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Desde el domingo 1 de agosto hasta el sábado 7 tuvo lugar, como cada año, en 170 países, la Semana Mundial de la Lactancia Materna. “Proteger la lactancia materna: una responsabilidad compartida” fue el lema de la campaña que guio la celebración en este 2021, con el objetivo de fomentar esta práctica y mejorar la salud de las personas que amamantan y de les bebés.

Esta “responsabilidad compartida”, donde ahora se pone el eje, es transitada por las maternidades a veces con alegría, otras con tristeza, y a veces hasta con dolor, porque solo aquelles partidaries de elegir la lactancia comprenden el compromiso y las sensaciones encontradas en ese acto.

Así como somos capaces y aprendemos de los demás hechos de la naturaleza, del olor de la lluvia, los brotes de la primavera, de las nubes que traen lluvia y de las que traen frío; aprendemos de lactancia de la mano de mamás y bebés.

Hoy la información permite cuestionar, plantear, y plantar batalla, ante los mandatos expuestos de cómo ser una “buena madre”, que se han construido y transmitido de generación en generación. Hoy es posible pensar la lactancia como un período que sigue atravesando las vidas de madres y personas gestantes, pero ya no para satisfacer expectativas y necesidades de otres.

Residencia de Pediatria Ludovica / Facebook

Muchas veces, nuestra sociedad se reafirma como “antiteta”, porque no acepta este nuevo rol de la mujer y las disidencias que se cuestiona, investiga y decide si desea y elige poner el cuerpo. La lactancia es un hecho cultural, colectivo e involucra a toda la sociedad. Una práctica que se construyó en el imaginario social rodeada de las desigualdades de género y las concepciones patriarcales, pero que ahora se pone en el centro de la discusión para pensarla y abordarla desde una mirada comunitaria y feminista.

La lactancia como responsabilidad compartida invita a promover la igualdad de derechos entre géneros, a pensar en aquelles que deben trabajar y salir de sus casas, en los espacios de trabajo que también deben acompañar estos procesos, pero que pocas veces los impulsan, ya que la presencia de lactarios en los lugares de desempeño laboral es nula y con poca valoración social. 

En Argentina, la prevalencia de lactancia al momento del nacimiento es de más de un 95%. Sin embargo, hacia los seis meses, la lactancia exclusiva se reduce bruscamente hasta un 40%, aproximadamente. Y en este descenso, un dato de 2018 de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud da cuenta de una problemática clave: una de cada diez lactancias que se pierden se explican por motivos relacionados al regreso laboral.

Se vuelve esencial romper con la idea de que amamantar es responsabilidad única de quien lo hace, y no también de quienes acompañan: familias, parejas, compañeres y ámbitos laborales, y de todos los entornos.

En este sentido, la presencia del Estado es fundamental para garantizar los derechos de las personas que amamantan y sus bebés en todos los espacios de la sociedad, porque lactar da seguridad, comunicación, abrazo y tranquilidad, fomentando un fuerte vínculo en la formación de ese nuevo ser, además de los beneficios en la salud y bienestar de ambos. Para esto, es esencial un Estado que promueva y facilite esta práctica a través de políticas públicas integrales.

Si bien el Ministerio de Salud de la Nación recomienda la lactancia exclusiva a demanda desde la primera hora de vida hasta los seis meses cumplidos, en un mundo que deshumaniza, es difícil articular las actividades de crianza, de apego, con el trabajo. Si no hay acompañamiento, ni se hace responsabilidad de todes, el derecho a amamantar y ser amamantado se convierte en el privilegio de algunes.

Argentina cuenta con leyes que dan un paso importante hacia esta contención estatal tan necesaria. Por ejemplo, la Ley 26.873 de Promoción y Concientización Pública de la Lactancia Materna sancionada en 2013, o la reciente “Ley de los 1000 días”, promovida por el gobierno de Alberto Fernández y promulgada en enero de este año, que ofrece acompañamiento y asistencia en el embarazo y durante los primeros tres años de vida de les niñes a todas las personas gestantes que no cuenten con los recursos necesarios.

Sin embargo, la Ley de Contrato de Trabajo del país aún establece la licencia por maternidad con goce de sueldo por 90 días corridos, mientras que la licencia por paternidad es de apenas dos días.

Por eso, es necesario acompañar a las madres, a las personas que amamantan, al lactante, y romper con los estereotipos impuestos; porque los cuerpxs revolucionaron y nadie puede privar a otres de criar, porque parir y amamantar son procesos fisiológicos pero, sobre todo, sociales y políticos, se hacen en comunidad, en relación con otres, a partir de las condiciones y deseos de quienes lo eligen. 

Muchos interrogantes vuelven a aparecer: ¿en qué lugar quedan quienes amamantan?, ¿dónde están esos cuerpxs, esas tetas, esos “yo”, esos tiempos, esos deseos? 

Existe también una fuerte carga moral y social para decir “no quiero dar más la teta, necesito mi cuerpx de nuevo”. Detrás del discurso de la lactancia a demanda y del mandato de exclusividad, se oculta el lado B, que implica vivirlo como una exigencia, un deber para quienes pueden experimentarlo hasta como un trabajo esclavo y es invisibilizado como el doméstico. ¿Qué pasa cuando se activa el binarismo excluyente de amamantar sí o amamantar no? 

La lactancia materna es lo mejor para el lactante, siempre y cuando haya consenso de todes quienes participan del acto.


Florencia Bottaro
Florencia Bottaro

Nací en Morón, viví muchos años en la Patagonia, y sus vientos me trajeron a La Plata. Siempre tuve la idea de escribir y compartir algunas reflexiones.

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