Tolosa de fiesta: carnaval toda la vida

Tolosa de fiesta: carnaval toda la vida

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Con la humedad que hubo, todo se te pegaba. Pero, además del acontecimiento climático, el ritmo se pegaba a las cinturas y hacía florecer sonrisas gracias a otra cosa: el repique de tambores y el canto de lxs murguerxs.

Si en la Comunidad Ferroviaria dicen carnaval. Vos apretá el pomo.

Para cierto público que tantea como está el clima de la fiesta, la entrada era un buen augurio: el estacionamiento interno de La Comunidad Ferroviaria estaba abarrotado.

Como lo hicieron con sus maquillajes y trajes resonantes en procesión, también entraba y salía el público, animándose de a poco a soltar las caderas.

Es que de eso se trata el carnaval. De hacer parte. Hacer comunidad. Sonrisa y baile.

Ritmo. El pulso lo marcaba la percusión, el piso de cemento vibraba por los saltos mientras que el aire se hacía un huracán con los movimientos del dorso superior.

Esto bien cerquita de las vías del tren. Una ronda, un círculo roto sin límites se formaba y en su centro, danzantes gozaban del espacio.

Ahí nomás de las vías.

Un poco más alejado, una barra rebalsaba de bebidas, de oferentes y demandantes sedientos, hambrientos, felices; en derredor, artesanos y trabajadores de la materia prima compartían mates, bizcochos y chipas recién salidos de su cocina.

La luz tenue para que brille la alegría. “¿Vieron cómo estamos dando resistencia, agrupándonos desde diferentes colectivos junto a la felicidad popular?”, dijo una de las murgueras al pasar.

Para amargo estaba el pomelo en rodajas de la barra. Y algún que otro despeinado en la mansión de Olivos.

Niñeces corrían con pomos de espuma en sus manos, jodiendo y molestando jocosamente a algunos mayores. Pero la convivencia demostraba su fragancia. Una convivencia armoniosa, producto del olor a sahumo, a “oleo 31” o palo santo. No importa. El acontecimiento fue ese: la convivencia en plena fiesta.

Sobre todo la resistencia. Es un peso que recae sobre la espalda de bailarines y músicxs murguerxs. La historia misma de la danza, su antepasada, su innata connotación lo declara: “El sonido de los platillos es el sonido de las cadenas arrastradas. Se salta porque los negros al no sentir más esas cadenas, saltaban de felicidad. Tiene algo de esotérico, hay algo que te baja, se encarna, se hace cuerpo”, dijo uno de los organizadores del evento.

Nadie sabe qué puede un cuerpo.

Lo esotérico se nota. Pero lo esotérico no es tétrico. Al contrario, contagia fulgor. Un fulgor comunal que ronda por el barrio de Tolosa. Sería falso decir que solo este sábado se sintió su presencia. Y digo “falso decir” pues dicho fulgor, dicho contento, dicha resistencia se vivencia todos los días, todas las semanas, todo el año en la Comunidad Ferroviaria. Si de polemizar se trata, polemicemos: Fabián Casas asegura que aquel trabajo bien hecho es ese que nunca se ve. Que parece invisible.

En el parece me quedo. No es invisible. Es notorio. Quienes desde las 18 horas participaron del carnaval del polo productivo de Tolosa, probaron tan solo una pizca de su cotidianidad, tan solo sintieron latir el sístole del corazón que allí yace.

Lo importante es que late y no lo hace de manera desazogada, sino resistente, abierta y feliz. Solo que esta vez lo hizo al compás del tercer carnaval rioplatense, enraizada en murgas y batucadas uruguayas y argentinas.


Gerónimo Rivera Cano

No sé mucho de mi persona. Huyo del “conócete a ti mismo”. Solo tengo por ofrecer un par de sienes ardientes: mi capital intelectual se basa en ser graduado en Ciencias Jurídicas, reseñar cosas, hacer notas de opinión, análisis y crónicas. Como sujeto narrante soy buen lector. Me prostituyo en las palabras. Formo parte del multimedio Trinchera, integro el equipo de CAPTO. Trabajo en un estudio jurídico y notarial. Nací y me crié en la ciudad de La Plata. No me gusta el helado. Maradoniano, sí, aunque se poco de futbol. Siempre de acá, el lado en donde reina el amor y la igualdad.

