¿Cuál habrá sido la pionera? ¿Cuál, de todas ellas, la primera en levantar la voz y gritar que su hijx faltaba? ¿Cuántas lo estarían haciendo solas, encerradas en sus casas, sin tener a nadie a quien ir a pedirle respuestas? ¿En cuántas comisarías del país andarían otras, gritando que a su hijx se lo habían llevado, mientras tipos de traje contestaban muy tranquilos que “seguro ya iba a volver”, que andaría paseando por algún lado, que vaya a su casa y espere tranquila?
Dicen que fueron catorce la primera vez, catorce locas gritando que les faltaban sus hijxs. “Individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos todas a Plaza de mayo? Cuando vea que somos muchas, Jorge Videla tendrá que recibirnos”. Atrevida, Azucena Villaflor lanzó la propuesta y ninguna le dijo que no. ¿Cómo no iban a ir? Sus hijxs faltaban, y nadie les decía nada.
No era momentos para gritos, y mucho menos para gritos como estos. Apenas un mes antes, el 24 de marzo, el más atrevido de todos, Rodolfo Walsh, quiso decir algunas cosas y escribió, desde la clandestinidad, una carta larga y punzante, diciendo lo que nadie quería escuchar. “Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”. Valiente, certero, golpeaba al poder otra vez en donde más le dolía: haciendo circular la información. El terror, como él siempre ha dicho, se basa en la incomunicación.
Sin embargo, otra vez, no era momento para gritos como estos: Walsh desapareció el 25 de marzo, un día después de publicar su carta.
“¿Y si a nosotras nos pasa lo mismo?”, quizás preguntó alguna. Y si no se dijo en voz alta, por dentro todas lo pensaron. Pero sus hijxs faltaban, había poco que discutir.
Así que fueron catorce la primera vez. Era un jueves y hacía calor, y catorce mujeres interrumpieron con sus pañuelos en el medio de la plaza gritando que sus hijxs no estaban en sus casas. La policía las escuchó, y acudió a sus gritos: “Tienen que circular, señoras. No se pueden quedar acá reunidas. Si hacen eso, se van a tener que retirar”. Otra vez, no eran momentos para mucho grito.
Ninguna de las catorce se fue, y despacito, agarradas de la mano, empezaron a caminar alrededor de la pirámide de Mayo, gritando que sus hijxs faltaban, y pidiendo que alguien les dé una respuesta. Dicen que un jueves fue la primera, y un jueves, también, fue la segunda. Todos los jueves, desde aquel 30 de abril, las mujeres con sus pañuelos fueron a la plaza, y marcharon alrededor de la pirámide, y gritaron que sus hijxs faltaban, y que lxs responsables se tenían que hacer cargo.
Las respuestas no tardaron mucho en llegar: en diciembre, unos meses más tarde de la primera ronda, en el barrio de Sarandí, Azucena Villaflor fue secuestrada, y recluida en la ESMA. Solamente por gritar, y hacer preguntas que nadie pensaba responderle. Pero también, con el tiempo, y con la lucha, otras respuestas llegaron: juicios y castigos para los responsables, cárceles comunes y perpetuas para los genocidas, ciento treinta nietxs que recuperaron su identidad.
Las banderas de memoria, verdad y justicia son las que guían a toda la militancia en nuestro país, y han sido un faro para quienes luchan alrededor del mundo por la defensa de los derechos humanos. Las Madres de Plaza de Mayo le enseñaron a este país que nunca se deben bajar los brazos, y es su ejemplo el que nos guía también para pedir justicia por nuestres pibes caídes en Malvinas, por todes les que aun hoy sufren y son víctimas de fuerzas policiales que sostienen y perpetúan lógicas que ya deberían estar erradicadas.
El 30 de abril no debe ser un día más de nuestra historia. Fue aquel día cuando este grupo de mujeres salió a buscar a sus hijxs, sin ningún apoyo ni ninguna garantía; a reclamar bien fuerte que le devuelvan a sus hijxs desaparecidxs, con plena conciencia de que resistiendo aprendemos a combatir. Un grupo de mujeres que incansablemente, con el deseo y convicción de encontrar a sus hijxs, no dejaron jueves sin pisar la plaza, sin caminar alrededor de la Pirámide y pedir cualquier tipo de información del paradero de sus hijxs. Con el correr de los años, las madres se fueron organizando cada vez más y con el apoyo y acompañamiento de varios organismos de derechos humanos, su lucha, a pesar del dolor, la bronca y la esperanza, sigue firme y en pie.
El olvido y el perdón no son palabras que caractericen a las madres de plaza de mayo. Durante estos años, se han encargado de que eso no ocurra y de mantener viva la memoria de sus hijxs que luchaban por una patria más justa. Mujeres que quizás, hasta ese momento, se encontraban reacias a la militancia y la organización política, comprobaron que las luchas y las banderas que sus hijxs levantaban no podían quedar olvidados, y que una forma de pedir justicia por ellxs también, era que sus causas nunca queden enterradas.
Que sus causas no queden enterradas depende, también, de cada unx de nosotrxs. La mejor manera de reivindicar y defender a nuestras madres es seguir luchando y construyendo aquella patria soberana y justa, que nunca olvide a quienes la han entregado por chelines, que muchas veces siguen desfilando y pidiendo lugares en la política nacional. Seguir siendo críticxs en nuestro andar, revisando lógicas y dinámicas en nuestros espacios, organizándose desde la convicción y el amor, y nunca, pero nunca, abandonar la lucha. Y si algún día se nos ocurre hacerlo, miremos un rato a aquellas madres, que no descansaron un solo día hasta conseguir su merecida justicia.
Pedro Jalid
Docente popular y Profesor en Letras de la FAHCE – UNLP. Colaborador de Revista Trinchera
Estudiante de Educación Física y militante convencida de que lo colectivo es el único camino para lograr los horizontes que anhelamos. Los DDHH como primera bandera desde que tengo uso de razón y así seguirá siendo.
Hoy se cumple un año de la desaparición -por 107 días- seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro. El último testimonio sobre él cuenta que se encontraba demorado sobre la ruta, junto a un patrullero de la Policía Bonaerense.
En el 2020 la historia me helaba la sangre, porque bajo su gorra, Facundo dejaba brillar un par de ojos de 22 años, la misma edad que hasta el día de hoy tengo yo. El problema es que todavía el plasma y los glóbulos rojos no calientan, porque Facundo tendría que haber aparecido y festejado su cumpleaños abrazado junto a Cristina, su mamá, el 23 de agosto del año pasado. Pero eso nunca ocurrió, porque una semana antes de esa fecha, el 15 de agosto de 2020, su cuerpo fue encontrado sin vida en un cangrejal, en la localidad de General Daniel Cerri.
A Facundo lo mató la policía.
El campo nacional y popular tiene que sacar sin miedo la basura de abajo de la alfombra y rediscutir las fuerzas de seguridad. Porque las mismas vienen con un modus operandi y con una estructura heredada directamente de la dictadura: no es muy distinta la bonaerense de hoy a la policía de Ramón Camps y Etchecolatz. El verdugueo, la violencia, el abuso sexual, las recorridas en patrulleros mechadas con tortura, el submarino seco, la picana, la violación y la muerte, son prácticas heredadas que siguen ocurriendo sistemáticamente hasta el día de hoy, en todas las fechas del calendario, en todos los barrios de la Argentina.
Andrés Nuñez, Walter Bulacio, Miguel Bru, Luciano Arruga, Kiki Lezcano y Ezequiel Blanco, Nehuen Rodríguez, toda la Doctrina Chocobar, las masacres de Olmos, Pergamino, Esteban Echeverría y Magdalena, entre tantas otras, les pibes de Monte y tantos casos que nunca tendrán ni un cuarto de hoja en la prensa hegemónica o ni un espacio en nuestras charlas cotidianas, demuestran que el terror mutó de falcon a patrullero.
Si los militantes populares forjados en las enseñanzas de Madres, Abuelas e Hijos, que hoy conformamos el Frente de Todes, no ponemos en tensión la continuidad de un modelo represivo y asesino de las fuerzas internas de seguridad, no lo va hacer nadie y los Facundos que no pasan de los 22 años, seguirán siendo moneda corriente.
Felipe Bertola
Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.
Afganistán es un país que siempre ha sido caracterizado como “indomable”. Se dice que resistió a los ejércitos del macedonio Alejandro Magno, que no pudo ser invadido por grandes imperios antiguos. Pero desde el siglo VII sus diversos pueblos montañeses y rurales no pudieron resistir a la islamización, y pronto surgieron ramas sunna y shiíes por el país. Luego emergieron diversos estados islámicos hasta que en el siglo XIX Afganistán estaba presionado por el imperio de los persas de los Shah y el imperialismo británico que molestaba desde el Indostán. También la Rusia de los Zares quería tener influencia sobre los afganos desde el norte.
