Fue anunciada el viernes 19 de marzo último y ratificado días después en Dar es Saalam, capital económica tanzana. Pero, ¿cómo está el rol de las mujeres en la política africana? Hoy en día, Hassan es la segunda mandataria presidencial africana, junto a Salehwork Zewde, mujer que rige los destinos de Etiopía desde 2018 junto al premier Ahmed Abiy.
Se dice que en un país musulmán es muy difícil que las mujeres alcancen puestos políticos claves o de alta consideración. Tanzania tiene una gran población musulmana y ahora tiene a Samia Suluhu Hassan como su presidenta. De 61 años y perfil bajo, pero muy firme en sus convicciones, Hassan tiene la responsabilidad de manejar a la República Unida de Tanzania. Ejerció como vicepresidenta de Magufuli, elegido por primera vez en 2015 y reelegido en 2020. Ella cumplirá los cuatro años restantes del mandato del difunto Magufuli, que finaliza en octubre de 2025. Se rumoreaba que el presidente se había contagiado de coronavirus. Sin embargo, Hassan ha detallado que el político murió de un ataque cardíaco.
Se sabe que en los países de mayoría musulmana como Tanzania las mujeres tienen puestos significativos. Y no sólo en África. Hay mujeres en la administración en países tan diversos como Emiratos Árabes Unidos, Irán, Siria, Líbano, Pakistán e Indonesia. ¿Esto significa un crecimiento del rol de las mujeres en la política en naciones de mayoría islámica? Claro, pero falta mucho aún.

Volviendo a tierras africanas, la cuestión es interesante. Un poco de historia reciente puede ayudar. Ellen Johnson-Sirleaf fue la primera mujer en ser elegida presidenta en África, quien ha recibido el Nobel de la Paz en 2011 por su lucha no violenta por los derechos de la mujer y por trabajar en la construcción de la paz en su país, Liberia. Gobernó desde el 2006 hasta el 2018, llevando políticas neoliberales a uno de los países independientes más viejos de la historia africana moderna. Funcionaria del Banco Mundial, educada en Estados Unidos (recordemos que el imperialismo fundó Liberia en el decenio de 1820 y le otorgó la independencia al país en 1847), Johnson-Sirleaf es miembro del Consejo de Mujeres Líderes Mundiales, una red internacional de actuales y ex mujeres Presidentas y Primeras Ministras, cuya misión es movilizar el mayor nivel de mujeres dirigentes a nivel mundial para la acción colectiva sobre cuestiones de importancia como un desarrollo equitativo.
Luego vino la etíope Salehwork Zewde, también procedente de las burocracias de los organismos internacionales. En 2018 se convirtió en presidenta del país federal y multiétnico de Etiopía, que también tiene la figura fuerte del Primer Ministro, en este caso el Premio Nobel de la Paz Ahmed Abiy. Por eso hay que aclarar algo. Su rol es meramente representativo y no ejecutivo. Todo lo maneja Abiy. La única chapa de Zewde es haber sido funcionaria de las Naciones Unidas, en la parte de los asuntos africanos. Así y todo, en Etiopía van ganado terreno de a poco dirigentes feministas en un país marcado por el tradicionalismo de la milenaria iglesia cristiana ortodoxa abisinia y las facciones musulmanes del norte. Por ejemplo, en el Tribunal Supremo de Justicia, la feminista Meaza Ashenafi es su presidenta y le ha dado impulso a las organizaciones feministas etíopes desde hace un tiempo.

