Hacia un clima de guerra civil
Uno de los estados más antiguos del continente africano, Etiopía, parece que está al borde de una guerra civil producto de enfrentamientos con grupos rebeldes en el norte del país. El Ejército de Etiopía lanzó este miércoles 4 de noviembre último una ofensiva armada contra el llamado Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF), en rebeldía desde hace meses contra el gobierno federal y al que Addis Abeba, capital etíope, acusó de atacar una base militar provocando numerosos muertos, heridos y daños materiales.

Ambos bandos han confirmado el estallido del conflicto. El primer ministro etíope y Premio Nobel de la Paz 2019, Abiy Ahmed Alí, “el Obama africano”, aseguró el viernes 6 de noviembre pasado a través de Twitter que “las operaciones en marcha en el norte de Etiopía tienen objetivos claros, limitados y realizables: restablecer el Estado de derecho y el orden constitucional y proteger los derechos de los etíopes a vivir en paz en cualquier parte del país”.
Las Naciones Unidas (ONU) pronto advirtieron sobre una escalada militar en la región del Cuerno de África Oriental, donde ya hay graves problemas en Somalia, el paradigma del “estado fallido”. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha mostrado su profunda preocupación por el estallido del conflicto. “La estabilidad de Etiopía es importante para toda la región del Cuerno de África. Insto a una inmediata desescalada de las tensiones y a una resolución pacífica de la disputa”, escribió en su cuenta de Twitter.
La región de Tigray linda con Eritrea, un país que mantuvo un conflicto de dos décadas con Etiopía, y existe el temor de una desestabilización regional. Los rebeldes del Tigray, liderados por el presidente local Debretsion Gebremichael, conocido como el “Camarada del Tigray”, llamó a la población a combatir a los invasores y no dudó en vestir a los milicianos con uniformes del ejército de la vecina Eritrea, donde gobierna el ex guerrillero independentista Isaías Afewerki, no muy amigo de los interese occidentales.
Un país multiétnico en aprietos

Como era de esperarse, Etiopía es un país donde coexisten varios grupos étnicos, con sus propias subdivisiones históricas y tradicionales. Además, Etiopía es el tercer país africano más poblado, con casi 100 millones de habitantes. Los principales grupos étnicos de Etiopía son los Oromo, Amhara, Tigray, Sidama, Hadiya, Somalíes Ogadén, Afar, Gurage, Gamo, Welaita y Argoba. Existen además diferentes tribus minoritarias, tales como los Surma, Mursi y Hamer. El idioma oficial del país es al amhárico, de la macrofamilia afroasiática, emparentada con las lenguas semíticas del Cercano Oriente y con la de los “bereberes” y la antigua lengua egipcia de la era faraónica. También se habla árabe, tigriño, somalí y oromo. Un panorama para nada fácil.
Los Tigray del norte, también emparentados linguísticamente con el amhárico, sólo representan el 6% de la población de Etiopía y tienen mucha identificación con Eritrea. Sin embargo, el TPLF fue el grupo dominante de la federación de partidos multiétnica que dominó la escena política durante casi tres décadas. La llegada al poder del primer ministro de la etnia oromo Abiy Ahmed Alí en 2018, con su nueva filosofía de superar las diferencias étnicas y su apuesta por una ciudadanía etíope, ha sido percibida por los norteños del Tigray como una marginalización.
Los líderes tigray se salieron de la coalición gobernante, rebautizada como el Partido de la Prosperidad (PP). En septiembre de 2020, plantaron cara al primer ministro con la celebración por su cuenta de los comicios regionales en el norte, a pesar de que el gobierno central había decretado un aplazamiento de todas las elecciones que debían celebrarse este año en el país debido a la pandemia. Desde entonces, el TPLF renovó su arrolladora mayoría en el Parlamento regional y sigue al frente del ejecutivo del Tigray. Pero ni Addis Abeba reconoce este nuevo gobierno regional, ni el TPLF reconoce la legitimidad del Ejecutivo federal que lidera Abiy Ahmed. Por este motivo, Addis Abeba han ido cortando vínculos y financiación con la región rebelde, a la que acusa también de ser complaciente con los intereses de Eritrea.