Luego de intensas guerras contra las intenciones imperialistas de Gran Bretaña, los afganos lograron ser independientes. Y se proclamó la independencia, y se consagró el pleno reconocimiento de la soberanía de Afganistán con el armisticio de Rawalpindi (8 de agosto de 1919) y el importante tratado de Kabul (22 de noviembre de 1921). El líder independentista Aman Allah Khan inició la modernización del país: se promulgó una constitución (1922) y un código administrativo (1923); se dio comienzo de la instrucción femenina (1924) y luego se proclamó una nueva constitución (1928). Khan viaja a Europa y se hace coronar rey. La reacción conservadora no tardó mucho. El soberano fue derrocado, y un aventurero, Habib Allah Khan, ejerció durante seis meses una sangrienta dictadura.
Nadir Shah, pariente de Aman Allah Khan, elimina al usurpador y se hace proclamar rey en 1929. Instruido por la experiencia, reemprendió con prudencia las reformas, pero fue asesinado en 1933. Le sucedió su hijo Mohammed Zahir Shah, quien hizo que su país entrara en la Sociedad de Naciones (1934) y abrió progresivamente el país a la influencia exterior.
Zahir se mantuvo al margen de la Segunda Guerra Mundial y en los primeros tiempos de la Guerra Fría quiso convertirse en un campeón del no alineamiento. Bajo su reino “progresista” se firmaron tratados de amistad con Estados Unidos, Alemania Federal, Gran Bretaña y la Unión Soviética. También estaba en buenas amistades con el Shah de Persia. Hubo roces fronterizos con Pakistán. Resueltos los problemas exteriores, Zahir dio una nueva prueba de voluntad reformadora al hacer aprobar, en 1964, por la Asamblea Constituyente, una nueva constitución y al estimular la escolarización de las mujeres, a las que en 1959 se había concedido el derecho de no llevar velo. Todo esto generó un revuelo en los mullah del interior rural del país, que querían impulsar la Sharía islámica.
Mujamad Najibullah, hombre fuerte de la Revolución Afgana
Al mismo tiempo surgieron diversos movimientos revolucionarios e izquierdistas, que recibían apoyo de la Unión Soviética. Mucho de sus líderes eran admiradores de Lenin y también de la Revolución Cubana de 1959 y del Che. En 1965 se creó por un grupo de intelectuales de Kabul, la capital afgana,, del Partido Democrático del Pueblo (PDP), una escisión dentro del partido gobernante, que acabó por dividirse, en 1967, en dos partidos, el Khalq y el Parcham, que se enfrentaron violentamente en movimientos de agitación estudiantil (1969), dando como resultado un parlamento incapaz de legislar.
Además, en 1970 y 1971, las cosechas fueron catastróficas y el hambre asoló el país. Esto provocó un cambio de gobierno, aunque la inestabilidad continuó. También hubo enfrentamientos entre las etnias rurales del país. Los conservadores musulmanes del campo declararon la Yihad bélica contra los “ateos comunistas”. Afganistán, desde hace tiempo, era un crisol de etnias y lenguas. Al estar en un cruce de caminos de múltiples rutas comerciales e imperios, la cultura afgana es rica y multilingüe, con herencias de todas las etnias y pueblos que arribaron a su territorio, donde el islam tiene una importancia predominante, pero hay influencias budistas y nómadas. La mayoría de afganos (cerca del 99 por ciento) son musulmanes, de los cuales el 80 % son sunna y solo el 19 % son shiíes. Existe una pequeña minoría de sikhs en la nación. La población de Afganistán está dividida en un gran número de grupos étnicos. Más del 40 % es de la etnia pashtún; el 30 % es de la etnia de los tayikos; el 10 % pertenece a la de los antiguos hazaras. Los idiomas oficiales de Afganistán son el persa afgano o dari (“persa afgano”), hablado por el 50 % de la población, y el pashtún (en inglés, Pashtun), hablado por el 35 % de la población. Otras lenguas incluyen idiomas turcos, entre ellos, el uzbeko y el turcomano (este último, hablado por el 10 % de los habitantes), así como 30 lenguas menores.
Bajo todo este panorama, se estaba gestando una conflictividad social. En Kabul los comunistas estaban liderando las protestas y los mullah estaban fundando pequeños emiratos islámicos para resistir a los “modernizadores ateos”. El 16 y 17 de julio de 1973, un golpe de estado militar, dirigido por Sardar Muhammad Daud, primo y cuñado del rey, y apoyado por los dos partidos de la oposición derrocó a Zahir, quien salió hacia el exilio hacia Roma. Fue proclamada una república, con promesas más progresistas. Pero la reforma agraria que obtuvo poco apoyo y el autoritarismo del presidente condujo al derrocamiento de este en abril de 1978. Empezó la Revolución de Saur.
Dirigida por el PDP de Afganistán contra el mandato de Daud, esta Revolución estaba dispuesta a radicalizarlo todo. Saur es el nombre del segundo mes del año en el calendario persa utilizado en Afganistán. Pero los revolucionarios de Kabul adoptaron el calendario gregoriano para demostrar que eran herederos de Lenin. Al tomar el poder, los comunistas enfrentaban un difícil panorama. En 1979 en Afganistán alrededor del 97% de las mujeres y del 90% de los hombres eran analfabetos; alrededor del 5% de los propietarios poseían más del 50% de las tierras fértiles; sobre 17 millones de habitantes había 35 mil obreros pero 250 mil mullah; escasas industrias y carreteras; la esperanza de vida era de 42 años, la mortalidad infantil era la más alta del mundo; la mitad de la población sufría tuberculosis, una cuarta parte malaria, etc.
La Revolución Afgana de 1978 le dió derechos sociales y civiles a las mujeres frente al conservadurismo Islámico del país.
Lo singular del comunismo afgano es que tenía sus seguidores entre las filas de las fuerzas armadas, que venían recibiendo mucho asesoramiento militar de la Unión Soviética en tiempos de Daud. Una alianza cívico-militar hizo fuerte a los comunistas afganos. En la noche del 27 al 28 de abril de 1979 unidades militares irrumpieron en el palacio presidencial, en el corazón de Kabul. Con la ayuda de la fuerza aérea las tropas sublevadas vencieron la resistencia de la Guardia Presidencial. Daud murió durante el ataque. El coronel Abdul Qadir tomó el mando del país, hasta el día 30 de abril, cuando se lo traspasó voluntariamente al imponente líder comunista Muhammad Taraki. Cientos de miles de personas festejaron en las calles la victoria de la Revolución de Abril.
A los revolucionarios comunistas afganos no se les hizo fácil. Luchas internas (y étnicas) llegaron al poder nuevo de Kabul. Taraki fue asesinado. Le sucedió Hafizullah Amin. Este líder hizo que el Consejo Revolucionario le nombrara presidente y también se convirtió en líder del PDPA. Fue uno de los primeros que expuso la idea de la necesidad de una intervención soviética en Afganistán ante la presión de los mullah del campo. A Amín se le estaba escapando la situación crítica de las manos y buscó romper con Moscú. Se lo acusó de ser agente de la CIA y fue asesinado. Por Radio Kabul se informó que era decisión del Consejo Revolucionario, el destituir y condenar a muerte a Amín y llevar a cabo de la pena. Babrak Karmal, el nuevo líder, se dirigió al pueblo con un discurso prosoviético a fines de 1979.
La “Operación Tormenta-333” fue el nombre en clave de la intervención de tropas especiales soviéticas que el 27 de diciembre de 1979 llegaron a Afganistán para apoyar al nuevo gobierno comunista de Karmal. Este gobernó hasta 1986, y luego vino el hombre fuerte del gobierno comunista afgano Muhammad Najibullah, que lideró el país hasta 1992. En los Juegos Olímpicos de 1980, celebrados en Moscú, casi 60 países se negaron a presentarse a raíz del conflicto. Cuatro años después los países comunistas harían lo mismo en los Juegos Olímpicos celebrados en Los Ángeles en 1984.
La Revolución Afgana nacionalizó toda la economía y con ayuda del bloque soviético instauró un régimen socialista de economía estatal planificada. El nuevo gobierno inició un programa de reformas que eliminó la usura, inició una campaña de alfabetización, eliminó el cultivo del opio, legalizó los sindicatos, estableció una ley de salario mínimo y rebajó entre un 20 y un 30 por ciento los precios de artículos de primera necesidad. A través de sus sindicatos, los obreros podían concertar contratos colectivos con la administración de las empresas, lo cual permite mejorar las condiciones de vida y trabajo.
