Ellas escriben con sangre: el legado femenino en el terror

Ellas escriben con sangre: el legado femenino en el terror

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Del monstruo de Shelly al chico sucio de Enriquez, las mujeres han tejido el terror con hilos de cuerpos, herencia y oscuridad cotidiana. Lo que antes se leyó como excepción hoy se revela como tradición: una genealogía de autoras que transformaron el miedo en literatura, y lo íntimo en denuncia.  Escritoras que desde lo gótico inglés hasta el realismo brutal latinoamericano, hicieron del horror un espejo  de lo social y de lo político.

 

El terror como género político

Durante siglos, el terror fue leído como un género masculino: monstruos, castillos, asesinos, guerras. Pero bajo esa superficie, las mujeres escribieron el miedo desde otro lugar. No como espectáculo sino como experiencia. El cuerpo, la casa, la maternidad, la herencia, la locura.

Se pensaba que las mujeres no podían —o no debían— explorar lo siniestro, lo monstruoso, lo abyecto. Muchas autoras lo escribieron bajó seudónimos masculinos o fueron ignoradas por la crítica. El canon se construyó en torno a figuras como Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft o Stephen King, mientras que las voces femeninas quedaban en los márgenes, apareciendo como víctimas, musas o presencias espectrales, pero rara vez como autoras o protagonistas con agencia.

Mary Shelly, con apenas 18 años, escribió Frankenstein en 1818 —aunque su autoría fue inicialmente atribuida a su esposo—. No solo fue quien inventó la ciencia ficción moderna, sino que creó una criatura que encarnaba el rechazo, la soledad y el deseo de ser amado. Su monstruo no era el villano: era el excluido. Shelly no solo fundó un género, sino una forma de narrar el dolor desde lo marginal.

Anne Radcliffe, con Los misterios de Udolfo, introdujo el terror psicológico, pero su estilo fue considerado “femenino” y por tanto menor. Estás autoras no solo escribían terror: lo hacían desde el cuerpo, la ética, la emoción, desafiando el modelo masculino de horror como espectáculo.

El siglo XX trajo nuevas fisuras. Shirley Jackson, con La Lotería y Siempre hemos vivido en el castillo, narró el miedo desde lo doméstico, lo cotidiano, lo mental. Daphne su Maurier, en Rebecca, convirtió la casa en un espacio de amenaza, y la memoria en un fantasma. Estás autoras no solo escribían terror: lo hacían desde el cuerpo, la emoción, la ambigüedad. Y eso incomodaba a un canon que prefería el espectáculo a la experiencia.

Con el avance del feminismo, el género se transformó. El cuerpo femenino dejó de ser víctima y se volvió territorio: menstruación, embarazo, deseo, envejecimiento, todo podía ser fuente de horror y resistencia. El monstruo ya no era un ente sobrenatural, sino el padre, el médico, el Estado. El miedo dejó de ser evasión y se volvió denuncia.

En América Latina, esta reconfiguración tomó una forma radical. Mariana Enriquez, con Las cosas que perdimos en el fuego, narra el terror urbano, la desigualdad, la dictadura, el cuerpo como archivo de violencia. Mónica Ojeda, en Mandíbula, explora el horror adolescente, el deseo queer, la pedagogía la del miedo. Maria Fernanda Ampuero, en Pelea de gallos, convierte lo doméstico en infierno, con mujeres que resisten desde el margen.

El hogar, lejos de ser refugio, es cárcel, laberinto, escenario de lo siniestro. Pero también es el lugar donde se puede narrar lo que la historia calla. El terror, en manos de estas mujeres, se vuelve íntimo y político.

 

¿Qué pasa cuando el miedo lo narran ellas? 

Cuando el terror lo narran mujeres, el género se transforma. Ya no se trata de espectáculos, sangrientos ni de monstruos externos: el miedo se vuelve íntimo, político, encarnado. El cuerpo femenino —históricamente objeto de horror— se convierte en sujeto narrador. Y eso implica una ruptura profunda: con el canon, con la estética, con la forma de entender el miedo. 

El miedo narrado por ellas no busca consuelo, sino reparación simbólica. La víctima se vuelve verdugo, el monstruo encarna el trauma, el relato no cierra porque la herida sigue abierta. Es una forma de justicia poética, incómoda pero necesaria. 

Narrar el miedo también es compartirlo, convertirlo en memoria colectiva. El terror escrito por mujeres funciona como ritual: no para olvidar, sino para recordar juntas. La literatura se vuelve política, comunitaria, sanadora, En este sentido el género se expande, ya no es solo ficción, es duelo, es resistencia. Estas autoras disputan qué se considera literatura “seria”, qué voces merecen crítica, qué temas son universales. Y al hacerlo, recuperan voces que el canon silenció, cuerpos que la sociedad patologizó, y genealogías que fueron borradas. 

Las niñas que no fueron escuchadas, las mujeres encerradas, las brujas, las madres que devoran, las que no tienen nombre: todas ellas encuentran lugar en estas narrativas. No son solo personajes, son memorias encarnadas, cuerpos que resisten, voces que incomodan. El terror feminista no las domestica, las radicaliza. Las convierte en protagonistas de una historia que no busca cerrar, sino abrir. Abrir la herida, abrir el archivo, abrir la posibilidad de imaginar otras formas de justicia. 

En Argentina, esta lectura de terror permite vincular las narrativas literarias con procesos sociales como la fragmentación de derechos. ¿Qué pasa cuando el Estado es el monstruo y el cuerpo es el escenario del horror? ¿Qué sucede cuando la violencia institucional, la falta de acceso a la salud, la criminalización del aborto o las desapariciones forzadas se narran desde el género? El terror se vuelve herramienta de denuncia, de duelo, de reparación simbólica. Leer a estas autoras es abrir la puerta a una literatura que no busca consuelo, sino verdad. 

Estas autoras no escriben para asustar: escriben para revelar. El terror se vuelve herramienta de denuncia, de reparación, de justicia narrativa. Lo que no se puede decir en una crónica, se puede sugerir en un cuento de horror. Lo que no se puede mostrar en un informe, se puede encarnar en un personaje monstruoso.

Enriquez, como Shelley, escribe desde el margen. Y en ese margen, construye una literatura que cuida: no porque proteja, sino porque nombra. Porque hace visible lo que el Estado, la familia y la historia prefieren olvidar.

El giro feminista del terror 

En los últimos años, el terror feminista no solo ha transformado el género desde lo narrativo, sino también desde la recepción crítica, editorial y cultural. En América Latina, autoras como Mariana Enriquez, Samantha Shweblin, Fernanda Melchor y Agustina Bazterrica han protagonizado un fenómeno literario que disputa el canon y reconfigura el mercado. Según el análisis de UNED y The Guardian, más del 70 % de los libros de terror más vendidos en la región en los últimos cinco años fueron escritos por mujeres. Esta cifra no sólo revela una tendencia editorial, sino una transformación estética y política.

La legitimación internacional ha sido contundente. Samanta Schweblin fue finalista del International Booker Prize en tres ocasiones por Distancia de rescate, Pájaros en la boca y Kentukis, además de ganar el premio Shirley Jackson y el O’Henry Award. Fernanda Melchor también fue finalista del Booker por Temporada de huracanes y Paradise, mientras que Agustina Bazterrica recibió el Premio Clarín Novela por Cadáver Exquisito, traducido a más de veinte idiomas y premiado por la comunidad internacional de horror literario. 

Este giro femenista también se consolida en el plano editorial. La antología Dantescas (Fera Editorial, 2024), curada por María Fernanda Ampuero, reúne doce cuentos de autoras clásicas y contemporáneas que descendieron a los infiernos: desde Charlotte Perkins Gilman y Silvina Ocampo hasta Monica Ojeda y Mariana Enriquez. El proyecto forma parte de la colección Mujeres que leen mujeres, que busca recuperar genealogías literarias desde una lectura feminista, criticada y encarnada. 

Mientras que en el ámbito académico, el estudio Lo fantástico y el terror femenino (Universidad de Chile, 2022) analiza cómo el cuerpo monstruo se convierte en forma de resistencia a la violencia de género en cuentos de Ojeda y Ampuero. El trabajo propone que el terror escrito por mujeres no solo representa el horror, sino que lo convierte en herramienta de lucha, duelo y reparación simbólica. 



