Capitalismo de Ignorantes

Capitalismo de Ignorantes

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

*Escrita por Fernando Buen Abad

¿Vivimos una crisis educativa mundial del capitalismo? Sí, pero no como una catástrofe natural, sino como el resultado de un proyecto económico y político global que busca subordinar la conciencia a los intereses del capital. Es una crisis burguesa estructural, semiótica, ética y filosófica.

¿Vivimos una crisis educativa mundial?

Una pregunta seria por la crisis educativa mundial del capitalismo que padecemos, no puede responderse con superficialidades ni con cifras frías tomadas de organismos internacionales que, a menudo, son parte del problema. No basta sólo con contabilizar alumnos matriculados, los índices de deserción, las tasas de alfabetización funcional ni los presupuestos asignados a las universidades. Esa crisis, tal como es, debe entenderse en toda su densidad histórica, política, económica, semiótica y filosófica. Debe pensarse desde las raíces estructurales burguesas que hacen de la educación un campo mercenario de disputa, y no únicamente desde las estadísticas que recubren el drama con barnices de objetividad demagógica. En rigor, lo que atravesamos hoy es un conjunto de crisis superpuestas, y entrelazadas, que tocan a la educación como sistema y como proceso, y que obligan a cuestionar la función misma de la escuela, de la universidad y de los proyectos de formación de la conciencia como mercancías.

Es obligatorio recordar que la educación no flota en una mueca filantrópica neutral, está determinada por la lógica del modo de producción dominante y su ideología (falsa conciencia). En un mundo regido por el capitalismo globalizado, la educación está sometida a la dictadura de su mercado. Sus sistemas educativos son evaluados con criterios de “eficiencia”, “productividad” y “competitividad”, categorías tomadas de la barbarie empresarial y aplicadas mecánicamente a su dictadura pedagógica. Su educación se convierte, así, en adiestramiento mercantil y no en un derecho humano universal. En lugar de formar sujetos críticos capaces de transformar su realidad, se entrenan operadores dóciles para un mercado de trabajo precarizado. Esta es la primera dimensión de la crisis, la subordinación estructural de la educación al capital, que la corrompe en su sentido más hondo.

Sus cifras confirman esta tendencia. Según datos de la UNESCO (2023), más de 244 millones de niños y adolescentes en el mundo están fuera de la escuela. En paralelo, más del 40% de los jóvenes de países de ingresos bajos no completan la educación secundaria. Estos números no expresan sólo un escamoteo de recursos, sino la desigualdad estructural del sistema mundial, en el cual el acceso a la educación de calidad es imposible bajo las normas y reglas del capitalismo. Mientras tanto, la educación superior se expande en términos cuantitativos, pero su calidad crítica se degrada o se anula, proliferan universidades privadas de baja o nula exigencia, programas cortos y diplomados pensados como productos de consumo rápido, con el único fin de habilitar competencias puntuales para el mercado. Titulando ignorantes engreídos.

Su crisis se manifiesta también en el plano del contenido. Nunca antes hubo tanta información disponible, nunca antes existieron tantos dispositivos de acceso al conocimiento chatarra; sin embargo, nunca la ignorancia fue tan funcional al poder. La llamada “infodemia” multiplica contenidos fragmentarios, superficiales, efímeros, sin jerarquía epistemológica. En lugar de conocimiento profundo, se fomenta la hiper-conexión sin reflexión. En lugar de pensamiento crítico, se impone la lógica del “clic”. Esta inundación de información funciona como un distractor masivo que degrada el aprendizaje en las aulas, convirtiendo a profesores y alumnos en petulantes repetidores de flujos comunicacionales vacíos. El capitalismo digital, con sus algoritmos de segmentación y control, ha introducido una nueva dimensión de la crisis educativa, la colonización tecnológica de la conciencia. Mucha basura en muchas cabezas para que nada cambie.

El problema no es sólo cuantitativo ni tecnológico su crisis es también filosófica. En gran parte de los sistemas educativos se ha abandonado la enseñanza de la filosofía, la historia crítica, la teoría política y el arte como herramientas de emancipación. Se las sustituye por competencias instrumentales, por módulos de emprendedurismo, por entrenamientos en resiliencia. Su semiosis en la educación es palabrerío déspota para consumidores engreídos que mastican lenguajes parvularios supuestamente técnicos, para camuflar toda la ignorancia burguesa ante los problemas que ocasiona su poder, con la explotación laboral, con la injusticia social. Se enseña a adaptarse, no a cuestionar. Se entrena para sobrevivir en el sistema, no para transformarlo. Así, su crisis educativa es también una crisis de sentido, su escuela y su universidad olvidan para qué existen. Y son especialistas en eso.

No es casual que los gobiernos neoliberales, en todo el planeta, hayan aplicado políticas de austeridad que desfinancian la educación pública. Desde los años ochenta, siguiendo los dictados del FMI y el Banco Mundial, se promove el modelo de “eficiencia educativa” basado en recortes, privatización, descentralización y competencia entre instituciones. En América Latina, África y Asia, millones de escuelas carecen de infraestructura mínima: agua potable, baños, electricidad, internet. En Europa y Estados Unidos, la masificación de la deuda estudiantil convirtió a la educación superior en una trampa financiera que hipoteca el futuro de generaciones enteras. No es una crisis accidental, es resultado de un programa deliberado que busca debilitar la educación pública para abrir más mercado a la privada.

Pero su crisis también se manifiesta en otro nivel: el ético y comunicacional. En muchas aulas, bajo el disfraz del pluralismo, han penetrado ideologías reaccionarias, discursos de odio y camuflajes ultraderechistas que intoxican a los estudiantes y normalizan la intolerancia. Se simula progresismo mientras se vacía de contenido crítico a las consignas. En este sentido, la crisis educativa mundial es también una crisis de hegemonía semiótica: se disputa en el aula el sentido mismo de la democracia, de los derechos humanos, de la igualdad. Sus discursos autoritarios avanzan bajo la máscara de la modernidad. A esto se suma la crisis laboral docente. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que faltan más de 44 millones de docentes en el mundo para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia 2030. Los salarios bajos, la precariedad, la sobrecarga burocrática y la falta de reconocimiento han deteriorado la profesión docente, desalentando nuevas vocaciones. Un sistema educativo mundial sin maestros suficientemente formados ni reconocidos está condenado a profundizar sus fracturas. Su crisis educativa no es sólo de los estudiantes, es también de quienes enseñan en condiciones cada vez más adversas.

Sin embargo en muchas regiones se producen experiencias pedagógicas emancipadoras, comunidades que defienden la escuela pública, proyectos de educación popular que resisten al mercado, pedagogías críticas que siembran conciencia transformadora. Estas iniciativas muestran que su crisis no es de todos, sino desigual y combinada. Precisamente en el corazón de la crisis se encuentran las semillas de la renovación. La pregunta es: ¿qué fuerza política, qué movimiento social, qué proyecto histórico podrá articular esas experiencias para convertirlas en política educativa global?

Nuestra Filosofía de la Semiosis se empeña en intervenir sobre la crisis educativa burguesa que es, en última instancia, una crisis económica de los signos con los que pensamos y actuamos. Las palabras “calidad”, “eficiencia”, “excelencia” han sido intoxicadas por la lógica empresarial y despojadas de su sentido emancipador. La tarea es revolucionarlas, devolverles su vínculo con la justicia social, con la verdad histórica, con la dignidad humana. Nuestra educación no puede ser un negocio disfrazado de servicio, ni un simulacro de inclusión digital, ni un laboratorio de domesticación ideológica. La educación debe ser la praxis de la libertad, la construcción colectiva de saberes que permitan transformar el mundo.

¿Vivimos una crisis educativa mundial del capitalismo? Sí, pero no como una catástrofe natural, sino como el resultado de un proyecto económico y político global que busca subordinar la conciencia a los intereses del capital. Es una crisis burguesa estructural, semiótica, ética y filosófica. Revela la urgencia de luchar por otra educación, liberada de los dogmas mercantiles, sustentada en la verdad, en la igualdad, en la solidaridad. No se trata de reparar una maquinaria averiada, sino de reinventar la educación como derecho universal y como semillero de emancipación. El porvenir de la humanidad depende de la manera en que enfrentemos y combatamos organizadamente esta crisis. Si se acepta resignadamente, la educación se reducirá a un engranaje más del sistema de explotación. Si se asume críticamente, podrá convertirse en la palanca de una nueva civilización. La disyuntiva está abierta. El desafío es urgente. Y la responsabilidad es de todos los que creemos que la educación no puede ser otra cosa que un avance en la revolución de las conciencias.


Publicada originalmente en el medio TeleSUR 

*Fernando Buen Abad Domínguez es mexicano de nacimiento (Ciudad de México, 1956), especialista en Filosofía de la Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y Semiótica. Es Director de Cine egresado de New York University, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Master en Filosofía Política y Doctor en Filosofía. Miembro del Consejo Consultivo de TeleSUR. Miembro de la Asociación Mundial de Estudios Semióticos. Miembro del Movimiento Internacional de Documentalistas. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Rector-fundador de la Universidad de la Filosofía. Ha impartido cursos de postgrado y conferencias en varias universidades latinoamericanas. Ha obtenido distinciones diversas por su labor intelectual, entre ellos, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar que otorga el Estado venezolano. Actualmente es Director del Centro Universitario para la Información y la Comunicación Sean MacBride y del Instituto de Cultura y Comunicación de la Universidad Nacional de Lanús.


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Varoufakis… ¿El capitalismo ha muerto?

Varoufakis… ¿El capitalismo ha muerto?

TIEMPO DE LECTURA: 11 min.

“El capitalismo ha muerto. Vivimos en el tecnofeudalismo, que es algo mucho peor”. La afirmación de Varoufakis, da inicio a una de sus publicaciones más recientes. ¿Realmente ya no es capitalismo? ¿No hay nada distinto en el planeta? ¿No hay matices?