La Unión Soviética 🚩 le dió una gran apoyo a la Revolución Afganadesde diciembre de 1979, cuando envío tropas a defender al país aliado comunista de Asia Central
En cuanto a los derechos de la mujer, el régimen socialista otorgó permiso de no usar velo, abolió la dote, promovió la integración de mujeres al trabajo (245.000 obreras y el 40% de los médicos fueron mujeres) y a la educación (el analfabetismo femenino fue reducido del 98% al 75%, el 60% del profesorado de la Universidad de Kabul eran mujeres, 440.000 mujeres más trabajaban en educación y 80.000 participaban en la campaña de alfabetización), así como a la vida política. El Decreto Nº 7 del 17 de octubre de 1978 otorgó a las mujeres iguales derechos que los varones. El período de la República Democrática fue en el que más mujeres profesionales hubo en Afganistán.
Inicialmente se separó la religión del Estado, manteniendo la libertad de culto. Posteriormente, se creó un fondo estatal para la reparación y construcción de mezquitas y se anuló la expropiación del excedente de tierras a los clérigos. La constitución provisional de 1980 definía a la República Democrática de Afganistán como “de todo el pueblo musulmán trabajador”. Pero en 1987, el Islam fue restaurado como religión oficial del Estado.
Esta última concesión al Islam local está relacionada con la guerra civil y la intervención soviética en Afganistán. Desde el principio, la república tuvo conflictos con los integristas locales, conocidos como muyahidines. Los “soldados de Dios” llevaron a cabo una guerra de guerrillas y atentados terroristas, mientras recibían armamento y recursos de Estados Unidos, a través de Pakistán (que incluso en algunas ocasiones envió directamente a su Ejército a participar de las batallas) y también de Arabia Saudí, Gran Bretaña e Israel. En los últimos días de 1979 la Unión Soviética entró en el país para ayudar al gobierno, pero se retiraron en 1989 después de nueve años de guerra.
La Revolución siguió hasta 1992, año en que cayó el régimen socialista. Ganaron terreno los aliados islámicos de Occidente. La guerra ha sido reiteradas veces calificada por la prensa norteamericana como “el Vietnam de la Unión Soviética”. La población de Afganistán cayó de 13,41 millones en 1979 a 11,61 millones en 1990 como consecuencia de la violencia de la guerra y la crisis de refugiados. Luego llegaron los talibanes en 1996. Los talibanes irrumpieron en la capital afgana, castrando y asesinando públicamente a Najibullah. Hoy Afganistán es uno de los países más castigados por los pretorianos de Occidente.
Yibuti, el pequeño estado africano oriental, de casi 950 mil habitantes, ha sido noticia dentro del concierto internacional en la disputa entre Estados Unidos y la República Popular China. No muchos medios en el mundo le prestaron atención, pero en Yibuti la rivalidad sino-estadounidense se da en un país de tan solo 21.783 kilómetros cuadrados.
El pasado 21 de abril Washington pegó el grito en el cielo. “La base naval de China en Yibuti, noreste de África, es ahora lo suficientemente grande como para albergar portaviones”, según el jefe del Comando África de EE.UU. (AFRICOM), el general Stephen Townsend, citado por el periódico militar estadounidense Stars and Stripes. Pekín abrió en el 2017 su base en Yibuti y desde entonces ha aumentado su presencia, operando a solo unos 11 kilómetros del Camp Lemonnier, el centro operativo del ejército estadounidense en el Cuerno de África Oriental.
Bases militares foráneas en Yibuti
Yibuti es de suma importancia estratégica pese a su pequeñez. Es que está ubicado en las costas del Mar Rojo y el Golfo de Adén, y ha albergado durante mucho tiempo a varios ejércitos extranjeros. Francia, Italia y Japón se encuentran entre los países con pequeños puestos de avanzada en esa nación africana. También los saudíes. Yibuti no tiene drama en seguir alquilando y ofreció también a neerlandenses, belgas, españoles y británicos a invertir en la construcción de bases militares.
Allí gobierna el excéntrico Ismail Omar Guelleh, que es el segundo presidente en la historia de Yibuti. Logró hacerse con el poder en 1999 y desde entonces es el hombre fuerte de la nación. Lo loco de todo esto es que nació en el sur de Etiopía, cerca de la zona del Ogadén, donde vive la etnina somalí de los Issas. Pero, además posee nacionalidad francesa y es un políglota, ya que habla el idioma galo, el somalí, el árabe, el ahmárico etíope e italiano.
China tiene muchos intereses en tener una base militar en Yibuti.
La biografía de Guelleh es una muestra de la historia reciente independentista de Yibuti. Desde tiempos inmemoriales, habitan los grupos étnicos, como los Issas, los Afars y los Gazza. Tiempo después llegaron los árabes desde el Yemen. El Islam se consolidó hacia el siglo XI y fue parte de diversos sultanatos musulmanes. También fue codiciado por los turcos otomanos, que en el siglo XIX rivalizaron con los intereses franceses, italianos y británicos por Yibuti. Desde 1859 los franceses lograron su poder y apoyaron a los reyezuelos nómadas musulmanes tanto de los Issas como de los Afars (rivales históricos) para establecer una factoría comercial, muy cerca del Golfo de Adén y del Egipto aliado a los británicos. En 1897 finalmente establecieron su colonia en Yibuti, a la que llamaron Somalilandia o Territorio Francés de los Afars y los Issas. Italianos y británicos se quedaron con el resto de la gran Somalia. Los turcos otomanos fueron desalojados.
El 27 de junio de 1977 Francia le otorga la independencia a Yibuti, bajo el liderazdo del somalí Issas Hassan Gouled Aptidon, un “afrancesado”, y tío de Guelleh. Pero Aptidon no era de Yibuti, sino que nació al norte de la Somalia británica en 1916 y cuando fue gobernante en el nuevo país de adopción estuvo presionado por el régimen de Siad Barré de la República Popular Democrática de Somalia. El extraño coronel marxista Barré quería anexionarse Yibuti, pero cuando en 1978 perdió la guerra del Ogadén contra la Etiopía del marxista Mengistu el Rojo (este apoyado por tropas cubanas y suryemeníes), las intenciones de quedarse con Yibuti se terminaron. Además, Francia custodió a su ex colonia. De hecho, tropas galas no se retiraron del todo.
El presidente Ismail Omar Guelleh con el mandatario chino Xi Jinping
Ahora, la cuestión es otra. Luego de ser país aliado a Occidente en la Guerra Fría, en estos tiempos se ha convertido en una especie de patio de alquiler para muchas bases militares extranjeras. Guelleh no se hace problemas con dejar que su país sea como una especie de garaje para bases militares foráneas.
Yibuti alberga bases militares de Francia, Italia, Estados Unidos, Japón y la inaugurada en julio de 2017 por Pekín. Arabia Saudí también está construyendo la que, como en el caso chino y nipón, será su única instalación militar permanente en el extranjero. Las tropas estadounidenses llegaron, a la que es su única base militar en África, tras el 11 de septiembre de 2001. El ex mandatario Barack Hussein Obama II renovó el acuerdo en su segundo mandato (2013-2017) a razón de 63 millones de dólares anuales. Localizada junto al aeropuerto principal del país, Camp Lemonnier tiene capacidad para alojar a 6000 marines y una nueva instalación para drones. El ejército francés, que nunca llegó a abandonar su excolonia, tiene en Yibuti su mayor base en el extranjero, con 1900 militares. Es que su proximidad a zonas de conflicto como el Sahel, Somalia o Yemen es otro de los motivos por los que la presencia extranjera es tan numerosa.
Guelleh junto al mandatario francés Emmanuel Macron
También hay presencia militar española en Yibuti, en el marco de la “Operación Atalanta”, lanzada por la Unión Europea en 2008 para luchar contra la “piratería somalí”, y actualmente comandada por el Reino de España. En la misión participan militares británicos, alemanes, belgas, holandeses o portugueses. En los últimos años, nuevas formas de cooperación entre distintos estados y organizaciones en materia de seguridad marítima se han estrenado en Yibuti con “buenos resultados”. La misión europea ha podido coexistir y cooperar con una lanzada por la OTAN en la región y con las labores de vigilancia ejercidas por las potencias militares con bases en el terreno.
Por su parte, los intereses de Pekín en Yibuti no se limitan al ámbito militar, sino que ha invertido miles de millones de dólares en financiar la construcción del puerto de Dolareh (adyacente a su base militar), un aeropuerto, una planta de licuefacción, gasoductos, oleoductos o la línea ferroviaria que ha conectado Yibuti (su capital homónima) con Etiopía, el segundo país más poblado del continente, que perdió su salida al mar tras la secesión de Eritrea en 1993. Más del 95% de las exportaciones e importaciones etíopes pasan por el puerto de Yibuti.
