Mosaico de un intelectual estético, de barro y biblioteca

Mosaico de un intelectual estético, de barro y biblioteca

TIEMPO DE LECTURA: 11 min.

Gustavo Legardón murió en mayo de 2005 a sus 43 años, producto de un cáncer derivado de su enfermedad de base VIH-Sida. Licenciado en Trabajo Social, intelectual, docente y revolucionario en su concepción del VIH como epidemia de la desigualdad, su vida transcurrió a gran velocidad. Amigos, colegas y compañeros reconstruyen en esta nota, vida y legado de un ícono de lxs trabajadores sociales.

Con los ojos abiertos palpitando su agonía, Gustavo Sergio “Yogui” Legardón murió en el silencio de la habitación hospitalaria del Sudamericano. Sonaba en su mente la frase “Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable… interminable” de la canción “Palabras para Julia”, predilecta en sus clases como docente de la Facultad de Trabajo Social. 

Recordado por su incomodidad y su presencia disruptiva, pensador a la altura de los grandes pero embarrado hasta las rodillas. El concepto de intelectual orgánico hecho carne. Amado y odiado al mismo tiempo. Muy amigo de sus amigos y apegado a su madre hasta el extremo. Ícono de la etapa fundacional de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Luchador por la justicia social y los despojados de la sociedad. Enfermo de sida y entregado a cambiarle la vida a sus hermanos de sangre.

Su vida se apagó en mayo de 2005 a sus 43 años. El legado de Yogui vive en la facultad, en la amplia biblioteca que lo formó, en la remera de la Agrupación Gustavo Legardón, en el recuerdo intacto de todos aquellos que lo cruzaron y no podrían olvidarlo aunque quisieran. No murió solo en el hospital. Lo acompañaban sus amigos que se despertaron a la madrugada en la hora final, los que pelearon con los médicos porque no se permitían acompañantes, los que se enteraron al día siguiente. Abrazado por su familia que nunca lo dejó de llorar. Y vive en el reconocimiento académico, dónde siempre cuesta reconocer en vida a sus hijos pródigos. 

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En una de las inmensas aulas anfiteatradas de la Facultad de Medicina donde cursaban los ingresantes de la Escuela de Trabajo Social en 1984. Una voz ronca le espetó a Claudio Ríos: ¿Qué opinas de la “Comunidad Organizada”?

La pregunta cortó el aire del joven peronista de izquierda que había logrado el ingreso irrestricto de los estudiantes días atrás. 

La curiosidad venía de un jóven que había vivido su primera experiencia militante en el peronismo ortodoxo, en la agrupación Unidad, solidaridad y organización de Tandil. Quizás allí radique la esencia ideológica de lo que sería su trayectoria de vida y el compromiso por la igualdad. 

Ese fue el punto de partida de una larga amistad entre dos militantes entregados a la construcción de su carrera. Ese año, junto a un grupo de compañeros, comenzaron a construir el Centro de Estudiantes de Trabajo Social, armaron el cuerpo de delegados por curso y llamaron a elecciones para octubre. El grupo se dividió por una gran diferencia política: la vinculación de un sector con los nacientes organismos de Derechos Humanos y su intención de participar de las marchas con la bandera “Aparición con vida” de los desaparecidos de la reciente dictadura militar. Esa fragmentación dio origen a la primera agrupación de la Escuela de Trabajo Social. Con la idea de reivindicar el trabajo social latinoamericanista, Yogui, como uno de sus líderes, propuso el nombre “Tupac Amaru” y convenció a todos. Esta agrupación, formada por un componente peronista, trotskista y comunista, se presentó en las elecciones y perdió contra los radicales.

La Escuela de Trabajo Social se convirtió en su lugar en el mundo, en su refugio y su lugar de construcción política. El grupo de compañeros dio pasos fundamentales para que la Escuela Superior de Trabajo Social logre autonomía, reforme su plan de estudios, se normalice y, 10 años después, se convierta en facultad. Yogui no lo llegó a ver pero su participación fue clave para alcanzar ese logro.

“Si había alguien con ideas en esta facultad era él, muchas veces eran ideas muy locas que costaban. Pero fue el primero que trajo en los 90 los movimientos de desocupados, de diversidad, de VIH, siempre fue el que conectó con el afuera de la facultad. Yogui fue fundamental en la construcción de esta facultad”, recuerda Claudio Ríos, docente de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP.

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A caballo de los estragos que provocaba el neoliberalismo a principios de siglo, embanderados en el sexo, las drogas y el rock and roll, Gustavo Legardón y Gaston Melio comienzan a pensar una organización que le da voz a los enfermos de VIH-Sida, a los marginales de lo marginal. 

Así nace A.D.D.H.E.S: Autoconvocados en Defensa de los Derechos Humanos de las personas con VIH-Sida. Empezó siendo un grupo reducido con un sistema de organización asambleario que no dependía de ningún partido político, a tono con el descreimiento en la política institucional de la época. Rápidamente se arman grupos en los barrios platenses que se enteran de boca en boca y se suma gente de otras ciudades. La idea: trabajar el VIH donde lastima con más fiereza, en la pobreza.

Yogui se encargaba del trabajo intelectual en articulación con la Facultad de Trabajo Social. Y Melio organizaba el territorio. Hacían una dupla explosiva. Organizaban seminarios, charlas, piquetes; pateaban puertas de oficinas de cualquier funcionario en pos de conseguir el acceso a los derechos; entregaban mercadería y hacían asambleas todas las semanas para ver cuál era la próxima demanda. 

“No puede ser que se estén peleando por las mandarinas, yo quiero que ustedes sean dirigentes”, les decía Yogui a los compañeros que integraban A.D.D.H.E.S. Él quería que abandonaran el lugar de excluidos, que decidieran sobre la realidad social y política que les había tocado.

En la facultad había un espacio abandonado perteneciente al viejo batallón militar. Un día Gastón lo vió y le comentó a Yogui la idea de transformarlo en el cuarto de A.D.D.H.E.S, una especie de unidad básica para evitar los encuentros a bajas temperaturas que hasta entonces eran en la calle o en el patio de la Facultad. Yogui dijo: ¿Por qué no?, y se puso en marcha la construcción de ese espacio. “A mi se me ocurría una idea y él la potenciaba. Eso era él, no arrugaba a los desafíos.”

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Año 1996: Yogui dirige los cursos de ingreso de la Facultad de Trabajo Social. Se para ante un aula llena de ingresantes y saca un ovillo de lana y se lo da a un estudiante.

Tomá, hablá. Después se lo tenés que pasar a tu compañero.

No reparaba en la vergüenza de un estudiante recién llegado a la Universidad. Incomodaba con sus preguntas, quería que sus estudiantes piensen críticamente. “Te sacaba a la cancha como profesional en formación”, recuerda Elina Contreras, alumna de Gustavo Legardón y actual docente de la Facultad.

Su experiencia como profesor comenzó cuando cursaba tercer año de la carrera en la cátedra III de Trabajo Social, a título de “ayudante estudiante”. A principios de los 90 se graduó como Licenciado en Trabajo Social y comenzó a trabajar en residencias en el centro de salud del barrio Hernández. Ahí se destacó por su trabajo interdisciplinario con la gente, generaba organización, se embanderaba de las luchas que tenían en ese entonces por la falta de agua y se la jugaba todo el tiempo con ellos por el acceso a los derechos. 

En el año 92 volvió a la Facultad para ser docente en la misma cátedra donde había comenzado como ayudante. 

“Cuando lo conocí lo primero que me maravilló fue su trabajo comunitario como referente de prácticas en el barrio Hernández, y lo segundo fue su trabajo como docente”, cuenta Analía Chilemi, compañera, amiga y trabajadora social. “Y yo que estaba en crisis con la carrera fue muy significativo el aporte de él porque me empecé a ver desde otro lugar como futura profesional”, agrega. 

