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Marsella, la felicidad del pueblo organizado y la “Revolución Libertadora” como fin del modelo de país.

En 1776 el inglés James Watt inventó la máquina de vapor y abrió paso a la Primera Revolución Industrial. Las grandes chimeneas comenzaron a ser, junto al hollín y el smog, las anfitrionas de las ciudades que crecían demencialmente, pero la verdadera joya de la época fue la locomotora. Con el ferrocarril, la posibilidad de trasladar toneladas de comida, producción y pasajeros en cuestión de horas, era un hecho. El tren y los barcos a vapor, sumado al contexto internacional de independencias latinoamericanas monárquicas, situaron a Gran Bretaña y Francia camino a ser las mayores potencias del siglo XIX, con el libre comercio como primera bandera.

En ese contexto de inversiones y dominio anglosajón en América, en 1857 la Provincia de Buenos Aires puso el ojo en el horizonte, y decidió que en lo que hoy es Plaza Once se encontraría el extremo del primer tren de estas tierras. El Ferrocarril Oeste tuvo en su comienzo una trayectoria de no más de diez kilómetros, partiendo desde el actual Teatro Colón hasta las últimas jurisdicciones del Ángel Gris. Gracias al estudio de Scalabrini Ortiz, integrante de FORJA, supimos que las inversiones del primer ferrocarril de la nación fueron llevadas adelante con capitales del antiguo territorio de Juan Manuel de Rosas y no con dinero extranjero, como tanto se ha dicho, aportando a un discurso de dependencia a las grandes potencias en la infraestructura del transporte.

Con la planificación de La Plata como capital de Buenos Aires, se comenzó a pensar a las tierras de Dardo Rocha como centro ferroviario de la región, articulado directamente con el Puerto de la Ensenada. Lo que se buscaba era consolidar un nuevo punto para la aduana y ganarle la disputa del comercio exterior a los porteños.

Por esta razón, el Ingeniero Otto Cruise fue enviado a Europa para conocer toda la logística de los ferrocarriles, investigar y aprender caminos posibles, locomotoras veloces, lugares de reparación y estaciones lujosas con cúpulas y vitroe.

Luego de meses en el viejo continente, Otto volvió al Puerto de la Ensenada con una producción especial hecha en Marsella de cabreadas, columnas de hierro macizo y tejas color naranja con guardas y la insignia Marsella – La Plata.

Cercano a las inmediaciones del futuro cuadrado platense, con los materiales exportados se construyeron dos grandes predios ferroviarios, el de Gambier, en Los Hornos, y el de Tolosa. Años después, con la construcción del Tren Provincial, se haría toda la infraestructura de los galpones y la estación de Mediariano Quinto.

La Plata no se había fundado, y en Tolosa ya sonaba el choque de los metales y los fuelles de fundición. El predio ubicado entre 522 y 528 fue destinado a la construcción y refacción de vagones y rieles, y llegó a albergar a tres mil quinientos obreres, lo que ocasionó al mismo tiempo el nacimiento del Barrio de las Mil Casas, primer barrio obrero de todo Sudamérica. Entre los pequeños chalet de calles adoquinadas y tierra, a unos metros del Molino “La Julia”, otro de los grandes espacios acogía a más de trescientos obreres: las pelotas de trapo y los gritos de les niñes sonaban toda la tarde.

El 1 de marzo de 1948 Juan Domingo Perón estatizó los ferrocarriles, convirtiéndolos en propiedad de todo el pueblo argentino. Les jóvenes respondieron a su llamado y se insertaron a las escuelas técnicas que brotaban desde el barro. En pocos años había más de un millón de técniques ferroviaries, listes para aumentar y mejorar la infraestructura hecha hasta el momento. En Tolosa, los galpones que venían con una producción que rozaba el mínimo volvieron a ahumar sus chimeneas; las fraguas ardían todo el día.

Luego de los bombardeos a Plaza de Mayo y el golpe a Perón, la Revolución Libertadora comenzó un proceso de destrucción del modelo industrial argentino, llegando a cortar por la mitad con sopletes las Locomotoras “Justicialistas” construidas enteramente en el país. Se apuntó al cierre y la destrucción del modelo ferroviario nacional por pedido del General Norteamericano Thomas B. Larkin, para generar una sustitución del tren por el transporte automotor. Así, se llegó a la década del 60 con los galpones de Tolosa completamente abandonados.

Con sus reposeras en la vereda, entre tangos de la Guardia Hereje, les vecines más viejes cuentan que hubo cuatro momentos de pura felicidad para el barrio de callecitas angostas, fundado y habitado por trabajadores: la reconstrucción de la Estación de Tren de Tolosa; la nacionalización de los ferrocarriles, llevada adelante por el General Juan Domingo Perón; la noche en que el equipo dirigido por Osvaldo Zubeldía se consagró Campeón Intercontinental; y las asunciones de Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta de la Nación, en los años 2007 y 2011, y en 2019 como vicepresidenta.

Instagram: @comunidadferroviaria

Felipe Bertola
Felipe Bertola

Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba «Significado de Patria» para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder «ser la revancha de todxs aquellxs». Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.

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