Guelleh y Barack Obama en la Casa Blanca, en 2014
Los saudíes no se quedaron atrás. Arabia Saudí acordó ya en 2016 la construcción de su primera base permanente en el extranjero. Los rebeldes shiítas Houthi del Yemen(acusados por Riad y Occidente de ser un “grupo terrorista” financiado por la República Islámica de Irán) , objetivo principal de la coalición liderada por Riad en su país vecino de la Península Arábiga, han logrado en varias ocasiones atacar a navíos saudíes y emiratíes mientras cruzaban frente el estrecho de 32 kilómetros que separa el sur de Yemen de Yibuti. En 2017-2018 se instaló el ejército saudí (el segundo del mundo que invierte más en armamento) en Yemen. Esto le dio la posibilidad de reducir significativamente el vuelo de sus aviones militares hasta sus objetivos en Yemen, al tiempo que podrá frenar el envío de armas a los rebeldes Houthi shiítas desde la costa somalí.
Ahora bien, para Guelleh, esta entrega de soberanía es negocio para su familia (elite tradicional de los Issas en el pequeño país) y los “comerciantes árabes” de Yibuti. Más de la mitad de los empleos de Yibuti están relacionados con el tráfico marítimo de mercancías, y los ingresos que generan el puerto y las bases militares extranjeras suman en torno al 80% del PIB. La gran burguesía yibuti de los Issas ha dejado afuera a los pastores Afars y Gazza, que engrosan las filas del proletariado local, empobrecido y marginado de la política local.
La etnia de los Afars de Yibuti, que es marginada por el clan somalí de los Issas, al cual pertenece el poderoso presidente Guelleh de Yibuti.
Guelleh y los Issas controlan al país como si fuesen un pequeño sultanato. La economía de esta familia se ha confundido con la del país y crece a buen ritmo. Pero no es capaz de redistribuir la riqueza ni reducir el desorbitante desempleo juvenil entre los Afars y los Gazza. Guelleh se alió con los “árabes afrancesados” y cumple su cuarto mandato. El caciquisimo de los Issas en Yibuti todavía permite controlar a un electorado tan minúsculo, y la oposición es silenciada y fragmentada constantemente. Con tanta presencia extranjera en el país, la estabilidad es lo único que importa en la comunidad internacional. Guelleh sabe que lo van a defender los yanquis, los chinos, los saudíes, etc. El negocio familiar está intacto y Yibuti parece ser la zona clave para controlar gran parte de la geopolítica mundial del siglo XXI.
Mauricio Piñero
Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.
El presidente derechista Luis Lacalle Pou inició su gobierno declarando que “no iba a zurcir una mitad por otra”, refiriéndose al Frente Amplio. La coalición gobernante, compuesta por cinco partidos, ganó por apenas 35.000 votos.
Con esta frase pretendía mostrar una actitud de tolerancia y escucha. De no confrontar y de diálogo. A pesar de ello, la política llevada adelante desde el primero de marzo de 2020 por Lacalle Pou es de pisotear a la oposición y hacer oídos sordos incluso a los otros sectores dentro de su propia coalición multicolor.
Recientemente, en una entrevista al diario La Nación de Argentina, Lacalle declaró: “Nos cuesta relacionarnos con el Frente Amplio porque es muy difícil saber qué es el Frente Amplio y quién es el Frente Amplio.” Curiosa manera de referirise a la fuerza política con más caudal de votos del país, que gobernó 15 años antes que él asumiera.
Quizá conozca al Frente Amplio el presidente. De casualidad en los tres departamentos donde gobierna el Frente Amplio (Montevideo, Canelones y Salto) es donde se registran los porcentajes más bajos de vacunación. La responsabilidad toda es del gobierno, ya que es una campaña nacional y no departamental. Es una política de la muerte, una necropolítica que especula con la vida. Los tres departamentos con mayor población del país no pueden tener esas tasas de vacunación.
En la misma entrevista Lacalle dijo respecto a la expresión de “grieta” usada para describir la confrontación argentina: “No, no [hay grieta])…se está tensando más la piola, pero la piola en Uruguay nunca se rompe”.
Es el cuento de Uruguay como excepción. Siempre mirando el puerto hacia las Europas, de espalda a lo latinoamericano. Ese es el sueño de la oligarquía local. Saberse ajeno del continente con berretines cosmopolitas, pero con prácticas esclavistas desde antaño.
Esta racha neoliberal trae consigo un revanchismo de la oligarquía que fue cuajando durante quince años a la sombra. Mientras el Frente Amplio debía decidir en momento de encrucijada si profundizar o recular, optó por la segunda y pecó de tímido en el proceso de transformación. La derecha viene a por todo y el diagnóstico nos da cero por ciento de timidez.
La tan mentada grieta ya está aquí hace rato. La derecha que la dice combatir y convoca en sus discursos a palabras muy bellas -como democracia, respeto, tolerancia, institucionalidad, república- pero que las han vaciado de contenido, es la misma que fomenta la grieta día a día.
El ataque contra los sectores progresistas es sistemático y constante. Contra los trabajadores de la educación, la central de trabajadores, los estudiantes, los periodistas. Se podría decir que contra cualquiera que ose criticar el relato oficial. A la orden están los trolls center y no solo ellos, sino también diputados, senadores y ministros, que parece que solo saben tuitear en vez de gobernar.
Libertad a las cadenas
El jueves 22 de abril el presidente Luis Lacalle Pou rechazó el pedido de la central de trabajadores para realizar una cadena nacional por el Primero de mayo. El año pasado la respuesta fue la misma, así como con madres y familiares de desaparecidos, para a realizarse el 20 de mayo. Todo apunta que este año las negativas estarán a la orden del día.
Uruguay. Trabajadorxs rechazan recortes al presupuesto y la LUC – Resumen Latinoamericano
Los derechos de los trabajadores y los reclamos de justicia ante la impunidad del terrorismo de Estado no están en la agenda del gobierno.
El gobierno se ha encargado de dividir la sociedad. Mientras realiza discursos altisonantes sobre la tolerancia, amenaza y ataca a ciudadanos de a pie que colaboran en una olla popular, solamente por portar remeras contra la oficialista Ley de Urgente Consideración. Mientras dice gobernar para todos los uruguayos, por debajo de la mesa gobierna para un sector minúsculo de la sociedad y sólo resalta el esfuerzo de los “malla oro”, refiriéndose al sector privado.
La tan mentada grieta no es más que la expresión de una sociedad polarizada que siempre lo fue. Siempre se valió de un otro como chivo para expiar sus culpas. El “otro” ayer fue el subversivo bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, luego el infanto-juvenil, el “menor”. Hoy la figura que empieza revestir peligrosidad es la del extranjero y se está retornando a los prolegómenos de los 70.
El punto es que el nivel de blindaje es tal, que desde el oficialismo se cuestiona a periodistas, comunicadores y canales de televisión que son hegemónicos y siempre han respondido a los sectores concentrados de poder. Como bien apunta Boaventura de Sousa Santos, vivimos en democracias formalmente liberales pero socialmente fascistas.
Hisopados en centro de salud de ASSE, en el SAME 105, en 8 de Octubre.
Se están corriendo los marcos del debate a tal punto que cualquier opinión, provenga de donde provenga, pero que apenas ponga en cuestión el manejo de la pandemia o la gestión de gobierno, va a ser vilipendiada en todos los medios hegemónicos.
Las opciones son entre un conservadurismo moderado o una derecha recalcitrante, quedando por fuera toda opinión que cuestione este sistema a años luz. Las socialdemocracias son pintadas como revolucionarias y a veces se las invita a jugar para que desde la derecha simplemente marquen perfil.
Del perfil paranoico a que la izquierda domina la educación, la salud, la universidad, internet y vaya a saber cuánta cosa más al grito de “marxismo cultural”. Se pasa al esquizofrénico pedido de cuidar las formas, tener gestos republicanos y respetar las investiduras.
El sueño de la oligarquía es tener trabajadores modositos, sindicalistas sumisos, maestros acobardados, periodistas cómplices, “oposición responsable”, poetas superfluos, estudiantes que solo estudien y si todo eso falla, policías preparados para reprimir.
Volvió la protesta del campo en Uruguay: “Llevamos 20 meses intentando hablarle al gobierno” | Infocampo
La grieta en este país existe desde que nació. Entre gauchos y terratenientes, entre los doctores de la ciudad y los caudillos rurales. Entre los militares colorados y los indígenas; entre los traidores de la patria y el prócer nacional y regional, José Gervasio Artigas.
Entre los obreros y sus patrones; entre el patrón de estancia y el peón. Entre los banqueros usureros y los que no tienen un techo y no pueden pagar su hipoteca. Entre los gobiernos corruptos y saqueadores y los trabajadores que no llegan a fin de mes. Entre los “malla oro” y los que la corren de atrás para llevar un plato de comida a la mesa.
A fin de cuentas, esto sigue siendo, oligarquía contra pueblo.
Como dice un rapero: «por amor y por vicio… se convirtió en mi oficio.» La palabra se milita. Junto café con palabras para subsistir en este paréntesis, desde la periferia.
