TIEMPO DE LECTURA: 10 min.

Por Nicolás De La Iglesia*

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Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin.

 

Poniendo las piezas sobre el tablero

Imaginemos al globo terráqueo como un gran tablero de ajedrez. Por un lado, con las piezas negras y con “el rey” está Estados Unidos, la reina podría ser la Unión Europea. Del otro, La Federación Rusa y China serían el rey y la reina respectivamente. El resto de las piezas está asignada a un país diferente. El que gane la partida tendrá como premio la hegemonía mundial y, por lo tanto, tendrá en sus manos la potestad de dictar nuevas reglas de juego para los peones. Es necesario aclarar que tanto Rusia como China son aliados circunstanciales, ya que, cada uno persigue sus intereses particulares. En realidad, esto es válido para cada país imperialista, ya que, se mueven únicamente en base a sus intereses.

Ahora bien, desde fines de la Segunda Guerra el dueño del tablero fue Estados Unidos, reafirmando su dominio –aún más– luego de la caída del muro de Berlín. El dólar fue y sigue siendo –por ahora– la moneda a través de la cual se realizan transacciones internacionales; Hollywood dicta patrones y estereotipos culturales a través de sus grandes producciones manejando una industria cultural que parece no tener barreras. Y a esto se le puede sumar la industria farmacéutica y la armamentística, la última es sin dudas el pilar de la economía del país.

Sin embargo, en los últimos 10 años Rusia y China crecieron no sólo en materia económica sino también en la industria armamentística, convirtiéndose en serios competidores en todos los frentes. Ante esta avanzada, lo que hizo Estados Unidos fue poner a trabajar a sus piezas para equilibrar la balanza y comerle algunas piezas a sus oponentes. Es a partir de esta lógica a través de la cual es conveniente mirar a los problemas geopolíticos, que pueden parecer lejanos y por lo tanto difíciles de prestarles la atención que merecen.

¿Son Rusia y China los paladines que buscan el bien del mundo contra los opresores yankees que ante la duda invaden cualquier país? La respuesta es rotundamente negativa, ya que lo único que buscan es poner en jaque a su rival. Sin embargo, han mostrado estos últimos años que tienen respeto por la autonomía y la autodeterminación de los pueblos. No tienen por qué simpatizarnos ni debemos dejar de cuestionar ciertas lógicas que ocurren dentro de esos países, pero sin perder de vista el tablero entero.

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Territorio en disputa

 

Las fichas están en juego

El conflicto de Ucrania con Rusia es un claro ejemplo de cómo operan las potencias y sobre todo las artimañas que utiliza el imperialismo para provocar un dolor de cabeza a su oponente. La tensión entre ambos países ha escalado este último tiempo hasta alcanzar un punto de inflexión. En noviembre del 2018 la guardia costera rusa interceptó tres buques de guerra ucranianos que se encontraban realizando acciones peligrosas en el mar de Azov, cerca del recientemente inaugurado puente de Crimea. Luego de un breve enfrentamiento los barcos fueron incautados y sus tripulantes (entre los que se encontraban agentes de inteligencia) apresados.

Una cuestión a tener en cuenta es que la península de Crimea realizó en  2014 un referéndum popular en el que más del 90% de la población votó por anexarse a Rusia. Esta decisión, como era de esperarse, no fue aceptada por Ucrania (respaldada por la OTAN y por potencias occidentales), ya que, perdía no sólo un territorio de vital importancia geopolítica sino, también, una de las rutas a través de las cuales pasará un gran gasoducto con el que Rusia planea suministrar a diversos países europeos. El presidente ruso, Vladimir Putin, recibió la noticia con los brazos abiertos e inició la construcción de un puente que conecta directamente el territorio ruso con la península.

Volviendo al tema que nos concierne, podríamos afirmar que las dos lanchas fueron un claro desafío y una muestra del desconocimiento de la soberanía Rusa. Pero, ¿qué hay detrás de esta maniobra? En primer lugar, hay que observar con detenimiento la repercusión mediática que tuvo el suceso y como operaron los medios hegemónicos de comunicación. A partir del incidente comenzó una campaña de desprestigio contra Rusia, maniobra que por año se repite cientos de veces, hablando del autoritarismo del país y de cómo apresó a los tripulantes. Algo que hay que remarcar es que Petro Poroshenko, actual presidente de Ucrania, debe competir en las elecciones presidenciales el 31 de marzo y en estos días es realmente impopular entre el pueblo ucraniano. Bien puede pensarse a esta maniobra como una estrategia de distracción para que la opinión pública deje de hablar de las pésimas condiciones en las que está el país.