Era una persona muy formada y rigurosa con su lectura y escritura. Y también en su clases proponía la interpelación constante a sus estudiantes, buscaba que no pasen por su aula como una materia más sino que salgan interpelados por cúal iba a ser el rol de cada uno dentro de la carrera. Para él, saber utilizar el conocimiento en la acción profesional era decisivo para no cometer prejuicios e injusticias predeterminados por el sistema. Para eso usaba una multiplicidad de recursos: llevaba películas, letras de canciones, lecturas sobre mitología, trabajaba desde lo artístico pero leyéndolo política y disciplinariamente, algo muy disruptivo en la academia para los años 90. 

Su madre era maestra de escuela, desde muy niño creció en aulas y la acompañó en sus proyectos educativos. Quizás por esa fuerte inspiración se tomó con gran compromiso la educación como arma de liberación.

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“Yo no soy gay, yo soy puto. En el barrio no hay gays, solo hay putos” recuerda su amigo y confidente Ninja Mazzucheli.

En el 85 se casó con Laura, estudiante de artes plásticas en la Facultad de Bellas Artes, y en menos de dos años se separó.

A principios de los 90 comenzó a manifestar su homosexualidad a personas cercanas, pero de sin conflicto, no era un problema para él. No lo asumía públicamente, tampoco lo negaba. Lo vivió como un gran proceso existencial pero no sufrido. Era su vida privada.

No sentía discriminación pero sabía que la había y a mediados de los 90 incorporó la lucha por la diversidad en su militancia política. Como fotógrafo, en el año 94 presentó su primera serie de fotografías a chicas trans en blanco y negro. En su lucha contra la discriminación a la personas enfermas de VIH y sida batalló contra el estigma hacia la comunidad gay. 

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Sus amigos lo definen como un artista en todas las facetas de su vida, una persona profundamente estética. Capaz de meterse en el caos, la oscuridad, la violencia y salir con algo de eso, escribirlo y trabajarlo.

En un contexto de reviente social, llevaba adelante una vida alocada con un gran problema de consumo de cocaína. No era un despreocupado, él necesitaba dejar de pensar, sentía las injusticias a flor de piel. “El conocer duele”, decía. Su confidente Ninja Mazzucheli explica: “Tal vez para muchas personas les cueste comprender su vida alocada, pero puedo asegurar que fue sumamente cuidadosa con los otros, tal vez no con él”.

Disfrutaba de los pequeños lujos, si quería un tapado era uno caro, si se compraba un perfume era importado. Nunca lo ibas a ver sin afeitar. Los fines de semana visitaba a su madre que le compraba ropa, se la lavaba y planchaba. Y como un niño con su juguete nuevo, la usaba de uniforme durante toda la semana, se metía en los barrios más humildes de la ciudad, en los bares, en el aula y hasta en la cama con la misma pilcha. “Tenía ropa divina, pero la hacía percha de andar siempre con lo mismo”, recuerda Analía. “Era muy cuidadoso de lo estetico, pero nunca le vi una cuota de discriminación por la forma de vestir de alguien”, dice. 

Tenía un gran registro del otro. Era un amante de las relaciones humanas, capaz de entrar en diálogo con cualquiera y maravillarlo. Pero si en esa conversación le decía algo injusto para con el otro era capaz de pasar de la charla a los gritos en un segundo. “Él era fuerte y quería que todos lo seamos”, asegura Ninja Mazzucheli

“Era muy solidario, no le importaba nada, se sacaba cosas de él para dártelas. Un día tenía la biblioteca llena y al otro día vacía”, cuenta Analía Chilemi

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El 29 de octubre de 2005 se realiza una asamblea de todos los claustros donde se anuncia el pase a Facultad de la Escuela Superior de Trabajo Social. Entre tantos oradores se acercan tres estudiantes con el nombre de Gustavo Legardón en representación del claustro estudiantil. A partir de ese momento nace la agrupación que lleva su nombre. 

“Elegimos ese nombre porque era la reivindicación de una línea del trabajo social que no estaba muy presente, era la reivindicación de un trabajo social militante de contenido ético y estético”, dice Federico Lopardo, fundador de la agrupación. 

Sofía Alberino, también fundadora, agrega: “En relación al ejercicio del trabajo social, entendíamos que quien mejor representaba cómo debía ejecutarse, era la experiencia de Yogui, porque era quién mejor articulaba con los movimientos sociales, pero no sólo desde una mirada militante, sino desde un perfil profesional. Eso era lo distintivo”.

18 años después la agrupación Gustavo Legardón sigue habitando los pasillos de la facultad. 

“La primera vez que escuché hablar de Yogui me generó mucha bronca no haberlo conocido. Pero también me condujo a una gran responsabilidad política, histórica y profesional de entender al trabajo social como un trabajo revolucionario que no sea mero reproductor de la miseria cotidiana, sino que apunte a transformar las condiciones de vida de la gente. Lo leemos, lo releemos y lo traemos todo el día a la facultad. Nos gustaría tener más escritos porque todo lo que leemos es una gran denuncia al mundo en el que vivimos y un gran compromiso por cambiarlo”, reflexiona Valentina Cabrera, estudiante y referenta de la agrupación.

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Acostado sobre la cama de su mamá Zelfa, casi a oscuras, como resistencia a su cansancio y fiel a su vitalidad, Yogui seguía proyectando ideas y sueños. Cuenta Analía que, en esa intimidad, anhelaba poder construir una casa gigante para los niños que habían quedado huérfanos porque sus padres habían muerto de Sida. Una casa que huela a chocolate y se llene de vida. 

En noviembre de 2004, mientras llevaba adelante su tratamiento, comenzó con un dolor en la espalda, fue al médico y le detectaron un cáncer terminal con pronóstico de un año. Con un shock muy fuerte leyó una y otra vez el papel, reza el tango dedicado a él de la banda Límon. 

A pocos meses, mientras dictaba el Seminario de Educación Popular, fue internado por complicaciones en su enfermedad. Pensó que serían pocos días y le pidió a Analía que lo cubra. Tarea difícil porque él mismo era la clase. Yogui se convirtió en ese momento en muchos Yoguis, como piezas que forman un mosaico. Se fragmentó entre los amigos que lo amaban, los alumnos entusiastas de sus clases, los pasillos de la facultad y su biblioteca, en A.D.D.H.E.S. y en las nuevas generaciones que llevan su nombre como bandera.

“Si no somos capaces de vivir nuestra profesión con el compromiso que su propia esencia interventiva nos impone, hagamos al menos lo imposible por no ser meros reproductores del mercado de la miseria y de la indiferencia o de la brutal hipocresía, de cara a gente que como certero antaño aseguro Marx, nos necesitan en acciones políticas directas, situadas y cooperadas para transformar aun cuando molecularmente, la realidad feroz de la opresión y dolor que se vive en la realidad social”.  

Gustavo Yogui Legardón.

 


Morena Lopardo

Platense, productora de radio y estudiante de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP.

 “Vos sabrás cómo iluminarme el camino, vos podrás llegar hasta donde llega Dios”  

 “Vos sabrás cómo iluminarme el camino, vos podrás llegar hasta donde llega Dios”  

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

730 días del paso a la inmortalidad de Diego Armando Maradona. ¿Quién iba a decir que la silueta del profeta estaba adosada a la pelota? ¿Cómo seguimos ahora Pelusa, dónde nos subimos al tren del ALBA?

En el sueño más recurrente de los últimos tiempos, el gordo Alorsa me susurra al oído la imposibilidad de no ir en busca de tu encuentro. Me deja perpleja la idea de salir de la admiración bajo el intento de relativizar teóricamente el interrogante sobre tu deidad, sería preguntarle al agua por qué corre, o al río por qué es río. 