Un dato que no es menor nos informa que África Subsahariana es uno de los lugares donde hay una activa participación política de las mujeres en los parlamentos, sobre todo en los países australes del continente. De hecho, África Subsahariana ocupa un digno tercer puesto detrás de Europa y América Latina. Por ejemplo, Ruanda es el país del mundo con más mujeres en su Parlamento.
Con una Cámara de Diputados compuesta en un 61,3% por mujeres, Ruanda es el país con mayor representación parlamentaria femenina del mundo. Así lo indica un informe de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el empoderamiento de las Mujeres. Detrás de Ruanda, apenas en otros dos países las mujeres con mayoría en la Cámara baja: Cuba, con una representación femenina de 53,2%, y Bolivia, donde el porcentaje asciende a 53,1%. Cuarto aparece Emiratos Árabes Unidos, con una distribución 50/50 entre hombres y mujeres.
En el caso de Argentina, tras la sanción de la Ley de Paridad de Género, el país ascendió al puesto 19 a nivel mundial. En la Cámara de Diputados, el 40,9% de las bancas están ocupadas por mujeres. En el Senado, el porcentaje es similar: 40,3%.
Las mujeres africanas han avanzado mucho en países como Sudáfrica, Zambia, Zimbabwe, Malawi, Burundi, Angola, Namibia, Mozambique, Lesotho, Botswana y Madagascar. El caso a destacar es el de Saara Kuugongelwa, Primera Ministra y Jefa de Gobierno de Namibia desde 2015, quien también ha puesto en la agenda una mirada feminista en el país de África Sudoccidental. Pero en otros aún falta mucho. En la pequeña Esuatini (antes Swazilandia), última monarquía absoluta de África, la población femenina tiene pocos derechos efectivos, dependiente siempre de maridos, padres y hermanos.

En el Magreb y el Sahel las cosas son algo distintas. Túnez tiene una de las políticas más favorables a los derechos femeninos, seguido por Argelia. No es tan así en Marruecos, Mali, Mauritania, Níger, Chad y Sudán. En la Libia bajo gobierno de Muammar al Gadafi (1969-2011) el país ha hecho notables avances en los derechos de la mujer, enfrentando el tradicionalismo sunna de los musulmanes del Sahara y el Magreb.
En África Occidental la cosa es diversa. Burkina Faso, en tiempos del líder revolucionario socialista Thomas Sankara (1983-1987), fue uno de los más avanzados en políticas de género de África Occidental. También en el Benín socialista del líder pragmático Mathias Kerekou (1972-1991) hubo organizaciones femeninas que crecieron y lograron derechos. Lo mismo puede decirse del gobierno socialista de Manuel Pinto da Costa en Santo Tomé y Príncipe (1975-1991).

Sin embargo, en países como Sierra Leona, Nigeria, Gambia, Senegal, Togo, Guinea Bissau, Camerún y Costa de Marfil, las mujeres sufren violencia machista, guerras civiles endémicas, mutilaciones genitales, masacres étnicas y hay un alto porcentaje de enfermas de SIDA.
La última presidenta de África antes de la elección de Salehwork, la mauriciana Ameenah Gurib-Fakim, dimitió en marzo de 2018. Sin poder ejecutivo, renunció tras ser acusada de usar una tarjeta de crédito de una ONG a la que representaba, para uso privado, hecho que ella desmintió; mientras, hombres con cargos de corrupción siguen en puestos políticos en el continente.
Las mujeres africanas continúan abriéndose camino y ocupan alcaldías de capitales y ciudades tan importantes como Durban (Sudáfrica), que alberga el principal puerto de África. No obstante, las mujeres que llegan a altos puestos políticos, no son del todo progresistas y feministas. Muchas de ellas siguen las políticas patriarcales y representando fuerzas reaccionarias.
Aún así, crecen día a día tendencias más prometedoras y en contextos muy difíciles, por cierto. En el noreste de Nigeria, campo de batalla contra el islamismo radical sunna de Boko Haram, existen colectivos de mujeres en primera línea que trabajan como lideresas comunitarias y en proyectos de personas desplazadas. Sin olvidar que, en todos los países africanos, florecen asociaciones de mujeres que luchan cada día por los derechos políticos, civiles, sociales, económicos, culturales, religiosos y sanitarios, como así también por los colectivos plurinacionales y plurisexuales.