Según sostiene el economista griego y ex ministro de economía de su país, Yanis Varoufakis, en algún momento, aunque el capitalismo lo infecta todo, al menos teníamos unas cuantas horas al día en las que “éramos autónomos”; podíamos pretender ser individuos liberales. Usa la anticuada idea liberal de que la casa de una persona es una especie de castillo, donde hay una valla que nos aísla del resto y nos permite ser. Bueno, esa ilusión según sostiene, se ha ido.

Desde el momento en que las grandes tecnológicas se convirtieron en “faros” laborales o ideales en la sociedad, los jóvenes se preocupan las 24 hs del día de sus redes, ya que saben que, cuando publican un video en Tik Tok, un mensaje en twitter, o una fotografía en Instagram, pasará a formar parte del portfolio de su yo autopercibido y será utilizado por ese entrevistador de una gran tecnológica, o de un banco, o de la empresa que sea. Material que investigarán antes de la entrevista o incluso durante la entrevista, lo que podrá determinar su futura carrera. Nos convertimos en productores del “yo” que creemos que querrán que seamos. Una “distopía de ciencia ficción que desafortunadamente hoy se ha convertido en realidad”, según afirma.

Y si bien reconoce que la cuestión de la vigilancia en las plataformas, el llamado Big Brother, es un tema de preocupación recurrente entre quienes leen su libro, asegura que hay algo mucho más amenazante. En lugar de perder el sueño por lo que saben, debería quitarnos el sueño lo que poseen. Las tecnológicas, principalmente con máquinas, software e inteligencia artificial, se han convertido en dueñas de nuestra identidad digital y además tienen la capacidad de modificar nuestra manera de pensar y nuestro comportamiento para convencernos de hacer cosas que son de interés de los dueños de esas maquinarias, lo cual es bastante más aterrador que un “Gran Hermano” vigilándonos.

Siempre hemos estado sujetos a la propaganda, pero lo que el tecnofeudalismo ha hecho es ponernos en contacto muy estrecho con interfaces digitales con las que interactuamos, de tal manera de entrenarlas para que nos entrenen, para que las entrenemos para que nos entrenen, para que las entrenemos para que infecten nuestras mentes con deseos que son funcionales a los intereses de los dueños de la nube, de los dueños del “capital de la nube”. Según afirma, es la primera vez que tenemos esta relación dialéctica con aquellos que ahora son dueños de nuestras mentes o que poseen un poder sustancial sobre nuestras mentes.

El capitalismo de la nube se basa en algoritmos, y los algoritmos son asombrosos para infectar nuestra alma con deseos que se basan en una comprensión profunda de nuestro pasado y que capturan nuestra atención, para luego mercantilizarla y venderla a capitalistas vasallos que pagan a los dueños de los algoritmos una renta en la nube por ese privilegio.

El economista griego sostiene que una vez que internet fue privatizada en este contexto de capital de la nube, el tecnofeudalismo ha matado al capitalismo. Y lo ha hecho de una manera que es consistente con el triunfo del capital y nuestra subyugación como proletarios (trabajadores asalariados), como gente de clase media, incluso capitalistas vasallos, al poder de unos pocos concentrados principalmente en Silicon Valley (EEUU) y en las grandes tecnológicas chinas que poseen los instrumentos del tecnofeudalismo, y por ende el capital en la nube.

Veamos: Durante mucho tiempo, los Estados tenían la obligación de proporcionarle a cada persona un pasaporte, una licencia de conducir, un documento de identidad. Con esa identificación entrábamos a cualquier lugar y nadie dudaba de quiénes éramos. ¿Se dan cuenta que esto no lo podemos hacer en internet? No somos dueños de nuestra identidad “en línea”. No hay forma de que demostremos quienes somos. La única manera de hacerlo es “rogándole” a algún conglomerado que testifique quienes somos. Por ejemplo: Si queremos identificarnos con Google, tenemos que usar nuestra tarjeta de crédito, lo que implica que en realidad es el banco o quien nos provee la tarjeta quien testifica quienes somos. Si después vamos a otro sitio y para identificarnos usamos nuestro ID de Google, por supuesto utilizará la ID del banco que testificó quienes somos. Bajo esta ecuación las grandes tecnológicas y las grandes financieras son dueñas de nuestra identidad, y ese es el principio de lo que Varoufakis denomina tecnofeudalismo.

Si lo miramos desde una perspectiva histórica, en el feudalismo, el poder, la cultura política y la económica emanaron o surgieron de la posesión de la tierra. Aquellos que eran dueños, la nobleza terrateniente, se quedaban con el excedente de renta a costa de la explotación de quienes no la poseían, pero si la cultivaban: campesinos y vasallos. Simplificando la ecuación, el capitalismo surgió de la sustitución de la propiedad de la tierra por la de las máquinas. Fueron los dueños de las máquinas, y ya no solo los dueños de la tierra, los que produjeron más capital y crearon el mundo moderno que hoy conocemos.

Según Varoufakis, el tecnofeudalismo ha estado suplantando al capitalismo durante los últimos diez años, con una nueva forma de capital, una forma mutante de capital que él llama “capital de la nube”, que es lo que vive en nuestros teléfonos, computadoras portátiles o de escritorio, o en todas las aplicaciones. Es un capitalismo que vive en cables de fibra óptica, que recorre el mundo por el fondo de los océanos, en torres de telefonía celular, en granja de servidores, en algoritmos (que en realidad producen los trabajadores que los escriben). Es una nueva forma de capitalismo que ha dado poder a sus propietarios como Bezos, Musk u otros, para modificar nuestros comportamientos de tal manera que esos propietarios del capital en la nube, pueden extraer riqueza de un nuevo tipo de renta, tanto de los trabajadores, como de nosotros cuando compramos cosas a través de ellas, incluso cuando usamos estas plataformas y producimos capital para ellas, incluso sin siquiera saber que lo estamos haciendo. Incluso, los viejos capitalistas, ahora son los vasallos de esas grandes tecnológicas ¿Por qué? Porque cada vez que compramos algo en estas plataformas estamos permitiendo que el dueño del capital de la nube, cobre el 40% de lo que pagamos al capitalista que explota a trabajadores que son quienes producen y vende sus productos. Antes los señores feudales tenían la tierra, ahora los tecnofeudalistas tienen un tipo de tierra digital, construida por enormes cantidades de capital en la nube, y la renta de la nube es lo que les permite la acumulación.

El economista sostiene que el primer experimento de este tipo fue el Apple Store de iPhone. Sus diseñadores en un primer momento crearon algunas apps. A su entender, la genialidad de Steve Jobs fue abrir su creación para que otros desarrolladores realizaran apps. Sin importar el tamaño, a estos, desde individuos hasta grandes compañías, se les cobraba un 40% de lo que pagaban los usuarios de iPhone, por esas apps. Así produjo de la nada una enorme cantidad de dinero, tan solo por tener la exclusividad de ser dueño de ese repositorio de aplicaciones al que sólo podían acceder los usuarios que tuvieran iPhone. Este modelo, sería replicado luego por Google y otras tecnológicas.

Según relata, el gran impulso del capital en la nube fue posterior a la crisis financiera de 2008 en la que prácticamente todos los grandes bancos de EEUU, Gran Bretaña y Europa terminaron quebrados. Todos, en mayor o menor medida, tuvieron que ser rescatados por los Estados, o sea, por los pueblos de esos países que pagan religiosamente sus impuestos. Sus gobiernos emitieron alrededor de 35 billones de dólares (trillions en anglosajón, millones de millones en criollo), para reponer el capital financiero que la especulación e irresponsabilidad de los banqueros habría destruido. En simultáneo impusieron las famosas medidas de austeridad.

En este contexto, los capitalistas tomaron ese dinero que los gobiernos habían dado a los bancos y lo utilizaron para comprar sus propias acciones, porque de esa manera, el precio de sus acciones, subían, aunque no produjeran o vendieran mucho, dado el contexto austericida. Sus bonificaciones estaban atadas al precio de sus acciones. Los únicos capitalistas que tomaron el dinero del sector financiero, impreso por los bancos centrales para invertirlo realmente en capital real fueron los Jeff Bezos, los Google y los Appel del mundo. Y lo invirtieron en capital en la nube. Por el devenir histórico, éstos seguramente habrían crecido de todas formas, pero la gran crisis financiera y el modo en que los gobiernos respondieron a ella provocó que crecieran cien veces más rápido.

Por otro lado, Varoufakis afirma que hay una suerte de creencia de que capitalismo y democracia son, de alguna manera, compañeros o socios, cuando es ciertamente lo opuesto. El capitalismo surgió en el siglo XIX, precisamente en un momento donde no había democracia. El liberalismo, que defiende el derecho de los propietarios, tergiversó la narrativa al respecto. La democracia es un sistema donde gobiernan los pobres por ser la mayoría. Es por ello que el término “democracia liberal” es un absurdo, una contradicción histórica. Lo que ha existido, según este pensador griego, es una autocracia del capital, donde transcurren elecciones más o menos regularmente, que a su vez han legitimado la ausencia de democracia y la completa dominación y hegemonía del capital. Cuando el capitalismo mutó al capital en la nube, la ilusión de la “democracia liberal” comenzó a fragmentarse y en su lugar tenemos lo que todos reconocen como un sistema de vigilancia perfecta que ha provocado que vivamos en una servidumbre voluntaria: una transferencia voluntaria de nuestros datos a ese “gran hermano”, que ya no son los Estados, simplemente es una nueva clase dominante que controla y posee los medios de computación, los medios de modificación del comportamiento, a los que llama el Capital de la nube. Y el mayor truco de éstos es darnos la sensación de tener el control sobre nuestras aplicaciones, de amar lo que hacemos y de compartirlo en la nube.

Así como el marxismo siempre ha dicho que la peor servidumbre, la peor esclavitud, es aquella a la que nos sometemos voluntariamente, el capital de la nube es la apoteosis de esa servidumbre voluntaria porque nos da las herramientas que deberíamos tener, que nos merecemos tener. La pregunta no es si deberíamos o no utilizar estas herramientas, sino ¿Quién es su propietario y cuál es el efecto de estos derechos de propiedad para estos muy pocos, en la distribución desigual del capital de la nube para la sociedad, para la naturaleza, para la catástrofe climática y para la forma en la que organizamos nuestra vida cotidiana individual y colectivamente?

