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Por Nicolás Sampedro*

Desde su llegada al ejecutivo mexicano, y previamente en la campaña electoral, el presidente Andrés Manuel López Obrador utilizó dos ejes. Uno que históricamente había sido patrimonio de la cultura política del país azteca y otro un factor común de las décadas del PRIAN: la no injerencia en asuntos de otros países y el combate a la corrupción.

Desde que AMLO se hizo cargo del ejecutivo mexicano, no han parado de lloverle agresiones de los que habían gobernado el país hasta ese momento, al igual que presiones externas (fundamentalmente gringas) para que no cambie la política exterior del país, precisamente porque Andrés Manuel prometía la no injerencia en asuntos de otros países.

Ha pasado un año y medio y las complicaciones no han cesado. Desde las operaciones mediáticas, las atrocidades que siguen cometiendo los carteles del narcotráfico, las presiones de Trump, las dificultades para cambiar décadas de políticas neoliberales y la aparición de una pandemia que dejó pedaleando a más de une.

ALERTA: ¿Nuevo Golpe?

Hace algunas semanas el presidente mexicano presentó un documento donde se detallaba un plan de la oposición que contaba con dos grandes momentos: ganar la mayoría parlamentaria en las elecciones de 2021, y sacar a AMLO del palacio presidencial en 2022 mediante revocación de mandato.

Es que la política de no injerencia, no sólo era una tradición mexicana. Hoy día cobra primordial relevancia ante la bestial cruzada contra Venezuela, que tiene a los EEUU de Donald Trump y compañía como principales agresores.

También en semanas recientes, el gobierno de los EEUU sancionó unilateralmente a personas y empresas mexicanas por participar de un programa de intercambio de alimentos por petróleo con la República Bolivariana de Venezuela. La propia Reuters había publicado que el FBI y otros organismos gringos estaban operando desde las sombras para tal fin.

Parece que ante la fracasada invasión a Venezuela bajo la “Operación Gedeón”, el gobierno de Trump y los factores de poder norteamericanos volvieron a arremeter con más sanciones y aumento en el bloqueo contra la patria de Bolívar. Los intentos desesperados no hacen más que ratificar que el gobierno de Maduro (al igual que el del mandarín Xi) serán factores claves en la carrera hacia la reelección del magnate de peluquín[1].

Andrés Manuel en números

Pero, siempre hay un pero… Pese a las dificultades, las complicaciones y los palos en la rueda de la oposición mexicana, la figura de AMLO aún cuenta con una aceptación más que considerable.

Recientemente el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), publicó los resultados de la primera encuesta realizada en territorio mexicano. AMLO tiene una imagen positiva del 55,3% y casi dobla el porcentaje de quienes no ven con buenos ojos al presidente de la “Cuarta Transformación”.

Como si fuese poco, entre los 2 principales partidos de oposición (PRI y PAN) apenas cuentan con una intención de voto de poco más del 16%, en tanto Morena supera el 25%. Es evidente que décadas de corrupción y de gobierno neoliberales han quedados marcados a fuego en la memoria viva del pueblo mexicano, y que pese a las múltiples agresiones, AMLO aún tiene mucho apoyo.

Aunque la pandemia del COVID-19 ha impactado en gran medida en las economías de las familias mexicanas (casi un 80% de les encuestades), “4 de cada 10 mexicanos cree que el país vive un momento de transformación profunda y 6 de cada 10 se muestran a favor de la intervención del Estado para reducir las injusticias sociales”.

Evidentemente son muchos los respaldos con los que cuenta Andrés Manuel López Obrador, pero como se puede observar, los poderes fácticos y el imperio, continúan lanzando ataques para erosionar la figura de AMLO y el proceso político que él encabeza.

Los desafíos

La Cuarta Transformación tiene por delante más de la mitad del mandato, y sus conductores tendrán que utilizar el arte de la cintura política para sortear las piedras en el camino que seguirán poniendo tanto desde la oposición, como desde su vecino del norte.

En relación a esto último, habrá que estar atentes a cómo se posicione el país en el Consejo de Seguridad de la ONU, dado que en breve asumirá como miembro no permanente. De igual manera habrá que observar de cerca cómo será su relación con EEUU (de cuasi dependencia económica), con China y Rusia (como dos actores claves en el mundo que se viene), además de evaluar la recomposición de una relación histórica que el país azteca ha tenido con Nuestra América.

Allá por 2018 cuando el mundo se enteraba que por fin les mexicanes habían podido dar el batacazo contra la corruptela del PRIAN, en distintos puntos de Nuestra América celebrábamos esa victoria como propia; porque era un signo de esperanza ante el reflujo conservador neoliberal que aún azota a la región. Sin duda era (y es) una esperanza en esa recomposición de las fuerzas progresistas y revolucionarias del continente, de ese proceso que habían iniciado Fidel, Chávez, Evo, Correa, Lula, Kirchner, entre otres.

¿Actor clave o de reparto?

México puede ser un actor clave en el nuevo panorama regional. Para ello será determinante la relación que pueda establecer con toda Nuestra América, y particularmente con la Argentina de Todes que encabezan Alberto y Cristina Fernández, fundamentalmente en ese rol de mediador ante las agresiones entre vecines o con los gringos.

Este desafío estratégico en términos regionales se tendrá que dar, necesariamente, mientras hacia lo interno hace las transformaciones prometidas y los cambios necesarios para sacar a México del pozo en el que está metido.

Mientras avanza en esos dos caminos, tendrá que burlar los obstáculos que vayan dejando, tanto desde la oposición como desde la Casa Blanca, porque Washington al parecer está trabajando en dos estrategias en paralelo: por un lado la del intento de golpe interno, mientras por el otro, presiona desde sus oficinas y entidades para intentar alinearlo a la persecución económica y financiera contra Venezuela.

El dicho popular dice: ¡Pobre México! ¡Tan lejos de Dios y tan cerca de los EEUU!


* Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún 
resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las
injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

Referencias:
[1] https://www.alainet.org/es/articulo/207496

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