Revolución de Mayo de 1810 y una fecha para las Madres de la Patria

Revolución de Mayo de 1810 y una fecha para las Madres de la Patria

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La historiografía tradicional sobre esta fecha fundacional siempre ha destacado a las figuras de varones, inclusive aquella literatura antiliberal del pasado patrio. Afortunadamente, en los últimos tiempos se han revalorizados a figuras femeninas en torno a esta fecha. Y aquí queremos revisitar a las mujeres que también tuvieron un rol muy importante en la revolución de independencia en el Río de la Plata.

Hacia la Revolución del 25 de Mayo de 1810

Corría el año 1808 y el imperio napoleónico en Europa Occidental estaba en su máxima expansión. Tanto que se engulló a España, poniendo en jaque a la Casa de Borbón. El rey Carlos IV y su hijo Fernando VII estaban peleados y el astuto de Napoleón los encerró en Bayona y colocó a su hermano José I como nuevo soberano de España. La resistencia antifrancesa no se hizo esperar y las guerras de guerrillas contra las fuerzas napoleónicas tampoco. En los años 1808 y 1809, en el medio de las luchas contra la invasión francesa, las ideas liberales se metieron en algunos de los españoles, criticando incluso al absolutismo vetusto de los Borbones. Mientras tanto, en las colonias americanas de España algo se abriría, una era de cambios políticos en el cual los blancos criollos tomaron la posta, buscando más participación en los asuntos administrativos. En muchos de ellos estaban las ideas de revolución, mirando los ejemplos de Norteamérica y la Revolución Francesa de 1789. Y allí estaban los venezolanos Francisco de Miranda y Simón Bolívar, quienes no dudaron en jurar por la libertad de América.

En el sur del imperio español, en el Virreinato del Río de la Plata, en su pequeña capital portuaria Buenos Aires, llegaron las noticias de la caída total de España borbónica en los albores del año 1810. Los criollos estaban alertados y ya habían demostrado que podían defenderse por sí solos, como lo hicieron enfrentando a los ingleses en 1806 y 1807. Desde el 18 de mayo de 1810 hasta la famosa fecha del 25 de mayo, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros ya no tenía voz de mando. Figuras como los primos y entusiastas rebeldes Manuel Belgrano y Juan José Castelli lo querían sacar del poder y formar una Junta de Gobierno provisional con el objetivo de gestionar a la región del Río de la Plata, es decir, lo que es hoy Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay.

Los avatares de lucha social de la Revolución

Finalmente, se formó la Junta de Gobierno del 25 de mayo de 1810, con el moderado criollo altoperuano Cornelio Saavedra como su presidente y con dos secretarios criollos porteños como Mariano Moreno y Juan José Paso. Pronto se vieron dos posturas. El joven abogado Mariano Moreno, considerado un “jacobino del Plata”, buscaba la independencia y la formación de una república libre, y que las ideas revolucionarias se extendieran en todo el ex virreinato tumbado. Saavedra era un patricio que sólo quería autonomía frente a los “peninsulares”. Para los saavedristas apresurar los tiempos no sería nada bueno. A Moreno lo apoyaban los primos Belgrano y Castelli, quienes buscaban acentuar con más firmeza la revolución, y se lanzaron en las campañas militares en el interior.

María Remedios del Valle, la “Madre de la Patria”, digna hija de África también.

Moreno no pudo llevar a cabo su proyecto más rebelde frente a los moderados y conservadores saavedristas. Asesinado el 4 de marzo de 1811, la figura más rebelde del 25 de mayo de 1810, sin embargo, dejó su legado revolucionario en varias personas de aquellos tiempos. Cierto que de entrada una oligarquía criolla conservadora siempre quiso retrasar los relojes, pero no debemos olvidar la participación de las masas. Hubo participación de esclavos que huían de sus amos para enrolarse en las milicias urbanas o en el “ejército revolucionario” por la libertad, y emergen aspectos radicales (necesarios para una real emancipación) como la política de Castelli en 1811 sobre la liberación de los indios y su igualdad como ciudadanos o la supresión de títulos y signos de nobleza, la estructura de la sociedad no se transformó en absoluto.  A pesar de los límites y los alcances que tuvo, la llamada Revolución de Mayo de 1810, es parte de un proceso político-social de luchas independentistas contra España, expresadas a lo largo y ancho del continente americano, que entre sus precedentes se encuentra la rebelión de Túpac Amaru y la revolución de los esclavos insurrectos de Haití.

María Remedios del Valle, la “Madre de la Patria”

Y aquí debemos destacar a la “Madre de la Patria”, a la heroína María Remedios del Valle, hija de África. Así es, una “parda” de acuerdo con el sistema de castas vigente, lo cual instituía una desigualdad étnica y cromática que se sumaba a la que se le atribuía por ser mujer. Nació en Buenos Aires a mediados del siglo XVIII y acompañó a su marido e hijos en la primera expedición militar hacia el Alto Perú, dirigidos por Castelli en julio de 1810.

Cabe destacar que personalidades como Moreno, Castelli y Belgrano repudiaban a la esclavitud y los regímenes institucionales que explotaban a los pueblos originarios de las Américas. Y, además, no era extraño contar con mujeres en los ejércitos, la mayoría de ellas permanecen en penumbras, en la anonimia. En general, desempeñaban labores de enfermería y de cocina y sólo algunas se destacaron en los frentes de batalla. Y a apenas tres se les reconoció el grado de oficial.

La “Madre de la Patria” fue una gran luchadora por la independencia del Río de la Plata y en favor de las masas populares.

María Remedios del Valle fue toda una guerrera de la liberación anticolonial. Participó en victorias y derrotas, fue herida de bala, tomada prisionera por los realistas y sometida a azotes públicos, según cuentan los testimonios que acompañan su gestión por una pensión para que fueran reconocidos sus servicios prestados. La Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires votó otorgarle el cargo de sargento mayor en 1829, que revistó hasta su muerte en 1847, gracias a la gestión de Juan Manuel de Rosas.

La Revolución de Mayo de 1810 nos legó a una gigante como María Remedios del Valle. Y a muchas mujeres anónimas que dieron su vida por la liberación nacional. La historiografía blanca, liberal y mitrista la olvidó, pero en los últimos años empezó a ser reivindicada, sobre todo en los tiempos del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Además, África tiene su lugar en la historia patria.

Juana Azurduy y su lucha revolucionaria

Y si de fechas escribimos, un 25 de mayo, pero de 1862, a los 82 años de edad, pasaba a la inmortalidad Juana Azurduy. Mujer comprometida con la Revolución y la guerra contra los realistas en la región del Alto Perú, la figura de Azurduy es interesante por muchas razones. No sólo porque ella representó la lucha armada de la población indígena y mestiza alto-peruana agobiada por siglos de expoliación colonial, sino también porque fue una mujer que se involucró en la causa independentista y tomó las armas contra los realistas en una sociedad que vedaba el acceso de las mujeres a la vida política. Pues en el corazón de Juana latían los ecos de las rebeliones andinas, que sacudieron al Virreinato del Perú y al Alto Perú a fines del siglo XVIII.

Juana Azurduy, gigante de la Revolución de Independencia de las Américas.

Ella nació el 12 de julio de 1780, en Chuquisaca (actual ciudad de Sucre), un año antes del inicio de la revuelta protagonizada por Tupac Amarú II que conmovió a toda la región y fue brutalmente reprimida por las autoridades españolas. En 1799 Juana se casó con Miguel Asencio Padilla, que era hijo de unos vecinos de hacienda y amigo de sus padres. Fruto del matrimonio nacieron cinco hijos.

