TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

A dos semanas de sobrevivir a un domingo electoral, ¿No estamos todxs como para un fondo blanco de distopía?

Ray Bradbury (1920-2012) tenía unos 13 años cuando en la Plaza Central de Berlín frente a miles de personas Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, dio un discurso ruidoso sobre la decadencia social que sufría Alemania por culpa de la población judía. Como para terminar de cerrar el concepto le pareció buena idea incinerar más de 25.000 libros, entre los que se encontraban autores como Einstein, Hemingway y Freud, entre otros.

Cuenta Ray que la notica de aquel hecho habitó algún lugar de su cabeza por mucho tiempo, Pero Fahrenheit 451 se publicó en 1953, en plena guerra fría. Estados Unidos es el superhéroe del capitalismo en una guerra épica contra el malvado comunismo y el senador republicano Joseph McCarthy (Sí, tiene el mismo nombre de pila que el jerarca nazi) crea un sistema de control y censura para decapitar cualquiera incipiente expresión que cuestionara al santo sistema. Se trataba de identificar y censurar todos los intentos de transmitir ideales herejes.

Muy bien, tenemos el contexto en el que fue escrito Fahreinheit 451, ahora refresquemos el argumento para algún/a trasnochadx que no llegara siquiera a ver la película: ciencia ficción, distopía de un mundo occidental aséptico y ordenado gracias al control constante de un grupo de poder mínimo que es dueño de todo, incluido un sofisticado sistema comunicacional casi omnisciente diseñado para inocular un solo discurso y un sistema de vigilancia que mantiene esa pulcra homogeneidad. En este nuevo mundo están prohibidos los libros porque el relato oficial es que el acceso a cualquier tipo de saber o conocimiento fue lo que trajo las disidencias y posteriormente el caos, así que escuadrones especializados de bomberos se dedican a captar e incinerar libros donde haya. Lxs rebeldes que resisten viven como indigentes escondidos y protegen los pocos libros que quedan.

Decenas de aspectos podríamos analizar de esta distopía cargada de simbolismos, pero aquí, hoy, después del impacto de frente del domingo 13/08, vamos a tomar uno sólo.

Bradbury nos da una cátedra de cómo funciona la autorregulación de la hibernación mental a través de su protagonista principal, el bombero Guy Montag y esto es lo interesante, lo que el autor elige contar detrás de la propia secuencia narrativa. Porque tenemos acá un Poder-Estado que esgrime el título de haber terminado con luchas civiles e ideológicas entre dos bandos, no sólo no oculta sino que se enorgullece de mantener “dormidxs” a lxs ciudadanxs con una saturación de datos e imágenes que nadie necesita.

Se crea una narrativa del caos y -por qué no- se colabora solidariamente con eso. Se señalan discursivamente a lxs culpables, siempre hay que incluir la mayor cantidad de disidencias posibles, vengan del bando que vengan, algo así como armar al enemigo como un transformers hecho de muchas piezas cuidadosamente seleccionadas. Se inserta la certeza de que ese caos viene del lado del trasnformer y se erige como opción de salida una fuerza purificadora que propone terminar con la sucia política, culpable de todos los males y se añaden propuestas de cambio con un nivel de reduccionismo desopilante.

Montag pertence al mundo de lxs elegidxs, es un empleado aplicado además de creyente del sistema al cual sirve, se evidencia al principio de la historia que se siente poderoso sólo por ser parte de ese imperio salvador, paradigma de “lo normal”, es parte de un comando de héroes cuyo legado se anotó haber terminado con las disputas políticas que devinieron en guerras, y esto es otro golazo de Ray Bradbury, porque en el protagonista está el argumento silencioso de por qué resulta tan eficaz una propuesta de tiranía que lo consume a él también, una ideología dominante que privilegia una forma sofisticada de esclavitud a través de la indiferencia, la delación y una atención permanente en el placer instantáneo.

Le dice su jefe y mentor a Montag:

…Si no quieres que un hombre sea políticamente desgraciado, no lo preocupes mostrándole dos aspectos de una misma cuestión. Muéstrale uno… Que la gente intervenga en concursos donde haya que recordar las palabras de las canciones más populares…Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse…”

Y un último apartadito como para cerrar, los libros acá no son sólo eso, los libros representan/condensan toda forma de oportunidad y tiempo para el pensamiento libre.

“…¿Comprendes ahora por qué los libros son temidos y odiados, Montag? Revelan poros en la cara de la vida. La gente cómoda sólo quiere ver rostros de cera, sin poros, sin vello, inexpresivos…”

Que no cunda el pánico. Les cuento (o les recuerdo) que en algún momento Montag abre un libro, y entonces…Hay esperanza todavía, gente. El temita es ver cuánto tardarán lxs Montag argentxs en abrir el librito

Amanda Corradini

Mujer de trincheras: Reparte su vida entre la trinchera de la Escuela Pública, la de su biblioteca y la que guarda algunas banderas que gusta agitar. Todo regado de mate dulce, Charly García y un vergonzoso apego por el humor infantil.

Dejanos tu comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

¡Quiero suscribirme!
1
Más rápido y fácil
Difusiones Trinchera
Hola
Si querés que te incluyamos en nuestras listas de difusión de publicaciones y promoción de entrevistas en vivo, envianos un mensaje para suscribirte y te llegará toda nuestra información.
¡Sumate a la Comunidad Trinchera!