Y según entiende, todo este preámbulo, es el origen para comprender la guerra planetaria que hoy enfrenta a EEUU y China. Ésta no es ni por la disputa con Taiwán, ni por qué en China gobierne el Partido Comunista; es el choque tectónico por el control del capital de la nube, porque sólo estos dos países han desarrollado esas gigantescas nubes ficticias.

La diferencia que se destaca es que en EEUU el sistema financiero especulativo representado por Wall Street, nunca estuvo de acuerdo con ceder el monopolio del sistema de pagos dolarizados a las grandes tecnológicas. En China, aplicaciones como WeChat de la empresa Tencent, permite hacer todo lo que hacen Netflix, Airbnb, Uber, Facebook o cualquier otra app además de tener todas las funciones de una aplicación bancaria gratuita, que además está respaldada por el Banco Central chino, lo cual otorga una seguridad que ninguna app en occidente podría garantizar.

Lo que a su criterio aceleró el crecimiento chino fue, fundamentalmente, la guerra en Ucrania y la utilización del dólar y el sistema de pagos SWIFT como arma de guerra para sancionar a Rusia (al igual que la confiscación de entre 350 y 400 mil millones de dólares pertenecientes al Banco Central ruso). Ese hecho provocó que el sur global comprendiera que lo que estaban haciendo a Rusia, tranquilamente se lo podían hacer a cualquiera de sus países. Y eso, entre otras cosas, provocó que monarquías históricamente aliadas a EEUU, como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, se unan a los BRICS, que en realidad es (según este economista), acercarse a China, que creó un mega sistema de pagos mucho más avanzado que el norteamericano.

Para Varoufakis, estas son dos expresiones de “ladrones de la nube”. No distingue diferencia entre EEUU y China. Según afirma, el gran juego está dado en cómo se posicionan los demás actores respecto de este choque de tecnofeudalismos. Quizás esta sea una de las pocas discrepancias que tengamos con el análisis que realiza, dado que no se diferencia en el uso o beneficio social de una u otra experiencia, que, lógicamente, está dada por quien controla o condiciona a esas Big Tech, propietarias del capital de la nube: el libremercado representado en una decena de magnates en el caso Occidental, y el Estado chino gobernado por el Partido Comunista por el otro.

La solución que encuentra a este gran problema que enfrenta la humanidad, no es desaparecerla ni luchar contra ella dado que ha significado un gran aporte en muchos sentidos para la humanidad, sino socializarlas. Tomar el control de los derechos de propiedad sobre ellas y redistribuirlas entre quienes producen, porque hoy todos producimos capital en la nube con nuestras publicaciones, nuestros videos, nuestras codificaciones, con educación pública que contribuye al conocimiento colectivo que es necesario para programas de inteligencia artificial. Su propuesta es crear una sociedad donde estas aplicaciones, estos algoritmos, estas inteligencias artificiales sean de propiedad común, dado que se han convertido en un bien común. Y, según afirma, proponer y pensar en esa socialización resulta menos utópica que intentar regularlas mediante un Estado nacional. Es por ello que a su entender debería gestarse un movimiento progresista internacional que tome el control de esas máquinas, algoritmos e inteligencias artificiales y las ponga a trabajar arduamente en nombre de la humanidad.

Volviendo a discrepar con Varoufakis, quizás sea el prisma eurocéntrico y occidental el que no permita ver que, en ese proceso de socialización, China no sólo nos está marcando y compartiendo un posible camino, sino que además nos lleva décadas de ventaja.


Material de consulta:
https://www.youtube.com/watch?v=wBPX2fHJAMA&ab_channel=DoubleDownNews

Nicolás Sampedro

Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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Bailando al ritmo del más feo

Bailando al ritmo del más feo

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Desde hace algunos años, muches analistas, han venido señalando el colapso del mundo tal y como lo conocemos. Autores como Jorge Beinstein proyectaban que el sistema parasitario en el que vivimos estaba entrando en una fase de descomposición tal que difícilmente pudiese sostenerse en pie. Lógicamente hablamos del sistema capitalista financierista-especulativo, donde las grandes corporaciones tienen más poder que estados nacionales.

El conflicto entre EEUU y la OTAN contra Rusia (y por añadidura China) en Ucrania parece estar siendo el punto cúlmine de la globalización tal y como la conocimos hasta ahora, fundamentalmente luego de las operaciones de guerra de prensa respecto de lo que sucedió en Bucha. Desglosemos esta afirmación.

El primer punto tiene que ver necesariamente con el juego de EEUU para con la Unión Europea. Es por demás sabido y analizado que detrás de las sanciones a la Federación Rusa, el interés es alejarla de los europeos, fundamentalmente para ser los norteamericanos quienes suministren el gas que necesitan. Hay que recordar que Europa actualmente depende casi en un 40% de la venta de gas ruso.

Ante el escenario de sanciones y el congelamiento de activos rusos, Putin ordenó que los países hostiles a Rusia deberían pagar en Rublos (moneda rusa) por el suministro de gas. Alemania se negó a hacerlo, motivo por el cual la compañía rusa Gazprom (la más grande del mundo en el sector) vendió su filial alemana y muy probablemente deje de suministrar gas a los germanos.

El problema para la potencia europea es que, pese a tener alrededor de cuatro millones de metros cúbicos de gas almacenado, difícilmente pueda reemplazar en el corto plazo esa pérdida, lo cual podría generarle grandes desafíos fundamentalmente para la industria automotriz.

Por su parte, la Francia de Macrón, si bien sostiene que no acatará la directiva de Putin, ya tomó medidas para que sus bancos conviertan esos euros a rublos y puedan efectivizar los pagos. Digo que hago esto, pero hago aquello. Nada nuevo bajo el sol.

El alejamiento de Europa de Rusia es una estrategia más vieja que la escarapela. Muchos de los estrategas norteamericanos saben que no pueden permitirse ese acercamiento porque sería el acabose del dominio de EEUU.

El segundo punto tiene que ver con los dichos de Larry Fink, el consejero delegado del banco megaespeculativo por excelencia BlackRock. El archimegamillonario aseguró en su carta anual a sus inversionistas que “la guerra de Ucrania marca el fin de la globalización”. La mencionada carta fue evaluada ampliamente por el analista mexicano Alfredo Jalife-Rahme.

¿Qué implican estas afirmaciones? Algo que Jalife ya viene remarcando desde hace bastante tiempo: que el mundo se encamina hacia regionalismos y hacia un mundo tripolar donde EEUU, Rusia y China tendrán sus zonas de influencia bien marcadas. Los norteamericanos están adoctrinando a Europa al tiempo que la subsumen y condicionan sus intereses.

En tercer lugar, algo que ya se ha mencionado en otras oportunidades: la ley no existe. En realidad, existe, pero sólo cuando EEUU o sus socios la quieren implementar. Tal como hicieron con los activos de Venezuela en su momento, ahora la Unión Europea pretende entregarle a Ucrania en supuesta “compensación”, los activos rusos “congelados”. Esto no es ni más ni menos que un robo descarado ante la mirada del mundo entero, sin que esto tenga -en teoría- mayores consecuencias. Al menos eso esperan.

Otro ejemplo, en tónica y área diferente: los laboratorios bacteriológicos norteamericanos en suelo ucraniano. Los rusos los descubrieron -y tomaron-, y poco después se conoció que éstos estaban vinculados con Hunter Biden (hijo del actual presidente norteamericano), George Soros y el Partido Demócrata. Ahora bien, no solo la prensa, sino la mismísima administración norteamericana tuvo que reconocer su existencia. Recordemos algo, las armas bacteriológicas están prohibidas.

Éstos y otros hechos, refuerzan lo antes afirmado: la ley se aplica sólo cuando les conviene. Incluso lo dijo Cristina Fernández de Kirchner en el homenaje que rindieran en el Senado argentino a los caídos y combatientes de Malvinas. En esa oportunidad en alusión a la no aplicación del TIAR (que después le quisieron aplicar a Venezuela).

Vivimos tiempos de guerras híbridas, de guerra a perpetuidad contra los pueblos del mundo. Y en esta guerra, para ellos, vale todo. No importa si los pueblos europeos se mueren de frío o de hambre producto del aumento desmedido del valor de los hidrocarburos o los alimentos, importa que ellos ganen la pulseada; cosa difícil de lograr como alega Boaventura de Sousa Santos.

El cuarto punto de esta lista es sin duda el de los medios de comunicación. Recomendamos aquí una exquisita reflexión de la presidenta de TeleSur, Patricia Villegas. Otra mirada muy interesante es la del analista y fundador del portal Red Voltaire, Thierry Meyssan quien sostiene que “el ejército ruso ha ganado la guerra contra los ‘banderistas’ en Ucrania. Mientras, ‎en Occidente, la OTAN gana la guerra cognitiva contra sus propios ciudadanos”. Otro interesante artículo para recomendarle es el del filósofo mexicano Fernando Buen Abad quien afirma que el cerebro de las personas es el campo de batalla de la OTAN.

Pero más allá de la batalla contrareloj que lleva adelante EEUU para intentar revertir su estrepitosa caída, la realidad nos viene indicando que el ruido será estruendoso. Para empezar, Rusia y la India crearon su propio sistema interbancario, el cual según afirman comenzará a funcionar este 11 de abril.

Pese a la modesta victoria diplomática para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, las aspiraciones de EEUU de sacar a Rusia del G20 y del Consejo de Seguridad parecen cada vez más lejanas. Esto lo reconoció incluso la representante permanente de Estados Unidos ante ‎la ONU, Linda Thomas-Greenfield. Mientras 140 votaron en contra de la guerra en Ucrania en marzo, tan sólo 93 lo hicieron para desplazar al gigante euroasiático. Interesante análisis al respecto realizó el sociólogo y politólogo argentino, Atilio Borón.