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Una nueva trinchera sobre el feminismo y la diversidad

Una nueva trinchera sobre el feminismo y la diversidad

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Feminismo y diversidad como territorios de disputas, construcción y transformación. Desde una mirada crítica y comprometida, este frente apuesta por visibilizar las voces que desafían el orden establecido, cuestionan las violencias estructurales y abren caminos hacia una sociedad más justa, plural y libre.

A lo largo de los procesos revolucionarios e independentistas de América Latina, las mujeres han ocupado un rol silencioso pero que fue fundamental en los procesos revolucionarios: desde aquellas que resistieron a la colonización y defendieron sus territorios y culturas, hasta las que levantaron los pañuelos blancos en la Plaza de Mayo, exigieron justicia en las calles y convirtieron su dolor en bandera de lucha. 

El feminismo popular no se construye desde los mármoles del poder, sino desde el barro: desde las ollas comunitarias, los cuerpos que desobedecen y los márgenes que gritan. La figura de “madres de la patria” se resignifica, ya no como un mito de abnegación, sino como símbolo de rebeldía, organización y resistencia cotidiana.  

Las mujeres no solo fueron acompañantes en el proceso de emancipación: fueron guerreras, espías, organizadoras, mensajeras y líderes comunitarias. Su participación fue clave tanto en el frente de batalla como en la retaguardia. 

El reconocimiento de estas mujeres no solo se encarga de reparar una deuda histórica, sino que permite entender que la independencia fue una gesta colectiva, diversa y profundamente feminista en sus formas de resistencias. Desde aquellas que compraron las armas que empuñaron los soldados del general Belgrano, hasta las que organizaban tertulias y bailes domésticos en las que se recordaba la “gloriosa revolución”

Cifras que incomodan, cifras que interpelan

En un país donde el Estado ha desmantelado el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, y donde el Programa Acompañar sufrió una reducción del 98,6 % en apenas un trimestre, hablar de feminismo y diversidad no es una decisión editorial: es una urgencia política. La línea 144, la ESI y la Ley Lucio han sido desfinanciadas, mientras cada 30 horas ocurre un femicidio y el 45 % de las mujeres sufre violencia de género, de las cuales solo una de cada cinco se anima a denunciar. 

La feminización de la pobreza se profundiza: una de cada cuatro mujeres no cuenta con ingresos propios, y la brecha entre varones y mujeres en situación de pobreza extrema ronda los diez puntos. Estas cifras no son estadísticas aisladas: son un reflejo de un sistema que reproduce desigualdades y despoja de derechos. 

La situación de la comunidad LGBTIQ+ también da cuenta de violencia estructural y exclusión sistemática. Según el primer Relevamiento Nacional de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual y Genérica (2023) más del 59 % pensó en quitarse la vida alguna vez; el 14 % de los varones trans y el 12 % de las mujeres trans están desocupados; y un 35 % sufrió agresiones o amenazas en espacios públicos. 

Al pararnos desde el feminismo popular con matriz política, construido desde una perspectiva que entiende el cuerpo como territorio político, atravesado por múltiples formas de violencia, pero también como espacio de lucha y dignidad. El feminismo popular que se posiciona como  contrapoder frente a la avanzada neoliberal y fascista. 

Los encuentros plurinacionales, la marea verde, las asambleas post crisis 2001 y las movilizaciones de Ni Una Menos constituyen lo que se puede tomar como momentos bisagra en la historia. Desde aquellas mujeres indígenas, que se resistieron a la colonización, hasta las militantes de los últimos años, Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Evita, Norma Plá, Diana Sacayan, Lohana Berkins, Milagro Sala, etc. este feminismo es construido en una continuidad histórica. 

¿Por qué centrarnos en el feminismo y la diversidad?

El feminismo y las disidencias sexuales y de género comparten una raíz común: la resistencia frente a sistemas de opresión que se manifiestan en múltiples formas –el patriarcado, el cisheteronorma, el racismo, el capitalismo, entre otros. Estas luchas que no son homogéneas ni lineales, están atravesadas por tensiones, contradicciones y una enorme riqueza de perspectivas que merecen ser exploradas con profundidad y respeto.

Queremos construir un espacio que permita pensar de manera crítica, las identidades, los cuerpos, los afectos y las formas de vincularnos. Queremos hablar de lo que incomoda, de lo que transforma, de lo que se organiza en los márgenes y desde abajo. Porque hablar de feminismo y diversidad, es hablar de derechos, de autonomía, de deseo, de comunidad y de futuro. 

Nuestro enfoque no busca brindar ningún tipo de respuesta cerrada, sino más bien abrir preguntas, habilitar diálogos y acompañar procesos de construcción colectiva. Elegimos hacerlo con convicción, sensibilidad y compromiso, dando lugar a los debates sobre el feminismo negro, la violencia institucional, los crimenes de odio y la invisibilidad de las disidencias. 

Es importante entender que la diversidad no se presenta como un complemento del feminismo, sino como una parte constitutiva de una lucha colectiva que se construye desde los márgenes, desde el barro. Es una denuncia, si, pero también es una afirmación política. 

Estos temas no suelen ocupar los titulares de los medios hegemónicos, y por eso es fundamental que existan espacios como este, que no solo informan, sino que también construyen comunidad, memoria y resistencia.

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Periodismo activista en tiempo de feminismos

Periodismo activista en tiempo de feminismos

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Floren Luengo*

Negar la existencia de las mujeres, lesbianas y otras identidades
vulneradas por el patriarcado, negar el modo en que los temas
que se tratan en los medios hacen a la coyuntura sin tener
perspectiva de género reproduce opresión y distorsiona
lo que sucede cotidianamente en las calles, casas y escuelas.
Hace que las noticias se cuenten mal, que no se puedan
entender los modos que opera la economía.

Marta Dillon [1]

El periodismo feminista no sólo se origina desde la academia, sino también en toda aquella persona u organización que levanta sucesos de sus barrios, de la calle, de comedores, bibliotecas populares, juntas vecinales e infinitos otros lugares desde donde comunicar y hacer de la cotidianeidad un hecho social con historia.

En este marco no solo implica que sea una práctica de mujeres para mujeres, sino que comprende una visión analítica de la realidad la cual desnuda las tramas de poder, el sistema de opresión y desigualdad, y concibe a las personas como sujetas políticas de derecho. De modo que las denuncias y reivindicaciones son ejes primarios de su puesta en acción.

El camino de la profesión feminista

Hartas de leer y escuchar cómo educar a las niñas para que sean buenas madres, qué lugar es el deseado por otros para ellas, así como los mil y un consejos de belleza que se transmiten en la prensa hegemónica local y mundial, en Argentina los grupos organizados de mujeres manifiestan sus voces y deciden mostrarse como sujetas políticas de un tiempo y espacio determinado.

Marcando un hito histórico de la profesión, Petrona Rosende de la Sierra (uruguaya nacionalizada argentina), es la primera periodista de Argentina y fundadora de un diario en Nuestra América: La Aljaba (1830- 1831). El nombre significa el estuche donde las guerreras guardaban sus flechas. La idea se establece en un clima de guerra civil durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Pensemos que para la Argentina de ese entonces, el periódico debatía la educación, religión, política y liberación femenina.

De modo que en medio de guerras, de unitarios y federales, de impuestos a los grandes terratenientes, las mujeres están denunciando la falta de derechos, la defensa por los derechos humanos de todos y todas las habitantes, las libertades de pensamiento, el cese de la violencia, así como la necesidad de ser parte de las decisiones políticas de un país. Es clara la intención de ejercer el periodismo desde ellas mismas, cuyos relatos se encuentran reflejados en vivencias colectivas de muchas otras mujeres.

Algo interesante es que solo pocas de ellas gozaban del privilegio de leer y escribir, por lo que la profesión también estaba pensando, estimo, en la escritura de relatos destinados a las lecturas colectivas. Por ejemplo: las mujeres migrantes, trabajadoras domésticas que tenían a cargo niñeces, se reunían, y la que sabía leer porque su “patrón/patrona” le había enseñado, leía para todas. De modo que, la apropiación de la lectoescritura ha sido clave para la emancipación de las mujeres en este sistema heteropatriarcal.

Avanza el tiempo y el pensamiento heterogéneo y colectivo de las mujeres toma otra forma: las revistas. Nuestra Causa (Buenos Aires, 1919-1921), Vida Femenina (Buenos Aires, 1933-1942) y Acción Femenina (Santiago, 1922-1939) son ejemplos de ello. Ellas representan los discursos de mujeres organizadas en asociaciones o partidos políticos[2] mediante entrevistas, artículos de discusión, crítica literaria, información de actividades de las organizaciones feministas y notas de prensa de interés para el movimiento.