Azurduy y Padilla apoyaron de entrada a la Revolución de Mayo de 1810. Ellos apoyaron al Ejército Auxiliar del Alto Perú enviado desde Buenos Aires. Chuquisaca volvía a ser una ciudad rebelde, luego de un movimiento autonomista que tuvo lugar el año anterior y que fue duramente reprimido. Después de la derrota de Huaqui en 1811, el ejército patriota debió retroceder hasta Tucumán. Mientras tanto, surgieron en el Alto Perú grupos hostiles a los realistas que fueron combatidos mediante la guerra de guerrillas. Uno de estos grupos fue liderado por Azurduy y Padilla. Ella luchó en la región del Alto Perú, desde el norte de Chuquisaca, en el Altiplano, hasta las selvas del sur. Organizó un batallón llamado “Los Leales” y un cuerpo de caballería conformado por 25 mujeres, conocido como “Las Amazonas”. Azurduy y Padilla perdieron en la lucha a cuatro de sus hijos, pero siguieron luchando apoyando la nueva ofensiva del ejército comandado por Belgrano. Y estuvieron junto a él en la derrota de la batalla de Ayohuma. Azurduy comenzó a ser nombrada en los partes de guerra y su figura a obtuvo brillo propio, pasando a ser conocida por sus contemporáneos. Embarazada de su quinta hija, Juana siguió combatiendo e incluso logró arrebatarle un estandarte español a un coronel enemigo. Acto por el que fue reconocida por Belgrano, quien le obsequió su espada. Belgrano, además, le escribió al director supremo Juan Martín de Pueyrredón para que le concediera a Azurduy el grado de teniente coronel.

En septiembre de 1816 murió Padilla. Al poco tiempo Juana Azurduy decidió trasladarse a Salta y unirse a las fuerzas patriotas de Miguel Martín de Güemes con quien luchó hasta 1821 cuando murió el líder salteño. La nueva pérdida la alejó del escenario militar. Sumida en la pobreza (sus propiedades habían sido expropiadas por los realistas) presentó una carta al gobierno salteño pidiendo auxilio económico para volver a su tierra. Finalmente pudo regresar en 1825, año en que se celebró la Independencia de la República de Bolivia. Chuquisaca la recibió con honores y fue homenajeada por el propio Simón Bolívar, quien la declaró “heroína”. Quiso el destino que el 25 de mayo, fecha patria, pero de 1862, a los 82 años y acompañada por un niño llamado Indalecio Sandi que había tomado bajo su cuidado, murió la gran Juana Azurduy. Fue enterrada en una fosa común y cien años después sus restos (o lo que se cree que fueron sus restos) fueron exhumados y depositados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.

Juana Azurduy es la unidad de los pueblos. Aquí Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales homenajeando a la gran revolucionaria.

Si bien Azurduy fue una figura reconocida, gozo de poco estima por parte de la historiografía liberal argentina. Esto sucedió probablemente, porque su actuación tuvo lugar en el Alto Perú: un espacio que quedó afuera de las fronteras nacionales definidas con posterioridad a las guerras emancipatorias. Sin embargo, en los últimos años ha sido especialmente revalorizada. En julio de 2009 fue ascendida pos mortem del grado de Teniente Coronel al de General del Ejército Argentino, en la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Además se firmó un tratado internacional que instituye la fecha del nacimiento de Juana Azurduy, como el día de la Confraternidad Argentina-Boliviana.

Legados de sus luchas

En estos tiempos de luchas nuevas, más que nunca hay que reivindicar a las figuras de María Remedios del Valle y de Juana Azurduy. Representan no sólo la lucha revolucionaria independentista desde abajo y marginada, sino la de mujeres que dieron su vida por el nacimiento de una patria liberada, justa y de igualdad social.

La historiografía liberal, patriarcal y blanca ya nada tiene que decir y educar. Al calor de las luchas actuales y en las cuales los movimientos feministas tiene su rol protagónico firme, la nueva historiografía rebelde debe reivindicar los legados de María Remedios del Valle y de Juana Azurduy. Dos personalidades que batallaron no sólo contra los españoles y traidores, sino contra la esclavitud, la explotación sobre los indígenas y el sistema de castas de la pigmentocracia colonialista. Apelaban a las masas y eran lideresas que eran parte del pueblo.

 Las “Madres de la Patria” deben sumarse en las luchas feministas de hoy, como banderas de liberación social. Y, aquí, nuestro homenaje en esta fecha patria del 25 de mayo.

Francois Toussaint Louverture: el padre de Haití

Francois Toussaint Louverture: el padre de Haití

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Nació en Cabo Francés, en la entonces llamada isla La Española (actual ciudad haitiana de Cap-Haïtien). Pese a su condición de esclavo en una plantación de caña de azúcar, aprendió a leer y a escribir lo que posibilitó que entrara en contacto con los escritos e ideas del movimiento de pensadores ilustrados franceses.

Dos años después del estallido de la Revolución Francesa de 1789, que tuvo una gran repercusión en la isla La Española, un grupo de hombres negros que habían perdido ya su condición de esclavos y se reivindicaban ciudadanos franceses exigió el goce total de los derechos otorgados en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.

En agosto de 1791 los esclavos de la llanura del norte de la isla se rebelaron contra los terratenientes iniciando un levantamiento a gran escala que pronto se extendería a otras regiones. Plegado a esta sublevación, Louverture junto a otros líderes como Jean-François y George Biassou, organizaron y difundieron la lucha por todo el territorio.

Haití logra tumbar al yugo colonial y esclavista, convirtiéndose en 1804 en la primera nación independiente de América Latina y el Caribe.

El 29 de agosto de 1793, hizo pública una proclamación en la que se presentó como el líder de los negros rebelados:

“Soy Toussaint Louverture; quizás el conocimiento de mi nombre haya llegado hasta vosotros. He iniciado la venganza de mi raza. Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Uníos, hermanos, y luchad conmigo por la misma causa. Arrancad de raíz conmigo el árbol de la esclavitud”.

Por los siguientes años dirigió la revolución haitiana de independencia enfrentando a españoles, ingleses y franceses, hasta su captura, destierro y muerte en Francia el 7 de abril de 1803.

Tras el fallecimiento de Louverture, los franceses nunca consiguieron restablecer la esclavitud en la isla, y el 1 de enero de 1804 un nuevo líder, Jean-Jacques Dessalines, proclamó la independencia del país al que rebautizó con su nombre aborigen, Haití, el primer país liberado de América Latina y el Caribe.

La fundación del Estado Sionista de Israel

La fundación del Estado Sionista de Israel

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El establecimiento de Israel como país sirve como cumplimiento de un viejo sueño del sionismo de fines del siglo XIX del “pueblo judío”, que se intensificó después del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, no se produce la creación del estado palestino y los vecinos árabes, que no reconocen a Israel, inician la lucha por la autodeterminación nacional de Palestina.

A fines del siglo XIX el nacionalismo romántico conservador también se metió en los intereses burgueses y elitistas de la amplia comunidad judía de Europa. En 1896 el húngaro Theodor Herzl escribió  Der Judenstaat, y lo publicó en Viena y Berlín. Buscaba una “tierra para la comunidad judía de la diáspora” y realizar el sueño del “estado judío” casi mesiánico. Según la tradición bíblica, Sión es uno de los nombres de Jerusalén, y para el antiguo profeta hebreo Isaías es el lugar donde el Mesías liberará al pueblo de Dios de la opresión. Un austríaco judío llamado Nathan Birnhaum, nacionalista ultraxenófobo y antimusulmán, ya había señalado en 1890 al sionismo como el término para llamar a la “autoemancipación” de los judíos. Su movimiento estudiantil llamado Kadima, ya proclamaba que en la Palestina bajo dominio turco otomano hay que fundar el Eretz Israel, es decir, un estado judío como quería Isaías. Pedro eso va en contra de las tradiciones religiosas mesiánicas y que no estaban de acuerdo con el sionismo, al cual veían secularizado, ateo y lejano a la Torá.

Los sionistas hicieron lobby en Gran Bretaña, el imperialismo del momento a fines del siglo XIX, para contrarrestar al imperio turco otomano. Se pensó en establecer un estado judío en Uganda, Madagascar, Argentina y Armenia, pero ganó fuerza la idea de fundar uno en la Palestina histórica. Vino la Primera Guerra Mundial y los turcos otomanos se derrumbaron. Los británicos apoyaron a los árabes nacionalistas antiotomanos en Arabia, Jordania e Irak, pero también a grupos palestinos. Pero llegaron los sionistas y en 1917 sacaron la Declaración Balfour, que le daba la razón con la creación del estado judío en la Palestina histórica. Luego de la Segunda Guerra Mundial se intensificó la inmigración judía desde Europa a la Palestina histórica y los árabes palestinos vieron como se estaban robando sus tierras ancestrales.