Pecaría de insuficiente cualquier tipo de respuesta, y sería correr un riesgo al cual me niego, el intentar racionalizar lo incomprensible. Pasa que, lo polémico de tu personaje, tus míticas proezas dentro y fuera de la cancha, hace tiempo se supo que no responden a las lógicas de este plano. Es la sencillez de lo complejo. El vertiginoso reflejo de lo inabarcable condensado en una gambeta. La irreverencia sudaca vestida de Gucci. La prueba fehaciente de la dignidad humana domada en la farra, enaltecida. 

Sé que esto debería ser escrito desde cierta objetividad propia de los descorazonados y tibios pensadores. Moralistas racionales, verdugos del sentir. Pero no puedo, no me pidan entereza y templanza cuando se trata de este hombre. Un tango acompasa el pecho mientras te pienso y sonrío esquizofrenicamente feliz al son de tu voz enterneciendo el sonso sonajero del sueño del pibe. 

 En las vueltas del carrusel con tu afán de ganador, zarpaste la llave y más de una sonrisa. Sacaste pasaje del barro al edén para llevarnos cabalgando en caballitos de lata a tu cielo. Desconozco qué varita nos tocó para ser destinatarios de tal sucesión de imposibilidades burlescas a la razón, de esas acrobacias plagadas de picardía. Una pincelada de magia piantada, un quilombito reservado para el cielo de los sin jeta. 

Doña tota suena inamovible en todo relato y me gustaría estar colgada al cable del teléfono para decirte que nos hiciste el pueblo más feliz del mundo, y que indefectiblemente si vos jugabas para ella, a nosotros nos toca jugar para vos. Porque amar a la madre es una patriada indivisible del amor al pueblo.

Me gustaría decir que todo esto es un chiste perverso de algún canalla. Prender la radio y sentir el ronroneo pausado de tu voz acusando de traidores y giles a los que no abracen las causas justas. Saber dónde descansa ese grito atronador que resquebraja el mundo, la rebelión que se acuesta en el reverso de esa zurda endemoniada. 

Pero son 730 días en el torbellino de una vida entrelazada a la brisa arrabalera de esos rulos azabache que nos salpican otra vez sobre tu imagen. ¿Quién iba a decir que la silueta del profeta estaba adosada a la pelota? ¿Cómo seguimos ahora Pelusa, dónde nos subimos al tren del ALBA? ¿Cómo damos otra vez con vos?

La cosa se ciñe en este suelo escamoso que supo moldear tu arcilla. Ante la desintegración y la pérdida del eje que nos centre en el mapa, faltan indios, faltas vos. 

Prometemos seguir recordándote en cada rinconcito de este trémulo y revoltoso mundo, para encontrar en la vorágine un faro que ayude a tirar el ancla y reconstruir el rumbo, siempre y cuando prometas volver en el viento fresco que sube desde el sur a entregarnos llantos y sonrisas. 

Promesas de nuevas revanchas, se entregan como besos en los altares. Sos y serás Dieguito, la viva imagen de la esperanza. En este mundo desesperanzado que se pierde en el escarnio de las justas injusticias, serás la estampita guardada en la billetera para ser besada ante la incertidumbre, los ojos clavados en las estrellas buscado a las fugaces gambetas de los astros, las rodillas clavadas en el suelo con las yemas prendidas a rosarios de plástico. Y como el Pato dijo alguna vez… 

 “Vos sabrás cómo iluminarme el camino, Vos podrás llegar hasta donde llega Dios”.  

Manuela Bertola
Manuela Bertola

Hija y nieta de la historia de nuestro pueblo. Estudiante de sociología. Nacida y criada en la ciudad donde las diagonales tocan el sol.

El legado de Sankara en Burkina Faso

El legado de Sankara en Burkina Faso

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

El 15 de octubre se cumplió un nuevo aniversario del asesinato del gran líder burkinés revolucionario Thomas Sankara. Fue en 1987, que, con ayuda de Francia y Estados Unidos, los traidores a la Revolución de Burkina Faso orquestaron el golpe de Estado y mataron al llamado “Che Guevara africano”. Hoy este país de África occidental vive momentos de mucha tensión y la aparición del joven líder militar Ibrahim Traoré da que hablar.

Casi 34 años después de la impactante muerte del gran Sankara, el lunes 11 de octubre del año 2021 se empezó un juicio de 14 hombres acusados ​​de complicidad en el asesinato del fundador de Burkina Faso, es decir, “La Tierra de los Hombres Íntegros”. El país se llamaba Alto Volta y logró su independencia en 1960, saliéndose del orden colonial francés.

Sankara fue asesinado a tiros a los 37 años por soldados durante un golpe de Estado el 15 de octubre de 1987, que llevó a su amigo íntimo, Blaise Compaoré, al poder con ayuda francesa. Compaoré se encuentra entre los 14 acusados, pero actualmente está exiliado en la vecina Costa de Marfil, a donde huyó después de ser obligado a dimitir durante las protestas masivas de 2014. En repetidas ocasiones ha negado su participación en la muerte de Sankara y está boicoteando el juicio.

Compaoré no le gustaba mucho el giro marxista de la Revolución de Burkina Faso del 4 de agosto de 1983, ni tampoco las posiciones de austeridad moral de Sankara frente al pueblo. Sankara era un ferviente admirador del Che Guevara y de Fidel Castro, y trató de adoptar ejemplos de la Revolución Cubana para Burkina Faso.

El propio Sankara llevó un estilo de vida austero. Redujo su propio salario y el de todos los servidores públicos. También prohibió el uso de choferes gubernamentales y boletos de avión de primera clase. También era un feminista: nombró a mujeres en cargos ministeriales (caso único en África subsahariana) y prohibió la mutilación genital femenina.

La educación era una prioridad clave para Sankara: mientras estuvo en el poder, la tasa de alfabetización aumentó del 13% en 1983 al 73% en 1987, y también supervisó una campaña nacional de vacunación masiva. Además, redistribuyó la tierra de los terratenientes oligarcas y se la dio directamente a los agricultores pobres, lo que condujo a un enorme aumento en la producción de trigo.

Sankara pidió una África unida para oponerse a lo que llamó el “neocolonialismo” de instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Pidió poner fin al pago de la deuda externa junto a Fidel Castro en varios foros del Tercer Mundo y no dudo en aliarse a la Unión Soviética en la Guerra Fría de la década de 1980. También alzó la voz a favor de la Revolución Sandinista de Nicaragua y la Revolución de la isla caribeña de Granada.

Su muerte fue un duro golpe a la vida nacional de Burkina Faso. Francia y Estados Unidos no lo querían. Una imponente estatua de bronce de 6 metros de altura en el Parque Conmemorativo Thomas Sankara en la capital, Uagadugú, fue inaugurada en 2019 y se modificó el año 2020 tras las quejas sobre la primera versión.

Hay seguidores de Sankara en Burkina Faso y exigen estos que Francia y Compaoré den respuestas. En 2014 Compaoré fue derrocado por un golpe de Estado. Los militares otra vez protagonistas. Un tal Roch Marc Christian Kaboré se hizo con el poder y siguió con la política de aliarse a Francia en la “lucha antiterrorista” en el Sahel africano. Esto llevó malestar en los jóvenes oficiales de Burkina Faso y en la población.

Banderas de Sankara ondeaban en las protestas de 2020-2022. Los jóvenes oficiales estaban hartos de ser carne de cañón de los franceses contra los “yihadistas” del norte y de Mali. Paul-Henri Sandaogo Damiba, otro militar, quiso poner orden en el país el pasado 31 de enero de este año, pero no pudo. El 30 de septiembre de 2022 el joven oficial de 34 años llamado Ibrahim Traoré tomó el poder y la cosa cambió. Protestas antifrancesas apoyaron a este nuevo golpe de Estado, con banderas de Sankara y también de Rusia.