El país africano independiente más antiguo
La historia de Etiopía es extensa. Se cree que grupos afroasiáticos kushíticos fundaron un reino local hacia la última parte del I milenio a.C., que se conoce como Damot, con capital en la antigua urbe de Yeha. Pero la actual Etiopía busca sus raíces en la herencia histórica del antiguo reino de Axum, que surgió en el siglo I de nuestra era. Este reino se declaró cristiano hacia el 350 y desde entonces fue uno de los estados de la religión de Jesús más antiguos conocidos, junto a Armenia, Roma y Constantinopla. En 1270 se instauró la famosa dinastía Salomónica, que dio inicio al “Imperio Cristiano de Etiopía”. Frente a los avances de los musulmanes desde la Península Arábiga y el norte de África, puso en aprietos a este reino cristiano ortodoxo de rito propio, muy parecido al de los coptos de Egipto. Entre los siglos XV y XVI, se reconquistó el territorio, consolidando al cristianismo de rito ortodoxo abisinio, frente a la presión del Islam y de las comunidades judaicas aún resistentes. En los siglos XVII y XVIII, la capital del reino se trasladó a Gondar. En el siglo XIX Etiopía logró salvarse de la colonización europea, aunque estableció relaciones comerciales con los británicos. Pero los italianos lograron apoderarse de Eritrea.
Los italianos intentaron reconquistar a Etiopía, pero no pudieron. En 1931 sube al trono el famoso emperador Haile Selassie I. En 1935, las tropas italianas de Benito Mussolini invadieron el país. El ejército etíope, que mantenía caballería con lanzas y unos pocos con fusiles, no eran rivales para el ejército italiano fascista. En 1936, el territorio pasa oficialmente a formar parte del “África Oriental Italiana”. Durante la Segunda Guerra Mundial, la derrota italiana en África devolvió el poder a Haile Selassie I. En 1952, la ONU aprobó la federación de Etiopía y de Eritrea.
Los eritreanos no quedaron muy conformes con la anexión de la Etiopía cristiana del “Rasta Fari” de Haile Selassie I. Más del 45 % de la población eritreana es musulmana, aunque un 40 % es cristiana ortodoxa de rito copto. Sin embargo, surgió en Eritrea un nacionalismo tigreño que se asoció al marxismo ligado a las ideas maoístas. Grupos armados izquierdistas emergieron combatiendo a Haile Selassie I, que era un gran aliado de Occidente en África. De hecho, en 1963, Addis Abeba se convirtió en el centro de la Organización de la Unidad Africana (OUA).
La era socialista

Hacia 1974, el régimen corrupto y “semifeudal” de Haile Selassie I se enfrentaba a un gran descontento público, agudizado por derrotas militares a manos de guerrilleros eritreanos, y a raíz de una profunda hambruna en las provincias de Wolo y Tigray, producida por la sequía. También surgieron los primeros grupos armados en el Tigray, que querían sumarse a la cruzada guerrillera de los eritreanos. Por otra parte, aparecieron grupos rebeldes en la región del sureste, conocida como el Ogaden, donde hay un 80 % de población somalí. Estos grupos eran apoyados por el gobierno socialista de Somalia, liderado por el general Siad Mohamed Barré, un admirador de Mao, pero que no dudó en acudir a la Unión Soviética para formar su “Revolución Popular Democrática”, iniciada en 1969.
Estos hechos desencadenaron una revolución liderada por oficiales de baja graduación del Ejército y promovida por grupos políticos de izquierda, que terminó con el derrocamiento del emperador. Asumió el poder una Junta Militar conocida como el Derg. La Unión Soviética vio con buenos ojos esta revolución contra Haile Selassie I, ya que un peón occidental había caído y bajo coroneles progresistas. Dentro del grupo había radicales marxistas decididos. En 1977 Mengistu el Rojo, hombre fuerte del Derg, se hace con el poder y radicaliza aún más el proceso revolucionario. Durante este periodo se socializa la economía, y se alinea de parte del bloque soviético. Cuba y la República Popular Democrática del Yemen (Yemen del Sur) apoyaron a Mengistu, a quien veían como un “gran revolucionario marxista-leninista”.
Con ayuda soviética, cubana y suryemení, Etiopía aumentó entre 1975 y 1985, los niños matriculados en educación primaria aumentaron de unos 957.300 a cerca de 2.450.000. Los planes sanitarios cubanos llegaron con rapidez y también soldados internacionalistas para entrenar al ejército de la Revolución Etíope. Hacia 1977 surgen conflictos fronterizos con Somalia por la región sureña del Ogaden. Etiopía recibe ayuda de los soviéticos, Cuba y Yemen del Sur para combatir contra Somalia, que recibió un discreto apoyo yanqui. Etiopía vence en 1978 a Somalia con ayuda cubana y se consolida el gobierno de Mengistu el Rojo.

Viraje a Occidente
Pero hacia el decenio de 1980 el gobierno socialista de Mengistu empieza a tambalearse. Se sufre una terrible hambruna en 1984, debida a una gran sequía, muy habitual en la zona como la de 1970. La llamada “República Democrática Popular de Etiopía” es derrocada en medio de una guerra civil. En mayo de 1991, Meles Zenawi al mando del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) alcanza la victoria armada sobre Mengistu el Rojo y es proclamado presidente, iniciando un periodo de reformas políticas y sociales que le llevan a abandonar el régimen socialista. Por su parte, Eritrea logra declarar una independencia en 1993. La nueva guerra con Eritrea de 1997 a 2000 finalizó con la independencia definitiva de Eritrea y, bajo el patrocinio de la ONU y la OUA, se obtuvo la paz firme. Esto reforzó la posición del patriota eritreano Isaías Afewerki, quien también es considerado como una especie de héroe para muchos tigreños poco contentos de pertenecer a Addis Abeba.

