Nacido un 3 de junio de 1770 en Buenos Aires, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano reconocido como el creador de la insignia patria de Argentina que izara por primera vez el 27 de febrero de 1812 a orillas del río Paraná, en cercanías de lo que hoy es Rosario, en la provincia de Santa Fe.
Belgrano desde muy joven era un curioso. Se interesó por los autores del llamado Iluminismo francés del siglo XVIII, pero también se preocupaba por la realidad de su tierra natal porteña en tiempos del Virreinato del Río de la Plata. Belgrano también se rodeó de la élite intelectual de España, y por aquel entonces se discutía sobremanera la reciente Revolución Francesa de 1789. Los cuestionamientos al derecho divino de los reyes, los principios de igualdad y libertad, y la aplicación universal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, estaban en boca de todos. En esos círculos se consideraba imperioso refundar la nación bajo principios similares, y quienes no estaban de acuerdo eran tachados de tiranos y partidarios de ideas antiguas y desprestigiadas.
También se dedicó al estudio de las lenguas vivas, la economía política y el derecho público. Los autores que lo influyeron más profundamente fueron Campomanes, Jovellanos, Adam Smith y Quesnay. Sus principales puntos de interés en las obras de tales autores eran aquellos referidos al bien público y la búsqueda del provecho general.
Belgrano ayudó a la publicación del primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, dirigido por Francisco Cabello y Mesa. Dejó de aparecer en octubre de 1802, tras tirar unos doscientos números, después de varios problemas con las autoridades coloniales, que veían con malos ojos las tímidas críticas allí deslizadas y el estilo desenfadado de las sátiras y críticas de costumbres.
Participó en la defensa de Buenos Aires frente a las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, y fue oficial del Regimiento de Patricios. Fue vocal de la Primera Junta de Gobierno de la Revolución de Mayo de 1810, que puso final al Virreinato del Río de la Plata. Junto a los revolucionarios porteños Mariano Moreno y Juan José Castelli, fue uno de los impulsores a buscar de lleno la independencia de los pueblos del Río de la Plata y trataba de unir a las tierras del Alto Perú, Paraguay, la Banda Oriental, el norte argentino, el Litoral argentino y Buenos Aires en una sola gran nación libre y soberana. Juró poner fin al orden colonial español, siguiendo el legado de Moreno, asesinado éste el 3 de marzo de 1811.
Ya en septiembre de 1810 se le encomienda extender la idea revolucionaria al Paraguay. Obtiene una victoria en Campichuelo, pero es derrotado en Paraguarí el 19 de enero de 1811 y en Tacuarí 9 de marzo de 1811. El 14-15 de mayo Paraguay declara su independencia y se separa para siempre de los destinos del Río de la Plata.
Se le encomienda entonces resguardar las costas del río Paraná. Belgrano enarboló por vez primera la actual Bandera Nacional argentina en la ciudad de Rosario, el 27 de febrero de 1812. El 18 de febrero de 1812 el Primer Triunvirato había adoptado, por sugerencia de Belgrano, la actual Escarapela Nacional de Argentina.
Ante la reagrupación de tropas realistas en el Alto Perú, Belgrano debe hacerse cargo del Ejército del Norte. Se traslada entonces a San Salvador de Jujuy, donde hace jurar la bandera el 25 de mayo de 1812. Ante el incontenible avance de las tropas españolas, el 23 de agosto de 1812 Belgrano ordena abandonar la ciudad, lo que se conoce como el famoso Éxodo Jujeño. El 24 de septiembre de ese mismo año tiene lugar la Batalla de Tucumán, donde las fuerzas de Belgrano vencen a las españolas en el Campo de las Carreras. Obtiene otra victoria en la Batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813. Avanza entonces al territorio de la actual Bolivia y sufre dos importantes desastres en Vilcapugio 1 de octubre y Ayohúma 14 de noviembre de 1813. Es separado de su cargo y se le ordena volver a Buenos Aires para ser juzgado, aunque termina siendo sobreseído.
Injustamente cuestionado por el gobierno de Buenos Aires, en enero de 1814 dejaba el mando del Ejército del Norte al entonces coronel José de San Martín en el encuentro de La Posta de Yatasto, Salta. Belgrano se puso a órdenes de San Martín como su segundo, pero a los pocos días regresó a Buenos Aires, seriamente enfermo por afecciones contraídas durante sus extensas campañas militares, probablemente paludismo y tripanosomiasis.
Pese a encontrarse con un ejército material y anímicamente diezmado, San Martín reconoció en todo momento la gran labor libertadora desempeñada por Belgrano al frente de las terribles campañas del Alto Perú, profesándole en todo momento un gran respeto y admiración.
Tras liderar las campañas militares en el norte del actual territorio argentino, Belgrano fue enviado a Europa en 1814 en misión diplomática.Era parte de una misión que intentaba lograr el reconocimiento de la independencia para las Provincias Unidas del Río de la Plata por parte de las potencias europeas. El creador de la bandera inició contactos con el gobierno inglés, junto con Bernardino Rivadavia, quien llevaba instrucciones secretas del entonces director supremo, Gervasio Antonio Posadas, para que negociara el ofrecimiento de una corona en el Río de la Plata a un príncipe británico o español. Esos esfuerzos diplomáticos resultaron infructuosos y Belgrano notó que, en esa Europa de la restauración de la Santa Alianza vencedora de Napoleón, existía un fuerte rechazo a las ideas de republicanismos e independencia. En el Congreso de Viena, congregado en Austria, en 1814, las monarquías absolutistas discutieron el retorno a las fronteras y las concepciones absolutistas anteriores a la Revolución Francesa, iniciada en 1789.
