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Santiago Craig nació en Buenos Aires en 1978. Publicó el poemario Los Juegos, los libros de relatos El Enemigo, Las Tormentas, 27 maneras de enamorarse y Animales. Su primera novela es Castillos. Fue finalista del premio hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez, tuvo una mención en el Premio Nacional de Letras y  mención especial en el Premio Iberoamericano Cortés de Cádiz 

Habló con Radio Trinchera en el marco del programa Plástico Cruel, sobre su libro de cuentos Las Tormentas (2017) y su primera novela Castillos (2020) ambas publicadas por editorial Entropía.

¿Cuál es la ruta lectora que te trajo hasta acá?

En casa había mucha música. Siempre digo eso y mi papá se enoja, me dice, che loco parece que yo no he leído un libro. Pero había más discos que libros, no teníamos una biblioteca grande, en casa, ni nada por el estilo. Yendo al recorrido que me preguntas, empecé primero por la música, yo escuchaba lo que escuchaban mis viejos una música más de los sesenta y setenta. Primero fueron The Beatles y los Rolling Stones, pero después fui descubriendo algunos que estaban a un costadito. Ahí empecé a escuchar a The Doors, Jim Morrison que era un tipo que le gustaban poetas, filósofos y empecé a seguir, empecé a leer a Nietzsche, a Rimbaud, Williams Blake. Entre por ese lado, un lado medio raro, obviamente que yo venía del palo del cómic y la novela de aventura. El impacto más grande que tuve fue leer a Rimbaud, no entendía pero había algo ahí que me capturaba y me fue llevando a otras lecturas. Así conocí, más en la adolescencia, a Pizarnik, Girondo, después a Borges y a Cortázar. Fui enganchado lecturas con lecturas. Pero mi primera aproximación fue la poesía, leer y tratar de escribir poesía. Tenía una manera muy voraz de leer, me metía con un autor y lo leía íntegro, hasta agotarlo.    

Tu primera publicación es Los Juegos, un poemario. En tus cuentos, incluso en tu novela Castillos, hay un desborde de la poesía en la narrativa. ¿Cómo trabajas la poesía en tu narrativa? 

La poesía para mi tiene una condición que es que uno se permite poder escribir sin dar cuenta demasiado de lo que escribe, desde la racionalidad, sin tener que explicar. Es muy raro que alguien termine de leer un poema y pregunté si se entendió, no importa, el problema es otro. El intento de comunicación de la poesía tiene que ver con  hacer algún tipo de vínculo emocional entre lo que se dice y quien recibe eso, o uno mismo. Uno racionaliza, lo piensa después, mientras escribo no pienso en nada de esto. Para mí hay algo esencial en la forma, me interesa de qué manera está dicho lo que está dicho. Como lector soy así, tal vez por haber empezado por la poesía, a mí me interesa cómo escribe alguien además de qué dice alguien. A lo mejor la poesía tiene que ver con que, lo que yo escribo tiene que ver más con las formas que con las ideas. Más que nada sigo palabras, por más de que siempre tengo una idea de qué quiero escribir. En ese sentido se desdibujan los bordes entre la poesía y la prosa, más allá de cuestiones formales. En lo esencial estas dos formas de escritura son parecidas para mí. 

¿El cuento, más que la idea, es el tono? 

 En un punto si. Una fruta es como una mentira, un engaño de la naturaleza para llevar de un lado a otro una semilla y pareciera que toda esa parafernalia que es la pulpa de la fruta estuviera puesta ahí solo para que esa idea sea llevada de un lugar a otro y eventualmente crezca en otro lado. Creo que la forma, el tono, la manera, el cuidado de cómo uno trata de escribir algo, yo no lo pongo en función de poder decirle a otro una idea que tengo. En general es todo lo contrario, esa forma que va adquiriendo la literatura, o la fruta, es finalizar algo en sí mismo que yo no sé qué es porque el punto de partida es otro y mientras escribo voy descubriendo otras cosas. No hay una idea que sostenga eso, no hay una idea que yo diga, bueno si no capturó esta idea no capturó lo que quise decir. La literatura permite una conversación en la que en ese pacto esté en claro que a lo mejor, lo que yo te estoy diciendo, no sé bien qué es. 

En tu libro de cuentos Las Tormentas, hay una atmósfera en común que ronda los cuentos. Desde ciertas temáticas, de estas relaciones intrafamiliares, esta cotidianeidad. ¿Esa atmósfera fue buscada o es algo que apareció durante la escritura?

Hay una cosa inevitable que es, ser uno mismo. Es la manera que uno tiene de ver las cosas y esos cuentos lo que tiene en común es esa atmósfera media siniestra, misteriosa, de deslumbrarse frente a cosas que son muy mínimas. Era también lo que me pasaba en ese momento de mi vida, mientras escribía, las cosas se me hacían un poco raras. En el momento que uno une eso y empieza a atar cabos, la parte de la corrección del libro, quedaron cuentos afuera porque no tenían esa impronta. Hay una recurrencia en los temas, en la atmósfera que una vez puesto los cuentos ahí uno lo advierte, mirá está esto, y después la buscás y acomodás el orden de los cuentos, darse cuenta si tienen algo en común para formar un libro o no. Ese es un trabajo posterior, mientras uno escribe no se da cuenta de que estoy cayendo en recurrencias. Uno es uno y no se da cuenta que se repite. 