No es la Guerra Fría de la era de Sankara. Pero Traoré fue elegido “presidente de transición” el 15 de octubre, justo el día del aniversario del paso a la inmortalidad del gran Sankara. Esperemos que el joven militar Traoré siga el ejemplo del Capitán Rojo. Sería un hermoso homenaje para el gran líder africano que hoy homenajeamos.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

Decir cine sin Godard

Decir cine sin Godard

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

El pasado 13 de septiembre murió en Rolle, a orillas del lago Lemán, Jean-Luc Godard. Falleció por suicidio asistido, una práctica legal en determinadas circunstancias en su Suiza natal.

El que siempre hizo lo que quiso en su cine, también eligió de qué forma morir. “No estaba enfermo, simplemente agotado”, informaron desde su familia al diario francés Liberation. Tenía 91 años y vivía con su esposa y compañera desde hacía varios años.

Con Godard se va uno de los últimos representantes de una generación que se propuso cambiar, de una vez y para siempre, el arte del cine. Y vaya si lo hicieron. Su relación con el cine empezó desde la crítica: no hay mejor manera de aprender un arte que tomándose el tiempo de verlo y analizarlo en profundidad. La mítica Cahiers du Cinema fue el primer espacio que lo alojó y le dio un lugar para proponer sus críticas y análisis del cine de los años 50, junto a compañeros como Chabrol y Truffaut.

Solamente tenía 30 años cuando estrenó Sin aliento (1960), la primera película de su etapa como parte de la Nouvelle Vague. Nada fue igual en el cine después de este estreno. En solamente seis años filmó una serie de películas que tuvieron como protagonista a Anna Karina, su primera esposa y actriz fetiche, y que representan, quizás, el punto máximo de su obra. El soldadito, Una mujer es una mujer, Vivir su vida, Los carabineros, El desprecio, Bande à part, Alphaville, Pierrot el loco, Masculino femenino (recientemente reestrenada en salas argentinas). A lo largo de su vida, filmó más de 100 obras, entre las que se incluyen cortos, películas y documentales. Fue nominado a más de 70 premios y fue galardonado con al menos 50.

Los números, sin embargo, no son más que números. Hay una vieja idea borgeana que consiste en pensar que existe un momento en la vida de cada persona en la que, de alguna forma, su destino se deja ver y las decisiones que allí tomemos marcarán nuestra identidad. Quizás, en la vida de JLG fue cuando fue al cine por primera vez y descubrió que no había un problema en el hecho de que la vida no fuera tal como la imaginaba, ya que siempre podría crearla a través de las imágenes. Habrá, seguramente, muchos otros también importantes. Yo, sin embargo, elijo quedarme con uno, tal vez para mí determinante.

Es mayo de 1968. Godard, en ese momento y para el mundo del cine, era dios. Sus películas habían revolucionado por completo al séptimo arte, y el público lo aclamaba. Así llegó al festival de Cannes, tal vez, el más prestigioso a nivel internacional. Sin embargo, afuera y a pocos kilómetros, París explotaba. El mayo francés estaba en pleno desarrollo; obreros y estudiantes copaban las calles, se marchaba al grito de “bajo los adoquines está la playa”, convocando a todes a saltar y moverse. 

Pasados unos días, los estudiantes llegaron a Cannes e interrumpieron el desarrollo del festival, generando las primeras discusiones con el público del evento, en gran parte convencido de que el evento debía continuar. El 18 de mayo varios directores, con JLG a la cabeza, dijeron basta. Tomaron el hall exigiendo la suspensión del festival en solidaridad con los obreros y estudiantes detenides durante las movilizaciones. Repudiaban, además, el cese de Henri Langlois, director de la Cinemática francesa, por el ministro de cultura André Malraux. 

Los organizadores se negaron a suspender el evento e intentaron que continúe; sin embargo, la definición estaba tomada y los empresarios una vez más debieron comprender que no hay arte sin artistas: directores como Louis Malle y Roman Polanski dimitieron como miembros del jurado, otros como Milos Forman y Alain Resnais sacaron sus películas del festival; y por si fuera poco, se pudo ver a Godard junto a Truffaut y otros directores, colgados de las pantallas donde se proyectaban las películas para impedir que sean vistas. 

La escena es famosa y sus imágenes muy conocidas. Para quienes no la conozcan, pueden buscarla en Youtube. Godard y Truffaut explican a un público que no quiere entender, la urgencia de levantar y suspender el festival. “No se trata de continuar o no continuar viendo películas. Se trata de manifestar, con un retraso de una semana y media, la solidaridad del cine con el movimiento estudiantil y obrero que recorre Francia.”, dice Godard en una escena recuperada en el documental Dos en una ola. Minutos después, frente al reproche e indignación por parte del público, el director insiste ya enojado. “Nosotros hablamos de solidaridad con estudiantes y trabajadores, y ustedes de primeros planos o ángulos de cámara. Son unos imbéciles.” Otra enseñanza que nunca está de más recordar, sobre todo para aquellos ingenuos que aún hoy creen en la posibilidad de que exista un arte independiente y escindido de la realidad de la cual surge.

Su compromiso político, sin embargo, nunca significó un límite en su constante experimentación formal, visible en cada una de sus películas. Con Godard se muere mucho: se mueren formas e intenciones irrepetibles sobre qué hacer con las imágenes, se muere un poquito más la primera generación que convenció a todos de que no se necesitan millones para hacer películas. Basta tener una idea, y saber cómo trabajarla. Confiamos, sin embargo, en que JLG logrará aquello que buscaba uno de los personajes de su película Al final de la escapada (1960). “¿Cuál es tu ambición? Mi ambición es ser inmortal, y después morir.” Godard será inmortal. Qué otra cosa, sino un nacimiento, será lo que ocurra cada vez que un nuevo espectador que nunca se enfrentó a alguna de sus películas, le de play por primera vez. 

Afiche de la película ‘Vivre sa vie’ (1962) intervenido por la artista plástica Olivia Jalid
Pedro Jalid
Pedro Jalid

Profesor de Letras. Leo más de lo que escribo, trato de hacer más de lo que digo.

Evita, el Moncada, las patrias liberadas del Tercer Mundo

Evita, el Moncada, las patrias liberadas del Tercer Mundo

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El 26 de julio es una fecha muy importante para Argentina y Cuba. Paso a la inmortalidad de la gran Evita desde 1952 y el suceso del asalto al Cuartel Moncada de 1953 liderada por Fidel Castro. Un año de diferencia unen con un grito de “¡Evita, el Moncada, la Patria Liberada!”. Pero también es una fecha en donde podemos reivindicar las relaciones del peronismo con ese Tercer Mundo de liberación nacional.

Como bien dicen los que rescatan la historia del Tercer Mundo desde América Latina, el peronismo argentino nace no sólo como un gran movimiento de masas desde 1945 sino también como el punto de partida de las luchas del anticolonialismo y de liberación nacional en tiempos de Guerra Fría. Con el peronismo nace el Tercer Mundo. La llamada “tercera posición” del peronismo es eso precisamente.

Alcira Argumedo ha escrito al respecto: “El peronismo puede considerarse también el primer paso de la Revolución del Tercer Mundo, que se despliega entre 1945 y comienzos de los años setenta: el 80 por ciento de la población mundial en los territorios de Asia, África y América Latina”.

Evita pasa a la inmortalidad el 26 de julio de 1952, antes que la llegada de la Conferencia de Bandung (en Indonesia) de 1955, que proclamaba el no alineamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética en tiempos de mundo bipolar. No es un dato menor. Además, Argentina peronista fue uno de los primeros países latinoamericanos en establecer relaciones diplomáticas con Moscú, en tiempos de Stalin. Hasta se dice que el líder soviético sintió algo de admiración por Evita, por su lucha por la clase trabajadora. Perón bromeó alguna vez en que fue el “primer Fidel Castro de América Latina” por establecer relaciones con Moscú antes que Cuba.