Zenawi se erigió como el hombre fuerte de Etiopía hasta 2012, año de su muerte. Etiopía trató de mantener su fragilidad federal ante una nación pluriétnica, donde hay seguían conflictos locales muy fuertes. Los roces con Eritrea continuaron y las escaramuzas militares se hicieron presentes entre 2000 y 2012. Bajo Zenawi y su sucesor Hailemariem Delasegn (2012-2018) se involucraron en la guerra civil de Somalia, tratando de mantener cierta estabilidad en el caótico país vecino. También se acercaron a Arabia Saudita, sobre todo Delasegn, que de alguna manera apoyó a la monarquía de Riyad frente a los rebeldes shiítas Huthi en el Yemen desde el año 2012. Si bien se había firmado la paz con Eritrea en 2000, aún existieron roces fronterizos.
El 2 de abril de 2018 asume como premier el famoso Abiy Ahmed, logrando una paz con Eritrea luego de años y años de guerra. Luego fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz el 11 de octubre de 2019, por “haber logrado la paz y la cooperación internacional y en particular por su iniciativa decisiva para resolver el conflicto con la vecina Eritrea”.
Todo parecía ir en dirección a una paz duradera en la región del Cuerno Oriental, por lo menos con Etiopía. Pero ahora la cuestión se complicó dentro de la misma Etiopía. Ahmed no dudó en aplicar mano dura contra los rebeldes y ejecutó detenciones contra “subversivos”. Las hostilidades fueron en aumento hasta que Ahmed acusó el miércoles 4 de noviembre pasado al TPLF de estar armando milicias desde hace semanas y, lo que es más grave, del supuesto ataque a una base militar. La respuesta fue inminente. El Consejo de Ministros aprobó el estado de emergencia en Tigray, validado luego por el Parlamento, y el Premio Nobel de la Paz declaró la guerra.
Etiopía está al borde de una guerra civil que complicaría aún más a la región del Cuerno Oriental si se suma a Somalia. Grupos como los somalíes del Ogadén pueden reactivar su nacionalismo, ratificando su histórica dependencia con la “patria originaria pastoril de Somalia”. Los Ahmárico y los Oromos van a pedir sus autonomías históricas, mientras los tigreños parecen estar decididos a romper.
Intereses encontrados y los peligros de la desestabilización regional
Pero lo que más preocupa a Occidente no es sólo la desestabilización del Cuerno de África Oriental. Las reservas de gas natural en Etiopía están en el norte… Los chinos tienen intereses allí. Además, Eritrea es un aliado de Pekín que incita a los tigreños a presionar a Addis Abeba a romper con Estados Unidos. También hay fuerte interés en los yacimientos de hierro, oro, tantalio y zinc. Corporaciones estadounidenses, canadienses, francesas y británicas cuidan sus intereses frente a la “avanzada china”. Etiopía para congraciarse con Occidente y demostrar que no es “filochina”, ha firmado tratados comerciales con Washington y la Unión Europea, logrando que el comercio exterior pase por el vecino país de Yibutí, ya que perdió su salida al Mar Rojo desde que Eritrea se independizó en 1993. Pactos con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo fueron hechos por Addis Abeba, aplicando medidas de ajustes contra el pueblo de Etiopía. Las protestas no tardaron en aparecer, en 2018 y 2019.
Un polvorín nuevo en el Cuerno de África Oriental puede ser muy convulsionante. Ya miles y miles de inmigrantes etíopes escapan de la pobreza hacia el Mediterráneo Oriental para ingresar a Europa. La pobreza en Etiopía alcanza a más del 60% de la población y el coronavirus se llevó la vida de más de 2000 personas en el país en este 2020 terrible. Además, hubo plagas de langostas procedentes de las sabanas de Uganda, Sudán, Sudán del Sur, Kenia y Tanzania, complicando las cosechas en los albores del año actual. Para colmo volvieron nuevas sequías en el sur del país, con hambrunas focalizadas.
Todo es propicio para lo peor si la guerra civil pone en jaque a Etiopía, garante filo-occidental en el Cuerno de África Oriental. Y no estaría bueno que en el Mar Rojo, en la zona del Canal de Suez y en el Golfo de Adén, las rutas de los hidrocarburos se vea interrumpido para complicar aún más las cosas en los mercados mundiales del año 2020.
Conozcan a Eritrea, el “enemigo de Occidente” en el Cuerno de África Oriental