Parece ser, entonces, que el periodismo feminista introduce una nueva noción al acto de producir y reproducir hechos sociales. Tiene una innovadora capacidad de tomar las vivencias personales y domésticas de las mujeres y volcarlas al acto público, instalando otra manera de leer el mundo en la agenda mediática. “Se trata de una identidad que se enuncia en forma de manifiesto”, como afirma la periodista feminista Florencia Alcaráz.

Aquí y ahora: periodismo organizado

En la actualidad, las estrategias que se utilizan en el diverso mundo del periodismo y la comunicación feminista engloba experiencias como “Altavoz: Mujeres haciendo política”. Se trata de charlas entre periodistas y entrevistadas como Graciela Camaño, Miriam Bregman, Gisela Marziotta, Romina Del Plá y Ofelia Fernández. Este grupo de Periodistas Argentinas nació en 2018 al ritmo de la marea verde que reivindica, entre otras cosas, la Ley del aborto seguro, legal y gratuito.

En el mismo año, la organización Periodistas Unidas nace con la iniciativa de denunciar, bajo el lema “No nos callamos más”, los acosos recibidos en el mundo del periodismo deportivo, que califican como “muy machista”. La periodista Carolina Andamo, aseguró que para muchos de sus compañeros varones de trabajo “es raro que una mujer se siente y analice un partido de fútbol o redacte una noticia deportiva“.

Respecto a la comunicación popular, el funcionamiento de las radios comunitarias en Argentina, nucleadas en Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO), están protagonizadas generalmente por mujeres muy jóvenes. En el año 2019 fue el Primer Encuentro de Mujeres y Géneros de la Red y entre las conclusiones, las compañeras destacaron que en momentos de angustia y sufrimiento del pueblo, son las mujeres las que ponen el cuerpo para salir adelante, así como en el campo de la disputa cultural y de la comunicación popular.

Por su parte, la periodista Diana Zuarzo, trabajadora de la TV Pública, el pasado 26 de marzo de 2020, junto al Presidente Alberto Fernández, preguntó en un canal estatal acerca de la población trans en Argentina: situación diaria, cupo laboral, también la crisis habitacional y de sanidad en la que viven cotidianamente.

No fue magia, dicen las peronistas. Todas esas experiencias significan logros de una disputa constante. La historia ha comenzado con la denuncia y la erradicación de toda forma de violencia en la humanidad, y hasta que ello no acontezca, cada vez seremos más las personas que innovemos en las maneras de comunicar para transformar el mundo en el que vivimos. Ante esto, es extensiva la demanda de formación con perspectiva de género a las profesiones que trabajen sobre los sentidos y modos de pensar que se transmiten e instalan en la sociedad.


* Periodista, columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5), responsable de la sección Feminismos de Revista Trinchera, editora del portal Luchelatinoamérica y colaboradora de Agencia Timón.

Fuentes:

[1] Por un periodismo feminista. Feminacida. Link: https://feminacida.com.ar/por-un-periodismo-feminista-2/

[2] En Argentina, Nuestra Causa se asocia a la Unión Feminista Nacional junto con la producción de las militantes del Partido Feminista Nacional y de las feministas socialistas; Vida Femenina se asocia a la sección femenina del Partido Socialista. Valles Ruiz, y Castelli Olvera (s/f). Prensa y feminismo en América Latina en las primeras décadas del siglo XX.

Bruna Stamato: “Todavía hoy se escucha que en Argentina no hay afrodescendientes y afroargentinos y eso no es una verdad histórica, siempre estuvieron”

Bruna Stamato: “Todavía hoy se escucha que en Argentina no hay afrodescendientes y afroargentinos y eso no es una verdad histórica, siempre estuvieron”

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.
Bruna Stamato

Dialogamos con la militante feminista negra, integrante de la colectiva TeMa (Tertulia de Mujeres Afrolatinoamericanas) y maestra en estudios políticos y de genero en la UNTREF, Bruna Stamato, acerca de las características del feminismo negro, la violencia hacia la comunidad negra en Argentina y sobre los diferentes abordajes que están haciendo como organización.

¿Qué acercamientos has tenido y de qué se está hablando, cuando se habla de feminismo negro? ¿Cuál es la importancia y la relevancia que tiene en estos momentos?

Mi primer acercamiento fue en la búsqueda por entender mi lugar en el mundo. Empecé a leer feministas negras brasileñas.

Soy brasileña, vivo ya hace un par de años acá en la Argentina. Allá el movimiento feminista negro está bastante avanzado porque las afrodescendientes somos el 54% de la población. Así que sentí la necesidad de entender mi lugar en el mundo, en este movimiento feminista.

Cuando hablamos de feminismo negro, básicamente, estamos hablando desde una perspectiva interseccional porque cuando nos acercamos al movimiento feminista, la discusión de género, el patriarcado y la opresión contra las mujeres, las mujeres negras no estamos paradas en el mismo lugar que una mujer blanca hegemónica eurodescendiente. Para nosotras es fundamental pensar la cuestión de clase y la de la raza para evaluar las necesidades que tenemos en relación al movimiento feminista.

Por ejemplo, una de las reivindicaciones del movimiento feminista de principios del Siglo XX era el derecho a salir a laburar y nosotras las mujeres afro siempre estuvimos en la calle laburando. Acá en las Américas sufrimos un proceso de esclavitud que duró más de 400 años, así que en la cuestión del trabajo siempre trabajamos. Esta demanda, esta necesidad de que las mujeres blancas eurodescendientes pudieran salir a laburar no nos contemplaba porque nosotras ya estábamos ahí en el trabajo.

Una de las particularidades de nuestro movimiento, que hay que evaluar es el lugar que ocupamos como subalternas, como marginalizadas por el racismo estructural que hay en nuestros países; en Argentina, en Brasil, en Uruguay o en otros lados, mismo en América del Norte. En todos los países donde hubo procesos de esclavitud, el racismo es estructurante de la sociedad y nos deja en un lugar del que todavía hoy es difícil de salir.

Nos asocia al machismo el racismo, en general estamos muy vinculadas con la pobreza, tenemos poco acceso a la salud y a la educación de calidad. Estas son cuestiones fundamentales para nosotras. Tenemos un movimiento que sí o sí tiene que ser antirracista y sí o sí tiene que tener una perspectiva interseccional, porque distintas opresiones impactan en nuestro cuerpo. Eso es fundamental para el movimiento negro.

Respecto al racismo estructural ¿Cómo es la situación de las mujeres negras en Argentina? ¿Cuáles son las diferencias, las propuestas y los retos que tiene el movimiento de mujeres negras que se viven y da sus luchas en Argentina?

Hay un problema bastante grave, que es una naturalización del racismo y la invisibilización de la comunidad afro en general. Todavía hoy se escucha que “en Argentina no hay afrodescendientes y afroargentinos“, y eso no es una verdad histórica, siempre estuvieron.

Hay algunos mitos de que murieron en la Guerra del Paraguay, de enfermedades o por el mestizaje. Todo eso realmente paso pero son argumentos insostenibles porque la población afro siempre estuvo. Son poblaciones que vinieron desde los tiempos de las Colonias y también los y las migrantes afrodescendientes que están desde antes.

La Argentina es un país que recibió muchos migrantes afrodescendientes. El movimiento feminista negro esta en un momento muy interesante, de consolidación, de expansión, conformado por afroargentinas, por afromigrantes y africanas lo cual da una pluralidad muy interesante. Y uno de los desafíos para las afroargentinas sin duda es combatir esta invisibilización, que no son o que no pueden ser de acá.

Como soy una mujer migrante, una mujer negra migrante, no me impacta porque no soy de acá pero lo que si sufro es el racismo; salir a la calle y no encontrar mucha gente parecida a mí. En cualquier espacio, desde las cosas más cotidianas como tomarse un colectivo, un subte o salir a tomar un café; en empresas, en trabajos, en representación política, no estar en espacios de poder, espacios de tomas de decisiones. Todo eso impacta en nuestra vida, además de la negación del racismo ¿Cómo vamos a combatir algo que no existe? ¿No?