El tema de la presencialidad escolar se puso en la agenda como una batalla política desde comienzo del año. El gobierno del alcalde macrista Horacio Rodríguez Larreta se ha posicionado en la bandera de la presencialidad y la “vuelta a clases” temprana, tratando de contentar a los “halcones” de Juntos por el Cambio y a la idiosincrasia derechista que existe en varias capas de la sociedad, sobre todo en las altas y medias.
La derecha conscientemente elige construir su oposición al gobierno utilizando la educación como arena de batalla. La misma educación que desprecian, educación que ajustan, educación pública en la que para ellos es un destino fatídico caer. Entonces, ¿qué hay detrás de esa construcción de sentido?
Queremos señalar algunos puntos a poner en claro. Primero, se trata de una disputa política de la derecha, con el objetivo de seguir erosionando al gobierno del Frente de Todos. Segundo, hay una cuestión clasista, en la cual las escuelas privadas elitistas y su base social antiperonista, racista y rancia están desafiando la gobernabilidad y formando parte activa de la oposición de Juntos por el Cambio. En tercer lugar, la derecha está aprovechando la situación para instalar nuevamente el viejo sueño patronal de convertir a la educación en “esencial”, tratando de romper con la realidad de que es un derecho. Y, por último, si se quiere, la derecha también apunta a los gremios y desde ya que los tiene en la mira para tratar de doblegarlos.
Hay una dicotomía central que salta a la vista: el de la escuela pública y la escuela privada. Las protestas contra el presidente Alberto Fernández en CABA y en algunos distritos de la provincia de Buenos Aires están siendo alentadas por ONGs y escuelas muy elitistas, con nombres foráneos, asociadas a las clases dominantes y acomodadas, que se erigen como campeonas de la educación en el país, y con mucha ayuda, claro está, de los medios desinformantes de comunicación de la derecha gorila.
La “rebeldía” blanca de los elitismos de las escuelas privadas se ha convertido en otra herramienta de desestabilización. Con el pedido de una presencialidad a toda costa, asestando golpes muy bajos, alentando marchas con niñas y niños enarbolando banderas argentinas y vestidos con sus uniformes de High School. ¡Vaya lucha de clases se está dando en el país (o mejor dicho, en CABA y la Provincia de Buenos Aires)!
Está más que claro que la docencia anhela volver a la presencialidad, no hay punto de comparación entre el trabajo pedagógico en el aula y la virtualidad. No hay dudas de ello. Pero hoy, el problema es sanitario. No queda más margen. Está todo al borde del colapso. La docencia organizada siempre supo el lugar de su responsabilidad: cuidar la salud de la comunidad educativa en cada lugar y establecer los lazos más cercanos posibles en la modalidad virtual.
Ante la grave situación que estamos atravesando, lo que se repudia es el uso político por parte de Juntos por el Cambio y de los sectores opositores tradicionales de la sociedad civil que alientan la desestabilización. Pero las protestas de las escuelas privadas elitistas de CABA y la provincia de Buenos Aires son otra muestra clara de una grieta de clase, objetiva y existente en el país. Estas protestas buscan legitimar a un sector minoritario pero que disputa el sentido de la educación desde hace años. Para ser más claros, es el sector político-social de la educción para el mercado que levanta la bandera de la escuela privada y la meritocracia. Es el proyecto neoliberal en educación.
Esos sectores elitistas se suman porque, además ven en Juntos por el Cambio la materialización permanente de sus objetivos en el país. Cuentan con los medios hegemónicos, con la corporación judicial y una idiosincrasia de clase media agresiva y hasta xenófoba. La fragmentación del sistema educativo deja margen para que clases altas puedan tener estas “dosis” de autonomía que coexisten sin contacto con el resto de la sociedad. Así vemos escuelas privadas de la elite, donde para ingresar no solo hace falta pagar la cuota, sino poseer un status social de clase. Para los ricos la “autonomía”, “lo particular”, “lo privado”; para los pobres lo “común”, “lo de todos”, “lo público”. Cuando en la pandemia, se ven obligados a ser parte de esa comunidad, a acatar las reglas como todos, les produce un efecto asfixia que los vuelve violentos y fascistoides. No conciben la igualdad como posibilidad política, ética, ni moral; la libertad la entienden como la posibilidad de hacer lo que quieran, incluso para romper con lo público, con lo que es “del común”. Les da vergüenza caer en la escuela pública.
Es preocupante la proliferación de discursos racistas, elitistas y xenófobos que emanan de estos grupos, e incluso a veces logran imponerse en la opinión de sectores medios a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Son una coexistencia peligrosa para una visión democrática de la educación y de la sociedad toda. Son el proyecto antagónico de una educación pública y popular.
Como en tantas otras esferas, la pandemia revela las contradicciones de una sociedad, en permanente disputa histórica, que lucha por la justicia social, pero que ha tenido en la historia reciente duros golpes que minan el proceso político y la acumulación de poder popular para lograr transformaciones reales.
La clase trabajadora, la clase popular, o el pueblo acatan aún con incertidumbre y hasta con angustia las restricciones que se plantean para resguardar la salud ante esta terrible segunda ola de contagios. Estas son las mayorías que deben encarnar el proyecto político del Frente de Todos. Mirarse en el espejo de la oposición gorila solo traerá tristes naufragios.
Agustín M. Rosón
Soy docente y militante sindical de la Corriente 19 de Diciembre en el Suteba y la CTA de les Trabajadores. La igualdad como bandera. Licenciado en Antropología. Miembro de la Red DHIE.
Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.
En tiempos de la pandemia, pocos casos se conocen de África Subsahariana. Quizá haya noticias como la muerte del presidente de Tanzania, quien ha negado al covid-19 en su país. O que surgió una nueva cepa contagiosa del covid-19 en Sudáfrica y que ha puesto en jaque a las estructuras sanitarias de algunos países. Pero de Ruanda nadie se esperaba que sea una de las naciones pobres en combatir con eficacia a la pandemia dentro de sus fronteras. Parece que Ruanda se destaca internacionalmente, incluso entre otras naciones africanas, como un ejemplo de gestión contra el covid-19, con 322 muertos y una población de 12,6 millones de habitantes.
Ruanda confirmó su primer caso de covid-19 el 13 de marzo de 2020 y, desde entonces, acumula alrededor de 24.000 casos, de los cuales 22.000 corresponden a pacientes recuperados y los 322 fallecidos ya mencionados. Frente a los 567 mil fallecidos que contabiliza por ejemplo Estados Unidos, los 371.000 de Brasil o las 212.000 víctimas mortales del covid-19 de México, Ruanda parece haber encontrado una alternativa para amortizar el impacto de la enfermedad que azota al mundo.
Se dice que Ruanda aplicó unas duras restricciones, con políticas de una cuarentena extensa en casi todo el año 2020, pero también fortaleciendo el sistema comunitario de salud. Hasta han usado “médicos robots” que atienden a pacientes de covid-19 en algunos sanatorios. Estos robots ayudan a medir varios signos vitales de los pacientes infectados, les sirven comida y limpian los hospitales.
Chan… Presidente de Ruanda Paula Kagame con Macri en Buenos Aires en la cumbre del G20 de 2018.
El país es gobernado por un ex señor de la guerra, el excéntrico Paul Kagame, uno de los fundadores de la guerrilla llamada Frente Patriótico del Pueblo de Ruanda en 1987. Kagame visitó Argentina en el marco de la famosa Cumbre del G-20 de Buenos Aires, como representante de África, y fue recibido por Mauricio Macri. Desde 2003 Kagame se erigió como el “hombre fuerte” de África Subsahariana. Pero ha sido acusado de violador de derechos humanos y de ser un “dictador” en el marco de la lucha contra el covid-19. El enfoque de Ruanda de su estrategia pandémica ha atraído importantes críticas de grupos como Human Rights Watch, que han condenado las “tácticas autoritarias del gobierno para hacer cumplir las medidas de salud pública”.
Lo que hay que tener en cuenta es que Kagame pertenece a la etnia de los Tutsi, que siempre ha sido considerada como “rival” del pueblo Hutu. Pero a este ex señor de la guerra mucho no le agradó que sea atacado por Occidente. Mucho menos por Francia. El lunes 19 de abril pasado, mediante un informe, el gobierno de Kagame informó que Francia “tiene una responsabilidad importante” por permitir el genocidio de 1994 en Ruanda y han condenado que París aún se niegue a reconocer su participación en la tragedia. Este informe, encargado en 2017 por Kagame y realizado por el bufete de abogados Levy Firestone Muse —con sede en Washington— basa sus hallazgos en cientos de libros, procedimientos judiciales, investigaciones y esfuerzos periodísticos. Ruanda apunta el dedo acusador a los funcionarios franceses por armar, capacitar, equipar y proteger a los Hutu. Los franceses no prestaron atención al compromiso del régimen de el entonces presidente ruandés, Juvenal Habyariman con la deshumanización, la destrucción y la muerte de los Tutsis. Hace unas semanas, Francia publicó también una investigación en que la reconocía los fallos “abrumadores” por una actuación “ciega” del entonces presidente francés François Mitterrand respecto al genocidio ruandés.