Cien mil inmigrantes israelíes llegaron en los siguientes años tras la Declaración de Balfour. Luego de la derrota de los turcos otomanos en la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918), este documento fue respaldado por las potencias aliadas e incluido en 1922 por la Liga de las Naciones (organismo que antecedió a la ONU) en el “Mandato Británico sobre Palestina”. El 29 de noviembre de 1947, tras la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea General de la recién establecida ONU adoptó la resolución 181, en la que aprueba el plan de división de Palestina en un estado palestino y otro israelí para más tardar el 1º de octubre de 1948. De esta forma se puso fin al “Mandato Británico”. Así era la sivisión de la ONU: El 55 por ciento del territorio para un Estado israelí y el 45 por ciento para un Estado árabe palestino, con la ciudad de Jerusalén (Al-Quds) bajo gestión internacional.

Resistencia y pueblada palestina contra Israel sionista.

Esta división era solo una recomendación y no era de cumplimiento obligatorio, pues nunca fue elevada al Consejo de Seguridad de la ONU, cuyas resoluciones son las únicas de carácter vinculante. Además, en ese momento la ONU estaba conformada por 57 países (actualmente tiene casi 200) y las naciones árabes no aceptaron el plan de partición. Tras el plan de división de la ONU, se desató la violencia contra el pueblo palestino y llegaron a ese territorio inmigrantes israelíes de todas partes del mundo, especialmente de Europa. Entre 1948 y 1949 se forzó el éxodo de 800.000 palestinos: 400.000 desalojados de la zona demarcada para el estado israelí y otros 400.000 expulsados de tierras arrebatas al Estado palestino. Más de 400 ciudades y pueblos fueron destruidos Israel entre 1948 y 1950. Además, arrebataron alrededor de 4.244.776 acres de tierra a los palestinos.

El ideal sionista mítico de un “país sin un pueblo para un pueblo sin país” no generó ningún tipo de “antisemitismo” y ni siquiera “antijudaismo” entre los árabes palestinos y los intereses de las naciones musulmanas que surgían luego de la caída del Imperio Otomano y la descolonización franco británica en el Oriente Medio. La idea de del sionismo de crear un estado judío con una supremacía y un gobierno judío en un lugar que ya había otra forma de organización y, más aún, otra población fue todo un proyecto nacionalista del tipo occidental colonial. El sionismo se basaba en una visión colonialista del mundo, en la que no importaban los derechos de los habitantes indígenas. La oposición de los árabes al sionismo no estaba basada en el antisemitismo, sino en un temor totalmente razonable al desposeimiento. Un temor a una historia construida, a una identidad nacionalista inventada y fabricada, a una gran distorsión del pasado.

Israel sigue siendo la víctima “histórica” principal de forma automática. ¿Por qué? Por la historia de un pueblo que forjó una fe y al cual se le prometió una tierra de la boca de un tal dios llamado Yahvé. Eso dicen los voceros del sionismo judío y hasta dirigentes occidentales realmente fundamentalistas que creen en el relato bíblico hebreo de la promesa de Yahvé a Abraham y a Moisés, o del apogeo del reino de David sobre las tierras palestinas y más allá… El mundo más o menos informado puede advertir que se trata de una de las tantas secuencias del horror étnico religioso que vive la región de Palestina. Allí el gran público, gracias a la visión del mediocentrismo universal, cree que existe una lucha milenaria entre judíos y musulmanes, entre dos religiones monoteístas que se disputan la Tierra Santa tanto para la Biblia como para el Corán.

En fin, un estado llamado Israel, que se presenta como la gran víctima, ofrecen un crudo panorama de guerra sin fin. La imagen distorsionada del conflicto palestino se confunde con varias concepciones polémicas y controvertidas que renacen en el vocabulario de los periódicos, artículos, ensayos y libros sobre el tema en cuestión. Nos referimos a las dramáticas reivindicaciones de “antisemitismo”, de la “judeofobia”, del Holocausto, y, por otra parte, a volver a examinar temas tan sensibles como el genocidio, el racismo y la segregación racial todavía presente en la mentalidad de muchas personas en la actualidad.

Los palestinos árabes cristianos siempre apoyando la causa nacional contra el sionismo.

Pero no debemos olvidar esta fecha del 15 de mayo de 1948 inició el éxodo forzado del pueblo palestino, como consecuencia de la creación del estado sionista de Israel. Cada año se recuerda el Día de la Nakba o de la catástrofe con protestas y marchas en Palestina y otras partes del mundo. Como señalamos antes, el sionismo de Israel expulsó a más de 800.000 palestinos de sus hogares, asesinó a 13.0000 y destruyó más de 500 aldeas y localidades. El 70 por ciento de los palestinos despojados de sus tierras se convirtieron en refugiados en otros países y el resto en desplazados internos.

Prohibido olvidar, porque actualmente, los más de 800.000 pasaron a ser más de cinco millones de refugiados palestinos a quienes se les impide retornar a sus tierras, de acuerdo a la ONU. De los 60 millones de refugiados en el mundo, los palestinos representan un 44 por ciento de la cifra. En la Franja de Gaza, viven 1,2 millones de refugiados palestinos, donde son víctimas de un bloqueo por tierra, mar y aire, por parte de Israel desde 2007, que ha dejado como consecuencia una grave crisis humanitaria. Los palestinos en Cisjordania son más de 750.000 y viven rodeados de muros, colonias y puestos militares israelíes. Sufren la continua apropiación de sus tierras, la demolición de sus hogares e infraestructuras, así como una restricción sistemática a su libertad de movimiento. Más de dos millones de refugiados palestinos viven en Jordania, donde cuentan con mayor seguridad que en otros países, gracias a las operaciones de la “Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio” (UNRWA, por su sigla en inglés). Otro medio millón vive en Siria. Aquí lograron derechos civiles, sociales y económicos desde su llegada en 1948, pero la guerra en este país, que inició en 2011, ha deteriorado su situación. Alrededor de 174.422 refugiados palestinos han huido a Líbano, según un censo realizado en 2017. En este país no tienen acceso a los servicios sociales púbicos.

Hoy, una vez más, el genocida estado de Israel sigue reprimiendo, repartiendo genocidio, y el Al Nakba continúa. Los pueblos del mundo deben solidarizarse con la causa palestina, porque también es una causa global contra la opresión imperialista.

Ilustración de portada: @diego.block

Mayo francés

Mayo francés

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Desde 1959 gobernaba el presidente Charles de Gaulle, héroe de la resistencia francesa antifascista y una de las figuras más prominentes del llamado “europeísmo” de tiempos de Guerra Fría. Se presentaba como un refundador de la nación francesa y coqueteó con sendos discursos antiyanquis en contra de la OTAN, los inicios de la guerra de Vietnam y a favor de la independencia de Europa Occidental en el mundo bipolar. Si bien estaba algo a favor del proceso de descolonización de África, apoyó la guerra contra los patriotas argelinos y no le gustaba nada aquello del surgimiento de movimientos guerrilleros de liberación nacional en algunos países subsaharianos, ya que su idea era patrocinar a líderes moderados y bien “afrancesados”. De Gaulle se vanagloriaba que su Francia estaba viva y que era un ejemplo de autodeterminación en Occidente. Pero no era tan así…

Marx siempre presente en las luchas y en este caso entre la juventud del Mayo Francés de 1968

Francia era uno de los países con una de las fuerzas estudiantiles universitarias más importantes y contaba con el influyente Partido Comunista Francés (PCF). Además, su clase obrera, distribuida en diversos gremios de lucha, no era para nada inquieta y no le alcanzaba con el “estado de bienestar” al estilo francés. Las patronales seguían abusando de sus obreros, en las universidades el autoritarismo de las derechas estaba presente y había unas capas medias empobrecidas que no se fiaban del orgullo nacional galo que proclamaba Charles de Gaulle. Los círculos intelectuales estaban siempre activos y veían con muy buenos ojos los acontecimientos del mundo de Guerra Fría, sobre todo aquellos que provenían de la República Popular China, de la Revolución Cubana de 1959, de las ideas anticolonialistas de un Frantz Fanon, del movimiento antibélico estadounidense y de una “nueva izquierda” que se salía de los parámetros del PCF y los sindicatos tradicionales.