Como si fuera poco, Biden no logró que ningún país del BRICS votara en contra de Rusia, lo cual da cuenta de la fortaleza del bloque ¡Ni siquiera el Brasil de Bolsonaro! Incluso la propuesta de Biden logró que China defendiese a un vecino con el que no se lleva tan bien como la India, ante las presiones del país norteamericano.

Así las cosas, el mundo occidental sigue en franca decadencia, el dólar comienza a perder peso internacional y el Yuan aparece como emergente. Jalife habla de la balcanización de divisas y bipolaridad del sistema financiero. Quieran reconocerlo o no, la cosa cambia y a pasos agigantados y como sostiene Alastain Crooke, estamos ante una oportunidad única en un siglo.

Como dice el refrán: “Lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir”. Mientras tanto seguimos bailando al ritmo del más feo.

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

Fantasía y realidad: dos dimensiones con límites cada vez más difusos

Fantasía y realidad: dos dimensiones con límites cada vez más difusos

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

El cine anda diciendo

 “Los hechos y personajes retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia”. Esta frase, muy utilizada en el séptimo arte, nos deja en claro que la continua seguidilla de hechos que veremos a continuación nunca tuvieron un lugar en la historia, pero al contrario del efecto buscado, nos abre el espacio a lxs espectadores de encontrar paralelismos por todas partes.

 “Avatar es una película estadounidense estrenada en el año 2009 escrita, producida y dirigida por James Cameron”, nos comenta Wikipedia. La historia se sitúa en el año 2154, en Pandora, una luna del planeta Polifemo habitada por una raza humanoide llamada Na’vi, con la que los humanos se encuentran en conflicto ya que uno de sus clanes está asentado alrededor de un gigantesco árbol que cubre un inmenso yacimiento de un mineral muy cotizado y que su posesión supondría la solución a los problemas energéticos de la Tierra: el unobtainium.8​9.

“Ahora quién manda imbécil”, es la frase que pronuncia el protagonista de la película a la hora de enfrentarse con una criatura desconocida en sus primeras escenas habitando tierra extraña. Esta particular narrativa no solo nos habilita para encontrar claras similitudes a lo largo de nuestra historia ante el “encuentro” con un otrx cultural, sino además ilustra sintéticamente el arquetipo perfecto del sujeto burgués. 

El antropocentrismo es la doctrina que sitúa al hombre como medida y centro de todas las cosas, fundamento teórico necesario para el ascenso del modelo de acumulación capitalista y, por ende, condición necesaria para el proceso de conformación de la identidad del hombre blanco occidental. La naturaleza en tal ordenamiento se constituye como un medio, proporcionando al esquema una simple función instrumental.

Tal como nos anticipo Marx con la incorporación del concepto de acumulación originaria, el proceso ininterrumpido en el cual se despoja de los medios de producción a gran parte de la humanidad no solo sigue su curso en la actualidad, al parecer el futuro vaticina un pronóstico similar. Si nos detenemos por unos segundos y hacemos el ejercicio de transportamos a la temporalidad que nos propone la película, esta lógica abominable logra ser exportada a otro planeta.

“Si quieres algo, construye una guerra”, es la frase con la cual el Coronel Miles, uno de los villanos, explicita su estrategia. Al parecer la violencia planificada por medio de la utilización de un aparato tecnológico y armamentístico continuaría constituyéndose como el método más efectivo a la hora de conseguir el beneficio de unos pocos a cambio de la miseria de muchos.

Un dato interesante de la película, por fuera de su realización, es la exitosa recepción que cosechó: la misma logró hacerse con el título de la más taquillera de la historia del cine ostentando dichos honores hasta la actualidad. Estos resultados claramente son atribuibles a los medios con los que cuenta la gran industria de Hollywood, que a la hora de invertir en estos tanques cinematográficos no califican los presupuestos modestos.

Pero aventurándonos en una lectura más sociológica, podríamos traducir el éxito, entre sus tantos factores, por el claro mensaje político que esboza el contenido audiovisual. Lo cierto es que Avatar vino a inaugurar una década caracterizada por el triunfo de las historias distópicas: Black Mirror (2011), Los juegos del hambre (2012) o Divergente (2014) son algunas de las tantas tramas que lograron transportarnos por unas horas hacia un futuro desolador.

Catástrofes nucleares, tecnologización de la vida o el agotamiento de recursos naturales, ya no son narrativas exclusivas para catalogar una película bajo el género de ciencia ficción: semejantes escenarios no logran escaparse al juicio a posteriori encarnado en el típico pronóstico “esto va a pasar”, que vociferamos al culminar algunos de sus relatos.  

Película anglosajona leída en clave latinoamericana

El recorrido cronológico que nos regala el cine buscando rastros olvidados en el pasado o practicando algún tipo de futurología nos sirve además para rastrear antecedentes en el presente. En la Argentina de los últimos días, la difusión de las fuertes imágenes que ilustran los incendios forestales en las sierras cordobesas mantuvo en vilo a gran parte de la sociedad. 

Por otra parte, tuvieron lugar varias manifestaciones populares con consignas muy heterogéneas pero atravesadas por un mismo significante: denunciar procesos de Ecocidio. Entre los reclamos podemos encontrar en Capital Federal y el Gran Buenos Aires el pedido por la aprobación inmediata de la Ley de Humedales que se está debatiendo en el Congreso y el rechazo al acuerdo porcino con China para producir carne de cerdo. En otras latitudes como lo son las provincias de Chubut y Mendoza ya son habitúes las concentraciones para frenar el avance de proyectos mineros.

Teniendo en cuenta estas claras manifestaciones podríamos plantear la siguiente pregunta: ¿Se inaugura una nueva coyuntura política en donde el ecologismo se constituya como una consigna articuladora de las diferentes demandas sociales? Maristella Svampa es una mujer que logró convertirse en una voz disonante dentro del campo intelectual y una clara referencia para guiarnos en la interrogación que nos acabamos de hacer.

En su perfil de Twitter figura la siguiente descripción: “Socióloga, escritora, investigadora anfibia del sistema público argentino. Sempiterna patagónica que piensa en clave latinoamericana y de crisis civilizatoria”. En su larga carrera académica podemos rastrear sus fuertes críticas al proyecto neoliberal puesto en marcha en el último periodo del siglo XX en Latinoamérica, pero además plantea una reactualización de las relaciones de dependencia bajo el signo del extractivismo en los distintos gobiernos progresistas.

En los años 2000, Latinoamérica tomó un nuevo giro con la emergencia de diferentes gobiernos que, apoyándose en políticas económicas heterodoxas, se propusieron articular las demandas promovidas «desde abajo», al tiempo que valorizaron la construcción de un espacio regional latinoamericano (Svampa, 2017).

El escenario desolador que construyeron las políticas del Consenso de Washington supo delegar en las dirigencias del nuevo siglo una pesada responsabilidad. Los altos índices de pobreza y desempleo habilitaron los debates en torno a la distribución del ingreso, logrando traducirse con posterioridad, en políticas públicas ocupadas en atenuar los efectos de la desigualdad.

La decisión política de gestionar de manera más igualitaria el bien público no solo estuvo acompañada por elementos ideológicos propuestos por los diversos movimientos de corte nacional y popular, sino además fue signado por un elemento fundamental: el boom de las commodities.

Las economías latinoamericanas fueron enormemente favorecidas por los altos precios internacionales de los productos primarios, lo que se pudo ver reflejado en las balanzas comerciales hasta los años 2011-2013. Esta serie de elementos habilitaron el retorno de una visión productivista del desarrollo, generando del mismo modo la manifestación de las propias contradicciones al interior del propio paradigma, como los daños ambientales y sus impactos sociosanitarios.

Ahora bien, teniendo en cuenta el actual contexto histórico en términos económicos y sanitarios por la presente pandemia que golpea al mundo y sin olvidarnos como elemento sustantivo el viraje hacia la derecha en gran parte de la región latinoamericana, ¿es pertinente incorporar consignas en clave ecológica que pongan en jaque al modelo de producción extractivista?

La respuesta es claramente afirmativa, no solo construida en una dimensión moral abstracta, sino que dichas iniciativas son claras manifestaciones de la realidad. La «ambientalización de las luchas» se ve reflejada en la emergencia de diferentes movimientos socio-eco-territoriales, rurales y urbanos, indígenas y de carácter multiétnico, orientados contra sectores privados como corporaciones -en gran parte transnacionales- así como contra el Estado, en sus diferentes escalas y niveles (Svampa, 2017)

Es necesario no parar de reconocer en tal recorrido el papel que jugaron los pueblos originarios ante el triunfo de la globalización en la década de los 90’. A través de su lucha por la diferenciación y la reivindicación de las diferencias de orden racial, también denunciaron con mucha fuerza los modelos de desarrollo hegemónicos por su visión instrumental y antropocéntrica de la naturaleza.

El licenciado en ciencias ambientales Inti Bonomo, en una entrevista para el programa radial Últimos Cartuchos, comentaba sobre la falsa dicotomía que se plantea alrededor de los conceptos de medio ambiente y producción. Lo cierto es que tal discusión suscita hasta el día de hoy grandes debates.

Uno de los pilares centrales de los espacios políticos más progresistas concentra sus esfuerzos en la producción como principal herramienta que genere empleo digno. Esta perspectiva es esencial para erradicar la pobreza estructural en la región, pero el presente contexto demanda de manera urgente articular dentro de la lógica productivista mecanismos que ayuden a enfrentar de una vez por todas las contradicciones ecológicas de los propios sistemas productivos.

¿Salud integral?

A lo largo de la historia reciente, se pueden detectar ciertas constantes en relación a las grandes crisis del sistema capitalista. Teniendo en cuenta tales referencias y permitiéndonos hacer un recorte en el análisis que solo incluya al territorio nacional, el advenimiento del Covid-19 logró habilitar el debate sobre el rol del Estado en un escenario de emergencia sanitaria. Siguiendo con la línea de interrogantes ¿la política del cuidado, en ese sentido, no debería incorporar una perspectiva ecológica?

