Las reuniones en Alaska entre los presidentes ruso y norteamericano y la posterior visita de los europeos al magnate de peluquín dejaron mensajes entre líneas cargados de simbolismos. ¿Finalmente inició un posible camino hacia la paz en Ucrania?
Hace unos días, en conversación con el periodista y analista Glenn Diesen, el coronel retirado y ex Jefe de Gabinete de la Secretaría de Estado de los EEUU, Lawrence Wilkerson, señalaba que “estamos en un colosal cambio de poder. Cada elemento del poder del Estado Nación, llámese educativo, informativo, de inteligencia militar, económico, financiero, comercial, está desplazándose dramáticamente de Occidente a Oriente, siendo China el imán. Y, ahora mismo, Occidente está intentando de manera incoherente lidiar con el centro de todo esto, que es Ucrania, por medio de terceros; y está fracasando”.
En este sentido, sostuvo que, en ese movimiento de placas, Occidente además sigue ocupándose de temas como Georgia, Armenia, lo que sucede en el Ártico, en el Báltico y muchos otros sitios donde hay generales en actividad diciendo de manera absurda que EEUU podría desembarcar en Kaliningrado en cualquier momento y tomarla.
El grado de demencia de muchos en Occidente que parecen vivir en un mundo paralelo segados por el odio hacia los rusos (no solamente) podría llevar a que el conflicto en Ucrania se resuelva completamente luego de una guerra nuclear o se haya detenido el cambio de poder; o al menos se haya acomodado. Bueno quizás algo de eso es lo que haya dejado esta semana luego de las cumbres de Alaska y de Washington.
¿Qué nos dejó Alaska?
Si bien es cierto que el nivel de secretismo y hermetismo sobre la reunión entre Putin y Trump es prácticamente total (quien diga que sabe qué se acordó, les está mintiendo), por sus actos y dichos posteriores se podrían inferir algunas cosas. Una de ellas es que Trump finalmente entendió que ningún acuerdo de paz es posible sin respetar las líneas rojas planteadas por Moscú desde un inicio: Ucrania neutra, bajo ningún concepto puede entrar en la OTAN, retrotraer la expansión de la OTAN a las fronteras de finales de milenio, sin Georgia, sin los países Bálticos, sin Ucrania.
El analista brasileño Pepe Escobar sostiene que la cumbre de Alaska es sólo el primer paso de una posible recomposición de las relaciones bilaterales estratégicas entre las dos principales potencias nucleares del mundo. Si esto sigue avanzando (dice Escobar) “todo va a tener que ser repensado: sistemas de defensa, sistemas de ataque, misiles nucleares, misiles de corto y mediano alcance y una renegociación de un tratado INF, las relaciones trilaterales entre EEUU-Rusia-China”.
En este punto es relevante señalar que, claramente, Putin no estaba sólo como representante de Rusia, sino como una suerte de vocero de los BRICS. No es menor que luego del encuentro las sanciones extras contra países del bloque que le compran petróleo a Rusia (sobre todo la India) se hayan puesto en pausa. No hay que perder de vista que los días previos a la cumbre, Putin dialogó personalmente con casi todos los presidentes y Primeros Ministros de los BRICS. Evidentemente hubo un trabajo coordinado.
El Sur Global sigue avanzando
En paralelo, y como se mencionaba en artículos anteriores, Modi y Xi siguen avanzando en descongelar sus vínculos diplomáticos. La visita de dos días del canciller chino, Wang Yi, a Nueva Deli, y sus posteriores declaraciones, al igual que las de su homólogo indio, Subrahmanyam Jaishankar, dejaron en claro que ambos países son conscientes del impacto que podría tener, de cara a futuro, que el vínculo bilateral mejore. Y si bien este proceso seguramente esté repleto de obstáculos, ambos gobiernos saben que avanzar en una relación de cooperación y beneficio mutuo en materia comercial, de cooperación diplomática o de otra índole, podría significar que no sólo fortalecerá a los BRICS, sino una relación estratégica para la estabilidad de la economía mundial; algo que marcó públicamente el canciller indio, dejando boquiabierto a más de uno.
