha que encabeza Gianmattei y que promete mano dura en un país con el trágico record de un 46% de desnutrición crónica infantil. Un Haití en llamas que va por la cabeza de Jovenel Moïse ante las catastróficas cifras sociales de “hambre, la miseria y el desempleo que afectan a más del 80% de la población”[4]. Y un Juan Orlando Hernández que sólo mediante el fraude logró reelegirse, pese a la prohibición constitucional.
Ante ese escenario, como ya se ha mencionado en anteriores artículos, surge la esperanza de un nuevo proceso progresista en la región. El tiempo de la diplomacia nuestroamericana no murió mal que les pese a muchos comunicólogos y opinadores mediáticos. AMLO en México, las inmensas posibilidades de que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner ganen en Argentina, la resistencia heróica de la Bolivia de Morales, la Venezuela chavista de Maduro, la histórica Cuba, o la Nicaragua sandinista de Ortega, sumados a los países del Caribe nucleados en la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América.
Un escenario complejo, que seguramente demandará mucha lucha callejera en todo el continente, si es que se pretende frenar la sangría que implican no sólo las deudas externas (nuevamente utilizadas para atar de pies y manos a la región), sino el modelo de saque y dominación que representa el extractivismo.
Si bien no son pocos les que vienen advirtiendo de la necesidad de dar un giro de 180 grados en las lógicas de producción y consumo, el continente se encontrará ante la difícil tarea de revertir las condiciones de pobreza y marginación a las que llevaron las políticas neoliberales, al mismo tiempo que reformula sus matrices productivas y los tipos de vínculos tanto con el imperio, con sus multinacionales, como con países emergentes y contrahegemónicos como China y Rusia[5].
Por sólo citar un ejemplo de la bestial succión de bienes por parte de los EEUU, en un artículo publicado recientemente por la OBELA, los investigadores Oscar Ugartech y Carlos de León, ponen de manifiesto algunos números respecto de las exportaciones de hidrocarburos: “El socio predominante, en 19 de los 21 países, es EEUU; de los cuales 11 cuentan con un tratado de libre comercio. Esta lógica condiciona la dinámica económica de la región, por la concentración del mercado petrolero y de refinación estadounidense, por la volatilidad del precio del petróleo y la caída de la productividad en este sector desde el 2014 con un crecimiento anual negativo”. Como se puede observar la mayoría de los productores de hidrocarburos están atados al mercado estadounidense en la provisión del oro negro.
Un EEUU que utiliza a los poderes judiciales (promocionando las “buenas prácticas”[6]) no sólo para perseguir opositores, sino para quitar del medio a empresas que compitan con sus multinacionales[7]; a los organismos internacionales de crédito como el FMI, el Banco Mundial, el BID o la USAID para socavar la economía y la soberanía de los países de la región; que utiliza a las corporaciones mediáticas para deslegitimar procesos políticos adversos.
Para concluir, interesa resaltar las palabras del politólogo vasco, Katu Arkonada, quien sostiene en un artículo publicado la semana pasada que “tenía razón Fredric Jameson cuando decía que es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo. Esa es la gran victoria cultural de un sistema que parece adentrarse en una obsolescencia no programada. Aunque es probable al paso que vamos que antes se consuma el planeta, y con él la humanidad entera, pero mientras haya un resquicio de esperanza para la acción, no nos confundamos, no es el fuego, es el capitalismo”[8].
Precisamente esa esperanza de vida que ponen de manifiesto el centenar de luchas que se replican por todo el continente, son las que llevarían a afirmas con el Che que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”.
* Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio UNLP), productor del programa Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5) editor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
Bibliografía:
[1] https://www.alainet.org/es/articulo/201989
[2] https://www.telesurtv.net/news/peru-gobierno-anuncian-suspension-temporal-licencia-tia-maria-20190809-0037.html
[3] http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/09/06/colombia-carta-dell-comandante-de-las-farc-ep-jesus-santrich-respondiendo-al-gobierno-uribista-y-a-sus-complices/
[4] https://www.alainet.org/es/articulo/201895
[5] https://www.alainet.org/es/articulo/201968
[6] https://www.celag.org/eeuu-y-la-asistencia-juridica-para-america-latina/
[7] http://misionverdad.com/entrevistas%20/guerra-economica-el-uso-de-la-justicia-para-quebrar-empresas-de-america-latina
[8] http://abyayala.tv.bo/index.php/2019/09/02/no-es-el-fuego-es-el-capitalismo/