Es muy difícil. Estamos en un momento de afirmar y reafirmar todo el tiempo que sí hay una población afrodescendiente, que es importante y que necesitamos estar en este lugar de lucha.

¿Cuáles han sido los avances en derechos de visibilización y empoderamiento? ¿Cómo han participado o qué cambios hubo en la política pública en base a las demandas que tiene el actual movimiento afrodescendiente argentino? Y particularmente ¿Como están trabajando desde la Colectiva “Tertulia de mujeres afrolatinoamericanas”?

Uno de los momentos que me parecen más importantes en el movimiento de mujeres fue la realización de un taller de mujeres afrodescendientes en el “Encuentro Nacional de Mujeres”. Después de 30 años, la primera vez que hubo un taller fue en Rosario en 2016.

Esto es muy interesante porque reunió mujeres de Argentina, de Brasil, Uruguay de distintos países que vivían en el país y en ese momento nos dimos cuenta que no estamos solas. Ahí empezaron a surgir alianzas, a consolidarse grupos políticos, colectivas, porque la lucha que tenemos es colectiva y eso es muy interesante.

Otro marco interesante e importante para nosotras (como mujeres afrodescendientes) fue la ley en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que celebra el día de la mujer afrolatinoamericana y caribeña. Es una ley que fue sancionada por la legislatura porteña en el 2013.

Otro hecho importante, que no es solamente de mujeres afrodescendientes, es el día de los y las afroargentinas/argentinos que es el 8 de noviembre. Ese día se celebra María Remedios del Valle considerada “la capitana de la patria” (ley sancionada en 2013).

Estos marcos son importantes para nuestro movimiento pero políticamente, en políticas públicas para la comunidad afro no las hay todavía, estamos luchando por eso, para tener -por ejemplo- un instituto de afrodescendientes, afroargentinos y africanos. Es fundamental para pensar políticas públicas para la comunidad afrodescendiente. Al igual que pensar el acceso a la salud, a la educación, a oportunidades laborales, que podamos ocupar espacios en la sociedad, no estar en los márgenes, padeciendo la pobreza, la falta de trabajo digno.

Hay acciones que son interesantes: hace poco tuvimos una intervención sobre la “black face”, en las escuelas: pintar a los nenes con el corcho negro, que es algo súper estereotipante para la comunidad. Hay que hacer una campaña de concientización en la sociedad: señalar esas prácticas discriminatorias y racistas. Son prácticas que no van más. Es demasiado humillante y sigue poniendo a las y los afrodescendientes en un lugar de invisibilización.

Agustín Arzac: “Lxs editorxs argentinxs debemos reunirnos, encontrarnos y visualizar con más claridad los orígenes del problema para emprender acciones conjuntas”

Agustín Arzac: “Lxs editorxs argentinxs debemos reunirnos, encontrarnos y visualizar con más claridad los orígenes del problema para emprender acciones conjuntas”

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Presentación del libro de María Pía López en La Plata

Dialogamos con uno de los responsables de EME Editorial y parte de Malisia, distribuidora & estantería de libros y revistas, Agustín Arzac, quien nos comentó la situación que viven las editoriales argentinas en este contexto de ajuste y las posibles soluciones a las dificultades a las que se enfrentan.


¿Cuál es el desafío que tienen las editoriales en la Argentina teniendo en cuenta la situación económica actual y la falta de políticas para el sector cultural?

Los desafíos son varios. Principalmente, encontrar una solución a un problema concreto que tiene que ver con el aumento de los costos en la producción de los libros y la falta de ventas de los mismos. Me parece que a nivel general, el aparato productivo (en todas las ramas, en todos los sectores), está siendo exterminado. En sólo tres años y medio, éste gobierno está logrando índices espantosos en todas las ramas del sector productivo argentino. Y no tienen que ver estrictamente con una crisis global, sino que las medidas que han tomado,tanto en políticas cambiarias como en la desinversión y el desfavorecimiento de la producción nacional a partir de la apertura de las importaciones, son las principales causas de éste desastre.

Los libros no quedan exentos de todo esto; con la dificultad de que por no ser de artículos de primera necesidad, es de lo primero que las familias recortan. Y se ve reflejado en la estrepitosa caída en la producción y en las ventas: en 2018 se imprimieron 5.000.000 menos de ejemplares que en 2017 y hubo una caída del 15% en nuevas publicaciones.

Sin embargo, según el Informe de la Cámara Argentina del Libro, las editoriales pequeñas e independientes (que podríamos clasificar como Pymes) son las que pudieron mantener el número de nuevas publicaciones, editando 7 de cada 10 novedades, mientras que las grandes editoriales y grupos multinacionales fueron las primeras en retraerse, recortar. Claro, ellas nunca asumen riesgos, son los números y no las letras los que digitan su agenda de trabajo.

Los desafíos tienen que ver con entender todas éstas variables en colectivo.En principio, para  encontrar una voz propia potente y así buscar interlocutores válidosen el Estado para trabajar (algo que este gobierno no ofrece). Habrá que construir esa voz para que con un futuro gobierno en Argentina, podamos desarrollar una serie de políticas que favorezcan todo lo que tiene que ver con la educación y la cultura.

Un programa ya fue presentado en la Cámara de Diputados, y tiene que ver con la creación del Instituto del Libro (una política que está llevando adelante Daniel Filmus). Si las pequeñas y medianas editoriales, que significan el 70% de la producción de títulos en Argentina, no encabezan las reivindicaciones y o son las principales destinatarias de herramientas en éste Instituto, podríamos seguir sin encontrar soluciones. Veo un horizonte ahí, en principio, para salir del pozo y empezar a crear nuevas políticas y posibilidades para el sector.

Pero para eso, insisto, lxs editorxs argentinxs debemos reunirnos, encontrarnos, identificarnos en un colectivo para diferenciarnos de los grandes grupos económicos, y desde allí, visualizar con más claridad los orígenes del problemapara emprender acciones conjuntas.

¿Cuáles son los principales rasgos de esta propuesta que está trabajando Filmus?

La ley del Instituto Nacional del Libro comparte una plataforma (al menos en lo propositivo) como lo fue la Ley de la Música y el Instituto de la Música, que tienen que ver con organizar desde el estado un ente que pueda regentear y que pueda favorecer a través de créditos blandos, de subsidios, de recortes en las cargas impositivas. Una serie de medidas económicas concretas para facilitar la producción del libro argentino, la distribución de esos materiales en todo el territorio nacional de una manera más federativa, y contribuir a poder solucionar algunos problemas de los trabajadores en cada uno de los sectores, ya sea del sector gráfico, editorial, de los y las escritoras y las librerías que están pasando por un momento muy difícil.

Una de las medidas podría ser la exención del IVA. Por ley, en teoría, el libro en Argentina debería estar exento de éste impuesto, pero no sucede lo mismo con el papel, con las tintas y demás componentes, entonces es una cadena con pocos eslabones. La exención sólo lo tienen las librerías y el libro. Para hacer esto, no se necesita un Instituto del Libro. Se necesita  determinación política. El Instituto del Libro debería ampliar el horizonte de posibilidades en lo cultural.

Conocemos y hemos leído varios de los trabajos que vienen realizando desde la editorial. Comentabas las dificultades que se tienen, pero pese a ello vienen con varias ediciones y de títulos bastante renombrados en la colección Plan de Operaciones.

El trabajo no ha disminuido. Obviamente no le podemos poner todo el cuerpo que quisiéramos porque tenemos que realizar otras actividades extras para poder subsistir. Ninguno de los trabajadores de Malisia (sean de Club Hem, EME, Pixel) vivimos de los flacos ingresos de nuestras editoriales; lo llevamos de manera complementaria.

Pero es verdad que el trabajo en cada una de las editoriales sigue creciendo. Las publicaciones, por suerte, son cada vez mayores y de mejor calidad, también con autores más visibles y más reconocidos. Desde ese sentido estamos muy contentos.

En lo que va del año publicamos los libros de María Pía López (Apuntes para las militancias) y de Esteban Rodríguez Alzueta (Vecinocradia),ambos en la colección Plan de Operaciones, que es de ensayo político latinoamericano.No es poco para una editorial tan pequeña como EME.

Son textos importantes porque salen a discutir en una coyuntura política concreta, temas específicos. Pero que también abren discusiones hacia otros sectores. Es un pequeño aporte, un lazo que intentamos establecer entre los lectores y el mundo académico y político.La divulgación de análisis y teoría sobre ciertos temas que hoy por hoy son agenda y que es importante poder conocer, estudiar y discutir para ir transformando pequeñas situaciones sociales.