Venimos haciendo una serie de entrevistas sobre La Nueva Ficción Extraña en Latinoamérica, con esta colección que dirigen Juan Mattio, Flor Canosa y Marcelo Acevedo en Indómita Luz. Nos gusta pensar algunos de tus cuentos, Formosa o Guaminí, como parte de este género. ¿Te sentís cercano a este género? 

Esto de Wierd me gusta, es como una definición que fue variando, también lo fantástico, son maneras de decirle a algo que está ahí que puede adoptar formas más o menos contemporáneas pero que siempre estuvo. Está bueno hacer la genealogía de textos, como hicieron ustedes al principio preguntándome qué leía, de ahí viene esto raro. Por ejemplo Kelly Link que es una autora contemporánea que escribe Wierd, en general rastreas a quienes escribirnos o escriben esto y  seguro la leyeron, lo mismo con Lorrie Moore, hay un montón de autores de afuera que mucho fuimos leyendo y se nos pegaron cosas, ahí se va armando esto. Lo mismo que le pasa al realismo mágico o a Kafka, cosas muy diversas que creo que terminan cuajando en esto del enrarecimiento. En ese sentido puede ser que esté dentro de eso, yo no escribo con un género en la cabeza, a veces para entretenerme, cosas que por ahí ni siquiera publiqué, digo bueno voy a escribir un cuento de terror. A mí me gusta el género, me parece un buen marco una buena manera de escribir o entretenerse, ir para un lado con la escritura. A lo mejor esto de lo raro puede ser, yo no intento ir para ahí. Samanta Schweblin, Luciano Lamberti, Marina Closs, hay un montón de autores  que me gustan mucho lo que escriben y terminan siempre bordeando esos lugares, evidentemente algo de eso me atrae. Entiendo ese género y en general las cosas que están dentro de esa nominación me terminan cautivando.

En tu cuento Formosa noté cosas de Casa tomada, de Menos Julia, ¿Hay algo del ejercicio de reescritura? 

Bueno, son dos cuentos geniales. Cortazar y Felisberto me encantan. No lo tenía presente en el momento de escribir, pero pasa un montón. Lo decís vos y me parece evidente, pero no los tenía en el momento de la escritura, para serte sincero. Tal vez tenía otras referencias más obvias. Yo solo tenía escrito el diálogo cómo final de ese cuento, una especie de interrogatorio. Porque sí, no me acuerdo porque había escrito eso. Después empecé a tratar de escribir algo en donde pudiera incluir eso. Yo pensaba que pasa, más en el sentido de Kafka, de El proceso, de El castillo, cuando con cierta pasividad se va arrinconando a alguién hasta llevarlo a ese punto. ¿Qué pasa si algo se queda y no se va? La insistencia de algo era lo que me iba guiando en la escritura. Hay un cuento de Kafka, Las preocupaciones de un padre de familia, el problema es algo que se queda, y eso es lo que molesta. Si tenía algo en mi cabeza, estaba más por ese lado. 

Contanos un poco sobre tu cuento Guaminí

No conocía Guaminí, ni a Salamone, nada de eso. Un amigo me contó que su abuelo era de ahí, y algunas cosas que pasan en el cuento son verdad, algo de romper una vidriera, no me acuerdo mucho la anécdota, pero me quedé con eso que me contó. No me habló de nada que tuviera que ver con alguna particularidad. Para mí era un pueblo más, que tenía las características habituales de un pueblo, pero cuando empecé a ver fotos me pareció una locura. A partir de ahí construí el Guaminí que inventé.

Es el cuento más onírico, quizá ese tono te lo dió el hecho de no conocerlo.

Si, de hecho me pasó que me mandaban fotos, videos, personas que habían leído el cuento, y me iba enterando después. Con Castillos me pasó lo mismo, yo solo estuve una noche, y después lo inventé. Eso me entretiene mucho: tomar un lugar real y transformarlo en un lugar imaginado. Voy a hacer una confesión, una vez gané un concurso de poesía, y había que hablar sobre el lugar. Yo nunca había ido, y gané. Tuve que ir a la plaza con el intendente y me preguntaban sobre cuál era mi vínculo con el lugar. Creo que mentí, pero me entretiene hacer eso.

Leyendo en simultáneo, sentimos que Castillos era un cuento que se derramaba de Las tormentas, un cuento que dejaste crecer. ¿Cómo se delimita un cuento de una novela?

