TIEMPO DE LECTURA: 20 min.

La poeta, editora y video-ensayista, María Belén Aguirre, dialogó con Radio Trinchera en el marco del programa Plástico Cruel.

Su obra consta de más treinta títulos, y está dividida en tres partes: Matorral (14 libros, 2009- 2016), DiecisieteCriaturasde la Desgracia (2017- 2020) y Trilogía de Gualandi (2020- 2022; iniciada por Ubi sunt y continuada por El cielo desde abajo).

Integra Antologie de poésie argentine contemporaine, obra editada en el marco del Programa “Sur” de Apoyo a las Traducciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina (Le Groupe Nota bene, Triptyque; Québec, 2017).

Ha reconstruido los guiones cinematográficos de Enrique Santos Discépolo.Junto al poeta Andrés Kischner coordina la Poemateca del Cine ABC.En 2020 obtuvo el Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, por su obra Siamesas.Siamesas fue publicada la Argentina y en España (2021- 2022).

Fue declarada “Huésped de Honor”, en el XXI Congreso Nacional de Literaturas Argentinas (UNJu, 2022).Fue elegida poeta solista en el ciclo SUBAN a la Cúpula (CCK, 2022).Junto al compositor Juan Martín Sigales co-creó el disco de cancionemas Kinsky y la mariposa, basado en poemas de su autoría.Su obra Siamesas fue adaptada al teatro por el dramaturgo Adrián Murga y el escritor Jorge Hardmeier.

Desde 2013 se encuentra abocada a la investigación y co-creación interdisciplinaria en torno a la temática de la salud mental, junto a la artista visual Guillermina Victoria; siendo, a tal fin, La bisnieta retardada de Artaud y Kindergarten dos de sus obras centrales.Su obra integra el acervo cultural de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno desde 2012.En 2023 participó, elegida por la Fundación El Libro y la poeta Gabriela Franco, en el XVI Festival Internacional de Buenos Aires.

Sus poemas han sido traducidos al portugués, francés, alemán, italiano, inglés, al ruso y al catalán.

Dialogó con Radio Trinchera en el marco del programa Plástico Cruel.


¿Cuál es tu ruta lectora?


Mi ruta lectora parte de mi madre, que era docente y siempre priorizó la compra de libros para mí y para mi hermana. Había necesidades pero ella siempre priorizaba los libros. Les diría, inclusive, que priorizaba los libros por sobre los juguetes. Más libros que juguetes. Juguetes pocos y bastantes extraños, recuerdo claramente un chipote chillón, del chapulín colorado, con el que recibíamos sendos castigos, pero que no dolía, dolía simbólicamente. Lo digo de modo gracioso, no hemos sido víctimas de nuestra madre. En épocas en las que en la Argentina, una Argentina que siempre vivió con situaciones económicas difíciles, le reprochaban sus compañeras docentes que gaste en libros habiendo otras prioridades. Mi mamá no cambiaba de opinión y los libros que nos regalaba eran libros muy extraños para nuestra edad. Por ejemplo libros de cine, yo recuerdo que los libros que más me marcaron fueron esos, con fotogramas, recuerdo claramente haber abierto al azar y encontrarme de pronto con Nosferatu de Herzog interpretado por Kinski y quedar totalmente fascinada y así sucesivamente empezar a ver fotogramas. Mi impresión primera fue la de la imagen del cine, una biblia para niños ilustrada y había también libros para niños, libros de astronomía que me fascinaban, quedé enamorada del planeta Saturno por el tema de los anillos. De hecho ahora, cuarenta y seis años después, hizo que surgiera un proyecto que se llama los anillos de saturno están hechos de basura cósmica. Música nos regalaban, música de películas.  


¿Cómo te llevas con los géneros literarios y cómo influyen en tu obra?


