TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

POR KEVIN ALEJANDRO VIVAS AYALA*

Desde que se anunció el aislamiento social, preventivo y obligatorio como medida de prevención frente a la pandemia mundial, el sector educativo ha buscado distintas herramientas para disminuir la brecha que separa a su comunidad del mundo digital. Aunque la tecnología ya ocupaba un lugar indispensable en la sociedad, ahora la necesidad de verse inmersa en ella -y utilizarla como única forma de suplir procesos que se llevaban a cabo en la vida cotidiana- es de tal magnitud, que es imposible no ver los vacíos materiales e intelectuales que en ella subyacen.

Estos imprevistos son comunes cuando se implementa un nuevo modelo de cualquier tipo. Pero la cantidad de estos imprevistos se incrementa en un proyecto que debe ejecutarse en tan poco tiempo, y es aún más evidente cuando es la primera vez en la historia que el sector educativo a nivel nacional se ve obligado a utilizar una herramienta que era complementaria para su desarrollo, como única forma de llevar a cabo esta labor pedagógica.

La comunidad estudiantil tuvo que crearse virtualmente; en este proceso se encontró con barreras que impiden la realización de instancias que se llevaban de manera natural en las aulas. En esta prisa de implementar un plan de contingencia para hacer esta transición a poco tiempo de empezar con este año lectivo, el primer obstáculo y el más evidente por su carácter excluyente, es qué hacer para que todes puedan tener acceso a esta modalidad de la manera menos desigual posible, teniendo en cuenta que ya de por sí, les estudiantes han tenido siempre ventajas o desventajas según su contexto social, de clase, de género, laboral o familiar.

Esta modalidad demanda no solo el acceso a un dispositivo, sino también la conectividad a internet, que debe contar también con una velocidad que permita descargar archivos, ver videos pre grabados o en vivo, incluso películas, y mantener conferencias en plataformas o aplicaciones que exigen cierta cantidad de megas para su buen funcionamiento. Además de esto, se requieren conocimientos varios que parten desde manejo básico de los dispositivos, hasta el uso de plataformas educativas y redes sociales; esto acompañado de un contenido académico sofocante que exige a su vez conocimientos previos y generan preguntas que, en vez de ser respondidas en un minuto en el aula de clase, se deben redactar y su respuesta puede tardar días, semanas o incluso no llegar nunca por la carga laboral que tienen les docentes, que también se ven afectades por la complejidad de este nuevo sistema y la dificultad para dar un asesoramiento individual a quien lo necesite.

Actualmente se utilizan distintas plataformas para el desarrollo interactivo de las clases, como lo son jitsi, zoom, meet, entre otras. Estas opciones permiten tener un contacto más personal entre el/la docente, les asistentes y les estudiantes. Sin embargo, su versión gratuita no permite tener encuentros masivos, es decir, conferencias de decenas o cientos de personas, así que la UNLP compró un conjunto de licencias pagas de la herramienta Webex, que son administradas y distribuídas por la Dirección General de Educación a Distancia y Tecnologías dependiente de la UNLP a través del representante de la Comisión de Educación a Distancia de cada Unidad Académica[1].

Webex es una herramienta de video que integra todos estos elementos de interconexión y trabajo compartido, que además protege la información del usuario sin poner en riesgo las características imprescindibles, como la búsqueda segura y el cumplimiento del contenido compartido y almacenado[2]. Esta plataforma pertenece a Cisco Systems, una empresa tecnológica multinacional que tiene productos para routing (redes), seguridad, colaboración (telefonía IP y sistemas de videoconferencia), data center, cloud y movilidad (wireless)[3]. Esta capacidad tecnológica es necesaria para que las cátedras que cuentan con más de 100 estudiantes puedan efectuarse de manera fluida, sin interrupciones o fallas técnicas que afecten su calidad y buen desarrollo.

