Por Nicolás Sampedro*

Hace algunas semanas el filósofo y teólogo argentino, naturalizado mexicano, Enrique Dussel, compartió algunas reflexiones acerca de la pandemia del COVID-19 que está viviendo la humanidad y los desafíos que enfrenta.
Dussel reflexionó sobre algunos conceptos fundamentales para pensar el presente y el futuro de la especie humana y del resto de los seres vivos que habitan este planeta, si es que se pretende continuar viviendo y no seguir avanzando derechito al precipicio.
Si bien existen muchas corrientes de pensamiento e intelectuales que han materializado diversas reflexiones al respecto, una fundamental para el filósofo y teólogo será la reflexión sobre la ética. Ética entendida como la reafirmación de la vida, como el espacio liberado, donde el instinto no llega. Ésta será entonces lo que diferencie a la especie humana del resto de las especies vivientes.
Ese espacio que llena la Ética será la libertad de acción de seres racionales que pueden realizar actos que reafirmen la vida o que -por el contrario- la agredan. Diferente posibilidad tienen el resto de las especies, que no actúan racionalmente sino que lo hacen por instinto, adaptándose a las leyes de la naturaleza, de la madre tierra o la Pachamama como la llaman los pueblos originarios.
La modernidad o era moderna, que comienza con la invasión europea al continente americano (o Abya Yala como le decían comunidades originarias a este continente), es un momento histórico en el que se reafirma y exacerba una visión antropocéntrica, considerando a la naturaleza como un objeto explotable y controlable. Al respecto Dussel afirma que esta forma de comprenderse -amo y señor del planeta- ha llevado a los seres humanos a no medir las consecuencias de sus actos. La acumulación de actos que dañan a la naturaleza es la que está complicando la vida, no sólo de la humanidad sino del resto de las especies vivientes.
El calentamiento global producto de la emisión desmedida de gases de efecto invernadero, la gran cantidad de residuos plásticos arrojados al mar que perjudica a diversas especies marinas, los incendios repetidos en distintas partes del planeta, son todas consecuencias de la acumulación de actos erráticos que priorizan las ganancias por sobre la naturaleza y quienes habitan esta casa común.
El punto es que los seres humanos no son dueños de la naturaleza, sino parte de. Este cambio de enfoque necesariamente debería llevar a repensar las prácticas, las lógicas de producción y de consumo hoy vigentes, o la forma en que nos relacionamos con otros seres vivientes.
Simplificando la profunda reflexión vertida por Dussel, es imperioso el debate acerca de una Ética, no del mercado y las ganancias, sino de reafirmación la vida(tanto la del ser humano como la de los demás seres vivos y la naturaleza en su conjunto). Si el ser humano no es “dueño” de la naturaleza sino parte de ella, matarla, a la corta o a la larga, es suicidarse.
Esta Ética de reafirmación de la vida, debe pensarse como reafirmación de la comunidad. Les seres humanes son seres sociales, por consiguiente que sobreviva uno por encima de la comunidad, también sería suicidarse. ¿Acaso Rockefeller, Bill Gates, Trump o Soros saben cómo producir alimento con sus propias manos? ¿Saben cómo hacer un fuego por sus propios medios o dependen de quienes sí saben hacerlo? Está claro que si no es en comunidad, no se salvará nadie.
El capitalismo, la globalización, el individualismo, los ecocidios, los genocidios, son partes de una misma forma de organización planetaria de la que se desprenden otros muchos factores que hacen a las formas de vida que hoy por hoy lleva gran parte de la humanidad. Cada una de ellas es producto de lo que se conoce como Modernidad. Un sistema mundo que se propagó durante siglos y que el COVID-19 está poniendo en jaque.
La pandemia, sin dudas es un llamado de atención que la naturaleza está dando a la humanidad, única especie capaz de dañar y/o matar el entorno en el que vive. Dussel señala que este es un momento de transición entre esa “modernidad” que muere y lo nuevo, que necesariamente deberá reordenar las prioridades, si es que se pretende seguir existiendo.
Quizás un buen ejercicio para aprender y aprehender esta nueva Ética sea analizar las actitudes no solo del gobierno argentino, sino de los gobierno del mundo, de lo que opinan las referencias partidarias del diverso abanico que compone la vida política de cada nación. Posiblemente se observará casi de inmediato quién prioriza la vida y quién la “acumulación de riquezas”.
Obsérvese el caso norteamericano: un Donald Trump que primero desestimó el virus y lo ninguneó, que después renegó de los gobernadores que tomaron medidas de cuarentena porque “eso frenaba la economía”, que en sus declaraciones reafirmó una y otra vez su desinterés por las miles de vidas que se están perdiendo ante este nuevo virus, que no distingue entre clases (aunque obviamente perjudica en mayor magnitud a les más desprotegides del sistema).
Un Trump que hasta hace solo un mes estaba enfrascado en una guerra comercial con China y se vio forzado a comprarle suministros médicos porque su sistema sanitario no da abasto, y que ahora pretende desfinanciar a la Organización Mundial de la Salud (organismo que depende de la ONU) argumentando que benefició al país asiático y que manejó mal la situación de la pandemia.