Ahora bien, la utopía juvenil de cambiarlo todo protagonizó el chispazo que le movió el piso al régimen orgulloso gaullista. La generación de la segunda posguerra se expresó al calor de una era de tumultuosos hechos. La crisis de mayo de 1968 en Francia surge al término de una década de prosperidad económica sin precedentes. Sin embargo, había un grave deterioro de la situación económica de hace unos años. El número de desempleados aumentaba de forma notoria, y al empezar 1968 ya eran 500.000. La juventud se veía particularmente afectada, y las circunstancias habían llevado el gobierno a crear en 1967 la ANPE (Agencia Nacional para el Empleo). La crisis industrial amenazaba ya a muchos sectores, y la larga huelga de los mineros de 1963 había sido muestra del profundo malestar de la minería francesa ante un declive imparable. En 1968, dos millones de trabajadores cobraban el SMIG (Salario Mínimo Interprofesional Mínimo Garantizado) y se sentían excluidos de la prosperidad del “estado de bienestar”. Los sueldos reales empezaban a bajar y crecía la preocupación por las condiciones de trabajo. En las afueras de las grandes urbes, unas extensas barriadas irregulares, los bidonvilles, se habían extendido desde mediados de la década de 1950. El más poblado, el de Nanterre, alcanzaba los 14.000 habitantes en 1965 y se encontraba justo enfrente de la universidad donde iban a surgir los primeros movimientos estudiantiles rebeldes.​

El Mayo Francés buscó también derrumbar al capitalismo.

El año 1968 se inició con la “ofensiva del Têt” de febrero en Vietnam que se unió con un ascenso estudiantil (la primera ocupación de un campus comenzó ese año con tres negros fusilados por la policía) y juvenil contra la guerra de Indochina y al movimiento contra el racismo en Estados Unidos; el movimiento estudiantil en México que terminará con una gran represión, la “masacre de Tlatelolco”; el ascenso obrero italiano; y las influencias de los discursos de Mao Tse Tung y el legado antiimperialista de un Che Guevara que había sido asesinado en Bolivia el 9 de octubre de 1967. Pero las fuerzas izquierdistas francesas venían luchando contra la guerra colonial y sanguinaria sobre el pueblo de Argelia y también organizaban comité de solidaridad con los pueblos de Vietnam, Laos y Camboya. Se solidarizaban con las luchas de los afroestadounidenses y leían los discursos de Fidel y el Che, el Libro Rojo de Mao y revisitaban a Lenin, Trotsky, Gramsci, Sartre, Levis Strauss y Maurice Godelier.

La sociedad de consumo francesa empezó a ser cuestionada. Cada vez más influida por los medios masivos de comunicación (mass media), esta “sociedad plástica” no era viable para la juventud. Es además en los años del decenio de 1960 cuando los jóvenes se convierten en una categoría socio-cultural logrando su reconocimiento como un actor social que establece procesos de adscripción y diferenciación entre sus opciones y las de los adultos. Estos procesos se desarrollan a través de las “subculturas juveniles” nacidas a partir de finales de los años del decenio de 1950, dentro de “movimientos contraculturales” como la cultura underground y los movimientos beatnik y hippie. Esta juventud tenía sus propios ídolos musicales como los Beatles, Rolling Stones, cantautores como Bob Dylan y Léo Ferré, entre otros. Muchos de estos movimientos cuestionaron y criticaron el estilo de vida plástico ofrecido por el mercado de consumo y la organización capitalista de la posguerra en Occidente. Y aparecieron en Francia de 1968 las consignas poético-revolucionarias como “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, “prohibido prohibir”, “Nosotros somos el poder”, “¡Haz el amor y no la guerra!”, “La imaginación al poder”, que se continúan leyendo en las remeras de los adolescentes, en las paredes, en periódicos de izquierda, en postales callejeras.

En busca de la Universidad Popular en el Mayo Francés.

El 3 de mayo de 1968 estudiantes de la periférica Universidad de Nanterre, ubicada a 11 kilómetros de París y en el corazón de un barrio obrero, se movilizaron hacia la Universidad de La Sorbona, la más prestigiosa de Francia. Meses antes, en Nanterre y en respuesta al arresto de manifestantes que se oponían a la guerra de Vietnam, un grupo de estudiantes tomó la torre central de la Universidad y presentó un petitorio que incluía tanto reformas educativas como transformaciones políticas. Nacía de esta manera el “Movimiento 22 de marzo”. El rector decidió cerrar el establecimiento y sancionar mediante juicio disciplinario a “los revoltosos”. Ante los hechos, los jóvenes trasladaron la protesta a La Sorbona y de la Sorbona a las calles parisinas. Guy Debord, Cohn-Bendit, Viénet, René Driesel, Raoul Vaneigem o Mustapha Khayati fueron algunos de los referentes que arengaban: “La humanidad será feliz cuando el último burócrata sea colgado con las tripas del último capitalista”.

Para el 6 de mayo las calles de París eran un campo de lucha. Más de 400 estudiantes se encontraban acuartelados dentro de La Sorbona y otro tanto alrededor de la Universidad resistiendo la entrada de la policía a la institución. El presidente Charles de Gaulle declaró el estado de sitio y las riñas con las fuerzas de seguridad se tornaron minuto a minutos más violentas. La noche del 10 de mayo ocurrió uno de los episodios más recordados, la noche de las barricadas en el Barrio Latino. Las fuerzas especiales de la Compañía Republicana de Seguridad reprimieron en forma violenta y los estudiantes respondieron con adoquines, que se convirtieron en un ícono de aquellas revuetas. Las centrales obreras y sindicales se habían mantenido al margen hasta el 13 de mayo cuando convocaron a una huelga general. Representantes del PCF y del Partido Socialista (PSF) salieron a las calles. Pararon los trenes, las fábricas, los aeropuertos, las industrias. Hasta ese momento, no había precedentes de huelgas tan masivas. ¡Nueve millones de obreros en huelga!

Represión policial en el Mayo Francés.

Aquella gran movilización estudiantil se extendió durante los meses de mayo y junio. Luego de casi un mes de protestas y huelgas, el 27 de mayo las centrales obreras firmaron los “Acuerdos de Grenelle”, donde acordaron un aumento salarial del 35%, la reducción de la jornada de trabajo, y más días de vacaciones, entre otras conquistas. La Sorbona se mantuvo ocupada hasta el 16 de junio de 1968. Durante esas semanas millones de personas se movilizaron dejando un saldo de siete muertos y centenares de heridos. De a poco, y paradójicamente, la consigna “vuelta a la normalidad” sería casi un hecho. Charles De Gaulle llamó a elecciones anticipadas para el 30 de junio de 1968. Su partido, la Unión por la Defensa de la República (UDR), salió victorioso y George Pompidou, quién había sido su primer ministro durante la revuelta, asumió la conducción.

En fin, el Mayo Francés tuvo su fama porque puso en jaque a uno de los países más influyentes del escenario occidental. Pero tuvo sus repercusiones. Se sumó a la lista de esa era de la Guerra Fría donde la juventud se unió a la lucha obrera en varias ciudades del mundo. Mientras las guerrillas en África, Indochina y América Latina luchaban, los jóvenes urbanos fueron la chispa en Occidente para denunciar al capitalismo. La clase obrera no quedó al margen y acompañó a esa movida estudiantil. Desde París a Berlín Occidental, pasando por Roma y Viena, hasta Buenos Aires, Córdoba, Tokio y Estambul, las luchas estudiantiles y obreras hicieron de las suyas en esos años de fines del decenio de 1960. Las diversas reivindicaciones que abarcaban desde mayores libertades sexuales, educación igualitaria, movimientos antibélicos, feministas, ecologistas, se planteaban ante todo conquistas en el ámbito social y cultural, aunque partían de la certeza de que “todo es político”.