Con los géneros me llevo bien, los quiero, los respeto y me gusta conocerlos para poder transgredirlos, para poder hacer que copulen entre sí.  Me gusta una concepción promiscua y orgiástica de los géneros. Me gusta mucho una ficción ensayística, una ficción que se permita momentos sublime de poetización, me gusta esa orgía de géneros. Conocerlos para poder, luego, encamarlos a todos. No me gustan las categorizaciones pero considero que son válidas en cuanto nomenclaturas, como todo en la vida, son nomenclaturas que después hay que saber, creo, tener una actitud laxa frente a ellos y que no te encasillen. 


¿Cuánto de esta categorización de los géneros literarios son análisis y cuánto caracterización para el mercado editorial?


El mercado siempre necesita de etiquetas, en realidad, el mundo necesita imperiosamente la etiqueta. Uno necesita desasirse de esas etiquetas. Es una pugna entre lo que necesita el mercado y lo que necesita uno, que no lo etiqueten. Yo siempre digo, hay que volverse inclasificable. Es la mejor forma de burlar al mercado, de obtener libertad. La etiqueta hace que el lector espere algo puntual de eso. Cuando no hay etiqueta, hay una mayor apertura al asombro. Pienso en el cine, la Nouvelle Vague… uno tiene dos ejemplos absolutamente contrapuestos. La operación de Truffaut no es lo mismo que la operación de Godard. Truffaut va a reivindicar, no solo el cine clase B y los géneros. En contrapartida, Godard va a tratar de olvidarse de los géneros, va a tratar de hibridarlos, va a tratar de jugar con el palimpsesto, va a tratar de generar una nueva gramática, una nueva forma de pensar el cine. Eso me gusta, ese camino me gusta, aunque respeto mucho el cine de Truffaut, pero por ahí también va mi búsqueda y mi intento. 


Hablando de géneros, te hemos escuchado hablar de Eva Duarte, como un género literario mismo dentro de la literatura argentina. ¿Podrías contarnos un poco sobre esa percepción?


Para mí Eva Duarte es en sí, efectivamente, un género, un tópico que debe ser abordado, incluso, por el gorila más gorila, porque ella trasciende eso. La figura de Eva para quienes la amen o no la amen. También es delicioso leer a Cosarinsky hablar mal de Evita. Es delicioso el manto de sospecha, con sorna y parodia, con que de repente Copi habla de Eva. Delicioso. Incluso, cuando Eva está en un prostíbulo en la ficción de Perlongher, Evita vive. Siempre digo que Eva es la primera zombie de la literatura argentina en esa ficción, ese cuerpo que deambula, ese cuerpo muerto que deambula, ese botín de guerra que todos quieren inclusive los que no la quieren, por eso es mi fascinación por ella, mi fascinación literaria, humana. Pienso en la saga del peronismo de Dario Canton, esos poemas que se permiten cierta ambigüedad y cierta polisemia, como el poema Odio en donde Eva camina sobre vidrio. y pienso en la cantidad de estímulos que implica el personaje de Eva  a la hora de estilizar el personaje. Si pensamos en Leonidas Lamborghini, Eva Perón en la hoguera, Leonidas entiende que la inflexión de la voz inconfundible de Eva Duarte debía ser gráficamente dada cuenta, entonces para eso elucubra un poema quebrado, palabras quebradas, rotas. Susana Villalba recuerdo que también escribe una prosa poética para Eva y dice “la voz es lo primero que se pierde”, yo creo que no, creo que la voz es lo que persiste, en todo sentido. La voz orgánica y la voz escrituraria. La voz no se pierde.


¿Crees que se escribe mucho más del cadáver de Eva que de la Eva militante, referente política? Pienso en Esa mujer de Walsh, en La mujer muerta de David Viñas.