Entonces Belgrano se convence de que lo mejor para la supervivencia de la causa americana es la formación de una monarquía parlamentaria. Había que tener un Rey, y con una dinastía de linaje americano. Así se lograría el apoyo de las poblaciones de Perú y el Altiplano a la lucha por la emancipación.
En ese contexto, Belgrano se dirige al famoso Congreso de Tucumán el 6 de julio de 1816 y explica la situación que se vive en Europa: el fortalecimiento de los absolutismos y el retroceso de las ideas liberales. En consecuencia, sostiene que, ante ese panorama internacional, la mejor forma de gobierno de esa nación que buscaba su independencia era el de una “una monarquía temperada”, conformada por la Casa de los Incas, despojada de su trono por los españoles 300 años antes. Era una idea que contaba incluso con el respaldo de Martín Güemes, quien desde Salta había rechazado sucesivas incursiones realistas, y de San Martín, que desde Cuyo preparaba el Cruce de Los Andes.
Ese estado monárquico de origen americano tendría su capital en Cuzco, antigua sede del Estado Inca, con el propósito de sumar el apoyo de las poblaciones de Perú, Bolivia y Ecuador, y tendría un carácter parlamentario. La iniciativa de Belgrano concitó el rechazo de Buenos Aires, cuyos delegados veían en la elección de esa capital andina una eventual pérdida de la centralidad ostentada por el puerto.
A mediados de 1819, cuando estaba ya muy enfermo, el general Rondeau, nuevo director supremo, ordenó que el Ejército del Norte y el de Los Andes abandonaran la lucha contra los realistas para aplastar las rebeldías provinciales. San Martín sencillamente ignoró la orden, mientras Belgrano ordenó a sus tropas iniciar la marcha hacia el sur, pero pidió licencia por enfermedad y delegó el mando en su segundo, Francisco Fernández de la Cruz.
Belgrano fue uno de los próceres argentinos que más énfasis puso en impulsar la educación. Por sus victorias de Tucumán y Salta, la Asamblea de 1813 le otorgó como premio 40 mil pesos fuertes (equivalentes a casi 80 kilos de oro). Belgrano respondió que prefería ser un buen hijo de la patria más que un padre de la misma, y expresó que el dinero de tal premio fuera dedicado para la construcción de escuelas públicas estatales y gratuitas en las ciudades de Tarija en la actual Bolivia, San Salvador de Jujuy, Salta, San Miguel de Tucumán y Santiago del Estero.También se puede decir que Belgrano buscaba elevar la condición del maestro mediante el pago de sueldos dignos. Para asegurar la financiación de la educación, propuso siempre la creación de fondos, para que los institutos tuviesen asegurados su financiamiento a perpetuidad. Su visión de largo plazo era insuperable.
Belgrano también promovía un rol diferente y activo para las mujeres, distinto al que le reservaba la sociedad de entonces. Reconocía la importancia de la educación de las mujeres y su aporte a la organización nacional.Belgrano defendía que las mujeres tenían que educarse y educar. El “bello sexo” -como las llamaba- debía mantenerse alejado de la ignorancia para atender la vida familiar y para participar, también, de la vida pública aunque sin descuidar su “vocación innata”: la crianza de los hijos.
Belgrano conoció de cerca la capacidad heroica de las mujeres y fue el único militar en nombrarlas capitanas de su ejército: Juana Azurduy, María Remedios del Valle y Martina Silva de Gurruchaga fueron reconocidas por Belgrano y, siglos más tarde, homenajeadas por la historia latinoamericana.
Se calcula que 120 mujeres estuvieron codo a codo en las tropas durante la batalla de Tucumán, y muchas otras se encargaron de realizar tareas de espionaje. Belgrano recibió por intermedio de ellas todas las noticias referentes al ejército realista así como información estratégica venida del Alto Perú. Tal vez por ese reconocimiento al rol de las mujeres en los asuntos de la patria fue que las damas potosinas le obsequiaron a Belgrano la “Tarja de Potosí”, una extraordinaria joya de plata y oro macizo extraídas del Cerro Rico y dedicada al “Protector del Continente Americano”. En su parte superior “La Tarja” tiene la figura de un rey Inca, como símbolo del proyecto americanista de Belgrano.
Belgrano, murió en la pobreza, a pesar de que su familia había sido una de las más acaudaladas del Río de La Plata antes de que él se comprometiera con la causa de la independencia. En medio de la crisis que se abatía sobre la provincia de Buenos Aires, su fallecimiento pasó prácticamente desapercibido. El único periodista que prestó debida atención a ese hecho fue el fraile Franciscano Castañeda. Cumpliendo con su última voluntad, su cadáver fue amortajado con el hábito de los dominicos y fue trasladado desde la casa paterna en la que murió actual avenida Belgrano, Nº 430, al Convento de Santo Domingo, recibiendo sepultura en un atrio. El mármol de una cómoda de su casa sirvió de lápida para identificarlo.
En el año 1938 por primera vez se celebró el Día de la Bandera en Argentina, eligiéndose el 20 de junio, día de la fecha de su fallecimiento.