Toda una pueblada en el Mayo Francés.

El principio de de 1968 es, en realidad y ante todo, una revuelta por la vida cotidiana, la música, la relación entre hombres y mujeres, la vida, la sexualidad, la liberación. Luego, le siguieron otros reclamos que proclamaban por una mayor libertad sexual, incluso pocos años más tarde, en enero de 1975, Francia promulgó la ley de despenalización del aborto. La llegada de un feminismo renovado ( y no tan “sovietizado” como decían) fue con fuerza. Las nuevas relaciones hombre-mujer, la anticoncepción, el reconocimiento de la interrupción voluntaria del embarazo como último medio de escoger libremente cuántos hijos quiere tener una mujer y cuándo los quiere tener fueron banderas muy significativas. Algunos hablan de que en Occidente, a raíz del Mayo Francés de 1968, llegó una “nueva izquierda”, alejada del catalogado “dogmatismo” de la URSS y de los viejos partidos comunista y socialista de los tiempos de 1917-1945, que no atraían a las juventudes del decenio de 1960.

Pero la utopía fue lo que impactó en las luchas del Mayo Francés. El romanticismo juvenil contestatario, las barricadas obrero-estudiantiles, las marchas masivas muy coloridas y nuevas formas de insurgencias urbanas que aún perduran en las batallas de hoy. No se logró derrumbar al orden burgués, pero los ecos del Mayo Francés aún resuenan. Su legado está, aunque el posmodernismo lo haya contaminado de más burguesía superficial. Sólo queda seguir levantando las banderas rebeldes, antiburguesas y revolucionarias de muchos que en aquel 1968 no dudaron en declararle a la guerra clasista al capitalismo.

Hasta la victoria siempre, Alcira

Hasta la victoria siempre, Alcira

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“Amigos y amigas queremos comunicar la triste y dolorosa noticia que nuestra querida Alcira Argumedo acaba de fallecer, en paz y rodeada de afecto”, comunicaron personas cercanas a la dirigente política para dar a conocer la triste noticia. “Sus familiares agradecemos profundamente las muestras de solidaridad y cariño”, dijeron desde el entorno de la reconocida socióloga y docente.

Nacida en Rosario, Santa Fe, en 1940, fue colaboradora del cineasta y dirigente político Fernando “Pino” Solanas en la reconocida película “La hora de los hornos” y también encabezó la investigación para dar luz a aclamados documentales como “Memoria del saqueo” (2004) y “La dignidad de los nadies”.

En la década de 1970 se comprometió con la lucha social y popular en Argentina. Entre 1973 y 1974 fue secretaria de Cultura de la Provincia de Buenos Aires. Producto del golpe de 1976, Argumedo tuvo que exiliarse en México, donde asesoró al escritor colombiano Gabriel García Márquez en el debate de la UNESCO. Luego del final de la dictadura cívico-militar-eclesiática, Alcira decidió seguir con sus estudios y regresó a la Argentina, donde obtuvo el doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. En la UBA trabajó como docente hasta su muerte.

Junto a Solanas también fundó Movimiento Proyecto Sur en 2007, partido que la catapultó a la Cámara Baja en 2009, lugar para el cual volvería a ser electa en 2013 hasta 2017. Alcira siempre fue una militante, proclamando sin tapujos su lucha por la soberanía y una Patria justa. Estaba en los debates para defender los intereses de la Nación. No se callaba nada. Enseñaba y reflexionaba sobre el país, la Patria Grande y hasta impulsaba que se conocieran ideas interesantes como la del erudito senegalés Cheik Anta Diop, reivindicando el antieurocentrismo.

Una gran pérdida. Siempre presente estarán sus luchas, sus reflexiones, sus enseñanzas y su firme defensa sin obsecuencias en pos de un proyecto patriótico y soberano para Argentina.

Hasta la victoria siempre querida Alcira.

Afganistán y la olvidada Revolución Socialista de 1978

Afganistán y la olvidada Revolución Socialista de 1978

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Afganistán es un país que siempre ha sido caracterizado como “indomable”. Se dice que resistió a los ejércitos del macedonio Alejandro Magno, que no pudo ser invadido por grandes imperios antiguos. Pero desde el siglo VII  sus diversos pueblos montañeses y rurales no pudieron resistir a la islamización, y pronto surgieron ramas sunna y shiíes por el país. Luego emergieron diversos estados islámicos hasta que en el siglo XIX Afganistán estaba presionado por el imperio de los persas de los Shah y el imperialismo británico que molestaba desde el Indostán. También la Rusia de los Zares quería tener influencia sobre los afganos desde el norte.

Luego de intensas guerras contra las intenciones imperialistas de Gran Bretaña, los afganos lograron ser independientes. Y se proclamó la independencia, y se consagró el pleno reconocimiento de la soberanía de Afganistán con el armisticio de Rawalpindi (8 de agosto de 1919) y el importante tratado de Kabul (22 de noviembre de 1921). El líder independentista Aman Allah Khan inició la modernización del país: se promulgó una constitución (1922) y un código administrativo (1923); se dio comienzo de la instrucción femenina (1924) y luego se proclamó una nueva constitución (1928). Khan viaja a Europa y se hace coronar rey. La reacción conservadora no tardó mucho. El soberano fue derrocado, y un aventurero, Habib Allah Khan, ejerció durante seis meses una sangrienta dictadura.

Nadir Shah, pariente de Aman Allah Khan, elimina al usurpador y se hace proclamar rey en 1929. Instruido por la experiencia, reemprendió con prudencia las reformas, pero fue asesinado en 1933. Le sucedió su hijo Mohammed Zahir Shah, quien hizo que su país entrara en la Sociedad de Naciones (1934) y abrió progresivamente el país a la influencia exterior.

Zahir se mantuvo al margen de la Segunda Guerra Mundial y en los primeros tiempos de la Guerra Fría quiso convertirse en un campeón del no alineamiento. Bajo su reino “progresista” se firmaron tratados de amistad con Estados Unidos, Alemania Federal, Gran Bretaña y la Unión Soviética. También estaba en buenas amistades con el Shah de Persia. Hubo roces fronterizos con Pakistán. Resueltos los problemas exteriores, Zahir dio una nueva prueba de voluntad reformadora al hacer aprobar, en 1964, por la Asamblea Constituyente, una nueva constitución y al estimular la escolarización de las mujeres, a las que en 1959 se había concedido el derecho de no llevar velo. Todo esto generó un revuelo en los mullah del interior rural del país, que querían impulsar la Sharía islámica.

Mujamad Najibullah, hombre fuerte de la Revolución Afgana

Al mismo tiempo surgieron diversos movimientos revolucionarios e izquierdistas, que recibían apoyo de la Unión Soviética. Mucho de sus líderes eran admiradores de Lenin y también de la Revolución Cubana de 1959 y del Che. En 1965 se creó por un grupo de intelectuales de Kabul, la capital afgana,, del Partido Democrático del Pueblo (PDP), una escisión dentro del partido gobernante, que acabó por dividirse, en 1967, en dos partidos, el Khalq y el Parcham, que se enfrentaron violentamente en movimientos de agitación estudiantil (1969), dando como resultado un parlamento incapaz de legislar.

