Una CGT para Alberto

Una CGT para Alberto

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

A cada gobierno su (o sus) CGT. Esto debe ser así porque el Movimiento Obrero Organizado debe replantearse sus tácticas frente a quienes detenten el poder del Estado. Desde su fundación, en 1930, la Confederación General del Trabajo de la República Argentina sufrió numerosas divisiones, muchas de las cuales culminaron en rupturas formales, y en un caso, incluso en la formación de una nueva central, la CTA (Central de Trabajadores de la Argentina), que también se rompió por la caracterización de los gobiernos populares de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Por eso, las divisiones en el Movimiento Obrero Organizado no son nuevas, sino que obedecen a las discusiones que atraviesan a todo nuestro pueblo.

El experimento oligárquico/liberal que encabezó Mauricio Macri mereció una oposición mayor que la que le presentó la CGT. Recordemos que se trató de una Confederación conducida por un triunvirato que representaba un delicado equilibrio de poder interno, con tres hombres de líneas diferentes (Daer, Acuña y Schmid) que, como caballos atados a una misma soga pero marchando en diferentes direcciones, mal podían conducir a los trabajadores a ningún lado.

Entre dirigentes que no pretendían mellar a Macri -con quien tenían negocios personales o kioscos colectivos-, otros que pretendían dialogar y alguno que no sabía si gritar o patalear, la CGT se vio desbordada por la acción callejera, de la que no quiso, no pudo y no supo ser parte. “Poné la fecha” era la consigna a la que el triunvirato le temía y la posición ante el paro que se hacía cada vez más necesario iba desgranando el poder de una conducción que no conducía.

Mientras tanto, un frente entre los armados más dinámicos iba ganando la calle: la CTA de lxs Trabajadorxs, la Corriente Federal de lxs Trabajadorxs (confederada pero afuera del consejo directivo por decisión), organizaciones PyMEs y Organizaciones Sociales, entre otros que representaban a sectores agredidos por una política de abierta destrucción del entramado productivo nacional, fueron construyendo hitos de resistencia organizada al plan de destrucción concebido por los sectores oligárquicos en coordinación con el liberalismo, ese frente al que alguien con poco tino caracterizó como una “nueva derecha moderna y democrática”.

Estos hitos comenzaron con la movilización convocada por las tres (si, tres) CGT y las dos (si, dos) CTA a fines de abril de 2016, tuvieron su punto cúlmine en la jornada de resistencia a la reforma previsional macrista a fines de 2017 y repercutieron fuertemente en la conducción de la CGT. En principio, a fines de 2018 Schmid (dragado y balizamiento, históricamente ligado al moyanismo) se retira del triunvirato, convirtiéndolo en un binomio con Acuña (Estacioneros, ligado a Barrionuevo) y Daer (Sanidad, parte de los llamados “gordos”). El moyanismo, mientras tanto, seguía afilando sus facas desde afuera del CD con sus alianzas de vieja data.

Pablo Moyano, Secretario General Adjunto de Camioneros, era un eje vertebrador de varios proyectos: se encolumnan detrás suyo la CFT, la CTA-T, organizaciones sociales y políticas, un amplio entramado que ganaba la calle con gran potencia y cada vez mayor efectividad. La conformación del Frente Sindical para el Modelo Nacional (Corriente Federal de Trabajadores junto a SMATA, Camioneros, Canillitas entre otros gremios) con su programa debió ser la plataforma para conquistar el palacio de invierno que eran las oficinas de Azopardo 826, sede central de la organización obrera. Sin embargo, nada de eso ocurrió.

La resistencia al desembarco del moyanismo (que estaba claro que era sin concesiones al sector de los gordos) fue tenaz y resultó en la inacción de la CGT y su abroquelamiento detrás del binomio, a la vez que el frente que se articuló para oponérsele también se consolidó, con proyectos, incluso, de reunificación de la CGT con gremios que se habían retirado de la confederación en los ‘90 para formar la CTA.

Mientras la situación de la disputa por la jefatura de la confederación seguía abierta y gran parte de los contendientes se encontraban en otro ámbito: la articulación de un frente político para ganar las elecciones. La foto de Daer, Yasky (CTA-T, CTERA), Moyano, Palazzo (CGT-CFT, Bancarios) en el diseño de las políticas de lo que luego iba a ser el Frente de Todos fue tan habitual como los dardos que se tiraban de uno y otro lado de la trinchera sindical.