 

Para comprender en profundidad el conflicto en el que se encuentra Ucrania es necesario remontarse al año 2013, en donde en medio de violentas revueltas populares, cientos de miles de personas derrocaron al presidente Víktor Yanukóvich, elegido mediante el voto popular. Ahora bien ¿qué fue lo que ocasionó el conflicto? En esos tiempos se había empezado a discutir la posibilidad de la firma de un acuerdo de comercio entre Ucrania y la Unión Europea. El mismo implicaba un desastre para la economía ucraniana, ya que permitía que se abrieran las importaciones de los productos del bloque y se entreabrieran las puertas de los países europeos para recibir productos ucranianos, en clara desventaja en cuanto a la competitividad de los mismos contra los de los países de la UE.

El posible acuerdo hizo relucir las marcadas diferencias que tiene el pueblo ucraniano. Por un lado estaban quienes simpatizan por Rusia, debido a la cercanía geográfica, sumado a una fuerte cuestión identitaria producto de un pasado en común en tiempos de la Unión Soviética. Por el otro, entre quienes ven un futuro como parte de la Comunidad Europea, disfrutando de los beneficios de pertenecer a uno de los bloques económicos más importantes. Este último grupo apoyado fuertemente por campañas comunicacionales que hablaban de los grandes beneficios que tendría el país en caso de acercase a la Unión Europea.

El golpe de Estado fue orquestado por servicios de inteligencia norteamericanos que operaron a través de ONG´s, en complicidad con la oligarquía ucraniana, medios masivos de comunicación y grupos de extrema derecha (como el Svoboda, movimiento que reivindica al nazismo y a la figura de Hitler). Se podría trazar un paralelismo y establecer a esta operación como la precursora de los disturbios organizados en el pasado reciente en Venezuela (“las guarimbas”) y en Nicaragua. Sin embargo, fue en Europa del Este entre los años 2000 y 2005  en donde se llevaron a cabo levantamientos con las mismas características -en Georgia y en Kirguizistán-, derrocando gobiernos que eran aliados estratégicos de Rusia. Fue a partir de allí que se fundó una ONG llamada Center for Applied Non Violent Action and Strategy (CANVAS), que se encargó de exportar la metodología a cualquier lugar del mundo.

Fue a través de este conflicto que tanto EEUU como la UE se aseguraron un presidente títere como Poroshenko, quien ratificó el tratado con el bloque europeo y profundizó vínculos con la OTAN y la Casa Blanca. Asimismo, el sector pro ruso del pueblo decidió sublevarse y formar la República Popular de Donetsk, lo que desencadenó una guerra civil entre ambas facciones. Una apoyada por los Estados Unidos, con millonarias donaciones de armamentos que terminan no sólo en las fuerzas armadas ucranianas sino también en grupos paramilitares fascistas; y por el otro lado cuentan con el apoyo –siempre cauteloso– del gobierno de Vladimir Putin. En este enfrentamiento el ejército ucraniano ha tirado cientos de bombas sobre civiles y se ha dado rienda suelta a grupos neo nazis financiándolos y brindándoles armas.

Este no podría ser mejor escenario para Estados Unidos. Por un lado, mantiene un fuerte enfrentamiento armado en la frontera de su principal competidor, haciendo que éste destine recursos para que no estalle su patio trasero, y, por el otro, en caso de resultar victoriosos tendría un territorio rico en recursos naturales –hierro, carbón, gas natural, petróleo, etc.– y una zona de extrema importancia geopolítica en donde poner sus misiles. Mientras tanto, la OTAN utiliza la cercanía para movilizar tropas y realizar tareas de espionaje en territorio ruso.

Antes de que todo esto sucediera, Ucrania era un país con sus problemas pero tenía una economía relativamente estable. Hoy día se pueden ver los efectos de la política económica neoliberal llevada adelante por Poroshenko y aclamada por los pro-occidentales. Nos encontramos con un país completamente endeudado con el Fondo Monetario Internacional y con la U.E, dependiendo su estabilidad de nuevos desembolsos de dinero. Caer en las garras del FMI implica lo mismo para cualquier país, para ponerlo en cifras: el PBI per cápita cayó de 4.030 dólares a 2.640, el salario promedio se redujo más de un 20%, las pensiones disminuyeron un 64% y el precio del gas se hizo 11 veces más caro, la calefacción 5,5 y la electricidad 4 veces. Esto trajo aparejado un crecimiento alarmante en la tasa de desocupación llevándola a ser  una de las más altas del continente.