Además, en 1970 y 1971, las cosechas fueron catastróficas y el hambre asoló el país. Esto provocó un cambio de gobierno, aunque la inestabilidad continuó. También hubo enfrentamientos entre las etnias rurales del país. Los conservadores musulmanes del campo declararon la Yihad bélica contra los “ateos comunistas”. Afganistán, desde hace tiempo, era un crisol de etnias y lenguas. Al estar en un cruce de caminos de múltiples rutas comerciales e imperios, la cultura afgana es rica y multilingüe, con herencias de todas las etnias y pueblos que arribaron a su territorio, donde el islam tiene una importancia predominante, pero hay influencias budistas y nómadas. La mayoría de afganos (cerca del 99 por ciento) son musulmanes, de los cuales el 80 % son sunna y solo el 19 % son shiíes. Existe una pequeña minoría de sikhs en la nación. La población de Afganistán está dividida en un gran número de grupos étnicos. Más del 40 % es de la etnia pashtún; el 30 % es de la etnia de los tayikos; el 10 % pertenece a la de los antiguos hazaras. Los idiomas oficiales de Afganistán son el persa afgano o dari (“persa afgano”), hablado por el 50 % de la población, y el pashtún (en inglés, Pashtun), hablado por el 35 % de la población.​ Otras lenguas incluyen idiomas turcos, entre ellos, el uzbeko y el turcomano (este último, hablado por el 10 % de los habitantes), así como 30 lenguas menores.

Bajo todo este panorama, se estaba gestando una conflictividad social. En Kabul los comunistas estaban liderando las protestas y los mullah estaban fundando pequeños emiratos islámicos para resistir a los “modernizadores ateos”. El 16 y 17 de julio de 1973, un golpe de estado militar, dirigido por Sardar Muhammad Daud, primo y cuñado del rey, y apoyado por los dos partidos de la oposición derrocó a Zahir, quien salió hacia el exilio hacia Roma. Fue proclamada una república, con promesas más progresistas. Pero la reforma agraria que obtuvo poco apoyo y el autoritarismo del presidente condujo al derrocamiento de este en abril de 1978. Empezó la Revolución de Saur.

Dirigida por el PDP de Afganistán contra el mandato de Daud, esta Revolución estaba dispuesta a radicalizarlo todo.  Saur es el nombre del segundo mes del año en el calendario persa utilizado en Afganistán. Pero los revolucionarios de Kabul adoptaron el calendario gregoriano para demostrar que eran herederos de Lenin. Al tomar el poder, los comunistas enfrentaban un difícil panorama. En 1979 en Afganistán alrededor del 97% de las mujeres y del 90% de los hombres eran analfabetos; alrededor del 5% de los propietarios poseían más del 50% de las tierras fértiles;​ sobre 17 millones de habitantes había 35 mil obreros pero 250 mil mullah; escasas industrias y carreteras; la esperanza de vida era de 42 años, la mortalidad infantil era la más alta del mundo; la mitad de la población sufría tuberculosis, una cuarta parte malaria, etc.​

La Revolución Afgana de 1978 le dió derechos sociales y civiles a las mujeres frente al conservadurismo Islámico del país.

Lo singular del comunismo afgano es que tenía sus seguidores entre las filas de las fuerzas armadas, que venían recibiendo mucho asesoramiento militar de la Unión Soviética en tiempos de Daud. Una alianza cívico-militar hizo fuerte a los comunistas afganos. En la noche del 27 al 28 de abril de 1979 unidades militares irrumpieron en el palacio presidencial, en el corazón de Kabul. Con la ayuda de la fuerza aérea las tropas sublevadas vencieron la resistencia de la Guardia Presidencial. Daud murió durante el ataque. El coronel Abdul Qadir tomó el mando del país, hasta el día 30 de abril, cuando se lo traspasó voluntariamente al imponente líder comunista Muhammad Taraki. Cientos de miles de personas festejaron en las calles la victoria de la Revolución de Abril.

A los revolucionarios comunistas afganos no se les hizo fácil. Luchas internas (y étnicas) llegaron al poder nuevo de Kabul. Taraki fue asesinado. Le sucedió Hafizullah Amin. Este líder hizo que el Consejo Revolucionario le nombrara presidente y también se convirtió en líder del PDPA. Fue uno de los primeros que expuso la idea de la necesidad de una intervención soviética en Afganistán ante la presión de los mullah del campo. A Amín se le estaba escapando la situación crítica de las manos y buscó romper con Moscú. Se lo acusó de ser agente de la CIA y fue asesinado. Por Radio Kabul se informó que era decisión del Consejo Revolucionario, el destituir y condenar a muerte a Amín y llevar a cabo de la pena. Babrak Karmal, el nuevo líder, se dirigió al pueblo con un discurso prosoviético a fines de 1979.

La “Operación Tormenta-333” fue el nombre en clave de la intervención de tropas especiales soviéticas que el 27 de diciembre de 1979 llegaron a Afganistán para apoyar al nuevo gobierno comunista de Karmal. Este gobernó hasta 1986, y luego vino el hombre fuerte del gobierno comunista afgano Muhammad Najibullah, que lideró el país hasta 1992. En los Juegos Olímpicos de 1980, celebrados en Moscú, casi 60 países se negaron a presentarse a raíz del conflicto. Cuatro años después los países comunistas harían lo mismo en los Juegos Olímpicos celebrados en Los Ángeles en 1984.

La Revolución Afgana nacionalizó toda la economía y con ayuda del bloque soviético instauró un régimen socialista de economía estatal planificada. El nuevo gobierno inició un programa de reformas que eliminó la usura, inició una campaña de alfabetización,​ eliminó el cultivo del opio, legalizó los sindicatos, estableció una ley de salario mínimo y rebajó entre un 20 y un 30 por ciento los precios de artículos de primera necesidad.​ A través de sus sindicatos, los obreros podían concertar contratos colectivos con la administración de las empresas, lo cual permite mejorar las condiciones de vida y trabajo. 

La Unión Soviética 🚩 le dió una gran apoyo a la Revolución Afganadesde diciembre de 1979, cuando envío tropas a defender al país aliado comunista de Asia Central

En cuanto a los derechos de la mujer, el régimen socialista otorgó permiso de no usar velo, abolió la dote, promovió la integración de mujeres al trabajo (245.000 obreras y el 40% de los médicos fueron mujeres) y a la educación (el analfabetismo femenino fue reducido del 98% al 75%, el 60% del profesorado de la Universidad de Kabul eran mujeres, 440.000 mujeres más trabajaban en educación y 80.000 participaban en la campaña de alfabetización),​ así como a la vida política. El Decreto Nº 7 del 17 de octubre de 1978 otorgó a las mujeres iguales derechos que los varones.​ El período de la República Democrática fue en el que más mujeres profesionales hubo en Afganistán.

Inicialmente se separó la religión del Estado, manteniendo la libertad de culto. Posteriormente, se creó un fondo estatal para la reparación y construcción de mezquitas y se anuló la expropiación del excedente de tierras a los clérigos. La constitución provisional de 1980 definía a la República Democrática de Afganistán como “de todo el pueblo musulmán trabajador”. Pero en 1987, el Islam fue restaurado como religión oficial del Estado.

Esta última concesión al Islam local está relacionada con la guerra civil y la intervención soviética en Afganistán. Desde el principio, la república tuvo conflictos con los integristas locales, conocidos como muyahidines. Los “soldados de Dios” llevaron a cabo una guerra de guerrillas y atentados terroristas, mientras recibían armamento y recursos de Estados Unidos, a través de Pakistán (que incluso en algunas ocasiones envió directamente a su Ejército a participar de las batallas) y también de Arabia Saudí, Gran Bretaña e Israel. En los últimos días de 1979 la Unión Soviética entró en el país para ayudar al gobierno, pero se retiraron en 1989 después de nueve años de guerra.

La Revolución siguió hasta 1992, año en que cayó el régimen socialista. Ganaron terreno los aliados islámicos de Occidente. La guerra ha sido reiteradas veces calificada por la prensa norteamericana como “el Vietnam de la Unión Soviética”. La población de Afganistán cayó de 13,41 millones en 1979 a 11,61 millones en 1990 como consecuencia de la violencia de la guerra y la crisis de refugiados. Luego llegaron los talibanes en 1996. Los talibanes irrumpieron en la capital afgana, castrando y asesinando públicamente a Najibullah. Hoy Afganistán es uno de los países más castigados por los pretorianos de Occidente.