Ese frente ganó las elecciones y su existencia sin dudas le debe mucho a esa acción conjunta de adversarios sindicales, así como a un Rodríguez Saá que gritó hay 2019, cuando la política pensaba temerosa en un 2023 como frontera posible y, por supuesto, a una Cristina Fernández que supo ser paciente y articular poco a poco y proponerle a su pueblo una fórmula electoral que pateó el tablero.

Hoy, ante una situación nacional catastrófica que nos dejó el experimento macrista, una situación internacional adversa y, para más inri, una pandemia que nadie pudo prever, algunos dirigentes están volviendo a alzar banderas de batalla. El macrismo tuvo su CGT. ¿Puede ser esa misma CGT la del gobierno de Alberto Fernández? ¿Debe ser esa misma CGT?

La conducción de la confederación participó el 21 de julio de una reunión vía zoom con la AEA (Asociación Empresaria Argentina) que agrupa a los principales empresarios de origen argentino (ojo, de origen argentino no significa nacionales). De esa reunión salió un documento en el que la CGT hace suyos los reclamos de baja de impuestos y otros que no tienen nada que ver con los reclamos de los y las laburantes, así como una referencia a “décadas de una muy mala performance económica”.

El acuerdo mereció amplias críticas del armado opositor al binomio dentro y fuera de la confederación. La CFT ya dió un puntapié inicial en la discusión al presentar un pedido de plenario de secretarios generales. Esto fue sin dudas una de varias acciones, coordinadas y no, que ponen una discusión que se está evitando sobre la mesa: ¿El peronismo kirchnerista está siendo justipreciado en las instituciones gremiales?

Uno de los que tiró el guante sobre la mesa fue el diputado Máximo Kirchner, que le preguntó al binomio de (no)conducción sobre las décadas de malaria del documento. “Si vamos por ahí vamos a estar en un error, yo le preguntaría, por ejemplo, a Héctor Daer que me diga cuántos afiliados tenía el 25 de mayo de 2003, cuántos afiliados tenía el 10 de diciembre de 2015 y cuántos tenía el 10 de diciembre de 2019. O le preguntaría también a los otros gremios cuántos afiliados tenían y ahí vemos realmente si es tantas décadas”, disparó desde su banca el jefe del bloque del Frente de Todos.

El documento y las respuestas que mereció, significaron un tembladeral y el avivamiento de un fuego que venía ardiendo bajito, por lo menos desde que se depusieron armas para entrar en modo campaña electoral en 2019. Recordemos que tanto las dos CTA como la CGT con todas sus ramas internas se encontraron armando el Frente de Todos.

Como se viene sosteniendo, Moyano (Hugo y Pablo) es el emergente de un abroquelamiento sindical y político con mucho poder de fuego propio y un arco de alianzas que excede a la CGT. Este armado tiene que ver con alianzas históricas que vienen desde que en los ’90 se encontraran dando muchas de las mejores peleas contra el menemismo, y abarca a la CFT, la CTA T y un abanico de organizaciones sociales y políticas, PyMEs, profesionales y demás.

El último jalón de esta ofensiva lo pudimos ver en el encuentro de la Juventud Sindical, en el que Pablo Moyano cierra con críticas abiertas al binomio, y en el documento que esta organización hizo público el 13 de agosto (Día Internacional de la Juventud) y que contara con el aval de la Juventud Trabajadora de la CTA, la Juventud de la CFT y la JUP.

Vale la pena resaltar algunos de sus párrafos: “Los trabajadores/as resistimos en la calle la embestida del saqueo. Contuvimos la desmoralización de nuestros pares. Duplicamos las horas de militancia para que nuestras voces se escuchen y nuestros derechos se sostengan intactos. Robustecimos la organización para estar en todos aquellos lugares donde el estado abandonó su rol” (…) “El movimiento obrero organizado con los principios y valores rectores constituidos en los congresos de La Falda, Huerta Grande, y la CGT de los Argentinos se mantiene como punta de lanza para el proceso de lucha” (…) “Hoy estamos frente a una gran oportunidad de crecer recuperando las instituciones libres del pueblo, fortaleciendo la comunidad organizada donde la armonía sea la que reine. Producción y trabajo deben ir de la mano”.