Pero la historia del genocidio ruandés debe ser conocida en profundidad. Las “rivalidades étnicas” entre Hutu y Tutsi vienen de la época colonial, cuando desde fines del siglo XIX tanto Ruanda como Burundi se convirtieron en territorios belgas. Los Hutus son el grupo mayoritario, ya que el 90% de los ruandeses y el 85% de los burundeses son de este grupo. Culturalmente se trata de una división artificial, basada más en la clase social que en la etnicidad, dado que no hay diferencias lingüísticas o culturales entre los Hutus y los demás grupos étnicos de la zona, principalmente los Tutsis. Históricamente, sin embargo, había diferencias físicas, principalmente en la altura media. Los Hutus y los Tutsis comparten la mayoría la misma religión y lenguaje (la mayoría son católicos y de idioma bantú). Algunos estudiosos señalan también el importante papel que tienen los colonizadores belgas en crear la idea de una “raza Hutu” y una “raza Tutsi”.
Mapa de Ruanda
Si se nos permite hacer una historia antigua sobre estos pueblos, ayudará a comprender la actualidad. Los Hutus llegaron a la región de los Grandes Lagos de África alrededor del siglo I d.C., desplazando al grupo étnico de “pigmeos” llamados twa (en plural batwa). Los Hutus eran agricultores y dominaron la zona con una serie de pequeños reinos hasta el siglo XV. Se cree que a partir de esa época entraron los Tutsis en la zona desde Etiopía y conquistaron a los Hutus. La monarquía Tutsi sobrevivió hasta el fin de la era colonial en los años del decenio de 1950, usando y codificando los gobernantes belgas la división étnica para apoyar su dominio. Tras la caída de la monarquía Tutsi, la zona fue dividida en Ruanda y Burundi en el año de 1962, año de la independencia de ambas naciones. Los Tutsis, no obstante, permanecieron dominantes en Burundi mientras que los Hutus ganaron un cierto grado de control en Ruanda.
Y aquí sobrevino el caos. Desde 1962 hasta principios del decenio de 1990, se desató una cruenta guerra civil entre las elites Hutu y los campesinos empobrecidos Tutsi. Kagame entró en escena como el guerrillero Hutu luchaba para detener a las guerrillas campesinas Tutsi, que buscaban hacerse con el poder en Ruanda. Francia y Bélgica siempre apoyaron a la elite Hutu y vieron en Kagame un candidato para la estabilidad del pequeño país.
En octubre de 1990, el FPR irrumpió en Ruanda a exigir derechos para los Tusi frente a la invasión de Tutsi desde Burundi. Tres años más tarde, gracias a la crisis que azotaba al país, a la tensión con Burundi y gobiernos occidentales, además de la presión ejercida por el Fondo Monetario Internacional, el presidente Juvenal Habyarimana (que gobernada desde 1973 con apoyo francés) firmó los Acuerdos de Arusha (en Tanzania), dando fin a la guerra civil y creando un gobierno de transición compuesto por Hutus y Tutsis.
Escena del genocidio de 1994
Pero no fue así. En abril de 1994 el asesinato del general Habyarimana y el avance del FRP desencadenan una multitud de masacres en el país contra los Tutsis obligando a un desplazamiento masivo de personas hacia campos de refugiados situados en la frontera con los países vecinos, en especial el Zaire (hoy República Democrática del Congo). En agosto de 1995 tropas zaireñas intentan expulsar a estos desplazados a Ruanda. Catorce mil personas son devueltas a Ruanda, mientras que otras 150.000 se refugian en las montañas. Más de 800.000 personas fueron asesinadas y casi todas las mujeres que sobrevivieron al genocidio fueron violadas, además de que muchos de los 5000 niños nacidos fruto de esas violaciones fueron asesinados.
En 100 días, el 70 % de la población Tutsi de Ruanda fue exterminada y murieron muchos Hutus moderados que defendieron a sus vecinos o se negaron a dejar sus casas cuando se dio la orden de evacuación. En total, unas 800.000 personas de ambas etnias habrían sido asesinadas.
Kagame pateó el tablero y acusó a Francia. “Este informe complementa el de la Comisión Duclert (encargado por Francia) y profundiza en la revelación de la participación directa de los franceses en el período comprendido entre 1990 y 1994, así como en los años que siguieron al genocidio”, ha recalcado el canciller ruandés, Vincent Biruta. Parece que el Tutsi Kagame se quiere vengar por la ayuda que dio París al Hutu Habyarimana y a los exaltados Hutu que en 1994 engendraron uno de los genocidios de fines del siglo XX.
Kagame, en fin, no quiere que le arruinen su exitosa campaña contra el covid-19 y trata de alejar las acusaciones de violador de derechos humanos desde que es gobernante en 2003 en su Ruanda natal. Pero lo que no hay que olvidar que Kagame le abrió las puertas a China para la explotación de la riqueza mineral y forestal que hay en la pequeña Ruanda. Otro capítulo se abre.
Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.
“Es una forma de decirnos a los que resistimos que esto no es una democracia sino que es una dictadura de una oligarquía que viene hace 70 años abroquelada en el poder y que no admite una oposición revolucionaria. Y se la toman con los niños, ni siquiera esa disputa se da entre adultos, sino que nos dicen: “¿Saben qué? Les tomamos a tus hijos, los matamos y nadie nos va a decir nada, es lo que nosotros creemos y nos jactamos en hacer, y encima queremos que todo el mundo nos aplauda” expresa Carmen Villaba, presa hace 17 años, militante del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y madre de Lichita, niña de 15 años desaparecida desde el 30 de septiembre de 2020.
Lichita tiene una hermana melliza, Anita, ambas nacidas en cautiverio. El 2 de septiembre, en Paraguay, estaban de visita familiar junto a su tía Laura Villalba y sus primas argentinas María Carmen y Lilian Mariana, cuando estas últimas dos fueron secuestradas, torturadas y asesinadas en un operativo de las Fuerzas de Tareas Conjuntas (TPC). Lichita fue herida e intentó huir junto a Anita, Laura y dos adolescentes más. Luego de unos días, Anita y las adolescentes lograron escapar, Laura fue detenida y Lichita desapareció el 30 de noviembre de 2020.
Hasta el día de hoy, la búsqueda de Lichita y el pedido de Justicia para las dos niñas asesinadas configuran el escenario que se vive en tierras paraguayas, en el marco del gobierno de derecha de Mario Abdo Benitez. El terror está a la orden del día, se los saquea y violenta constantemente bajo las reglas de este proyecto neoliberal arrasador, pero como en toda ofensiva contra los pueblos, la resistencia parece no tener ánimos de retirada.
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¿Cuáles fueron los pasos para exigir Justicia?
La “independencia de poderes” acá no existe, actúan mancomunadamente unidos para de alguna forma dar crédito a este actuar fascista, feminicida, infanticida de un Estado; donde se encubren la fiscalía, el poder Legislativo y obviamente el Ejecutivo que llevó adelante este hecho luctuoso.
En la fiscalía, por ejemplo, después de las manifestaciones y presiones militantes, abrieron un expediente penal para investigar la ejecución de las dos niñas. Pero casualmente cuando las madres de las niñas hicieron llegar, vía cancillería, un poder para poder acceder mediante una abogada en ese expediente como víctimas, se les fue negada la posibilidad. Contrariamente a eso, abrieron causas penales en contra de las madres.
Ahí está la respuesta de la objetividad e imparcialidad de la justicia paraguaya.
¿Qué vas a hacer cuando salgas de la cárcel?
Mi tarea principal ahora es buscar a Lichita, buscar rastros, porque hasta ahora no tengo absolutamente nada que me lleve a saber qué pasó con ella. Tenemos indicios, versiones, comentarios, pero elementos fácticos que digan “Lichita está aquí, está allá o con Lichita pasó esto” no tenemos.
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ANRed
Carmen y su familia junto a distintas organizaciones sociales, especialmente la militancia revolucionaria, se están organizando para dar con el paradero de Lichita con o sin el poder judicial y las herramientas del Estado de su lado.
Se realizarán tres simposios que buscan convocar a figuras del ámbito militante para que analicen y discutan sobre la situación de Lichita, enmarcada dentro de un contexto de crimen de Estado. Las fechas serían el 30 de abril, el 30 de mayo y el 30 de junio, este último con una modalidad virtual y presencial que culminaría con el viaje hacia el territorio de desaparición de Lichita, Cerro Guazú.
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¿Cómo fueron tus inicios en la militancia?
