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Algunas reflexiones en relación a los 40 años del inicio de la Guerra de Malvinas. Las tareas pendientes del Estado y los desafíos como pueblo.

Se cumplen 40 años del inicio de la Guerra del Atlántico Sur que enfrentó a nuestro país a la entonces potencia mundial pirata. Potencia mundial no solo por sus capacidades bélicas o su lugar en la economía global del momento, sino también por ser el país que incluso hoy tiene el récord de territorios ocupados como colonias.

Cuatro décadas en las que nuestro pueblo fue reconstruyendo memoria colectiva. Cuatro décadas durante las cuales muches de les que fueron a defender nuestra soberanía estuvieron maltratades, ninguneades y hasta desaparecides en el relato del poder. Hecho que, a decir verdad, no ha dejado de ser así. El poder real aún querría que nuestros héroes y nuestras heroínas sigan así, en el olvido.

Pero afortunadamente el pueblo argentino pudo imponer su memoria ante el discurso negacionista, que los promotores del odio aún siguen blandiendo. Discurso que hasta el día de hoy la derecha argentina no puede derrotar, pese a que insista en el intento de desbarrancarlo.

Sobre la dictadura genocida

Muches analistas sostienen que -en su momento- la dictadura cívico-eclesiástico-militar utilizó la guerra para “lavarse la cara” y que improvisó militarmente con tal o cual decisión. Otres -dando aún más fuerza a la afirmación anterior- han investigado y denunciado el traslado del plan sistemático de exterminio desde el continente hacia las islas. Torturas, estaqueadas, falta de entrega de alimentos y vejaciones de todo tipo que padecieron cientos de les que fueron a luchar a las islas.

Pero de poco o nada les sirvió. Como poco y nada les sirvió a los gobiernos neoliberales intentar desaparecer la memoria de lo que allí ocurrió; y de nada les sirvió desmantelar temporalmente las políticas públicas de reparación para las víctimas o de reconocimiento a nuestros héroes y heroínas de Malvinas. Cada vez que lo hicieron, generaron el efecto contrario en el acervo cultural de nuestro pueblo.

Hoy Malvinas se convirtió en una causa nacional y difícilmente eso cambie. Hoy, les ex combatientes son reconocides por lo que hicieron en 1982. Y si bien falta mucho más por hacer, al menos una parte de lo que se merecen ya se conquistó.

La “Dama de Hierro”

A quien sí le lavó la cara -al menos en su momento- fue a Margaret Thatcher, la tristemente célebre “Dama de Hierro”. Primera Ministra pirata que estaba deslegitimada no solo por las dificultades económicas que atravesaba el país en ese entonces, sino que además estaba masacrando a les irlandeses.

Thatcher, luego de la guerra de Malvinas, lograría mejorar su imagen pública -que se traduciría en su reelección como Primera Ministra- y tener el plafón necesario para implementar e impulsar el neoliberalismo a escala planetaria de la mano del presidente gringo de aquel entonces, Ronald Reagan.

Pero para los piratas Malvinas no era una simple tapadera, era algo más que eso. Malvinas era -y sigue siendo- un emplazamiento estratégico que le permite aspirar a reclamar nuestros territorios en la Antártida; les permite saquear nuestros bienes pesquero, de biodiversidad, o de hidrocarburos. Malvinas es también un puesto de vigilancia de la OTAN sobre un paso interoceánico estratégico en el plano militar. De allí la importancia estratégica para nuestro país de recuperar ese territorio usurpado por los británicos.

Los desafíos

No es la primera vez que lo remarcamos, ni será la última: no alcanza con la diplomacia y el reclamo permanente ante las Naciones Unidas y otros organismos internacionales. No alcanza con haber derogado el acuerdo Foradori-Duncan, firmado durante la gestión de Cambiemos. Nuestro país debe asumir una postura mucho más agresiva, por ejemplo, derogando -cuanto menos, rediscutiendo- los famosos Acuerdos de Madrid.

El otro gran desafío para nuestro país y para nuestro pueblo es avanzar en un verdadero proyecto bicontinental, hacer un redespliegue de nuestras fuerzas productivas en la Patagonia argentina, aumentar la población en esas regiones, dar mayor valor a la pesca y la producción de productos “Made in Argentina” con valor agregado en origen, mejorar las capacidades y el equipamiento de nuestras Fuerzas Armadas para que puedan controlar de mejor manera nuestros territorios. En definitiva, hace falta que tengamos un verdadero proyecto soberano.

La guerra no terminó

Una reflexión final: pese a que el conflicto bélico haya concluido, la guerra no terminó; cambió de formas. La derecha cipaya que habita nuestro país sigue impulsando discursos de odio, anti-patria, anti-pueblo; sigue proponiendo un proyecto que favorezca el saqueo y cumplir con las demandas del imperio y sus acólitos; y sigue poniendo trabas para sacar a nuestro país adelante, para ponerlo de pie, pero redistribuyendo e incluyendo a les excluides y postergades de siempre.

En fechas como estas, donde se conmemora un sentimiento que nos hermana y nos une, se vuelve aún más relevante que sigamos exigiendo a la dirigencia política, a las organizaciones libres del pueblo, a las organizaciones sindicales, a las PyMEs, a las empresas nacionales, a los sectores productivos ligados al campo -en definitiva, a todo nuestro pueblo- que se dejen de lado las mezquindades y discusiones estériles. Si no nos unimos y trabajamos solidariamente como pueblo, sin importar las pertenencias -de cualquier tipo-, estaremos destinades a que la derecha retorne al gobierno y destruya a nuestro país aún más de lo que ya lo ha hecho.

Se lo debemos a nuestros héroes y heroínas. Se lo debemos a las generaciones presentes y futuras.

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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