La pandemia nos encontró con un escenario más esperanzador: el actual presidente en función Alberto Fernández puso a disposición de la sociedad todo el aparato estatal para cuidar en términos sanitarios y económicos a todos los sectores, poniendo particular acento en los más postergados. Si bien esta serie de medidas se celebran con gran entusiasmo, nos habilita el espacio para seguir corriendo los márgenes e instalar en el debate público las demandas que la democracia sigue postergando.

En una de las escenas de la película, una de sus protagonistas pronuncia: “El vinculo afectivo es el principal lazo en toda relación. Si este se pierde, no se puede hablar de unión y para que sobreviva tiene que prevalecer el respeto”. Neytiri en estas palabras busca sintetizar el vínculo que ella y su raza humanoide tiene con el espacio natural.

Esta última cita nos invita a seguir preguntándonos: si queremos construir un territorio más justo e igualitario y no seguir reproduciendo los patrones de nuestra propia autodestrucción, ¿no es tiempo ya de incorporar en esa lógica del cuidado elementos que incluyan en el arquetipo propio del Estado de bienestar una perspectiva integral, en donde la naturaleza sea también considerada sujetx de derecho?

La batería de preguntas que recorrieron el texto seguramente no van a devenir en respuestas claras ni sencillas, pero hacerlas nos permite fijar una agenda y allanar el camino para poder construir un horizonte en donde las narrativas distópicas sigan teniendo como único canal de reproducción la literatura y el cine. 


Bibliografia  
Svampa Maristella, (2017) “Cuatro claves para leer América Latina”

Sergio Vaca
Sergio Vaca

Nací en la provincia de Córdoba pero residí la mayor parte de mi vida en Puerto Madryn. Me encanta charlar conmigo mismo cada vez que termino una película y tengo el don de memorizar datos triviales. Pensar una disociación entre erudición y escritura me parece un buen ejercicio para disputar espacios.

Los ladrones de guantes rojos

Los ladrones de guantes rojos

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Somos millones los que nos alarmamos por el hambre o militamos y tratamos de tender una mano del modo que sea, para aliviar los golpes que esa violencia les pega todos los días a millones de seres humanos. Pero con eso nunca alcanza, la violencia es muy grande.

¡La violencia no es la pobreza! ¡La pobreza es la consecuencia de la violencia económica que ejercen los pocos que poseen la riqueza que es de todos! Cuando escuchamos “riqueza concentrada”, de esto se trata. ¡En el mundo, unos pocos se quedaron con lo que es de todos! Y van a hacer lo posible para seguir estafando y saqueando como lo vienen haciendo en nuestras tierras desde hace más de 500 años.

Desde que somos “Argentina”, estos señores tomaron muchas veces por asalto la Casa Rosada.  A través de innumerables golpes de estado desalojaron a los gobiernos que hicieron o intentaron hacer algo para repartir de manera un poco más justa esa riqueza concentrada. Pero en el 2015 le regalamos los votos y ya no les hicieron falta “las botas”, ni las balas, ni los bombardeos.

 En 2019 se retiraron heridos ¡pero están muy vivos! No olvidemos que se fueron con casi un 40% de los votos y siguen presentes en sus medios de comunicación, hablando como si tuvieran la solución para combatir la pobreza, ¡como si ellos no la hubieran generado y profundizado!

Los últimos años de neoliberalismo, y todos los gobiernos serviles a los ladrones de “guantes rojos” llevaron la desigualdad a niveles desesperantes, ¡hay pibes que ni llegan a pibes!, antes se mueren por desnutrición o por las enfermedades que los amenazan en los lugares que les toca nacer. Pero, así como muchos seres humanos se empobrecen hasta la muerte, otros se siguen enriqueciendo hasta niveles extremos.

Desde que asumió, el gobierno viene tomando medidas en defensa de los sectores empobrecidos, y digo en defensa porque esto no es un accidente ni una tragedia, es la consecuencia de un violento y feroz ataque lanzado por los sectores que se dedican a la especulación, que profundiza la concentración de capitales y que con toda desfachatez mandan sus “ganancias” a los paraísos fiscales creados por ellos mismos. Paraísos que son verdaderos infiernos que terminan con la vida de poblaciones inocentes, que tuvieron la desgracia de nacer en un territorio que tiene un subsuelo lleno de petróleo, agua, o de cualquier mineral codiciado y saqueable por los ladrones de “guantes rojos”.

¡Los misiles del robo y el capital financiero!, cada vez en menos manos, bombas atómicas circulando por las redes sociales que anuncian con total impunidad la tabla de posiciones de los apellidos y las familias más concentradoras de la economía mundial (no merece llamarse riqueza a la causa que genera la pobreza de tantos millones de personas) números tan grandes que no alcanza el ancho de esta página para escribir esa cantidad de cifras.

¡La concentración económica es un acto violento y criminal y es la plataforma de lanzamiento desde donde parten los misiles que matan por desnutrición a nuestros hijos! ¡El pobre no es el responsable de la pobreza! ¡Y si! ¡Hay que combatir la pobreza, está muy bien actuar con rapidez y tomar medidas de emergencia! Es lo primero que hay que hacer y felicito a los gobernantes, legisladores, voluntarios, organizaciones sociales y políticas que están llevando adelante estas acciones.

¡Pero repito, el hambre es la consecuencia del crimen llamado “Concentración de la riqueza”! Y el día que entendamos que esa concentración es un acto criminal y nos indigne tanto como la pobreza, vamos a estar comprendiendo quienes son los máximos responsables de esos crímenes ¡Digo máximos responsables porque reconozco que hay una lista de grados de responsabilidad, pero ¡Oh casualidad! ¡Los máximos responsables son casi invisibles! ¿Invisibles o invisibilizados? Ustedes ya saben. Blindaje mediático, medios hegemónicos, ¿Les suena?

Cada uno sabrá el grado de responsabilidad que le toca: Empresarios, funcionarios, jueces, legisladores, nosotros mismos; y no para sentirse culpable y flagelarse, sino para comprender que esto no es algo natural, y si los seres humanos construimos esta sociedad también podemos cambiarla. Para construir una sociedad más solidaria y con menos violencia, debemos comenzar a “desarmar” las bases de lanzamiento desde donde parten los misiles que matan a nuestros hijos y hermanos.

Esas bases están ahí afuera, pero en nuestras decisiones individuales y en nuestras organizaciones debemos profundizar la solidaridad y “desarmar” los niveles de competencia e individualismo para así podernos demostrar y demostrarles a los “señores de guantes rojos” que otra sociedad es posible.

¡Y en el medio de esta situación, la pandemia!, ¡llovido sobre mojado! La economía sigue en caída, la esperada reactivación se demora, la desocupación y la pobreza aumentan y los recursos del estado se priorizan para a reparar un sistema de salud que hace muchos años está muy precarizado pero que en los últimos cuatro se agudizó. Se multiplicó la cantidad de camas de terapia intensiva, se construyeron nuevos hospitales y centros de aislamiento para los contagiados, etc.  El gobierno también toma medidas de ayuda para los sectores productivos castigados por la pandemia, con más aciertos que errores y con recursos que nunca alcanzan a cubrir todas las necesidades.

¡Y el impuesto por única vez al 1% más rico de la Argentina! ¡Y Vicentín! Y volvieron a subir sus niveles de violencia los medios de comunicación que defienden a los señores de “guantes rojos”. “¡Comunistas!”, “¡Vamos a convertirnos en Venezuela!”, “¡La yegua está detrás de todo esto!”, y otras tantas fantasías y barbaridades alentadas por los sectores anticuarentena, que mienten y manipulan a una pequeña parte de la población hasta arrastrarlos a movilizaciones ridículas, peligrosas e ilegales. No estoy negando el derecho a la protesta y a la honestidad de algunos sectores que están muy castigados por esta pandemia.

El 6 y 9 de agosto se cumplen 75 años dos de los mayores actos de violencia de la historia de la humanidad, los bombardeos de las Islas Japonesas de Nagasaki e Hiroshima, y nunca se detuvieron. Matan con bombas, con golpes de estado, con saqueos de recursos naturales, endeudamientos… Con estos señores de “guantes rojos”, y sus aliados, se tuvo que sentar nuestro joven ministro de economía, a negociar el pago de una deuda de la que el pueblo argentino no tuvo ningún beneficio. Pero se tuvo que sentar, y logró un resultado más que digno. No olvidemos que estaba frente a los señores de “guantes rojos”.

Y digo, “guantes rojos” porque en muchos casos, las manchas de sangre se los ha teñido por completo.

Lic. Fabián Scorpino

Consejos Permanentes por la No violencia Activa

El tiempo es hoy, mañana es tarde

El tiempo es hoy, mañana es tarde

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

Desde que comenzó la pandemia, se ha venido reflexionando acerca de las podredumbres que han quedado en evidencia. No solo de la actitud de desprecio por la vida ajena que tienen quienes pregonan por volver a la “normalidad” del capitalismo tal y como se conoció previamente, sino de múltiples problemas que permanentemente genera un sistema de muerte como el capitalismo.

La pandemia resaltó los desastres que generan las formas de producción capitalista (ya sea en los campos como en las urbes): el calentamiento global la muerte de especies animales o vegetales; la contaminación de ríos, mares y océanos; la emisión desmedida de CO2 a la atmósfera y la consecuente expansión del agujero en la capa de ozono; o la expulsión de personas del el campo a la ciudad. También podrían mencionarse el incremento en los niveles de pobreza, la precarización de la vida, el aumento de enfermedades, o un infinito etcétera.

Pero el COVID-19 también puso de manifiesto las fragilidades de un sistema interconectado e interdependiente (llamado globalización) que ante una situación como la actual no puede dar respuesta eficiente ni desde lo sanitario, ni desde lo económico.

En picada libre

Por sólo dar un ejemplo, los investigadores del Observatotio Económico Latinoamericano (OBELA), Oscar Ugarteche y Arturo Martínez Paredes, analizaron recientemente cómo la pandemia resquebrajó las cadenas de suministros en el rubro alimentario, afectando de manera más significativa a los países dependientes de la importación de la gran mayoría de los alimentos que consumen “como México, EEUU, China, la mayor parte de África y la Unión Europea”.