Hay algo de eso, de dejar crecer un cuento. Yo escribo siempre cuentos. Hasta incluso cuando escribo poesía termina siendo un poco narrativa. La forma de pensar es el cuento. Lo veo como interesante porque es algo que no me pasa a mi solo, porque lo que me pasa a mí no lo veo interesante, trato de pensar lo que le pasa a otra persona también. Es tratar de asociar una cosa a la otra hasta que hay algo que cuaja o se parte hacia adelante. No solamente la estructura del cuento tradicional, esa cosa de hay un arma en el primer acto y se dispara en el tercero, eso no me va mucho. 

Castillos siempre fue una novela en mi cabeza, lo pensaba como algo largo, sobre todo porque lo tenía dividido en dos partes. El cuento Tormentas podría haber sido más largo, pero no me animé, pensaba que era alguien que no escribía novelas. Podría tener más desarrollo de algunas cosas, pero fuí para donde finalmente terminó. 

Borges decía que el cuento es la idea, y la novela el personaje. Sos un autor que discute muy bien eso, tus cuentos son más de personajes que de idea. Invertís el rol del cuento clásico y eso atrapa.

El cuento como esta cosa de la ciencia, qué tiene que tener un cuento para ser un cuento, yo me la paso leyendo eso, y me encanta leer las definiciones, sobre todo porque en general son contradictorias. Le dan la razón a Borges y después viene Chejov diciendo lo contrario y también tiene razón. Yo no tengo elaborada una teoría del cuento. Las definiciones están buenas para pensar, pero no para escribir. Yo no creo en esas tramas super cerradas que se comen todo. A veces lees cuentos que son así, redondos, armados de esa manera, y funcionan bárbaro. A mi no me sale a hacer eso, y a lo mejor me convencí de que no me gusta, porque no me sale.

Esto de seguir al personaje, la forma, el tono, el ritmo, las palabras, un tipo de clima, todo eso después va cuajando en la historia. Para mí escribir se parece más a salir a caminar, a mi me gusta mucho Robert Walser que era muy de caminar, entre otras cosas, y sus cuentos y novelas parecen derivas, cosas que no van a ningún lado. Stephen King en Mientras Escribo, el libro este que habla de su forma de escribir y sobre la escritura, dice que no sabe porque se preocupan tanto por cuál va a ser el final, si en algún momento va a terminar el cuento. Se le va a acabar el papel, o las ganas. Pienso un poco así, la historia va a surgir, y para eso tiendo a seguir al personaje, o a los personajes.

La lectura de Castillos nos llevó a La Masacre de Kruger de Luciano Lamberti, con esa idea de que el terror nos está rodeando, está llegando ¿Tomás a tu novela Castillos como una novela de terror, del siniestro?

Si, puede ser. Yo a Luciano lo conozco personalmente y charlamos bastante, nos leemos antes de publicar y nos hicimos bastante amigos. Yo no había leído La Masacre cuando escribí Castillos. Mi novela tiene elementos de terror, pero hay gente que está más abocada y más en eso, es meterme en un terreno que no sé si soy muy ortodoxo. Puede ser que sea leída de ese lugar, hay algo ominoso, hay algo siniestro, hay algo que puede ir por el lado del terror. No me propuse escribir una novela de terror, de género, sino que tenía más bien la idea de escribir sobre  estar en un lugar y no poder irse. 

Lo que haces en 27 maneras de enamorarse y en Animales es muy diferente a lo que haces en Las Tormentas y Castillos ¿Buscas esa versatilidad? 

Me sale, de hecho tengo esas dos maneras de escribir que las tengo incorporadas. No lo sé definir pero yo me doy cuenta que hay cosas que son del tono A y cosas que son del tono B. Esas dos maneras me quedaron divididas en dos editoriales, entonces pienso esto es para una editorial y esto para la otra. Animales y 27 maneras son libros que están concebidos desde vamos como libros. Parto de la idea de escribir un libro sobre tal tema, por ejemplo, sobre animales, un libro de instrucciones sobre el amor, entonces esa escritura es mucho más rápida y más lúdica. 

¿Qué se viene?

Se viene una novela bastante larga sobre la vida de una mujer, se llama Vida en Marta, para hacerla simple, es toda su vida con episodios más o menos arbitrarios que van dando cuenta de eso. Tardé bastante tiempo en escribir esa novela, unos seis años. Sale por editorial Tusquets, a principios del año que viene. 


En el siguiente link podrán escuchar la entrevista completa y en nuestro canal de YouTube, Trinchera tv, encontrarán todo nuestro contenido.

Juan Machado

Nació en Carhué, provincia de Buenos aires, en 1992. Actualmente reside en La Plata. Escritor, también se desempeña como conductor de radio. Dicta talleres y encuentros literarios. Publicó el libro de cuentos, microrelatos y poesías, No hay que jugar en la casa vieja y otros relatos (2020) Pájaros Punk (Malisia 2022)

Luciano Montoya

Nació en Mar del Plata, en 1997. Actualmente reside en La Plata. Estudia la licenciatura y el profesorado en Música Popular en la UNLP. Conductor del programa de radio Plástico Cruel.

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