TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Flor Luengo* y Nicolás Sampedro**

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Si une observa la realidad actual, lo que sucede a diario en el planeta, puede observar que bajo las lógicas del sistema capitalista, hay una característica que explicarían la producción y reproducción de un mundo pre cocido: La violencia.

La desigualdad, bajo gobiernos neoliberales como el de Macri, generalmente es producto de las recetas pre cocidas que los organismo internacionales de crédito (como el FMI) “recomiendan” llevar a la práctica para “ordenar las cuentas”. Esa desigualdad, hecho violento si los hay y que nadie en su sano juicio puede desconocer, genera hambre y miseria para muchos. Una situación que indudablemente es violenta y generará violencia.

Ante estos hechos violentos, los medios de (in)comunicación masivos (emporios de la mentira) estigmatizan y estereotipan los sectores populares (hambreados por los liberales). Quienes son violentados a diario al no tener las posibilidades de vivir dignamente son acusades de violentes. La asociación directa de la meritocracia comunicacional paqueta es que un sector social es tildado de delincuente y de generar la inseguridad. Más, menos disfrasado, el discurso mediático asocia la pobreza a la violencia ¿Qué solución proponen? La represión, la cárcel.

La historieta, así contada, reparte hambre, miseria y represión a los sectores populares; opulencia, sensación de inseguridad y necesidad de armas a los liberales en el gobierno para poder reprimir.  Porque el hambre moviliza a las masas que de una u otra forma se las intentarán rebuscar para llevar un plato de comida a la casa.

Se puede caer en Rappi-dito, en Globo-ludo o en Perdido Ya, o regalarse a alguna pasantía en una fábrica sin ningún tipo de cobertura social donde nadie puede asegurar nada. Se está presenciando la era de la flexibilización de la vida cotidiana.

Mientras tanto, las jefas de hogar se queman las pestañas pensando cómo llevarle un plato de comida a les pibes del barrio, a sus familias, a les vecines de toda la vida. Y de repente de acerca una elección y llegan un par de colchones y algunas bolsas de comida. Toda la merca tiene el nombre  y la cara de Alberto Weretinlenk, que estuvo de campaña y una semana antes se acordó que hay un barrio, allá a lo lejos, a kilómetros del centro, donde hay gente con necesidades.

En un país como Argentina, con más de un tercio de la población en situación de pobreza, con cifras alarmantes de los incrementos de las desigualdades ¿quién puede pensar en el futuro, quién puede pensar un proyecto de vida si no sabe si al día siguiente podrá comer? En este contexto es cada vez más frecuente que les pibes vayan a comer a las escuelas, porque ya en sus casas no se puede comer 2 veces al día. Pero oh casualidad, la educación también la desfinancian y pretenden que cada niñe coma por menos de 20 pesos.

¿A esto se le puede llamar democracia? La política que implementa Cambiemos está colonizando la economía, y ni siquiera en año electoral paran. Al contrario, su discurso de campaña es reafirmar el rumbo pero apretar el acelerador. Si decimos que esto es una democracia, seguramente más de une pediría bajarse del bote, porque ya no siquiera da para barco.

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Eso de que la democracia es el gobierno del pueblo para el pueblo, suena lindo pero está muy lejos de ser real en este mundo de violencias, donde el pueblo está cada vez más al margen. Mientras tanto, los nuevos dueños de la economía argentina, dicen que vienen más ajustes, que antes se vivía del Estado y que eso era una fantasía.

Esto es culpa del kirchnerismo decía Peña Brawn (de familia oligarca) el miércoles pasado en la cámara de diputados. Parece que Duran Barba los está coucheando para que hablen a los gritos. Ese modismo ya lo había implementado Mauricio, hoy más que nunca es Blanco Villegas, cuando dijo que estaba re caliente, que estaba cansado de escuchar soluciones mágicas que no llevan a ningún lado.

El cuasi chocolate confitado pretendía incorporarse al mundo. Tanto lo quiso, que cuando no tuvo a quién más pedirle, le entregó los destinos del país al Fondo Monetario Internacional. Porque antes estábamos aislados y sólo nos vinculábamos con los gobiernos latinos. Ninguno de alta alcurnia y/o sangre azul como los reyes a los que MM pidió perdón en reiteradas oportunidades.

El horno no está para bollos en esta Argentina. Sobran hornos, pero faltan bollos. Las tarifas son impagables y hasta cocinar parece un privilegio de unes poques. Faltan políticas en salud, en educación, en ciencia y tecnología; falta ayudar a las pymes; faltan políticas que fortalezcan la industria nacional; falta recomponer el mercado interno; falta más proteccionismo, ese que Macri y los liberales rechazan pero que su jefecito, Donald Trump, implementa en EEUU.

A les arrepentides, a les votoblankistas, a les que ya sabían lo que se iba a venir. No es momento de moralinas berretas. Hay miles de compatriotas pasando por momentos muy, pero muy difíciles, porque cuando se pierde la soberanía, el dolor se siente en las calles, en los hogares, en las escuelas, y fundamentalmente en las tripas.

Recuperar la patria, levantar la pesada herencia que quedará, recomponer el regido social roto, será una tarea que puede llevar generaciones enteras. Aún estamos a tiempo de que no sea demasiado tarde para las generaciones futuras. El momento es hoy. No hay derecho a dilapidar esa posibilidad.

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* Periodista especializada en cuestiones de género e historia, columnista del programa La Marea (Radio Futura FM 90.5), redactora de Revista Trinchera, del portal Luchelatinoamérica y colaboradora de Agencia Timón.

** Periodista especializado en temas nacionales, columnista del programa La Marea (FM 90.5 Radio Futura), redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

** Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio Universidad Nacional de La Plata), productor general del programa La Marea (FM 90.5 Radio Futura), redactor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

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