No todos los días se muere un presidente en un país. Pero África nos viene dando noticias del fallecimiento de viejos líderes. Ha pasado en Tanzania con el ex mandatario John Magufuli, quien falleció el pasado 17 de marzo y que se hizo famoso por ser un negador de la realidad del covid-19 en su nación. Fue sucedido por Samia Suluhu, quien era su vicepresidente, convirtiéndose en la primera mujer en comandar los destinos de Tanzania. Pero en la República del Chad las cosas son bien distintas. Murió un viejo líder filo-occidental, que había surgido de un golpe de Estado en 1990, tras derrocar a otro dictador, el genocida Hissene Habré (quien gobernó con mano de hierro entre 1982 y 1990).
Según las autoridades del Chad, Idriss Déby, el “dictador afrancesado”, murió en combate contra los rebeldes del norte nucleados en el Frente por la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT, en sus siglas en francés), procedentes de Libia. Estos realizaron una incursión más en territorio nacional chadiano con la intención de derrocar a Déby.
La muerte de Déby se anunció después de que la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) proclamase anoche los resultados provisionales de las elecciones presidenciales celebradas el pasado 11 de abril, que le dieron la victoria con el 79,32 % de los votos. La oposición civil no armada denunció fraude, pero quedaron impactados ante la muerte del dictador. Sobre todo porque los militares se hicieron con el poder, pero con otros Déby, es decir, con el hijo del dictador asesinado, Mahamat Idriss Déby Itno, de tan solo 38 años, y que era el jefe de la Guardia Nacional del Chad, el verdadero poder en el país. Esta guardia pretoriana de la familia Déby Itno, llamó a suspender todo republicanismo posible. Un “consejo militar de transición” se ha puesto en marcha, dirigido por el joven general Mahamat Idriss Déby, para los próximos 18 meses y se han disuelto la Constitución, el Gobierno y el Parlamento, según informaron medios locales.

Chad es un caos desde hace tiempo. Ya hay clima de guerra civil, en un país de casi más de 15 millones de habitantes, y con unas 200 etnias rivales entre sí. Los “árabes afrancesados” son los que dominan el país históricamente, grupo al cual pertenece la familia Déby Itno, pero que tienen su cuartel general en Yamena, la ciudad capital chadiana. El 13 de abril, el FACT aseguró controlar la provincia de Tibesti, en el extremo norte del país y el día 18 confirmaron que habían procedido a la “liberación” de la histórica provincia de Kanem, al oeste del país y fronteriza con Níger. Por su parte, el Ejército nacional desmintió los hechos y anunció que más de 300 rebeldes habían sido asesinados y más de 150 detenidos durante los combates en Kanem.
Los verdugos de los Déby Itno son grupos bereberes del norte que están emparentados con las etnias del sur de Libia y también con los conocidos Tuareg de la zona del Sahel. El FACT es un grupo político-militar chadiano compuesto por unos 3000 combatientes, principalmente por jóvenes de la etnia Gorane (la misma del ex dictador chadiano Hissene Habré). El FACT, que tiene sede en Libia, fue creado en abril de 2016 en Tanoua (extremo norte de Chad) durante una escisión de la Unión de Fuerzas para la Democracia y el Desarrollo (UFDD), liderada por Mahamat Nouri, opositor a los Déby Itno.
A todo este panorama crítico hay que sumarle lo del covid-19 en Chad. El país tiene casi 4700 casos. Se encuentra entre los países con menor tasa de enfermos confirmados del mundo. En este momento hay 169 personas fallecidas por coronavirus. Para interpretar estos datos, conviene saber que Chad, con 15.946.876 de habitantes, puede considerarse un país intermedio en cuanto a población.