Y cierra con un claro llamado al teléfono del binomio: “Soñamos con una CGT participativa, propositiva y con la mística revolucionaria que la Capitana Evita nos dejó como legado. Las nuevas generaciones de dirigentes sindicales marcan con fuerza, solidaridad, organización e inteligencia, la necesidad de caminar junto a sus pares, haciéndose cargo del momento histórico que les toca conducir”.

Para algunos de estos dirigentes, el gobierno de Alberto necesita una CGT que marque caminos de confrontación y los banque para pensar en otro modelo de integración nacional. Cosa que, al menos desde este espacio, se comparte.

Gabriel Kudric
Gabriel Kudric

Padre de tres, militante, nacionalista, convencido de que al mundo le damos forma con nuestras manos. Gozosamente absorbido por la música, el cine, la ciencia ficción, los juegos de mesa y lo geek en general.

Como pájaros, cazadas en su vuelo

Como pájaros, cazadas en su vuelo

TIEMPO DE LECTURA: 12 min.

“Los políticos sólo se sientan a mirar mientras las mujeres son cazadas como pájaros”, denuncia la asociación y plataforma feminista turca Kadin Cinayetlerini Durduracagiz (“Paremos los femicidios”) en un informe sobre la situación de las violencias de género en su país.

Esto sucede en Turquía, hoy, hace semanas, y hace años. Lo que realmente tiene lugar en las casas, en las calles, en los medios y en las instituciones estatales, y que quedó opacado detrás de una imagen en blanco y negro publicada en Instagram.

Probablemente en las últimas semanas hayas encontrado circulando en tus redes sociales fotos de mujeres (generalmente selfies, sonriendo o posando) en blanco y negro acompañadas de frases promoviendo el amor propio, expresiones de sororidad e invitando a quien recibía el mensaje a publicar una imagen en el mismo sentido, junto al hashtag #DesafíoAceptado. “Te elegí por ser increíble, inteligente, admirable, valiente, capaz, ingeniosa, simpática y buena amiga”, concluía la iniciativa.

Alrededor de 5 millones de mujeres en todo el mundo aceptaron el desafío y se unieron a esta difusión masiva que parecía tener como único fin el “empoderamiento femenino”.

Se dio a conocer días después, y gracias a la información que viralizó a nivel global un grupo de activistas feministas turcas, que detrás de esas fotografías había miles de historias de dolor y sufrimiento que se remontaban a Turquía, y que allí ese “desafío” tenía un sentido simbólico, político y cultural muchísimo más denso del que pudo llegar a este lado del océano.

Fuente POUSTA

En su origen estaba el objetivo de dar visibilidad y crear conciencia social sobre las crecientes tasas de feminicidios en el país humanizando las cifras: dar a conocer los rostros de las víctimas asesinadas en manos de hombres o violentadas por ellos. Decir “mirá, esta podrías haber sido vos, o tu hermana, o tu amiga, o tu hija”. La mujer o niña de la foto en blanco y negro, esa que ahora ves en las redes sociales, en la televisión, en el diario, en las revistas; esa es una de las 164 que fueron asesinadas en lo que va del 2020 en Turquía, una de las 36 que murieron sólo en julio de este año o de las 11 que aparecieron “sospechosamente muertas” en ese mismo mes.  

Un desafío que sobrepasa las redes

En las últimas semanas, y con mayor intensidad desde agosto, las calles y plazas de distintas ciudades de Turquía, con principal foco en Estambul, se colmaron de miles de mujeres exhibiendo sus carteles y símbolos de color violeta. Presentes en nombre de agrupaciones feministas o como autoconvocadas, las mujeres turcas dejaron de lado sus diferencias políticas, étnicas o religiosas para defender una misma causa y enviar al gobierno un mensaje de unidad: el Convenio de Estambul no se toca. O como rezaban algunas pancartas: “El Convenio da vida”

Este mensaje de protesta se desprende como respuesta política hacia el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan que, con la presión y el respaldo de los sectores ultraconservadores, puso en debate la retirada de Turquía del Convenio de Estambul.

