TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Por Jorgelina Urra*

Steve Rogers estaba congelado en animación suspendida dentro de algún laboratorio de experimentación militar perteneciente al Gobierno de Estados Unidos. Así que Stan Lee y Jack Kirby, a finales de 1961, comenzaron a crear lo que hoy es el Universo de Marvel con intenciones de reanimar al soldado Rogers. Algo que caracterizó esa etapa fue el agregado de realismo y coherencia que se correspondía con contextos geopolíticos reales. La idea superaba todo lo visto hasta ese entonces. El soldado mejorado físicamente por medio de ciencia militar, había rendido honores a su país en tiras de historietas bélicas durante la Segunda Guerra Mundial. Se trataba del noble patriota que condenaba el nazismo y luchaba contra los enemigos: en ese momento, las potencias del Eje. En 1953 Stan Lee lo subtituló “El aplasta comunistas” e intentó insertarlo en el contexto de Guerra Fría, pero no duró más de un año.

Durante los ‘60 tuvo la oportunidad de resurgir en la escena cultural, como el rostro visible de un Estados Unidos intervencionista; el Capitán América es la cara de la estrategia militar denominada Plan Cóndor, ideada y diagramada por Estados Unidos desde la Escuela de las Américas. Descongelado por sus gobernantes y puesto en escena por Marvel Comics, prefiguró desde lo simbólico un patriotismo exacerbado, que a la vista de los mortales era el ideal de hombre americano, el defensor de la cultura occidental, el que con su escudo protector derrotaría al subversivo.

El Capitán América, superhéroe ficticio de Marvel Comics, viste un traje ceñido al cuerpo con el motivo de la bandera estadounidense, una estrella blanca en medio del robusto pecho a modo de insignia y empuña en el brazo izquierdo un escudo prácticamente indestructible, con la capacidad de desplazarse a la velocidad de un proyectil si es lanzado con furia justiciera. En ese nuevo despertar se nos presentó a un “héroe” quedado en el tiempo, un personaje que buscaba constantemente representar una identidad dentro de un mundo que se encontraba en proceso de cambio social.

Esa identidad que el Capitán América alias “El Centinela de la Libertad” defendía, era el sistema económico, político, social y cultural estadounidense, que buscaba implantarse como hegemonía mundial dentro de un contexto de Guerra Fría. Luego del triunfo de la Revolución Cubana, la dificultad que encontraba el imperialismo yankee eran les subversives, les revolucionaries, que en algunos países de Latinoamérica venían generando focos de resistencia mediante procesos de organización y lucha activa.

La táctica ideada por el imperio para consolidar el dominio económico, político y cultural fue la pedagogía del terror. No solo se trató de un modelo económico de tinte expansionista: la estrategia pretendió influir en todos aquellos ámbitos de interrelación social, y en términos culturales, el paradigma era aún más influyente. Durante la Segunda Guerra el Capitán América había sido un pilar fundamental de incentivo, de moral y ética que mantuvo las expectativas de triunfo en gran parte de la población. Pero por más que se trate de una simple animación no significa que no contenga una ideología política direccionada, desde el poder físico, la moral, los valores, la ética y la estética; incluso, generaba sentido. Todos aquellos símbolos unificados en un solo hombre nos mostraban al icono de un país, y el fuerte compromiso de este por el “bienestar” de las naciones del mundo. En prácticamente todo el universo cinematográfico -las sagas de películas, los cómics y demás- Estados Unidos se presenta como el Guardián de América.

La misión para El Centinela de la Libertad fue ejecutar con éxito, en el imaginario social y cultural, el Plan Cóndor. Les enemigues, eran les revolucionaries del fin del mundo. Mientras les escritores le devolvían la vida a este personaje, Estados Unidos preparaba el equipo y armamento militar que fue utilizado para la represión, persecución, tortura y desaparición de opositores políticos claves en los distintos países del cono sur: Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia, con el apoyo de una retaguardia compuesta por Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, un equipo de investigación con espías de la CIA operando en todos los territorios, y el fiel y servil apoyo de las dictaduras latinoamericanas encabezadas por Videla, Pinochet, Bordaberry, Stroessner, y los demás rostros del terror.