Estuvieron presentando el libro de María Pía López en La Plata ¿Cómo fue ese momento?

La presentación para nosotros era muy esperada porque el libro ya había sido presentado en varios lugares del país. María Pía López es una militante antes que nada, entonces se puso muy al hombro el hecho de llevar el libro a distintos lugares y presentarlo en muchísimos lugares, pero en La Plata todavía no se había presentado.

Por ello pensamos un escenario que muy lindo, porque se hizo en La Grieta, que es un espacio amigo, grande y cómodo, y donde siempre están atentos a generar contenidos culturales, con un gran trabajo también en el territorio.

La autora estuvo acompañadade dos personas muy especiales para nosotros. Por un lado estuvo Liliana Herrero, que además de ser una cantante popular, reconocidísima y de vasta trayectoria, es también una profesora de letras y compañera de Horacio González (imaginen la cantidad de discusiones que debe haber en esa casa). Además Liliana es amiga de Pía, así que la invitamos a que pueda hacer un comentario sobre lo que ella encontró en el libro y también sobre lo que ella vio en estos años de transformaciones y de avances del movimiento popular feminista de Argentina.

Por otro lado estuvo Daniela Camezzana que es una compañera de la facultad de periodismo, también cercana a estas temáticas pero también al estudio del cuerpo, la danza y el trabajo con crónicas periodísticas; conoce el pulso de las discusiones.

Fue una noche que difícilmente olvidemos. En lo personal, me revitalizó y me llenó de esperanza.

Apuntes históricos de la lucha del Movimiento Social de Mujeres

Apuntes históricos de la lucha del Movimiento Social de Mujeres

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

por M. Viviana Yopasa Ramírez*

Foto: Latinta.com.ar

El Movimiento Social de Mujeres (MSM), a partir de una experiencia histórica de resistencia y de cuestionamiento a las bases del modelo de sociedad vigente juega un papel preponderante en la transformación de las estructuras de poder del Estado y la sociedad. Sin lugar a dudas, a partir de los aportes realizados desde las movilizaciones de mujeres en la segunda mitad del siglo XX, ellas empiezan a cuestionar el sistema de pensamiento hegemónico patriarcal y sus formas de opresión en lo sociopolítico, económico, cultural y sexual.

Visibilizar la situación de subordinación y opresión de las mujeres constituiría los primeros eslabones de la lucha por el reconocimiento de sus derechos, cuyas demandas y exigencias de transformación, fue liderada por tres tendencias del movimiento: la primera, se considera como el movimiento feminista[1], desarrollado en Europa entre los años 60’s y 70’s, generalizándose en América Latina alrededor de los años 80’s, en contextos sociales y políticos como la restitución de la sociedad civil, la modernización del Estado y de la economía, así como la democratización política y social de la región: “En esta misma década se advierte el fracaso de las formas tradicionales de hacer política y se desdibuja el ideal revolucionario. Surgen los nuevos movimientos sociales y ello facilita, como se mencionó, la presencia del movimiento de mujeres que antecede los estudios académicos” [2]

Este feminismo perteneciente a la denominada “segunda ola del feminismo”[3], la cual define una oposición directa al modelo de sociedad patriarcalista (generalmente reproducido por el sistema económico y democrático neoliberal), entendiéndola como “la estructura básica de todas las sociedades contemporáneas, caracterizado por la autoridad impuesta desde las instituciones de los varones sobre las mujeres y las hijas-os en la familia. Para que esta autoridad se ejerza, el patriarcado domina toda la organización de la sociedad, de la producción, el consumo, la política, el derecho y la cultura. Las relaciones interpersonales, y por tanto la personalidad, están marcadas por la dominación y la violencia que se construye en la cultura y en las instituciones del patriarcado[4]

Foto: entrefachasyrojos.com

El reconocimiento de este primer espacio histórico, social y político, permitió a las mujeres de este campo, consolidar los nuevos vértices del movimiento feminista: los derechos reproductivos y la libre opción a la maternidad y la sexualidad; la participación política plena y activa de las mujeres. A su vez se develaba con mayor claridad la desigualdad existente en la división sexual del trabajo y la violencia de la que eran y son objeto mujeres de todas las clases, razas y edades. El feminismo se presentaba como una forma múltiple y simultanea de toma de conciencia sobre los nuevos desafíos que exigía la realidad social de la época y que precisaba -en el movimiento- un proceso de consolidación de estas acciones.

Al interior de este feminismo también se evidenciaron dos claros perfiles, producto de las intermitencias y el proceso histórico que movilizaba sus luchas, principalmente, en el escenario político: Las feministas militantes en los partidos (que mantenían una lucha por la liberación de los sectores más oprimidos, dividiendo la lucha de los sectores dominados sobre el problema mismo de la mujer) y las feministas autónomas (convocando a un proceso de autoconsciencia y permanente trasformación). Se reflejaba allí, la temprana diferenciación de un movimiento en formación, que ponía en el escenario político la compresión de sus opresiones desde distintos ángulos y delinea las inserciones que los colectivos, organizaciones y redes de mujeres empezarían a tejer para formar diversas estrategias de resistencia.

En concordancia con lo anterior, se diría que mientras las “feministas autónomas que consideraban la opresión sexual como sobre determinante y las feministas de partido, que postulaban el papel de la explotación económica del capitalismo como el marco privilegio de la opresión sexual (…) El capitalismo aparece como beneficiario de la postergación social de la mujer por su interés en la mano de obra barata que genera la unidad domestica[5]. Las dos apuestas políticas e ideológicas, han logrado visibilizar una fuerte tensión al interior del movimiento entre dos formas del acción: las mujeres que se relacionan y se visibilizan a partir de sus vínculos de negociación con el estado, en procesos de políticas públicas y presupuestos reivindicativos; y las que fomentan el fortalecimiento del movimiento desde la relación directa con la sociedad civil, cuestionando las democracias existentes y fortaleciendo por el contrario las alianzas con amplios movimientos sociales y de identidad, llamadas feministas radicales o mujeres autónomas.

Programa de Canal Encuentro

La segunda tendencia, que emerge para finales de los 80’s y abarca toda la década de los 90’s, se consolida en organizaciones, grupos y colectivos de mujeres que generaron procesos de autoconciencia y gestionaron un trabajo con los sectores populares. Estos grupos son reconocidos como las expresiones del movimientos urbanos-populares de mujeres, haciendo una clara división con el movimiento feminista, desde sus críticas puntuales a la desigualdad entre roles sociales, los significados de género, el maternalismo y el sistema patriarcal en general.[6]

Esta tendencia, que tuvo un desarrollo importante en América Latina, se distinguió por generar procesos de autoconciencia y un trabajo participativo con los sectores populares: se vincularon mujeres de los barrios llamados “marginales” o “excluidos”, las madres comunitarias, mujeres trabajadoras. Las actividades giraban en torno a la reflexión sobre el género y los programas de desarrollo amparados en organizaciones no gubernamentales, que facilitaron mayores recursos fiscales para su infraestructura y demandas en servicios públicos[7].  Allí, las mujeres jugaron un papel fundamental, “organizándose para la autogestión de recursos dirigidos a cubrir necesidades básicas de alimentación, seguridad y servicios, basados en el espíritu comunitario y fuertes lazos de solidaridad. Ejemplos claros de este fenómeno son los comedores de madres y los comités del vaso de leche en Perú)”.[8]

La tercera tendencia, que corresponde a las mujeres de participación institucionalizada, refiere a mujeres adscriptas a espacios formales y tradicionales de participación política como los partidos, los sindicatos. Estas comenzaron un amplio proceso de cuestionamiento y organización autónoma al interior de esos espacios de legitimidad masculina por excelencia.  Algunos de estos colectivos, al experimentar los primeros signos de subordinación, intentan modificar esos espacios o abrir nuevos caminos que les permitiera una mayor participación en la toma de decisiones a nivel local y nacional.

Foto: Perfil de Facebook “Ellos salvaron al Comunismo y a la Humanidad”

Aunque cada una de las vertientes sugiere una dinámica, unos objetivos y una base social diferentes, lo que caracteriza a este movimiento es, precisamente, que las tendencias se interconectan, comunican y que tiene múltiples puntos de coincidencia, como las plataformas, las temáticas, la cultura y las reivindicaciones en las cuales convergen[9].