¿Qué importancia tiene esto? Este documento internacional, llamado específicamente “Convenio del Consejo de Europa para la prevención y la lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica” brinda a las mujeres y niñas un marco jurídico de protección legal detallada, con el objetivo de frenar y prevenir todas las formas de violencia de género y fortalecer la igualdad, acompañar y dar apoyo a las víctimas. Insta a los gobiernos que lo firman y ratifican, como lo hizo Turquía en 2011 y 2014 respectivamente (siendo así el primer país), a que concreten medidas y políticas integrales para combatir la violencia contra las mujeres y la desigualdad, y que enjuicien y castiguen efectivamente a los femicidas y perpetradores. Exige la tipificación como delito de las diferentes formas de violencia contra la mujer, como la violencia doméstica, el acoso sexual y la violencia psicológica, y la imposición de sanciones legales. También propone la formulación de datos y análisis para conocer estadísticas oficiales y exactas, y actuar a partir de ellas.     

Toda una normativa compleja e integral que reconoce a las mujeres y niñas como parte de un entramado de desigualdades estructurales y violencias, y que sería increíblemente útil… si se implementara eficazmente.

El conflicto resurge ahora por el Convenio de Estambul, pero las mujeres también se están movilizando por el pleno y correcto funcionamiento de la Ley 6284, la cual reconoció en el ámbito nacional muchos derechos de las mujeres, apuntando a la protección y prevención de la violencia, “desde el empoderamiento financiero hasta el cambio de su información de identidad” asegura la Plataforma “Paremos los Femicidios”. Y que fue posible gracias a la adhesión al Convenio de Estambul, y que se construyó como resultado de la lucha y con la cooperación de las organizaciones de mujeres.

Según un informe de esta misma asociación, fue evidente la reducción de los femicidios en el año de la sanción de estas normativas, ya que la postura decidida en contra de la violencia contra las mujeres repercutió directamente en las estadísticas. Aunque esto comenzó a cambiar, para mal, con el relajamiento de los castigos y la naturalización de las violencias y femicidios por parte de los mismos encargados de combatirla.

Fuente: Plataforma Kadın Cinayetlerini Durduracağız

Números de guerra

Desde hace años el movimiento feminista viene reclamando que el Estado no dedica los recursos necesarios para aplicar estas normativas, no apoya a las víctimas con espacios de acogida, no facilita las denuncias en comisarías, ni busca desterrar el machismo desde la educación y la cultura. Los femicidios, la violencia doméstica, los abusos sexuales, el acoso, la discriminación, la impunidad, son moneda corriente en el país. Y lo dejan en claro los números: más de 3.000 mujeres y niñas fueron asesinadas desde 2010, según la plataforma “Paremos los Femicidios”, y 474 víctimas durante el 2019, lo cual significó la tasa más alta en una década.

“El número dramático de femicidios registrados en Turquía en 2019 es un número de tiempos de guerra“, aseguró a ANF News la activista Esra Can, y agregó que el número de casos no reportados probablemente sea aún mayor.

Además, un informe de un grupo de expertos en género del Consejo de Europa realizado en 2016, registró que 55.757 mujeres solicitaron protección estatal después de enfrentar violencia doméstica, pero sólo 9.429 recibieron refugio.

Lo que es aún peor, fueron las organizaciones feministas las que debieron ponerse al hombro la tarea de identificar y recopilar los datos reales de casos de feminicidios y violencias de género, a partir de informes de noticias y de testimonios de familiares de las víctimas, luego de que el mismo gobierno admitiera que no mantenía registros oficiales, sumado a que muchas veces las cifras existentes difieren entre los diversos Departamentos del Estado. En 2015, la periodista turca Ceyda Ulukaya realizó un proyecto de recopilación de datos muy detallado. Las estadísticas gubernamentales no son confiables y se torna indispensable conocer la dimensión del monstruo al que se enfrentan cada día las mujeres en Turquía.

Avanzar, retroceder, avanzar

En este contexto, al gobierno actual le parece una gran idea dar marcha atrás con el tratado y dejar a las mujeres y niñas totalmente desamparadas y desprotegidas, a la merced de los violentos y criminales.

¿Con qué argumentos? Porque promueve la homosexualidad, impacta negativamente en la “estructura familiar”, va en contra de los “valores nacionales”; “rechaza la oportunidad de llevar paz a una familia que está a punto de ser destruida por la violencia doméstica”, expresa un comunicado de Türkiye Düsünce Platformu, la primera asociación en proponer la salida del Convenio.