Me incorporé a lo que entonces, en 1991, se llamaba partido Patria Libre, una organización política marxista leninista. Luego de un año y medio de militancia política, me remitieron a la célula clandestina porque Patria Libre tenía planteado llevar adelante todas las formas de lucha, y en ese compromiso y directrices, nos destinaron a conseguir fondos para la organización. En ese momento se planteaba agudizar las contradicciones con una oligarquía que venía desde hace décadas en el poder, primero sosteniendo una dictadura. Porque el Partido Colorado sostuvo 35 años de dictadura y de la noche a la mañana se volvió demócrata en un arreglo inter-burgués, se cambiaron la ropa militar por el traje democrático y fueron quienes llevaron adelante la democracia. El Partido Colorado hace 70 años está en el poder.
Es una comedia, es un formalismo, y las masas populares se vieron excedidas en el sentido de que ese formalismo vino a limitar la participación de más sectores de oposición dentro del Estado. Pero las condiciones económicas de la gran mayoría del pueblo pobre siguió sin cambios favorables. Las contradicciones propias del sistema capitalista hizo que sectores militantes consideren que la democracia burguesa no alcanza para cambiar de raíz las condiciones miserables del pueblo.
Fui parte de una célula clandestina y dentro de esa correspondencia, el Partido decidió en el año 2000 retener a la nuera de un ex Ministro de Hacienda del dictador. A mi se me encontró en ese operativo y me dieron una condena de 18 años que debo computar íntegramente este julio. Llevo 18 años en prisión. Después de toda esta situación, tuvimos una contraofensiva del Estado y la oligarquía paraguaya. Eso hizo que la dirigencia de Patria Libre liquidara el partido. Fueron exiliados y renegaron de sus compañeros que quedamos en prisión, de la militancia que quedó clandestina y de su base.
Era un partido político revolucionario marxista leninista que venía perfilándose dentro del área campesina porque su mayor caudal militante era campesino. El Ejército del Pueblo Paraguayo surge de la iniciativa de compañeros que quedaron después de que la dirigencia liquidara al partido. Varios compañeros jóvenes sueltos, sin organización y en condiciones de clandestinidad y persecución, tomaron la decisión de irse de la ciudad al campo, el lugar de origen de la mayoría de ellos, y allí fundaron el EPP.
Tengo dos hermanos allí, de ahi la persecusión y el ensañamiento hacia mí, hacía mis hermanas, madre, sobrinitos que se vieron obligados a migrar en el 2010 después del asesinato de mi hijo. Tengo un hijo asesinado en el 2010 de 12 años y que no fue muerto cerca del Cerro Guazú o en otra zona de conflicto, sino que camino a su escuela. Un niño que realizaba su tarea y vida normal como cualquier otro niño. Esto demuestra que en realidad, la oligarquía paraguaya no mide y no le importa el lugar en donde están nuestros niños, sino que donde están, se les va y asesina.
Mi familia se exilió en el 2010. Ahí fueron a vivir mis dos mellizas que nacieron en la cárcel. Esta es la historia trágica de mi familia, por eso decía que se sitúa en un contexto de lucha de clases. La persecución y ensañamiento hacia mi familia no es por el apellido necesariamente, sino porque son familias de militantes revolucionarios.
¿Hay posibilidad de disputa y unidad con otras organizaciones que hoy estén disputando el escenario electoral?
Yo creo en la necesidad de lograr esa unidad del campo militante, pero sobre proyectos revolucionarios que no se limiten a la parte electoral. Es una de las dificultades que tenemos en Paraguay. La gran mayoría de la militancia del campo popular se distrae mucho con la parte electoral y no trabaja el otro factor que es muy importante: la elevación de consciencia del pueblo y su militancia. Nos habituamos al viejo esquema de los partidos de derecha, que solo llaman al pueblo a la participación o a la movilización política en términos electorales y en tiempos electorales. Los otros tiempos no se utilizan para la formación y elevación de consciencia del pueblo que es muy importante, hasta diría determinante, para que el pueblo vaya comprometiéndose con programas y proyectos revolucionarios que realmente lo lleven a organizarse dentro de organizaciones políticas revolucionarias que le garanticen esa independencia política de la clase dominante, de la oligarquía paraguaya.
¿Qué nos podes comentar del panorama político en Paraguay y Nuestra América?
Creo que los Estados y sistemas democráticos burgueses en Nuestra América están agotados porque de alguna forma cuando surgieron las democracias, surgieron en confrontación revolucionaria con los estados feudales y, como todo Estado y desarrollo social, llega a un punto en el que cumple su ciclo y debe dar entrada a nuevas formas de organización social.
El ser humano no debe conformarse con comer más o menos bien, con vivir más o menos bien, sino que creo que tenemos que centrarnos y tener como meta la restitución humana del ser humano, sobretodo de la clase obrera y campesina. Eso no puede darse en una sociedad capitalista que tiene como motor principal para su desarrollo, la explotación del hombre por el hombre, porque el obrero por mas que tenga un buen salario, es un hombre o mujer explotada que vive de la venta de su trabajo y es considerado una mercancía por el capitalismo. Desde una concepción marxista leninista, pretendemos la humanización del ser humano, que no significa vivir más o menos bien y seguir siendo un humano explotado. Creo que la humanidad tiene que aspirar más que eso.
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Jorge Saenz
La persecución judicial y las detenciones a militantes políticos es moneda corriente. Los movimientos campesinos suelen ser los más amedrentados por estar directamente involucrados en la matriz productiva del país que los expulsa del campo y los empuja cada vez más a la ciudad, sin ofrecer amparo alguno y generando cada vez más marginación y pobreza en estos sectores. Pero también, encontramos movimientos como el estudiantil que luego de campañas como la del Arancel Cero para la educación superior y movilizaciones exigiendo mayor presupuesto educativo, sufrieron represiones policiales y detenciones arbitrarias. Esto se evidencia con la criminalización de la protesta que tiene como blanco actualmente a les estudiantes Vivian Genes, Luis Trinidad y Pedro Areco -hoy con arresto domiciliario-, Arnaldo Martínez y Enrique Agüero, declarados en rebeldía y con orden de captura.
Las herramientas del gobierno neoliberal se están agotando y los pueblos se están levantando. Hace tiempo se llegó al punto de ebullición y la sociedad paraguaya junto a sus movimientos y luchas no tiene más alternativa que resistir.
Los asesinatos de Lilian Mariana y María Carmen, ratifican el carácter infanticida del Estado paraguayo. El gobierno de Abdo Benitez, en su ambición desmedida de continuar y profundizar el proyecto neoliberal y fascista instalado con la última dictadura stroessista, expone los cuerpos de dos niñas como trofeo de guerra y se niega a encontrar con vida a Lichita ¿Hasta cuando la derecha seguirá manchando sus manos de sangre con las vidas de los pueblos? El tiempo y la militancia lo dirán.
“Quería despedirme haciendo un llamado al campo popular latinoamericano y paraguayo a que se unan a esta causa que es la búsqueda de Lichita. Si hoy no alzamos la voz en contra de las desapariciones forzadas que llevan adelante los Estados, es probable que esto sea el inicio de una práctica terrorista infanticida, desaparecedora de niños y niñas. Llamarles a que de alguna forma participen de los simposios, de los conversatorios militantes, si pueden solidarizarse, respaldar, ayudar con la búsqueda de Lichita” finaliza Carmen.
Agustina Flores
Hija de los vientos patagónicos. Compañera (in)esperada de la militancia para la liberación. Entusiasta del puño y la letra. Lo personal es político, el periodismo también.
De nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia. Mi inconstancia en la entrega de notas, es mi constante; pero cómo se sabe le que abandona no tiene premio y suelo ser bastante obstinada. No reniego de eso porque en definitiva, esta apuesta es colectiva.
No todos los días se muere un presidente en un país. Pero África nos viene dando noticias del fallecimiento de viejos líderes. Ha pasado en Tanzania con el ex mandatario John Magufuli, quien falleció el pasado 17 de marzo y que se hizo famoso por ser un negador de la realidad del covid-19 en su nación. Fue sucedido por Samia Suluhu, quien era su vicepresidente, convirtiéndose en la primera mujer en comandar los destinos de Tanzania. Pero en la República del Chad las cosas son bien distintas. Murió un viejo líder filo-occidental, que había surgido de un golpe de Estado en 1990, tras derrocar a otro dictador, el genocida Hissene Habré (quien gobernó con mano de hierro entre 1982 y 1990).
Según las autoridades del Chad, Idriss Déby, el “dictador afrancesado”, murió en combate contra los rebeldes del norte nucleados en el Frente por la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT, en sus siglas en francés), procedentes de Libia. Estos realizaron una incursión más en territorio nacional chadiano con la intención de derrocar a Déby.
