La humanidad se enfrenta a desafíos trascendentes. El tiempo se agota ante la acelerada propagación del caos ante un imperio que se resquebraja cada vez más velozmente. ¿Aún estamos a tiempo de no condenarnos a la extinción?
Hace unas semanas compartíamos algunas reflexiones del catedrático y analista geopolítico norteamericano, John Mearsheimer, sobre las motivaciones de EEUU para hostigar a Venezuela y lo que esto reflejaba: la pérdida de control.
Repasando algunos elementos, el referente de la escuela “realista”, sostiene que Occidente dependió históricamente del crecimiento perpetuo financiado por deuda. Todas las crisis financieras desde los 70 se han afrontado con expansión del crédito y el consumo de parte del Imperio.
La negativa de Chávez y de Maduro de habilitar la financierización de los activos petroleros venezolano de la estatal PDVSA, representa la imposibilidad de emitir millones de millones de dólares, o sea uno de los pilares del crédito mundial. Dólares que además le permitirían reimpulsar su moneda en los intercambios comerciales a escala planetaria, sobre todo para poder controlar el comercio de materias primas. Según Mearsheimer, el objetivo de EEUU es recuperar el control de esos recursos dentro del ámbito de las finanzas de Occidente. El pecado bolivariano no es ser socialista, sino soberanos.
Pero es Venezuela (socio BRICS de hecho), como lo es Nigeria (país asociado de los BRICS), como lo puede ser Colombia (recientemente asociado al Banco del BRICS), México (y el golfo), Groenlandia o Canadá. Y la excusa siempre es la misma: “combatir al narcotráfico”. Pero lo que está detrás siempre son bienes estratégicos, sean los hidrocarburos, las tierras raras, u otros.
Completemos el panorama: Desde el 1ero de octubre el gobierno de los EEUU está literalmente cerrado. El famoso “Shutdown” de 39 días, que superó los 35 de su primer mandato (el más largo de la historia), que costó aproximadamente unos 15 mil millones de dólares por semana al gobierno y que entre otras cosas ya provocó la suspensión de más de 1200 vuelos, o que los militares desplegados a lo largo del mundo tengan que ir a mendigar comida por no haber cobrado sus sueldos.
Como segundo elemento, el miércoles 5 de noviembre se conocía el resultado en las elecciones a alcalde en algunas ciudades importantes, entre ellas Nueva York, en las que ganó el socialista democrático, inmigrante ugandés, musulmán y anti genocidio en Gaza, Zohran Mandani. Que habrá que ver qué hace (y qué le dejan hacer) de lo que dijo. A primera impresión, hace recordar a la victoria de Obama, y ya sabemos lo que pasó después.
La paradoja de este hecho la comentaba el analista geopolítico brasileño, Pepe Escobar: Mandani resultó electo en la ciudad que en 2001 fue escenario de los “atentados” del 11 de septiembre, que desencadenaron lo que Occidente bautizó como el inicio de la “lucha contra el terrorismo”. En realidad, una lucha terrorista contra los pueblos de Afganistán (2001) Irak (2003), Libia (2011) y Siria (2012), como mínimo. Que dejó millones de muertos, saqueo alevoso de bienes estratégicos (sobre todo hidrocarburos), y la destrucción de ciudades enteras.
¿Quién fue el artífice de esa supuesta lucha? Dick Cheney, el neocons que en ese momento ostentaba el cargo de vicepresidente de George W. Bush hijo, pero que en la práctica era quien tomaba las decisiones. Escobar sostiene que, desde inicio de ese año, incluso antes de que se produjera la caída de las Torres Gemelas, este genocida ya había planificado el descarado saqueo de estas naciones.
El tercer elemento es la ya mencionada derrota estratégica del Occidente Colectivo en Ucrania. En el reciente encuentro entre Trump y su homólogo húngaro, Viktor Orbán, el norteamericano preguntó a su par si creía que Ucrania podía ganar la guerra, y su respuesta, después de unos segundos de pausa, lo dice todo: “Milagros pueden pasar”. Lo cierto es que o ya cayeron o están al caer las ciudades de Pokrovsk y Kupiansk; ciudades claves para la logística y la cadena de suministros ucranianos, sobre todo para atacar al Dombas. De concretarse, esto permitiría a Moscú concentrar su avance en Sumi, Jarkov, Dnipropetrovsk, Mykolaiv y Odesa, ésta última una región clave para Rusia desde Catalina la Grande y que la dejaría al lado de Transnistria, en las fronteras con Moldavia.
