Por Nicolás De La Iglesia*

Hace un poco más de un mes el pueblo británico se enteraba que Boris Johnson iba a ser su nuevo primer ministro. Con pelo rubio, casi albino, contextura que bien podría ser de rugbyer y modismos descontracturados para el acartonado estilo inglés. Se lo puede ver en videos de YouTube lazándose por tirolesa en el London Eye, haciendo boxeo y un sinfín de actos dignos de un comediante. Este personaje quedo a cargo de un país que atraviesa la mayor crisis institucional de la historia.
Boris fue elegido por el partido conservador para ser el sucesor de Theresa May como primer ministro de la cuarta economía mundial. Lo llamativo en este caso es que el partido conservador representa a un 1% de la población de Gran Bretaña, lo que lleva a cuestionar la verdadera representatividad que tiene el sistema parlamentario de este país. Todo es aún peor si se piensa que los miembros del partido conservador son en su mayoría hombres, blancos, de clase media – alta y de un rango etario elevado.
En épocas de fake news, big data y redes sociales no es una cuestión menor poner en tela de juicio los niveles de representatividad que tienen los distintos sistemas democráticos. Estos se muestran como algo acabado e indiscutible y, sin embargo, se puede pensar en ellos como cada vez más anacrónicos y menos representativos de sociedades en donde las lógicas de creación de subjetividades han cambiado y con ello los centros donde se disputa el poder simbólico.

¿Quién es Boris Johnson?
El nuevo primer ministro es nacido en Nueva York, hijo de una familia conservadora. Su padre, que por el contrario a su hijo es pro europeísta, era diputado conservador y trabajó en la Comisión Europea. Como es normal en estos casos, tuvo todos los privilegios que su posición social suele darle a sus miembros: las “mejores” escuelas y universidades.
Antes de lanzarse a la carrera política trabajó, gracias a los contactos que forjo en sus años de estudiante, en el diario londinense The Times. Sin embargo, fue echado del medio por poner una cita falsa en una nota. Luego, nuevamente gracias a sus contactos, trabajó en The Daily Telegraph, donde cubría las actividades relacionadas con la Unión Europea que se realizaban en Bruselas. En el año 2008 dio el gran salto y logró ser alcalde de Londres, durante su gestión consiguió una aceptación muy amplia sobre todo por su comportamiento descontracturado (se lo podía ver andando en bicicleta por la ciudad) y por ser un ferviente liberal (algo que suele confundirse con progresismo).
Una vez terminado su mandato como alcalde Johnson fue uno de los primeros que, en el año 2016 comenzó la campaña por la salida de la Unión Europea (brexit). De hecho, una de sus primeras declaraciones fue que la UE le costaba al Reino Unido UE £350 millones a la semana. Por esta declaración fue citado a la justicia, donde se comprobó que no eran verdaderas las cifras. Es más, las noticias falsas (fake news) fueron protagonistas en el referéndum por la salida del bloque europeo. Sin ir más lejos, un empleado de la empresa Cambridge Analytica, acusada de utilizar información privada de cuentas de Facebook para realizar target marketing (y un sinfín de estrategias entre las que se encuentran las operaciones mediáticas), declaró que la misma recibió dinero para publicitar el brexit.

