Disculpe, señor, ¿podemos discutir matriz productiva?

Disculpe, señor, ¿podemos discutir matriz productiva?

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Luciano Montefinale

“Yo pregunto a los presentes
si no se han puesto a pensar
que la tierra es de nosotros
y no del que tiene más”
Daniel Viglietti

“A desalambrar” – wackala

Mientras Mauricio Macri firma el decreto 591/2019 que permite la importación de basura peligrosa –proveniente, principalmente, de Estados Unidos y Europa–, prohibida por diferentes leyes y decretos con más de veinte años de vigencia, ciertos actores con poder de direccionar los discursos –y de filtrarlos en sectores que se ven perjudicados por los mismos–, se escandalizaron por las declaraciones de Juan Grabois sobre reforma agraria, pusieron toda la maquinaria para censurar el tema y apuntaron los cañones contra el dirigente social y quien se animara a cuestionar el privilegio de ese 1% que vive a costas del 99% restante.

El ministro de la Sociedad Rural

El debate postergado en la agenda política local

En Argentina los factores que imposibilitaron la discusión son varios y debemos remontarnos a la segunda mitad del siglo XIX, con la delimitación del territorio, la imposición del Estado nación a través del genocidio de los pueblos originarios y la concentración de las tierras robadas por terratenientes oligárquicos y empresarios extranjeros. Si consideramos que en 150 años esa concentración se ha agravado, provocando desplazamientos, modos de consumo dañinos, contaminación y una larga lista más de efectos contraproducentes para las mayorías, resulta más que necesario discutir la distribución de la tierra.

En 2015 y en el marco de la Cumbre de las Naciones Unidas, 150 jefes y jefas de Estado definieron el acceso igualitario a la tierra como una meta clave para la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y así cumplir tres de sus objetivos específicos: terminar con la pobreza, eliminar el hambre y alcanzar la igualdad de géneros.

En 2016, el informe “Desterrados: tierra, poder y desigualdad en América Latina” de Oxfam, afirma que Nuestra América es la región del mundo con mayor desigualdad en la distribución entre los grandes productores y el resto: el 51,19% de la tierra productiva está concentrada en el 1% de las explotaciones de mayor tamaño. Metiéndonos en las patrias chicas, Colombia encabeza el triste podio con más del 67% de la tierra productiva en manos del 0,4% de las explotaciones. En Argentina, el 1% posee el 35,93%.

La ONG utiliza el coeficiente de Gini para la tierra –en el cual 0 indica la mínima desigualdad, y 1 la máxima–, que arrojó que la desigualdad en el conjunto de la región es de 0,79, siendo 0,85 en América del Sur y 0,75 en América Central. En tanto, en Europa es de 0,57, en África de 0,56 y en Asia de 0,55.

Más allá de los números que por ahí tienden a alejarnos de la materialización y verdadera dimensión del problema, la extrema desigualdad, imposible de ser relativizada luego de este invierno donde gente murió en la calle –en un país con capacidad de distribuir para todes sus habitantes una porción de tierra donde erigir un techo y pasar las noches– y con hambre –en un país con capacidad de alimentar a una población mayor a la suya–. Básico, ¿no? Entonces, vale preguntarse si este atropello a la razón no está más ligado a un orden social feudal que a una democracia moderna.

La enorme asimetría entre los que tienen más y los que tienen menos, tiene vinculación directa con el modelo de explotación extractivista y depredador de los bienes comunes, específicamente en las actividades petroleras, mineras, forestales y el agronegocio, todas actividades que se expandieron significativamente en las últimas dos décadas.

Desde la década de los noventa, con la importación de modelos de producción y organización territorial, diseñados a la medida de las transnacionales, se impuso en el país uno de los mayores crímenes contra las comunidades y el planeta entero: el monocultivo, en general, y el de soja, en particular. En Argentina el 49% del territorio cultivado tiene soja.

Mención aparte merecen les campesines y pueblos originarios, que por resistir en territorio el saqueo mencionado, mueren a manos de un defensor de este orden establecido de repartición desigual de la riqueza.


–Dígame, Sociedad Rural, ¿sigue pareciendo un disparate discutir esto?

Este diálogo ficticio es meramente protocolar, los procesos revolucionarios que tiran por tierra estas injusticias no piden permiso para entrar a la historia.