Y pese a que supuestamente era una guerra que se resolvía de un “telefonazo” con Putin, la realidad está demostrando no sólo que no era tan sencillo, sino que Putin es quien tiene las cartas para imponer la rendición de occidente. Y ante el redoble de apuesta nuclear de Trump, el mandatario ruso le respondió, presentando un sistema de armas completito (en menos de un año) con los misiles hipersónicos Oreshnik, los misiles crucero con propulsión y capacidad nuclear Bureveshnik, los torpedos Poseidón (también nucleares), y el submarino nuclear Khabarovsk con capacidad para portar seis Poseidón. Un paquete de armas hoy imposibles de repeler por cualquier otro país.
El cuarto elemento está dado por la guerra contra China. Si algo quedó claro en la cumbre de Trump con Xi Jimping es que ya no hay un EEUU superpoderoso que imponga condiciones al gigante asiático, más bien pasa lo contrario. Trump tuvo que “recular en chancletas” con los aranceles, y China se comprometió a retomar la compra de granos a los agricultores norteamericanos (base electoral del MAGA). Y lo de las tierras raras terminó siendo sólo una pausa temporal por un año, si es que no pasa nada raro en el medio. De ahí la desesperación del magnate de peluquín por hacerse con el control de estos minerales en otras latitudes. El problema es que China procesa cerca del 80% de estos minerales y no hay nadie que tenga la tecnología y capacidad de competirle. Hasta Países Bajos tuvo que recular con la incautación de Nexperia.
El quinto elemento, relacionado a los anteriores, es lo que John Mearsheimer señalaba en el análisis que mencionábamos la semana pasada: Irán, China y (sobre todo) Rusia, ayudando a Caracas en su defensa. Putin provee a Venezuela: los aviones cazas Sukhoi Su-30MK2, los sistemas antimisiles S-300VM Antey-2500, Buk-M2E y S-125 Pechora-2M, entre otros. Y como si fuese poco, un diputado de la Duma estatal rusa (uno de los que tira bombas) afirmó que “no habría ningún impedimento legal para enviar Oreshnik a Venezuela”. Es por demás sabido que muchas veces, esos son mensajes “no oficiales”.
En coincidencia con Mearsheimer, el analista geopolítico mexicano, Alfredo Jalife, afirmó que este hecho podría hacer virar los cañones gringos de Caracas a Abuya. Pero como toda acción, genera su reacción, rápidamente el mandatario nigeriano, Bola Ahmed Tinubu, actuó en consecuencia: El ministro de Defensa nigeriano, Mohamed Badaru Aboubacar, viajó a Bamako (capital de Mali), donde fue recibido por su homólogo, el general Sadio Camara, para tender puentes en su lucha contra el yijadismo con la Asociación de Estados del Sahel.
Sumado a todo esto, un Trump diciendo que va a ir por la reelección en 2028 (cuando es anticonstitucional), no olvidemos la justificación de que los estados en guerra no necesitan hacer elecciones (por ejemplo, Zelenski en Ucrania); una carrera por la Inteligencia Artificial que están perdiendo con China (de ahí la cantidad de recursos y deuda que están proyectando las tecnológicas); el Presidente Johnson de la Cámara de Representantes diciendo que si pierden la elección el próximo año (de medio término), los demócratas van a sacar a Trump de la presidencia con un Juicio Político; militarización de grandes ciudades dentro de EEUU; el secretario de guerra Hegseth diciendo que están en guerra y criticando la burocracia del Pentágono para la compra de armamento; o Steve Bannon alertando que si no se vuelve a la “agenda real” del MAGA, van a perder y los van a encarcelar a todos. Y eso que ni hablamos de la salpicadura de escremento que está generando el Caso Epstein.
El Occidente Colectivo se está desmoronando. La debacle servil europea también es cuenta de ello. Pese a su altanería y verborragia Trump está perdiendo en lo militar, en lo económico, en lo tecnológico, en la carrera por la IA, en la predominancia del dólar e incluso en lo que creía que siempre dominaría, lo que consideran su “patrio trasero”, Nuestra América. Esto nos lleva a un escenario muy peligroso, porque la única respuesta que parecen tener es la guerra, la rapiña y el caos.
Para no cerrar estas líneas de forma tan pesimista, es interesante retomar, nuevamente, la reflexión del profesor Mearsheimer: “Cada imperio que ha caído también ha dejado sabiduría para quienes estén dispuestos a escuchar. La lección es simple pero profunda. El poder debe evolucionar o perece. El control debe ceder ante la cooperación. La arrogancia debe dar paso a la conciencia. Las naciones que perduran no son las que dominan, sino las que se adaptan. Aún tenemos tiempo para recordar quiénes somos. No como gobernantes del mundo, sino como guardianes del progreso, como socios en una historia humana compartida, pero el tiempo se agota”.
Editorial del programa de Radio Trinchera, Marcha de Gigantes

Nicolás Sampedro
Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

