Ciclo fervor, cuando la resistencia se pinta de baile

Ciclo fervor, cuando la resistencia se pinta de baile

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

La Comunidad Ferroviaria inauguró septiembre con la segunda edición de su Ciclo Fervor: una apuesta cultural que abre la Comunidad al público, ahora con una producción propia. Otra vez la invitada fue Sara Hebe, acompañada por Paz, Fluir beats y La Puta Ama DJ. 

Ciclo Fervor es la segunda fecha propia de la Comunidad Ferroviaria, junto al Multiverso. No es una puesta como cualquier otra, su organización es fruto integral del trabajo cooperativo. Todos los días dentro de la Comunidad funcionan distintos polos productivos que hacen posible los eventos, sin ir muy lejos el escenario donde se dan los shows es el trabajo de la herrería y carpintería en conjunto, así como también la barra y el techo que salvó la fecha de la lluvia que amenazó con embarrar los borcegos del público. 

En diálogo con Lucas, uno de sus organizadores, nos comentaba que “en los eventos a la Comunidad se la ve en todo lo estructural, es decir, desde el escenario hasta las telas, que hoy son los telones y son producto del área textil. Esta nota de Trinchera, también es parte de la comunidad. Lo cultural es el producto final”. Desde temprano quienes son parte del trabajo semanal, se encargaron de las compras para la cantina hasta de asegurar que el fuego de la cena esté encendido bien temprano, avivándose antes de recibir al público fervoroso. 

El cielo gris y la lluvia cayendo sobre el barro tolosano no fueron motivo de amenaza de suspensión. Sin temor ni vergüenza, encapuchado va llegando el público a los galpones de la Comunidad Ferroviaria. El público se va dispersando entre el living de madera que invitaba al convivio previo al show. La gente aprovechaba a cenar y a pegar sus cuerpos al calor de los tachos con fuego y los “honguitos” calefactores. 

Borcegos y cadenas; cuero y remerones pero también glitter, colores vivos y tapados animal print. El glamour verdadero es un terreno que se cultiva y se siembra con respeto, y el público del Fervor representa todo eso, les artistas generan una calidez y libertad para que todes sean. 

La noche la abrió Paz cerca de las 22 horas. Fue un show impecable donde se presentó su nuevo álbum MDB: Marica de Barrio. Paz, junto a Coloco y Palisandro, realizaron una puesta interesante e inesperada. Donde la música de raíz y la danza tradicional argentina transversalizaron lo cuir. Sus polleras, botas caña alta y el baile con boleadoras que coronó su performance, fueron lo culmine del estilo. Lograron conjugar dos géneros signados por su binarismo: lo gaucho y el rap. Y un rap marica de barrio para la resistencia. El trío lo dio todo, no falto ni el agite, ni el baile, ni la perfo. Fue la previa perfecta para dejarle el escenario a Sara. 

Sara volvió a darle revancha al primer Ciclo Fervor, siendo una presentación muy difícil de catalogar: la versatilidad de Sara y su banda es simplemente alucinante. La “polenta” de Sara en el escenario es innegable, pero es la síntesis de todo el fervor del ciclo. Decididamente Sara Hebe y su banda son el refute a aquellos que prefieren quedarse en su casa escuchando por youtube.

La esencia de la puesta en escena hace vibrar las paredes de ladrillo, y no solo porque lo hard pinte toda la discografía sino que el compromiso con el que Sara afronta los shows es genuino, no son solo las letras, es un todo que se complota para terminar cantando “Como a los nazis les va a pasar”, pidiendo a su público que vaya a votar, y no a la derecha. A los gritos pidió que le refresquen el nombre del compañero asesinado por la policía: Facundo Molares ¡Presente!, Santiago Maldonado ¡Presente! Hizo presentes a los ahora mártires. Mientras eso sucedía, el pequeño altar a la derecha del escenario observaba todo, la vela roja iluminaba la figura espectral del santo popular por excelencia.

Sara se arrojaba a su público, de manera poética la duración del espectáculo duró lo que la luz contorneaba al altar. Nos parece que ya es costumbre: el sábado pasado fue un príncipe, este fue una reina quien se arrojó al público. Sostenida por palmas desconocidas no deja de cantar. Ya es una marca registrada de la fiesta en la comunidad: artistas que se entregan a su gente. Acá la predilección popular rige cada actuar. 

Llegaba el fin del evento, una base de Led Zeppelin sonó con una de sus canciones, seguida de “Hit the road Jack”, y los gritos de Sara “Viva el Atlanticazo, voten”.