El espacio de actuación se convierte en un ámbito de relaciones entre lo estructural y lo cultural: allí se da una “creación interactiva (vincúlate de nuestras acciones), intersubjetiva (relaciones que nos conectan desde planos íntimos que tocan con las mentalidades y lo psicológico socialmente constituido) y dialógica de mujeres excluidas -por principio- del pacto moderno entre los hombres[10]. Es a partir de la confluencia de la multiplicidad de identidades (o formas de concebirse de las mujeres) al interior del movimiento, que comienza el reconocimiento de esas “otras” que comparten una condición de subordinación (las mujeres negras, indígenas y lesbianas, en dónde se articulan el género, la raza y la opción sexual) y que representan una crítica a prácticas discursivas excluyentes que están presentes en la sociedad.


[1] Barbieri, Teresita; Oliveira, Orlandina. 1990 “Mujeres en América Latina: análisis de una década en crisis” Madrid, Editorial IEPALA. Pp. 40

[2] León, Magdalena. 2004. “Reflexiones para un debate sobre los estudios de género” En: Seminario memorias de género, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá  Pp. 12

[3] Entendida como el movimiento social de mujeres que se desarrollo en la década de los 60’s, durante un período de intensa protesta feminista en Europa y Estados Unidos (1968-1980). Esta etapa se caracteriza por incorporar una perspectiva subversiva, de transformación de largo aliento, y un compromiso por unir las luchas por la transformación de las subordinaciones de las mujeres con las transformaciones de la sociedad y la política. Tomado de: León, Magdalena “Reflexiones para un debate sobre los estudios de género”. En: “Género, mujer y saberes en América Latina, entre el movimiento social, la academia y el estado”. Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, 2004

[4] Sánchez G., Olga Amparo. 2006. “Nuevas formas de resistencia civil de lo privado a lo público. Movilizaciones de la Ruta Pacifica 1996-2006. Medellín; Ruta Pacifica de las Mujeres” Pp. 45

[5] Luna, Lola (1995) “Historia, Genero y Política: Movimientos de mujeres y participación política en Colombia” Pp. 178

[6]  Ibíd.

[7] Barbieri, Teresita; Oliveira, Orlandina. Op. Cit. Pp 43.

[8] Bruckmann, Mónic, Dos Santos, Theotonio. 1995. Los movimientos sociales en América Latina: un balance histórico.  Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Pp. 16.

[9] Valente, Virginia. 1993.  “Los intereses de las mujeres y los procesos de emancipación” Universidad Nacional autónoma de México. Pp. 10.

[10] Lagarde, Marcela. 2009. “Aculturación Feminista” 1998. En: Mazo López, Clara Inés “La identidad colectiva del movimiento social de mujeres” Corporación Vamos Mujer. Pp. 4


* Lic. En educación y Ciencias Sociales, Estudiante de Maestría en Sociología de la cultura y análisis cultural en Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), UNSAM. Columnista del programa La Marea, (FM 90.5 Radio Futura), redactora de Revista Trinchera y colaboradora Agencia Timón.
María Pía López: “El aporte de los feminismos es poner en escena que ninguna vida es desechable”

María Pía López: “El aporte de los feminismos es poner en escena que ninguna vida es desechable”

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Dialogamos con la socióloga, educadora, escritora, militante feminista del colectivo -Ni una menos-, María Pía López, sobre la publicación de su último trabajo (Apuntes para la militancia – Feminismos, promesas y combates) y sobre el feminismo en el contexto actual de nuestro país.


Hay una idea que aparece en variadas oportunidades en el libro y que tiene que ver con los feminismos populares. Hablas de feminismos en plural ¿Porqué propones pensar al feminismo desde esta pluralidad? 

Porque creo que llamamos feminismo a un campo de disputas. Combates donde hay articulaciones muy diferentes con otros temas, núcleos, valores que se ponen en juego en la vida social. 

Hay feminismos vinculado a distintas experiencias partidarias y cuando uso el plural es para señalar que hay un campo de disputa. Puede haber una confluencia en tanto haya capacidad e intención política de instancias de articulación transversal, pero eso no siempre ocurre.

Esa transversalidad y la autonomía son condiciones para que esos feminismos sigan siendo plurales, y al mismo tiempo, no adversos entre sí. El uso de la idea de popular o feminismos populares es fundamentalmente para producir una diferencia, con respecto a un tipo de feminismo que tiene cierta presencia en la vida política argentina: el feminismo liberal. 

¿Propones una contra postura a ese feminismo más “blanco” si se quiere? 

En realidad es un feminismo que se articula con un programa de gobernabilidad más liberal o neoliberal, que tiene que ver con convertir, que es imposible porque se convierte. Se traduce el feminismo como un conjunto o una agenda que es muy escueta, que puede incluso llevar hasta aborto, puede enunciarse contra la violencia de género, puede pedir paridad o puede pedir discutir el techo cristal en carreras profesionales. Pero todo eso puede ser articulado, incluso con el FMI para decirlo muy violentamente.

Frente a esos tipos de feminismos que yo llamo más liberales. Es un feminismo más de clase (clase media) que no produce articulaciones con los sectores populares y que tampoco considera a fondo el problema de la desigualdad social, cuando no sólo es producto de las relaciones de género. 

¿Quiénes son les sujetes polítiques del feminismo popular? 

Esos feminismos de los cuales somos parte se fueron amasando en los últimos años, en principio, como una instancia muy masiva. Se fue construyendo un sujeto político que tiene una heterogeneidad constitutiva, que es de cuerpos, de experiencias y de posibilidades de afectos. Donde hay mujeres, pero también hay trans, travestis, lesbianas y esa multiplicidad está muy viva, Pero que también se frustra en esos feminismos y eso en la calle se ve muy claramente con otras disidencias, con disidencias con respecto a la norma corporal, con experiencias de la vida de la producción de lo común en los barrios populares. Me parece que ahí, está presente toda la tradición de las compañeras que militan en barrios y comedores, que provienen de los movimientos de desocupados. Y también la cuestión me parece que es lo que está emergiendo en relación a la discusión del Encuentro Plurinacional de este año, que es con el tipo de intersección que necesariamente debe producirse con las compañeras indígenas y afrodescendientes. 

Foto: Soledad Gryciuk para Revista Atletas

¿Qué fue lo que logro hasta ahora, o que históricamente ha ido logrando el debate feminista en Argentina? Cuando digo debate, no quiero decir solamente en una cuestión de movimiento feminista, sino un debate instalado en donde la sociedad argentina realmente puede charlar sobre el tema, debatir ideas y llegar a una transformación. 

Creo que es muy impresionante el efecto que tiene eso que llamas el debate o ese estado de la conversación y de la apertura. Y ese efecto lo vivimos más directamente, en términos de transformaciones en las cuestiones de vida, de la expansión clara y notable de los horizontes de libertad para las vidas de distintas personas.

Esto se ve muy rotundamente en términos generacionales, porque les mas jóvenes ya tienen, en muchos casos, otra relación con el patrón heteronormativo. El género ya no está asociado al sexo. Hubo muchas transformaciones de curso que ponen en ese estado de debate, estado de conversación, en condiciones de una fuerte materialidad, que es la de producir nuevas formas de vida.

La segunda cosa que creo que se ha podido instalar una idea de la vida, como vida autónoma, vinculada al deseo y eso tuvo que ver fundamentalmente con la pelea de la campaña por la Legalización del Aborto. También que se pudo poner en el centro la idea, y eso con las movilizaciones de Ni Una Menos, se cambió muy brutalmente el umbral de tolerancia, de la violencia y la humillación ¿no? 

Hasta hace unos años parecía naturalizadas, relativamente aceptadas, etc. Ahora son directamente inaceptables y condenables socialmente. Todo eso es producto de este estado de debate social.

¿Cuáles crees que son los principales aportes del feminismo popular al momento actual que vive la Argentina? Al ser un año electoral ¿Cuál crees que es el papel que tenemos o que tendríamos las militancias feministas?

Con respecto a la primera pregunta, creo que hay un aporte muy relevante que es haber colocado en el centro la discusión sobre el trabajo y lo que eso produjo alrededor de la construcción de la herramienta de la huelga o del paro. Al poner en el centro la cuestión del trabajo se fue mostrando que hacemos trabajo asalariado, pero también muchas compañeras hacen trabajo en la economía popular o informal y también hacemos trabajo doméstico (que resulta impago), y todo eso de algún modo implica condiciones de explotación y de apropiación. O sea que todo eso que no nos pagan en algún lado está.