Pienso que hay un morbo, hay un espíritu necrofilico argentino muy grande. El que pudo verlo con muchísima claridad a eso es Walsh, también Perlongher. Onetti desde Uruguay y su paso por Buenos Aires, cuando escribe Ella, dice “entonces está la fila de necrófilos”. Creo que hay un morbo, una cuestión de necrofilia cultural. La disminución intelectual a la que sometieron a Eva Duarte como personaje y como persona, fue un acto de  violencia simbólica. Denostar su rol de actriz, por ejemplo, recordarla más muerta que viva. Tiene que ver también el detractor Copi, que la ataca en su obra Eva Perón, la ataca y no se da cuenta, a veces los que atacan a las personas no se dan cuenta que lo mejor que pueden hacer por esas personas es haberlas injuriado, denostado, difamado. En esa obra de Copi, él dice que Eva no murió, que Eva mató a una enfermera y le tiñó el pelo de rubio y la dejó muerta ocupando su lugar y ella se fue por la puerta trasera, se trepó a un avión y se fue con rumbo indefinido. Ella está viva, sin darse cuenta Copi la perpetuó. Por eso digo, los infamantes no saben que están haciendo un tiro por la culata, me encanta que eso suceda. 


Metiéndonos un poco en tu obra, siempre mencionamos a Bolaño cuando piensa su obra como un organismo vivo. Vos dividís tu obra en tres partes: Matorral, Diecisiete criaturas de la desgracia y la trilogía de Gualandí. ¿Por qué esta división? ¿Qué poeta vas dejando atrás en cada etapa?


Primero creo que tiene que ver con mi conciencia acerca de mi misma. Trato de estar siempre presente en mí y cuando me he ausentado en mí, ha sido por razones de salud, quizás. Trato de estar siempre presente y de saber cuando algo, una etapa, un abordaje, un enfoque, un tema, ya está, ya fue, ya cumplió su misión. Creo que nos pasa a todos los autores, yo trato de ser metódica en ese sentido. Entiendo que en Matorral, que está compuesto por catorce libros, escribo mucho, y me olvido, está buenísimo olvidarse, yo no soy de esos autores que se regodean. Yo escribo y me olvido, ya pasé a otra cosa. Mi manera de sacarme cosas, de ordenar mi cerebro, es poder escribir, publicar y ya está. Esto no puede detenerme, tengo que seguir. La sistematización tiene que ver con esta conciencia, de que esto ya está, ya cumplió, debo pasar otra cosa o paso sin querer ya me estoy encontrando, haciendo otra cosa. 
¿Qué fui dejando atrás? Quizás fui dejando capas de mí. Fui permitiéndome no quedar embalsamada en el personaje de mí, porque estoy viva. Entonces por eso trato de ir mutando, creo que la mejor manera de sobrevivir en este mundo es permitirnos esta transmutación constante. El personaje no me interesa, el personaje sufriente no me interesa, quizás haya sufrido, quizás sufra, pero no me regodeo en eso y paso página de mí, en mí. Generalmente lo que dejo atrás, más que autores, sean creencias que fueron válidas en la medida en que yo creía en ellas. Ese concepto de Foucault donde exomológesis, que tanto le gusta a César González, pero es esa convicción absoluta de que yo creo en esto, de buena fe, aunque esto no tenga ni pie ni cabeza, pero yo creo en esto, porque mi fe está puesta en esto, mi fe puede ser sacrílega, hereje. Esto es válido para credos, para autores, para amores. Yo creo en esta estética, y mientras crea, bajo el manto y la protección de ese credo crearé. Cuando deje de creer aparecerá otra cosa. 


Eso le otorga ese grado de verosimilitud a los mundos creados. Estaba pensando en lo que dice Nestor Cordero de Pater Dixit, que se plantea la lejanía filosófica con lo que vos planteas, pero como desde esa creencia y esa fé en lo que estás escribiendo podes transportar a alguien que está completamente alejado.


Me sorprendió mucho lo que dijo Nestor y me alegro. Cuando escribo pienso en la variedad de lectores que pueden llegar a acceder al libro. En la clínica siempre lo digo, ¿Por qué Dalí llegó a ser Dalí? Salvando las distancias. Pienso en su método paranoico-crítico, que no está muy alejado de la visión antropológica que Macedonio Fernandez tenía del lector. Sabía que había distintos tipos de lectores, asumía eso por un lado. Dalí asumía también que eso que él iba a crear podía ser visto desde distintas perspectivas, desde distintas cosmovisiones, desde distintos prejuicios, etc, y esa paranoia que se vuelve un hecho excéntrico, que te saca de vos para poder paranoicamente mirar como te miraría ese lector creo que permite que un filósofo escéptico puede comulgar o disfrutar un ratito, o creerme en el tiempo que dure la obra. Después si vuelve a sus creencias está todo bien, pero si durante las ciento y pico de páginas que tiene ese libro entró en la convección, me creyó, se conmovió, siento que lo logré.