El presidente turco dice estar dispuesto a derogarlo “si el pueblo quiere”. Qué argumento tan original, ¿no? El tema es que el pueblo no quiere. Según una encuesta realizada por Metropol Research, el 63,6% de la sociedad no considera correcto retirarse de la Convención, y sólo un 26% está de acuerdo. Aunque, debe aclararse, el valor de este tipo de encuestas puede resultar dudoso ya que otro sondeo muestra que más del 50 % de la población no sabe de qué trata el Convenio de Estambul y lo confunde con un tratado marítimo. La desinformación e ignorancia como herramienta de vulnerar derechos, siempre.

Fuente: Kurdistán América Latina

Pero no se la dejarán tan fácil. La ola de manifestaciones se volvió una vorágine ruidosa y avasallante imposible de omitir, y que está acorralando a los sectores de poder, que dejaron en vilo la cuestión o incluso se arrepintieron de haber abierto el debate, como la asociación recién citada que dijo arrepentirse por haberse metido en un “área minada”. Arrugaron.

Asimismo, salieron a la luz fracciones al interior de los grupos políticos. En el propio AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo, presidido por Erdogan) hay diferencias de opiniones que incluso dividen la propia familia del presidente. Su segundo hijo forma parte de una asociación juvenil islamista (TÜGVA) que propone derogar el Convenio por “ineficaz” e “impopular”. Mientras que su hija menor, a través de un comunicado de la agrupación KADEM (de la cual es vicepresidenta) deja en claro su defensa al Convenio y lo declara útil e importante. 

La lucha continua y la batalla no está saldada. Se acercan tiempos complejos. La lucha feminista turca no parece poder avanzar, ya que tras años de pedir por la implementación completa y efectiva del Convenio, ahora deben manifestarse por, al menos, mantenerlo.

El mero debate en torno a la legitimidad de este Convenio y la responsabilidad del Estado en las cuestiones de género está teniendo enormes repercusiones negativas, dando rienda suelta a la impunidad. Los asesinos se envalentonan con el discurso nacional en el que los líderes discuten, como quien no quiere la cosa, la eliminación de las protecciones para las mujeres. “Cuando hablamos de estos derechos, los hombres se animan a matar mujeres. Vemos que cuando están atacando los derechos de las mujeres, hay un número creciente de feminicidios”, señaló Melek Onder, la portavoz de “Paremos los Femicidios”.

Por Pinar, por todas

No sólo la oposición a la retirada del Convenio de Estambul y el reclamo por la plena implementación de la Ley 6284 llevó a las mujeres a rebelarse y hacer suyos los espacios públicos, sino también el aumento vertiginoso de los femicidios y los casos de violencia doméstica. Y en particular, el brutal asesinato de Pinar Gultekin, el cual impulsó el comienzo de la campaña digital de las imágenes en blanco y negro.

Pinar era una estudiante de 27 años que desapareció en la provincia de Mugla, Turquía, el 16 de julio de 2020. Los equipos de gendarmería comenzaron a buscarla tras la denuncia de su hermana y su madre, y la encontraron muerta 6 días después en un bosque. Cuando su cuerpo fue exhumado, había sido golpeada, estrangulada y enterrada en un barril con cemento.

El femicida fue su ex novio Cemal Metin Avcı (32 años), quien fue reconocido gracias a cámaras de seguridad y que negó el crimen en primera instancia, pero que luego confesó. Según su declaración, Pinar había descubierto que él tenía esposa y quería contarle del engaño, y en un ataque de ira la mató e intentó ocultar el cuerpo. La policía dice que el asesino actuó así por celos. Como si de algún modo los argumentos justificaran el crimen. Muchas activistas temen que sea liberado pronto o que reciba una sentencia leve, como suele suceder.

La ferocidad de este asesinato y el hartazgo de las mujeres frente a la perdida constante de sus amigas, compañeras, vecinas, hermanas, hijas, madres, en manos de novios, maridos, ex parejas, padres, hijos, desconocidos, con absoluta impunidad, fueron la gota que rebalsó el vaso. Y a las mujeres nadie las para, lo sabemos. “Las mujeres no se detendrán hasta que consigan su libertad, su igualdad, sus vidas”, expresaban las manifestantes en una declaración. Entienden quién es el responsable principal del aumento de las cifras: el Estado. “El femicidio es un asesinato político”, señalaban algunas las pancartas.

