EEUU se niega a aceptar su declive como hegemón. Europa fue arrastrada a una guerra y es la gran perdedora. Mientras tanto se consolida un nuevo G2, esta vez con Rusia y China, y comienzan cambios que, según el mandarín Xi, pasan una vez cada 100 años ¿Dónde nos vamos a parar?
En la década de los 70 y con la derrota de Vietnam sobre sus hombros, el estratega de la guerra Henrry Kissinger operó para conformar un G2 entre EEUU y China (del que medio siglo después tanto Demócratas como Republicanos reniegan por lo que acontece con Taiwán).
Tiempo después, sería el rusófobo Brezezinski (asesor de Jimmy Cartes), quien proponía un G2 con China para enfrentar a la Unión Soviética. Hoy, a casi 100 años y luego del saltinbanqui, Kissinger exhortó a Biden con hacer una alianza con Rusia para enfrentar a China.
Durante los últimos años, en estas líneas nos hemos dedicado, entre otras cosas, a analizar hechos destacados que comenzaban a dar cuentas de los cambios que se avecinaban. Hechos que tuvieron poca difusión y análisis en los medios locales, pero que -creíamos- transformaría el panorama global. Bueno, parece que esos cambios están a la vuelta de la esquina.
Semanas pasadas compartimos algo que en la prensa de occidente pasó desapercibido: en su despedida de Moscú, el mandarín Xi le dijo a su homólogo ruso que “estamos viendo cambios que no habían ocurrido en 100 años, y lo estamos impulsando juntos” a lo cual el zar Vladi contestó sonriente: “Estoy de acuerdo. Buen viaje”.
Finalmente se conformó un nuevo G2 pero tiene como actores a chinos y rusos, y estos están aislando a EEUU de la toma de decisiones de cara a un futuro no muy lejano. Esta alianza está acelerando de forma vertiginosa un proceso de multipolaridad que está atrayendo a cada vez más países de África, Asia y América. Países que buscan relaciones de tipo win-win y con transferencia tecnológica frente a la posición arrogante, extorsiva, unidireccional y violenta de la caduca “democracia” represiva occidental, esa que recorre las calles desde Washington hasta París.
Sólo para poner unos ejemplos: En paralelo a la visita de Xi a Moscú, se vivió en la capital rusa la Segunda Conferencia Interparlamentaria de más de 40 países de África a los cuales Putin se dio el lujo de condonarles una deuda de más de 20 mil millones de dólares.
Otro ejemplo es la reciente firma de un acuerdo entre Rusia y China para comerciar en sus propias monedas, cosa que además analiza el BRICS en su conjunto y que anunció Putin luego de su reunión de más de cuatro horas con el mandarín: “Vamos a utilizar el yuan para todas nuestras operaciones comerciales con África, Asia y América”, sostuvo el zar. Hecho que pasó desapercibido, pero es una bomba de protones al dólar gringo, al tiempo que se sigue avanzando para llegar a un acuerdo definitivo y se construya el Gasoducto Siberia II (que irá de Rusia a China, pasando por Mongolia) y que sustituirá a los Nord Stream boicoteados por los yanquis. El “Acuerdo del Siglo”, según Putin.
Hoy Rusia y China tienen superávit comercial y lideran el ranking del 2022. Alemania cayó al séptimo lugar en esa lista. Europa jugó a la ruleta rusa en materia energética y terminará siendo la gran perdedora de la guerra en Ucrania a la que EEUU la empujó. Como si fuese poco, la crisis financiera del Silicon Valley Bank, provocó que otros bancos como el Deuche Bank o el Credit Suisse tuvieron que ser rescatados con cientos de miles de dólares ante la posibilidad de quiebra y se especula con que alrededor de otros 200 bancos puedan desaparecer en “el país de las libertades”. Para colmo de males, esta semana se dio a conocer que por primera vez el BRICS superó en PBI al G7, es un dato impactante que para muchos en occidente pasó inadvertido (o más bien, quisieron ocultar).
El mundo que conocíamos se desmorona cada vez más rápido, habitamos un mundo en crisis, donde se están dando cambios acelerados pese a los intentos de EEUU (quien está librando diversas guerras) para sostener su influencia en zonas que históricamente estuvieron bajo su influencia, como Europa y Nuestra América, e intentarán de cualquier forma condicionar el vínculo que rusos y chinos tienen en África.