La CIA yanqui consideró “peligroso” a Perón. Un joven Fidel Castro también fue identificado como peronista como “peronista” antes del Moncada por los servicios de inteligencia yanquis. Fidel siempre sintió una gran admiración por Evita. Queda en el recuerdo las palabras de la última visita a Argentina que dispensó Castro en 2006 destacando a “esa extraordinaria mujer que fue Evita”.

Pero Evita y el peronismo eran admirados en el Tercer Mundo. La China maoísta sentía admiración por Evita. Las luchas africanas de liberación nacional también sentían admiración por Evita. Dicen las crónicas que el líder independentista y fundador de Ghana Kwane N´Krumah se definía como peronista y afirmaba que el congoleño Patrice Lumumba también lo era. El líder de Albania, Enver Hoxha, admiraba al peronismo y la lucha de las mujeres bajo el rol de Evita en Argentina.

La imagen de Evita llegó hasta la República Popular Democrática de Corea, cuando una delegación peronista llegó a Pyongyang en 1973 y fue recibida por el líder comunista Kim il Sung. La autodenominada “Embajada Justicialista” obtendría una excelente recepción en Pyongyang y también en China. Esos delegados peronistas fueron recibidos por miembros de la Juventud del Partido de los Trabajadores de Corea en el Palacio de los Pioneros del Pueblo coreano, así como también una fastuosa comida con Kim il Sung. El viaje rindió sus frutos y el 1 de junio de 1973 se establecieron relaciones formales entre ambos países con la firma de una Declaración Conjunta donde, entre otras cosas, se promovería “la liberación de los pueblos del Tercer Mundo” y se estimularían “sus relaciones de amistad y cooperación en todos los campos”.

En Cuba se sabe que hay un homenaje a Evita. En 2015 el por entonces canciller argentino Héctor Timerman participó en Cuba de un homenaje a esa gran mujer. Así, frente al busto de Eva que se encuentra emplazado en una plaza céntrica de La Habana, y junto a la Embajadora Isabel Allende, Rectora del Consejo del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba, funcionarios del gobierno cubano y una nutrida concurrencia, realizaron aquel homenaje. El busto que homenajea a Eva Perón en La Habana fue inaugurado en 2010. Fidel estaba muy contento por esto. Evita y el Moncada no es sólo un grito de lucha, sino un ejemplo siempre vivo para América Latina y el Tercer Mundo.

Recomendamos:
https://www.pagina12.com.ar/225592-el-17-de-octubre-primer-paso-del-tercer-mundo
https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/los-vinculos-de-evita-con-cuba
https://www.cancilleria.gob.ar/es/actualidad/comunicados/timerman-participo-de-homenaje-evita-en-la-habana
https://www.ecured.cu/Eva_Per%C3%B3n

No encuentro a Dina

No encuentro a Dina

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

Recuerdo que alguna vez mi viejo me contó la historia de Dina Nardone. Desaparecida por la última dictadura cívico-militar, nunca se supo el motivo por el cual no la liberaron aquella noche de diciembre de 1978.

Fotos enmarcadas posando sobre un antiguo piano que nadie usa. Un mural en la escuela donde trabaja mi mamá. Un nombre, de los miles que figuran en el Parque de la Memoria. Una investigación revive una historia que hoy intento comprender.

Recuerdo que alguna vez mi viejo me contó sobre la historia de Dina Nardone. Entendí que era la tía de mi tía, y que no era familiar de mi papá porque su familia no era convencional. Recuerdo festejos de cumpleaños y alguna que otra navidad o año nuevo en su casa en calle San Martín, en la ciudad de Concepción del Uruguay, Entre Ríos.

En mi mente infantil, nunca dimensioné que en ese hogar lleno de pertenencias y portarretratos  que tanto cuidaba la abuela Ana María se buscaba mantener presente la imagen de su hija Dina Nardone, estudiante de medicina que fue detenida-desaparecida en la ciudad de Buenos Aires un 10 de noviembre de 1978.

Escuché el rumor de que ella había sido detenida por la policía por formar pareja con un militante encarcelado. Según me contaron, ella iba a ser liberada, pero era tal el amor hacia su novio, Francisco Mirabelli, que no quiso irse sin él. Varios relatos indican que estaba embarazada, por lo que se tomaron muestras óseas de la tumba de su padre, debido a la sospecha de un nacimiento en cautiverio.

Una tarde de mayo me encuentro en la casa de mi tía Juliana con la intención de saber más acerca de la vida de Dina. Percibo entusiasmo en su voz al mostrarme todos los archivos y fotos que conserva en la biblioteca.

Aparecerán siempre que queramos buscarlos
Cual calcio en las entrañas de un país fraternal
Sangre sobre los surcos cultivando consciencias
Cosechando alegría, siempre aparecerán

Aquí están – Falta y Resto

La democracia en la Argentina del siglo XX era algo efímero. Atravesada por diversas dictaduras militares que la gobernaron con la excusa de preservar la paz y combatir la subversión. La última de ellas fue la más sangrienta de todas: el denominado Proceso de Reorganización Nacional estableció el Terrorismo de Estado, desapareciendo a miles de personas y apropiándose de bebés a los que se les ocultaba su identidad. 

Muchas víctimas fueron estudiantes del interior que, en busca de mejores oportunidades, se mudaban a la capital del país para seguir alguna carrera. Desde Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, una familia sigue buscando respuestas.

A orillas del río Uruguay

Familia Nardone

Ana María era madre de tres gurises. La primera fue Dina, y la siguieron Antonio (Pato) y Alfredo (Pepe). Todos acataban las directivas del jefe de la casa, porque lo que su papá decía se hacía sin chistar.

Dina era una joven muy alegre, apasionada desde chica por la música y una estudiante sobresaliente. Se destacaba también por tener un carácter fuerte, generando muchos enfrentamientos con su papá, un hombre que no soportaba opiniones diferentes a las suyas y que, eventualmente, terminó chocando con sus hijos.

Sin dudas, con Alfredo era con quien se llevaba peor. Dina llegó incluso a preguntarle a su padre por qué no lo quería a Pepito, pero Elio simplemente le contestó que tenían ciertas diferencias. Con el paso del tiempo, Pepe empezó a tocar la guitarra e interesarse por la música popular, y eso terminó dilapidando la comunicación entre padre e hijo.

Elio Nardone fue un padre de pocas palabras. Una persona severa y estructurada. Cuando Dina cumplió sus 15 años, le consultó si podía invitar al festejo a alguna de sus compañeras de colegio, pero su padre contestó con un rotundo no. La quinceañera pasó su cumpleaños llorando en su cuarto metida en sus libros. Estudiar era una de las pocas actividades que se le permitía hacer.

Dina recibiendo su diploma de profesora de piano (15 años)

Ese mismo año se recibió de profesora de piano mientras cursaba la secundaria en el Colegio Nacional Justo José de Urquiza, edificio de renombre para la ciudad. Egresada con uno de los mejores promedios de su año, decidió como muchos estudiantes del interior mudarse a la ciudad de Buenos Aires para ir a la universidad.

“Tengo varias cartas que mi tía (Dina) le mandaba a mi abuela Ana María cuando estudiaba en Buenos Aires. En una de ellas, le decía que además de seguir en medicina, había empezado a cantar en un coro.”

Juliana Nardone

Dina consiguió alojarse en un pensionado universitario y comenzó a estudiar la carrera de medicina en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Por medio de cartas, le comunicaba que estaba muy contenta con su carrera y que había formado pareja con un chico de Trenque Lauquen.

Su novio trabajaba como taxista y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. No hay registros que reflejen un interés por parte de ella en la militancia de algún partido. Nadie tiene datos sobre su participación en alguna agrupación. Sin embargo, a Dina le molestaban las injusticias y se involucraba para intentar solucionar problemáticas sociales.