Haber colocado la cuestión del trabajo en el debate es una cuestión central. A partir de poder recolocar la cuestión del trabajo y que significa el trabajo doméstico, que significa el trabajo impago, también nos permite poder discutir, por ejemplo, el fin de la moratoria previsional y del cambio de las leyes jubilatorias.

Los feminismos populares producen una serie de argumentos, de intervenciones, de posibilidades para discutir lo que es una estrategia de gobierno neoliberal que es excluyente y absolutamente cruel respecto de las vidas. 

Lo que aportan esos feminismos es poner en escena el afirmar que ninguna vida es desechable, que todas las vidas deben ser tomadas en cuenta y que todas las vidas son valiosas. 

Con respecto a la cuestión electoral, es un escenario muy difícil, pero, fundamentalmente, lo que producimos desde los feminismos es la capacidad de construir un modo de confrontar con el neoliberalismo, que es un modo absolutamente material.

Cuando decimos que creamos condiciones, redes, formas cooperativas, formas de articulación y de producción de lo común, muestran que muchas de las cuestiones que nos atraviesas (desde el problema de la escolaridad, de la salud y alimentación, la falta de trabajo), no son cuestiones a ser resueltas sólo términos individuales. En muchos lugares y barrios pasa que se construyen redes feministas para tratar estos temas, mostrando que así como las causas de los temas son sociales, las formas de resolverlo lo son.

Foto: Cristina Fernández de Kirchner

Retomando la cuestión de que es un año electoral y que seguramente va a ser una disputa muy reñida, que puede tener de todo y que la consigna de unidad (por lo menos del campo nacional y popular) es bastante amplia y que incluso incluye a sectores que se opusieron a la legalización del aborto. ¿Cuál crees que puede llegar a ser el aporte del feminismo en el próximo gobierno, en la disputa hacia lo interno del gobierno, en caso de que gane la formula Fernández- Fernández?

Si continúa el macrismo, ya se ha demostrado es la capacidad de confrontación callejera y la dificultad que tienen para responder a esa movilización, con algo que no sea maquillaje. Medidas que no sean sólo una puestas en escena. Incluso el nombramiento de una feminista en el Consejo Nacional de la Mujer no tuvo efecto más concreto que eso. Se respondió a todas nuestras movilizaciones de ese modo. 

Me parece que otra forma de sesgar nuestra agenda es convertirlo en una cosa chiquitita y no aceptar la discusión de fondo que venimos planteando contra el neoliberalismo en su conjunto.

La discusión más interesante se abre si el gobierno que surge de las elecciones de octubre es un gobierno más afín, más democrático, que surja planteando la cuestión de los derechos, que sería asociado a la formula Fernández-Fernández.

Para los feminismos se abriría una cuestión muy interesante porque lo mejor que le podemos hacer a ese gobierno es construir una fuerza autónoma y capaz de exigir. Los sectores que hacen lobby, los fundamentalismos religiosos, los grupos hegemónicos comunicacionales, los grupos empresarios, siempre están organizados para generar situaciones adversas al campo de la ampliación de derechos.

¿Con que se contrapone eso? ¿Cómo se abren las posibilidades para un gobierno, para que haga otra cosa, que no sea que le piden los sectores dominantes? Con un movimiento popular existente, fuerte, organizado, autónomo. En ese sentido lo que es deseable en los próximos meses, que es el triunfo de la formula Fernández-Fernández y a la vez un feminismo que pueda mantenerse como un feminismo autónomo y poderoso frente a este triunfo.

Meli Lobos: “Replantearnos, deconstruirnos, ese es el camino que está teniendo Cachitas”

Meli Lobos: “Replantearnos, deconstruirnos, ese es el camino que está teniendo Cachitas”

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Entrevistamos a Melisa Lobos, vocalista de Cachitas Now!, una banda de cumbia
disidente y transfeminista de La Plata que sigue abriéndose camino desde el impulso de una marea feminista que avanza atravesando todos los espacios que por mucho tiempo fueron vedados para mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries.


¿Qué hacen y qué intentan expresar en el ambiente musical como una
banda disidente?

Hace unos años ya que estamos y ahora nos estamos dando cuenta del espacio que
ocupamos. Nos consideramos ahora una banda de cumbia disidente, en su momento no pensamos así, éramos una banda de cumbia de mujeres y Cachitas fue mutando, fue creciendo. Nuestras letras fueron empezando a tener otro peso, otra importancia, otra necesidad de salir a hablar y a decir cosas que estaban sucediendo y esto nos llevó a grabar nuestro segundo disco  que es el que estamos presentando ahora un disco que se llama “Chonga” y pueden escucharlo en las plataformas digitales. Cachitas Now es ahora identidad, es autogestión, es disidencia, es una lucha constante.

¿Y cómo es que lograron construir eso? ¿Cómo es que llegaron ahí?

Lo consideramos un proceso. Cuando nosotras empezamos, como te decía nos
considerábamos una banda de mujeres que queríamos hacer cumbia, tocábamos en
peñas y después en fiestas, siempre desde el lado divertido. A medida que la banda fue creciendo y teniendo otro peso, otra importancia, nos dimos cuenta que ser artista tiene una responsabilidad, no es todo joda. Nos subimos a cantar y somos felices, una parte de eso la música lo tiene, pero también ser artista lleva tener una responsabilidad y un mensaje que defender. Cachitas empezó a tener ese peso, a replantearse cosas que estaban pasando, historias de amor, de alegría de cómo pensamos nuestras relaciones, nuestros vínculos.

También tenemos un sentido del humor muy amplio, entonces nos reímos mucho y
nuestras canciones apelan mucho a la risa, al humor. Nos ayudó a ese crecimiento, todo el movimiento social feminista que nos está atravesando, que estamos viviendo
actualmente ya hace unos años, el cual nos hizo sacarnos la venda patriarcal con la que fuimos criadas todas. Replantearnos, deconstruirnos, ese es el camino que está teniendo Cachitas. No fue fácil, calculá que la banda tiene cinco años. A esas Cachitas no le hacías esta misma entrevista. El mensaje hubiera sido cualquier cosa, estábamos de viaje de egreso cuando nació Cachitas, vivíamos de joda, ahora la banda se posiciona de otra manera.

“Cumbia Kitty” de Cachitas Now

¿Como ves en este tiempo el acceso de derechos de las personas LGBTIQ? ¿Cuál
es el papel en términos de hacer visible y de buscar estos medios de comunicación
visibilización simbólica de lo que son las identidades diversas?

Nosotras hablamos mucho sobre nuestros cuerpos, visibilizar nuestros cuerpos como son imperfectos no perfectos y en su momento fue hablar de eso que no somos. Nuestro primer disco tenemos un tema que se llama “Soy” que habla de una persona trans, de eso que sos vos en tu cuerpo, “quiero que mi cuerpo sea el reflejo de mí”. Un posicionamiento que tuvimos fue ese replantearnos nuestra identidad, nuestra corporalidad. Esta la Giuli y todo su proceso trans lo vivió adentro de la banda y eso a nosotras nos ayudó muchísimo a crecer. Fue un volver a empezar, replantearnos un montón de cosas, empezar a charlar con esas personas. Tenemos muchas referentes también del espacio disidente como lo es Susy Shock, Quimey Ramos, el también poder relacionarnos con bandas de otros espacios disidente. Somos muy amigos de la gente de Sudor Marika y eso nos ha ayudado también a nutrirnos y a posicionarnos desde otro espacio.

¿Cómo vivieron la sanción de la ley de Cupo Femenino en los escenarios?

Una alegría para nosotras, una chochura tenemos. Porque a esas cosas si las hemos
vivido. Participamos de un concurso nefasto de cumbia, de esos que organizan en La
Plata. Había unos jurados machirulos, muy reconocidos del ambiente, nosotras no
pasamos en esa primer instancia, pero cuando nos fueron a dar la devolución nos dijeron que les sorprendía que línea de percusión sonara tan bien siendo que somos mujeres. En un momento era demostrar que podemos. Es un bajón estar poniéndose en el lugar de demostrar que podemos, que somos más o demostrar que somos iguales.

