¿Y si existiera alguna versión de un Mesías en un mataco pobre y huraño? Así nos adentramos al “Eisejuaz” de Sara Gallardo
Un hombre distinto, un elegido. Pobre por elección y sabio por mandato. Dios le habla sólo a él, como si fuera su padre lo manda a peregrinar por las calles polvorientas de su tierra ofreciendo parábolas difíciles de desentrañar y curaciones imprevistas. Se enfurece con lxs de alma impura y divaga solo por paisajes desolados en arrebatos fervorosos de meditación y ayuno.
¿Y si existiera nuestra propia versión del Mesías en un mataco simple y huraño?
Existió. Este mesías sudaca se llamaba Lisandro Vega y logró pasar a la inmortalidad literaria gracias a la mirada sagaz de Sara Gallardo que lo conoció por azar, lo midió como personaje y lo erigió en novela.
¿Quién era/es Sara Gallardo? (1931 – 1988). En principio una mujer que no tuvo nada que envidiarle a las Ocampo en cuanto a holgura económica y linaje. Descendiente de al menos tres generaciones de antepasados con una fuerte influencia cultural y política en la historia del país.
Era bisnieta de Miguel Cané y tataranieta de Bartolomé Mitre; Su bisabuelo escribiría toda su obra alineado con el mandato blanco-burgués-eurocentrista, pero Sara iba a espantar a su linaje, no por la profesión que abrazó sino por cómo eligió entenderla que es como interpretó a su país. Fue periodista y escritora y huyó con elegancia de los recatos culturales de la clase a la que pertenecía..
En un viaje a Salta en 1967 conoce por casualidad a Lisandro Vega, un integrante de la comunidad mataca que insiste en que lo llamen Eisejuaz (cuyo significado es Este También). Eisejuaz dice que Dios le habla, que le pide cosas. Parece tener algún tipo de brote psicótico y anda vagando por las calles comportándose de forma impredecible y profética.
Sara se fascina con este personaje, es porque aún antes de escribir sobre él, entiende todo. Vence con perseverancia el cerco de hostilidad del hombre y logra entrevistarlo por tres horas, escribe una brillante crónica periodística pero la posibilidad de una novela será inminente. En 1971 Eisejuaz se publicará por primera vez.
Gallardo hace dos cosas extraordinarias con esta novela: En principio se desliza sin problemas al universo subjetivo masculino, incluso uno mucho más intrincado como puede ser el de un norteño venido de otra cultura y otra geografía; lo capta, lo entiende y lo escribe, rompiendo entonces el mito de que hay “formas femeninas y masculinas de escribir” y honrando con el ejemplo a Virginia Wolf que advertía que las mujeres lo único que necesitamos para “escribir como hombres” es un cuarto propio.
Lo otro magistral es el lenguaje que construye para el protagonista. Como lo hizo el enorme Juan Rulfo en Pedro Páramo, este personaje se revela y se rebela desde su voz, por eso la autora le construye un idiolecto propio, impactante no sólo por lo poético sino por los juegos de sintaxis que están cargados de sentido político. Eisejuaz, no es apenas un personaje singular americano, es pobre, es norteño, es mataco. Lxs matacos -al menos hasta 1967- eran el centro de toda la marginalidad posible: rechazadxs incluso por lxs gringxs pobres y por otras comunidades originarias. A Eisejuaz no le importa, tiene cosas que enseñar y denunciar en esos monólogos existencialistas y metafísicos. Lo esclarece todo en lo negado de América, en lo reprimido y denigrado: en “la pequeña historia” está la historia colonial de América continuada por los gobiernos criollos en sus enclaves urbanos “modernos” occidentales.
Sara Gallardo se ríe de su linaje civilizado y señala con el dedo la barbarie como un mundo real cargado de sentido, cultura e ideología propia.
Eisejuaz es bueno y es cruel, está psicótico y está tremendamente sano, cura y castiga, es sabio y es contradictorio.
El hijo de Dios.

Amanda Corradini
Mujer de trincheras: Reparte su vida entre la trinchera de la Escuela Pública, la de su biblioteca y la que guarda algunas banderas que gusta agitar. Todo regado de mate dulce, Charly García y un vergonzoso apego por el humor infantil.


[…] animal solitario acaba por devorarse a sí mismo. Dice Sara Gallardo en su obra cumbre, Eisejuaz. Libro con el que tensa el lenguaje, lo poético, como pocos libros en nuestra literatura. […]