Pinar Gultekin es una, y es muchas. En ella se refleja el rostro de todas y cada una de estas mujeres y niñas asesinadas. En su nombre, el nombre de miles. En su memoria, el recuerdo de cada una de las que terminamos olvidando por la magnitud y la frecuencia de los femicidios. En la necesidad de justicia por su muerte, la intolerancia a la impunidad que perpetra el sistema y que legitima el presidente Erdogan con sus dichos misóginos. 

Más libres, más muertas

El aumento de casos en Turquía se da también en el marco de la avanzada del movimiento feminista, que centra su lucha en la emancipación y libertad de las mujeres. La mayoría de los pretextos de los femicidas y violentos se relacionan con separaciones propuestas por las mujeres, divorcios, o la negativa de ellas a reconciliarse. Situación que se ve agravada por el confinamiento impuesto a partir de la pandemia del coronavirus, que obliga a las mujeres a permanecer en sus casas con los mismos que las violentan.

Además, hay un aumento serio en el número de “muertes sospechosas” de mujeres, según la Plataforma KCDP, presentadas como suicidio o muerte natural pero que es necesario revelar si las mujeres fueron asesinadas, si se suicidaron o si fueron empujadas al suicidio.

Y volviendo a la responsabilidad del gobierno de turno, fue el partido de Erdogan (AKP) el que a principio de este año, luego de ser rechazado en 2016 debido al repudio social, presentó en el Parlamento un proyecto de Ley (ya existente en otros países) que le permitiría a los hombres acusados de tener relaciones sexuales con menores de 18 años evitar una pena de cárcel si se casaban con sus víctimas, legitimando los abusos sexuales infantiles y asegurando amnistía a los violadores. Las mujeres lo denominaron “Casate con tu violador” y los repudiaron durante días en las calles.

Buena apariencia, impunidad asegurada

El problema de la impunidad atraviesa a Turquía como a tantos países del mundo, pero allí es de tal magnitud la cuestión que le proporcionaron un término: “tie reduction” (reducción de corbata). Esto proviene del ¿fenómeno? judicial por el cual los hombres que se presentan a la corte con buena apariencia, corbatas y trajes, reciben sentencias mínimas, o se le reducen sus penas de prisión, o quedan absueltos.

Con la misma arbitrariedad, se otorgan libertades condicionales a hombres acusados ​​de violencia doméstica y las autoridades no informan siquiera a las víctimas.

Ellos debaten, ellas mueren

Mientras los partidos políticos y los sectores ultraconservadores de Turquía debaten sus intenciones de avanzar o no sobre los derechos y libertades de las mujeres y niñas -hacerlo ahora o más tarde, con o sin apoyo popular-, ellas son asesinadas cada 20 horas. Cientos de mujeres, como Pinar, son arrancadas de sus familias, de sus grupos de amigxs, de sus ambientes de trabajo o estudio. Miles de hombres caminan libremente por las calles del país con la sangre de sus víctimas en las manos y con la complicidad de un sistema patriarcal y negligente. Las mujeres turcas seguirán dando batalla en las calles, en las plazas, en sus casas, en las instituciones, en todos los espacios que habitan, haciendo oír sus gritos de dolor y bronca contra una sociedad que las violenta y asesina.


Fuentes:
http://kadincinayetlerinidurduracagiz.net/veriler/2925/kadin-cinayetlerini-durduracagiz-platformu-temmuz-2020-raporu
https://www.lavanguardia.com/politica/20200805/482686608841/un-tratado-contra-la-violencia-machista-divide-turquia.html
https://www.telam.com.ar/notas/202007/496818-desafio-fotos-blanco-y-negro-redes-feminismo-turquia.html
https://www.elespanol.com/mundo/20171127/265224547_0.html
https://www.laizquierdadiario.com/Ley-de-impunidad-en-Turquia-Casate-con-tu-violador

Delfina Venece
Delfina Venece

Nací en el interior de Buenos Aires: los porteños nos confunden con Parque Chacabuco. De crianza gorila, devenida en pseudo-troska por contraste, hoy peronista por convicción. Mi canción favorita a los 10 años era Los Salieris de Charly, de León Gieco.

1