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El presidente de la Nación se atrevió a enaltecer el resultado obtenido luego de recortar y empobrecer a universidades, jubilados, trabajadores y otros sectores en la previa a la mega marcha federal. Como en los mejores tiempos, estudiantes marcharon junto a trabajadores en una fecha que marcó y marcará un antes y un después para el oficialismo. 

Como ya es costumbre, el presidente Javier Milei tiene formas extrañas de caer parado. La elección del día y hora para su cadena nacional en donde reafirma que “el esfuerzo vale la pena” no es casual; parece incluso escrita por los mejores guionistas. Mientras el mandatario presiona con fuerza mediática en una pelea que ya está desfasada de los márgenes reales, una inimaginable cantidad de estudiantes, trabajadores, docentes, no docentes, sindicalistas, entre otros, reúnen sus últimos aires para movilizar al día siguiente, y se recarga de energía al escuchar que el dueño del circo no retrocede, y pese a imaginar el descontento, se regocija en el mismo.

Tan solo algunos minutos posteriores bastaron para que el repudio y la desconfianza se manifieste a modo de golpe de cacerola en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La oratoria que desplegó el máximo responsable del Poder Ejecutivo en favor de su ansiado superávit fiscal, en la cual asegura que el esfuerzo valió, vale (y valdrá) la pena, no surtió el mismo efecto que en discursos anteriores. En el camino quedaron los montos jubilatorios, el salario mínimo, el presupuesto para las universidades, etc.

Por si fuese poco, el presidente eligió el momento previo a una movilización que, puertas adentro de la Casa Rosada saben, se escapará de sus márgenes. En ese sentido, esta reafirmación viene a anteponer una narrativa. “Cuidado con todo lo que vean mañana, es una falacia, o por lo menos un suceso menor ante este camino correcto que estamos forjando”, parece querer transmitir.  El repudio, que se preveía para el día siguiente, llegó por adelantado. Tronaba el escarmiento, y anticipaba los acontecimientos.

La discusión previa fue, como ya nos tiene acostumbrados este gobierno, una guerra informativa. Decanos de universidades aseguraron en diversas ocasiones cuál era el presupuesto, y cuáles eran los gastos. “Tenemos 92 millones de pesos y 15 se fueron solo en la boleta de luz de marzo”, fue por ejemplo un testimonio crudo que recogió el Multimedio Trinchera con la visita del decano de la Facultad de Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, Mauricio Erben. Por su parte, la Universidad de Buenos Aires (UBA) comenzó a recortar sus funciones.

Del otro lado, la posverdad actúa siempre con algún entredicho. En este caso, el oficialismo se las ingenió para anunciar un aumento del 70%, pero la letra chica es que se hizo sobre el presupuesto del año 2023, por lo cual, no solo no representa ningún aumento, si no que incluso es un desfinanciamiento liso y llano.

La noche que separaba las especulaciones de los hechos finalmente dio paso a los hechos. Desde que el sol se situó bien alto en el cielo, decenas de estudiantes, docentes, no docentes, trabajadores, sindicalistas, familias, “gente común”, entre irreducibles grupos sociales comenzaron a aterrizar en los alrededores de Plaza Congreso, para luego marchar por la tarde hacia Plaza de Mayo.

“Es una jornada histórica donde los trabajadores junto con los estudiantes estamos marchando en defensa de la universidad pública y gratuita, porque la gran mayoría de los estudiantes son hijos e hijas de trabajadores, y por eso tenemos que acompañar”, aseguró el Secretario General de Camioneros, Pablo Moyano, para el móvil de Multimedio Trinchera. “Esperemos que el presidente escuche esta jornada histórica, que recapacite y no cierre las universidades, porque la Argentina necesita trabajo, salud y educación”, sintetizó.

La magnitud y variabilidad de llegadas fueron disruptivas con los tiempos tradicionales de una movilización, porque esta movilización no fue tradicional. En esta ocasión el pueblo, en su máxima denominación, se hizo carne de un valor que, a los ojos de lo acontecido, es intocable: la educación pública y gratuita.

En un intento de tener un número aproximado, desde el escenario ubicado en Plaza de Mayo, aseguraron que se encontraban más de 800 mil personas. Muy por debajo debe haber quedado, entendiendo que incluso finalizado el acto, la doble fila entre quienes “desconcentraban” y quienes recién llegaban seguía en función, o más aún si se recuerda que fue una marcha federal, en la cual se replicaron focos a lo largo y ancho de todo el país.

La importancia de este acontecimiento sin dudas yace en la función particular que cumplió al adquirir el carácter universal que se vio reflejado en las diversidades sociales y políticas, y es la de desarmar el discurso con el cual Milei desacredita todo tipo de reclamo social. De igual manera lo hizo, pero al surtir efecto este factor, el presidente queda cada vez más desnudo en su esencia: no puede digerir que ahora, además de sindicalistas, trabajadores cooperativistas o militantes de organizaciones sociales existan más núcleos sociales en protesta. No puede aceptar que esas familias convencionales de clase media a las cuales puso en el lugar de “personas de bien” en su línea moral divisora -para poder demonizar a los trabajadores en protesta- lo hayan “traicionado”, y que ahora hayan sido ellos, entre otros, quienes le desbaratan la falsa idea de paz llevada a cabo con el operativo anti piquetes. No se atrevió a utilizarlo, pero sí por la noche, mientras aún masticaba el mal trago, decidió meter a todo este grupo que marchó durante la histórica jornada del 23 de abril en su denominación favorita de “zurdos”, con una lamentable publicación donde se ve a un león (él) tomando unas supuestas lágrimas de estos en una taza. 

A medida de que la realidad se tuerce por los sucesos políticos, es más fácil visualizar la incapacidad del presidente de salir de su línea recta, y de poder leer otra sociedad que no sea la que él mismo construyó desde que fuera panelista de televisión. La publicación realizada por Instagram es vergonzosa, patética e infantil, como todas las que llegan en el carácter caricaturesco que utiliza, con un “humor” digno de un excluido social. Párrafo aparte para la vicepresidenta, Victoria Villarruel, que osó disfrutar de que una de las máximas representantes de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, no esté viva para presenciar el momento. “De la que te perdiste, Hebe”, publicó otra de las que se quedó con las ganas de que su yunta de genocidas quede impune a los ojos de la historia. No fue así, y conductas como estas cada vez reciben menos apoyo de una sociedad que se desangra en hambre mientras los líderes del ejecutivo relatan macro números que no resuelven ni resolverán la microeconomía, ni ninguno de los otros problemas urgentes.


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