Muchos archivos de esos largos y oscuros años fueron eliminados, incendiados, desaparecidos por los principales responsables y cómplices de las dictaduras, tanto durante como después del proceso. Hay historias que aún no se han leído; abuelas, madres, hijes y nietes que aún no se conocen; hay dolor y muerte, hay responsables que sienten el placer de estar vivos y se esconden tras un pacto de silencio; incluso hay muches que aún están siendo enjuiciados.  Pero como en toda historia de héroes y villanos, hay alguien que habiéndose adelantado a la jugada y como buena estratega, logró guardar información y archivarla, buscar las pruebas y denunciar. Nuestra heroína fue y es Stella Calloni. 

Stella una mujer de voz clara, tranquila, lleva en la piel historias de lucha y reivindicación. Las palabras que salen de su boca no se encuentran en muchas de las páginas de nuestra historia, la que conocemos o hemos recuperado, y debería reconsiderarse la importancia de incluir en los manuales y libros de historia las muchas páginas que faltan y que se encuentran en su memoria. Tiene una mirada penetrarte, translúcida y conserva un brillo particular a pesar de las muchas batallas que ha enfrentado, algunas como corresponsal de guerra en América Central. Es periodista y escritora especializada en política internacional, sus investigaciones han sido la base fundamental en el proceso de enjuiciamiento y castigo a las juntas militares de las dictaduras latinoamericanas y los procesos políticos relacionados a estas.

Es un símbolo de lucha, de lucidez política, que mantiene viva las esperanzas de hallar el camino hacia una segunda y definitiva independencia de los pueblos. Una heroína de carne y hueso que viste la bandera de les desposeídes, su poder es la palabra que señala al enemigo, lo analiza y discute sin cansancio. Por eso fue perseguida, y habiéndose exiliado entre México y Panamá, no dejó de luchar, no dejó de escribir, y por sobre todo, no dejó de pensar. En el año 2001 presentó su libro Operación Cóndor, pacto criminal donde denuncia los crímenes cometidos por Estados Unidos contra los pueblos de América Latina. En palabras de Fidel Castro “es la denuncia más objetiva y detalladamente documentada que hasta hoy he leído, insuperable en su estilo y elocuencia”. Además de una larga lista de personas que fueron asesinadas dentro y fuera de sus países, el libro detalla la conspiración realizada por las dictaduras de Argentina y Chile para desaparecer militantes, entre otras cosas. Menciona a cada une de les autores y partícipes responsables de estos crímenes y el plan de recolonización llevado a cabo por el imperio.

Hace una semana se estrenó en CineAr, la plataforma de contenidos audiovisuales de la Nación, el documental “Operación Cóndor”, dirigido por Andrea Bello y Emiliano Serra con guión de Stella Calloni. El film narra desde la óptica de familiares y víctimas del terrorismo de Estado las diferentes y dolorosas historias de dirigentes y militantes polítiques nuestroamericanes, la clandestinidad y los esfuerzos por obtener algún tipo de respuesta por parte de las autoridades. A través de un arduo trabajo de investigación, pone al descubierto detalles encontrados como los llamados archivos del terror (Paraguay 1992), de intercambio y traslado de preses polítiques, el espionaje motorizado por la CIA y las actividades de control civil. Cada documento encontrado, cada historia narrada sirvió para marcar a los jueces, militares, fiscales y hasta cónsules involucrados.

El documental reconstruye las frías escenas de uno de los momentos más negros de nuestra historia por medio de testimonios de familiares, amigues, hijes recuperades, y militantes. Da cuenta de la guerra psicológica establecida por la complicidad de publicistas y medios de comunicación, así como también de la capacidad de resistencia de un pueblo organizado dispuesto a dar la vida por la causa. Desde Revista Trinchera les invitamos a ver este increíble material y a reflexionar sobre el paradigma ideológico en el que aún seguimos inmerses. Hoy en Nuestra América siguen existiendo vestigios ideológicos que se potencian cada vez más, que atraviesan nuestra cultura y nos llevan a naturalizar los abusos de poder. Debemos dar una batalla ideológica dentro de una guerra imperialista, que a la luz de los acontecimientos recientes, muestra sus flancos débiles y deja por sentado quiénes son les héroes y quiénes les villanes.


* Entiende que para que las ideas no mueran hay que escribir, pero como el lenguaje es un universo lleno de palabras muertas y consejos de la RAE; prefiere hablar desde el léxico revolucionarie.

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