A nuestro continente pretenden condicionarlo con la famosa guerra jurídica, con las presiones y operetas mediáticas, con los golpes institucionales y, obviamente, con el endeudamiento externo (si sabremos de eso en Argentina). Ingenuo sería pensar que la cosa no podría ser peor; miremos medio oriente sino.
El problema para los norteamericanos es que la influencia de la República Popular China en el continente no ha parado de crecer en la última década; ni siquiera durante el retorno de gobiernos de derecha en años recientes. Por más golpes que dieron, la influencia del gigante asiático sigue en aumento, fundamentalmente como comprador de materias primas y como inversor en infraestructura y tecnología.
El caso brasileño es el más significativo. Según datos del Comtrade UN (la Base de datos de intercambio comercial de la ONU), el Banco Mundial y el Centro de Estudios de Prospectiva e Información Internacional (CEPII), analizados por el portal Misión Verdad, hace más de una década que el gigante sudamericano tiene como mayor socio comercial a los chinos, tanto en importación como exportación de bienes y servicios.
A este dato histórico debe agregársele -necesariamente- el lugar que Brasil está retomando de la mano de un Lula recargado. El mandatario sudamericano nuevamente se atreve a desafiar los designios y las presiones de EEUU, no sólo al establecer que su país comercie con China en monedas locales (como ya había hecho, entre otros, Putin), sino con la inmensa cantidad de convenios firmados en su reciente visita. Entre sus palabras se destacan frases como: “Nadie va a prohibir que Brasil perfeccione su relación con China”; o “queremos elevar el nivel de la asociación estratégica entre nuestros países, expandir los flujos comerciales y, junto con China, equilibrar la geopolítica mundial”.
Pero sin dudas, la frutilla del postre en esta relación será el rol que Dilma Rousseff jugará como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS. Este hecho pone al país sudamericano en un lugar preponderante, que sin dudas será un factor clave para expandir los vínculos con toda la región, sobre todo con Argentina. Recordemos que Alberto Fernández pidió pista para ingresar al bloque y que en junio -con la visita de Sergio Tomás a Beijín– podría terminar de concretarse. Esto sin olvidar que Brasil y Argentina no sólo tiene un vínculo comercial y político muy importante, sino por la inmensa catarata de convenios en firmados -y en puerta- en múltiples áreas.
Está claro que el endeudamiento de Macri con el FMI, bajo las directivas de Donald Trump (y pese a que se la robaron toda) era -entre otras cosas- para condicionar la política exterior argentina e intentar impedir que se realice una política soberana, sin limitaciones o condicionamientos que incluya acuerdos de toda índole con Rusia o China.
Ya lo han afirmado diversos analistas en múltiples oportunidades: no importa quien gobierne o quien esté sentado en el Despacho Oval, la política norteamericana para con este continente siempre será bajo una lógica de dominación.
En este escenario de disputa entre potencias, Argentina no está exenta. China se ha convertido en el principal socio comercial con más de 140 países o regiones del mundo (es el 2do detrás de Brasil para nuestro país). Dato no menor para entender que luego de la reunión entre Alberto Fernández y Biden, se aproxime un desfile de funcionarios de alto rango que llegaron y llegarán al país. Está claro que en todos los casos buscarán que se frenen todos los vínculos con China. Situación de difícil concreción, sobre todo, por el inmenso problema de financiamiento que significaría para la Argentina la sola idea de renunciar al SWAP chino.
El director del portal Red Voltaire, Thierry Meyssan, afirmó recientemente que “vamos hacia un mundo divido en dos bloques: de un lado estarán la superpotencia estadounidense y sus vasallos y del otro lado tendremos el mundo multipolar. En términos de población, el bloque occidental viene siendo un 13% de la población mundial mientras que el mundo multipolar representa el 87%”.
En las próximas elecciones, Argentina también definirá cómo se va a parar en esta disputa. El mundo vive un momento de incertidumbre, de caos, de acciones y reacciones peligrosas. Pero como ha sucedido a lo largo de la historia, momentos como estos también significan grandes oportunidades para nuestros países. Solo se trata de saber maniobrar y de aprovecharlas al máximo.

Nicolás Sampedro
Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.