Relato de Lucas Carreño, participante de la convocatoria de cuentos “Hebe Uhart”.
Yo sé que cuando se destape la olla se va a ver lo podrido del asunto y esto lo estoy contando de antemano un poco por eso. Cuando se arme el lío no me va a dar el tiempo para decir nada. También pasó mucha agua debajo del puente pero ¿estos tipos tienen ese vicio no? No te perdonan una. Además estoy grande ya y viste como es, se te empiezan a borrar los bordes del recuerdo, se te van los detalles y terminas armando una mezcolanza de historias que no conectan.
Afuera llueve y eso me pone en clima, no por nostálgico ni nada sino porque ese día también llovía. Me indigno cuando me vienen con historias del diluvio universal, ese día si llovía como para que se inundara el mundo. La cuestión es esa, afuera llueve y a mí me caen las imágenes oxidadas por el desuso. Si lo pienso dos minutos, me vino al pelo el agua, porque ni bien cayeron las primeras gotas se armó como una desbandada de gente que se llevó a todos los chismosos. Y fue como tiene que ser. Los que estuvimos fuimos los de siempre, los que sabíamos, los amigos con derecho a estar. Si el pobre se las estaba bancando todas por nosotros, más que nada por mí. ¿Cómo no lo iba a aguantar hasta lo último?
Cuando me vino con esa idea de que tenía un plan para que yo zafara lo saque cagando. Si yo ni había pensado bajarme. Si ya estaba todo arreglado de antemano con el viejo y era un negocio redondo que cerraba por todos lados. Pero él, bicho, me conocía. Sabía que yo estaba dudando, que ella me volaba la cabeza. A todo el mundo le pasaba lo mismo. Nadie se animaba a mirarla de frente, era imposible, te desarmaba, entrabas en un estado como vegetativo. No es que fuera solamente hermosa, era perfecta. Lucida, bella, tiránica, insolente, simpática y distante todo en su medida ideal. En la ciudad se comentaba que no era real, no podía ser de este mundo. El tema es que sí, que existía y para darle la razón a este chiflado se notaba que yo le gustaba.
¿Cómo no querés que dude hermano? Si la piba por la que te morís, la que te tiene dos noches enteras sin dormir viene y te sonríe pícara y te dice -vas a caer- mientras te señala los cordones desatados, no hay corazón que aguante. Me estoy yendo de mambo y cuando lean esto no lo van a querer terminar pero por aburrido. La cosa es que cuando este ñato me viene con ese plan de que cambiemos, de que sos conocido pero no tanto, de que con la barba y el pelo largo medio que somos todos iguales… Si hubiéramos intentado lo que hicimos en esa época al día de hoy hubiera sido imposible. Con las cámaras, los teléfonos, la televisión y que lo que uno hace lo saben hasta en Japón, más que nada lo saben en Japón, tengan cuidado. Te decía que si lo hubiéramos intentado hoy nos linchan a todos, al grupo entero.
El tema es que una vez que me planteo su plan yo empecé a darle a la maquinita de la cabeza. Le había dicho que no que ni en pedo pero por dentro si que fantaseaba. Mudo quede cuando, dos días después, en una reunión con los muchachos nos hizo callar a todos y nos anunció que tenía fecha para morirse. Lo dejamos hablar porque quedamos como en shock. Él nos contó que había hablado con el viejo, no dijo como pero el viejo siempre encuentra la manera de contactarte, y que este le había dicho que se iba a morir. No sé qué enfermedad le nombró pero le afirmó que le quedaba poco, que se hiciera la idea a un par de días. Después de que pasara lo que estaba arreglado conmigo quedaba afuera él también. Los muchachos se pusieron como locos, que no podía ser, que yo iba a contactar al viejo para que lo arreglara, que el trabajo futuro era difícil y no se podía bajar antes de arrancar. Cuando se dejaron de gritar él empezó a hablar otra vez. Totalmente serio, creo que para despejar nuestras dudas, les contó lo que me había planteado a mí. Íbamos a cambiar de lugar, yo todavía era un borrego y él ya estaba jugado, también agregó, al final, que si al viejo no le gustaba la idea que se podía ir bien a la mierda. Y vos viste como son los muchachos, por bancar a un amigo
hacen lo que sea. Y encima en este caso estaban bancando a dos, porque sobre todo me hacían la pata a mí que era el principal beneficiado del asunto. Yo lo único que atine a decir, lo que en verdad me daba cagaso del asunto, fue que hacía falta saber que pensaba ella, eso era lo importante realmente.
El amor. El tipo se estaba jugando su vida por mí y me estaba dando la oportunidad de mi vida con ella. Con esa gratitud y enamoramiento infinitos rebotando en el cuerpo fui y se lo planteé. Me costó muchísimo. No es fácil exponer el corazón y menos si en el medio lagrimeas y no se te entiende nada. Pero ella lo entendió y lo resolvió todo a su manera. Le dio forma de felicidad a mi vida plantándome un beso que me hizo, y me hace, el tipo más feliz del universo.
A partir de ahí fue todo una gran despedida, dolor y certeza. Él era terco como una mula y yo me refugiaba en ella. Estaba todo decidido. La conversación con los sacerdotes, las treinta monedas de plata, su última cena, el calvario y la agonía. Hice lo que pude por aliviar su sufrimiento cuando llego el momento del final. Lo que sigue en la historia ya lo sabe todo el mundo. Aunque haya sido pura actuación para nosotros es la verdad para el resto.
Hay dos sensaciones de ese día que por más que el tiempo me barra la memoria no va a lograr quitarme del cuerpo, una es su sonrisa desde lo alto de la cruz bendiciéndonos con su sacrificio. La segunda es la sensación de ella apretándome la mano entre las suyas diciéndome que sí, que por toda la eternidad.