Según los investigadores, la FAO afirma que “’la fuerte desaceleración de todas las economías del mundo y en particular de las más vulnerables (…) hará que los países, en especial los que dependen de las importaciones de alimentos, tengan dificultades para disponer de los recursos necesarios para comprarlos, ya que las tasas de desempleo han aumentado y las repercusiones económicas de la COVID-19 en el ingreso serán más severas[1].

En relación a las consecuencias de la pandemia, cabe destacar que en abril de este año –antes de que todo estalle por los aires- la Organización Mundial del Comercio ya pronosticaba una caída del PIB mundial de entre un 13 y un 32% para el 2020. Y si bien esta organización señala que la caída de la economía será peor que la crisis del 2008/09 (algunes incluso señalan que pueda ser peor que la de la década del 30), afirman que en 2021 comenzará la recuperación, aunque continuarán los coletazos del desastre.

Según un informe del Centro de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés), “la economía mundial perdió al menos unos 126 mil millones de dólares en 2020 debido a la interrupción global de las cadenas de suministro en EEUU, la UE y China a causa del virus”. Además señala que “en conjunto, esos países representan el 63% de las importaciones mundiales y el 64% de las exportaciones de las cadenas de producción y venta[2]

Éste hecho no solo afecta a los países importadores de alimentos, sino también a quienes los exportan, ya sean de América, África o el Sudeste Asiático. En el informe antes mencionado se afirma que el 55% de todas las empresas pequeñas o medianas se vieron gravemente afectadas, mientras que solo el 40% de las grandes empresas han señalado verse afectadas.

Davos siempre está ahí, aunque no lo veas

Los ganadores ante la pandemia parecen ser los mismos grandes ganadores de siempre, los que cada año se juntan a planificar la economía global en Davos y que ahora proponen un “reseteo” o “reinicio”. Y sí, lo primero que se le viene a la mente tras escuchar esa palabra es la imagen de la empresa de la ventanita creada por Bill Gates (una batalla cultural que vamos perdiendo por goleada). “El Gran Reinicio”, así es como el presidente y fundador del Foro Económico de Mundial de Davos, Klasu Schwab, pretende llamar a este encuentro de la élite mundial en el 2021.

Éste al igual que el genocida norteamericano (aunque muchos lo sindican como estratega), Henry Kissinger, señalan que el “contrato social” (pobre Rousseau, se debe estar revolcando en su tumba) que conocimos ya no sirve y que hay que generar uno nuevo. La élite global sabe que su hegemonía sobre el sistema de acumulación globalizado llegó a su fin y que hoy es China el motor industrial del planeta. Y lógicamente están preparando su respuesta.

Los dichos de estos personajes no son muy diferentes a los del magnate de peluquín que ocupa el Despacho Oval. Ese gran slogan publicitario (de eso sí que sabe) de “America First” va en el mismo sentido. La globalización ya fue. La jugada de las élites será volver a concentrar sus poderes pero localmente. Y como esta crisis va a generar una gran pérdida depuestos de trabajo y la quiebra muchísimas pequeñas y medianas empresas, se abre un panorama favorable para que ellos las compren y sea parte de las reactivaciones de las economías a escala planetaria.

¿A quién pretenden dejar afuera de este reordenamiento? Claramente en la esfera de lo macro, a China. El gigante asiático se puso de pié, luego de décadas de burlas y desprecios occidentales. Pero si se mira en lo micro, los que perderían serían los pueblos del mundo, porque -de darse esta hipótesis- las lógicas de reproducción del capitalismo serían las mismas -o al menos muy similar-, y la impronta destructiva de la modernidad eurocéntrica, occidentalocéntrica y dualista cartesiana seguiría siendo la misma, pero a escala nacional.

Foto: Misión Verdad

La salida no es volver a la “normalidad”

La “normalidad” de las catacumbas a la que el mundo capitalista estaba acostumbrado llevó a que la humanidad superara el récord de emisiones de CO2 a la atmósfera: en mayo de este año se sobrepasó la barrera de las 400 partes por millón de este gas, que para las especies que necesitamos oxigeno es veneno. Esto no sucedía desde hace unos de 2.500 millones de años.

En 200 años, desde “revolución industrial” para acá, la modernidad, el capitalismo y sus lógicas depredatorias, están logrando asesinar al planeta, algo que no hizo la especie humana en miles años sobre el planeta tierra. Porque la responsabilidad no es de “la humanidad”, como los liberales pretenden que se crea. No son les individues les que tienen la responsabilidad de lo que está pasando, es un sistema que destruye todo a su paso para generar mayores niveles de rentabilidad para un puñado cada vez más reducido de personas.

Un discurso histórico

Han sido muchos y muchas las personas que manifestaron que hay que dar un giro de 180 grados en las lógicas de producción y de consumo (sobre todo las del norte global) si como especie se pretende seguir habitando en “esta, nuestra querida contaminada y única nave espacial”[3].

Al respecto y sin lugar a dudas, uno de los discursos más emblemáticos de la historia reciente ha sido el de Hugo Rafael Chávez Frías (Presidente y Comandante Eterno de la Revolución Bolivariana) en la Conferencia de Naciones Unidas para el Cambio Climático de 2009.

En aquel entonces Chávez alertaba sobre la destrucción capitalista y la “dictadura imperial” que aún hoy vive el mundo. Caracterizado por su gran retórica, simpatía y honestidad, en esa oportunidad hubo dos frases que pasarían a la historia, frases que no eran de su autoría, sino de algunes ciudadanes que las escribieron en sus pancartas: “No cambien el clima, cambien el sistema”, o “Si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado”. Síntesis pura y dura.

La comunidad organizada

Dicho esto, urge el debate acerca de cómo se produce, qué se produce, con qué objetivos, qué impacto tendrá ello sobre el medio que habitamos, entre muchas otras reflexiones que la humanidad debe darse de manera madura y responsable.

La pandemia y la podredumbre que sacó a relucir, no hacen más que resaltar la urgencia de esos debates. Porque la derecha y las élites globales (como se mencionó anteriormente) ya están trabajando para dar una respuesta al colapso que ellos mismos generaron.

Será tarea de los pueblos ir construyendo ese otro sistema que reemplace al caduco modelo impuesto por la modernidad eurocéntrica, patriarcal, racista y dualista cartesiana, que en muy poco tiempo llevó al planeta a un lugar de difícil retorno.

Hay que volver a la comunidad, a la resolución en pequeña escala de las necesidades básicas como la producción de alimentos, buscar energías que no destruyan el medio ambiente, al tiempo que se intenta revertir las brechas tecnológicas, pensando tecnologías no para vender sus patentes y aumentar la productividad y la rentabilidad, sino para resolver problemas cotidianos de las personas.

Hay que volver a la producción local, fortalecer el trabajo cooperativo y solidario, atendiendo y resolviendo los problemas que surjan en esas comunidades. Es imposible sostener los niveles de concentración no solo de la riqueza o de la propiedad de la tierra, sino de la población en grandes centros urbanos, hechos que terminan generando colapsos ya sean sanitarios, edilicios, hídricos, o de otra índole.

Para cerrar estas líneas, Chávez (también en aquel discurso en Copenhague), citaba al periodista y escritor francés Hervé Kempf, quien finalizando el preámbulo de su libro “Cómo los ricos destruyen el planeta” señala: “No podremos reducir el consumo a nivel global si no hacemos que los poderosos bajen varios escalones y si no combatimos la desigualdad. Es necesario que al principio ecologista, tan útil a la hora de tomar conciencia, ¨pensar globalmente y actuar localmente¨, le sumemos el principio que impone la situación: consumir menos y repartir mejor”.


Referencias:
[1] https://www.alainet.org/es/articulo/207285
[2] https://medium.com/@misionverdad2012/el-gran-reinicio-davos-conduce-el-modelo-econ%C3%B3mico-global-post-pandemia-3b682d6771a0
[3] Frase utilizada por el colega Walter Martínez al finalizar cada emisión de su programa “Dossier”.


<span style="color:#000000" class="tadv-color">Nicolás Sampedro</span>
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

En la demora está el peligro

En la demora está el peligro

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Nicolás Sampedro*

En artículos anteriores se marcaban algunos de los debates que abrió la pandemia del COVID-19 a escala global. En esas líneas también se manifestaba la necesidad de avanzar en ellos ante la inminente respuesta de las elites globales a la situación actual y si bien sólo han pasado algunos días, la realidad es que ya se comienzan a ver esas respuestas.

Hace unos días el filósofo y comunicador mexicano radicado en Argentina, Fernando Buen Abad escribía al respecto señalando que los sectores de poder global “preparan un arsenal de paliativos, analgésicos y entretenimientos ideados para anestesiar la rebeldía, para diluir el espanto develado por la pandemia y para convencernos de que nada puede ser cambiado, que “la cosa es así” y que debemos resignarnos… que alguna migaja caerá de la mesa del capitalismo ‘renovado’[1].

Semanas atrás también se ha analizado el papel que están jugando las deudas externas para los países periféricos o en vías de desarrollo -como, mediática y académicamente, los países centrales gustan denominar a sus oprimidos-. En tal sentido y haciendo honor a sus costumbres occidentalocéntricas e imperialistas, el Fondo Monetario Internacional otorgó millonarios préstamos a varios países de la región.

Según analiza el periodista económico argentino, analista asociado a al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la), Rodolfo Koé Gutiérrez, “entre el 15 de abril y el 1 de mayo el FMI aprobó préstamos a Bolivia, Costa Rica, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Haití, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Santa Lucía, por un total de 3.483 millones de dólares, pero con la condicionalidad de las temidas recetas de ajuste pospandémico”.

El colega señala que en todos los casos se condicionó a los países nuestroamericanos a que superada la pandemia, comiencen los ajustes fiscales para devolver estos créditos. Todos países ya castigados de antemano y con situaciones de extrema vulnerabilidad y desigualdad hacia lo interno. La complicidad del organismo con las corruptelas locales se hace insalvable y muy por el contrario a lo que algunos vienen diciendo, las políticas de ajuste del Fondo no cambiaron, fueron puestas en cuarentena.