Hay que tener presente que -haciendo una simplificación- el neoliberalismo es una corriente de pensamiento que prioriza la economía y la “libre competencia”, que considera al mercado como la institución suprema y que entiende que el Estado -la otra institución que puede intervenir- debe tener una función secundaria, debe ser y debe intervenir lo mínimo posible, para no modificar las lógicas y reglas del mercado.
Ésta lógica es por demás perversa: prioriza la ganancia económica -en el menor tiempo posible- por sobre la vida, no solo humana sino de la naturaleza, que es el ambiente donde vive junto a otras especies; por consiguiente es un sistema que atenta contra las condiciones de reproducción de la vida.
Siguiendo esta lógica que profesa que el Estado debe ser mínimo, no habría posibilidad de que éste intervenga ni siquiera en la salud, que también sería vista como un negocio. ¿Acaso el COVID-19 no pone de manifiesto que así es como se comprende a la salud en gran parte del mundo? ¿No queda evidenciado que sólo el Estado, a través de la salud pública, puede garantizar el acceso a un servicio sanitario para quien lo necesite sin importar clase social, color de piel, identidad de género o lugar de procedencia?
Como contracara de EEUU se puede observar la actitud que han adoptado otros gobiernos como el chino, el ruso, incluso los de Cuba y Venezuela, que pese a estar bloqueados por la administración Trump (y de sus aliados) no dejan de tenderle su mano solidaria a otros pueblos. Cabe señalar que los gobiernos de estos países proponen un Estado fuerte, con mucha participación e intervención para garantizar los derechos básicos de sus pueblos: educación, salud, seguridad, alimentos y vivienda digna, entre otras.
En el caso argentino el gobierno de les Fernández se encontró con un Estado en franco deterioro, endeudado hasta la médula y con pocas alternativas materiales para enfrentar una situación, que ya era compleja antes de la aparición del COVID-19, producto de las políticas de Macri y “el mejor equipo de los últimos 50 años”. Sin embargo lo que no le faltó al gobierno que encabeza Alberto Fernández fue decisión política para poner sobre la mesa que lo que verdaderamente importa es cuidar la vida del pueblo. La economía más temprano que tarde se arreglará, pero para una vida que se pierde no hay marcha atrás.
Es importante resaltar que bajo la órbita de la modernidad, “la normalidad” está dada por el aumento de la tasa de ganancia, yes precisamente por ello, que es el mercado quien debe “regular” el sistema. Desde esta perspectiva, la intromisión del Estado sería un estorbo.¿Cuánto economista, empresario, lobista, periodista u opinólogo liberal (aunque a veces intenten ocultarlo) se ha visto pululando por los medios de comunicación o las redes sociales con discursos que intentan presionar al gobierno argentino para que “vuelva a encender la economía”?
En un pasaje de esta entrevista Dussel exclama: “¡No se venden autos! Pero qué bueno, por fin vamos a tener menos autos. Lo que hay que hacer es cambiar el sistema de transporte para tener menos autos”. Según este intelectual, el mundo se escandaliza porque se venden menos autos pero “la vida nos dice: tengan menos autos porque el esmog de las ciudades destruye la posibilidad de la vida futura. Tener menos autos tendría que ser el propósito de una racionalidad vital, que es la misma que la que lucha contra el virus”. En este sentido, sostiene que “el virus jaquea, pone en cuestión la normalidad de la modernidad, que es irracional”.
¿La humanidad pretende volver a la “normalidad” que impuso durante décadas la modernidad o esta catástrofe que está viviendo será el puntapié para generar cambios, reordenar las prioridades, repensar los vínculos sociales y la imperiosa necesidad de ser más solidaries y tener más empatía por lo que le pasa al de al lado? Alberto Fernández ha señalado en reiteradas oportunidades que precisamente la pandemia abre la posibilidad de barajar y dar de nuevo, pero de manera más justa y equitativa.
En línea con esta última pregunta, Dussel aporta algunas ideas insistiendo en que no necesitamos ni un Estado totalitario,ni una democracia liberal, sino un Estado democrático, popular y obediencial a las necesidades del pueblo y, fundamentalmente,que piense primero en les pobres.
La pandemia del COVID-19 puso en jaque a la humanidad. El sistema, la modernidad, ese 1% que tiene más dinero que el 99% restante,y que mediante sus usinas de producción y reproducción, reacciona para intentar que nada cambie; o que cambien algunas cosas,pero mínimas.Por consiguiente el debate propuesto estará a cargo de los pueblos, de esa mayoría abrumadora de personas que todos los días sale a trabajar, que está cansada de tanta injusticia y que pretende vivir dignamente, en armonía y con felicidad. Bienvenido sea el debate.
* Periodista, conductor de Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), productor de Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista La Marea (Radio Futura – FM 90.5) y Mirada Crítica (Realpolitik), responsable de la sección Sindical de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.