Desde el año pasado después de lo que fue el pañuelo empezamos a relacionarnos con otras organizaciones y en uno de los espacios que empezamos a participar fue en “Músicas Argentinas” en Capital que es a nivel nacional y estamos en constante
comunicación con ellas. También hemos participado de “MUPLAR” el movimiento de mujeres que hay acá en La Plata de músicas organizadas, que está muy buena, al que pueden buscarlo en Instagram, a todas las músicas que estén escuchando. Busquen MUPLAR y pueden asistir a las reuniones son unas asambleas muy lindas que se hacen todos los domingos.

Considerar que es un espacio que se ganó una ley de cupo, es un avance gigante. Falta, porque estaría buenísimo incluir a las disidencias. Esto es como cuando tenemos la discusión del “Plurinacional”.

Eso te quería preguntar también ¿Si se pensaban reconocidas dentro de ese
proyecto las disidencias?

En principio son las mujeres, pero creo que la idea es seguir, considero que se tiene que seguir luchando. Para mí, ya ese es un gran paso para la humanidad, pero creo que también de la mano del cupo laboral, desde lo artístico hay que pensar en el cupo laboral de las personas trans. Creo que cuando esa ley realmente salga adelante, todo el resto va a seguir su curso. Me parece que es prioritario la ley de emergencia del cupo laboral trans, es necesario, imperioso  para que se las reconozca, para que se las visibilice.

El otro día me acordé de una historia que vi, la de Quimey Ramos, que tiene una
compañera que todavía no tiene DNI y si no tenes DNI no te podes asociar a algunas
cuestiones, estas invisibilizada, no podes hacer cosas legales y cuando te lo vas a hacer, necesitas un domicilio oficial y si no lo tenes ¿qué haces? Bueno para mi es por eso que es prioridad, tendría que ser una ley de emergencia la del cupo laboral trans, de identidad. Y pienso que una vez que saliendo esto, las otras van a seguir su curso. Y bueno eso lo festejamos con alegría, hoy es algo que pedimos.

De hecho es lo que más vemos, cualquier festival argentino, en diciembre o en enero que son siempre los festivales de verano que hay son siempre de varones, son organizaciones de hombres, no hay ni una banda o hay una banda que casi siempre es la más militante y es lo que aparenta estar bien.  

Lo último que quiero preguntarte tiene que ver con lo local, acá en la ciudad de La
Plata cuando piensan hacer esto que hablabas de lo autogestivo, piensan en llevar
adelante un festival. ¿Se les presenta algún tipo de restricción a la hora de buscar
un centro cultural o lugar y que la Municipalidad les acepte el show que van a
hacer?

Cachitas tiene su ciclo de cumbia se llama “La Festichonga Mimosa”. Hicimos la primer edición en el “Galpón B” en Capital, ahora vamos por la tercer edición que va a ser el 8 de Junio con los amigos de Sudor Marika, con La Piba Berreta, con Lia Gara. Pero más allá de eso, nosotras pudimos hacer nuestra Festichonga acá y la hicimos de la mano del Olga Vázquez y en el espacio del Olga  que fue totalmente el broche poder realizarlo en ese espacio, un espacio donde las disidencias son visibilizadas.

Lo que si es cierto, no es tanto el que nos pongan “peros” para hacer un festival. El
problema principal que estamos teniendo en La Plata es que no hay espacios para hacer movidas musicales, en general, no es porque somos disidencias, no hay espacios. Los que hay son uno o dos, uno va siempre por ejemplo Guajira o es el Olga.

Pero nosotras organizamos una fecha hermosa en abril con las Sex, en el Club Cultura y vino la policía y nos cerró el lugar, o sea lo clausuraron. Dejamos a un montón de gente afuera y un montón de cuestiones que conlleva eso de la autogestión.

Por una revolución verde y sorora

Por una revolución verde y sorora

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Por Miranda Cerdá (*)

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Fotografía de Ana Valenzuela Zamora

A una semana de lo que será una sesión histórica en el Senado de la Nación, donde se buscará la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, un proyecto que logró hace un mes y medio la media sanción en diputados, en el senado está ganando el rechazo según los últimos datos relevados. Esto, de acuerdo a lo que han expresado lxs distintos senadorxs. Un rechazo basado en argumentos pobres si tenemos en cuenta que estos se valen de la religión y de la fe y que no contemplan la situación real de nuestro país. La realidad expresa que el ABORTO EXISTE, es decir que aunque no salga la ley, no dejaría de haber abortos y estos seguirían practicándose en la clandestinidad.

En el senado parecen no entender esta realidad, pese a los aberrantes dichos del Dr. Albino en el debate y pese a la cátedra que dio la jueza Aida Kemelmajer, quien se mostró a favor de la legalización y refuto cada argumento que intentaba deslegitimar la discusión, sobre todo aquellos basados en los derechos del niñx. Hay que entender que los argumentos que tienen que ver con la religión, son más fáciles de refutar si tenemos en cuenta que acá no se está debatiendo aborto sí o aborto no, si se entiende que el debate es otro y que hablamos de una cuestión de salud pública.

Kemelmajer aseguró que el dictamen no viola la Constitución, ni la Convención de los Derechos del Niñx, ni ningún tratado internacional. Utilizó argumentos del propio Comité de los Derechos del Niñx que ya recomendó varias veces garantizar los abortos a las niñas y adolescentes, la última vez, en junio de este año. También citó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Aseguró que el dictamen no va contra la federalización del país ni promueve la eugenesia.

En este sentido y teniendo en cuenta como se fueron dando las discusiones , es preciso recalcar, la importancia de que se legalice la interrupción voluntaria del embarazo.

Aunque puedan ser numerosas las corrientes de opiniones, la postura que apoya la legalización del aborto está ligada directamente al gran número de complicaciones que ésta práctica genera. Las cifras sin duda avergüenzan a todxs lxs integrantes de éste país. Y aún sabiendo que no son exactamente las reales debido al encubrimiento por parte del sistema, es importante decir que según algunas estimaciones, estas podrían ir desde los 450.000 a 500.000 abortos por año, relacionados directamente a casi un 20 % de la totalidad de muertes maternas que se informan en Argentina. Este porcentaje, por cierto altísimo, se vincula a los casos de aborto inseguro, siendo el causal más importante de éste flagelo.

De tal manera, el rol de lxs responsables de la salud pública adquiere relevancia, y en ésta búsqueda de soluciones llegan a considerar que el debate de éste gravísimo problema podría tener parte de su solución en la legalización del aborto. De esta forma se disminuirían las prácticas inseguras y, por lo tanto los riesgos de mortalidad materna, al mismo tiempo que se pondría en equilibrio e igualdad de condiciones, a todxs lxs cuerpos gestantes. El aborto es también un asunto de clase: quienes deciden interrumpir su gestación, se ven obligadxs a hacerlo en las condiciones que su estrato social les permite.

Esto sólo quiere decir que toda persona que tome la decisión de interrumpir la gestación, independientemente de cual sea la causa, su la situación socioeconómica y el lugar geográfico en que se encuentra, pueda tener acceso a un aborto en condiciones seguras, sin riesgo de vida, en forma gratuita y con adecuada contención psicológica.

Las diferentes estadísticas ofrecidas en la problemática del aborto, muchas de ellas viciadas por la clandestinidad de las intervenciones (de allí su veracidad discutida), comprende siempre a las personas más jóvenes y generalmente más pobres.

En estas horas decisivas del debate por el aborto, desde el Senado se terminan de escribir los cambios que tendrá el dictamen votado por Diputados y que busca “suavizar” el proyecto para que se apruebe en el plenario. Desde la Campaña Nacional por el Aborto Legal Seguro y Gratuito acompañarán las modificaciones si “mantienen la despenalización y la legalización”.

“Por ahora estos cambios no modifican el corazón de la ley” explica Julia Martino, una de las referentes de la Campaña. “No será la mejor ley, pero ya la cambiaremos más adelante. Entendemos que hay que construir una mayoría, como fue en Diputados. De hecho la media sanción no es como el texto original nuestro, pero lo importante es que sea ley”.

De no aprobarse, seguiremos saliendo a las calles, seguiremos militando por este derecho para que la totalidad de lxs cuerpos gestantes tengan la posibilidad de DECIDIR. Porque la revolución será feminista, será verde, será sorora o no será.

(*) Columna de género del día 1/8/18 en el programa Ayllu en Movimiento, por FM Radio Andina 92.9

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