Estas condiciones se pueden ver en el flujo anual de emigrantes, casi un millón de personas, cuya mayoría elige Rusia como destino. Es en este contexto en el cual el –por ahora– presidente de Ucrania utilizó la operación realizada con las embarcaciones como excusa para abandonar por decreto el tratado de amistad firmado con Rusia en el año 1997, llevando, así, las relaciones bilaterales a un punto de no retorno. Si bien la mayoría de los puntos del documento son anacrónicos y ya no se cumplen, es más que nada un acto simbólico, ya que, no habrá una actualización del mismo sino la eliminación, es decir, la ruptura de una vía diplomática para resolver el conflicto. Aunque no es la primera vez que desde Ucrania acuden a este tipo de maniobras, se puede nombrar los tratados de Minsk firmados en 2014 y 2015 que buscaban llevar paz al país. El mismo fue presentado por Francia, Alemania y Rusia para buscar una salida pacífica al conflicto. Sin embargo, el ejército y las milicias no tardaron mucho en violar el acuerdo y atacar impunemente ciudades de la República Popular.

A lo largo de los últimos 20 años el imperialismo norte americano y sus aliados buscaron aislar a la Federación Rusa. Para esto apuesta a la creación de focos de tensión en las fronteras rusas, obligando a que Rusia deba destinar recursos. Sin embargo, podemos ver el apoyo del gobierno ruso –tanto a Cuba como Venezuela– como maneras de contraatacar. Este último país es la reserva petrolera del mundo, por lo que se puede pensar que, colaborando con el gobierno venezolano, se busca debilitar la reconstrucción de EEUU como nación dominante. Por otro lado, queda destacar que metiéndose en Nuestra América lo que hace el gobierno ruso es poner un pie en lo que siempre fue considerado por los yankees como su reserva estratégica de recursos naturales. Se puede ver cómo cada jugador pone sus piezas en juego para poner en jaque a su adversario, el juego puede tener un claro vencedor o la partida se puede “trabar” dando como resultado una multipolaridad.

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 Buques de la Marina de Ucrania en territorio ruso. Noviembre 2018. SERVICIO DE PRENSA DEL DEPARTAMENTO DE LA GUARDIA FRONTERIZA DE CRIMEA DEL SERVICIO FEDERAL DE SEGURIDAD DE RUSIA

Las próximas elecciones encontrarán a una Ucrania sumida en sus miserias, producto de políticas económicas neoliberales que siempre se ofrecen como la salvación de países periféricos. Fue a través de los grandes medios de comunicación en coordinación con las burguesías nacionales que permitieron la instalación de un modelo de país subyugado a los intereses del FMI y de la Unión Europea, con la promesa de ser parte del bloque en un futuro. Hasta el momento sólo se puede ver como en detrimento de la calidad de vida del pueblo ucraniano, este país se ha convertido en una base de operaciones del imperialismo occidental.

No es un panorama muy alentador, sobre todo si se pone el foco en quienes son la alternativa al –ya decadente– Petro Poroschenko. Por un lado, la ex canciller Timochenko –que según sondeos derrotaría sin problemas a Petro en una segunda vuelta–, quien no representa un cambio en los factores antes expresados. Por último, Volodímir Zelenski, cómico y actor, cuya popularidad reside sobre todo en los votantes jóvenes y se apoya en ser un outsider –es decir, alguien que está por fuera de la política tradicional–. Estos son los candidatos que mas fuerte están pisando de cara a las elecciones que se celebrarán el 31 del corriente mes.

A decir verdad, las urnas poco pueden hacer por una nación en guerra en donde los intereses imperialistas están puestos en que todo continúe como se encuentra. La oligarquía nacional es un simple títere que busca con sus difamaciones y constantes ataques provocar un conflicto armado con Rusia. La finalidad puede ser intentar distraer a un pueblo cada vez más cansado de las políticas de ajuste o buscar excusas para que desembarquen –aún mas– tropas norteamericanas y de la OTAN. La última opción sería la más redituable, ya que, implicaría que se destinen más recursos para la movilización de tropas que bien podrían estar en cualquiera de los focos de conflicto en los que participa Rusia. Ucrania es un simple peón en esta partida, un laboratorio en donde el imperialismo puede probar sus nuevas estrategias mediáticas, sus tropas de mercenarios y tantas otras cosas. Este país tiene una gran sanguijuela que no va a parar de chupar sangre hasta que el pueblo no la saque de raíz.

 

*Periodista especializado en temas internacionales, columnista del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio Universidad Nacional de La Plata) y redactor de Revista Trinchera.

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