“Me pregunto si los diminutos átomos y núcleos, o los símbolos matemáticos, o las moléculas de ADN, tienen alguna preferencia por el trato masculino o femenino”.
Chien-Shiun Wu
El dilema que narra la llamada “primera dama de la física” se resuelve en su propia experiencia. Chien-Shiun Wu, junto a los físicos Tsung-Dao Lee y Chen Ning, contribuyó en el desarrollo de la bomba atómica, pero su nombre nunca fue mencionado en el premio Nobel de Física que les fue otorgado a los cintíficos. La preferencia de la ciencia por el trato masculino siempre fue un hecho; y la deconstrucción de este concepto es parte esencial del proceso hacia una ciencia más igualitaria y justa.
Invisibles
Como Chien-Shiun Wu, millones. Los nombres que no conocemos y que probablemente cambiaron la perspectiva de nuestro mundo son demasiados. De hecho, hasta los que reconocemos son historias a medio contar: Marie Curie estudió clandestinamente en la Universidad de Varsovia y Valentina Tereschkova fue la primera mujer enviada al espacio exterior con el objetivo de investigar si las mujeres contaban con la misma resistencia física y mental que los hombres.
Los prejuicios y estereotipos de género siguen ampliando la brecha de género en sectores científicos y tecnológicos. Mujeres que se perdieron a lo largo de los años merecen ser recordadas y reivindicadas como parte de un proceso de reparación, para no olvidar y para que sus experiencias sigan reproduciéndose en estos espacios.
Jocelyn Bell Burnell, creyó que había recibido señales de extraterrestres, pero luego se dio cuenta de que había descubierto la primera radioseñal de un púlsar, un tipo de estrella muy densa que permitió avanzar en el estudio de las fases finales de las mismas y en la formación de agujeros negros. El hallazgo de la radioseñal, sucedió mientras realizaba su tesis bajo la autorización de Antony Hewish, quien recibió el Nobel de Física por el descubrimiento.
Lise Meitner fue una física austriaca y judía, que realizó sus estudios e investigaciones en su sótano hasta que el gobierno permitió que las mujeres pudieran asistir a la universidad. Luego de doctorarse en 1907, conoció a su compañero de laboratorio Otto Hahn. Con el nazismo tuvo que exiliarse a Suecia y, desde allí, continuó su investigación comunicándose a través de cartas con su compañero, hasta que descubrió que el núcleo del átomo se separaba liberando energía. Allí presentó el término “fisión nuclear”. Hahn publicó los hallazgos y en 1944 le otorgaron el premio Nobel de Química, mientras Lise fue olvidada.
Volviendo al hemisferio sur del globo, hay un hecho poco reconocido a nivel nacional y es que una galaxia lleva el nombre de una científica argentina: la galaxia “Sersic-Pastoriza”, en honor a Miriani Pastoriza. Ella fue la primera mujer en recibirse de astrónoma en la Universidad Nacional de Córdoba en 1965 y durante la dictadura cívico eclesiástico militar se exilió en Brasil para continuar sus investigaciones. Junto a su tutor reveló todas las galaxias brillantes del hemisferio Sur y encontró galaxias de región central no esféricas. Fue un descubrimiento fundamental que cambió la noción sobre las galaxias espirales.
Nombre y apellido al patriarcado
La misma ciencia y las mismas mujeres decidieron ponerle nombre a estas situaciones misóginas a través de estudios humanísticos y sociológicos, para poder denunciarlas y exigir cambios para el pleno desenvolvimiento de las mujeres en el campo.
El nacimiento del término techo de cristal nos ayudó a nombrar situaciones de desigualdad laboral. Es una metáfora que describe las barreras invisibles con las que las mujeres trabajadoras se encuentran, y que les impiden alcanzar niveles jerárquicos más altos o reconocimientos propios.
El efecto Matilda se creó en honor a Matilda Joselyn Gage, quien fue una de las primeras en denunciar este tipo de injusticias. El efecto define que la composición de los grupos de trabajo es piramidal y liderada por hombres, y por lo tanto, son quienes se llevan el mérito por estar jerárquicamente arriba.
El Programa Nacional para la Igualdad de Géneros en Ciencia, Tecnología e Innovación elaboró un informe sobre la situación de las mujeres en la ciencia en el país y evidenció que la mayoría de las científicas argentinas se encuentran bajo el techo de cristal: solo el 22% de los puestos directivos de los organismos de ciencia y tecnología son ocupados por mujeres.
En el ámbito universitario, la representatividad de las mujeres es del 59% en secretarías académicas, pero cuando se pone el foco en los puestos de mayor jerarquía, solo el el 30% de las vicerrectorías están ocupadas por mujeres y en puestos de rectoría, apenas representan el 11%. Si bien es un porcentaje considerable el que se presenta en las secretarías académicas, es necesario entender que estas áreas son las que mayor carga laboral administrativa representan. Aunque actualmente en la Argentina la mayoría de quienes investigan son mujeres, se presenta el “efecto tijeras”: las mujeres acceden en menor medida que los hombres a categorías más altas de investigación.

El talento no tiene género
El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia visibiliza las problemáticas del sistema patriarcal vigente y busca incentivar a las mujeres y niñas, y a organismos e instituciones, para que el acceso y la participación equitativa en la ciencia sea un hecho.
A este día, se sumó la creación del Premio Internacional L’Oreal-UNESCO para darle el reconocimiento a mujeres que cada año aportan al sector científico con sus trabajos. Este año le tocó a la matemática argentina Alicia Dickenstein, Investigadora Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Investigaciones Matemáticas “Luis A. Santalo” (IMAS, CONICET-UBA), por su aporte fundamental a la geometría algebraica y aplicaciones. Argentina cuenta con nueve científicas reconocidas por el certamen y se convirtió en el país de Latinoamérica en tener la mayor cantidad de ganadoras del galardón.
Visibilizar situaciones de desigualdad de género es el primer paso. Un adecuado tratamiento por parte del Estado y organismos científicos es lo necesario. Permitir el acceso y la participación de mujeres y niñas en la ciencia resulta tarea de políticas que incentiven estas acciones y que cumplan con la paridad de género en cada espacio.
El cristal es frágil, solo hace falta romperlo.
“¿No estás convencido de que las hijas también pueden ser heroicas?”.
Wang Zhenyi (matemática, astrónoma, escritora y poeta autodidacta)