Globalización en tiempos de pandemia (Parte II)

Globalización en tiempos de pandemia (Parte II)

TIEMPO DE LECTURA: 10 min.

Por Pablo Jofré Leal*

Me preguntaba, en la primera parte de este trabajo ¿quién gobierna en este mundo?…con certeza y en primer lugar los mercados financieros de Estados Unidos, Japón y la Europa de los 28, que representan el primer poder.

Siguen al poder mencionado, las corporaciones internacionales[1] en esta época, principalmente tecnológicas, ayudadas en ello por sus empresas mediáticas (donde la presencia sionista en mayoritaria) y que tienen la capacidad de construir los mecanismos que manipulan y crean una realidad acorde con las necesidades de esos mercados financieros globales. Todo ello marcado por la supremacía de los Estados Unidos, que ha dominado durante los últimos 30 años el planeta, en todos los campos propios en que establece su señorío una hiperpotencia, vigorizada con la derrota de su anterior enemigo. Aunque, tengamos presente, que desde hace un lustro a la fecha, ese dominio es retado por la presencia de la República Popular China, la Federación Rusa y poderes emergentes, incómodos en este traje de fuerza llamado globalización.

Una globalización con características bien definidas:

  1. Preeminencia en el campo político, donde su actuar hegemónico sustituyó el papel que la comunidad internacional había depositado en la Organización de las Naciones Unidas a partir del año 1945
  2. En el ámbito económico y financiero, capaces de competir y aventajar, incluso a un bloque amplio de países como la Unión Europea, conformada por 28 miembros. La ventaja es también con relación a Japón y su natural área de influencia en Asia Oriental. Insisto, con la relevante presencia de China como referente económico internacional.
  3. En el aspecto tecnológico, predominando sin contrapeso en Internet. Poseen las principales industrias tecnológicas (partes de esta “Nueva Economía”) que sustituyó en volumen de capitalización bursátil, a la economía tradicional. Estados Unidos suele reservar un aparente “derecho” a proteger su sector tecnológico esgrimiendo para ello, razones de seguridad. Pero los “otros”, que es hablar de nosotros, estamos sujetos tanto a su espionaje y control tecnológico, presiones económicas, como lo demuestra las sanciones a China y sus industrias tecnológicas como fue el caso de la empresa Huawei.
  4. En el plano político cultural, la MacDonalización[2] representa la expansión del modelo de vida y la cosmovisión estadounidense, ayudada exitosamente con el dominio que ejerce en el campo audiovisual – con capitales propiedad de grupos sionistas que vinculan esa visión de mundo a los intereses de esta ideología -. Recordemos que ha existido todo un proceso de concretar este dominio cultural a través de diversos hitos: la victoria de la industria cinematográfica de Hollywood en la fase final de la Ronda Uruguay del GATT en el año 1992.

    En esos encuentros, la vieja Europa, se sometió a las exigencias de los Estados Unidos, que evitó un reforzamiento de lo que el Imperio denomina “Medidas Restrictivas” con relación a la idea de tener cuotas de pantalla para obras nacionales. Ligaron lo audiovisual al desarrollo de nuevos servicios de comunicación y telecomunicaciones – desregulándolos – Permitió, igualmente la alianza de inversiones estadounidenses en Europa.

    Una superioridad que se expresó y tejió, en estos 30 años, bajo el argumento del Nuevo Orden Mundial. En dos campos de batalla: el Acuerdo Multilateral de Inversiones – AMI –como en la Organización Mundial de Propiedad Intelectual– OMPI – en que Estados Unidos hizo prevalecer el Copyright sobre el derecho moral de la creación y en todos aquellos encuentros de organismos internacionales. Allí, se impone la visión estadounidense o amenaza con retirarse como ha sucedido con la Corte Penal internacional, la UNESCO, no cumplir los acuerdos firmados como es el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés) su abandono del Tratado INF (sobre misiles de corto y mediano alcance con carga nuclear) con Rusia, entre otras acciones frente a su decisión de llevar adelante contra viento y marea su política imperial.
  5. En el plano militar, sólo la consideración del nivel de su presupuesto, que autorizó el congreso estadounidense en el año fiscal 2019 – más de 730.000 millones de dólares – permite visualizar la envergadura de su poder nuclear, convencional, nuevas líneas de investigación, armas biológicas y químicas (donde perfectamente podemos ubicar al Covid-19) y la intervención en amplias regiones del mundo. Comenzando a partir del año 1991 en Irak, posteriormente en Serbia, Afganistán, nuevamente Irak el año 2003 y su estrategia del caos premeditado, que ha tenido su expresión práctica nuevamente en Irak a partir del año 2003, la invasión a Libia, el apoyo a grupos terroristas en la guerra de agresión contra Siria a partir del año 2011. El sostén permanente al sionismo en su política de colonización y ocupación de Palestina. La complicidad en la agresión a Yemen y las políticas de sanciones, bloqueos y embargos contra Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Federación Rusa y la República Islámica de Irán.

Estados Unidos es la única potencia que posee flotas de guerra en todos los mares y océanos del mundo, 800 bases militares en los cinco continentes y la capacidad técnica, logística y militar de asestar golpes donde lo señale su “dedo divino”. Por ello, resulta patético escuchar las declaraciones alarmistas de los jerarcas políticos y militares estadounidenses, cuando tratan de acusar a Rusia de ampliar su presencia militar en el mundo. El ataque a Serbia, en la década de los noventa del siglo XX, las agresiones contra Libia, Siria, sus políticas sancionatorias contra Venezuela, Cuba, la República Islámica de Irán, han servido para que Washington demuestre su absoluto desprecio por las leyes internacionales.