Hoxha y el legado socialista olvidado de Albania

Hoxha y el legado socialista olvidado de Albania

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En el marco de la Segunda Guerra Mundial, surgieron movimientos partisanos revolucionarios marxistas en gran parte de Europa Central y los Balcanes, combatiendo de forma heroica contra las fuerzas fascistas. De esos grupos antifacistas surgieron militantes comunistas en Albania, pequeño país del Adriático, que brindó a la humanidad soldados para poner fin a la amenaza hitlerista. Uno de los más destacados fue un tal Enver Hoxha, fervoroso lector de Marx, Engels, Lenin, Stalin y también Mao Tse Tung. Un pequeño Partido Comunista de Albania (PKSH) fue fundado el 8 de noviembre de 1941 y Hoxha, representante de los partisanos que luchaban en tierras serbias, asumió la secretaría general como figura de consenso porque era uno de los pocos miembros con formación en el extranjero.

Henver Hoxha junto a camaradas partisanos de Albania

En septiembre de 1943 los nazis alemanes invaden Albania para detener el avance de los guerrilleros comunistas liderados por Hoxha. Los partisanos albaneses no se rindieron tan fácilmente y con un masivo apoyo de la población rural y de sindicatos obreros de Tirana, capital del país, lograron formar milicias populares. Hoxha coordinó esa acción y PKSH creó un autodenominado “Consejo Antifascista de Liberación Nacional” liderado por él mismo. Los partisanos albaneses tomaron el control de Tirana el 17 de noviembre de 1944 y del resto del país el 29 de noviembre. Antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial, Albania selló un acuerdo por el que Kosovo se integraría en Yugoslavia como provincia autónoma.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación alemana, Albania pasó a ser gobernada por un gobierno controlado por los partisanos locales, dirigidos por Hoxha y Koçi Xoxe. El Consejo Antifascista de Liberación Nacional asumió el gobierno provisional, por lo que Hoxha se convertía en el primer ministro interino. El 11 de enero de 1946 se produjo la proclamación definitiva de la República Popular de Albania, aboliendo el anterior régimen monárquico e instaurando un estado socialista basado en el ejemplo de la vecina República Federativa de Yugoslavia. Hoxha mantuvo tanto el cargo de primer secretario del PKSH como el de primer ministro. Rápidamente, Hoxha no dudó en aplicar los apremiantes postulados marxistas-leninistas para la formación de un gobierno popular. Se decretó una reforma agraria, se expropiaron tierras a los antiguos señores feudales, se nacionalizaron las minas, se estatizó la banca y se confiscaron todas las empresas foráneas. Con ayuda de la Unión Soviética y la Yugoslavia del general Tito se crearon ambiciosos planes quinquenales para tratar de industrializar a uno de los países más agrarios y feudalizados de la Europa balcánica de mediados del siglo XX. El monarca Zog I de Albania, exiliado en Francia, vio como se le prohibía regresar a Tirana bajo pena de muerte.

Después de que Yugoslavia fuese expulsada de la Kominform, Hoxha mejoró las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética de Stalin, del que siempre fue un firme defensor. La alianza convertía a Albania en el socio preferente de los Balcanes y resultó beneficiosa para los planes de industrialización, pues los soviéticos pagaban más por la materia prima y contaban con mejor tecnología. En total invirtieron unos 200 millones de dólares entre 1948 y 1960. A nivel exterior, la República Popular fue admitida en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON) en 1949. Los acuerdos implicaban también la construcción de una base militar submarina en la isla de Sazan, la implantación de las herramientas fiscales soviéticas (entre ellas la planificación quinquenal) y el apoyo fundacional a la cooperación militar del Pacto de Varsovia (1955).

Hoxha junto a Stalin en Moscú

Albania y la URSS mantuvieron una buena sintonía hasta el fallecimiento de Stalin en 1953. El ascenso de Nikita Jrushchov supuso una degradación de las relaciones diplomáticas entre ambos estados. Todo ello le llevó a un acercamiento con la República Popular China, abiertamente enfrentada con Jrushchov, así como a denunciar lo que él consideraba “prácticas revisionistas”. Hoxha vio con buenos ojos también a la República Popular Democrática de Corea y simpatizó con la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro. Aunque el mandatario aplaudió el derrocamiento de Jrushchov en 1964, las tensiones continuaron con Leonid Brézhnev,​ Albania llegaría a condenar tanto la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia (1968) como “la doctrina de soberanía limitada”.

Cartel de China maoísta avalando la alianza con la Albania de Hoxha

Hoxha era todo un comunista muy protestón cuando las cosas en el campo socialista de la Guerra Fría se “desviaban”. La histórica visita del mandatario estaodunidense Richard Nixon a China en 1972 supuso un cambio total en la relación sino-albanesa. A partir de ese momento, los chinos comenzaron a exigir un retorno económico por sus ayudas. En 1976 los nuevos dirigentes del Partido Comunista de China pusieron fin a la “teoría de los tres mundos” y retomaron el contacto con Yugoslavia, a lo que Hoxha respondió llamándoles “renegados de Stalin”.​ La ruptura sino-albanesa quedó confirmada en 1978.

Hoxha junto a Mao Tse Tung en Pekín.

Desde entonces, Albania intentó imitar a las ideas de “autarquía socialista” de los norcoreanos y hasta buscó aplicar las medidas de los “estímulos morales” en el trabajo que propiciaba el Che Guevara en Cuba cuando era ministro de industrias. Hoxha apoyó la idea del trabajo voluntario y movilizó a toda Albania para crear escuelas, hospitales, carreteras, viviendas, cuarteles militares, parques de diversión y facultades universitarias en Tirana y en otras ciudades del país. En materia cultural, estatizó a todo el sistema educativo y al de salud, imitando el sistema de los cubanos. También se cerraron iglesias cristianas, mezquistas musulmanes y todo centro privado de tertulias intelectualoides. ​ Otro aspecto relevante de las medidas de Hoxha fue el “ateísmo de Estado”, establecido mediante un decreto ley de 1967. Antes de la llegada del comunismo, Albania era un país mayoritariamente musulmán, tribal y marcado por tradiciones feudales que Hoxha juzgaba como un peligro para la integridad nacional. Si bien  había liberta de culto, este tenía que ser “privado y familiar”.

Hoxha junto al líder norcoreano Kim il Sung

Hoxha fue partidario del no alineamiento total en el Tercer Mundo. Con ayuda norcoreana, cubana y vietnamita, Albania comunista logró índices de desarrollo humano similares a su vecina Italia capitalista. Se alfabetizó a más del 90 % de la población y las mujeres lograron derechos civiles, al abolir a las viejas tradiciones feudales patriarcales de la era precomunista. Bajo la dirección del Partido del Trabajo de Albania, Hoxha trató de crear una identidad nacional antiimperilaista única en los Balcanes. El nivel del vida de los albaneses creció bajo el socialismo y los derechos a la salud, al trabajo formal, a la vivienda, a los seguros sociales, a jubilaciones bien pagas, a las vacaciones de los obreros y a la despenalización del aborto entre las mujeres fueron totalmente garantizados en tiempos de Hoxha. Y hasta dejó un legado ideológico propio. Luego de su ruptura con la URSS, varias organizaciones internacionales se declararon “hoxhaístas”, que ha calado fondo en algunas facciones izquierdistas de Italia, España y Francia en los últimos 30 años.

El Che reunido con una delegación enviada por Hoxha a Cuba

Hoxha falleció el 11 de abril de 1985 y su funeral fue de estado y muy llorado por la población albanesa. Hoxha fue enterrado con honores en el cementerio nacional de los Mártires de Albania, donde permanecería hasta 1992. Tras su muerte, no faltaron los traidores al comunismo albanés que en 1991 se entregaron al capitalismo, la democracia burguesa multipartidista y el modo de vida occidental. El sistema económico de Albania ha cambiado por completo desde la muerte de Hoxha. Los sucesores de Hoxha iniciaron reformas estructurales para modificar la economía centralizada, y desde los años 1990 se han encaminado a un sistema capitalista equiparable al resto de Europa, con privatizaciones en la industria y la agricultura, control de déficit y una reforma completa del sector financiero. Llegaron tecnócratas del Banco Mundial, del FMI, de bancos de Alemania, Francia, Italia y España, como así también muchos diplomáticos y asesores militares de Estados Unidos.