Está claro que las presiones arancelarias de Trump contra Modi buscaban generar lo opuesto. EEUU sigue creyendo que el resto debe seguir sus designios a como dé lugar, el problema es que, ante semejante agresividad, Modi parece estar dispuesto a plantarse, y pese a su largo historial de vinculación con los norteamericanos, el acercamiento a China parece estar dando un mensaje claro: India tendrá una política exterior soberana y no se dejará chantajear.
No es menor remarcar algunos datos arrojados por el periodista norteamericano Ben Norton en un artículo publicado recientemente: Si se mide por su PBI en paridad de poder adquisitivo, China es la principal economía del mundo (representa un 19,68%), seguida por EEUU (representa un 14,75%), India (8,53%) y Rusia (3,48%). El diplomático ruso, Yevgeny Primakov, parecía no equivocarse al afirmar que la alianza de estas tres potencias asiáticas (Rusia-India-China) tendría un carácter estratégico como contrapeso a Occidente. Contra esto lucha, por el momento sin buenos resultados, Donald Trump y sus acólitos.
Pero la cosa no queda sólo ahí, otra de las relaciones neurálgicas que golpea los intereses norteamericanos, viene de la mano del famoso “oro negro”. Tema que ya se abordado en artículos anteriores, pero que sigue avanzando: Arabia Saudí sigue profundizando sus vínculos con China.
El investigador de estudios estratégicos libanés, especializado en la relación entre seguridad energética y geopolítica, Mohamad Hasan Sweidan, analizó en un reciente artículo cómo el plan de reformas radicales “Visión 2023”, impulsado por el príncipe heredero Mohammad bin Salman, está cambiando la matriz productiva saudí a pasos agigantados y en estrecha colaboración con China.
Sobre todo en la última década, el reino saudí ha reducido su dependencia del petróleo, pasando a ser uno de los mayores productores de energías renovables, siendo la solar, la eólica y el hidrógeno verde donde están apuntando sus cañones. Gracias al trabajo conjunto con empresas chinas, Arabia Saudí ha llegado a un 40% de sus ingresos en exportaciones no petroleras. Tan sólo en 2024 “los ingresos totales del gobierno alcanzaron 1,26 billones de riyales (unos 336 mil millones de dólares), un aumento del cuatro por ciento interanual”, y la expansión del sector continúa.
El vínculo entre Riad y Pekín no sólo colaboró con estos cambios, sino que también se vio fortalecido por el histórico acuerdo firmado “en marzo de 2023, cuando Aramco (la petrolera estatal saudí) adquirió una participación del 10 por ciento en la Petroquímica Rongsheng de China por 3.600 millones de dólares a cambio de un contrato de suministro de 20 años que entregaba 480.000 barriles por día (bpd). Otros proyectos conjuntos en el noreste de China aumentarán la oferta total en otros 690.000 barriles diarios”. Lógicamente estos acuerdos resuelven una parte considerable de la gran demanda de hidrocarburos de China, al tiempo que aumenta su influencia en la región. Sobre todo si tenemos en consideración no sólo que los saudíes son cuasi-parte de los BRICS (su parlamento aún no lo ratificó), además de que a mediados del 2024, finalizó el acuerdo por 50 años que tenían saudíes y norteamericanos para que el “oro negro” sólo se vendiera en dólares.
La “Coalición de los impotentes”, cada vez más sumisa
En un artículo publicado recientemente en el portal búlgaro ZeroHedge titulado “Europa gastará 100 mil millones de dólares que no tiene, para comprar armas que Estados Unidos no tiene, para armar a soldados con los que ahora Ucrania carece”, y citando al analista y comentarista geopolítico, Glenn Diesen, se afirma que Zelenski prometió a Trump una monumental compra de armamento financiada por una Europa que tendrá que salir a pedir prestado (a bancos norteamericanos), para continuar alimentando una guerra perdida desde hace tiempo en el campo de batalla.