Un actuar que permite catalogar a Estados Unidos como un violador del derecho internacional, con acusaciones de crímenes de lesa humanidad y que en la actual situación, prevalece el terrorismo médico. Acusación esgrimida por las autoridades iraníes, ante su política de máxima presión contra la nación persa, impidiendo una lucha efectiva contra el Covid-19 al impedirle comprar kits de prueba de coronavirus, acceso a equipamiento médico e incluso fondos previstos por organismo financieros internacionales. Ocho países, entre ellos China y Rusia en una carta enviada al secretario general de la ONU advirtieron sobre el impacto negativo de las sanciones en los esfuerzos internacionales destinados a contener el virus mortal. La conducta estadounidense tiene la pretensión invariable de dar una “lección” a quien osa desobedecer sus órdenes.  Por ello, el llamado desde la trinchera antiestadounidense es crear un frente común que destruya este unilateralismo, que tanto daño le hace al mundo.

Esta realidad, que tanto daño genera en el mundo, está siendo cuestionada con un catalizador inesperado, que surge desde el campo de las enfermedades: el Covid-19, que está remeciendo las estructuras políticas, económicas y sociales del mundo. Una pandemia que ha hecho resurgir, como nunca antes, conceptos como el de solidaridad, cooperación, fin de las sanciones contra aquellos que los grandes poderes han sometido a apremios que contribuyen a una catástrofe humanitaria. Una pandemia que pone en entredicho esta globalización donde la desregulación ha sido su signo predominante. Una globalización que ha servido para hacer del mundo un terreno fácilmente contagiable, que ha visibilizado también la debilidad de aquellos países que han minimizado sus sistemas sanitarios, en función de la privatización, que convierte un derecho social, en una mera mercancía.

El Virus Covid-19está carcomiendo las estructuras internas del capitalismo, mostrando sus debilidades, develando la profunda inequidad entre aquellos que pueden soportar una pandemia en su opulencia y aquellos que quedan en la desprotección, en la carestía, sin trabajos, sometidos a los vaivenes y decisiones de gobiernos más centrados en defender las superestructuras, el mercado, al empresario global que a sus ciudadanos. Un modelo capitalista que debe ser combatido con la misma fuerza con que se acomete a este virus mortal. Incluso, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva se ha visto obligada a mencionar que los costos humanos de la pandemia del coronavirus ya son inconmensurables y es preciso que todos los países trabajen en colaboración, para proteger a la gente y limitar el daño económico.

Este es el momento de actuar con solidaridad, suelen repetir los dirigentes en el planeta. Palabras, que hasta hora dejan fuera a países como Venezuela e Irán pues las directrices criminales del gobierno de Trump, por ejemplo, se niegan a ir en apoyo internacional a estos dos países, en un claro crimen de lesa humanidad. Combatir al Covid-19 pone  en acción a nuestras sociedades, sacando lo peor y lo mejor del ser humano y poniendo en entredicho la forma que hemos conducido nuestro planeta en las últimas décadas. Este patógeno de la familia de los Coronavirus genera cientos de miles de contagiados, decenas de miles de muertos y una hecatombe financiera. En una pandemia que no tiene fecha de término y que ha situado hoy, como primero en la lista de contagiados, a Estados unidos que además suma miles de muertos que crecen en forma exponencial.

Estamos en crisis, pero distinta a las que hemos vivido en este Siglo XXI. Como aquella a inicios del nuevo milenio, la denominada dot com (puntocom) relacionada a la burbuja especulativa con las empresas vinculadas a internet. Diferente a la crisis financiera global del año 2008, desatada en virtud de la burbuja inmobiliaria, que había comenzado en Estados Unidos el año 2006 y que terminó de explotar en octubre del año 2007 originando una profunda recesión durante gran parte del año siguiente. Hoy, el agente catalizador, el patógeno es distinto, se llama covid-19 mostrando la enorme fragilidad de todo el sistema económico en que nos asentamos

Una crisis pandémica, política, económica, sanitaria que nos obliga a repensar el mundo que se nos viene. Con una característica común a todas las crisis mencionadas: será el Estado quien nuevamente está salvando a los países, a las empresas, incluyendo a aquellas que suelen atacar ese estado en épocas de vacas gordas. Ese Estado que sale nuevamente al rescate de las economías, incluso de aquellos países donde sus clases dominantes los maldicen. El Covid-19 está cambiado los dogmas imperantes, ha mostrado que sin servicios sanitarios públicos fuertes, la muerte se ve más cercana. Los europeos extrañan ese estado de bienestar, que sus castas políticas han deteriorado.  Las discusiones hoy parecen propias de defensores del estatismo, conceptos como fin de los ajustes fiscales, establecer salarios dignos garantizados, incluso nacionalizar aquello que la marea privatizadora permitió enriquecer a algunos pocos se están imponiendo en la agenda política..

La experiencia histórica de los países afectados por las políticas del FMI nos conduce a la conclusión (en base a la experiencia empírica) que el número de víctimas del neoliberalismo es y será, indudablemente, millones de veces mayor que el de las víctimas del Covid-19, lo que indica entonces, pasada esta batalla coyuntural a enfocar nuestros esfuerzos en la definitiva derrota de este capitalismo brutal, que tambaleaba y que una sintomatología de dolores de cabeza, fiebres, tos seca y problemas respiratorios parece haber sido el arma que marcará su definitiva derrota. Para ello es necesaria la solidaridad, recuperar una humanidad perdida en el trasiego del individualismo, de un modelo de sociedad que desprecia lo social en función del éxito particular. Esta crisis pandémica puede ser un paso firme en aras de cambiar este único mundo que poseemos y matar de una vez este virus llamado capitalismo.


* Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

Referencias:
[1] “A principios de los años noventa, unas 37.000 firmas de características transnacionales, con sus 170.000 filiales, abarcaban gran parte de la economía internacional. Sin embargo, el lugar del poder se sitúa en el círculo más restringido de las “200 Primeras” – denominación que refiere al predominio de un cierto grupo de empresas – Así, la parte del capital transnacional en el PIB mundial pasó del 17 por 100 a mediados de los años sesenta al 24 por 100 en el año 1982 y a más del 30 por 100 en 1995. Las “200 Primeras” son conglomerados cuyas actividades planetarias cubren sin distinción, los sectores primario, secundario y terciario. geográficamente se reparten entre diez países: USA, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza, Corea del Sur, Italia y Holanda…si se hace abstracción de sociedades angloholandesas con capitales mixtos – grupo Shell y Unilever – no quedan más que ocho países en la carrera, que concentran el 96,5 por 100 de las “200 Primeras” y el 96 por 100 de su cifra de negocios”. Para ampliar esta información Claimont Fréderic. “Pensamiento Crítico v/s Pensamiento único”. Página 41-42. En la actualidad de las diez empresas transnacionales más importantes, ocho de ellas están ligadas al mundo de la tecnología. Según países, Estados Unidos sigue siendo hogar de más de la mitad de las empresas más grandes del mundo, contando con 53 en el listado de las 100 empresas más grandes. China cuenta con 11 empresas entre las 100 más grandes del mundo, mientras que Reino Unido se sitúa en tercer lugar con un total de 9 empresas.

[2] Uso este concepto en el sentido asignado por la pensadora chilena Marta Harnecker, quien sostiene que: “Tras la caída del socialismo ha cambiado radicalmente la correlación de fuerzas y nos encontramos en una etapa ultra reaccionaria…la Globalización plantea tres problemas fundamentales: la polarización creciente de la sociedad, el desastre ecológico hacia el que camina la humanidad y la expansión del modelo cultural estadounidense, que denominaré la MacDonalización de la cultura”. Harnecker Marta. Entrevista de Amelia Castilla. Diario El País. Sección Cultura. Madrid. España. Sábado 26 de febrero del año 2.000. Página 5

Sobre Virus, Pandemias y Guerra Biológica

Sobre Virus, Pandemias y Guerra Biológica

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

Por Pablo Jofré Leal*

La pandemia del Covid-19 además de los hechos de contagio, muertes, afectación de la salud de millones de seres humanos y la crisis económica que ha traído consigo, posee un componente relacionado con la posible utilización de este virus, como un agente biológico en el plano del bioterrorismo.

¿Es el Covid-19 un agente biológico creado en un laboratorio y cuya expansión ha generado la peor pandemia vivida por la humanidad desde la gripe española hace un siglo atrás? Una pregunta, que trataremos de responder teniendo en claro que la prioridad es, primero que todo, combatir la expansión de este virus, enfrentarlo con todos los medios humanos y técnicos que los países posean. Un escenario donde la solidaridad internacional se disponga al margen de cualquier intento de seguir hegemonizando el mundo, como suele suceder con aquellas potencias enfrascadas en líneas de acción absolutamente condenables, como seguir sancionando, bloqueando e incluso impediendo el suministro de fondos, fármacos e instrumentos médicos y tecnológicos destinados a luchar contra la pandemia, como ha sido el caso del gobierno estadounidense y su contumacia criminal contra Irán, Venezuela y Cuba, principalmente.

Es un análisis necesario, pues la transparencia debe ser un imperativo frente a los rumores, acusaciones de teorías conspirativas, supuestas guerras entre potencias por el dominio político y económico del mundo y dardos cruzados en torno a que existirían laboratorios donde se generaron mutaciones de coronavirus, que dieron por resultado este Covid-19, que ha resultado mortal en materia de vidas humanas y desastroso en materia social y económica. Hay tristeza y dolor frente a las miles de muertes, en China, Italia, Estados Unidos, España, Alemania, Irán, Francia, Suiza, Corea del Sur, Reino Unido (que reúnen el 80% de los 23 mil fallecidos y 500 mil contagiados, hasta el cierre de esta edición) y el resto de los países del planeta que ya tiene la presencia del virus en sus territorios.

Una tristeza que se ahonda frente a la certeza de que esta cifra se va a multiplicar y que sólo el combate decidido en cada país podrá destruir, con responsabilidad social, fortalecimiento de los servicios públicos sanitarios y la cooperación internacional (con brigadas médicas, enviadas por Rusia, China y Cuba) que se ha dirigido a los países más afectados. Resulta admirable que países pequeños, que son sometidos a intensas presiones por parte del gobierno de Estados Unidos, como es el caso de Cuba, en función de una historia basada en el internacionalismo y la cooperación internacional, envíen brigadas de profesionales de la salud a miles de kilómetros de distancia.

El Covid – 19 es una pandemia, pues reúne los dos requisitos que la Organización Mundial de Salud (OMS) señala: brote epidémico que afecta a más de un continente y que los casos de cada país ya no sean importados sino provocados por transmisión comunitaria. Los seres humanos tenemos un miedo atávico a enfermarnos, temor que se incrementa cuando una enfermedad se multiplica por miles y solemos desconocer su origen y qué es lo que influye para contaminarnos. Es allí cuando aparecen las teorías respecto al uso de virus u otros patógenos destinado a ser parte de un arsenal militar, sobre todo cuando se comienza a imponer en la lógica del siglo XXI y en las nuevas formas de enfrentamiento de las grandes potencias, lo que se conoce como guerras híbridas (1)

En ese contexto de guerras híbridas, el uso de agentes biológicos es una de las alternativas, transformando así ese contencioso en una guerra biológica, es decir, un conflicto bélico que utiliza toxinas bacterianas o virus capaces de causar infección y/o toxemia. Algunos de estos microorganismos pueden continuar transmitiéndose aún después de haber desaparecido del ambiente donde fueron instalados, mediante contagio persona a persona. Esta idea ha tenido lugar a través de mutuas denuncias entre China y Estados Unidos, donde el país asiático sostiene que el brote surge en Wuhan pero el contagio, probablemente, fue efectuado por un grupo de soldados estadounidenses que participaron de los V Juegos Mundiales Militares celebrados en esa misma ciudad en octubre del año 2019. Pero esas acusaciones ya tendrán su tiempo de ser comprobadas con fundamentos científicos y transparencia.

Un atrayente artículo escrito por profesionales médicos chilenos en octubre del año 2001 -un mes después de los atentados del 11 de septiembre-, señalaba los tipos de microorganismos que podrían ser utilizados en una guerra biológica: “virus como viruela, arenavirus (fiebre hemorrágica), hantavirus, bacterias como Bacillus anthracis (ántrax), Yersina pestis (peste bubónica), Brucella spp, salmonella, Coxiella (fiebre Q), Franciscella tularensis (tularemia) y toxinas como la botulínica y aflatoxina entre otras”. “Estos microorganismos tienen en común que se asocian con una alta letalidad (muchos infectados mueren) y/o una alta morbilidad (se enferman muchas personas por una alta transmisibilidad del agente infeccioso o por una alta potencia de la toxina)”. Del 2001 al 2020 esa idea de letalidad no ha variado, pero incorpora este nuevo patógeno de la familia de los coronavirus.

Estamos atemorizados: las noticias, las elucubraciones, las acusaciones cruzadas, el incremento en el número de muertos causan zozobra. Las muertes por agentes biológicos, con relación a conflictos, no son un hecho novedoso y vienen al recuerdo las técnicas militares usadas por los hititas, que cuatro milenios atrás, mediante la introducción de conejos, cabras u ovejas afectadas de turalemia (bacteria Francisella tularensis) en los campamentos enemigos, generaban una altísima mortandad. Los asirios contaminaban los pozos de agua enemigos con una toxina llamada Ergotamina generando una dolencia denominada “fiebre de San Antonio”. En los escritos homéricos se detalla el uso de veneno de serpientes para ser untada en la punta de las flechas.

En un artículo interesante escrito por Ariel Palezzesi se señala que “durante la Edad Media se pasó de untar flechas con heces a arrojar directamente las heces de las víctimas de la peste bubónica sobre las paredes de los castillos usando catapultas. Y en algunos casos, como durante el asedio de la ciudad de Kaffa, en 1346, directamente se catapultaron los cadáveres de los guerreros muertos de peste, para que contagiaran a los sitiados”. Este mismo artículo afirma que en América del Norte, por ejemplo, la población indígena comenzó a ser diezmada por las enfermedades provenientes del Viejo Mundo, dado que carecían de los anticuerpos necesarios. “Existen al menos dos casos documentados de ataques mediante gérmenes de la viruela, transportados en frazadas ofrecidas como regalos a los nativos. Estos verdaderos “caballos de troya” fueron, tal como quedó registrado por el comandante de la milicia William Trent en 1763, entregados especialmente para transmitir la Viruela a los indígenas”.

Un trabajo realizado por profesionales cubanos (país víctima de innumerables ataques biológicos por parte de Estados Unidos desde el 1959 a la fecha) nos refiere también a hechos históricos donde el uso de los agentes biológicos ha sido parte de prácticas militares. “Durante la Primera Guerra Mundial, los alemanes utilizaron ántrax y muermo para infectar a caballos y mulas del ejército de Estados Unidos y los aliados. En 1931 Japón usó armas químicas y bacteriológicas en su invasión a Manchuria. En la Segunda Guerra Mundial los nipones lanzaron bombas de cristal con pulgas infectadas con la peste con el objetivo de expandir la enfermedad, y de igual manera, formaron el Escuadrón 731 del Ejército Imperial, dedicado a realizar experimentos biológicos en los prisioneros de guerra.

Tanto ayer como hoy, sea tres mil años atrás o en este quinto lustro del siglo XXI, la posibilidad del uso de agentes biológicos para enfrentar los conflictos entre pueblos y/o países, genera un terror inconmensurable. Pero la globalización es aún más alarmante porque los patógenos pueden transmitirse de un lado al otro del mundo en tiempo record. Una persona afectada por el Covid-19 podría haberse contagiado en Madrid, viajado a París posteriormente y luego hecho un viaje transatlántico y aterrizado con su carga vírica en la ciudad de Santiago de Chile. Todo ello en un espacio de tiempo inferior a un día.

Se ha señalado por medios que aunque todavía puede ser demasiado pronto para llegar a una conclusión definitiva, el portal digital Global Research recopiló recientemente una parte de un informe de Larry Romanov, experto en economía de la Universidad de Fudan, que con el título “El coronavirus de China: una evolución impactante. ¿El virus se originó en Estados Unidos?” se pronuncia al respecto. Las autoridades médicas chinas llevaron a cabo investigaciones rápidas y extensas sobre el origen del virus, identificando todas las especies y variantes mutadas mediante la recolección de aproximadamente 2 muestras del nuevo genoma coronario de cinco países diferentes en los cinco continentes. Durante su análisis, concluyeron que los nuevos brotes del coronavirus comenzaron a propagarse nada más que al finalizarse los Juegos Mundiales Militares que se celebraron en Wuhan entre los días 18 y 27 de octubre del año 2019.

Los agentes biológicos pueden ser utilizados, sin duda, como armas propias de acciones bioterroristas, para ocasionar daños al ser humano en contextos de guerra biológica, y pueden ser utilizados en forma secreta, para ocasionar deterioro en la situación económica de los países y la vida social de la Nación agredida. Existen alrededor de 1.200 tipos de agentes biológicos, conocidos también como armas bacteriológicas, que provocan enfermedades y que en un porcentaje importante, conducen a la muerte (en el caso del Covid -19 el porcentaje de letalidad ronda entre el 2 al 4% promedio pero en Italia y España ha alcanzado cifras muy superiores), además de constituirse también en una afectación al conjunto del planeta.

El uso político, económico y militar de agentes biológicos constituye un panorama aterrador con la irrupción del Covid-19, cuyo análisis más fino en materia de conflictos geopolíticos y opiniones científicas, conducen a pensar que pudo haber sido utilizado como un tipo de arma, para generar daño a una población de un país rival, en lo que hemos definido como guerra biológica, constituyéndose en uno de los elementos principales del bioterrorismo, pero con efectos globales no contemplados o que fueron minimizados a la hora de autorizar su uso ¿Eso sucedió en Wuhan?


* Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

Cedido por http://www.segundopaso.es

  1. Denominación que da cuenta de una tipología de conflicto que combina medios regulares e irregulares y que da cuenta d ela transformación de los conflictos, que lo mismo expresas batallas de ejércitos regulares, que la lucha irregular, uso de medios de desinformación, guerra cibernética, agentes biológicos o cualquier actividad militar o no militar que se ejerce en un contexto de supuesta ambigüedad “con más o menos ambigüedad en la amplia franja que existe entre la paz y la guerra abierta, pero sin constituir un llamado casus belli. Estos conflictos, según un interesante documento titulado “Guerras Híbridas: cuando el contexto lo es todo” son calificados como característicos del mundo globalizado y entre los que se citan los Balcanes, Chechenia, Afganistán, Irak, Líbano, Sri Lanka, Crimea o Ucrania como casos más significativos, son presentados como novedosos por numerosas razones: por los actores involucrados (Estados interviniendo de manera directa o delegando su actuación a agentes domésticos o proxies, guerrillas, terroristas, redes criminales o contratistas militares privados), los medios utilizados (armas sencillas empleadas de manera novedosa, sistemas sofisticados trasferidos por los Estados, armas pesadas o tecnologías de uso dual disponibles en el mercado), las tácticas empleadas (acciones convencionales limitadas, actos terroristas, insurgencia, ciberoperaciones, maskirovka, ocultación y engaño o propaganda multicanal), los multiplicadores usados (sistemas de posicionamiento, inteligencia de señales (SIGINT), de fuentes abiertas (OSINT) y de redes sociales (SOCMINT), RPA drones, comunicaciones avanzadas o ciberataques) o las fuentes de financiación manejadas (actividades legales y delictivas con estrecha colaboración con el crimen organizado). https://www.ugr.es/~gesi/Guerras-hibridas.pdf
¿Qué sabemos del COVID-19?

¿Qué sabemos del COVID-19?

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Por Nasim Iusef Venturini*

Hace dos meses no sabíamos nada del coronavirus. Tal vez hubo algún código con registro temporal previo, pero a priori no sabíamos nada. O por lo menos nosotres.

El asunto es que el COVID-19 es de la familia de virus de veloz propagación, alto contagio, baja mortalidad en personas sanas, que pone en peligro a las personas con enfermedades preexistentes y a los grupos de riesgo. Se puede transmitir sin reportar síntomas y eso es lo que lo hace peligroso.

Copó la escena mundial y todos los países entraron en jaque. La libertad occidentalizada se derrumbó, al igual que lo hicieron las bolsas de todo el mundo, que no son más que la expresión de una avaricia descontrolada que es en parte responsable de este rumbo inhumano de esta humanidad.

De fácil transmisibilidad

En países del este Asiático, hubo epidemias con características similares hace pocos años (en la contagiosidad del virus) que permitieron que esos países aprendan a controlar este tipo de epidemias que surgen en pleno siglo XXI y con desarrollos en sistemas de monitoreo epidemiológico jamás alcanzados anteriormente.

Por eso países como Corea del Sur, Taiwán, Japón y China utilizaron todo el aprendizaje previo y la fuerza del Estado para mitigar la propagación de este virus que hoy está mostrando la fragilidad de los sistemas como los conocemos.

Velocidad de la propagación

De repente la interconectividad física y virtual que existe en estos días es muy distinta a la que había tan solo unos años atrás cuando surgieron esas epidemias en oriente que pusieron en vilo a todo el mundo y que pudieron ser mitigadas. No sin dificultades ni muerte, pero sí pudiendo contener y mantener la rectoría de los sistemas de salud para que no desborden y que el pánico no se expanda a la velocidad de un tweet.

Hoy la interconexión a la que accede gran parte de la población mundial nos muestra un show de la realidad, mientras facturan y generan mensajes de odio e intolerancia. Por eso, más allá de la pandemia, hay una infodemia que también se esparce y contagia el miedo en un contexto de incertidumbre global a gran escala.

Queda en evidencia la necesidad de sistemas de salud que puedan contener a las demandas de la sociedad incluso en caso de pandemia. Pero no, eso no se “planifica”. Solo cuando la urgencia corre y nos preocupa que los centros de salud y hospitales no den abasto, es cuando recordamos que los sistemas del sector público (que responden en caso de emergencias por ser empleados del Estado) tienen miles de trabajadores precarizades y en condiciones que podrían haber sido mejoradas previamente si no se percibe a la salud como una variable de ajuste, cosa que se profundizó durante la gestión macrista.

Ciudadaneando la cuarentena

Ante esto, empieza a urgir la necesidad de ejercer la ciudadanía por parte de quienes tenemos los medios y las posibilidades de hacerlo. Respondemos a las recomendaciones del Estado Nacional y su Ministerio de Salud, que tomó la rectoría del sistema para la mitigación de la pandemia y muches nos sentimos orgulloses de ver como se prioriza la salud de las personas y se tratan de tomar medidas para paliar la situación de les más vulnerables, rompiendo con los protocolos y libritos de economía importados, incluso ante un panorama totalmente incierto del futuro.

Hoy, como ciudadanes se nos exige, en el marco de una pandemia global que nos requiere guardades en casa, que podamos dimensionar que nuestro aporte es ese. Este ordenamiento actitudinal por parte del Estado, reflota muchos virus anteriores que tiene nuestra sociedad, como el punitivismo. No faltaron quienes desde la comodidad de sus hogares denunciaron a laburantes que se dirigían a sus trabajos o transeúntes sin rumbo que también están en riesgo en una situación de estas características.

La invitación a la solidaridad y la necesidad de abordar de una forma más empática este tipo de situaciones reflota actitudes muy valiosas que se despliegan desde las entrañas de nuestro pueblo. Los colectivos que siguen trabajando en la total informalidad para brindar alimentos en los comedores comunitarios, aquelles trabajadores que no son convocados a ser aplaudidos a las 21 hs como acto de redención en el contexto de autoencierro que habitamos estos días, también hacen que algunes podamos ciudadanear y respetar la Cuarentena para mitigar el impacto de la pandemia en estas tierras.

¿ Y el sistema de salud?

En un Estado Nación como el nuestro, donde la responsabilidad de la salud de los ciudadanos recae en las provincias (por la Constitución, reformada en el ’94), la rectoría a nivel central que se ejerce desde el Ministerio de Salud de la Nación es realmente importante y más en estos momentos donde se necesita una respuesta unificada en todo el territorio nacional para evitar la propagación de esta pandemia que pone en vilo al mundo como lo conocemos.

Nuestro sistema de salud alimenta lógicas que no serán discutidas en esta nota. Sí se dirá que necesitamos un sistema de salud integrado, en el que se priorice a las personas, se den respuestas ante situaciones de extrema complejidad como la que estamos atravesando y no se dé lugar al enriquecimiento espurio, que muches sabemos que suceden en el campo de la salud.

La velocidad de la información y la difusión de sutiles mensajes de miedo y desesperación por parte de los medios concentrados, son replicados y reinterpretados por muches que, inmersos en esa realidad que generan los mentimedios y sumados a una ideología reaccionaria, reproducen todo el tiempo los mensajes que confunden e infunden el pánico.

La respuesta ante la pandemia

La respuesta política del Gobierno a nivel nacional, requiere la coordinación y comunicación que está llevando a cabo, con el trasfondo de cuidar y proteger a la población, tratando todo el tiempo de mantener la calma y mostrarse activos y atentos en una situación que desborda los sistemas de los países centrales, donde al final vemos que no son tan distintes a nosotres, solo que elles se quedaron con el oro que saquearon de nuestras tierras.

En el medio estamos nosotres y nuestras cotidianidades particulares, que de pronto se vieron condicionadas concretamente por una situación externa que demanda que respondamos al “poder” del Estado y que nos quedemos en nuestras casas (quienes podemos) y empecemos a habitarlas.

Habitarla y habitarnos. Como seres que en medio del desconcierto general seguimos tejiendo redes para que las cosas sucedan. Que de repente nos encontramos en nuestras casas y a cada une le surgirán distintos problemas. Que tendremos tiempo para hacer/disfrutar cosas que creíamos olvidadas o sencillamente ignoradas, como el cuidado de cada une y que eso también cuida al resto.

Ante tanta desesperación, comunicación sincera, de esa que manifiesta qué sentimos, qué vemos en un mundo que se encuentra transmutando de una forma que creíamos que conocíamos a una que desconocemos totalmente.

Es la hora de asumirnos como brutales e ignorantes, y empecemos a observar a nuestro alrededor, a valorar lo próximo, a quienes tenemos al lado. Que esos lados empiecen a tomar otras dimensiones y mientras seguimos sin saber nada de COVID-19, empecemos a saber de nosotres mismes.


* Lic en Economía, integrante del colectivo "Economía a pata", Co-conductor de “Promocionando la Salud” (Radio Futura – FM 90.5), responsable de la sección Economía de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Trinchera.
A las pandemias, solidaridad

A las pandemias, solidaridad

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Por Miranda Cerdá Campano*

La pandemia no solo dejó al descubierto la importancia del rol del Estado para paliar semejante crisis sanitaria, sino que también puso sobre la mesa la ambición sin límites de los poderes hegemónicos y el neoliberalismo salvaje. La destrucción de la naturaleza, violentada a extremos nunca vistos por un capitalismo que hace años parece estar llegando a su fin, deja entrever que sólo la responsabilidad social y la solidaridad pueden salvar al mundo.

¿Qué tiene que ver esto con el deporte? Mucho. A raíz de la epidemia que afecta al país, varios clubes de Primera División pusieron sus instalaciones y médicos a disposición del Ministerio de Salud. Una vez más queda en evidencia el irremplazable rol social que cumplen y por qué hay que seguir defendiéndolos de quienes los ahogan con tarifazos y quieren convertirlos en sociedades anónimas.

En épocas de sometimiento a los grandes grupos económicos, hay que resistir

San Lorenzo y Racing fueron algunos de los que se pusieron al servicio del Estado y el rescate de estas dos instituciones no es casual. Ambos clubes vieron de cerca los intentos privatizadores que quisieron ahogar su rol social, apagar su historia y colonizar la pasión de sus socios en una de las épocas más crueles de nuestro país.

Lo de Racing fue efectivo a pesar de la resistencia de los hinchas. La escalada neoliberal de la década del ‘90 y principios de los 2000 no sólo se llevó puestos a varios clubes de barrio. Racing quebró en 1998 y el 1° de enero de 2001 apareció Fernando Marín con su Blanquiceleste Sociedad Anónima. El objetivo era claro: íntimo amigo de Mauricio Macri, Marín debía demostrar a través del gerenciamiento del club de Avellaneda que las Sociedades Anónimas eran necesarias.

Marín festejó el campeonato de ese año, pero luego vino la caída libre. Durante los casi 7 años que duró el gerenciamiento, miles de hinchas abogaban por la salida de la empresa y se manifestaron en incontables oportunidades en repudio a Marín. Blanquiceleste quebró en 2007 y en julio de 2008 la justicia restituyó a Racing su carácter de asociación civil. El empresario dejó a la Academia sumergida en deudas, sueldos impagos, cheques rebotados e incluso al equipo de fútbol jugando la promoción y al borde del descenso a la segunda categoría.

“De pendejo te sigo, junto a Racing siempre a todos lados
Nos bancamos una quiebra, el descenso y fuimos alquilados
No me olvido ese día que una vieja chiflada decía
que Racing no existía, que tenía que ser liquidado”

A que no saben cómo siguió la carrera de Marín. Luego de la quiebra de Blanquiceleste SA, el hombre de negocios comenzó a trabajar para el Grupo SocMa (Sociedad Macri) y los lazos con quien fuera Presidente de la Nación entre 2015 y 2019 comenzaron a afianzarse. Con Macri en la cabeza del Gobierno nacional, Marín se hizo cargo de Fútbol Para Todos y en abril de 2016 anunció que el fútbol continuaría siendo gratuito durante toda la gestión. Todos saben cómo terminó esa historia. Fue el propio Marín el que llevó a la Casa Rosada la propuesta de entregar los derechos de televisación a Fox y Turner y como si esto fuera poco, también fue la cara detrás de la degradación de la Secretaría de Deportes en Agencia.

El Club Atlético San Lorenzo no fue ajeno a la ola privatizadora, pero la situación del Ciclón fue un tanto más particular: la firma suiza de patrocinio deportivo International Sport and Leisure no vino a quedarse con el club o al menos no desde lo discursivo. En agosto del 2000, la empresa, que pertenecía al fundador de Adidas, le hizo una oferta al entonces presidente de la institución, Fernando Miele, para adquirir la imagen del club por 10 años.

Durante septiembre, octubre y noviembre de ese año, la dirigencia de la entidad de Boedo entabló varias reuniones con ISL para llegar al acuerdo definitivo. Entre los puntos del contrato se destacaba una cláusula de confidencialidad, que establecía que los socios de San Lorenzo no podían acceder a la información del vínculo que se iba a firmar. Todo era un tanto turbio y los hinchas estaban, con razón, alarmados.

El 30 de noviembre, Miele encabezaba una reunión clave de la Comisión Directiva e intentó mantenerla en secreto. Los socios, alertados de la maniobra se autoconvocaron en el Estadio Pedro Bidegain bajo el lema “San Lorenzo no se vende”. El Nuevo Gasómetro, como solía ocurrir en aquellas épocas, se encontraba vallado y rodeado de uniformados de la Policía Federal que con gases, balas de goma y bastonazos intentaron disipar la manifestación. El “Ciclón” resistió como varias veces en su historia y aquella tarde, la CD cayó a los pies de la voluntad societaria.

“Hay una cosa que nunca van a entender
Que la Gloriosa va a copar donde jugués
Esta es tu hinchada la que se bancó el descenso
La que impidió que se vendiera a San Lorenzo”

Las experiencias de Racing, Talleres, Ferro y Defensa y Justicia dejaron en claro por qué el gerenciamiento no era una opción en Boedo y desde aquel noviembre, cada 30 se celebra el día del hincha de San Lorenzo. Hoy, debajo de una de las tribunas del Nuevo Gasómetro se lee la leyenda “Siempre CASLA, nunca SA” y cada tarde de cancha, desde las gradas bajan las estrofas de una canción que se ha vuelto himno: “quisieron privatizarte, pero yo a vos no te vendo” . En el caso de San Lorenzo, ha quedado claro que la historia no la marcan los títulos que se ganan con los botines, sino que la escriben los hinchas.

Los clubes de Todes

Retomando, cuando las papas queman, es innegable el rol social que adquieren los clubes. Durante la infame década del 90’, con la profundización del modelo neoliberal que se había intentado instalar durante la última dictadura cívica-eclesiástica-militar, los clubes acogieron a sus socios: fueron lugares donde buscar un plato de comida, levantar ferias americanas, hacer algunos trueques y olvidarse por un rato del difícil momento que atravesaba la Argentina.

Sin embargo, cambiaron los paradigmas y el centro de la vida social pasó de los clubes a la intimidad de los hogares. Por un lado, la crisis económica propició que miles de personas perdieran sus empleos y vieran pauperizarse sus estándares de vida. Ya no había un mango para aportar al club y lo poco que había se repartía en el seno de la familia.

Como agravante, la crisis generó un aumento de la marginalidad y por tanto una creciente exclusión social. En este contexto, se deshabitaron los clubes y se poblaron las calles: los pibes necesitaron salir a realizar changas para poder comer, y cuando eso no era posible había que pedir o robar.

El neoliberalismo no sólo destruyó el entramado social, sino que puso a los clubes de barrio al borde de su desaparición, al mismo tiempo que ordenó la primacía de las individualidades por sobre las prácticas colectivas.

Sólo se necesitó una pandemia como la del coronavirus para revalidar el rol del Estado como reasignador de recursos. En tiempos donde se evidencia la deshumanización, la crueldad e insensibilidad de los más poderosos; en épocas en las que la impiedad del sistema capitalista se lleva todo por delante; en momentos en los que se reproducen los discursos más meritocráticos, llegó la hora de revivir los lazos de solidaridad y compromiso social. Así lo entendieron los clubes, y así lo entendemos en este humilde espacio.


*Periodista, columnista sobre Sudamérica del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón
DE PANDEMIAS, EPIDEMIAS Y ENDEMIAS

DE PANDEMIAS, EPIDEMIAS Y ENDEMIAS

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Hugo Spinelli*

La desigualdad social es una pandemia más grave que el coronavirus.

¿Por qué mutan los virus? Es una pregunta sin respuestas consensuadas. En el caso del coronavirus, las respuestas van desde hipótesis conspirativas a la cuestión del cambio climático, las prácticas culturales de alimentación o la falta de control sanitario en mercados populares. Nada distinto se vivió con la epidemia de la gripe llamada porcina, en sus inicios, que mutó de repente a H1N1, tomando así un carácter científico y alejándose de la polémica con la industria porcina que denunciaba “discriminación”. Ahora no se habla de porcinos, sino de serpientes y murciélagos.

Las epidemias están ligadas a intereses comerciales, económicos y políticos a lo largo de la historia. Y en función de ellos se fomentan el pánico, la discriminación y las oportunidades de negocios. La gente transmite preocupación si siente que alguien tose en un transporte público, se producen miradas de temor. Ya se informa que ha aumentado la venta de barbijos. En ese contexto, debemos preguntarnos: ¿la población de origen chino comenzará a ser estigmatizada y los supermercados chinos perderán clientes? La información estructurada como alarma lleva a esas situaciones, he aquí la responsabilidad de los medios de comunicación social en una epidemia.

Pero otra pandemia azota al mundo y de ella no se habla, a pesar de que provoca todos los años millones de muertos y enfermos, y que convivimos con ella cotidianamente: se trata de la desigualdad social. Pero esta pandemia no es noticia, no recibe la atención que debiera, dada su magnitud. Esto señala la relación entre las catástrofes epidemiológicas y el poder. Ya no se trata de bacterias ni de virus que mutan, se trata de sociedades que dominan a otras sociedades, se trata de una misma sociedad en la que se han perdido principios básicos de solidaridad, situaciones mucho más peligrosas que cualquiera epidemia.

William H. McNeill en su libro Plagas y pueblos describe el impacto que las enfermedades infecciosas han ejercido en la historia, condicionando y modificando su curso. Cita cómo una plaga desmoralizó al ejército ateniense durante las guerras del Peloponeso; cómo una epidemia asoló el Imperio Romano antes de su decadencia; cómo en el siglo XVI la viruela fue lo que permitió a Hernán Cortés, con solo seiscientos hombres, conquistar el Imperio Azteca, conformado por millones de personas. Las epidemias han acumulados muertes a lo largo de la historia, se calcula que la viruela ha dejado más de 300 millones de muertos, el sarampión 200 millones, la gripe española 100 millones, la peste negra 76 millones, el tifus 4 millones y el cólera 3 millones. En diferentes épocas, otras epidemias —sin tener tal magnitud— azotaron a la humanidad: la lepra, la malaria, la sífilis y la fiebre amarilla son algunos ejemplos.

Tal como señala Eduardo Menéndez (antropólogo argentino radicado en México), durante las epidemias los medios de comunicación presentan la información en términos negativos, alarmistas y catastróficos, generando espectacularidad y sensacionalismo, concentrando la información en lo trágico, en el escándalo y en el desastre. Pero lejos está —en general— la intención de ayudar a pensar y a fortalecer mecanismos de solidaridad, evitando la discriminación.

Una información sesgada hacia el espectáculo.

La situación de la epidemia de coronavirus debe recibir nuestra atención, pero bajo ningún punto de vista puede hacernos olvidar nuestros problemas sociosanitarios, algunos crónicos, de carácter epidémico o endémico. Refresquemos la memoria con algunos datos de Argentina: los últimos registros oficiales del Ministerio de Salud informan que cada año hay 10.500 casos nuevos y más de 500 muertos por tuberculosis. La endemia de Chagas tiene más de 2 millones de infectados y 500 muertos por año. Desde hace mas de una década asistimos a una epidemia de sífilis congénita con muy alto subregistro que nos lleva a suponer de la existencia de decenas de miles de casos anuales. Las desiguales Argentinas se expresan en las endemias regionales como la leishmaniasis en NOA y NEA, la hidatidosis en la Patagonia, los casos dispersos por el país de leptospirosis y hantavirus, la amenaza real de epidemia de dengue desde hace más de 20 años; las casi 3.000 personas que cada año mueren por armas de fuego; las más de 500.000 mujeres que deben enfrentar cada año un aborto clandestino y de las cuales 500 pierden la vida; los casi 1.500 muertos anuales por SIDA. La epidemia no asumida de muertes violentas—sobre todo en jóvenes— entre 10 y 29 años con más de 2000 muertes todos los años, en su gran mayoría hombres y que se deberían relacionar con la cuestión patriarcal.

Frente a los datos anteriores, los medios de comunicación social comerciales callan, omiten los grandes y crónicos problemas sociosanitarios. Y si los informan, lo hacen desde lo extraordinario y no sobre lo común, ocultando las magnitudes en lo que comunican. Así la información entretiene y no obliga a pensar. Las epidemias se vuelven espectáculo. Los medios transmiten la idea del riesgo personal que fortalece el planteo de la sociedad del riesgo que lleva a vidas autocentradas, en las que el narcisismo desplaza a la solidaridad, y el riesgo disciplina, fundamentándose en la vieja estrategia de culpabilizar a la víctima, mecanismo descripto por la escuela de sociología de Chicago y utilizada tanto por la medicina, como por el racismo y el sexismo.

Vale ante esta nueva epidemia volver a recordar al primer ministro de Salud de la Argentina, Ramón Carrillo quién afirmaba: “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios como causas de enfermedades son unas pobres causas”.

Ramón Carrillo con el matrimonio Perón.

DE PANDEMIAS, EPIDEMIAS Y ENDEMIAS

Publicado originalmente en Cohete a la Luna


* Director del Instituto de Salud Colectiva, Universidad Nacional de Lanús
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