Las aulas virtuales que se crean a través de Webex fueron distribuidas para las diferentes facultades, pero su implementación no fue general debido al alcance administrativo y práctico del que disponen les docentes, ayudantes, tutores y estudiantes para su uso. Aquí radica otra gran barrera para el aprovechamiento de las tecnologías a las que podemos tener acceso y con ella una necesidad emergente: la capacitación, el acompañamiento y el fortalecimiento de un equipo de educación a distancia.

Con la finalidad de disminuir la desigualdad en el plano estudiantil, se han desplegado distintas estrategias, como la creación de la beca “Tu PC para estudiar”, en la que la UNLP otorga a sus estudiantes, en calidad de préstamo, una computadora, notebooks o una tablet, para todes aquelles que dependan de su adquisición para continuar con el ciclo académico durante la pandemia. O como la medida tomada por la UNNE, en la que se becará a 781 estudiantes con la entrega de 700 pesos mensuales mientras dure la modalidad de clases no presenciales, para que quienes no tienen acceso a internet puedan comprar un plan de datos cada mes.

Todas las ayudas de este tipo son bien recibidas como planes de contingencia ante un fenómeno tan difícil de resolver como lo es el acceso a redes y dispositivos, pero teniendo en cuenta la incertidumbre sobre la duración del aislamiento y la permanencia de esta modalidad de clases virtuales, es menester pensar en soluciones a gran escala. La dotación material y la conexión parcial a redes son “pañitos de agua tibia”, que si bien contribuyen, no alcanzan a cubrir la totalidad de demandas y necesidades de un proceso de aprendizaje óptimo y equitativo.

El delegado de la FULP (Federación Universitaria de La Plata) Fabián Ferro, nos propone una nueva estrategia acerca de cómo atacar esta problemática desde un origen más profundo.

Fabián es estudiante de tercer año de la Licenciatura en Informática en la UNLP, tiene una trayectoria política dentro de la agrupación estudiantil La Fuente y como ex presidente del centro de estudiantes de la facultad. También milita en la organización Calle 4 y en la Juventud Peronista de la ciudad de La Plata; y actualmente es responsable técnico en el área de educación a distancia de la Facultad de Psicología de la UNLP,

Ferro se pregunta si la mejor opción es seguir comprando licencias de programas que no se pueden aprovechar completamente por su nivel de complejidad: “Desde el área técnica notamos que aunque Webex sea una herramienta avanzada y de largo alcance, su manejo y administración son realmente complicados”. También pone en tela de juicio si basta con dotar a les estudiantes con computadores o de pagar indefinidamente a cientos de elles planes de datos, siendo esta una solución que puede estar condicionada por factores como la ubicación geográfica, que influye en el acceso a una señal capaz de soportar todos los procesos que se llevan en las cursadas virtuales.

El alcance de estos datos también depende del estado físico o lo actualizado del teléfono móvil, si es que se dispone de uno: la pregunta entonces es ¿a cuántos estudiantes se les puede garantizar la adquisición de un dispositivo o el acceso óptimo a la red? . Puede que una mejor opción sea comprar nuevos servidores, o adaptar los que ya existen, volviéndolos aptos para soportar plataformas de software libre que permitan hacer videoconferencias e interacciones masivas, como lo es Big Blue Button (BBB), una herramienta gratuita para el aprendizaje que permite la realización de videoconferencias , aunque el CeSPI (Centro Superior para el Procesamiento de la Información), que es el área encargada de la administración de recursos tecnológicos y del desarrollo informático de la UNLP, está llevando adelante una configuración de esta herramienta de manera centralizada y general, lo cual limita su aprovechamiento.

Si desde hace más de un mes se anunció la liberación de datos para acceder a las plataformas educativas de las universidades nacionales, ¿no sería mejor implementar estos softwares gratuitos a los servidores donde apuntan los dominios educativos (.edu.ar) o gubernamentales (.gob.ar) y así no tener que depender del acceso a internet para realizar acciones que demandan un consumo alto de datos o una velocidad específica de internet?