El presidente de la Sociedad Rural

Sumado al lobby eterno del agro para que nunca se hable de latifundio, es cierto, también, que el momento económico que atraviesa el país debido a la crisis autoimpuesta por la administración macrista, tiende a poner estas discusiones en segundo plano, y si a eso se le suma la cuestión electoral, sigue bajando escalones en el orden de prioridades.

Claro que en términos de soberanía urge sacarse de encima al FMI, pero vale discutir si vamos a pagar la deuda con los dólares de la explotación a las comunidades y los bienes comunes, o si vamos a “diseñar un modelo en el cual Vaca Muerta, el uso intensivo de agroquímicos, la deforestación, la minería a cielo abierto vayan quedando atrás.”, como afirma la Doctora en Economía, Mercedes D’Alessandro, en su nota “El Macri de Schrödinger”, donde agrega que es necesario incorporar las perspectivas de los feminismos y el ecologismo para tal tarea.

Para la prensa monopólica (¡Oh, como la tierra!) parece que hay tabúes que mejor ni tratar. Los falsos periodistas que operan con servicios de inteligencia, el sector del poder judicial que persigue opositores y, ahora, la distribución de la tierra.

Bienvenido el debate que corre el velo al principal núcleo de concentración del poder de quienes, en línea histórica, gobiernan desde siempre con las máscaras de la época. Comentario aparte merecen quienes perteneciendo al 99%, reproducen las censuras impuestas por el 1%. Es urgente y necesaria la distribución igualitaria de la tierra, es urgente y necesaria la desconcentración del poder que traba el desarrollo de la Argentina como país soberano.

La única lucha que se pierde es la que se abandona

La única lucha que se pierde es la que se abandona

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Nicolás Sampedro*

La historia de subordinación de Nuestra América con EEUU no sólo parte de la debilidad económica, militar o política, sino también de las ataduras, de diferentes formas de estrangulamiento y opresión que han sido adaptadas y perfeccionadas durante décadas y que son esas venas abiertas de las que hablaba Galeano.

Mucho se ha hablado de las matanzas que realizaron los europeos al invadir el continente. Mucho se ha hablado de las constantes invasiones perpetradas por el imperio norteamericano, fundamentalmente en Centro América y el Caribe y de la formación y financiamiento de las dictaduras del Cono Sur mediante el Plan Condor.

Actualmente son los poderes judiciales y mediáticos los principales actores de esa invasión. También es mucho lo que se ha hablado del tema, fundamentalmente desde que Rafael Correa y Cristina Fernández de Kirchner instalaron el concepto de “Lawfare”, que no es otra cosa que la utilización de los poderes judiciales para perseguir a quienes enfrentan las políticas de saqueo del imperio, o que osan pensar en proyectos políticos soberanos para sus países.

Pero a diferencia del terror causado por las botas, los parlantes de los medios de comunicación, las operaciones de mentira en las redes sociales, y las causas judiciales inventadas tienen patas cortas y en muy breve tiempo se están desmoronando.

Se podrá coincidir con el investigador del Centro de Estudios Humanistas de Córdoba y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza, Javier Tolcachier, que las derechas del continente se están deteriorando de manera cada vez más rápida. Hay sobrados ejemplos de ese descalabro, del saqueo y la rapiña que quedan en evidencia para los pueblos en muy poco tiempo.

El caso de Mauricio Macri quizás es el más significativo (aunque Bolsonaro aprendió y está intentando ir más rápido), por el daño que hizo al pueblo argentino. Pero de la misma manera se puede hablar de la pérdida de legitimidad de los gobiernos de Piñera en Chile (el país con mayor endeudamiento percapita del continente[1]), de Abdó Benítez en Paraguay (casi destituido por sus negociados con Bolsonaro), Vizcarra en Perú (antes PPK) que no puede resolver el descontento social y el repudio al proyecto Tía María[2], Lenin Moreno en Ecuador (con un escaso 16% de aceptación en la actualidad), Incluso Duque en Colombia, donde pende de un hilo el proceso de paz ante el incumplimiento permanente del Estado y el rearme de un sector de las FARC[3].