En una poesía inmensa Marta Dillon aseguraba que “las mejores escenas eran las salvajes”, la escena punk no murió; resiste entre el trap, el perreo, el rap y el cachengue. Cabeceando y canalizando broncas en la pista. Una Paz comprometida; la Puentera que canaliza en sus rimas a la bronca colectiva; una Puta Ama que nos hace frenéticos. La tríada sureña que hicieron Paz, Sara y La Puta Ama dejó al público más que satisfecho, 

“Siempre buscamos abrir el paraguas de la cultura que transita en el espacio… que les artistas se sientan comodes, felices y como el público, quieran volver…”, concluye entre risas uno de los organizadores del evento. Y como dándole la razón Sara Hebe dejó un saludo a su público: “Vuelvan a la Comunidad Ferroviaria”. 

Un puño cerrado, un vaso cervecero bien arriba, la risa, el pogo, los pies satisfechos. La suma de una misma conclusión: la resistencia es festiva.

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 3)

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 3)

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Desde mitad de los años ochenta, la epidemia de VIH golpeó al pueblo argentino, matando y marginando a les que batallaban contra ella. A comienzos de los años 2000, en La Plata, se juntaron un grupo de militantes y personas con VIH para crear A.D.D.H.H.E.S  (Autoconvocadxs en Defensa de las personas viviendo con VIH-SIDA), buscando visibilizar las problemáticas de un sector de la sociedad discriminado y despojado de sus derechos. En el 2008, obligades por la necesidad de trabajo, apuntaron a recuperar los viejos galpones del ferrocarril de Tolosa, que desde la década del sesenta se encontraban abandonados.

Gastón Melio, referente de ADDHHES, cuenta que por aquellos años la naturaleza se había apoderado de las tejas de Marsella, las enredaderas habían trepado las cabreadas y los ladrillos de adobe, hechos en Los Hornos Hoffman, ubicados en el actual Wall Mart de Camino Centenario, corrían peligro de derrumbe si no se trabajaba rápido en ellos; había también árboles que habían superado las chimeneas y tumbado parte del techo. Pusieron manos a la obra, primero estuvieron semanas desmalezando los tres galpones que estaban abandonados, luego taparon fosas, ya que el central, el que da la espalda a la vía, servía de taller mecánico, y después se planificó construir un suelo de concreto y techo, porque la mayoría de las tejas se habían volado.

Conseguida una infraestructura digna, ADDHHES trabajó en conjunto con el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para convertir ese territorio húmedo y abandonado, en el nuevo lugar de trabajo de las personas con VIH-SIDA. Allí se puso la Textil Estrella Azul, que desde ese momento hasta hoy, a pesar del endeudamiento y las políticas neoliberales de Mauricio Macri, nunca apagó sus máquinas.

***

Milagros le da un sorbo al mate y vuelve a poner la vista en su mesa de trabajo, encorva mínimamente la espalda, gira su cuello hasta hacerlo sonar y apunta nuevamente sus ojos a la overlock de dos hilos. Se encuentra en un cuarto con unas veinte personas y la misma cantidad de máquinas de coser, suena una cumbia colombiana, pero el “Tic, tic, tic, tic” es el que marca el ritmo. En el aire hay olor a aceite quemado. Menos los pulgares, apoya todos los dedos sobre la tela celeste, las uñas rojas le resaltan; con el pie derecho aprieta el pedal de la máquina y comienza a coser. El “Tic, tic, tic, tic” se pierde con el sonido en el aire y se mezcla con el “Chuc, chuc, chuc, chuc” que comienza a llegar del norte, a la estación de Tolosa. El nuevo ruido que invade el área de trabajo, y también la hace vibrar, es el Tren Roca de las 11:45, que viene llegando a horario desde Retiro. Un alto parlante adelanta su llegada, en quince minutos cortarán para almorzar.

Desde la máquina de al lado, a medio metro de distancia, Zule le pregunta – ¿Cómo viene eso?

-Te digo que hoy voy a soñar con estos puños elásticos- contesta Milagros.

A las siete de la mañana arrancaron a coser. Apoyadas contra las paredes, hay pilas interminables de camisolines médicos. Desde junio del año pasado, en la textil de Comunidad Ferroviaria se trabaja en licitaciones que concedió el Ministerio de Salud para hacer uniformes médicos, destinados al personal que viene trabajando desde marzo del 2020 en los hospitales de la Argentina por la pandemia causada por el Covid-19.

-Te digo que estoy igual, hoy sueño con las pantuflitas y con la voz del megáfono- contesta Zule.