La humanidad tiene en el Chad una remota y variada historia, como atestiguan los hallazgos de los huesos del Chadanthropus y el Sahelanthropus tchadensis, y las pinturas rupestres de las montañas septentrionales. Luego de formarse grupos pastoriles nómadas, también se fundaron sendas ciudades que vivían del comercio transahariano con los árabes musulmanes. Desde el 700 hasta el siglo XIX se fundaron reinos e imperios, siendo los más famosos los de Kanem-Bornu, Baguirmi y el de Wadai. Hacia fines del siglo XIX las potencias occidentales se disputaban el Chad, por la ruta comercial que conecta el Magreb con África Subsahariana septentrional. Finalmente, en abril del año 1900 los franceses se apoderaron del Chad y la convirtieron en colonia, favoreciendo a los “árabes afrancesados” (Zaghawa) y dejando de lado a los grupos históricos Sao, Sara, Tuareg del Norte y Gorane. Recién en 1914 los franceses pudieron controlar toda Chad al reprimir con dureza a los grupos anticoloniales nativos y con ayuda de los “árabes afrancesados”, que se convirtieron en una elite comercial poderosa.
El 11 de abril de 1960 los franceses le dieron la independencia a los chadianos, pero dándole poder a los aliados “árabes afrancesados”. Esto generó guerras civiles por doquier y las luchas interétnicas históricas entre Sao, Sara, Gorane y Tuareg del Norte. También estaban los Kanem y los Baguirmi, que buscaban derechos políticos. En 1982 tomó el poder Habré, representando a los pastoralistas Gorane, ganando terreno frente a los “árabes afrancesados”. Hasta 1990 Habré desató una persecución feroz contra toda etnia rival y, sobre todo, contra los “árabes afrancesados”, levantando banderas raciológicas que derivaron en un genocidio. Asesinatos masivos, desapariciones forzadas, torturas, campos de concentración, violaciones y esclavitud sexual fueron moneda corriente en el régimen de Habré.
Estados Unidos apoyó a Habré, mientras Francia no estaba del todo contenta con financiarlo del todo, ya que quería seguir teniendo a aliados a los “árabes afrancesados”. Para diciembre de 1980 Libia había ocupado exitosamente el norte de Chad para apoyar a los rebeldes Tuareg del Norte, y Mahatma Oueddei fue nombrado presidente. Buscando la reconciliación nacional, Oueddei nombró a Habré como Ministro de Defensa, no obstante, molesto por la influencia libia en Chad, este último consiguió apoyo de Estados Unidos para expulsar a las fuerzas libias de su país y derrocar a Oueddei en 1982. París cambió de opinión, cuando en 1984-1985 grupos guerrilleros marxistas, apoyados por la Burkina Faso del Capitán Thomas Sankara, estaban a punto de tomar el poder en Chad. Washington y París unieron sus fuerzas para apoyar a Habré y financiaron sus fuerzas armadas para la lucha “anticomunista”. Habré tuvo vía libre para el genocidio y por ello le valió el apodo del “Pinochet africano”. Se estima que durante su mandato más de 40.000 personas, principalmente marxistas, fueron masacradas y otros cientos de miles de disidentes torturados y asesinados.
Para 1983 las tropas libias habían sido expulsadas de Chad, a excepción de unos territorios al norte, donde los rebeldes Tuareg seguían activos, y tomando posiciones más islamistas yihadistas. Para 1987, los efectivos libios fueron expulsados de Chad y la guerra terminó. No obstante, su victoria significó el fin de la ayuda occidental, y la situación política de Habré se volvió frágil. Esto fue aprovechado por el grupo étnico Zaghawa, los “árabes afrancesados”, y el 1º de diciembre de 1990 Idriss Déby Itno, un general Zaghawa, lo depuso. Habré huyó a Senegal y Déby se proclamó presidente. Comenzaba una nueva dictadura.

Los negocios petroleros en Chad fueron vitales para el nuevo régimen. Corporaciones estadounidenses, francesas, neerlandesas y belgas invirtieron en la explotación de petróleo del oeste del país, cerca de Darfur, frontera con Sudán, y apoyaron a Idriss Déby Itno. Los “árabes afrancesados” dominaron la escena política y comercial del país, generando nuevas rivalidades internas. La industria del algodón, famosa en el país por exportar a Occidente, quedó en manos de los Zaghawa y de la familia presidencial de Idriss Déby Itno.
En enero de 2013, Chad envió tropas al norte de Malí para participar en la “Operación Serval”. Idriss Déby luego describió lo que está sucediendo en el norte de Malí. Esta acción en Malí, o en la República Centroafricana y Nigeria contra Boko Haram, le valió a Idriss Déby un fuerte apoyo de Francia y Estados Unidos. En 2016 el Banco Mundial da un préstamo de 222 millones de dólares para un proyecto considerado polémico para bombear petróleo en Chad y enviarlo por tubería a Camerún. Mientras tanto, su régimen perseguía a opositores civiles y entabló una guerra sin cuartel contra los rebeldes del FACT.
Antes de su muerte, Déby se enfrentaba a un creciente descontento público por su gestión de la riqueza petrolífera de Chad y a la represión contra sus opositores. Sin embargo, en los resultados electorales anunciados el lunes 19 de abril último, Déby obtuvo el 79% de los votos. “Sé de antemano que voy a ganar, como he hecho en los últimos 30 años”, dijo el presidente antes de las elecciones.
Pero su muerte es un golpe para Francia, que consideraba a Déby como un importante aliado en la lucha contra el llamado “extremismo islámico” en África. De hecho, el país europeo había basado sus “operaciones antiterroristas” en el Sahel en la capital chadiana, Yamena.
Los franceses van a seguir apoyando a los Déby Itno, garantes de las riquezas petroleras para Occidente. Pero los grupos rebeldes del Norte no se rinden y están surgiendo nuevas facciones guerrilleras entre los Sao, los Sara y los Gorane, ya que no tienen derechos políticos posibles. Mucho menos ahora, con este “gobierno de transición” a manos de Mahatma Idriss Déby, conocido como el “Baby Doc” del Chad, o el “Carnicero de Yamena”.