Esta situación se da en un marco de pérdida masiva de trabajo, y de pobreza y pobreza extremas que se incrementarán sustancialmente según lo planteado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Este organismo señaló recientemente la pandemia dejará a más de 214 millones de personas en la pobreza y a más de 83 millones en la pobreza extrema. Como siempre, les más pobres son les que peor la pasan.

El organismo alertó a los gobiernos de la región a implementar políticas para frenar las consecuencias de la pandemia para no revivir la crisis de los 80, e implementar una renta básica universal para el 34,6% de las personas que habitan este continente y están en situación de pobreza.

Y es que en Nuestra América existen grandes porciones de la población que sobreviven de trabajos informales (53,1% según la Organización Internacional del Trabajo). Según detalla Koé Gutierrez, “en 2018 solo el 47,4% de los ocupados aportaba al sistema de pensiones y más de 20% de los ocupados vivía en la pobreza. Las mujeres, las jóvenes, los indígenas, los afrodescendientes y los migrantes están sobrerrepresentados entre los trabajadores informal[2].

Los datos arrojados por el colega son acoplables a los expresados por el investigador del Centro Mundial de Estudios Humanistas y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza, Javier Tolcachier, quien señaló que “una de cada 10 personas está en la indigencia total, mientras 2 de cada diez está bajo la línea de la pobreza. Claro que con diferencias enormes entre lugares. Mientras 43 de cada 100 seres humanos que viven en el África Subsahariana mal subsisten con menos de 2 unidades de moneda estadounidense – lamentable patrón aún en la estadística internacional – en los países de la OCDE esta proporción es de apenas 0.7 por cada cien[3].

El investigador rescata las cifras relevadas por la FAO, que en su informe de 2019 señaló que 820 millones de personas padecían hambre, en tanto cerca de 2 mil millones sufrían de inseguridad alimentaria.

De igual manera Tolcachier analiza los gastos del sector armamentístico que según cifras del SIPRI, en 2019 el despilfarro bélico sumó la vergonzosa cifra de “1.917 millones de millones de dólares, lo cual equivale a 60.800 dólares por segundo[4].

El contraste de estas cifras astronómicas, da cuenta de la podredumbre del capitalismo neoliberal y globalizado que rige hoy sobre este planeta. Pero la gran desvergüenza de la elite dominante y de sus complejos aparatos de propaganda (conocidos como medios de comunicación hegemónica), no hacen más que intentar tapar estas atrocidades.

Volviendo a Buen Abad, éste enfatiza que las elites dominantes “están tratando de maquillar el sistema económico dominante, sus salas de tortura laboral, sus refinamientos de usura bancaria, sus estrategias de despojo y privatización en educación, salud, vivienda, cultura… están tratando de maquillar las monstruosidades de la industria bélica capitalista, sus adláteres financieros y mediáticos… más todas las canalladas ideadas pertinazmente para humillar a la humanidad con hambre y pobreza”.

Dicho todo esto -y coincidiendo con el filósofo y comunicador mexicano- la pregunta que cabe es ¿Cómo será el mundo después de la pandemia?  Nadie tiene la respuesta, pero lo innegable es que si no se actúa pronto y de manera organizada, se estará ante el peligro de que los poderosos del mundo den respuestas a la crisis y “secuestren el futuro nuevamente”. Como  decía el histórico líder Eloy Alfaro: “En la demora está el peligro”.


* De pocas palabras, escucha más de lo que habla. Esquemático y metódico en el trabajo. Ni comunicador, ni  periodista, ni intelectual, es una cosa amorfa en constante transformación que intenta encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Lo irritan las injusticias, perder el tiempo y fallar en algo a alguien.

Fuentes:
[1] https://rebelion.org/el-capitalismo-no-morira-de-coronavirus/
[2] http://estrategia.la/2020/05/13/covid-19-dejara-215-millones-de-nuevos-pobres-en-la-region-segun-cepal/
[3] Informe Programa Naciones Unidas para el Desarrollo “Covid-19 y Desarrollo Humano” https://datastudio.google.com/reporting/abd4128c-7d8d-4411-b49a-ac04ab074e69/page/CJbLB
[4] https://www.alainet.org/es/articulo/206463

Buscando respuestas colectivas a problemas comunes

Buscando respuestas colectivas a problemas comunes

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Por Nicolás Sampedro*

Desde que comenzó la pandemia, en los medios de comunicación hegemónicos, han circulado infinidad de voceros (conscientes o no) del establishment. Acorde a los temas de debate propuestos por estos emporios infocomunicacionales, se repitió una y otra vez la dicotomía entre salud y economía, en la que -lógicamente- se abogaba por la segunda.

Si bien -desde este espacio- se considera que es una falsa dicotomía, el ejemplo sirve para analizar qué hay por detrás de estas ansias de volver a encender motores. Y como sucede frecuentemente, el mejor ejemplo es plantar una dicotomía real: Capitalismo vs Socialismo.

Los casos de Cuba y EEUU son quizás el mejor ejemplo para graficar lo que esta pandemia ha generado. Por un lado el imperio (con Trump a la cabeza), burlándose de la pandemia, llegando tarde con la toma de medidas que protegieran a ese pueblo, con un sistema sanitario que no da abasto con la cantidad de contagiados (hoy un tercio de los contagiados a nivel mundial), donde parece reinar la ley de la jungla (de mercado), donde quien tiene más recursos puede salvarse, entre muchas otras particularidades.

Por otro lado Cuba, la histórica Cuba revolucionaria del Che y Fidel que hoy comanda Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y que pese a estar bloqueada desde hace décadas (con las limitaciones que esto conlleva), sigue solidarizándose con los demás pueblos del mundo, enviando brigadas médicas.

La dicotomía cambia a Barbarie o Solidaridad, Individualismo o Comunidad, pero en definitiva se habla de lo mismo. De igual manera la discusión puede transpolarse al plano de la producción y del consumo: producir sin límites y consumir sin límites, o producir lo necesario para garantizar la vida (no sólo humana) y consumir lo que hace falta para no malgastar bienes finitos que en algún momento pueden acabarse.

Algunos científicos atribuyen la aparición de virus como el COVID-19 al constante abuso que hace el ser humano de las condiciones de producción. No importa el hacinamiento de animales, no importa talar indiscriminadamente, no importa devastar el mar o las montañas, importa la rentabilidad. Así la humanidad se encuentra con el calentamiento global, con los incendios forestales, con montañas de desechos plásticos en el mar y en basurales que matan todo a su alrededor, con grandes sequías o inundaciones fatales. El ser humano se convirtió en su peor enemigo.

Como decía el amigo Jorge Beinstein, la rueda del mundo se mueve gracias al petróleo. Pero esa forma de producción energética hoy está en cuarentena. El desplome de los precios ha hecho tambalear la economía global, que sumado a la pandemia está complicando seriamente el comercio tal y como lo conocíamos hasta hace pocos meses.

Pero antes de que los números de las bolsas se vinieran abajo, antes de que se desplomaran los precios del crudo, ya existía sobre el tablero mundial otra disputa, ampliamente difundida y analizada en este espacio: la disputa por el 5G y la inteligencia artificial.

La inteligencia artificial, la nanotecnología, la computación cuántica, pueden ser términos no muy comunes para el general de la población, pero que poco a poco están ganando terreno en la discusión social. El punto es que estos avances tecnológicos implicarían necesariamente una reconversión de los trabajos. Si las máquinas van a hacer trabajos que antes hacían les seres humanos, eso quiere decir que habrá mucho menos empleo disponible. O se reconfigura el terreno laboral o habrá tendales de pobres (aún más que las ya escandalosas cifras que ostenta la humanidad). Si se va hacia ese paradigma ¿se está avanzando o retrocediendo?

Para el filósofo ruso Alexander Duggin el mundo ya avanzaba hacia la multipolaridad (China y Rusia ya estarían actuando en base a ese escenario) y lo que ha hecho la pandemia es acelerar ese proceso. La muerte de la globalización como sistema-mundo sería una consecuencia casi ineludible (coincidiendo con el analista mexicano Alfredo Jalife-Rahme). Esto llevaría a un mundo post-globalización con fuertes características nacionalistas y donde la soberanía se volvería el principal valor social.

Lógicamente avanzar hacia un mundo con esas características también llevaría a reordenar prioridades, formas de producción, formas de consumo o formas de relacionamiento. La normalidad que hoy conocemos ya no sería tal.

Está más que claro que quienes detentan el poder y grandes fortunas no pretenden ceder ni una pisca de su patrimonio. También es evidente que para sobrellevar la situación actual y superar la pandemia los Estados (único actor capaz de pilotear la situación) necesitarán adquirir otras dinámicas. En este contexto los debates que se abren son muchos y muy variados.

Pero como señaló recientemente el político, periodista, intelectual y ex ministro del Gobierno boliviano, Hugo Moldiz: “los escenarios están ahí, un Estado intervencionista no actúa necesariamente en beneficio de las clases subalternas. Las propias burguesías por momentos, demandan el Estado para inyección de capital en beneficio del sector empresarial”.

Ante este escenario el colega boliviano se pregunta si vamos hacia la superación del capitalismo, hacia un “comunismo renovado” (como también afirmó el filósofo eslavo, Slavoj Zizek) o hacia un “capitalismo reforzado”.[1]

En este sentido y coincidiendo con los postulados esgrimidos por Moldiz, cabe preguntarse ¿Cómo relanzar aquellas gestas heroicas de quienes soñaron con la libertad y avanzaron en su conquista? ¿Cómo relanzar esa tarea titánica abrazada por Chávez, Fidel, Lula, Evo, Correa, Kirchner que pretendía conquistar nuestra segunda independencia? En definitiva ¿Cómo volver a tejer causas y sueños comunes?