Llevo en mi garganta la voz de los que no tienen voz
de trabajadores de los que el tiempo no perdonó
de los marginados y los que no llegan a fin de mes
soy la voz de hermanos que todavía hay que aparecer
no habrá dictadura jamás que me pueda enmudecer

La murga que no transa – La Trasnochada

La navidad más amarga

Francisco Mirabelli, novio de Dina, desapareció un 9 de noviembre de 1978 en la localidad de San Justo, provincia de Buenos Aires. Un día después, Dina fue detenida por un grupo de tareas de la ciudad de Buenos Aires mientras ingresaba a la pensión universitaria “El Centavo”, alrededor de las 20:30 horas. Tenía 23 años cuando fue vista por última vez por sus compañeras.

La denuncia por detención-desaparición fue radicada en la Comisaría 17 de la Policía Federal y ante el jefe de área de Concepción del Uruguay. El 23 de diciembre, aproximadamente a las 22:30 horas, recibió una llamada su tío, quien vivía en Capital Federal y había dejado sus datos en la comisaría. Le comunicaron que llamaban de parte de la Policía Federal para decirle que Dina iba a ser liberada.

Dina pudo hablarle por teléfono y comunicarle que estaba bien. Al enterarse que su madre había salido de viaje para buscarla, le respondió a su tío: “A nosotros no nos dejan llamar para afuera”.

Una hora después de la comunicación, el teléfono volvió a sonar informando que no podían liberarla el día 24 porque “había surgido un inconveniente”, y que tendrían que esperar a fin de año para retirarla.

Nunca más tuvieron noticias.

Ana María se comunicó con Madres de Plaza de Mayo, mientras Elio hacía su búsqueda personal y sin emitir palabra dentro de su hogar. El padre era quien tenía mayores contactos, ya que trabajaba en el Banco Nación, y terminó creando una biblioteca en su casa en donde recopilaba toda la información que le era útil para dar con su hija.

(Transcripción) carta de Elio Nardone enviada a la Secretaría Comisión de Desapareidos

Tiempo después de las solicitudes a las autoridades, un militar se presentó en la puerta de la casa. Decía estar de paseo, visitando a los vecinos del barrio. Aparentando conversar de manera distendida con la familia, pidió entrar a la casa y comenzó a husmear los libros que tenían. Ninguno de los textos parecía ser alarmante, ya que los prohibidos estaban muy bien guardados.

Se hicieron gestiones ante autoridades militares, administrativas, judiciales, políticas, Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la O.E.A, incluso ante el Episcopado Argentino. Se presentaron recursos de Habeas Corpus ante los juzgados competentes y se comunicaron en reiteradas oportunidades con el Ministerio del Interior. Los recursos fueron rechazados y se hizo caso omiso a todas las cartas y turnos solicitados ante los funcionarios.

Luego de la vuelta a la democracia, su hermano Antonio decidió abandonar sus estudios e irse a vivir a Brasil, ya que tenía un amigo que lo podía ayudar a empezar una nueva vida. Emigró de la Argentina luego de que el Proceso de Reorganización Nacional terminara, pero confesó que tendría que haber escapado antes.

Las Madres

Ana María realizó incontables viajes hasta la capital para pedir por información sobre el paradero de su hija. Participó de varias reuniones con Madres de Concepción, en donde tuvo contacto con familiares de los 15 desaparecidos que aún reclama la ciudad.

Participó de marchas en la ciudad de Paraná con las Abuelas de Plaza de Mayo. Estuvo en la inauguración de una obra de arte presentada por la escultora Amanda Mayor (también integrante de Madres).

Atesoró las pertenencias de Dina y mantuvo presente su imagen, brindando información de su biblioteca personal para quienes se interesaban en investigar sobre las víctimas de la dictadura. Conservó el piano con la esperanza de que algún día su hija vuelva a hacerlo sonar. Falleció un 5 de febrero de 2015.

Abuela Ana, que en paz descanses.

Ana María junto al piano de su hija Dina

Madres de indomable voluntad
mágico estandarte de la paz
las que pregonando amores un día de abril abril abril
a los secuaces del dolor derrotarán

Un cariño para vos
dulce mujer, valiente sol
por tus ganas de vivir
y de entregar el corazón

Las madres – Falta y Resto

Testigos

En 2014 se publica el testimonio de Enrique Fukman, sobreviviente de la ESMA y miembro de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos (AEDD).

Enrique era militante de Montoneros y fue secuestrado y llevado al centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó en la ESMA. El testigo fue consultado sobre un grupo  de jóvenes de Trenque Lauquen, grupo en el que se encontraba Francisco y Dina. Fukman aclaró que los escuchó, pero no pudo verlos ya que tenía una capucha colocada en la cabeza. Contó que, cuando algún guardia lo permitía, podían hablar.

Recordó las chacareras de Ricardo Frank, los chistes de Sergio Antonio Martínez, y la “voz hermosa” de Dina Nardone, que cantaba tangos. Su cantar es parte de la memoria de quienes sobrevivieron a la ESMA.

En el año 95 estuve en Paraná en una conferencia donde participaba Estela de Carlotto y Tati Almeida (Abuelas de Plaza de Mayo). Ellas me dijeron que pensara en la posibilidad de que Dina podría estar embarazada.”

Alfredo Nardone

En 2019, en un homenaje a Francisco “Titín” Mirabelli en San Justo, provincia de Buenos Aires, una testigo se acercó para informar que Dina estaba embarazada mientras estuvo detenida.

 A partir de ese dato, su hermano Pepe sospecha la posibilidad de encontrar un sobrino/a de unos 43 años aproximadamente. Se inició un estudio de ADN y se tomaron muestras óseas extraídas de la tumba de Elio, su padre. La búsqueda nunca se detuvo, sino que se amplió la investigación.

Nunca se supo el motivo por el cual no largaron a Dina aquella noche de diciembre. Algunos testigos informaron que ella iba a ser liberada, pero que prefirió quedarse junto a su novio. Su amor incondicional y su lucha contra las injusticias sociales no serán olvidados.

Dina Ana María Nardone Irigoyen, presente

Dina y Elio Nardone

Si he de morir
Que me muera de tanto vivir
Con la furia de la tempestad
Incendiándome el alma al partir
.

Si he de partir
Que me parta la vida un amor
Y transforme mis huesos en flor
En algún carnaval
.

Un camión que se va – Agarrate Catalina
Tomás López
Tomás López

Me sensibilizo fácilmente con la música, recurso presente en mi escritura. Me cuesta confiar en la gente, pero soy muy apegado con quienes me rodean. Entrerriano, fanático del mate y de los planes sencillos.

Revolución Sandinista de Nicaragua: 43 años de un triunfo popular antiimperialista

Revolución Sandinista de Nicaragua: 43 años de un triunfo popular antiimperialista

TIEMPO DE LECTURA: 2 min.

El 19 de julio de 1979 triunfó en el país centroamericano la última Revolución armada de América Latina y el Caribe. Con el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional se puso fin a 45 años de destrozos bajo el yugo de la dictadura militar somocista, que fuera sostenida por Estados Unidos.

La rebelión fue encabezada por fuerzas de la guerrilla de izquierdas, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que contó con un amplio respaldo popular, depuso al corrupto dictador Anastasio Somoza Debayle, hijo de Anastasio Somoza, y tomó el poder en julio de 1979. Los nuevos gobernantes trataron de introducir cambios políticos, sociales y económicos. El gobierno revolucionario consiguió llevar a cabo parcialmente la reforma agraria y estableció programas de alfabetización y un plan sanitario.

Sin embargo, su gestión se vio obstaculizada por su inexperiencia, los graves problemas económicos y la fuerte oposición de Estados Unidos. A mediados de la década de 1980, los esfuerzos del gobierno estuvieron dedicados casi por entero a combatir a los rebeldes contrarrevolucionarios (la llamada contra) que, apoyados por Estados Unidos, intentaron tomar el poder. En 1990, cuando el país se hallaba al borde del colapso económico, los sandinistas perdieron las elecciones generales.

