Hay un fantasma que nos visita todo el tiempo, inclusive antes que muerto, antes que vivo, que todo. Una historia de resurrección.
El cemento desprolijo que se escapa de la junta del ladrillo hueco me corta la palma de la mano izquierda y al mismo tiempo me la enfría. Esa sensación me revuelve aún más la panza y me genera un escalofrío por toda la espalda, que encorvada e impulsada por un caldo que va subiendo desde mis riñones, empieza a moverse con un andar toráxico al ritmo de la respiración.
Tengo la mirada clavada entre el piso y la pared que aún está mojada por mi propio meo de hace unos pares de vasos atrás. Con cada pequeña arcada intento inhalar poco, pero es inutil, el olor añejo del pis se me mete por las fosas nasales y se me termina alojando en la boca con el sabor dulce ácido que me dejó el vino cortado con Manaos.
En un breve lapso de microsegundos se me pasa un tren de flashes por la cabeza. Son imágenes repetidas de las últimas semanas; la barra mostrador, el baño del bar lleno de calcos con los azulejos blancos siempre con una pequeña capa de agua embarrada, el rock sonando detrás de una cumbia santafesina una y otra vez. En el medio de esa locomotora que pasa a toda velocidad, en mis pensamientos aparece el parabrisas reventado, la frenada marcada en el asfalto y la sangre brotando entre los pelos largos de Celeste. Como en esa tarde me empieza a temblar la mano y es en ese momento que desde el fondo de mis entrañas empiezo a expulsar el alcohol fermentado de mi cuerpo. Ahora sí la arcada se vuelve más fuerte y siento como en cada expulsión se me despega un pedazo de garganta. En el piso el viejo charco de meo se llena primero de un vómito espeso, para luego ir cubriéndose de una segunda capa más aguada donde prepondera la bilis.
De mis labios y dientes corren hilos de baba; me quema la garganta y los ojos me pican entre tantas lágrimas.
Una segunda arcada y se repite el proceso.
Cada vez expulso menos cosas sólidas, pero los gritos y el llanto aumentan.
Noto como una parte de mí alma se desprende de mi interior.
Paso la manga de mi campera por mi cara, como queriendo inútilmente limpiarme y esconderme al mismo tiempo.
La nariz, la boca y mi garganta se me llenaron de un olor nauseabundo mocoso.
Como queriendo cuidarme la imaginación me saca de esa situación lamentable y me transporta a la infancia. Me veo de pibe jugando en la mecedora de madera de mamá y papá, pero de golpe aparece el tajo que va desde el pómulo, le atraviesa el ojo y se esconde por encima de la frente entre los pelos de Celeste.
Como si fuesen una repisa vieja, mis piernas se vencen y caigo encima del vómito. Siento que la humedad me atraviesa el pantalón de jean y la campera a la altura del codo.
Por la cabeza pasan las peores ideas y otro vaso de vino. Y es ahí cuando siento una mano que con ternura y precaución me acaricia el hombro y me da una palmada.
El mundo se me detiene al escuchar esa voz que solo puede ser de él. Esa voz que es de un nene y de alguien que vivió todas las vidas en una sola.
-A mí también me pasó. Me siento más solo que Kung Fu.
Giro levemente la cabeza y sobre mi hombro veo que me alcanza una botella de agua y una toalla.
Ante la soga que me tira, yo respondo con un intento patético pero cortés por intentar levantarme.
Después de un rato de jadeo ya tengo una rodilla apoyada en el piso y sobre la otra descansan mis manos y mi espalda encorvada. En ese momento siento nuevamente que me acarician el hombro y me dan una palmada suave.
-Me cortaron las piernas, pero no me quedó otra que seguir.
A mi cara desfigurada por el vómito y el llanto se le dibuja una sonrisa. Apresuro a levantarme y dar en encuentro con Diego, pero cuando puedo incorporarme, en ese sucio callejón no hay nadie.
Es 10 de octubre pero para mí es domingo de pascua y resurrección.

Felipe Bertola
Cuando estaba en la panza, mi vieja me cantaba “Significado de Patria” para tranquilizarme. En la comunicación y organización popular encontré la clave para poder “ser la revancha de todxs aquellxs”. Como todo buen platense, sé lo que es ganar una Copa Libertadores.
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