Centro América no está mucho mejor: en Guatemala vuelve a ganar la derecha que encabeza Gianmattei y que promete mano dura en un país con el trágico record de un 46% de desnutrición crónica infantil. Un Haití en llamas que va por la cabeza de Jovenel Moïse ante las catastróficas cifras sociales de “hambre, la miseria y el desempleo que afectan a más del 80% de la población[4]. Y un Juan Orlando Hernández que sólo mediante el fraude logró reelegirse, pese a la prohibición constitucional.

Ante ese escenario, como ya se ha mencionado en anteriores artículos, surge la esperanza de un nuevo proceso progresista en la región. El tiempo de la diplomacia nuestroamericana no murió mal que les pese a muchos comunicólogos y opinadores mediáticos. AMLO en México, las inmensas posibilidades de que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner ganen en Argentina, la resistencia heróica de la Bolivia de Morales, la Venezuela chavista de Maduro, la histórica Cuba, o la Nicaragua sandinista de Ortega, sumados a los países del Caribe nucleados en la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América.

Un escenario complejo, que seguramente demandará mucha lucha callejera en todo el continente, si es que se pretende frenar la sangría que implican no sólo las deudas externas (nuevamente utilizadas para atar de pies y manos a la región), sino el modelo de saque y dominación que representa el extractivismo.

Si bien no son pocos les que vienen advirtiendo de la necesidad de dar un giro de 180 grados en las lógicas de producción y consumo, el continente se encontrará ante la difícil tarea de revertir las condiciones de pobreza y marginación a las que llevaron las políticas neoliberales, al mismo tiempo que reformula sus matrices productivas y los tipos de vínculos tanto con el imperio, con sus multinacionales, como con países emergentes y contrahegemónicos como China y Rusia[5].

Por sólo citar un ejemplo de la bestial succión de bienes por parte de los EEUU, en un artículo publicado recientemente por la OBELA, los investigadores Oscar Ugartech y Carlos de León, ponen de manifiesto algunos números respecto de las exportaciones de hidrocarburos: “El socio predominante, en 19 de los 21 países, es EEUU; de los cuales 11 cuentan con un tratado de libre comercio. Esta lógica condiciona la dinámica económica de la región, por la concentración del mercado petrolero y de refinación estadounidense, por la volatilidad del precio del petróleo y la caída de la productividad en este sector desde el 2014 con un crecimiento anual negativo”. Como se puede observar la mayoría de los productores de hidrocarburos están atados al mercado estadounidense en la provisión del oro negro.

Un EEUU que utiliza a los poderes judiciales (promocionando las “buenas prácticas”[6]) no sólo para perseguir opositores, sino para quitar del medio a empresas que compitan con sus multinacionales[7]; a los organismos internacionales de crédito como el FMI, el Banco Mundial, el BID o la USAID para socavar la economía y la soberanía de los países de la región; que utiliza a las corporaciones mediáticas para deslegitimar procesos políticos adversos.

Para concluir, interesa resaltar las palabras del politólogo vasco, Katu Arkonada, quien sostiene en un artículo publicado la semana pasada que “tenía razón Fredric Jameson cuando decía que es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo. Esa es la gran victoria cultural de un sistema que parece adentrarse en una obsolescencia no programada. Aunque es probable al paso que vamos que antes se consuma el planeta, y con él la humanidad entera, pero mientras haya un resquicio de esperanza para la acción, no nos confundamos, no es el fuego, es el capitalismo[8].

Precisamente esa esperanza de vida que ponen de manifiesto el centenar de luchas que se replican por todo el continente, son las que llevarían a afirmas con el Che que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”.


* Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio UNLP), productor del programa Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5) editor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

Bibliografía:
[1] https://www.alainet.org/es/articulo/201989
[2] https://www.telesurtv.net/news/peru-gobierno-anuncian-suspension-temporal-licencia-tia-maria-20190809-0037.html
[3] http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/09/06/colombia-carta-dell-comandante-de-las-farc-ep-jesus-santrich-respondiendo-al-gobierno-uribista-y-a-sus-complices/
[4] https://www.alainet.org/es/articulo/201895
[5] https://www.alainet.org/es/articulo/201968
[6] https://www.celag.org/eeuu-y-la-asistencia-juridica-para-america-latina/
[7] http://misionverdad.com/entrevistas%20/guerra-economica-el-uso-de-la-justicia-para-quebrar-empresas-de-america-latina
[8] http://abyayala.tv.bo/index.php/2019/09/02/no-es-el-fuego-es-el-capitalismo/

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