 Esto supuso el fin de un experimento revolucionario que, sin embargo, dejó una profunda huella en el país.

Tras un fin de semana de celebraciones previas, con caminatas y caravanas, el FSLN se alistó para una gran fiesta anual, la de este 19 de julio, que rememora la fecha de la Revolución en la bella Nicaragua. En 2007 Daniel Ortega, histórico comandante sandinista (que primero fue parte de la Junta de Gobierno en 1979-1985, y posteriormente como gobernante electo en1985-1990), se convierte en presidente de Nicaragua y desde entonces el país centroamericano está en la senda del antiimperialismo y la soberanía nacional y popular, resistiendo ataques de Estados Unidos, la derecha local y el cipayismo regional latinoamericano.

La Revolución de Granada

La Revolución de Granada

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Veinte años luego de la Revolución Cubana, diez años antes de que la Unidad Popular lograra el triunfo electoral en Chile y casi un mes antes del triunfo sandinista en Nicaragua, el Caribe oriental tuvo también un proceso revolucionario que obtuvo su dramático protagonismo en tiempos de la guerra fría. El 13 de marzo de 1979 en la pequeña isla de Granada una revolución popular de tendencias nacionalistas radicales llegó al poder bajo el liderazgo de Maurice Bishop para tratar de dejar atrás la herencia del colonialismo británico y la tiranía del excéntrico tirano local Eric Gairy.

Pequeño país insular del Caribe y con un poco más de 100 000 habitantes, fue primero colonia francesa (1650-1783) y finalmente los británicos se apoderaron de Granada para convertirla en una “Colonia de la Corona” en 1877. Más del 80 % de la población granadina es descendiente de los esclavos africanos traídos por los colonizadores europeos para trabajar en los cultivos de las ricas especias como la nuez moscada. Los británicos accedieron otorgarle la independencia a Granada el 7 de febrero de 1974 bajo auspicio de la Commonwealth y confiaron el poder a Eric Gairy, maestro de escuela y uno de los referentes del supuestamente progresista Partido Laborista Unido de Granada.

Gairy era el hombre de Londres indicado para detener el avance de las fuerzas políticas independentistas más radicales dentro del seno de su partido. En 1958 logró entrar en la escena política local de Granada como “ministro principal de la colonia” y en 1967 cosechó un triunfo electoral para convertirse en Primer Ministro. Patrocinado por los británicos y luego avalado por Washington, Gairy se convertiría en un buen anticomunista y en el garante de las clases adineradas de Granada que hacían jugosos negocios con Occidente. Pero Gairy también se convertiría en un odioso tirano y con fama de “loco”. Mientras emprendía una represión terrible contra las fuerzas opositoras, Gairy quería convencer a las Naciones Unidas de que se considere de interés mundial el estudio de los OVNIS.

La resistencia al régimen de Gairy se hizo fuerte cuando las fuerzas políticas progresistas y radicales se unieron en 1973. El Movimiento para las Asambleas del Pueblo, bajo liderazgo de Maurice Bishop, y la fuerza política denominada “Jewel” (en castellano, Joya, y cuyas siglas vienen de Joint Endeavour for Welfare, Education and Liberation, que significan Voluntad Unida para el Bienestar, la Educación y la Liberación), del dirigente Unison Whiteman, se unieron en la coalición que bautizaron como el Movimiento de la Nueva Joya. Este nuevo movimiento pronto unificó a fuerzas políticas más radicales como los comunistas locales al mando de Bernard Coard. También el movimiento obrero granadino se sumó a esa coalición y llevó adelante duras batallas contras el gobierno de Gairy.

Finalmente Gairy y su dictadura neocolonial cayeron el 13 de marzo de 1979. Sin derramamiento de sangre, y aprovechando que Gairy se encontraba fuera del país, el Movimiento de la Nueva Joya tomó el poder en Saints George, la capital de Granada, y Bishop se convertiría en Primer Ministro de la isla. Comenzaba la revolución granadina, pero también la preocupación de Washington por la instalación de un nuevo régimen que no dudaba en acercarse a Cuba. En esos tiempos gobernaba el demócrata James Carter en la Casa Blanca, quien había apoyado siempre a Gairy contras los “terroristas marxistas” de la Nueva Joya.

La Revolución de Granada del 13 de marzo de 1979, un pequeño país insular del Caribe Oriental, causó gran impacto internacional en plena Guerra Fría. Fue destruida por una invasión yanqui en 1983 para evitar que se “sovietizara”.

La revolución estaba dispuesta a desmantelar el obsoleto estado neocolonial y a tener más soberanía ante Estados Unidos y Gran Bretaña (aún Granada pertenecía a la Commonwealth). Se abolieron la antigua Constitución y órganos comprometidos con el anterior régimen y se crearon la Asamblea Popular de Consulta, con amplia representación y participación de todas las capas sociales de la nación, salvo quienes venían apoyando a Gairy y en general la burguesía local ligada a Londres y Washington. Se declaró un “Estado obrero campesino” y pronto el nuevo poder se acercó a Cuba, al Movimiento de los Países No Alineados y a la Unión Soviética y el bloque comunista de Europa del Este. Por otra parte, en un esfuerzo por diversificar la economía, dependiente de la exportación de la nuez moscada, Bishop y sus consejeros trataron de fortalecer la infraestructura del país –mediante el mejoramiento de las carreteras y las técnicas de cultivo- y también explorar nuevos métodos de mercado y embalaje. Se cuadriplicaron las inversiones del sector público y hacia 1982 creció el empleo y la producción se elevó un 5,5 %.

Washington acusaba al gobierno de Bishop de militarizar el país con la fundación delas milicias obreras, que, con ayuda cubana, se estaban formando para evitar el regreso de Gairy y su gente. En 1981 llega a la Casa Blanca el republicano Ronald Reagan con un programa fuertemente anticomunista y no dudó en hacerle la “guerra sucia” a la revolución granadina (como así también a los revolucionarios sandinistas de Nicaragua). La disputa provino por la construcción de un aeropuerto internacional para promover el turismo con el aporte de obreros cubanos, lo que motivó la protesta de Washington. La administración Reagan pronto acusó al gobierno revolucionario granadino de construir un aeropuerto para que lo utilizaran los soviéticos, lo que representaba una seria amenaza militar para Estados Unidos en el Caribe. Washington intentó disuadir a sus aliados de Europa Occidental para sancionar a Granada, pero la acusación no se hizo eco y la construcción del aeropuerto empezó a realizarse con inversión británica. Se contrató para la construcción de las instalaciones a la empresa británica Plessey Airports. A su vez comenzaron a llegar instructores militares cubanos y soviéticos y gran cantidad de armas que convirtieron a Granada en el ejército más fuerte del Caribe oriental.

 La alianza de Granada con Cuba generó una visceral oposición de Washington y consiguientes sanciones económicas. Para evitar un aislamiento internacional el grupo de Bishop decidió establecer un acuerdo con Estados Unidos.  De hecho el líder de la revolución mantuvo una entrevista personal con Reagan, que generó malestar entre los comunistas dirigidos por Bernard y Phyllis Coard, quienes acusaban de traición a Bishop. Apoyado por la Unión Soviética, Bernard Coard, viceprimer ministro de Granada, y su facción arrebataron el poder a Bishop el 19 de octubre de 1983. Sobrevino el caos y las fuerzas de Coard posteriormente encarcelan a Bishop quien es liberado por la gente. Días posteriores Bishop y varios de sus colaboradores y seguidores son fusilados en extrañas circunstancias en un patio interior de Fort Rupert.

Se formó entonces un Consejo Militar para gobernar el país, y con el objetivo de reducir la violencia se decretó un toque de queda de cuatro días, durante el cual, si alguien era visto por las calles, sería inmediatamente ejecutado. El Gobernador General de Granada, Paul Scoon, fue sometido a arresto domiciliario.

