El modelo lineal de la historia del progreso tenía un ámbito de exclusión, tal vez más importante: la de todos los pueblos que no pertenecen a la cultura dominante de origen europeo, cuyas sociedades y culturas se solía presentar como dormidas en el tiempo hasta el momento en que la colonización las introdujo en la dinámica de la modernización. Esto afectaba a África y a su historia.
El tránsito de una historia colonial a otra nacionalista resultaba especialmente complejo en el caso de África, ya que los viejos modelos interpretativos coloniales comenzaban por excluirla de la historia. Inmediatamente después de la independencia, los historiadores africanos se vieron empujados a escribir una especie de historia “resistente”, opuesta a la del imperialismo. En los últimos tiempos la preocupación por el saber del pasado humano en el continente africano ha dado sus frutos y de a poco una con conciencia histórica africana se va forjando para salirse de los prejuicios racistas, eurocentristas y reduccionistas.
Especialistas africanos y no africanos se han unido para descolonizar al pasado africano con el objetivo de rescatar culturas ignoradas y destacar sus legados aún en los tiempos presentes. Ya pasaron de moda las quejas que se referían a que África subsahariana, por ejemplo, no podía ser considerada parte de la historia porque las fuentes escritas eran escasas o casi nulas en varias de sus regiones de selvas, sabanas y montañas.

La historia, la antropología, la paleoantropología, la arqueología, la filología, la sociología, la politología, la economía política y hasta la psicología han aportado sus metodologías de estudio para revalorizar el pasado de las numerosas culturas africanas que fueron negadas en los tiempos del colonialismo europeo y que no eran demasiado protagonistas en los textos escolares y universitarios acerca de “historia universal”.
Cierto que en las primeras planas de los periódicos del mundo salían a la luz los informes impactantes sobre los hallazgos paleoantropológicos de los ancestros remotos y fósiles de la humanidad en varias regiones africanas. También es cierto que se le ha dado mucha importancia a la arqueología y la historia del antiguo Egipto faraónico, el primer reino surgido en tierras africanas. Tampoco se puede negar el gran aporte del Islam en África Septentrional, ya que de allí han surgido eruditos y relaciones comerciales del orbe musulmán que dejó fuentes escritas sobre culturas de África Subsahariana. Otros hallazgos como el de los reinos de la antigua Nubia, Axum, el reino de Ghana, el reino de Malí, el reino Songhay, el reino de Benín, el Gran Zimbabwe y de las proezas militares del rey zulú Chaka el Grande fueron motivos de estudios sobre el pasado de África subsahariana que asombraron a muchos acerca del desarrollo cultural complejo de una parte del globo que se creía “empobrecida”, “ahistórica” y “atrasada”.
Los nacionalismos modernos que emergieron en la primera mitad del siglo XX en África influyeron en eruditos de varios países del continente como el senegalés Cheik Anta Diop o el burkinés Joseph Ki Zerbo, como así también a especialistas del Occidente. Teorías racistas y europeístas fueron abandonadas por postulados nacionalistas de claros africanismos militantes que intentaban reivindicar “pasados gloriosos” de reyes y reinos poderosos de tierras subsaharianas y de “pueblos negros”. Las tradiciones orales empezaron a ser muy valorizadas tanto como las fuentes escritas para reconstruir historias de ciudades, dinastías y expansionistas imperios que eran consideraron como de más “evolucionados” que el que desarrollaron los blancos en Europa.

El afrocentrismo quizás haya sido exagerado con la escritura y reescritura de la historia africana antes de la llegada del mundo colonial blanco. Los nacionalismos modernos africanos quizás se aprovecharon de ciertas tergiversaciones que no ayudarían en nada a reivindicar el legado complejo de todas las culturas humanas que surgieron en el continente desde hace más de 2 millones de años.
Es verdad que las culturas humanas más antiguas aparecieron en África, pero también florecieron reinos, imperios, grandes centros urbanos y comerciales, religiones complejas, migraciones etnolingüísticas de grandes amplitudes, manifestaciones artísticas admirables e invenciones tecnológicas tanto como en Asia, Europa y las Américas antes de la invasión capitalista mundial de mediados del siglo XIX.
Para algunos se trataba de reivindicaciones extremas de los valores africanos (como la de la “negritud” del antiguo Egipto), que sobrevaloraba el estado de civilización y desarrollo, en términos europeos, de África en los inicios de la “edad moderna”.
Pero no se puede dudar de que la historia africana esté ganando su lugar. Y hoy en día debe ser de suma utilidad, porque las realidades del continente deben también buscar su pasado. Por ello la descolonización del pasado africano debe ser una herramienta de trabajos académicos, pero también de una lucha internacionalista para darle su lugar a la Patria Humana.