Relato de Alejandro Alfonzo, participante de la convocatoria de cuentos “Hebe Uhart”.
Leímos juntos sobre especular. En realidad ella leyó y yo escuché. Aunque estábamos en el balcón y eran casi las 9 de la noche, el calor era agobiante: nos habíamos tomado 2 botellas de agua en 10 minutos y nos acariciábamos poco para no pegotearnos. El árbol que se metía sin pedir permiso en el balcón, cada tanto se movía pero en vez de dar viento nos llenaba de hojas o de coquitos, o de esas cosas chiquitas que tienen los ombúes.
Había baches en los que no prestaba atención porque estaba especulando, como lo hago ahora también. ¿Qué pasaba si ese cuarentón pasado de pepa y de gira no me chocaba de frente el auto porque se había quedado dormido? ¿Y si yo estaba en el auto? ¿Y si tal vez me subía antes al auto, lograba esquivarlo pero me chocaba, no sé, un árbol? ¿Y qué pasa si no hubiese trabajado en el colegio? ¿Estaría acá?
En realidad no todo es tan grave: un loco se quedó dormido a las 11 de la matina, me chocó el auto dos días antes de salir de viaje y bueno, por suerte pago un seguro.
¿Servirán los seguros? ¿Son como las jubilaciones? O sea, sé cómo funcionan pero,
¿funcionan?
Esa noche después de leer sobre especular, bajamos el ascensor un piso (si, un piso. El ascensor más inútil que conozco pero es lindo), y caminamos en busca de algún antro. En realidad queríamos cenar helado. Yo quería comer helado sobre ella. ¿Quería o quiero? Bueno, fuimos en busca de crema de coco y dulce de leche y de golpe estábamos tomando una birra en vasos pequeños y comiendo unas hamburguesas buenísimas.
Ahí, después de que se me caiga una silla frente a todos, hablamos sobre los sentimientos más ¿feos? que se pueden sentir para con otro humano. Mi top 3 es asco,
lástima y pena. El de ella creo que era parecido. Divagamos, nos reímos y nos pedimos otras birras ácidas. ¿Alguien me puede decir por qué están tan de moda?
El flaco un poco de lástima me dio. Bajó de su auto rojo que estaba incrustado en mi auto rojo, me miró, me preguntó si era mío, me explicó que se había quedado dormido y me pidió perdón con un puño, ¿acaso tenía que pegarle? ¿Decirle que me había cagado un viaje? ¿Qué cómo iba a manejar dormido?
No sé bien que hice, solo noté que sus manos histéricas prendieron un cigarrillo y que se sentó en la vereda, a mirar y a pensar en cómo hace unas horas estaba de fiesta o cogiendo o anda a saber qué, y ahora de golpe, había chocado su auto y su fin de año de había ennegrecido. Y el mío. A veces creo que soy medio pelotudo. Me di lástima y pena. Asco, por suerte, todavía no.
A veces todo es muy difuso, mis pensamientos se mezclan y por unos segundos pierdo la noción de qué fue primero: ¿el choque? ¿La cena? Para no errarle, cuento todo a la vez.
A la primera persona que llamé fue al Gordo, llegó realmente rápido y con su cara de ya había armado el bolso para irme de vacaciones en tu auto recién chocado pero siento pena por vos, me abrazó y me dijo vamos a cambiar la rueda así no se rompe más. Y también vino María. Yo moría de ganas porque se conozcan pero no lo disfruté por el choque. Nunca entenderé como se dan las cosas, capaz planear y todo eso de organizar es chamuyo.
Estuvimos un rato sin hacer mucho, el flaco se fue a buscar el seguro y un conjunto de sucesos bizarros sucedieron: me dejó el registro para que yo le crea que iba a volver, una señora que era la antigua dueña del auto llegó al lugar y se quedó para retar al tipo y yo, me quedé parado, como si las horas fuesen segundos.
María de golpe me devolvió a la realidad. A veces parece estar eclipsada en su mundo, en su celular, en su cabeza recopilando todas las tareas que tiene que hacer. Sin embargo, tengo la teoría de que solo está esperando el momento indicado para decir lo justo o pensando cómo hacerte sentir mejor: gran virtud la aparición oportuna, ¿no?
¿Vamos a comer un helado Ale? Y fuimos, y nos reímos, y nos retaron por usar juegos infantiles, y realmente estuvo bueno y llegué a pensar: si esto siempre fuese así, ¿por qué no me chocan todos los días?
No entiendo mucho de casi nada, menos las cosas que siento. Tal vez no las describa bien tampoco, pero con María, siempre estoy en una heladería. Espero que la próxima vez sea sin el auto roto. Saz.
Mientras nos lavábamos los dientes, después de caminar para bajar la birra y la hamburguesa, para alargar la conversación sobre cánceres y personas amadas, para estirar, estirar y estirar el tiempo aunque sea una tarea imposible, la miré y le dije que la quería. Un poco de lástima me di. Me abrazó y me dijo yo también Ale, obvio.