Hace tiempo que el presidente Rodrigo Duterte de Filipinas viene demostrando al mundo sus declaraciones agresivas contra sus “enemigos de la patria”. Considerado un “pistolero” y un mandatario agresivo y muy pragmático, ahora se las agarró con el creciente movimiento comunista de Filipinas, sobre todo con la guerrilla Nuevo Ejército del Pueblo (BHP), brazo armado del Frente Nacional Democrático.

Duterte sugirió a principios de marzo a las fuerzas de seguridad “que se olviden de los derechos humanos” y asumió la responsabilidad de su orden, mostrándose dispuesto a “ir a la cárcel” de ser necesario.
“He ordenado a los militares y a los policías que, durante los enfrentamientos, si los enemigos están armados, mátenlos. ¡Mátenlos de inmediato! […] Asegúrense de matarlos de verdad y acaben con ellos si están vivos”, declaró Duterte durante una reunión en la ciudad de Cagayán de Oro con el grupo de trabajo paramilitar llamado ELCAC, creado para poner fin al conflicto armado el país. El mandatario filipino prometió a los rebeldes comunistas que tendrían trabajo y vivienda si renuncian a las armas, pero advirtió sobre las consecuencias de no hacerlo.
El 9 de mayo de 2016, Duterte, candidato del partido Partido Democrático Filipino-Poder Popular, resultó vencedor en las elecciones presidenciales de Filipinas. Como presidente, Duterte abogó por una política de enfrentamiento más contundente contra la milicia islamista radical Abu Sayyaf, mientras que ha intentado entablar un proceso de paz con la guerrilla comunista. También declaró la “guerra al narcotráfico” y el crimen organizado, llevando a cabo una verdadera política de violación de derechos humanos sobre aldeanos en casi toda las Filipinas.
Entre sus medidas más polémicas se encuentra el regreso de la pena de muerte por ahorcamiento, abolida desde el año 2006, como “método de venganza contra los criminales”. En octubre de 2016, su cuestionada “guerra contra las drogas” había dejado más de 3700 muertos, la entrega para su rehabilitación de más de 730.000 consumidores (y traficantes) y la reducción de la delincuencia en un 49 %. Tras las críticas por parte de expertos en derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por el creciente número de ejecuciones extrajudiciales. Duterte creó campos de concentración para drogadictos y también rebeldes islámicos. También amenazó con retirar al país de la ONU y formar una nueva organización internacional con China y las naciones africanas amigas. Estados Unidos y la Unión Europea vieron con muy malos ojos los acercamientos con China y lo acusaron de violador de los derechos humanos. Duterte se distanció de Washington y hasta casi echa a los diplomáticos de la embajada estadounidense en Manila, capital del país. Las bases militares estadounidenses afincadas en las Filipinas también fueron cuestionadas por Duterte, pero el mandatario no se animó a sacarlas del país.
Considerado un “populista”, Duterte es un pragmático y un verdadero hombre de la “mano dura”. En sus tiempos de alcalde de la región de Davao formó escuadrones de la muerte para atacar a los comunistas y a opositores. Hoy formó una guardia pretoriana que lo protege, compuesta de violentos policías, militares, gendarmes y agentes de espionaje. El terrorismo de Estado fue aplicado en las Filipinas de Duterte.
Filipinas, con casi 110 millones de habitantes hoy en día, fue tierra de antiguos reinos hindúes, budistas y hasta de emiratos musulmanes sunna. En el siglo XVI se convirtió en colonia española hasta 1898, cuando Estados Unidos se quedó con el archipiélago tras vencer a los hispánicos. Recién en 1946 Estados Unidos le otorgó la independencia a las Filipinas, pero surgieron gobiernos títeres del neocolonialismo estadounidense. En 1965 tomó el poder el cleptómano Ferdinand Marcos, aliado a Estados Unidos en la Guerra Fría y visceralmente anticomunista.
En 1969 se formó la guerrilla comunista de orientación maoísta, que rompió con la vieja guardia prosoviética del Partido Comunista de las Filipinas. El BHP, como se lo conoce, proclamó la Guerra Popular Prolongada y en sus inicios quería derrocar al dictador cleptómano y filoyanqui Ferdinand Marcos. El BHP logró adeptos en el mundo rural y hasta logró fundar comité en las ciudades. En 1986 cayó el dictador Marcos y la guerrilla comunista creció aún más, pese a que China dejó de apoyarla.

El BHP aplicaba la clásica guerra irregular rural, pero también la guerrilla urbana, con ataques a comisarías, puestos militares y atentados a altos mandos de las fuerzas armadas. También secuestró a dirigentes políticos burgueses. En 1989-1990 tuvo una etapa de decadencia, debido a grandes campañas de agresión militar, pero no desapareció del todo. El BHP logró amenazar a las bases militares estadounidense y también se enfrentó a las guerrillas islámicas de Abu Sayyaf. Incluso asesinaron a varios ciudadanos estadounidenses antes de la clausura de las antiguas bases militares en 1992. A mediados de los años 2000 el BHP tenía 8000 combatientes, lo que muestra una gran reducción de los 25.000 de 1989-1990. En 2005 se estimaba que de un 3% hasta un 20% de sus 7500 a 9500 combatientes eran menores de 18 años. Actúan principalmente en las islas de Luzón, Bisayas y parte de Mindanao. Recientemente, tras el tifón que arrasó Filipinas, el BHP afirma haber aumentado sus militantes a 25.000 guerrilleros.
Hasta la llegada de Duterte al poder, los mandatarios filipinos no pudieron erradicar al BHP, que logró acuerdos políticos con diferentes facciones comunistas integradas en el Frente Nacional Democrático, donde hay también fuerzas políticas “anti-Duterte” no necesariamente marxistas-leninistas. El maoísmo no se abandonó como base ideológica marxista del BHP y , de hecho, se los compara con los antiguos guerrilleros ultramaoístas de Camboya y del Sendero Luminoso del Perú. El presidente del llamado “Comité Central del Partido Comunista Marxista Maoísta” y fundador del BHP, José María Sison, presumiblemente continúa dirigiendo sus actividades desde los Países Bajos, donde se encuentra exiliado. Su cabeza tiene precio en las Filipinas y Duterte lo quiere muerto.

Como era de suponer, Estados Unidos y la Unión Europea consideran al BHP como “grupo terrorista”. Duterte se ha amigado con Estados Unidos y prometió aniquilar a la guerrilla comunista. Uno de los temores de Duterte y Washington es que el BHP se una a los combatientes islámicos “moros” de Abu Sayyaf, lo que sería todo un desafío para las fuerzas armadas y policiales de las Filipinas. Lo cierto es que Duterte está dispuesto a crear un régimen de terror para aniquilar a las guerrillas.
Al menos nueve personas murieron y otras seis fueron arrestadas el domingo 7 de marzo en una operación policial y militar contra supuestos insurgentes comunistas en Filipinas, mientras que varias ONG denuncian que algunos eran activistas y sindicalistas ejecutados.
La operación de las autoridades tuvo lugar en la región de Calabarzon, al sur de Manila, dos días después de que Duterte, pidiera públicamente a la policía y el Ejército que disparara a matar a insurgentes armados.
Sin embargo, organizaciones locales como Karapatan y Pamalakaya Pilipinas denunciaron que algunos de los fallecidos eran activistas y líderes de movimientos sociales locales.
Se viene un reino de terror para las Filipinas bajo Duterte.