¿Qué te permite la escritura en verso que no te permite la escritura en prosa?


Libertad. Creo que en realidad, a mí, primero puesta a escribir una novela convencional con un prosa de párrafos contundentes, me asfixia. Me genera físicamente esa sensación, el verso me da aire. Por el verso puedo respirar. Además porque siempre siento que al margen de que tanto en en prosa, tanto en narrativa como en poesía, la puntuación ya es un amarca de respiración, que pueda referir al organismo vivo que escribe, siento que en la poesía la marcación de la respiración es más notoria. Ustedes nombran a Bolaño y a mí me conmueve, por muchas razones. Cuando escribe La universidad desconocida, hay un poema con el que principia el libro, que uno va a decir ¿Esto es un poema o no? Es una lista de todas las editoriales que le cerraron la puerta en la cara. A mí creo que me conmueve Bolaño por muchas razones, porque no puedo separar al sujeto empírico del sujeto lírico, será una especie de deficiencia de mi parte, pero no puedo o no quiero. 


Bolaños, alguien que llevaba la escritura en el cuerpo, citaba a Lihn; “porque escribí estoy vivo”, y él decía “porque escribí casi la quedo”.


Totalmente. Su literatura + enfermedad = literatura. Es justamente la literatura lo que nos mantiene vivos. Lo decía Sbarra también, todo me va a fallar. Me va a fallar el amor, me van a decepcionar, me van a traicionar, pero la literatura no. Esa convicción me emociona, y creo que es la misma que tenía Bolaños, a pesar de que no le diera de comer, de que se le cayeran los dientes. A pesar de todo, la literatura no lo iba a defraudar.


Hay un verso en La impropia: “Estos / poemas / caen / como / goteras / de / un / techo roto.”. Pensamos en tu poesía como una poesía del derrame. Un concepto que se desborda a sí mismo, y en ese desborde aparece el sentido, la musicalidad. 


Les agradezco. Mi interés siempre por graficar, puesto que no se dibujar ni con palitos, poder permitirme gestos concretos a la hora de escribir mi literatura me ayuda a imaginarme por un ratito que puedo ser una gran artista visual, entonces ese poema vá cayendo por goteo. Y lo que se desborda… De hecho, en el segundo período, el de Las diecisiete criaturas de la desgracia, es ahí donde pertenece Siamesas. Son quince, pero como son dos hermanas dije “bueno, dos pájaros de un tiro”, y ahí cierro el periodo.


Metiéndonos en Pater Dixit, quería que nos expliques un poco cómo decidiste trabajar la autoficción frente a la autobiografía, en qué te sirve, en qué te ayuda.


