Por Nicolás De La Iglesia*

Como una especie de nostradamus argento, Oesterheld supo predecir en su famoso comic “El Eternauta”, de alguna manera, el presente distópico y por momentos ridículo que nos toca atravesar. Nuestro Juan Salvo (@Alferdez) tiene también enemigos que, si bien no son temibles aliens, no tienen nada que envidiarle. Estos son, nada más y nada menos, que los representantes del capitalismo parasitario.
Lo llamativo del covid-19 es que es un catalizador de procesos sociales. En este aspecto podemos pensar en cómo se profundizaron las diferencias de clase, desde aquel que no puede quedarse en su casa porque vive de changas; al que hace teletrabajo y no tiene más preocupación que el encierro; aquellos que viven hacinados, sin la posibilidad siquiera de lavarse las manos; o las personas del colectivo LGTBIQ, que se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad.
Esta realidad no es exclusiva de Argentina sino que atraviesa a la mayoría de los países del mundo, en mayor o menor medida. Esto puso en la incómoda situación a muchos estados liberales de tener que intervenir activamente en la economía. En la mayoría de los casos las medidas son similares: van desde pagar un porcentaje de sueldos de trabajadores privados hasta nacionalizar (temporalmente) empresas que se desarrollen en sectores productivos estratégicos y por supuesto millonarias inversiones en los sistemas de salud.

El gobierno de les Fernández puso todo el aparato estatal en contener esta crisis y si no hubo pico de contagios y no se están contando las muertes de a miles, es gracias a eso. Se podrían pensar rápidamente varias medias que se tomaron desde un comienzo como la prohibición de los despidos, la regulación de los precios, el aumento de los beneficiarios de la tarjeta alimentar, el Ingreso Federal de Emergencia y por último el renacimiento del programa Conectar Igualdad que repartirá 135 mil notebooks a pibes y pibas.
Ahora bien, la discusión trascendente hoy no es un ficticio plan gubernamental (incompatible con la división de poderes) de liberar presos peligrosos (porcentaje menor de la población carcelaria), sino cómo va a financiar el Estado argentino todas las medidas que se están tomando para poder surfear la ola de caca que es esta pandemia. Una de las posibilidades está a la vista de todos y consiste en aumentar los impuestos de los millonarios.
Lo cierto es que Argentina es de los países en dónde menos inciden los impuestos a las grandes riquezas en su PBI, con un 5,3% según CEPA (Centro de Economía Política Argentina). Estos sectores, por si hay algún despistade, son aquellos que generan riqueza basándose en la explotación y la muerte de las personas. Ellos son dueños de los pesticidas que envenenan nuestro suelo y de las balas que reciben los pibes en el barrio. Demás está decir que los verdes que sacan de estos negocios nunca son declarados y se transfieren a paraísos fiscales.

El proyecto de Máximo Kirchner de gravar las grandes fortunas hizo poner el grito en el cielo al establishment argentino, que comenzó desde ese momento a diseñar una estrategia comunicacional para combatirlo. Claro está que la batalla siempre es simbólica y el objetivo que siempre persiguen es generar que sus intereses de clase sean reproducidos como propios por el medio pelo argentino. El diario La Nación, por ejemplo, publicó, al poco tiempo que se conocieron los planes del Frente de Todos, una nota en donde se narraba la vida del empresario Alfredo Coto como un tipo que la peleó desde abajo, un trabajador más. Omitiendo las innumerables denuncias por explotación que tiene de sus empleados.
Para ser más claros estamos hablando de cobrarles un poco más de impuestos, a aproximadamente cuarenta muchachos que tienen un patrimonio superior a 360 millones de dólares. ¿Cuándo sonarán las cacerolas en contra de estos personajes?

En las próximas semanas se comenzará a trazar el camino para que las cámaras de Diputados y Senadores puedan sesionar de manera remota. La discusión simbólica irá in crescendo a medida que el debate por esta ley se aproxime y la operación de los presos es sólo una de las tantas que van a utilizar para desgastar al Gobierno nacional. La astucia del gobierno de les Fernández va a ser puesta a prueba en estos días en donde las negociaciones no serán nada fáciles.
Si hay un momento propicio para que se empiecen a cuestionar las ganancias de estos sectores es este. El hecho de que lo estén haciendo en todo el mundo también da muestras de un cambio de paradigma, en donde el intervencionismo estatal y las industrializaciones con miras al autoabastecimiento van a ser protagonistas en distintos estados. Tenemos la oportunidad única de reformar el sistema impositivo de una vez y para siempre. En otras palabras, podemos, como dijo alguna vez Guillermo Moreno, peronizar el mundo.
*Periodista, columnista sobre Europa del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390) responsable de la sección de Política Nacional de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.