¿No sería mejor invertir en una infraestructura de servidores y plataformas que se formen y desarrollen dentro del área de informática y educación a distancia de cada facultad? Todo esto también con el fin de crear independencia, porque las interacciones que se requieren para los procesos de formación dependen del saber que se enseña. En otras palabras, no es lo mismo desarrollar herramientas dentro de una plataforma educativa en la Facultad de Periodismo, a las que necesito para transmitir conocimientos científicos, o artísticos, como es el caso de otras facultades; cada una debe apropiarse de ellas y atender los requerimientos del equipo docente para llevar todos los componentes que hacen su clase especial al entorno virtual.

Sin embargo, si se satisfacen estas carencias tecnológicas, ¿está la comunidad educativa preparada para usarlas y llevar a cabo eso que se hacía presencialmente en una clase a lo digital? Aunque se prestara atención a esta propuesta ¿podrían los servidores de la universidad aguantar clases de cientos de personas en simultáneo o se deberían organizar las clases estableciendo un horario como en el ciclo académico presencial? Si esto sucede ¿a cuántos dejaría por fuera la exigencia del cumplimiento de esta asistencia sincrónica? Son estas solo algunas de las discusiones que se dan en torno a esta búsqueda de soluciones alternativas en la lucha por la inclusión educativa.

“Es difícil cuando los cuadros políticos no entienden de tecnología y de la importancia de generar políticas que fomenten la autonomía y la emancipación informática en un mundo cada día más acelerado en cuanto a digitalización” afirma Fabián. “Está muy bien querer equipar de dispositivos y acceso a la red, pero esas opciones no suplen las demandas existentes; se necesita inversión no solo en el estudiantado sino en las áreas informáticas. Recuerdo que mi abuela decía que en su tiempo, quien no tenía educación primaria, no tenía acceso a un buen trabajo; después mi viejo afirmaba que quien no se graduara de secundaria también tendría una clara desventaja en el sector laboral. La primera generación de mis primos sabía que se necesitaba de un estudio profesional para poder competir en este sector, y hoy en día yo podría decir que si no se tiene una formación informática, las oportunidades se ven seriamente acotadas”.

Retomando lo dicho anteriormente, es práctico que se tomen medidas rápidas cuando de una semana para otra se debe mudar la estructura pedagógica de 17 facultades a las aulas virtuales. Es un proyecto que requiere de mucho acompañamiento profesional y trabajo interdisciplinario entre profesores, informátiques, administradores del SIU, secretaría académica y agrupaciones estudiantiles. No es un tema que solo se deba resolver desde gestión.  Sin embargo, la compra de licencias y financiación para el acceso a internet son medidas que si bien permiten mayor inclusión, no benefician sólo al sector popular sino también a los grandes intereses corporativos de las empresas de telefonía o del mercado extranjero de softwares, que una vez más sacan una buena tajada del pastel de la crisis nacional.

Se requiere de manera urgente una alfabetización digital para combatir esta brecha; hay que descentralizar esta responsabilidad que se deja en manos de la Presidencia, que no da abasto (por la demanda que esta implica) en la creación de modelos específicos y en la resolución de demandas explícitas de cada unidad académica. Cada facultad debe trabajar en el fortalecimiento de su autonomía tecnológica y entender el problema social que atraviesa el contexto educativo en cuanto a la resistencia hacia la tecnología ejercida por la comunidad que lo conforma.

Al mismo tiempo, es necesario dejar de ver estas políticas sociales como políticas de emergencia; es incierto el tiempo durante el cual tendremos que acudir a la virtualidad como único medio de formación académica, y aún cuando esto termine, es incierta también la necesidad de volver a implementarlas en un futuro. Por ende, es de carácter urgente buscar soluciones que ataquen de raíz esta problemática, teniendo presente la diversidad de contextos y necesidades de la comunidad que las requiere.


* Ecléctico. Le causan repulsión las cajas, los límites, lo estático, lo predecible 
y determinado. Por eso nunca puede describirse, porque le repugnan las palabras que le obligan
a cumplir con un papel que aunque hoy le defina, mañana tal vez, no quiera interpretar.

Referencias:

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