Pasó mucho tiempo desde la muerte de mi padre, 20 años. El duelo ya lo hice. Pero tuve que recrear aquel dolor que yo tuve. Ayer le decía a una amiga que está escribiendo un libro sobre su abuela: este dolor te traerá grandes alegrías. Lo que hice fue remontarme a la época en que tuve el duelo por la muerte de mi padre, que murió en un accidente de tránsito, en un contexto muy particular; una ruta de tucuman, tragado por un arrastracañera. Él era música, y su guitarra permaneció intacta. Para mí es la metáfora absoluta de que el arte no perece aunque los seres perezcamos. Me impresionaron muchas cosas de esa muerte. Lo súbito, que hizo que yo no aceptara, mi cabeza decía “está vivo”, “después lo voy a visitar al hospital”, porque siempre fui despojada en cuanto a mis relaciones afectivas. Siento que la mejor manera de amar es dejar al otro irse. Cuando me dijeron que estaba muerto, mi mamá me decía “está muerto”, y yo le decía “después lo voy a visitar al hospital”. Tardé un tiempo en entender. Yo fuí mucho tiempo después, 19 años después, a visitar un medium espiritista, tucumano, porque yo quería hablar con mi papá, quería agradecerle cosas más que reprocharle, agradecerle un montón, agradecerle la libertad. Porque él como yo, o yo como él, huímos de Tucuman. Nos vinimos a Buenos Aires para ser artistas como Leonardo Favio haría decir a Monzón en Soñar, soñar. Pero necesitaba hablar con él, y yo creía en eso, en que podía establecer un vínculo. Lo cierto es que me encontré con el gran fraude de que esa mediumnidad no funcionaba, de qué el medium dijo unas cuantas palabras en latín, y yo en un juego paródico decidí que fueran las palabras de Dante Alighieri, la inscripción a las puertas del infierno: “a los que entren aquí, dejen afuera toda esperanza”, que es como el portal que usan los mediums, palabras en latín, para poder entrar, supuestamente, a establecer el diálogo con el muerto. Lo que hice fue establecer un gran monólogo con mi padre, un soliloquio, un diálogo con lo ausente. El libro además es un experimento de plano-secuencia, que intenta que el libro dure lo que duró la sesión espiritista, siete horas, en un tiempo que pasa, que por momentos vuelve a la obra impresionistas en cuanto al paso del tiempo, y la modificación de la iluminación en el espacio, pero también expresionista en cuanto a la visceralidad del afecto. Eso es Pater Dixit.
Yo quería escaparle a la autobiografía, y encontré que la autoficción me iba a permitir protegerme y protegernos, a mi padre y a mí, entonces lo que hice fue jugar a no llamarme María Belen, como suelo hacer en mi obra (como el personaje de la esquizofrénica en Kindergarten), sino llamarme Antonia Alighieri, que es la hija del poeta fiorentino. Lo que hice fue trasladar la relación entre Antonia y su padre a esta Argentina, a este tiempo, a este contexto, y sacarlo a través de solamente el nombre, Antonia, con una operación muy chiquita como prescindir del propio nombre para lograr el efecto.


Yendo a La llave que abría se quebró, tiene una dedicatoria: “Para Javier Roldán, allí donde el poeta se convierte en la poesía misma”. Otra vez linkeando a Bolaños, ¿Quiénes crees que estuvieron cerca de ese fenómeno?


Rimbaud. Todos los malditos. Artaud, Baudelaire, Pizarnik. Y quizás menos conocida Susana Thenon, Estela Figueroa, Jacobo Fijman, Viel Temperley. Creo que aquel que cree en la dimensión real de eso que está escribiendo, por más que se diga que todo lo que quede traspuesto al lenguaje se vuelve ficción, ahí es inescindible. Nos resulta imposible pensar al sujeto creador y a su obra separados.


En La llave decís “si en el fondo nada querías que a nada sepa en tu boca la palabra nada”, me llevo a Pizarnik cuando dice “si digo agua dejó de tener sed”  ¿Crees que la obsesión por el lenguaje y la palabra es todo para ese fenómeno? 


La polisemia es vital para que la poesía no se muera, y es vital esa consciencia acerca de cada palabra. Yo tengo una concepción muy mágica en reacción a las palabras. Pienso que si pronunciamos mal una, y tanto más si escribimos mal una, o una frase, inclusive un mensajito de WhatsApp. no lo estoy comunicando como yo quisiera, no va a cumplir su función, es una obsesión mágica. Perdí mucha vista y mucho oído, entonces a veces me equivoco y me pesa muchísimo, porque siento que ya no va a poder cumplir su función mágica, lo que quise decir.Creo que todo el mundo, ensayistas, narradores, deberían acercarse a la poesía porque es la que nos pone en total contacto con esa potencia de la palabra y de la letra. Ya estoy reduciendo a letra. Pienso en Santiago Syilvester cuando escribe La palabra y, su poemario. Ahí te das cuenta, redujo la palabra a la letra. En eso soy obsesiva.