David Cameron fue la primera víctima que se cobró este proceso. En ese momento Johnson vio la oportunidad para consagrarse primer ministro y comenzó su campaña para sucederlo. Sin embargo, fue Theresa May la que ganó la contienda y él quedó como ministro de relaciones exteriores. Dos años más tarde abandonaría a May, por disidencias con las condiciones alcanzadas por la primera ministra para la salida del bloque. Esto tenía que ver principalmente con que él fue el precursor de un brexit sin acuerdo, argumentando que el bloque europeo quitaba mucho dinero del bolsillo de los británicos. En el acuerdo alcanzado por May a fines del 2018 se ponía al país en una posición de fragilidad respecto de la UE.
Como se dijo antes Johnson es partidario de una salida sin acuerdo, de un “brexit duro”, donde recurre a la fantasía de retornar a las viejas épocas de gloria, que son irrealizables en la coyuntura actual, intentando apelar a un sentimiento nacionalista. Sin embargo, una salida sin acuerdo traería problemas de todo tipo y color, no sólo para Gran Bretaña sino también para la Unión Europea. Para dimensionar lo catastrófico de esta situación hay que pensar que la City londinense es uno de los principales centros financieros del mundo. La economía del bloque y la de las islas están entrelazadas, por lo que una salida dura provocaría pérdidas millonarias para ambas partes. A esto se le suma la problemática de cuestiones básicas como los alimentos y los medicamentos, ambos entran a Gran Bretaña a través del continente. En caso de una salida sin acuerdo, se elevarían fronteras, ya sea por aduanas o por otras cuestiones burocráticas, y habría un aumento considerable en los costos de estos insumos.
Situación en Irlanda del Norte y Escocia
En cuanto al primero, un brexit como lo quiere el nuevo primer ministro traería aparejada la creación de una frontera física entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Hay que recordar que el territorio irlandés fue escenario de sangrientos enfrentamientos, entre Unionistas (a favor de la unificación con Inglaterra) y Republicanos (a favor de la independencia de la corona británica). Conflicto que terminó luego de treinta años con los Acuerdos de Viernes Santo en 1998. Hoy en día el tránsito de personas, medicamentos e insumos es libre, ya que ambos países son parte del bloque europeo. En caso de una salida abrupta, ello dejaría de ser así y, sin dudas, traería conflictos armados en zonas donde la paz es precaria.
La situación en Escocia también es crítica. Su economía es pequeña y su supervivencia está ligada a la UE. En caso de una salida dura, se vería en serios problemas económicos, lo que desencadenaría en un referéndum independentista, ya que los escoceses no quieren salir del bloque. Sumado a esto, no hay ningún tipo de planeamiento ni previsión: las distintas situaciones que se pueden desencadenar en la nación y sus posibles soluciones brillan por su ausencia.
El nuevo gabinete
Como es costumbre en el Reino Unido, todos los funcionarios ligados a May presentaron su renuncia y Johnson eligió, según sus palabras, un gabinete “de guerra” para llevar adelante el brexit. Entre los tres más importantes hay una particularidad, y es que son hijos de inmigrantes. Dominic Raab es el hombre de confianza del nuevo primer ministro y la persona con más poder después de Boris. Entre sus propuestas, está la de suspender el parlamento y aprobar por decreto la salida. Le siguen Sajid Javid, Canciller de la Hacienda, y Priti Patel, la ministra del interior (el dato de color es que es musulmana). Teniendo en cuenta que en este proceso se apeló a un fuerte sentimiento del ser nacional, una conclusión lógica que se desprende de esto es que estos deberán demostrar qué tan ingleses son a la hora de gestionar el brexit, lo que podría explicar su posición dura respecto a la salida del bloque.
Lo que depara el futuro
La política tradicional británica se encuentra en su peor momento, con el clásico bipartidismo del país roto. Si se presta atención a los resultados que arrojaron las elecciones para el parlamento europeo de este año, se pueden observar que los dos partidos más importantes tienen porcentajes de votos realmente bajos. El Partido Laborista sacó poco más de 13%, mientras que el Partido Conservador tuvo una de las peores elecciones en su historia con un 8%. ¿Cómo puede, entonces, un país tan fragmentado políticamente salir de una situación sin precedentes como la que atraviesa?

La separación del Reino Unido de la UE se da en un momento de fragilidad no sólo económica, sino también de credibilidad de la unión, proveniente de años de políticas neoliberales que trajeron dolores de cabeza para varios de los veintiocho países que componen el bloque. Este proceso aceleraría el resquebrajamiento de uno de los principales grupos económicos del mundo, que es cuestionado tanto por izquierda como por derecha.
Más allá del brexit, las relaciones internacionales de Gran Bretaña no se verán modificadas. Lo cierto es que se continuará con la venta de armas a Arabia Saudita, utilizadas para bombardear civiles en Yemen. También se seguirán utilizando misiles británicos para bombardear la Franja de Gaza, de hecho Johnson es un fiel siervo del sionismo, teniendo un fuerte lazo con el genocida israelí Benjamín Netanyahu. Más allá de la reciente negativa de parte del gobierno británico a la propuesta de EEUU de participar en incursiones a Siria o de custodiar el Golfo Pérsico, no quedan dudas de que continuaran siendo uno de los perros de caza que utiliza el imperialismo para fomentar la venta de armas y la aplicación de la doctrina del shock.
* Periodista, columnista de la sección “Europa” del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio Universidad Nacional de La Plata) y redactor de Revista Trinchera.