Trump, de manera esquizofrénica, está intentando despegarse de esa derrota. Ello es parte de lo que se vio desde la primera vez que afirmó en público que “esta es la guerra de Biden”, y no la suya. Días pasado el vicepresidente J.D. Vance afirmó: “no creo que debamos cargar con todo. Creo que debemos ayudar si es necesario para detener la guerra y las matanzas. Pero creo que debemos esperar, y el presidente ciertamente espera, que Europa desempeñe el papel principal”.
Y eso fue lo que reflejaron las fotos publicadas sobre las reuniones que mantuvieron Trump y Zelenski primero, a la que luego se sumó la coalición de chiwawas (como diría Escobar) rusófobos de Europa. Algo que ya había advertido Putin en febrero de este año: “Le aseguro que Trump, con su carácter y persistencia, restaurará el orden con bastante rapidez. Y todos ellos, verás, pronto todos ellos se pararán en los pies del maestro y menearán suavemente sus colas”.
El ex jefe de la CIA, León Panetta, admitió que el conflicto ucraniano es una guerra indirecta entre la OTAN y EEUU contra Rusia.
El analista geopolítico mexicano Alfredo Jalife afirma que “Trump intenta venderse, internamente y al mundo, como el presidente que sacó a EEUU de la guerra de Ucrania”, por eso insiste que esta no es su guerra y quiere que le den el premio Nobel de la Paz para quedar en la historia. En sintonía con este análisis Escobar sostiene que, en adelante, EEUU continuará vendiendo armas y energía a los europeos para que continúen con sus guerras eternas y su idea alocada de provocar un “cambio de régimen” en Rusia para luego balcanizarla. Operará desde las sombras provocando que sus alumnos de “kinder” (Rutte, Von der Leyen, Starmer, Meloni, Merz, Macrón, y el payasito Zelenski), ahora mega-ultra dependientes de la energía, la seguridad, los préstamos y la diplomacia de “papi” (como dijo Rutte), sean quienes paguen por la derrota.
Los encuentros entre el comediante, los “impotentes” que piden permiso desesperadamente para entrar en la negociación y el dueño circense del imperio del caos, estuvieron plagadas de simbolismos tal como relata Jalife en su artículo publicado en el portal La Jornada. Entre ellos “Trump con Zelensky junto a un mapa sugerente de la nueva Ucrania, 2) Los acongojados europeos que parecían asistir a un evento fúnebre frente a la mesa de trabajo de Trump con dos bustos de Lincoln y Roosevelt, y 3) a un costado de la reunión, la imagen del atentado en Pensilvania, feudo del jázaro (Khazar) gobernador demócrata Josh Shapiro, vasallo del globalista misántropo George Soros (Elon Musk dixit)”.
Tal como se ha venido analizando, Trump y el Deep State no reconocerán bajo ninguna circunstancia una derrota estratégica contra Rusia en Ucrania, dado que ello provocaría el colapso inmediato del imperio norteamericano. Y la última señal de que esto será así fue el cambió la narrativa: es la primera vez que Trump reconoce abiertamente que la posible solución del conflicto en Ucrania es ir hacia un Acuerdo de Paz sin necesidad de un cese al fuego (como venían pidiendo a gritos todos en la Europa, incluido Zelenski, para ganar tiempo y rearmarse).
Continuando con el análisis de Escobar, lo que posiblemente se vendrá serán múltiples presiones contra el mandatario norteamericano: “van a venir desde los neocons del Deep State americano, de Republicanos que son anti-Trump, de todos los Demócratas, de una parte del Complejo Industrial Militar y de Inteligencia, de las Elites Atlanticistas, de toda la Comisión de la Unión Europea, de la OTAN; y eso es la lista corta, sin mencionar a los que controlan el sistema financiero internacional (los dueños de los mensajeros del Club Bilderberg). Que son parte de los impulsores de las ‘Guerras Eternas’, perpetradores de esta guerra; la otra gran declinación son las guerras eternas en Asia Occidental (incluyendo Gaza, Líbano, Siria, Irak y especialmente Irán)“.