Pensando en las editoriales, en publicar, desde donde se escribe, ¿Qué es a vos lo que te interesa, lo que te gusta, de narrar desde la periferia?


Mirá, hay un poema que escribí, que se llama Desde la periferia crearé centros alternativos. Yo creo que pensar ya a la literatura en términos de centro canónico y márgenes es una categorización perimida. Creo que todo puede ser centro. Todo es centro en la medida en que uno lo conciba así. Internet mismo permite justamente que todo, hasta el lugar más recóndito de nuestro planeta, sea centro. El pueblito más perdido, centro. A la hora del mercado, de las grandes librerías en las que no encontrarán mis libros… En ese sentido es mi vinculación con los artistas visuales, concibo al libro casi como una obra de arte efímero y perpetuo, las dos cosas a la vez. La contradicción no anula necesariamente. Yo he publicado mucho en tiradas muy pequeñas que se presentaban y se vendían en ese momento, y si no tuviste acceso a esos libros lo siento. Y lo que hice como una forma de brindar ese material fue ponerlo de forma gratuita en mi blog, toda la segunda etapa está en Donde se detiene nuestra mirada, no tengo problema con la gratuidad. Pero la obra sucede ahí, la presentación sucede ahí, el libro se va pero se queda. Hay una concepción aurática del arte, del libro, que quiero proteger. Frente a la reproductibilidad técnica de la que hablaba Walter Benjamin, yo quiero hablar y sostener una convicción del carácter aurático de todo libro. No podemos reprocharle nada a Gutenberg, el invento de la imprenta es algo genial, pero no hace que se pierda el carácter aurático de un libro. Si el libro te lo regaló alguien a quien amabas muchísimo, ese libro está auratizado,


En esto de escribir desde la periferia, tu lectura y tu obra nos parece que orbita a Juan L. Ortiz, a Antonio DiBenedetto. Construir un propio lenguaje desde la periferia hacía el centro, aunque sea sin buscarlo. Inclusive la naturaleza en La llave que abría se quebró, nos recordó al comienzo de Sama y ese mono muerto flotando en el agua.


Sí, que todo el mundo, incluida yo, le reprochamos a Lucrecia Martel que no haya incluido al mono dándose golpes. Pero claro, nosotros morbosos queríamos al mono y no lo tuvimos, pero lo tenemos en la literatura de Antonio DiBenedetto. Los elogios no se si me caben… Pero dijeron dos amores. Antonio Di Benedetto es un amor, un amor muy grande que tengo yo. En esa autobiografía que tiene un tono muy paródico, en donde escuetamente habla de sí, en una parte dice “soy argentino, aunque haya nacido en Mendoza”, me mata. Hoy por hoy quiero pensarme fuera de Tucuman. Me lo decía el poeta Misael Castillo: “yo no te puedo pensar tucumana, no me gusta”, y yo debo sincerarme, yo tampoco. De Tucuman amo a mi madre y a mi hermana, a mis animales, a quienes les mando saludos, pero quiero pensarme por fuera del espacio. Quiero pensarme más desde la coordenada temporal. Virginia Woolf promovía esta idea del cuarto propio, yo con Susana Thénon pienso que es necesario reivindicar un tiempo propio, y un tiempo que se expanda. Y en cuanto a Di Benedetto creo que hay un biorritmo del interior que no podemos negar. Mi paso, mi caminar también es lento frente al vértigo del caminar de los porteños, y no modifico eso, está en mi ADN de una persona que nació en el interior.Me quedo pensando, siempre me quedo tildada cuando me nombran a Antonio DI Benedetto. Siempre. Yo escribí un poema del demonio de la tristeza que se llama Kadish, que es la oración de los judios para los muertos, e inspirado en Los suicidas. Dos veces me tocó el corazón esa obra. Mi padre murió teniendo 38 años, entonces cuando yo estaba por cumplir esa edad, siendo una persona supersticiosa, pensaba si yo también me iba a morir. Cuando logré sobrevivir a mi padre, de manera que ahora me debe respeto porque yo le llevo varios años ya, ahí me sentí interpelada por la obra de Di Benedetto. Y cuando en su caracter de periodista documenta el fenómeno del suicidio en la naturaleza, y dá cuenta del suicidio de los animales, me tocó muchísimo. Empecé a investigar sobre animales que se mataban, y la forma de matarse, hasta el animal más excéntrico, un insecto, que explota frente al rostro furibundo de un depredador. Formas de matarse en la naturaleza. De ahí el rescate de mi concepción de la poesía tal como la piensa Saer en el concepto de ficción; lo connatural a la poesía no es el lenguaje, lo connatural es la naturaleza. Entonces este aprendizaje que debemos tener de la naturaleza, y yo me considero una analfabeta, agorafóbica, temerosa de la naturaleza. Estoy aprendiendo a aproximarme, y la primera naturaleza con la que me encuentro soy yo. Esta naturaleza a veces muerta que soy yo, que me siento yo, entonces trató de vitalizarme, y para hacerlo invento ceremonias como dice Cormac McCarthy: cuando no tengas más crea ceremonias e infundales vida. Si soy incesante y verborragia es porque siento que quiero ceremonias para seguir viviendo.


