Por Eduard Paz*

Terminó el certamen de seleccionados nacionales, más importante de Sudamérica, del deporte más consumido y practicado del mundo: el fútbol. Plagado de controversias, desde la dudosa utilización del VAR, fallos graves en el arbitraje a favor del equipo local, hasta un presidente brasileño muy activo, que incluso llegó a saltarse los reglamentos de la FIFA.
Está Copa América estuvo caracterizada por un sinfín de hechos que la rodeo desde un principio. Desde el partido inaugural el 14 de junio, entre el combinado local y la selección de Bolivia, y donde Jair Bolsonaro se encontraba junto a la gente de la Conmebol, a los hechos que se suscitaban fuera del estadio, donde diferentes sindicatos brasileños entre los que estaban la Central Única de trabajadores (CUT) y La Unión Nacional de Estudiantes (UNE), protestando y movilizados hacia el estadio Morumbi (en Sao Paulo), por los recortes en materia educativa y la eliminación de planes sociales.
A sabiendas de lo que estaba por ocurrir, el gobierno de ultraderecha dispuso una cifra muy alta de efectivos policiales para sofocar dichas movilizaciones, que luchan contra las medidas de ajuste y la generación pobreza que motoriza el gobierno de Bolsonaro. A todo esto, debe agregarse que ese día también se reclamaba la inmediata liberación del ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Cabe destacar el gran fracaso en la venta de entradas a los estadios en las fases de grupos. El poco interés del pueblo brasilero y las dificultades económicas que atraviesa el país, jugaron en contra del negocio de los empresarios del futbol. El promedio de asistentes en los primeros 5 partidos fue de 25.801, número que si se lo compara con la copa disputada en Estados Unidos (país donde el fútbol es uno de los deportes menos consumidos) donde el promedio ascendía 46.373 espectadores, lo de Brasil queda muy por debajo y deja entrever la realidad económica del país del “jogo bonito”.

A lo largo del show deportivo, lo que en un principio parecían meras casualidades del juego (como las fallas arbitrales y la poca o nula utilización del VAR), fueron tomando fuerza y colocándose en el ojo de la tormenta: en varios partidos los árbitros de la Conmebol favorecieran enormemente al local; se vio en reiteradas ocasiones al presidente de esta institución, Alejandro Domínguez, compartiendo palco con Bolsonaro, quien se veía muy ofuscado cuando el partido no iba de acuerdo a lo que esperaba.
En el partido final que se realizó el mítico “Maracaná”, y en el cual se enfrentaban el combinado local y el conjunto peruano, tuvo como los principales espectadores a los presidentes de la Confederación Sudamericana de Fútbol y al presidente brasileño Bolsonaro. Este último acompañado de su ministro de Justicia, Sergio Moro (actualmente es investigado por el Supremo Tribunal Federal), envuelto en un escándalo político por la filtración de mensajes que muestran su participación activa en el manejo discrecional de la causa Lava Jato y la prisión del ex-presidente Lula Da Silva. Ello no los privó de presenciar el gran show montado alrededor de la final, partido emocionante y parejo -pero de conclusión predecible- donde el combinado brasileño se impuso por 3 a 1.
Como no podía ser de otra manera, el cierre fue lo más sorprendente y atípico: el propio Bolsonaro ingresando al campo de juego (como lo hizo contra Argentina donde dio una vuelta olímpica), pero está vez llevándolo más allá: se puso festejar con el seleccionado campeón e incluso se sacó la foto principal con el trofeo que en general levanta el capitán.
Lo grave de la situación es que estos actos viola el artículo 60 del reglamento FIFA (sobre “Seguridad en los Estadios”), en donde se prohíbe y dictamina que está “terminantemente prohibida la promoción o el anuncio por cualquier medio de mensajes políticos o religiosos, cualquier acto político o religioso en el estadio o sus mediaciones antes, durante y después de terminado el partido”. El Brasil de Bolsonaro hizo y deshizo tanto en lo deportivo como en lo político y termina colocando a esta Copa América en el ridículo, hecho qué quedará en la historia negra de la competencia y de sus organizadores.
* Periodista especializado en deportes, columnista del programa La Marea (Radio Futura FM 90.5), co-conductor del programa No Se Mancha (Radio Estación Sur FM 91.7) redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón.