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Cintia Rogovsky nació en La Plata. Escritora y docente, publicó la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014) Yegua (Cuero 2023), entre otros. Conversó con Revista Trinchera en torno a la obra de Miguel Briante y también contó cómo fue la experiencia de trabajar junto él.

¿Qué relación tenés con la obra literaria de Miguel Briante? 

A Briante lo conocí primero cómo crítico cultural que como escritor, sobre todo como crítico de artes plásticas. Por ejemplo, a la obra de Luis Felipe Noé, llegué por alguna columna de Briante en Página 12. Yo me enteré que Briante era un famoso escritor luego de saber que era un periodista de cultura de Página 12. Después leí Kincón y sus otros textos, pero no sé si en ese momento tenía el reconocimiento, capaz que lo tenía, pero no en el mundo que yo me movía. Era mucho más conocido, hoy diríamos, cómo militante de la cultura. 

Desde el punto de vista literario pensé algunas cosas, una es su trabajo con la imagen. Era un tipo muy formado, un observador de las artes plásticas, entonces en su escritura puede trabajar tan bien ciertos puntos de vista, recuperar los climas de los pueblos y demás, porque tenía un trabajo muy detallado sobre la imagen.

Creo que fue uno de los primeros autores que leí que me hizo descubrir algo que podríamos llamar la Literatura Bonaerense. No sé si es correcta esa categoría, pero vamos a ponerle provisoriamente ese nombre. Para mí fue un descubrimiento en ese sentido. Junto con Dal Masetto, me permitieron descubrir que había una identidad de la Literatura Bonaerense y una serie de mundos que valen la pena ser contados. Creo que Briante acariciaba los detalles.

Briante, en sus cuentos, es un narrador muy visual. Hay una imágen potente a la que el cuento va o se desprende. Eso viene de haber sido crítico de las artes visuales. Pensándolo como crítico ¿Marcó otro estilo de crítica?  

Página 12 fue en su momento muy irruptivo. Él tenía además un sentido militante de su tarea, un sentido de acercar la obra de muchos artistas plásticos, que además eran sus amigos, pero que eran, aún lo son, grandes artistas. Le dio un sentido, que todavía no estaba tan presente, de la cultura como un ámbito de despliegue de lo popular. En su literatura, también, él toma cuestiones chiquitas, no es un narrador de las grandes epopeyas.

¿La obra periódistica de Briante? 

La mayoría de los grandes autores de la Literatura Argentina eran periodistas. Para mí Briante como periodista era un tipo que estaba muy preocupado y ocupado por difundir la cultura nacional. Para él eso era una tarea y una responsabilidad. Tenía una cosa de esa generación, de cierta bohemia, de que parte de las tareas del periodista era cultivar las amistades. Eran esos tipos y tipas que se tomaban un café y terminaban siendo amigos o amigas de sus entrevistados.

Te tocó trabajar con Briante ¿Cómo fue trabajar con él? 

Todo esto que te estoy contando es sesgado por el recuerdo de una joven de 20 años. En ese momento Briante tendría 50 o un poquito más. Nosotros trabajábamos en la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires. En ese momento yo estaba a cargo de un programa que se llamaba Espacio Joven, la Subsecretaría funcionaba donde ahora está el Ministerio de la producción, en La Plata, calle 5 y 47, hago esta aclaración porque es importante. Era el gobierno de Duhalde que era un gobierno con bastantes ribetes conservadores dentro de un Peronismo conservador pero que, a la vez, ese subsecretario Luis Verdi venía de estar preso en dictadura y que su círculo de amistades eran Briante, Dal Masetto, etcétera. Me habían asignado la tarea de organizar muestras para jóvenes de la provincia de Buenos Aires, imaginate lo que podría significar para los jóvenes de los 90 poder exponer en la capital provincial, obra plástica de cualquier género. Hicimos más 90 muestras en cuatro años. En ese momento había un canal de cable, Multicanal, la dueña del canal era amiga de este subsecretario. En ese momento se hacían los torneos Evita, que acaban de ser bajados, que en ese momento se llamaban Torneos Juveniles Bonaerenses. Incorporamos, con una discusión bastante brava, cultura. Muchos de estos artistas, escritores, iban como jurados a las finales a Mar del Plata. Briante va de jurado y ahí Luis me dice, Miguel tiene un proyecto y está fascinado con el laburo que están haciendo ustedes con los jóvenes. 

 Le fui mostrando pilas de carpetas con obras de jóvenes de la provincia y él las miraba con un detenimiento, con una seriedad. Armó este proyecto en el que íbamos a trabajar juntos, el enganche era con el canal de cable para que pusiera la logística de la filmación. Él lo que quería era ir a los talleres, a los lugares de trabajo, filmarlos y entrevistarlos acerca de cómo trabajaban, su propuesta estética y demás. Hizo una selección de esas carpetas, el proyecto avanzó. Briante me dice, me voy a tomar unos días de vacaciones en Enero y nos volvemos a juntar en Febrero con las grabaciones. 

Ese fue el Enero fatal en el que Miguel falleció.

Lo que yo recuperé es la idea de un tipo que era recontra consagrado, que interesó por armar un proyecto para promover pibes y pibas desconocidos de 20 años de la provincia de Buenos Aires con tiempo, seriedad y compromiso. Con un entusiasmo juvenil. Fue un lujo trabajar con él. 

Con su muerte tomé dimensión de Miguel Briante como escritor y comencé a leerlo.

Juan Machado

Juan Machado nació en Carhué, provincia de Bueno Aires, en 1992. Poeta, escritor, también se desempeña como conductor y productor de Plástico Cruel en radio Trinchera. Publicó los libros, Pájaros Punk ( Malisia, 2022) y Como corderos (Azul Francia, 2024). Obtuvo una mención meritoria, por su cuento Una canción desesperada, en el 10° Concurso de cuento Haroldo Conti, 2023.

2 Comments

  • […] ¿Cintia Ragovsky, a pesar de todo esto, cuenta historias de amor?. Si, por supuesto. Con más razón, diría, además. Pero por suerte no escribe solo historias de amor. Trabaja con matices. Habla de amor -sepan disculpar la insistencia del significante- de política, de historia, de cultura y de clase social. También desnuda algunas formas estancadas del machismo y recupera otras caras del feminismo, quizás las menos evidentes, las víctimas del prejuicio. El gran logro de sus cuentos, por sobre todo, es que saben balancearse entre la ternura y el abandono, la pasión y la culpa. Ninguno de los vínculos que presenta, y en ocasiones también disecciona, es completamente inocente. Pero, de igual manera, si como he dicho hasta ahora, por momentos estas historias parecen cargarse de un ímpetu oscuro y tremendista, en otras ocasiones saben soltarse en una deriva nostálgica, casi dulce, en la que un momento de escapismo infatuado o una aventura sexual bien valen el reproche, la sorna o la confusión que vendrán. Porque, sí, dejemos esto claro, incluso en la ficción – y a veces, trágicamente, solo en la ficción- tanto el ejercicio del amor como la imposición de  la crueldad tienen consecuencias.  […]

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