* Periodista, conductor de Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), productor de Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista La Marea (Radio Futura – FM 90.5) y Mirada Crítica (Realpolitik), responsable de la sección Sindical de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

Fuentes:
[1] https://www.youtube.com/watch?v=Ed8Uk1_e_H0

Humanidad Jaqueada

Humanidad Jaqueada

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

Por Nicolás Sampedro*

Hace algunas semanas el filósofo y teólogo argentino, naturalizado mexicano, Enrique Dussel, compartió algunas reflexiones acerca de la pandemia del COVID-19 que está viviendo la humanidad y los desafíos que enfrenta.

Dussel reflexionó sobre algunos conceptos fundamentales para pensar el presente y el futuro de la especie humana y del resto de los seres vivos que habitan este planeta, si es que se pretende continuar viviendo y no seguir avanzando derechito al precipicio.

Si bien existen muchas corrientes de pensamiento e intelectuales que han materializado diversas reflexiones al respecto, una fundamental para el filósofo y teólogo será la reflexión sobre la ética. Ética entendida como la reafirmación de la vida, como el espacio liberado, donde el instinto no llega. Ésta será entonces lo que diferencie a la especie humana del resto de las especies vivientes.

Ese espacio que llena la Ética será la libertad de acción de seres racionales que pueden realizar actos que reafirmen la vida o que -por el contrario- la agredan. Diferente posibilidad tienen el resto de las especies, que no actúan racionalmente sino que lo hacen por instinto, adaptándose a las leyes de la naturaleza, de la madre tierra o la Pachamama como la llaman los pueblos originarios.

La modernidad o era moderna, que comienza con la invasión europea al continente americano (o Abya Yala como le decían comunidades originarias a este continente), es un momento histórico en el que se reafirma y exacerba una visión antropocéntrica, considerando a la naturaleza como un objeto explotable y controlable. Al respecto Dussel afirma que esta forma de comprenderse -amo y señor del planeta- ha llevado a los seres humanos a no medir las consecuencias de sus actos. La acumulación de actos que dañan a la naturaleza es la que está complicando la vida, no sólo de la humanidad sino del resto de las especies vivientes.

El calentamiento global producto de la emisión desmedida de gases de efecto invernadero, la gran cantidad de residuos plásticos arrojados al mar que perjudica a diversas especies marinas, los incendios repetidos en distintas partes del planeta, son todas consecuencias de la acumulación de actos erráticos que priorizan las ganancias por sobre la naturaleza y quienes habitan esta casa común.

El punto es que los seres humanos no son dueños de la naturaleza, sino parte de. Este cambio de enfoque necesariamente debería llevar a repensar las prácticas, las lógicas de producción y de consumo hoy vigentes, o la forma en que nos relacionamos con otros seres vivientes.

Simplificando la profunda reflexión vertida por Dussel, es imperioso el debate acerca de una Ética, no del mercado y las ganancias, sino de reafirmación la vida(tanto la del ser humano como la de los demás seres vivos y la naturaleza en su conjunto). Si el ser humano no es “dueño” de la naturaleza sino parte de ella, matarla, a la corta o a la larga, es suicidarse.

Esta Ética de reafirmación de la vida, debe pensarse como reafirmación de la comunidad. Les seres humanes son seres sociales, por consiguiente que sobreviva uno por encima de la comunidad, también sería suicidarse. ¿Acaso Rockefeller, Bill Gates, Trump o Soros saben cómo producir alimento con sus propias manos? ¿Saben cómo hacer un fuego por sus propios medios o dependen de quienes sí saben hacerlo? Está claro que si no es en comunidad, no se salvará nadie.

El capitalismo, la globalización, el individualismo, los ecocidios, los genocidios, son partes de una misma forma de organización planetaria de la que se desprenden otros muchos factores que hacen a las formas de vida que hoy por hoy lleva gran parte de la humanidad. Cada una de ellas es producto de lo que se conoce como Modernidad. Un sistema mundo que se propagó durante siglos y que el COVID-19 está poniendo en jaque.

La pandemia, sin dudas es un llamado de atención que la naturaleza está dando a la humanidad, única especie capaz de dañar y/o matar el entorno en el que vive. Dussel señala que este es un momento de transición entre esa “modernidad” que muere y lo nuevo, que necesariamente deberá reordenar las prioridades, si es que se pretende seguir existiendo.

Quizás un buen ejercicio para aprender y aprehender esta nueva Ética sea analizar las actitudes no solo del gobierno argentino, sino de los gobierno del mundo, de lo que opinan las referencias partidarias del diverso abanico que compone la vida política de cada nación. Posiblemente se observará casi de inmediato quién prioriza la vida y quién la “acumulación de riquezas”.

Obsérvese el caso norteamericano: un Donald Trump que primero desestimó el virus y lo ninguneó, que después renegó de los gobernadores que tomaron medidas de cuarentena porque “eso frenaba la economía”, que en sus declaraciones reafirmó una y otra vez su desinterés por las miles de vidas que se están perdiendo ante este nuevo virus, que no distingue entre clases (aunque obviamente perjudica en mayor magnitud a les más desprotegides del sistema).

Un Trump que hasta hace solo un mes estaba enfrascado en una guerra comercial con China y se vio forzado a comprarle suministros médicos porque su sistema sanitario no da abasto, y que ahora pretende desfinanciar a la Organización Mundial de la Salud (organismo que depende de la ONU) argumentando que benefició al país asiático y que manejó mal la situación de la pandemia.

Hay que tener presente que -haciendo una simplificación- el neoliberalismo es una corriente de pensamiento que prioriza la economía y la “libre competencia”, que considera al mercado como la institución suprema y que entiende que el Estado -la otra institución que puede intervenir- debe tener una función secundaria, debe ser y debe intervenir lo mínimo posible, para no modificar las lógicas y reglas del mercado.

Ésta lógica es por demás perversa: prioriza la ganancia económica -en el menor tiempo posible- por sobre la vida, no solo humana sino de la naturaleza, que es el ambiente donde vive junto a otras especies; por consiguiente es un sistema que atenta contra las condiciones de reproducción de la vida.

Siguiendo esta lógica que profesa que el Estado debe ser mínimo, no habría posibilidad de que éste intervenga ni siquiera en la salud, que también sería vista como un negocio. ¿Acaso el COVID-19 no pone de manifiesto que así es como se comprende a la salud en gran parte del mundo? ¿No queda evidenciado que sólo el Estado, a través de la salud pública, puede garantizar el acceso a un servicio sanitario para quien lo necesite sin importar clase social, color de piel, identidad de género o lugar de procedencia?

Como contracara de EEUU se puede observar la actitud que han adoptado otros gobiernos como el chino, el ruso, incluso los de Cuba y Venezuela, que pese a estar bloqueados por la administración Trump (y de sus aliados) no dejan de tenderle su mano solidaria a otros pueblos. Cabe señalar que los gobiernos de estos países proponen un Estado fuerte, con mucha participación e intervención para garantizar los derechos básicos de sus pueblos: educación, salud, seguridad, alimentos y vivienda digna, entre otras.

En el caso argentino el gobierno de les Fernández se encontró con un Estado en franco deterioro, endeudado hasta la médula y con pocas alternativas materiales para enfrentar una situación, que ya era compleja antes de la aparición del COVID-19, producto de las políticas de Macri y “el mejor equipo de los últimos 50 años”. Sin embargo lo que no le faltó al gobierno que encabeza Alberto Fernández fue decisión política para poner sobre la mesa que lo que verdaderamente importa es cuidar la vida del pueblo. La economía más temprano que tarde se arreglará, pero para una vida que se pierde no hay marcha atrás.

Es importante resaltar que bajo la órbita de la modernidad, “la normalidad” está dada por el aumento de la tasa de ganancia, yes precisamente por ello, que es el mercado quien debe “regular” el sistema. Desde esta perspectiva, la intromisión del Estado sería un estorbo.¿Cuánto economista, empresario, lobista, periodista u opinólogo liberal (aunque a veces intenten ocultarlo) se ha visto pululando por los medios de comunicación o las redes sociales con discursos que intentan presionar al gobierno argentino para que “vuelva a encender la economía”?

En un pasaje de esta entrevista Dussel exclama: “¡No se venden autos! Pero qué bueno, por fin vamos a tener menos autos. Lo que hay que hacer es cambiar el sistema de transporte para tener menos autos”. Según este intelectual, el mundo se escandaliza porque se venden menos autos pero “la vida nos dice: tengan menos autos porque el esmog de las ciudades destruye la posibilidad de la vida futura. Tener menos autos tendría que ser el propósito de una racionalidad vital, que es la misma que la que lucha contra el virus”. En este sentido, sostiene que “el virus jaquea, pone en cuestión la normalidad de la modernidad, que es irracional”.

¿La humanidad pretende volver a la “normalidad” que impuso durante décadas la modernidad o esta catástrofe que está viviendo será el puntapié para generar cambios, reordenar las prioridades, repensar los vínculos sociales y la imperiosa necesidad de ser más solidaries y tener más empatía por lo que le pasa al de al lado? Alberto Fernández ha señalado en reiteradas oportunidades que precisamente la pandemia abre la posibilidad de barajar y dar de nuevo, pero de manera más justa y equitativa.

En línea con esta última pregunta, Dussel aporta algunas ideas insistiendo en que no necesitamos ni un Estado totalitario,ni una democracia liberal, sino un Estado democrático, popular y obediencial a las necesidades del pueblo y, fundamentalmente,que piense primero en les pobres.

La pandemia del COVID-19 puso en jaque a la humanidad. El sistema, la modernidad, ese 1% que tiene más dinero que el 99% restante,y que mediante sus usinas de producción y reproducción, reacciona para intentar que nada cambie; o que cambien algunas cosas,pero mínimas.Por consiguiente el debate propuesto estará a cargo de los pueblos, de esa mayoría abrumadora de personas que todos los días sale a trabajar, que está cansada de tanta injusticia y que pretende vivir dignamente, en armonía y con felicidad. Bienvenido sea el debate.


* Periodista, conductor de Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), productor de Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista La Marea (Radio Futura – FM 90.5) y Mirada Crítica (Realpolitik), responsable de la sección Sindical de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
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