Cuando hablabas del ritmo del interior pensaba de lleno en Saer, otro autor del interior que si bien narro viviendo en París nunca salió de Santa Fe, y tiene esto de narrar en otro tiempo, con otra puntuación. El texto respira, para un poco la pelota, lo que decía Fabian Casas sobre su obra, es lo que sucede en Matrix cuando se ralentiza la bala y sucede todo en otro tiempo. 


Totalmente. Pienso en algo que me impactó mucho, la acción de subir una escalera, que es diferente a las Instrucciones para subir una escalera de Cortazar. Es una persona que intenta subir una escalera, pero está sumamente consciente de cada peldaño de esa escalera, y esa consciencia es lo que hace que se demore en subir la escalera, entonces dice ahora estoy estando en el primer escalón, ahora estoy estando en el segundo escalón pero para corroborar que ha subido vuelve a bajar, ahora estoy estando, pero ahora estoy estando en el primer escalón, en el segundo escalón… El texto se vuelve maníaco, interesantísimo, parece que la ascensión nunca va a suceder. Finalmente sucede, quédense tranquilos, pero luego de esta consciencia. Una consciencia que a veces nos detiene, porque debe detenernos. Si no nos detiene para luego continuar no sirve de nada.


¿En qué estás trabajando actualmente?


Un libro que se llama La pasión de los eunucos. Justamente que refirieron a Bolaños, un eunuco que aparece en uno de sus cuentos, El ojo Silva, me inspiró a que el libro se llame así. También estoy trabajando en un proyecto que se llama Los anillos de Saturno están hechos de basura cósmica, una frase que no me pertenece, la dijo mi madre cuando yo le manifesté mi amor por Saturno para tratar de desmitificar y desenamorarme, pero no lo logró. Es un proyecto compartido con el poeta Patricio Foglia que estaremos presentando el 15 de agosto en la Biblioteca Nacional. Es un compendio de lo que sería a nuestro juicio los poetas que más amamos. Yo hice mi selección, él hizo la suya, y ahí vamos los dos.

En el siguiente link podrán escuchar la entrevista completa y en nuestro canal de YouTube, Trinchera tv, encontrarán todo nuestro contenido.

Juan Machado

Nació en Carhué, provincia de Buenos aires, en 1992. Actualmente reside en La Plata. Escritor, también se desempeña como conductor de radio. Dicta talleres y encuentros literarios. Publicó el libro de cuentos, microrelatos y poesías, No hay que jugar en la casa vieja y otros relatos (2020) Pájaros Punk (Malisia 2022)

Luciano Montoya

Nació en Mar del Plata, en 1997. Actualmente reside en La Plata. Estudia la licenciatura y el profesorado en Música Popular en la UNLP. Conductor del programa de radio Plástico Cruel.

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