Un claro ejemplo de las presiones mencionadas por el analista brasileño sucedieron pocos días después del encuentro entre Trump y la delegación belicista europea: el pasado jueves, y por tercera vez en menos de dos semanas, los ucranianos atacaron la red de oleoductos Druzhba que utiliza Rusia para enviar hidrocarburos por el Báltico hacia Bielorrusia, Hungría y Eslovaquia.
El atentado terrorista fue una clara presión tanto a Lukashenko (presidente bielorruso y aliado de Putin) como a Orbán y Fico (presidentes húngaro y eslovaco, respectivamente, y férreos opositores al envío de armas a Ucrania y de continuar con la política de sanciones a Rusia), quienes pusieron el grito en el cielo. “Hungría apoya a Ucrania con electricidad y gasolina, a cambio bombardean el oleoducto que nos abastece. Una jugada muy poco amistosa“, declaró Orban.
¿Acaso estos actos beligerantes no son un ataque a países de la OTAN a manos de un país que no es parte de la alianza? El doble rasero de “Otanistán” para condenar actos terroristas de los nazis ucranianos parecen hablar por sí solos. Tal como lo afirma el periodista brasileño e investigador del Centro de Estudios Geo Estratégicos y experto militar Luca Lairoz, “Hungría está al borde de una decisión existencial: enfrentarse a Kiev y romper con la OTAN o seguir siendo rehén del terror ucraniano”.
Las advertencias sobre el carácter nazi de los ucranianos que hoy usurpan el gobierno, no es una novedad, había sido advertido el 1 de agosto de 1991 por el mismísimo presidente norteamericano de aquel entonces, George W. Bush padre. Hace más de 30 años afirmaba sobre los extremistas ucranianos: “los estadounidenses no apoyarán a los independentistas que quieran sustituir la antigua tiranía por el despotismo local. EEUU no ayudará a quienes promueven un nacionalismo suicida basado en el odio étnico“.
Más allá de las vociferaciones de Trump afirmando que mediará en una reunión entre Putin y Zelenski, no hay que perder de vista que, desde mayo de 2024, tanto Zelenski como todo su gobierno (incluida la totalidad del parlamento) carecen de legitimidad dado que venció su mandato. De no haber un llamado a elecciones que legitimen al gobierno de Kiev, difícilmente el Kremlin aceptará una reunión cara a cara, algo que ha repetido innumerable cantidad de veces uno de los diplomáticos más experimentados del mundo, el canciller ruso, Sergey Lavrov.
Por último, y para no aburrir con mayores enredos, señalar que algunos en Occidente (incluso acérrimos y vehementes enemigos de Rusia) comienzan a mencionar a las cosas por su nombre. Quizás uno de los casos más interesantes, es el del periodista y escritor británico (confeso anti-Putin), Peter Hitchens, quien sostuvo recientemente en un artículo publicado en el Dailymail que: “En febrero de 2014, el presidente legítimamente electo en Ucrania, Viktor Yanukovych, fue derrocado por una violenta turba ultranacionalista. Esta estaba compuesta por el tipo de personas que las élites británica y estadounidense normalmente llamarían “fascistas”. Los remanentes del parlamento del país violaron su propia constitución para ratificar este vil golpe de Estado. Sus acciones ilegales fueron reconocidas posteriormente por EEUU y el Reino Unido. Fue esto, y no la invasión de 2022, lo que marcó el inicio de esta sucia y terrible guerra que ahora presenciamos“.
La realidad es lo que es, pero muy probablemente si Occidente hubiese escuchado las advertencias de Putin, Lavrov y otros funcionarios rusos quizás la película habría sido otra. ¿Escucharán en esta oportunidad o seguirán en su lógica de Guerras Eternas provocando más muertes, destrucción y sufrimiento al pueblo ucraniano?

Nicolás Sampedro
Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.
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