La muerte de Déby se anunció después de que la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) proclamase anoche los resultados provisionales de las elecciones presidenciales celebradas el pasado 11 de abril, que le dieron la victoria con el 79,32 % de los votos. La oposición civil no armada denunció fraude, pero quedaron impactados ante la muerte del dictador. Sobre todo porque los militares se hicieron con el poder, pero con otros Déby, es decir, con el hijo del dictador asesinado, Mahamat Idriss Déby Itno, de tan solo 38 años, y que era el jefe de la Guardia Nacional del Chad, el verdadero poder en el país. Esta guardia pretoriana de la familia Déby Itno, llamó a suspender todo republicanismo posible. Un “consejo militar de transición” se ha puesto en marcha, dirigido por el joven general Mahamat Idriss Déby, para los próximos 18 meses y se han disuelto la Constitución, el Gobierno y el Parlamento, según informaron medios locales.
La industria petrolera es la base de la economía para la dictados de los Déby Itno y los franceses.
Chad es un caos desde hace tiempo. Ya hay clima de guerra civil, en un país de casi más de 15 millones de habitantes, y con unas 200 etnias rivales entre sí. Los “árabes afrancesados” son los que dominan el país históricamente, grupo al cual pertenece la familia Déby Itno, pero que tienen su cuartel general en Yamena, la ciudad capital chadiana. El 13 de abril, el FACT aseguró controlar la provincia de Tibesti, en el extremo norte del país y el día 18 confirmaron que habían procedido a la “liberación” de la histórica provincia de Kanem, al oeste del país y fronteriza con Níger. Por su parte, el Ejército nacional desmintió los hechos y anunció que más de 300 rebeldes habían sido asesinados y más de 150 detenidos durante los combates en Kanem.
Los verdugos de los Déby Itno son grupos bereberes del norte que están emparentados con las etnias del sur de Libia y también con los conocidos Tuareg de la zona del Sahel. El FACT es un grupo político-militar chadiano compuesto por unos 3000 combatientes, principalmente por jóvenes de la etnia Gorane (la misma del ex dictador chadiano Hissene Habré). El FACT, que tiene sede en Libia, fue creado en abril de 2016 en Tanoua (extremo norte de Chad) durante una escisión de la Unión de Fuerzas para la Democracia y el Desarrollo (UFDD), liderada por Mahamat Nouri, opositor a los Déby Itno.
A todo este panorama crítico hay que sumarle lo del covid-19 en Chad. El país tiene casi 4700 casos. Se encuentra entre los países con menor tasa de enfermos confirmados del mundo. En este momento hay 169 personas fallecidas por coronavirus. Para interpretar estos datos, conviene saber que Chad, con 15.946.876 de habitantes, puede considerarse un país intermedio en cuanto a población.
Mapa de Chad 🇹🇩
La humanidad tiene en el Chad una remota y variada historia, como atestiguan los hallazgos de los huesos del Chadanthropus y el Sahelanthropus tchadensis, y las pinturas rupestres de las montañas septentrionales. Luego de formarse grupos pastoriles nómadas, también se fundaron sendas ciudades que vivían del comercio transahariano con los árabes musulmanes. Desde el 700 hasta el siglo XIX se fundaron reinos e imperios, siendo los más famosos los de Kanem-Bornu, Baguirmi y el de Wadai. Hacia fines del siglo XIX las potencias occidentales se disputaban el Chad, por la ruta comercial que conecta el Magreb con África Subsahariana septentrional. Finalmente, en abril del año 1900 los franceses se apoderaron del Chad y la convirtieron en colonia, favoreciendo a los “árabes afrancesados” (Zaghawa) y dejando de lado a los grupos históricos Sao, Sara, Tuareg del Norte y Gorane. Recién en 1914 los franceses pudieron controlar toda Chad al reprimir con dureza a los grupos anticoloniales nativos y con ayuda de los “árabes afrancesados”, que se convirtieron en una elite comercial poderosa.
El 11 de abril de 1960 los franceses le dieron la independencia a los chadianos, pero dándole poder a los aliados “árabes afrancesados”. Esto generó guerras civiles por doquier y las luchas interétnicas históricas entre Sao, Sara, Gorane y Tuareg del Norte. También estaban los Kanem y los Baguirmi, que buscaban derechos políticos. En 1982 tomó el poder Habré, representando a los pastoralistas Gorane, ganando terreno frente a los “árabes afrancesados”. Hasta 1990 Habré desató una persecución feroz contra toda etnia rival y, sobre todo, contra los “árabes afrancesados”, levantando banderas raciológicas que derivaron en un genocidio. Asesinatos masivos, desapariciones forzadas, torturas, campos de concentración, violaciones y esclavitud sexual fueron moneda corriente en el régimen de Habré.
Estados Unidos apoyó a Habré, mientras Francia no estaba del todo contenta con financiarlo del todo, ya que quería seguir teniendo a aliados a los “árabes afrancesados”. Para diciembre de 1980 Libia había ocupado exitosamente el norte de Chad para apoyar a los rebeldes Tuareg del Norte, y Mahatma Oueddei fue nombrado presidente. Buscando la reconciliación nacional, Oueddei nombró a Habré como Ministro de Defensa, no obstante, molesto por la influencia libia en Chad, este último consiguió apoyo de Estados Unidos para expulsar a las fuerzas libias de su país y derrocar a Oueddei en 1982. París cambió de opinión, cuando en 1984-1985 grupos guerrilleros marxistas, apoyados por la Burkina Faso del Capitán Thomas Sankara, estaban a punto de tomar el poder en Chad. Washington y París unieron sus fuerzas para apoyar a Habré y financiaron sus fuerzas armadas para la lucha “anticomunista”. Habré tuvo vía libre para el genocidio y por ello le valió el apodo del “Pinochet africano”. Se estima que durante su mandato más de 40.000 personas, principalmente marxistas, fueron masacradas y otros cientos de miles de disidentes torturados y asesinados.
Para 1983 las tropas libias habían sido expulsadas de Chad, a excepción de unos territorios al norte, donde los rebeldes Tuareg seguían activos, y tomando posiciones más islamistas yihadistas. Para 1987, los efectivos libios fueron expulsados de Chad y la guerra terminó. No obstante, su victoria significó el fin de la ayuda occidental, y la situación política de Habré se volvió frágil. Esto fue aprovechado por el grupo étnico Zaghawa, los “árabes afrancesados”, y el 1º de diciembre de 1990 Idriss Déby Itno, un general Zaghawa, lo depuso. Habré huyó a Senegal y Déby se proclamó presidente. Comenzaba una nueva dictadura.
Rebeldes del norte de Chad que combaten contra la dictadura de los Déby Itno.
Los negocios petroleros en Chad fueron vitales para el nuevo régimen. Corporaciones estadounidenses, francesas, neerlandesas y belgas invirtieron en la explotación de petróleo del oeste del país, cerca de Darfur, frontera con Sudán, y apoyaron a Idriss Déby Itno. Los “árabes afrancesados” dominaron la escena política y comercial del país, generando nuevas rivalidades internas. La industria del algodón, famosa en el país por exportar a Occidente, quedó en manos de los Zaghawa y de la familia presidencial de Idriss Déby Itno.
En enero de 2013, Chad envió tropas al norte de Malí para participar en la “Operación Serval”. Idriss Déby luego describió lo que está sucediendo en el norte de Malí. Esta acción en Malí, o en la República Centroafricana y Nigeria contra Boko Haram, le valió a Idriss Déby un fuerte apoyo de Francia y Estados Unidos. En 2016 el Banco Mundial da un préstamo de 222 millones de dólares para un proyecto considerado polémico para bombear petróleo en Chad y enviarlo por tubería a Camerún. Mientras tanto, su régimen perseguía a opositores civiles y entabló una guerra sin cuartel contra los rebeldes del FACT.
Antes de su muerte, Déby se enfrentaba a un creciente descontento público por su gestión de la riqueza petrolífera de Chad y a la represión contra sus opositores. Sin embargo, en los resultados electorales anunciados el lunes 19 de abril último, Déby obtuvo el 79% de los votos. “Sé de antemano que voy a ganar, como he hecho en los últimos 30 años”, dijo el presidente antes de las elecciones.
Pero su muerte es un golpe para Francia, que consideraba a Déby como un importante aliado en la lucha contra el llamado “extremismo islámico” en África. De hecho, el país europeo había basado sus “operaciones antiterroristas” en el Sahel en la capital chadiana, Yamena.
Los franceses van a seguir apoyando a los Déby Itno, garantes de las riquezas petroleras para Occidente. Pero los grupos rebeldes del Norte no se rinden y están surgiendo nuevas facciones guerrilleras entre los Sao, los Sara y los Gorane, ya que no tienen derechos políticos posibles. Mucho menos ahora, con este “gobierno de transición” a manos de Mahatma Idriss Déby, conocido como el “Baby Doc” del Chad, o el “Carnicero de Yamena”.
Mauricio Piñero
Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.
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