Toda esta situación de divisiones internas entre los revolucionarios granadinos fue aprovechada por Estados Unidos para intervenir militarmente sobre la isla. La Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS) pidió ayuda a Estados Unidos, Barbados y Jamaica para derrocar al régimen de Coard. El Pentágono veía al nuevo dirigente granadino como un prosoviético de línea dura y la inestabilidad política general en un país cerca de sus propias fronteras como una seria amenaza. También la presencia de estudiantes de medicina estadounidense en la Universidad de Saint George de Granada, y el cuidado de su integridad física, fueron las razones para la acción militar. Finalmente esta se produjo el 25 de octubre de 1983. Se desplegó una fuerza de 300 hombres integrada por Antigua y Barbuda, Barbados, Dominica, Jamaica, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, mientras que Estados Unidos envió 7355 hombres. Hacia principios de diciembre de 1983 la revolución granadina fue derrotada por la invasión estadounidense denominada “Operación Furia Urgente”.

La Revolución Sandinista de julio de 1979 apoyó a Granada revolucionaria y Daniel Ortega fue un gran amigo del líder caribeño Bishop.

Estados Unidos ejerció su poder  de policía en Granada hasta junio de 1985. En diciembre de 1984 se permitió llevar a cabo elecciones y la victoria recayó ese año en un elemento moderado, conocido como el Partido Nacional. Luego de la invasión estadounidense el país ingresaría en una transición lenta pero penosa hacia la economía de mercado durante la segunda mitad del decenio de 1980 y a principios del decenio de 1990. Los ingresos de exportación descendieron a causa de las plagas en las cosechas y la caída en los precios mundiales de la nuez moscada. El desempleo aumentaría un 40 %, y el número de personas por debajo de la línea de la pobreza incluso se duplicó. Granada empezaba a vivir bajo el limbo neoliberal.

En la actualidad Granada trata de acercarse a proyectos integradores y simétricos como PETROCARIBE y el ALBA, aunque falta mucho para trabajar en ese sentido. Aún las fuerzas políticas pro estadounidenses y pro británicas en Granada siguen moldeando el modelo neoliberal en la isla. Lo cierto es que allí, en la isla del viento del Caribe oriental, hubo una revolución social de dimensiones populares que impactaron en la región. Quizá no sea tan “famosa” como la Revolución Cubana, el proceso chileno o la Revolución Sandinista de Nicaragua, pero si fue una revolución nacional, popular y antiimperialista que retó al capitalismo en tiempos tensos de guerra fría. Lamentablemente su final se produjo a través de una cobarde invasión norteamericana  en nombre de la “paz”, la “democracia” y la “libertad”.

KOLONTÁI

KOLONTÁI

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

El 9 de marzo de 1952 pasaba a la inmortalidad Aleksandra Kolontái, integrante del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado y del Comité Central del Partido Bolchevique en octubre de 1917. Kolontái fue además la primera mujer en integrar el Consejo de Comisarios del Pueblo y a nivel internacional la primera mujer embajadora.

Nacida en el seno de una familia acomodada del régimen zarista ruso, Aleksandra Kolontái se convirtió en todo un símbolo de la lucha revolucionaria marxista no sólo por los derechos de la mujer en el mundo, sino por la destrucción del régimen capitalista internacional.

Nació en 1872 en San Petersburgo, en una familia latifundista. Su padre era de origen ucraniano y un respetado general zarista, aunque de ciertas tendencias “liberales”. Su madre era de origen finlandesa. En 1893 se casó con su primo Vladimir Ludvigovich Kolontái con quien tuvo un hijo. A los pocos años su interés creciente por la cuestión social la acercaron al marxismo, lo que no fue aceptado por su marido, precipitando la separación. Aleksandra partió entonces a Suiza, a estudiar economía y ciencias sociales.

En 1899 volvió a San Petersburgo, uniéndose entonces al ilegal Partido Socialdemócrata ruso. Con su hijo a cargo, trabajó como escritora y propagandista. Durante los primeros años del siglo XX ya existía en Rusia un importante movimiento sufragista de mujeres de la burguesía.

Pero Kolontái sostuvo que la liberación de la mujer sólo podía tener lugar como consecuencia de la victoria de un nuevo orden social, y ese era el comunista, tal como planteaban Karl Marx, Friedrich Engels y Lenin.

Inquieta y rebelde, ya en 1907 organizó un círculo de obreras y participó como delegada de Rusia en la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Alemania y presidida por la famosa luchadora alemana Clara Zetkin. Sus actividades revolucionarias pusieron en peligro su vida y tuvo que exiliarse. Vivió varios países de Europa y también en Estados Unidos. Luego en la Alemania del káiser Guillermo II se unió al Partido Socialdemócrata del alemán Karl Liebknecht, la polaco-alemana Rosa Luxemburgo y la ya mencionada alemana Clara Zetkin.

En 1908 las sufragistas convocaron el Primer Congreso Femenino de toda Rusia y Kolontái impulsó la participación de las obreras socialdemócratas para que llevaran una posición clasista. En 1914 bolcheviques y mencheviques se abocaron a la organización de las obreras, lo que fue señalado por Kolontái como un giro de la actividad partidaria en torno a la cuestión de las mujeres.

En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial. Kolontái se opuso a ella. Se unió a los bolcheviques porque consideró que eran los que luchaban en forma más decidida contra la guerra imperialista. Luego de la “Revolución Rusa de febrero” de 1917, que derrocó al zarismo y abrió paso al gobierno provisional burgués, Kolontái volvió a Rusia y apoyó la posición de Lenin de romper con el gobierno y orientar al partido hacia la toma del poder apoyándose en los Soviets.

Fue elegida para integrar el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado y el Comité Central del Partido. Tras la toma del poder fue elegida Comisaria del Pueblo (ministra) de Bienestar Social, siendo la única mujer con ese cargo. En 1918 fue una de las organizadoras del Primer Congreso de Obreras y Campesinas de toda Rusia, del que nació el Zhenotdel (Departamento de la Mujer). Desde allí abrió las puertas a la igualdad política, sexual y económica a las mujeres y hombres dentro de la Revolución Rusa. Lo dedicó todo a la participación activa de las mujeres en la vida pública y proyectos sociales, y también participó en la lucha por la erradicación del analfabetismo.  

En 1921, Kolontái se puso del lado de la llamada “Oposición Obrera”, una corriente del Partido Comunista Ruso nacida en el entorno de los sindicatos y encabezada por el dirigente de los trabajadores metalúrgicos Aleksandr Shliápnikov. Esta corriente tenía como consignas entregar la dirección de la economía a un “Congreso de productores”, que los sindicatos establecieran la dirección de las empresas y fábricas y que los trabajadores eligieran a los principales administradores. El Congreso del Partido Comunista Ruso ordenó disolver este grupo, decisión que fue apelada inútilmente ante la Internacional Comunista.

En 1922 se funda la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y para entonces su labor revolucionaria fue destacada. Fue la primera embajadora en la historia humana. En 1923 hizo parte del servicio diplomático ruso y fue nombrada embajadora de la URSS en Noruega y posteriormente en Suecia y México.

Kolontái dio un gran aporte teórico sobre la emancipación femenina. En la línea tradicional de Marx y Engels, ella afirmó que en la sociedad comunista, la igualdad, el reconocimiento recíproco de los derechos y la comprensión fraternal debían constituirse en principios rectores de las relaciones entre hombres y mujeres. Sostuvo y defendió los derechos de las mujeres y reclamo igualdad con los hombres en la vida social, familiar y sexual.

Escribió muchas obras referidas a luchar contra el régimen patriarcal y capitalista. Pese a algunas diferencias, fue una leal a Lenin, y también a la URSS. Falleció en Moscú el 9 de marzo de 1952, un año antes que Stalin, con quien no se llevaba muy bien. Pero la gran labor revolucionaria marxista de Kolontái incluso fue mucho para Stalin.

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