La licitación consta de un camisolín de cuerpo entero, pantuflas y una gorra.

Milagros toma otro mate y vuelve a girar su cuello, esta vez le tronan los huesos de la cervical, suspira y vuelve a ponerse a coser. La música que sonaba pegó un giro y ahora desde el pequeño parlantito suena el último disco del Indio Solari, el “Tic, tic, tic, tic” de las máquinas se esconde y parece marcarle el ritmo a la batería.

***

Franco Carignano se toma unos segundos para responder la pregunta, en el reflejo de sus anteojos se ve un vagón oxidado.

– Acá trabajamos para poner a la Argentina de pie. Y es muy fuerte para nosotros hacerlo acá, porque en este lugar se vivieron los años más felices de nuestro pueblo, en este predio estaba la síntesis de lo que siempre quisimos. Imaginate a tres mil quinientas personas trabajando, no te digo en los tres galpones en los que hoy estamos con la Corriente Nuestra Patria, te hablo de todo el predio, todas las naves estas. Y la derecha alineada como siempre a los intereses internacionales, le cerró las puertas a esto, como prohibieron hablar del General, cortaron las locomotoras a la mitad ¡Coches hechos, todos con nuestras manos, agarraron un soplete y lo cortaron a la mitad! Y como no sabe hacer de otra manera nuestro pueblo, resistió, y aunque fue saqueado y vendido por migajas por todas las generaciones venideras, no pudieron tirar abajo este lugar.

Franco se saca sus anteojos y limpia los cristales empañados, por su mejilla desciende una lágrima.

– Hoy, entendiendo todo eso, acá nos ponemos a laburar, y sí, no somos más de setenta, pero le resolvemos el sueldo a compañeres desocupades de la CTD Aníbal Verón (Coordinadora de Trabajadores Desocupados), y fijate qué loco que los que resignifican estos galpones, estas paredes con trabajo, son desocupades, y algunes hasta con tradición ferroviaria en sus familias. Estos galpones son la síntesis de una nación que ya no existe más, porque fue saqueada, fusilada y regalada. Pero ahora, cada vez que de acá sale una caja de sorrentinos, una remera o una bicicleta de madera, un país más justo se anima y se esperanza a renacer.

***

Un sol anaranjado y cálido se esconde tras las chimeneas que hace décadas dejaron de ahumar en Tolosa. Mezclado con la lejanía de un tren de carga que parte hacía el Puerto de Ensenada, se escucha una cuerda de tambores. Artigas, el perro de Edu, deja tres ladridos en el aire y da la impresión de que las paredes de la Comunidad Ferroviaria mueven la cadera.

 El candombe es la música de les negres, de les pobres, les humildes y despojades de todo.

Hoy, en La Plata, son esas mismas personas las que se organizan bajo lo que quedó de las tejas anaranjadas traídas de Marsella, para volver a poner sobre los rieles este tren, que es la Argentina.

Instagram: @comunidadferroviaria

Felipe Bertola
Felipe Bertola

Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 2)

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 2)

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Marsella, la felicidad del pueblo organizado y la “Revolución Libertadora” como fin del modelo de país.

En 1776 el inglés James Watt inventó la máquina de vapor y abrió paso a la Primera Revolución Industrial. Las grandes chimeneas comenzaron a ser, junto al hollín y el smog, las anfitrionas de las ciudades que crecían demencialmente, pero la verdadera joya de la época fue la locomotora. Con el ferrocarril, la posibilidad de trasladar toneladas de comida, producción y pasajeros en cuestión de horas, era un hecho. El tren y los barcos a vapor, sumado al contexto internacional de independencias latinoamericanas monárquicas, situaron a Gran Bretaña y Francia camino a ser las mayores potencias del siglo XIX, con el libre comercio como primera bandera.

En ese contexto de inversiones y dominio anglosajón en América, en 1857 la Provincia de Buenos Aires puso el ojo en el horizonte, y decidió que en lo que hoy es Plaza Once se encontraría el extremo del primer tren de estas tierras. El Ferrocarril Oeste tuvo en su comienzo una trayectoria de no más de diez kilómetros, partiendo desde el actual Teatro Colón hasta las últimas jurisdicciones del Ángel Gris. Gracias al estudio de Scalabrini Ortiz, integrante de FORJA, supimos que las inversiones del primer ferrocarril de la nación fueron llevadas adelante con capitales del antiguo territorio de Juan Manuel de Rosas y no con dinero extranjero, como tanto se ha dicho, aportando a un discurso de dependencia a las grandes potencias en la infraestructura del transporte.