Gracias al capitalismo invasor, Albania fue convertida en el país más empobrecido de Europa. Con Hoxha era el más desarrollado de la región socialista de los Balcanes. Aún persisten grupos que siguen levantando las banderas de Hoxha en Albania, pero están muy fragmentados y sumidos en los internismos occidentaloides posmodernos. Hoxha dejó el legado de una Patria Socialista y Popular que algún día retomará su curso.

Hoxha siempre fue un admirador de Stalin

Fuentes:
https://www.youtube.com/watch?v=xlYds21MRuI
https://www.youtube.com/watch?v=pO0XK4UCNW4
https://www.youtube.com/watch?v=fbXN99qxv7M

El sur es nuestro norte

El sur es nuestro norte

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Hace 39 años, el 2 de abril de 1982, el gobierno de facto encabezado por el teniente general Leopoldo Galtieri intentaba recuperar las Islas Malvinas, ocupadas por el Reino Unido desde 1833 y convertidas desde entonces en un gran centro geopolítico y económico al que, hasta la aprobación del Brexit, intentaron incluir como territorio extra continental en la constitución de la Unión Europea.

Los genocidas entreguistas decidieron abrir esa herida para cubrir su plan de miseria planificada y saqueo de nuestros bienes comunes, y para continuar con el genocidio de les miles de compañeres que luchaban por una patria más justa y soberana. Así, buscaban perpetuarse en el poder.

El Gobierno, que se enfrentaba a uno de los ejércitos más poderosos del mundo, envió a las islas a nuestros pibes y pibas, que le pusieron el hombro a la defensa de nuestra patria. En la guerra, murieron 649 argentinos en tan solo 70 días. Ese hito marcó el principio del fin de la dictadura más cruenta del continente, agobiada por las protestas sociales y las presiones internacionales en torno a la violación de los derechos humanos.

Desde que retomamos la democracia, la Argentina continúa reclamando la soberanía sobre las Islas. De hecho, la Constitución Nacional, en su reforma vigente desde el año 1994, expresa en su Disposición Transitoria Primera que “la Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”

La cuestión Malvinas ha sido calificada por la Organización de Naciones Unidas como “un caso de descolonización especial y particular,  donde subyace una disputa de soberanía y por ende, a diferencia de los casos coloniales tradicionales, no resulta aplicable el principio de libre determinación de los pueblos”.

El 16 de diciembre de 1965, la Asamblea General adoptó la resolución 2065, a través de la cual reconocía la existencia de una disputa de soberanía entre Argentina y Reino Unido e invitaba a ambos países a entablar negociaciones para encontrar una solución pacífica y definitiva a la controversia, teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas. Desde entonces, más de 40 resoluciones de la Asamblea General y del Comité Especial de Descolonización han reiterado este llamado, sin éxito.

La lucha argentina, sin embargo, tuvo su mayor retroceso en 2016, cuando, bajo la presidencia de Mauricio Macri, se firmó el ilegítimo pacto Foradori-Duncan en el que Gran Bretaña y la Argentina acordaban “remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas” cuando es precisamente la negativa del gobierno británico a resolver la disputa de soberanía la verdadera causa de los obstáculos al “crecimiento y el desarrollo sustentable” de esta región del Atlántico Sur.

En este sentido cabe recordar que ni bien asumió como presidente, en diciembre de 2015, Mauricio Macri fue el primer gobernante electo desde el retorno de la democracia que no mencionó la reivindicación del ejercicio de la soberanía por Malvinas en su discurso de asunción en el Congreso Nacional.

No fue un olvido. Fue el comienzo de una estrategia que se extendió a lo largo de todo el gobierno de Cambiemos y que tuvo su segunda demostración en la eliminación de la Secretaría de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación que, desde su creación en el año 2013, había tenido un rol particularmente activo a la hora de potenciar las acciones nacionales y regionales relativas a la defensa de nuestros derechos soberanos.

Hoy, bajo la administración de Alberto Fernández, el reclamo por la soberanía de los territorios argentinos vuelve a transformarse en política de Estado. La importancia estratégica de las Islas Malvinas, Georgias, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes debe permitirnos comprender por qué en el siglo XXI continuamos asistiendo al colonialismo. Si hay voluntad política, entonces encontraremos los caminos para recuperar nuestra integridad territorial.

Ilustración portada: Diego Block

No existe una última marcha

No existe una última marcha

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Hay quienes afirman que cabalga junto a sus compañeros y amigos por los cielos celestes. Hay quienes afirman que fue el último gigante que habitó las tierras de este planeta. Hay quienes lo recuerdan como un estratega, otres como su presidente, y hay quienes sólo ven en él la figura de un educador, de un padre, de un hermano, de un compañero.

Como dice la canción, “los agradecidos te acompañan, cómo anhelaremos tus hazañas, ni la muerte cree que se apoderó de ti”. Su ejemplo, su insistencia, su voluntad de lucha, sus reflexiones, marcaron el camino de millones de personas a lo largo y ancho de este mundo. La revolución se convirtió en hecho bajo su mando; la revolución volvió a vivir entre sus hermanes.

Esta actitud lo llevó a enfrentarse a poderosos de dentro y de fuera, a verle la cara al diablo en más de un combate. Pero por más que las balas pasaran cerca, siempre las supo esquivar para seguir marchando junto a su pueblo, porque la tarea no estaba concluida.

Un caminante que gastó sus suelas llevando la palabra revolución a cada rincón de este planeta donde le tocó estar, cargando sobre sus espaldas una mochila repleta de una humildad y experiencias para convidar y compartir a cualquiera que con él charlara por unos minutos.

Su convicción era de que la humanidad podía cambiar, que podía construirse un mundo más justo donde todes puedan vivir libremente. Pero esa construcción no sólo requería de esfuerzos, no sólo requería de luchas, sino de formación, de educación, de dar el ejemplo en cada acto, de ser siempre solidario con quien padecía una injusticia.

“Hoy no quiero decirte comandante, ni barbudo ni gigante, todo lo que sé de ti. Hoy quiero gritarte padre mío, no te sueltes de mí mano, aún no se andar bien sin ti”

Vivió todo lo que pudo vivir, enseñó todo lo que pudo enseñar, luchó todo lo que pudo luchar y su pueblo así lo recordará. Un ser indescriptible que rompió las fronteras de su pequeña Cuba natal para convertirse en un gigante de este siglo que quedará en la historia, que ya lo absolvió hace rato.

Advirtió en más de una ocasión que la voracidad del capitalismo nos estaba llevando a la destrucción no sólo de la especie humana, sino de todas las especies que habitamos el planeta. Y pocos años después de su paso a la inmortalidad una pandemia global aqueja a los pueblos del mundo como si estuviesen viviendo una guerra permanente y sin cuartel.

Su humanidad y comprensión del momento histórico lo llevaron a formar primero ejércitos de alfabetizadores para que ningún pueblo se quedara sin leer; luego formó ejércitos de médicos y de médicas, millones de brigadistas, de voluntarios y voluntarias que siguiendo su ejemplo fueron y van a luchar donde quiera que se los necesite.

Dicen que en la plaza esta mañana, ya no caben más corceles llegando de otro confín. Una multitud desesperada, de héroes de espaldas aladas que se han dado cita aquí. Y delante de la caravana, lentamente sin jinete, un caballo para ti

Hoy se vuelve innegable que su ejemplo y su lucha son bandera de cientos de pueblos que ocupan las calles bajo el mismo sueño de libertad, sean del país y del continente que sean. Como decía Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.

La revolución es permanente, es un acto cotidiano, diario, pedagógico, formativo y cada acción cuenta porque el enemigo siempre está al acecho esperando un descuido. Este gigante nos enseñó que no hay marcha final para quien por sus actos en vida y sus enseñanzas pasa a formar parte de esa lista de personas que no mueren, pasan a la inmortalidad.

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