Caminemos sobre Enero, la primera novela de nuestra autora del mes, Sara Gallardo. Un rastreo sobre esa voz que desde su inicio va a marcar que lo que viene por delante es una obra potente, única en su especie.
La primera vez que me crucé con el nombre de Sara Gallardo (1931-1988) fue en una librería de usados. Montañas, pilas, estantes llenos de hojas amarillas con tapas derruidas por el paso del tiempo. Entre tanta letra olvidada, ahí estaba ella. Una autora, por entonces desconocida para mí, un libro breve titulado Enero (1958) en el que se podía ver en la tapa la silueta negra y pequeña de una mujer observando el vasto campo, la soledad de la inmensidad. A esa edición nunca la volví a encontrar, pero sí a las historias de Sara.
La familia de Sara Gallardo estuvo caracterizada por un largo linaje de hombres de política y poder. Hombres de gran renombre y participación en la conformación de la historia nacional, pero no es de ellos de quien habla Sara en sus relatos. No es de esos hombres de traje y mirada inquisidora de quien contará los pormenores de su día a día. En Enero, Sara mira para otro lado, ahí donde están los peones del campo, las mujeres de sonrisas serias y manos curtidas por el trabajo bestial y agotador. Sara agudiza el ojo hacia donde nadie quiere mirar y ya, en 1958, escribe la historia de los invisibilizados, mira a esos trabajadores y trabajadoras del campo en los que nadie prestaba atención. Mira, observa, cuenta sobre la vida de esos hombres y mujeres que ella conocía bien. No por pertenecer a su clase, sino por los lugares que habitaba, que visitaba con su familia y decide que pueden ser protagonistas de las historias que se transmiten página a página.
En Enero, el calor del campo es sofocante. Ahoga, asfixia, el sopor del sol en la nunca se torna insoportable, los pasos se vuelven lentos y pesados, inclusive para Nefer que está llena de juventud y energía para transitar por las tierras llenas de polvo y silencio. Sin embargo, no es el calor lo que sofoca el alma de la protagonista de esta novela corta. Nefer tiene un “hongo oscuro” creciendo en su interior, solo el miedo y la soledad la acompañan. Una niña, una adolescente de dieciséis años, que no tiene a quien darle la mano para transitar lo oscuro que le toca vivir.
Es en Enero que Nefer descubre que ya no está sola, aunque no es esa la compañía que ella estaba buscando sino el amor del Negro, a quien no encuentra, a quien mira, pero no recibe respuesta. Esta es una historia de amor y desamor, del amor más puro e inocente, de ese primer amor imposible, pero por el que se hace cualquier cosa por alcanzarlo. Nefer está perdidamente enamorada del Negro, un peón de campo que está con la Delia, y no voltea a verla a ella. Nefer se pone su mejor vestido para él, la esperanza de cruzarlo, aunque sea por breves segundos la invaden, pero es otro quien llega, es otro quien sujeta su cintura, la aparta y la somete. Es otro quien está ahí mientras ella piensa solo en el Negro y que todo lo quería con él.
En esta historia, el campo y la desigualdad naturalizada son protagonistas, Gallardo escribió una historia que aún es contemporánea, una historia narrada desde lo no dicho en donde se está completando el sentido todo el tiempo. Las palabras más crueles no se nombran, no se escriben, solo están presentes en la desazón que siente la protagonista: el desamor, la violencia sexual, la seguridad de querer morir, la soledad y la imposición materna.
¿Qué va a decir la gente del pueblo? ¿cómo mirar a los demás a partir de ahora? ¿Cómo esconder este secreto que crece día a día en el vientre de una niña?
¿Es Gallardo quien elige no nombrar o es Nefer que no puede ponerle nombre a eso que la llena de desdicha? El silencioso, a veces el amigo, otras la semilla u hongo oscuro: “Amigo secreto no hay ninguno. Semilla triste que crece y crece sin piedad es lo que lleva, no amigo secreto”. Las ganas de morir invaden a Nefer y eso sí puede decirlo, aunque quien la escuche sea el viento, porque cuando grite lo que le está sucediendo será tarde.
“Hoy Nefer quiere cavar un pozo en la tierra, aunque fuese con las uñas, aunque sangraran, con los dedos si las uñas se rompían, con los brazos si los dedos se gastaban, y en el pozo profundo enterrarse, cubrir de tierra los ojos cerrados y volverse poco a poco raíz, o pasto, o barro, sin sueños, sola, olvidada del miedo.”
Enero es y no es una historia de desamor. Es porque sí se narra el amor desinteresado y único de una adolescente hacia el Negro que solo tiene ojos para la Delia y para sus caballos. No lo es porque en esta narración solo hay dolor y desazón, es una historia de soledad y de violencia, donde la familia solo está en la mirada silenciosa del padre y los gritos imponentes de una madre que solo piensa en el qué dirán. Es la historia del dolor y del miedo, del desasosiego: miedo a terminar con aquello que genera miedo y, al mismo tiempo, no acabar con aquello que oprime, es historia del miedo a no poder decir, a la imposición del silencio, el miedo de callar eso que habita en el interior. A lo largo de toda la novela, conocemos todas las sensaciones, la soledad y desesperanza de Nefer porque es su voz la protagonista, es ella quien habla y se intercala con un narrador omnisciente que sigue a Nefer como una cámara que habita en su interior. Nefer abrumada, buscando una salida, galopando rápido y fuerte, Nefer buscando al Negro, Nefer llorando sola en el lomo de su perro, Nefer esperando la mirada de su padre, alguna mirada que la acompañe en esta inmensa tristeza.
Enero, la primera novela de Sara, narra desde lo no dicho, pero, al mismo tiempo, le pone voz y palabras a la angustia, a ese nudo en la garganta que ahoga, ese nudo al qué dirán, a las imposiciones sociales de una época, esa libertad a la que solo acceden ciertas – y pocas- mujeres porque a Nefer le tocó vivir en una época y en un lugar en el que otro tipo de vida no era posible. A Nefer le tocó la soledad del campo, la brutalidad y violencia de un hombre, a ella le tocó estar sola incluso teniendo familia. Sara escribió en el siglo pasado, una historia actual, que se renueva día a día, una historia escrita desde el silencio y lo elidido y le pone voz a una protagonista que se queda en el corazón de quien lee. Una historia corta, pero llena de potencia, una historia para revisitar.
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Lau Uhrig
Trabajadora, estudiante y lectora de Literatura. Docente de Lengua y Literatura en escuelas secundarias de La Matanza. Estudiante de Lic. en Lengua y Literatura (UnLaM). Siempre caminando por La Matanza