Con la planificación de La Plata como capital de Buenos Aires, se comenzó a pensar a las tierras de Dardo Rocha como centro ferroviario de la región, articulado directamente con el Puerto de la Ensenada. Lo que se buscaba era consolidar un nuevo punto para la aduana y ganarle la disputa del comercio exterior a los porteños.

Por esta razón, el Ingeniero Otto Cruise fue enviado a Europa para conocer toda la logística de los ferrocarriles, investigar y aprender caminos posibles, locomotoras veloces, lugares de reparación y estaciones lujosas con cúpulas y vitroe.

Luego de meses en el viejo continente, Otto volvió al Puerto de la Ensenada con una producción especial hecha en Marsella de cabreadas, columnas de hierro macizo y tejas color naranja con guardas y la insignia Marsella – La Plata.

Cercano a las inmediaciones del futuro cuadrado platense, con los materiales exportados se construyeron dos grandes predios ferroviarios, el de Gambier, en Los Hornos, y el de Tolosa. Años después, con la construcción del Tren Provincial, se haría toda la infraestructura de los galpones y la estación de Mediariano Quinto.

La Plata no se había fundado, y en Tolosa ya sonaba el choque de los metales y los fuelles de fundición. El predio ubicado entre 522 y 528 fue destinado a la construcción y refacción de vagones y rieles, y llegó a albergar a tres mil quinientos obreres, lo que ocasionó al mismo tiempo el nacimiento del Barrio de las Mil Casas, primer barrio obrero de todo Sudamérica. Entre los pequeños chalet de calles adoquinadas y tierra, a unos metros del Molino “La Julia”, otro de los grandes espacios acogía a más de trescientos obreres: las pelotas de trapo y los gritos de les niñes sonaban toda la tarde.

El 1 de marzo de 1948 Juan Domingo Perón estatizó los ferrocarriles, convirtiéndolos en propiedad de todo el pueblo argentino. Les jóvenes respondieron a su llamado y se insertaron a las escuelas técnicas que brotaban desde el barro. En pocos años había más de un millón de técniques ferroviaries, listes para aumentar y mejorar la infraestructura hecha hasta el momento. En Tolosa, los galpones que venían con una producción que rozaba el mínimo volvieron a ahumar sus chimeneas; las fraguas ardían todo el día.

Luego de los bombardeos a Plaza de Mayo y el golpe a Perón, la Revolución Libertadora comenzó un proceso de destrucción del modelo industrial argentino, llegando a cortar por la mitad con sopletes las Locomotoras “Justicialistas” construidas enteramente en el país. Se apuntó al cierre y la destrucción del modelo ferroviario nacional por pedido del General Norteamericano Thomas B. Larkin, para generar una sustitución del tren por el transporte automotor. Así, se llegó a la década del 60 con los galpones de Tolosa completamente abandonados.

Con sus reposeras en la vereda, entre tangos de la Guardia Hereje, les vecines más viejes cuentan que hubo cuatro momentos de pura felicidad para el barrio de callecitas angostas, fundado y habitado por trabajadores: la reconstrucción de la Estación de Tren de Tolosa; la nacionalización de los ferrocarriles, llevada adelante por el General Juan Domingo Perón; la noche en que el equipo dirigido por Osvaldo Zubeldía se consagró Campeón Intercontinental; y las asunciones de Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta de la Nación, en los años 2007 y 2011, y en 2019 como vicepresidenta.

Instagram: @comunidadferroviaria

Felipe Bertola
Felipe Bertola

Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 1)

Comunidad Ferroviaria: El lugar donde se amasan los sueños (Parte 1)

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

-¡A comer!

El ruido de la amoladora se va apagando, al igual que el taladro de banco y las Overlock. Detrás de los barbijos negros con tiras blancas, van apareciendo los rostros de les trabajadores que se dirigen hacia la entrada del viejo galpón ferroviario, que tiene una arquitectura de finales del siglo XIX, con dejos de la Primera Revolución Industrial. Una gran olla con el fondo quemado de tizne descansa sobre un tablón apoyado en dos caballetes. Detrás de los fideos humeantes se ve una ventana de seis metros de alto y tres o cuatro de ancho, con vidrios cuadrados de aproximadamente veinte centímetros, la mayoría rotos y tapados con cartón. A su lado, sobre una pared revocada invadida por la humedad, hay un mural con un fondo verde que deja ver un pie y una cadena rota que proclama: “Viva la autonomía”.

Son las 12, y como todos los mediodías, les trabajadores de Comunidad Ferroviaria hacen un descanso para encontrarse a almorzar en la entrada del primer galpón recuperado.

***

A las 4 de la mañana, Artigas, la Galga, Lobo y Fantasma son iluminados por los faroles del Palio de Sergio que llega, como todos los días, para ponerse a amasar y tener el pan y las cremonas listas para las 7 y media. Los perros lo reconocen y vuelven a dormirse, solamente Artigas se levanta, ladra dos veces, se rasca el hocico y vuelve a su cucha. Morón, el gallo blanco con una gran cresta roja, aprovecha la llegada del panadero para cacarear desde su gallinero con techo de tejas.

El sonido de la radio despierta a Edu, que duerme en el cuarto de la entrada del galpón central. Eduardo Pujol es uno de les responsables de los tres galpones que sueñan con ser un polo productivo que dé trabajo a toda la región. Tiene 54 años, su espalda es ancha y sus cabellos devenidos en blanco no representan la vitalidad que corre por sus venas. En sus manos callosas se notan las marcas de una vida de trabajo en Córdoba, Puerto Madryn y luego en las afueras de la ciudad de las diagonales. Sus compañeres cooperativistas lo muestran como una persona con la capacidad de solucionar problemas en poco tiempo, sin la necesidad de pedir ayuda a externos, sean bomberos, grúas o policías, y que mientras resuelve “los quilombos”, relata alguna anécdota refutando por qué no llamará a nadie para buscar socorro. Entre risas, les trabajadores agregan que si uno es desconfiado duda de la veracidad de los relatos, hasta que cinco, o como mucho, veinte minutos después, el artesano arregla la máquina rota con dos “pitutos” y ahí no queda otra que dejarse convencer por las historias de su juventud.

Entre bostezos y lagañas, apoyando su mano en el hombro a Sergio, el artesano devenido en responsable político pregunta: -¿Cómo viene el desayuno?

Sin quitar la vista del horno de dieciocho moldes, el panadero contesta “En quince minutos hay pancito calentito”, abre la puerta del horno y recibe una bocanada de calor que lo sofoca, “tal vez en diez”, dice, deja pasar unos segundos y remata “yo que vos voy poniendo la pava”.

El sol ya salió, y el ruido de los pájaros es superado por el alto parlante que adelanta la llegada del Tren Roca a la Estación de Tolosa. Ciento cincuenta y cinco toneladas de hierro comienzan a frenar sobre las vías y los nuevos durmientes de hormigón. Un chillido agudo se deja oír a unas cuantas cuadras y penetra en la masa que leva bajo el horno para las medialunas de media mañana. La escena se repite hasta aproximadamente las 21 horas, cada menos de treinta minutos.

De a poco, en tanditas de dos o tres, van llegando las motos y las bicicletas. Ahora sí los perros se ponen a ladrar para recibir a les trabajadores. Edu busca la llave del candado y abre el portón verde de chapa de dos hojas, que termina en su extremo más alto en forma redondeada. Todes les cooperativistas tienen en algún lugar de su vestimenta la estampa del ferrocarril saliendo de los galpones que profesa “Comunidad Ferroviaria”.

***

En Comunidad Ferroviaria se encuentran trabajando alrededor de setenta personas. Los espacios que se construyeron hasta hoy incluyen una textil con capacidad de albergar alrededor de cien trabajadores, que cuenta con máquinas de coser, mesas de corte y un taller de serigrafía; y a su vez, dentro de la textil, hay distintos emprendimientos: “Estrella Azul dos”, “Tres Cactus” y “Arte Graf”. Comunidad Ferroviaria también tiene una bloquera pensada para la construcción y la obra pública, una herrería, una carpintería que trabaja bajo el nombre de Raíz Obrera, una vidriería, y un espacio para la cocina, que además de encargarse de la comida de les trabajadores, lleva adelante una panadería y el emprendimiento de pastas frescas artesanales “Pintó la Pasta”. Se está proyectando un estudio de radio, una redacción gráfica y un espacio audiovisual para instalar al multimedio Trinchera. Además, se lleva adelante la refacción de otra nave ferroviaria para la construcción de un espacio cultural, pensado para dar refugio a las expresiones invisibilizadas de la región.

Instagram: @comunidadferroviaria

Felipe Bertola
Felipe Bertola

Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.

1